Los datos del satélite de defensa de la Unión Colonial estacionado sobre Roanoke nos dijeron que el puñado de misiles que atacaron la colonia cobraron existencia en el borde de la atmósfera y desplegaron su carga de cinco cohetes casi al instante, arrancando de cero en la atmósfera siempre densa.
Los escudos caloríficos de dos de los cohetes fallaron durante la entrada de las armas, quedando colapsados en la rojiblanca onda de arco de la atmósfera. Explotaron violentamente, pero no tanto como lo habrían hecho si la carga hubiera estado montada. Fracasada su tarea, se incineraron sin causar daños en la estratosfera.
El satélite de defensa siguió a los otros tres cohetes y lanzó una señal de advertencia a la colonia. El mensaje llegó a las PDA, que todo el mundo acababa de activar en la colonia, y emitió la advertencia de un ataque inminente. Los colonos dejaron la cena, cogieron a sus hijos y se dirigieron a los refugios comunitarios de la aldea o a los refugios familiares de las granjas. En las granjas menonitas, las sirenas recién instaladas ulularon en los límites de las propiedades.
Más cerca del pueblo, Jane activó por control remoto la red de defensa de la colonia, rápidamente instalada después de que se permitiera usar maquinaria moderna en Roanoke. «Red de defensa» era un término exagerado para lo que eran en realidad: una serie de defensas de tierra automatizadas y dos torretas de rayos en los extremos del pueblo de Croatoan. Teóricamente, las torretas de rayos podían destruir los cohetes que vinieran de camino, suponiendo que tuviéramos bastante energía que suministrarles. No la teníamos. Nuestra red de energía era solar. Era suficiente para el consumo diario de la colonia, pero completamente inadecuada para la intensa potencia que requería el arma de rayos. Cada una de las células energéticas internas de las torretas podía proporcionar cinco segundos de uso a tope o quince segundos de carga baja. El nivel de carga bajo tal vez no destruyera por entero un misil, pero podía freír su núcleo de navegación, desviando al aparato.
Jane conectó los cañones de tierra. No nos harían falta. Luego estableció conexión directa con el satélite de defensa y descargó a toda velocidad datos en su CerebroAmigo, para comprender mejor lo que necesitaría hacer con las torretas de rayos.
Mientras Jane atendía nuestras defensas, el satélite decidió qué cohete representaba la amenaza más inmediata para la colonia y lo aniquiló con su propio rayo energético. El satélite logró un blanco directo y le abrió un agujero al misil: su súbita falta de aerodinámica lo hizo pedazos. El satélite recalibró y disparó al segundo de los tres cohetes restantes, alcanzando su motor. El misil cabrioló locamente en el cielo, los sistemas de navegación incapaces de compensar el daño. El misil acabó por caer, tan lejos de nosotros que no le dimos más importancia.
El satélite de defensa, sin energía ya, fue incapaz de hacer nada con el último misil. Transmitió los datos de su velocidad y su trayectoria a Jane, quien pasó los datos inmediatamente a las torretas de rayos, que se conectaron y empezaron a rastrear.
Las armas de rayos son concentradas y coherentes, pero pierden energía con la distancia: Jane amplió la efectividad de sus torretas permitiendo que el misil se acercara antes de disparar. Decidió dispararle a bocajarro, con ambas torretas. Fue la decisión adecuada, porque el misil resultó ser increíblemente duro. Incluso con las dos torres abriendo fuego, Jane sólo consiguió matar el cerebro del misil, eliminando sus armas, motores y sistema de navegación. El misil quedó inutilizado cuando estaba justo sobre la colonia, pero la inercia siguió impulsándolo a una velocidad increíble.
El misil inutilizado cayó al suelo a un kilómetro de la aldea. Abrió un terrible agujero en los campos en barbecho, roció el aire de combustible y después ardió. La onda de choque de la explosión fue una fracción de lo que habría sido si la carga del misil hubiera estado conectada, pero fue lo suficiente para tirarme de culo a un kilómetro de distancia y dejarme sordo durante casi una hora. Fragmentos de misil volaron violentamente en todas direcciones, su impulso ampliado por la energía de la explosión del combustible. Partes del misil atravesaron el bosque, derribando árboles e incendiando la maleza. Otras partes alcanzaron las estructuras de las granjas cercanas, derribando casas y graneros y no dejando del ganado más que manchas ensangrentadas por el suelo.
Una porción de la carcasa del motor del misil salió volando por los aires y acabó cayendo a tierra, en el lugar donde se encontraba el recién construido refugio de la familia Gugino. El impacto hundió de inmediato la tierra que había sobre el refugio, y ésta y la carcasa lo sepultaron. Dentro estaba toda la familia Gugino: Bruno y Natalie Gugino, sus gemelas de seis años María y Katherina, y su hijo de diecisiete años, Enzo. Que recientemente había empezado a cortejar a Zoë de nuevo, con algo más de éxito que la vez anterior.
