Nuestro repaso de los enigmas encontrados en las fronteras de la ciencia ha establecido el escenario para la búsqueda a la que está dedicada este libro: establecer las bases para una teoría integral del todo con base científica. Hemos alcanzado una comprensión importante; hemos descubierto que para explicar un número en aumento de cosas y procesos que son indudablemente reales y seguramente fundamentales, es necesario añadir un nuevo factor al repertorio de leyes y conceptos de las ciencias contemporáneas. ¿Cuál es este nuevo factor? Analicemos los principales descubrimientos:
Estas correlaciones indican la existencia de unos vínculos entre las partículas que configuran el universo observable, además de entre las partes o elementos de los sistemas que evolucionaron como conjuntos integrados de partículas. Los vínculos ajustan las partículas y los elementos, creando las formas observadas de coherencia trascendentes en el espacio-tiempo.
El descubrimiento es la coherencia de esta destacable variedad. ¿Cómo podemos explicarla?
La coherencia es un fenómeno bien conocido en la física: en su forma más común se refiere a la luz, como compuesta de ondas que tienen una diferencia constante de fase. La coherencia significa que las relaciones de fase permanecen constantes y que los procesos y ritmos son armónicos. Las fuentes de luz corrientes son coherentes solo unos pocos metros; los láser, las microondas y otras fuentes tecnológicas de luz pueden permanecer coherentes a distancias considerablemente más largas. Pero la clase de coherencia descubierta hoy en día es más compleja e importante que en su forma estándar, ya que indica una correlación casi instantánea entre todas las partes o elementos de un sistema, ya sea ese sistema un átomo, un organismo o una galaxia. Todas las partes de un sistema con esa coherencia están tan correlacionadas que lo que le ocurre a una de las partes, le sucede también a las demás.
Como hemos visto, cada vez hay más investigadores, de distintos campos científicos, que están encontrando esta sorprendente forma de coherencia. Estos fenómenos ocurren en disciplinas tan distintas como la física cuántica, la cosmología, la biología evolutiva y la investigación de la conciencia. La coherencia puede ser la realidad más profunda; la falta de la recientemente descubierta forma de coherencia típica en estados ordinarios denominados «clásicos» (estados en los cuales las cosas tienen una localización única y un conjunto único de características físicas) puede que no sea típica de la realidad física. Una serie de físicos, entre ellos John Bell y Chris Clarke, sugieren que estos «estados sin coherencia» pueden no ser más que la consecuencia de la forma en que interactuamos con las cosas de tamaño medio, las cosas que no son ni tan pequeñas como los cuantos ni tan grandes como el cosmos.
La coherencia descubierta hoy en día tiene una importante implicación. Sugiere que no solo hay materia y energía en el universo, sino también un elemento más sutil pero no menos real: un elemento responsable de las formas casi instantáneas de coherencia observadas. Identificar y avanzar este elemento adicional es la esencia de la «fábula de la ciencia» que podría resolver los enigmas a los que se enfrentan los investigadores y señalar el camino hacia un nuevo paradigma más fértil. Esta fábula crucial (ya que no existen alternativas comparables a nivel lógico, económico y de investigación) es una proposición simple y básica: la información está presente, y además juega un papel decisivo, en todos los campos principales de la naturaleza. A esta proposición debemos añadirle una calificación: la información que está presente y juega un papel crucial en la naturaleza no es la forma habitual de información sino un tipo especial, es «in-formación» (la variedad activa, físicamente efectiva que «forma» el receptor, ya sea un cuanto, una galaxia o el ser humano).
Analizaremos esta fábula crucial buscando los orígenes de la in-formación que afirma está presente en la naturaleza. Nos uniremos a David Bohm, Harold Puthoff y otros científicos que buscan sus raíces en el campo de energía complejo casi infinito, aún no comprendido por completo, que se denomina, falsamente, vacío cuántico.
En su acepción habitual, vacío significa espacio vacío. En cosmología se utiliza para referirse al espacio cósmico en ausencia de materia. En la física clásica este espacio se consideraba pasivo, insustancial y euclediano, es decir, «plano». Pero en el siglo XIX, los físicos especulaban con que el espacio cósmico no estaba realmente vacío: estaba relleno de un campo energético invisible que denominaban éter luminífero. Se decía que el éter producía fricción cuando los cuerpos se movían a través de él y por lo tanto ralentizaba su movimiento. Pero a comienzos del siglo XX los famosos experimentos de Michelson-Morley no consiguieron observar el efecto esperado y el éter desapareció del escenario mundial de la física. El vacío absoluto ocupó su puesto, un espacio que estaba vacío completamente cuando no lo ocupaba la materia.
Pero el concepto de espacio como vacío no duró mucho tiempo. La teoría de la relatividad de Einstein aunó el espacio y el tiempo, considerándolo una matriz de cuatro dimensiones que interactúa con la materia. Los posteriores experimentos y observaciones mostraron que el espacio tiene una realidad física propia. En las «teorías de gran unificación» (GUT) que se desarrollaron durante la segunda mitad del siglo XX, el vacío es un medio energético cósmico que transporta el campo de punto cero o ZPF (Zero Point Field). (El nombre deriva del hecho de que en este campo las energías están presentes incluso cuando todas las formas clásicas de energía desaparecen: en el cero absoluto de temperatura). En las teorías unificadas subsiguientes, las raíces de todos los campos y las fuerzas de la naturaleza se adscriben a un mar de energía denominado «vacío unificado».
