A. EL EFECTO DEL CAMPO A EN EL UNIVERSO

Empezaremos por la hipótesis actual de la información en el vacío cuántico. Como ya hemos visto, los campos de onda generados en el vacío por partículas con carga pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz, según los físicos rusos, a mil millones de veces la velocidad de la luz. Esto es fundamental si queremos explicar el efecto del campo A en el cosmos.

Las entidades astronómicas (las estrellas, sistemas estelares y galaxias completas) crean sus propios campos de onda, que interfieren con los campos de onda creados por otras entidades astronómicas. El resultado es la aparición de hologramas a escala cósmica: hologramas de las estrellas y de los sistemas estelares. Estos hologramas cósmicos se extienden por el espacio y perduran en el tiempo.

Los patrones de interferencia creados por las estrellas y los sistemas estelares en una región cósmica constituyen el holograma de una galaxia. A su vez, los campos de onda de las galaxias que interfieren crean el holograma de la metagalaxia: el conjunto de los objetos astronómicos del universo. El holograma de la metagalaxia es conjugado con el holograma de las galaxias que lo crearon, de modo que crea la coherencia entre las galaxias. Este efecto del campo A es sutil aunque efectivo. Las estrellas y las galaxias, como ahora sabemos, evolucionan de manera coherente a lo largo de todo el universo, incluso a través de distancias que no podrían haber sido recorridas por ninguna luz o señal conocida por la física moderna. El universo entero muestra un nivel de coherencia similar al de un sistema cuántico.

El «ajuste fino de las constantes universales» (el asombroso ajuste de los parámetros fundamentales del universo) es un efecto de coherencia transmitido a través del campo A. Sabemos que el Big Bang fue improbablemente preciso en relación a los parámetros del universo que estaba por crearse. La densidad de las partículas que sobrevivieron a la colisión con las antipartículas era lo suficientemente precisa para que dichas partículas pudieran condensarse en átomos y estos átomos en moléculas, y para que estos sistemas no se distanciaran ni se colapsaran antes de crear sistemas más complejos. Con solo una minúscula desviación (tan pequeña como una milmillonésima del valor de una de las fuerzas universales como el electromagnetismo o la gravedad, o un diminuto exceso en la densidad de la energía), el universo habría sido incapaz de crear las condiciones en las que pudieran surgir y evolucionar sistemas complejos como los seres vivos.

Las constantes físicas de nuestro universo, ajustadas de manera sorprendente, pueden deberse a los trazos holográficos basados en el vacío de un universo anterior en el Metaverso. Existen buenas razones para creer que además de nuestro universo han existido toda una serie de universos, o posiblemente coexisten con el nuestro. Y sean cuales sean los universos que han existido, o que existen en el presente, deben de haber surgido a partir del vacío cuántico, el sustrato físico permanente que sufre inestabilidades periódicas y da lugar a universos locales.

El descubrimiento del papel fundamental que desempeñan los estados virtuales a la hora de decidir el comportamiento de las partículas, los átomos y las moléculas ayuda a explicar cómo el vacío en el que nació nuestro universo ha ajustado sus constantes físicas. Como ya hemos visto, el orden que podemos observar en el espacio y en el tiempo no emerge de la nada: emerge de la estructura de los estados virtuales asociados con cada partícula, átomo y molécula. Estos estados se denominan virtuales, pero son reales en el sentido de que son físicamente efectivos: determinan los estados que pueden asumir las partículas y otras entidades más complejas, como los átomos, las moléculas y los sistemas químicos y bioquímicos.

Los estados virtuales están asociados con todos los estados reales. Su distribución determina las características físicas del universo en el que surgen y evolucionan las partículas en el estado real. No es probable que esta distribución se haya creado por casualidad durante la aparición de nuestro universo; debió estar presente en el vacío en el que surgió nuestro universo. Gracias a la distribución finamente ajustada de sus estados virtuales, nuestro universo in-formado pudo dar lugar a entidades complejas e integradas.

Cada partícula, cada átomo y cada molécula cambian constantemente de estados «reales» a estados «virtuales», y viceversa. Este incesante baile estructuró el vacío en el que se producía y la estructura resultante determinó la forma en que el «baile» se desarrolló. Es absolutamente improbable que este baile comenzase cuando nació nuestro universo; debió de haberse producido en universos anteriores también. Nuestro universo simplemente heredó el baile a través del vacío.

El continuo baile de las partículas con el vacío ofrece una explicación convincente de la, de otra forma inexplicable, capacidad de nuestro universo para dar a luz a sistemas complejos. Cuando surgió nuestro universo, el vacío a partir del cual emergió no estaba aleatoriamente configurado, sino que estaba in-formado por universos anteriores, de la misma forma que en la concepción el código genético de un zigoto está in-formado por el código genético de los padres. Esta in-formación tomó la forma de un orden determinado de los estados virtuales que las partículas y los sistemas basados en las partículas pueden ocupar en nuestro universo. Este orden dio forma a la clase de universo que podía evolucionar de manera subsiguiente.

No es necesario recurrir al principio de antropología, que afirma que la razón por la que el universo está tan finamente ajustado para la vida es que nosotros estamos aquí para observarlo, ni tampoco a la teoría del «arriba-abajo», más sofisticada pero igualmente asombrosa, que sugiere que debemos hacer un promedio de todas las posibles historias que un universo podría haber tenido y retroceder atrás en el tiempo para crear la historia específica que nos conduzca al universo en el que vivimos. Tampoco debemos sorprendernos por el hallazgo casual de que vivimos en un universo que hubiera permitido el desarrollo de la vida incluso aunque la probabilidad estadística sea prácticamente nula de que hubiera surgido un universo que hiciera posible la vida después de una selección aleatoria de entre el astronómicamente inmenso número de universos alternativos. La in-formación del campo A (la in-formación de nuestro universo procedente del vacío en el que surgió) constituye una explicación más razonable de las constantes ajustadas de manera casi milagrosa de nuestro universo.

