EPÍLOGO

Abordamos aquí una historia llena de sorpresas y aventuras: quiero decir esa de Mary Read y Ann Bonny, alias Bonn, que eran los verdaderos nombres de esas dos damas piratas. Lo extraordinario de estas vidas disolutas es tal que algunos pueden verse tentados de tomar mi relato por un cuento o una novela. La veracidad no es sin embargo discutible; miles de testigos, toda la población de Jamaica, asistieron al proceso, escucharon la historia de sus vidas. Esas mujeres piratas existieron, tanto como Roberts y Barba Negra.

DANIEL DEFOE

He decidido novelar las vidas de dos mujeres piratas, ardientes y voluptuosas lobas de mar: Mary Read y Ann Bonny, porque yo, al igual que ellas, sufrí la angustia de echarme a la mar instigada por la desesperación, en una huida definitiva de los conflictos de la tierra. En una huida de mí misma —lo cual me acerca más a otra loba, Virginia Woolf—, cuando he anhelado que sólo las aguas purifiquen y eliminen la morbidez, el egoísmo, y me libren de palabras jactanciosas; o cuando he vacilado ante lo que puedo remediar o aliviar en favor del amor, de la poesía, de la creación, y que por el contrario advierto que me voy deslizando hacia sórdidos recuerdos. Detesto la violencia, pero no cabe duda de que ignorarla o minimizarla le presta una cierta arrogancia rayana en la aceptación contemplativa, o en la complacencia.

Novelar las hazañas —estoy segura de que pueden denominarse como tales— de estas dos inglesas de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII supuso un solo riesgo, ya que mucho se las ha mencionado en ensayos y volúmenes respetabilísimos sobre el tema, pero poco o nada se conoce a fondo sobre sus convicciones emocionales —soy de la opinión de que les sobraban presagios, y confundían sus convicciones—, o bien poco se ha conseguido esclarecer sobre los misterios que las condujeron a partir a la aventura.

El riesgo entonces ha sido, en mi caso, el de mentir y creérmelo, con la duda y el coraje como aliados, inventar a partir de ciertos datos fluctuantes; y si es cierto que la mentira literaria resulta más atractiva y fiel a la verdad histórica, por azar concurrente, como diría José Lezama Lima, también debo admitir que nunca me he sentido más indecisa, solitaria y desconcertada ante la página en blanco. El atrevimiento ha sido el de introducirme en la aventura, prestándole a ellas mis temores, sueños, esperanzas, deseos y presentimientos; describir lo que otros han pretendido sobre Ann Bonny y Mary Read, sin caer en la tentación reiterativa, pero sin despreciar la fuerza de la leyenda original:

Y aún yo puedo recordar

Un día en que los historiadores dejaban espacios en blanco

en sus escritos,

Quiero decir por cosas que ellos no sabían…

EZRA POUND

… y revivir gracias a ambas una época que se diferencia (sin embargo, no demasiado) de la actual en enredos sociales y políticos; como no sea en la sutileza espiritual que he intentado demostrar en este texto, que deseo realzar por encima de cualquier contexto: la sutil evolución de las almas humanas transgredidas por el élan vital y natural de la historia.

París, invierno de 2003.