Es indudable que el vacío no es ni espacio vacío ni una estructura puramente geométrica. Es un medio físico real que interactúa con la materia y produce efectos físicos reales. En los años 60, Paul Dirac demostró que las fluctuaciones en los campos fermiónicos (campos de partículas materiales) producían una polarización del ZPF del vacío, mediante la cual el vacío a su vez afectaba a la masa de las partículas, a su carga, al spin o al momento angular. Aproximadamente al mismo tiempo, Andrei Sakharov proponía que los fenómenos relativistas (la ralentización de los relojes y el encogimiento de las reglas de medir cerca de la velocidad de la luz) eran el resultado de los efectos inducidos en el vacío debido a la ocultación del campo de punto cero por partículas cargadas. Esta es una idea revolucionaria, ya que según este concepto el vacío es más que el continuo tetradimensional de la teoría de la relatividad: no es solo la geometría del espacio-tiempo, sino un campo físico real que produce efectos físicos reales.
La interpretación física del vacío en términos del campo de punto cero fue reforzada en los años 70, cuando Paul Davis y William Unruth propusieron la hipótesis que diferenciaba entre el movimiento uniforme y el acelerado en el campo de punto cero. El movimiento uniforme no perturbaría el ZPF, dejándolo isotrópico (igual en todas las direcciones), mientras que el movimiento acelerado produciría una radiación térmica que rompería la simetría en todas las direcciones del campo. Durante la década de los 90, se realizaron numerosas investigaciones basándose en esta premisa.
La fuerza de Casimir, un fenómeno basado en el vacío, es bien conocida. Entre dos placas de metal colocadas muy cerca, se excluyen algunas longitudes de onda de las energías del vacío, lo que reduce la densidad de energía del vacío con respecto a la energía del vacío en la parte exterior de las placas. Este desequilibrio crea una presión (la «fuerza de Casimir») que empuja las placas hacia dentro haciendo que se unan. El desplazamiento de Lamb, otro efecto del vacío bien conocido, consiste en el desplazamiento de frecuencia que muestran los fotones que se emiten cuando los electrones alrededor del núcleo del átomo saltan de un estado energético a otro. El desplazamiento se debe al intercambio de energía del fotón con el ZPF.
También se han descubierto más efectos. Harold Puthoff, Bernhard Haisch y sus colaboradores diseñaron una sofisticada teoría según la cual la fuerza inercial, la fuerza gravitatoria e incluso la masa eran consecuencias de la interacción de partículas cargadas con el ZPF. Ahora parece ser que la propia estabilidad del átomo se debe a la interacción con el vacío. Los electrones que orbitan alrededor del núcleo atómico radian energía constantemente y, por lo tanto, se moverían de forma progresiva acercándose al núcleo si no fuera porque los cuantos de energía que absorben del vacío compensan la energía perdida debido a su movimiento orbital.
Incluso la estabilidad de nuestro planeta en su órbita alrededor del Sol deriva del efecto de la energía del vacío. A medida que la Tierra recorre su órbita, sufre una constante pérdida de impulso. Por lo tanto, sin el aporte de energía del ZPF, el campo gravitacional del Sol acabaría por superar la fuerza centrífuga que hace que la Tierra efectúe su órbita y nuestro planeta caería en espiral hacia el Sol. Esto significa que además de la inercia, la gravedad y la masa, tanto la estabilidad del átomo como la del sistema solar se deben a la interacción con el campo de punto cero.
El vacío cuántico resulta ser el responsable de la estabilidad de los átomos y de los sistemas solares, e incluso del destino final del universo. El universo podría seguir expandiéndose o podría invertirse, contraerse y finalmente colapsar, o bien seguir eternamente en equilibrio entre expansión y contracción. Podría ser plano (es decir, básicamente «euclidiano», de forma que la luz, excepto cerca de cuerpos sólidos, viaje en línea recta) o abierto (con un espacio-tiempo en expansión infinita que está curvado negativamente, como la superficie de una silla de montar) o bien cerrado (donde la expansión la realiza la gravedad en un espacio-tiempo que está curvado positivamente como la superficie de un globo).
Actualmente los cosmólogos creen que el destino del universo estará determinado por la energía intrínseca del vacío más que por la cantidad de gravedad ejercida por la materia. Se creía que el factor crítico era el valor de la fuerza gravitatoria asociada con las partículas sólidas («materia»). Si hay más materia en el universo que la «densidad crítica» (estimada en 5 x 10-26 g/cm3), al final la atracción gravitatoria asociada a las partículas de materia excederá la fuerza de la inercia provocada por el Big Bang. Entonces la expansión del universo se invertiría, y nos encontraríamos en un universo cerrado. Si, por el contrario, la densidad de la materia se hallase por debajo de la cantidad crítica, su fuerza gravitatoria sería más moderada y la fuerza de expansión continuaría dominándola; entonces viviríamos en un universo abierto. Pero si la densidad de materia está justo en el valor crítico, las fuerzas de expansión y contracción se equilibran mutuamente y nuestro universo se mantendría perfectamente equilibrado en el filo de la navaja entre la expansión y la contracción.
