Una foto en Mar del Plata

Santiesteban había puesto el dónde y el cuándo. Y se había encargado de que en la casa no hubiese nadie. O casi nadie.

—Tenés quince minutos —había dicho Santiesteban.

Quince minutos parecía poco, pero lo que el Jota iba a llevarse de la casa estaba empaquetado y listo. No había que buscar, no había que romper. Solo entrar, levantar y salir. Y la Rubia afuera con un auto que Santiesteban había conseguido. Quince minutos estaban bien.

Casa con plata en la zona del delta, a estrenar, como casi siempre muchas cosas y nada de buen gusto. Ricos nuevos que hasta hace poco fueron muy pobres, plata de la merca. Hasta el Jota sabía eso.

El Jota sabía lo que iba a buscar, pero aún así se paró en seco cuando vio la foto sobre una cómoda del living. Una foto en Mar del Plata. Los ojitos azules brillaban con el sol de frente y, de fondo, el mar marrón. Mucho más marrón, por contraste, el mar. La carita de la pendeja lo dejó pasmado. Hermosa la pendeja. Parecida a la madre debía ser, la pendeja, porque con el padre nada que ver.

El Jota se recompuso y caminó hasta la planta alta. Encontró a la pendeja durmiendo en la cama-cuna. Como un bulto, porque menos experiencia que el Jota pocos, levantó a la pendeja y salió del cuarto. Sin nada más salió del cuarto. Sin nada más que la pendeja dormida en los brazos salió de la casa y se subió al auto.

El Jota tenía que cuidar la pendeja hasta las ocho de la noche, después se hacía cargo la Rubia. Santiesteban solo pasó un día a sacarle una foto con el celular. Con un celular robado le sacó una foto a la pendeja y se la mandó al padre. Hasta las manos el padre. Una suerte de mierda la pendeja.

Tres semanas de ablande, el padre de la pendeja. Santiesteban le había tenido mucha paciencia. Tres semanas la pendeja en la casa de la Rubia. Y al Jota ya le estaba costando cada vez menos cumplir con su parte del trato. El Jota ya había empezado a hacer otros planes.

—También con esta polenta de mierda… ¡ni queso tiene! —se apiadó el Jota mirando la carita de la mocosa, embarrada en lágrimas y mugre. No se parecía en nada a la foto de Mar del Plata…