París
Una tormenta de rayos y truenos saludó a Bollard cuando pisó el vestíbulo. Se quedó quieto y tuvo que protegerse los ojos con la mano mientras se preguntaba a qué celebridad debían de estar esperando. Entonces oyó cómo gritaban su nombre. Los periodistas le pusieron los micrófonos delante y lo bombardearon con preguntas, de las que no entendió casi ninguna a causa del ruido. Bollard extendió los brazos para proteger a los niños. Bernadette pasó saltando a su lado, le sonrió a las cámaras y al final, para horror de Bollard, les enseñó la lengua. Los periodistas siguieron haciendo fotos con más entusiasmo y muchos de ellos rieron, lo que redujo un poco la tensión en Bollard. ¿Cómo conocían los reporteros su llegada y por qué les interesaba?
Entre los que lo estaban esperando descubrió a sus padres y a la madre de Marie. Bernadette y Georges salieron corriendo hacia los tres y se abrazaron a ellos. La imagen perfecta. Durante un par de segundos todas las cámaras se concentraron en el reencuentro del grupo. Bollard y su esposa aprovecharon la oportunidad para librarse de los periodistas.
—¿Es verdad que le van a conceder la Gran Cruz de la Legión de Honor? —oyó en medio del caos.
—¿Han detenido a todos los autores del atentado?
—¿Cómo ha pasado su familia esta semana en La Haya?
—¡James Turner, CNN! ¿Es verdad que quiere abandonar Europol?
—¿Cuándo lo recibirá el presidente?
—¿Qué puede decir del rumor que lo sitúa como el próximo ministro del Interior?
Bollard no le respondió a nadie. Del brazo de Marie consiguió reunirse con el resto de la familia. Los niños hablaban excitados con sus abuelos. Para ellos la muerte del abuelo era algo muy remoto. Bollard apretó el brazo de Marie, como señal de apoyo, antes de que abrazase a su madre.
Finalmente llegaron un par de agentes de seguridad para ayudarlo a librar a su familia del acoso de los medios. Con su escolta consiguieron llegar a la parada de los taxis. Con su familia dentro de un minibús, Bollard se dirigió finalmente a la horda.
—Les agradezco su cálido recibimiento. Pero sólo he sido uno de los que le han parado los pies a los atacantes. Agradézcanselo a ellos. No tengo nada más que decir.
Subió al vehículo, que arrancó de inmediato y acalló las preguntas formuladas a gritos.