El problema de si el universo es abierto, cerrado o plano se ha solventado con mediciones cada vez más precisas. Primero se realizaron las observaciones del proyecto Boomerang sobre la formación de las microondas cósmicas en 1998 («Boomerang» son las iniciales en inglés de «observaciones con globos sondas de la radiación extragaláctica milimétrica y la geofísica», Balloon Observations of Millimetric Extragalactic Radiation and Geophysics), y después las observaciones de MAXIMA (matriz de imágenes sobre los experimentos de anisotropía milimétrica, Millimeter Anisotropy Experiment Imagining Array) y de DASI (interferómetro de escala angular graduada, Degree Angular Scale Interferometer, basado en un telescopio de microondas situado en el Polo Sur). En febrero de 2003, se dieron a conocer los descubrimientos del WMAP (investigación anisotrópica sobre microondas Wilkinson, un satélite lanzado en la órbita de la Tierra el 30 de junio de 2001). Al igual que en el caso de los descubrimientos anteriores, no obtuvieron resultados fuera de lo esperado, pero concretaron las estimaciones previas y aportaron una certidumbre mayor sobre su validez. Parece estar fuera de toda duda razonable que vivimos en un universo plano.
Sin embargo, ya no se cree que el factor crítico sea materia-densidad sino vacío-energía. Un universo plano se expandiría indefinidamente si la energía del vacío es positiva; es decir, si el vacío ejerce una fuerza de repulsión.[4.1] Por otra parte, si la energía del vacío es negativa, la fuerza de atracción finalmente vencería la fuerza de expansión y el universo se colapsaría.
En la actualidad el universo se está expandiendo. Recientemente han aparecido observaciones lo suficientemente precisas para determinar la contracción de galaxias lejanas. Ya antes, Edwin Hubble y otros astrónomos estimaron las distancias a las galaxias observadas, asumiendo que todas las galaxias tienen un brillo uniforme. En ese caso, las más brillantes estarían más cerca que las que son más tenues. Sin embargo, esta afirmación no tiene en cuenta que existen galaxias con estrellas de luminosidad intrínseca diferente. Tampoco tiene en cuenta las galaxias que están tan lejos que la luz que recibimos de ellas ahora se emitió en una primera fase de su evolución, cuando su brillo intrínseco era considerablemente diferente del que tienen las galaxias ya maduras. Lo que necesitan los astrónomos son galaxias con un brillo bien definido, las conocidas como velas estándar. En los 90, se conocieron algunas «velas» de este tipo. Son una variedad de la supernova (la explosión que marca el final del ciclo vital de algunas estrellas) conocidas como estrellas tipo Ia.
Cuando una estrella ha alcanzado el estado en el que la mayoría del hidrógeno de su masa se ha convertido en helio, carbono, oxígeno, neón y otros elementos pesados, sus capas más externas se comprimen, debido a la gravedad, hasta un tamaño parecido al de la tierra pero un millón de veces más denso que la materia ordinaria. La mayor parte de estas «estrellas enanas blancas» se enfrían y se apagan sin cambios drásticos, pero si uno de estos objetos superdensos orbita cerca de una estrella activa, su fuerte gravedad extrae materia, a modo de sifón, de esa estrella. Esto incrementa la densidad de la pequeña estrella blanca hasta que se produce una reacción en cadena termonuclear. Entonces surge una supernova: la estrella enana blanca explota, arrojando a borbotones su materia atómica a una velocidad de diez mil kilómetros por segundo. Ya que la duración de la supernova depende de su brillantez, los astrónomos que siguen su evolución pueden determinar su brillo inherente con un alto grado de precisión.
Se han estudiado docenas de estas velas estándar situadas a distancias de entre cuatro y siete mil millones de años luz. Se puede calcular su brillo intrínseco basándose en la distancia a que se encuentran. Pero estas velas son más tenues de lo que su distancia podría indicar: los valores observados no coinciden con los valores pronosticados. Esto significa que están a más distancia de lo que se pronostica en el modelo estándar. El cosmos se está expandiendo más rápidamente de lo que los cosmólogos habían pensado. Algo, alguna fuerza o energía, está separando las galaxias. Los cosmólogos han introducido de nuevo el «término cosmológico» de Einstein bajo el encabezado de «constante cosmológica» para explicar estas energías. Se ha llegado al acuerdo de que se trata de las energías del «espacio vacío», en otras palabras, del vacío cuántico.[4.2]
Pero el valor de la energía atribuido a la constante cosmológica (derivado de las ecuaciones del modelo estándar de la física de partículas) es mucho mayor que la energía necesaria para explicar la expansión que se aprecia. Si la energía del vacío fuese tan grande como indican los cálculos, se inyectaría tanta energía en el universo que no solo las galaxias distantes retrocederían, sino que todas las galaxias, y de hecho todas las estrellas y planetas, se alejarían. El universo se expandiría como un globo que se inflase rápidamente. Nuestro espacio circundante estaría casi vacío. Cuando mirásemos el cielo nocturno, solo veríamos la luna y los planetas de nuestro sistema solar. En realidad, ni siquiera los veríamos: suponiendo que la teoría de la relatividad general siguiese activa, el espacio-tiempo estaría tan curvado que la visibilidad se limitaría tan solo a un kilómetro. Durante el día no veríamos el Sol, ni siquiera los aviones que volasen a más de mil metros. Sin embargo, nosotros vemos el Sol, los aviones que vuelan alto durante el día y miles de millones de estrellas a miles de millones de años luz de distancia durante la noche. No conocemos el valor exacto de la energía del vacío, que es objeto de una intensa investigación.