B. EL EFECTO DEL CAMPO A EN LA BIOSFERA

El baile de las partículas y de los sistemas de partículas con el vacío se extiende a los sistemas complejos que denominamos vida. En ella, los efectos de este baile van más allá de la distribución de los estados virtuales que determinan el repertorio de estados reales que pueden ocupar las partículas. Para explicar el efecto del campo A sobre los organismos que habitan la biosfera debemos referirnos a los hologramas creados en el vacío por los propios organismos en evolución. En este mecanismo existe un proceso de feedback que se refuerza a sí mismo. Los organismos in-forman al campo A y el campo A in-formado in-forma la evolución de los organismos.

Como ya hemos descrito, las partículas con carga y los sistemas basados en ellas crean campos de onda en el vacío, que se intersectan y crean patrones de interferencia holográficos complejos. Los hologramas basados en el vacío transportan información sobre las partículas y los sistemas de partículas que los crearon. Cuando un campo ondulatorio interviniente entra en resonancia de fase-conjugado-adaptado con el campo ondulatorio que emana de una partícula o sistema de partículas, se transfiere información: la partícula o el sistema es «in-formado» por el holograma. La transferencia holográfica de información a través del campo A in-forma de manera sutil pero efectiva a todo el organismo, incluidos su sistema nervioso y su genoma. Así obtenemos una explicación plausible de la capacidad de los genomas para adaptarse a un entorno cambiante.

Tanto el genoma como el organismo completo están constantemente vinculados a su entorno de manera multidimensional. El medio que propicia esta vinculación es el vacío, y el mecanismo para la transmisión de la información es la conjugación de los hologramas basados en el vacío. Como resultado, aumenta la probabilidad de que, cuando cambia el entorno, se produzcan mutaciones en el genoma que lo hagan viable en el nuevo entorno.

El mismo principio da cuenta de la evolución sorprendentemente rápida de la vida en los mares primigenios en los comienzos de la Tierra. Las rocas más antiguas datan de hace unos cuatro mil millones de años, mientras que las primeras y ya muy complejas formas de vida (las algas azul-verdosas y las bacterias) tienen algo más de 3,5 miles de millones de años. Pero ya las primitivas procariotas autoreplicantes (primitivas células sin núcleo) son en sí unas estructuras complejas, que implican la formación de una doble hélice de ADN, consistente en unos 100.000 nucleótidos, donde cada nucleótido contiene una distribución exacta de entre treinta y cincuenta átomos, junto a una piel de doble capa y las proteínas que permiten que la célula se alimente. Esta construcción requiere una serie completa de reacciones, coordinadas finamente unas con otras. Si las especies que han evolucionado en la biosfera hubiesen dependido solamente de mutaciones al azar, no es probable que hubiese aparecido este nivel de complejidad en el relativamente corto periodo de 500 millones de años.

Es improbable que una mezcla aleatoria de la «sopa molecular» en los mares primigenios poco profundos haya sido capaz de crear formas de vida viables en el lapso de tiempo disponible. Pero si la mezcla de moléculas sobre la superficie de la Tierra primigenia fue in-formada por los hologramas de las formas de vida extraterrestres ya existentes, el proceso pudo acelerarse y desarrollarse en las dimensiones observadas del tiempo. La «siembra in-formativa» de la evolución biológica sobre la Tierra constituye una explicación lógica de la de otra forma improbablemente rápida evolución de la vida en nuestro planeta.

El campo A del vacío se extiende a través de todo el universo y transporta los patrones de interferencia holográficos de las partículas y de los sistemas de partículas a todo el espacio y el tiempo. En donde quiera que penetren los hologramas del vacío, traen consigo información perdurable de las formas de vida que han evolucionado en esa región del universo. Dado que es probable que la vida en nuestra galaxia haya evolucionado en otros planetas antes de su evolución en la Tierra, las trazas holográficas de otras biosferas deben haber estado presentes en el vacío cuando aparecieron las primeras formas de vida en este planeta. Evidentemente, estas trazas estaban suficientemente conjugadas con las formas de vida que emergieron en las primeras etapas de la Tierra para in-formarlas. Esta «in-formación extra planetaria» aceleró los procesos de prueba y error de la evolución, aumentando las oportunidades de que la mezcla turbulenta de la sopa molecular de los mares primigenios diera con combinaciones estables y autosuficientes; se trata de ciclos autocatalíticos que demuestran ser la base de la posterior evolución de la vida en la biosfera.

A modo de conclusión…

Las anteriores consideraciones relativas al efecto del campo A en el mundo físico así como en el mundo de los seres vivos constituyen la base de una teoría que puede adquirir legitimidad científica como una teoría integral del todo. En sí mismas, estas consideraciones no conforman dicha teoría, sino que son simplemente la base para la misma. Dicho de una forma más precisa, constituyen las características esenciales de una hipótesis que puede guiar la investigación y que, a la luz de los resultados de dicha investigación, pueden ser confirmadas o modificadas, o incluso reemplazadas por otra hipótesis que pretenda el reconocimiento de un enunciado de la fundamental y hasta ahora desconocida verdad sobre el mundo en el que vivimos.

Es evidente la necesidad de una hipótesis fértil y confirmable sobre los problemas de la coherencia no local de la naturaleza. La demostración de la necesidad de dicha hipótesis (de una «fábula crucial» de la in-formación en la naturaleza) es en sí misma una contribución al progreso de la ciencia y al progreso de nuestro conocimiento del universo y de nosotros mismos en el universo.