XVI

PUGNA ENTRE MUJERES

TIEMPO Cálido asistió con indiferencia a todos los preparativos. Sólo una vez se mostró agitada: cuando su padre le mostró el camello que le iba a regalar y que seguiría siendo propiedad suya en el campamento de su marido. Era un gran animal blanco como la nieve, de ojos pardos y piernas espigadas, casi ornamentales. Tiu’elen pensó que Mid-e-Mid la había soñado en un camello así.

No estaba ya irritada con su padre, pues veía el esfuerzo que hacía por conseguir que su boda fuera magnífica. A fines de enero se despidió de su madre y partió hacia el sur con su padre y los cuatro jinetes, camino del pozo de In Tebdoq[140]. Cuatro camellos cargadísimos iban atados en recua al suyo blanco. Ella misma vestía ropas nuevas moradas, y de su silla colgaban rojas mantas de lana. Las pulseras de oro muy amarillo que echaban chispas al sol desde sus muñecas, eran regalo de Ayor Jaguerán y de su padre.

Por donde se moviera lentamente la caravana, a través de los ueds, llegaban hombres y mujeres a felicitar a Tiempo Cálido. También acudían hombres invitados a la boda y se sumaban a la fila. Eran nuevas preocupaciones para el marabú, pues los recién llegados se hacían hospedar, naturalmente, por el padre de la novia. Y él había calculado los víveres para la pequeña caravana. Y así, tuvo que contraer nuevas deudas por el camino, pues la cortesía le impedía rechazar a los inesperados huéspedes.

Cuando la caravana llegó a In Tebdoq no estaba Ayor en el campamento. Aquella mañana se había encaramado al camello y pasó fuera todo el día. Intaláh y Tadast recibieron con reservas a su nuera, pues no querían disimular que era una plebeya.

Tadast se acercó a ella y murmuró tan fuerte que lo oyó todo el mundo:

—Creí que serías más bonita, pero no tienes grasa en los brazos. Parece que vienes de una tierra hambrienta.

Intaláh estuvo amistoso a su modo. Preguntó por el viaje, llevó al marabú a su tienda y confió Tiempo Cálido a las criadas de su mujer, al mismo tiempo que ordenaba a los iklán que levantaran la tienda de Tiu’elen.

Ésta quedó paralizada por el recibimiento de Tadast. No se le había ocurrido que no sólo iba a tener marido, sino también suegra; y si se le había ocurrido no había pensado en lo que eso podía significar. Pero reaccionó en seguida, devolvió el desaire y aún intentó agredir a Tadast.

La madrastra de Ayor decidió vengarse y pidió consejo a Tuhaya.

—¿Tengo que aguantarme con esta ofensa? ¿Eso es lo que me aconsejas, Tuhaya?

—¿Me has pedido alguna vez consejo en vano, Tadast, hija de tienda noble? ¿Te ha negado alguna vez Tuhaya una petición?

—Tienes razón. Habla, que confío en ti.

Tuhaya se pasó la lengua por los labios y descubrió peligrosamente los salientes dientes.

—Aprovecha la boda, Tadast… Humíllala en su hora mejor… Humíllala ante todos los huéspedes y de tal modo que Ayor tenga que ponerse de tu parte.

—¿Cómo puedo hacerlo? —Se quitó el pequeño vendaje que se había puesto por la boca.

—Voy a contarte un secreto que sólo yo conozco. Con este secreto la tienes en tus manos. Cosa tuya será cuando decides publicarlo y arruinarla con él.

—Dime todo lo que sepas, Tuhaya, que no te arrepentirás.

Tuhaya dijo:

—Estando en el campamento del marabú oí sin querer una conversación entre Tiu’elen y Mid-e-Mid.

—¿Quién es ése? No he oído nunca el nombre —dijo Tadast.

—Pero seguro que has oído el nombre de Eliselus. Es la misma persona.

—Ah, el cantor. Sigue. ¿Qué decían? Date prisa.

—Estaban juntos en una tienda, y oí que Tiu’elen decía: quiero ser tu mujer, Mid-e-Mid… Y él contestó: me siento como el alemos cuando lo agita el viento después de la sequía…

—Vaya… ese saco de viento se atreve a hablar con la mujer de Ayor, y hacer el amor con ella… Muy bien… Es más de lo que habría pensado, Tuhaya…

—Espera, que hay más. Cuando ya el marabú había aceptado la boda, ella se negó, llorando y gritando, a obedecer a su padre y separarse de Mid-e-Mid. Tuvo tal rabieta, yo lo oí todo, que la madre tuvo que calmarla en vez del padre. Ayor sabrá lo que se ha buscado… Yo, por mi parte, no habría cogido nunca a esa hija de imrad… Desde el primer momento estuve en contra, pero nadie atendió a mi consejo… Aquí parecen mandar los jóvenes… Los viejos ya no están más que para pagar las fiestas…

—No te imaginas cuánto bien me hacen tus palabras, Tuhaya —dijo Tadast, incorporándose—. Como la tierra de sanar que se pone en las heridas enconadas…

—Otra cosa más, Tadast: ese muchacho, Eliselus como le llamas tú, está perseguido por el beylik —sí, no te rías— a causa del asesinato de un bandido. Él asesinó y robó a Abú Bakr antes de que llegara mi takuba. He callado mucho tiempo, pero desde que sé que el beylik se ha enterado, no puedo seguir protegiendo al joven bandido. Está perdido… Pero Tiu’elen no quería separarse de su cuello. Prefería vivir con él que con el futuro amenokal… ¿Te hace falta más?

Tadast se había puesto de pie, con el rostro encendido y los ojos brillantes.

Y salió del hokum de Tadast con la satisfacción del cazador que ha puesto una trampa a la alimaña que persigue.

Al anochecer, Ayor volvió al campamento. No durmió en toda la noche. Se agitó inquieto en su estera con los ojos abiertos, pensando en el día y en la hora en que Tiu’elen, conducida por sus amigos, aparecería en su tienda. Él, que tan prudentemente sabía dirigir a los hombres y que calculaba tan fríamente los sentimientos de éstos, se encontraba ahora consumido por infundadas angustias. Y cuando al día siguiente un marabú concluyó el contrato de matrimonio entre el padre de Tiu’elen e Intaláh, sellándolo con oraciones, Ayor estaba presente físicamente, pero su espíritu vivía ya en el mañana.