Hay descubrimientos recientes que subrayan el estado de realidad del vacío. Parece que las ondas de presión se propagan a través del espacio. Los astrónomos del Observatorio de rayos X Chandra de la NASA han encontrado una onda generada por el agujero negro súper másico en el clúster de galaxias Perseus, a unos 250 millones de años luz de la Tierra. La onda de presión generada por el agujero negro se traduce en la nota musical Si menor. Nuestro oído no puede percibirla, porque su frecuencia es 57 octavas más baja que el Do medio, más de un millón de veces más grave de lo que la audición del hombre puede percibir. Pero ha estado viajando por el vacío durante los últimos dos millones y medio de años.
Analizando el fenómeno a una escala menor, la importancia del vacío no disminuye. Un reciente estudio muestra que la propia vida es posible gracias a las interacciones moleculares con el vacío. Esta afirmación se deriva de los nuevos descubrimientos respecto a la unión de las moléculas del agua. Todos sabemos que los organismos vivos están formados por hasta un 70 por ciento de agua. Pero las destacables propiedades del agua no derivan de su composición química: la unión química entre un átomo de oxígeno y dos átomos de hidrógeno. Por el contrario, los procesos esenciales para la vida se deben a las uniones entre las moléculas de hidrógeno junto con diferentes moléculas de H20. Estas uniones son más de diez veces más débiles que las típicas uniones químicas. Debido al estiramiento de las uniones moleculares entre los átomos de hidrógeno y su átomo de oxígeno correspondiente, cada gota de agua forma constantemente nuevas estructuras moleculares. Felix Franks de la Universidad de Cambridge ha demostrado que esta flexibilidad se debe a la interacción de las uniones moleculares con vibraciones a nivel cuántico en el campo de punto cero.
La tesis de que el vacío es un medio complejo y físicamente real está apoyada por la discusión actual centrada en el campo Higgs. Este campo, y el bosón Higgs, la partícula que se asume que está asociada a él, es diferente de todos los demás campos conocidos por los físicos. Con respecto a todos los demás campos, una región del espacio tiene la menor energía posible cuando la energía de un campo presente en ella desciende a cero. Pero esto no ocurre en el caso del campo Higgs. El nivel más bajo de energía de una región del espacio se da cuando la energía del campo Higgs tiene un valor determinado que es no-cero, lo que significa que en el estado más bajo de energía del universo (que es su estado «normal», el «más probable»), los campos y fuerzas no están a cero: en ese estado el universo está impregando por un campo que claramente no es cero.
Es necesario un campo no-cero para explicar uno de los enigmas fundamentales de la física contemporánea. Las denominadas partículas de materia tienen masa (ahora se cree que incluso los neutrinos, durante mucho tiempo considerados sin masa, poseen cierta masa) pero todavía queda por determinar cómo la adquieren. La respuesta actual es que las partículas adquieren su masa a través de la interacción con el campo Higgs. La masa que adquieren es proporcional a la fuerza del campo Higgs en relación con la fuerza de su interacción.
La masa de los protones y neutrones se atribuye al movimiento de los cuantos que los constituyen. La masa del protón puede explicarse incluso sin tener en cuenta el campo Higg, pero debemos asumir que la masa de los electrones, e incluso la de los propios quarks, es producida enteramente por la interacción con el campo Higgs. Incluso la materia de la misteriosa materia oscura del universo se cree que procede de un tipo diferente de interacción con el campo Higgs, es decir, con otro tipo de campo Higgs. Sin la variedad de campos Higgs no habría nada que pudiésemos observar en el universo, ni tampoco estaríamos aquí para realizar las observaciones.
Un medio cósmico que transporta las ondas de fotones (luz) además de las ondas de densidad-presión, repone la energía perdida por los átomos y los sistemas solares, ejerce la fuerza que puede determinar al final el destino del universo y dota a las partículas que conocemos como «materia» de masa, no es una entidad teórica abstracta. Cada vez más físicos, con una buena razón para ello, cambian su concepto de espacio como un medio que está vacío (un vacío) por uno que está lleno: un pleno.
El vacío cuántico, en realidad un pleno cósmico, es un medio físico que subyace en el universo conocido. Transporta luz, energía y presión. ¿Podría ser responsable también de la destacable coherencia que hemos encontrado a todos los niveles de observación, desde la cuántica hasta la cósmica? ¿Podría también conservar y transmitir una forma de información?
Esta posibilidad ha sido defendida por una serie de investigadores de vanguardia. John Wheeler afirma que esa información es más importante incluso que la energía en el universo. Puthoff escribió: «… a escala cosmológica existe un gran equilibrio entre el movimiento permanente de la materia a nivel cuántico y el campo de energía de punto cero que lo rodea. Una consecuencia de esto es que estamos literalmente, físicamente, “en contacto” con el resto del cosmos ya que compartimos con las partes más remotas del universo unos campos fluctuantes de punto cero de dimensiones incluso cosmológicas». Y añade: «¿Quién puede decir si, por ejemplo, la modulación de estos campos no puede transportar información significativa, como en el concepto popular de “la Fuerza”?».
Las experiencias del astronauta del proyecto Apolo, Edgar Mitchell, mientras estuvo en el espacio, le llevaron a la misma conclusión. Según Mitchell, la información es parte de la misma sustancia del universo. Es una parte de una «díada» de la que la otra parte es la energía. La información está presente en todas partes y ha estado presente desde el origen del universo. El vacío cuántico, dice Mitchell, es el mecanismo de información holográfico que guarda la experiencia histórica de la materia.
La «fábula crucial» de la in-formación en la naturaleza es ampliamente compartida, pero si queremos convertirla en una teoría científica válida, debe responder específicamente a una pregunta clave: ¿cómo está la in-formación presente en la naturaleza? O, en términos del concepto de Mitchell, ¿cómo graba el vacío cuántico la «experiencia histórica de la materia»?
A primera vista, estas preguntas parecen sobrepasar los límites del conocimiento humano, pero la respuesta en su forma básica prototípica es simple, e incluso intuitivamente significativa.
Queda claro que la energía media en todas las interacciones entre las cosas del mundo físico. La energía puede adoptar muchas formas (cinética, calórica, gravitatoria, eléctrica, magnética, nuclear y real o potencial), pero en todas sus formas transmite algún efecto de una cosa a otra, de un lugar y un tiempo a otro lugar y otro tiempo. Esto es cierto, pero no es la verdad completa. La energía debe ser transportada por algo, no actúa en un vacío. Pero los científicos ahora estudian la posibilidad de que actúe en un vacío, a saber, en el vacío cuántico. Sin embargo, este vacío está lejos de estar vacío: como ya hemos visto, es un pleno cósmico denso que rellena el espacio.
Debemos considerar la posibilidad de que el vacío cuántico no solo transporte la energía, sino que también transmita información. Aún así, es probable que la información transmitida a través del vacío no sea una forma convencional de información; es probable que se trate de una forma especial, denominada «in-formación».
Breve repaso
¿QUÉ ES LA «IN-FORMACIÓN»?
Lo que no es la in-formación: La «teoría de la in-formación» no es lo mismo que la «teoría de la información» porque in-formación no es información en ninguna de las definiciones científicas o cotidianas. Tampoco es el conocimiento obtenido acerca de un determinado acto o suceso, ni un patrón impuesto en un canal de transmisión, ni siquiera la reducción de incertidumbre con relación a múltiples posibilidades. La información en el sentido de conocimiento sobre cosas y sucesos puede ser transmitida por la in-formación, pero la propia in-formación es diferente de la información en sus definiciones habituales.
Lo que es la in-formación: La in-formación es una conexión sutil, casi instantánea, no evanescente y no energética entre cosas situadas en ubicaciones diferentes en el espacio y entre sucesos que ocurren en diferentes momentos del tiempo. Dichas conexiones se denominan «no locales» en las ciencias naturales y «transpersonales» en la investigación de la conciencia. La in-formación vincula los objetos (partículas, átomos, moléculas, organismos, sistemas ecológicos, sistemas solares, galaxias enteras, además de la mente y la conciencia asociadas con algunos de estos sistemas) con independencia de la distancia a la que estén separados unos de otros y de cuánto tiempo haga que se crearon las conexiones entre ellos.
La in-formación transmitida por el vacío cuántico puede explicar las sorprendentes formas de coherencia que encontramos en los diversos campos de la naturaleza. Sin embargo, en primer lugar debemos explicar cómo puede el vacío conservar y transportar esta fuerza que genera coherencia. Algunas hipótesis actuales constituyen la base para dar respuesta a esta cuestión.
Judah Tzoref, por ejemplo, considera que el espacio libre de materia tiene una intensidad inherente de vacío. En su «cinética del vacío» las partículas y las interacciones son manifestaciones de la geometría y cinética del vacío. Todas las partículas, energía e interacciones se describen como las manifestaciones de los cambios espaciales y temporales en la geometría del vacío. Las «formas del vacío» (las partículas) constituyen los «estados del vacío» (campos), que inducen una «respuesta del vacío» (interacción). Las matemáticas basadas en este concepto permiten realizar una interpretación del movimiento, la electrodinámica y la gravedad, además de las fuerzas nucleares fuertes y débiles que se producen cuando el vacío responde a las irregularidades provocadas por las partículas (como formas del vacío) envueltas en campos (como estados del vacío).
La interacción entre las partículas y el vacío a través de campos generados por partículas cargadas constituye la base de una teoría ampliamente discutida avanzada por los físicos rusos G. I. Shipov y A. E. Akimov, entre otros. Sugieren que el movimiento giratorio de las partículas cargadas crea vórtices en lo que ellos denominan el «vacío físico». Según este concepto, el campo de energía del vacío es un sistema de paquetes de ondas giratorias de electrones y positrones. Allí donde los paquetes de ondas están incrustados, el campo de torsión es eléctricamente neutral. Si los giros de los paquetes incrustados tienen signo contrario, la carga, el giro clásico y el momento magnético del sistema están compensados. Un sistema de este tipo es un «fitón». Un conjunto denso de fitones se aproxima a un modelo del campo de torsión en el vacío. Sus vórtices transportan información, vinculando los hechos físicos con una velocidad de grupo del orden de 109 c, es decir, a mil millones de veces la velocidad de la luz.
La hipótesis avanzada por el teórico húngaro Laszlo Gazdag asume como base el conocido hecho de que las partículas que tienen una propiedad cuántica conocida como «spin» también tienen un efecto magnético: poseen un momento magnético específico. El impulso magnético, sugiere Gazdag, queda registrado en el vacío en forma de vórtices diminutos. Como los vórtices en el agua, los vórtices del vacío tienen un núcleo alrededor del cual giran otros elementos, moléculas de H2O en el caso del agua, bosones virtuales (partículas de fuerza) en el caso del campo de punto cero. Estos diminutos vórtices transportan información, de forma similar a como lo hacen los impulsos magnéticos en el disco de un ordenador. La información transportada por un determinado vórtice corresponde al momento magnético de la partícula que lo creó: se trata de información sobre el estado de esa partícula. Las diminutas estructuras giratorias viajan por el vacío e interactúan entre sí. Cuando se encuentran dos o más vórtices, crean un patrón de interferencia que integra las trenzas de información sobre las partículas que los crearon. Este patrón de interferencia transporta información sobre todo el conjunto de las partículas que crearon los vórtices.[4.3]
La teoría anterior sienta las bases de la respuesta indicada. El estado base del vacío es «excitado» por las partículas cargadas y los sistemas complejos compuestos por dichas partículas. Las partículas y los sistemas crean ondas de vacío y el proceso se ve interferido por los frentes de onda que se desplazan. Los patrones de interferencia en el vacío graban la información sobre el estado de las partículas que los crearon y su patrón de interferencia conjunto graba la información sobre el conjunto de las partículas cuyos vórtices han interferido.
De esta manera, el vacío graba y transporta información sobre los átomos, moléculas, macromoléculas, células e incluso organismos y poblaciones y ecosistemas de organismos. No hay límite evidente a la información que los campos de ondas del vacío que interfieren pueden registrar y conservar. A fin de cuentas, pueden transportar información del estado del universo. Esta información no está localizada; como en los hologramas, se encuentra de «forma distribuida», presente en todos los puntos donde se han propagado los frentes de onda.
Los patrones de interferencia del vacío son hologramas de la naturaleza. Dado que los frentes de onda que los crean se propagan de manera casi instantánea, y que no hay nada en el vacío que pueda atenuarlos o anularlos, los hologramas del vacío vinculan de manera efectiva y permanente todas las cosas a través del espacio y el tiempo.
BREVE RESUMEN SOBRE LOS HOLOGRAMAS
Los hologramas son representaciones tridimensionales de objetos, grabadas con una técnica especial. Una grabación holográfica consiste en un patrón de interferencias creadas por dos haces de luz; los científicos utilizan láseres monocromáticos y espejos semi-transparentes. Parte de la luz láser pasa a través del espejo y otra parte es reflejada y rebota del objeto que se quiere grabar. Se expone una placa fotográfica al patrón de interferencia creada por los haces de luz. Se trata de un patrón bidimensional, que no tiene significado por sí mismo; es simplemente un revoltijo de líneas. Sin embargo, contiene información de los contornos del objeto. Estos contornos pueden recrearse iluminando la placa con luz láser. Los patrones grabados en la placa fotográfica reproducen el patrón de interferencia de los haces de luz, de manera que aparece un efecto visual que es idéntico a la imagen 3-D del objeto. Esta imagen parece flotar por encima y más allá de la placa fotográfica y se desplaza según el ángulo de visión con que se observe.
Es interesante e importante recordar que la imagen aparece independientemente de qué parte de la placa holográfica se ilumine (aunque cuanto menor sea la zona iluminada menos nítida aparece la imagen): la información en la cual se basa la imagen está presente en el revoltijo de líneas que configura el registro holográfico.
La idea de que la información está presente en la naturaleza es un tema recurrente en la historia de la cultura, pero es nueva para la ciencia occidental. Defiende el reconocimiento de que la información tiene una realidad propia; no está suspendida en algún espacio conceptual ideal sino que es una parte del universo físico. Como fenómeno presente en la naturaleza, la mejor forma de conceptualizar la información es considerarla como constitutiva de un campo.
El fundamento de un campo de información universal
La evidencia de que existe un campo que conserva y transmite información en la naturaleza no es directa, sino que debe ser reconstruida haciendo referencia a evidencias disponibles de forma más inmediata. Como el campo G, el campo EM y el campo Higgs, el campo de información de la naturaleza no puede ser escuchado, tocado, probado u olido. Sin embargo, este campo produce efectos que podemos percibir. Lo mismo ocurre con todos los campos conocidos por la ciencia. Por ejemplo, el campo gravitatorio no puede percibirse: cuando dejamos caer un objeto al suelo, lo vemos caer, pero no vemos el campo que lo hace caer, es decir, vemos el efecto del «campo G» pero no el campo G en sí mismo. El efecto del campo G es la fuerza gravitatoria entre masas separadas, y la teoría de la relatividad general y las teorías sobre los campos relacionados pretenden mostrar que el campo G constituye la explicación más simple y consistente de los efectos. Lo mismo es aplicable al campo electromagnético, cuyo efecto es la transmisión de la fuerza eléctrica y magnética, al campo Higgs, cuyo efecto es presumiblemente la presencia de masa en las partículas, y a los campos nucleares débiles y fuertes cuyo efecto es la atracción y la repulsión entre las partículas extremadamente próximas unas a otras.
En el caso del campo que debe explicar la presencia de información en la naturaleza, la evidencia es la sorprendente forma instantánea de correlación que se manifiesta en las ciencias físicas, cosmológicas y biológicas, además de en la investigación de la conciencia. Este fenómeno requiere una explicación y la más simple y lógica es el campo de información universal.
El concepto de un campo de información universal es nuevo para la ciencia contemporánea, pero concuerda con su historia. En el siglo XIX, Faraday descubrió que los fenómenos eléctrico y magnético no eran efectos físicos separados, sino que podían ser rastreados en un mismo campo. El campo eléctrico actúa sobre partículas cargadas con electricidad, y el campo magnético actúa sobre los magnetos.
El campo «electromagnético» de Faraday se consideraba un campo local, asociado con objetos determinados. Maxwell es el artífice de la idea brillante de que el campo EM no es local sino universal: está presente en todas partes, rellenando todo el espacio. Las modificaciones del campo EM viajan a través del espacio a la velocidad de la luz. Un campo eléctrico oscilante produce cambios en el campo magnético, y esto a su vez produce cambios en el campo eléctrico. El campo electromagnético universal fue un descubrimiento revolucionario, ya que supuso el abandono de la noción del espacio vacío como mero vehículo para transportar las fuerzas involucradas en la interacción de las partículas. Por lo tanto, el espacio debía ser concebido como algo comprendido por varias tensiones; como un campo continuo universal a través del cual los efectos eléctricos y magnéticos son transportados entre las partículas ya estén contiguas en el espacio o separadas unas de otras.
Maxwell adjudicó con gran generosidad a Faraday este descubrimiento básico. Hablando de Faraday, en su Treatise on Electricity and Magnetism (Tratado sobre electricidad y magnetismo), Maxwell dice: «Él nunca considera los cuerpos como algo que existe con nada más entre ellos que la distancia que los separa, y que actúan entre ellos en función de dicha distancia. Él concibe todo el espacio como un campo de fuerza…».
La explicación de la atracción mutua de los objetos sólidos tiene una historia similar. En la teoría de Newton la gravedad es un fenómeno local, una propiedad intrínseca de los objetos con masa (aunque Newton, al igual que posteriormente Ernst Mach, estaba muy intrigado con esta propiedad). En su teoría general de la relatividad, Einstein eliminó la fuerza de la gravedad de los objetos individuales y se la atribuyó al propio espacio-tiempo: desde ese momento la gravedad se consideró un campo universal.
En los últimos años la física ha empezado a estudiar otro campo universal: el campo Higgs. Al igual que el gravitatorio, el campo Higgs también tiene que ver con la masa, pero no con la propiedad de los objetos sólidos, ni siquiera con los procesos observados cuando el campo gravitatorio actúa sobre los objetos sólidos. El campo Higgs responde de la misma existencia de la masa: se dice que las partículas adquieren su masa al interactuar con este campo. Aunque podrán obtenerse evidencias a partir de experimentos cuando existan aceleradores lo suficientemente potentes para alcanzar el nivel de energía estimado de «bosones Higgs», por el momento no existe ninguna evidencia empírica de que en la naturaleza exista un campo universal que otorga la masa. El campo Higgs se deduce a partir de la estructura matemática de las partículas y de las interacciones de las mismas, como muestra el modelo estándar de la física de partículas.
Estas consideraciones nos indican que cuando se produce un fenómeno que requiere una explicación física, el primer impluso es dar una explicación relacionada específicamente con las entidades que manifiestan dicho fenómeno. Pero a medida que las teorías avanzan y se desarrollan, los conceptos explicativos tienden a hacerse más generales; esto queda bien ilustrado en la historia del concepto de campo. Los campos de fuerza locales han pasado a ser campos universales, presentes en todos los puntos del espacio y el tiempo. Ahora los fenómenos eléctricos y magnéticos se atribuyen al campo EM universal; la atracción mutua de los objetos que no están contiguos se atribuye al campo G universal y la presencia de masa al campo Higgs universal.
Ha llegado el momento de añadir otro campo al repertorio de la ciencia de campos universales. Aunque no es cuestión de multiplicar los campos, ni otras entidades, más allá de lo necesario, parece evidente que es necesario un campo más para explicar el tipo de coherencia que sale a la luz en todas las escalas y dominios de la naturaleza, desde el microdominio de los cuantos, hasta el macrodominio del cosmos, pasando por el mediodominio de la vida. El reconocimiento de la existencia de un campo universal que crea coherencia no significa que los efectos no locales se produzcan sin la intervención del espacio que se interpone; no se trata de «efectos a distancia». No hay una distancia absoluta que separe las entidades en el espacio, sino que están conectadas mediante campos universales. El campo EM transporta los efectos eléctricos y magnéticos y el campo G transporta la atracción entre los objetos sólidos. La coherencia a su vez viene mediada por otro campo universal. El efecto de este campo no está limitado a la no localidad que aparece en el dominio de los cuantos, sino que abarca la forma instantánea de coherencia que sale a la luz tanto en los sistemas como entre ellos en las áreas concretas de observación y experimentación.
El campo universal indicado expresa la idea de que no solo las formas conocidas de energía desempeñan un papel en la interacción de la entidades físicamente reales, sino también un factor más sutil pero igualmente real: la «in-formación». La «in-formación» no puede reducirse al electromagnetismo, a la gravedad o a otros campos de cuantos. Su presencia y transmisión es una realidad distintiva, y requiere un postulado distintivo aunque no desvinculado. Requiere otro campo universal, relacionado con los campos existentes en cuanto que él también se origina en el nivel más profundo de la realidad física: el nivel del vacío cuántico.
Poner nombre al campo de in-formación universal
Si admitimos la necesidad de que exista un campo de in-formación universal, surge la pregunta: ¿Cómo debemos llamarlo? Evidentemente, podríamos denominarlo simplemente «campo de in-formación universal», pero también podríamos elegir un nombre que lo vincule con un concepto de la cultura ancestral. Tal concepto es Akasha, el más fundamental de todos los elementos conocidos por las culturas india y sánscrita; el elemento que registra todo lo que ocurre en el espacio y en el tiempo. El campo de in-formación descubierto por la ciencia contemporánea recuerda este ancestral concepto, por lo que es adecuado que su nombre recoja este importante aspecto. Por lo tanto, llamaremos a este campo de in-formación universal campo Akásico o campo A.
En su concepto tradicional, el akasha es el medio que todo lo engloba, bajo el que subyacen todas las cosas; el medio que se convierte en todas las cosas. Es real, pero es tan sutil que no se puede percibir hasta que toma la forma de las cosas que pueblan el mundo que nos rodea. Nuestros sentidos no pueden percibir el akasha, pero podemos alcanzarlo a través de la práctica espiritual. Los antiguos rishis la alcanzaban a través de una forma de vida espiritual muy disciplinada y a través del yoga; describieron su experiencia e hicieron del akasha un elemento esencial de la filosofía y la mitología de la India.
En el siglo XX, el akasha fue estupendamente descrito por el gran Yogi Swami Vivekananda, de nacionalidad india.
«De acuerdo con los filósofos de la India, el universo entero está compuesto de dos materiales, uno de los cuales es llamado por ellos akasha. Es omnipresente, una existencia que lo penetra todo. Todo lo que tiene forma, todo lo que resulta de una combinación, ha evolucionado desde este akasha. Es del akasha de lo que está formado el aire, los líquidos, los sólidos; es del akasha de lo que está formado el sol, la tierra, la luna, las estrellas, los cometas; es del akasha de lo que está formado el cuerpo humano, el cuerpo de los animales, las plantas, toda forma que observamos, todo lo que puede provocar una sensación, todo lo que existe. No se puede percibir; es tan sutil que está más allá de cualquier percepción normal; solo se puede apreciar cuando aumenta, cuando toma forma. Al principio de la creación solo había este akasha. Al final del ciclo, los sólidos, los líquidos y los gases se disolverán todos de nuevo en el akasha y la próxima creación se originará en un proceso similar a partir de este akasha (…).
El total de la suma de todas las fuerzas del universo, mental o físicas, cuando vuelven a su estado original, se llama prana. Cuando no existía ni el todo ni la nada, cuando la oscuridad cubría a la oscuridad, ¿qué existía entonces? Entonces existía el akasha sin movimiento… Al final de un ciclo, las energías ahora dispersas por el universo se calmarán y se harán potenciales. En el principio del siguiente ciclo, se pondrán en movimiento, darán con el akasha y a partir del akasha evolucionarán formas diferentes…».
La visión akásica de un universo cíclico, de un metaverso que crea universo tras universo, es, en esencia, la visión que hoy tenemos de la ciencia. Desde la visión con base científica, el vacío cuántico unificado y físicamente real ocupa el lugar del akasha. Este es el campo originario, del cual emergen las partículas y los átomos, las estrellas y los planetas, los cuerpos humanos y animales y todo lo que puede ser tocado o visto. Es un medio dinámico, repleto de energía, en una incesante fluctuación. Es el akasha y el prana unidos en uno: la matriz de toda la «materia» y toda la «fuerza» del universo.
El genio independiente Nicola Tesla adoptó esta visión en el contexto de la ciencia moderna. Él hablaba de un «medio original» que rellena el espacio y lo comparaba con Akasha, el éter que portaba la luz. En un artículo no publicado de 1907, «Man’s greatest achievement» (El logro más grande del hombre), escribió que este medio original, una especie de campo de fuerza, se convierte en materia cuando Prana, la energía cósmica, actúa sobre él, y cuando esta acción cesa, la materia se desvanece y vuelve al Akasha. Como este medio llena todo el espacio, cada cosa que ocurre en el espacio puede remitirse a él. La curvatura del espacio, decía Tesla, que propuso por entonces Einstein, no es la respuesta. Sin embargo, la mayoría de los físicos adoptaron el matemáticamente elaborado espacio-tiempo curvado de cuatro dimensiones de Einstein y rechazaron tener en cuenta el concepto de un éter, medio o campo de fuerza que llenara el espacio. La consideración de Tesla cayó en el olvido; pero ahora, cien años después, ha revivido. Los científicos actuales son conscientes de que el espacio no está vacío y de que lo que se denomina vacío cuántico es en realidad un pleno cósmico. Es un medio fundamental que recuerda al ancestral concepto de Akasha.
El campo A akásico es la denominación científica del concepto que especifica la fábula crucial de la in-formación en la naturaleza y que lo introduce en el campo de la investigación científica legítima. El campo A es un campo universal que merece unirse al resto de los campos universales de la ciencia: el campo G, el campo EM, el campo Higgs y quizás otros, aún por descubrirse, campos cosmológicos, biológicos o cuánticos.