Ninguno de ellos saldría jamás de aquel refugio.
Una familia entera desaparecida en un instante. Fue inenarrable.
Podría haber sido mucho peor.
* * *
Me pasé la hora siguiente al ataque recopilando informes por toda la colonia para calibrar el alcance de los daños, y luego me dirigí con Savitri a la granja de los Gugino. Encontré a Zoë en el porche, sentada aturdida entre los cristales rotos de las ventanas. Hickory la acompañaba; Dickory estaba algo más allá, con Jane, entre los restos del refugio. Eran los únicos que estaban en el refugio: un grupito de hombres esperaba algo más allá a que Jane les diera órdenes.
Me acerqué a Zoë y le di un feroz abrazo; ella lo aceptó, pero no lo devolvió.
—Oh, cariño —dije—. Lo siento mucho.
—Estoy bien, papá —dijo ella, con un tono que contradecía sus palabras.
—Lo sé —dije, soltándola—. Pero, aun así, lo siento. Es duro. No estoy seguro de que éste sea el mejor lugar para que estés ahora mismo.
—No quiero irme.
—No tienes que hacerlo. Pero no sé si es bueno que veas esto.
—Necesito estar aquí —dijo Zoë—. Necesito verlo con mis propios ojos.
—Muy bien.
—Yo tenía que haber estado aquí esta noche —dijo Zoë, y señaló la casa—. Enzo me había invitado a cenar. Le dije que vendría, pero se me fue el santo al cielo charlando con Gretchen. Iba a llamarlo para pedirle disculpas cuando sonó la alarma. Yo tenía que haber estado aquí.
—Cariño, no puedes sentirte culpable por eso —dije.
—No me culpo. Me alegro de no haber estado aquí. Por eso me siento tan mal.
Me reí nervioso a mi pesar y le di a Zoë otro abrazo.
—Oh, Dios, Zoë —dije—. Yo también me alegro de que no estuvieras aquí esta noche. Y no me siento mal por ello. Lamento lo que le ha ocurrido a Enzo y su familia. Pero me alegro de que estés a salvo con nosotros. No te sientas mal por seguir viva, cariño.
La besé en la coronilla.
—Gracias, papá —contestó Zoë. No parecía del todo convencida.
—Voy a pedirle a Savitri que se quede contigo mientras hablo con tu madre, ¿de acuerdo?
Zoë soltó una risita.
—¿Qué pasa? ¿Crees que Hickory no me consolará lo suficiente?
—Estoy seguro de que sí. Pero voy a tomarlo prestado unos minutos. ¿Vale?
—Claro, papá —dijo Zoë. Savitri se sentó en los escalones con ella, la rodeó en un abrazo y yo le indiqué a Hickory que me siguiera. Me alcanzó al momento.
—¿Tienes conectado tu implante emocional ahora mismo? —pregunté.
—No —contestó Hickory—. La pena de Zoë era demasiado fuerte.
—Conéctalo, por favor. Me resulta más fácil conversar contigo cuando está encendido.
—Como desee —dijo Hickory. Conectó su implante y se desmoronó.
—¿Qué demonios…? —dije, deteniéndome.
—Lo siento —contestó Hickory, enderezándose—. Ya le he dicho que las emociones de Zoë eran increíblemente intensas. Sigo sorteándolas. Eran nuevas emociones que no hemos tenido con ella antes. Las nuevas emociones son difíciles de procesar.
—¿Te encuentras bien?
—Estoy bien —dijo Hickory, poniéndose en pie—. Le pido disculpas.
—Olvídalo. Escucha, ¿habéis entrado en contacto con los obin ya?
—Sí. Indirectamente, a través de la conexión de datos de su satélite. Sólo hemos reestablecido contacto y proporcionado un resumen de los acontecimientos del último año. No hemos ofrecido aún un informe completo.
—¿Por qué no? —pregunté. Volvimos a echar a andar.
—Su conexión de datos no es segura.
—Quieres informar a tus superiores sin tener a la Unión Colonial escuchando.
—Sí —dijo Hickory.
—¿De qué cosas?
—Observaciones. Y sugerencias.
—Hace algún tiempo me dijiste que los obin estarían dispuestos a ayudarnos si lo necesitáramos —dije—. ¿Sigue en pie ese ofrecimiento?
—Sí, que yo sepa. ¿Nos está pidiendo ayuda, mayor Perry?
—Todavía no. Pero necesito saber cuáles son mis opciones.
Jane me miró mientras nos acercábamos.
—No quiero a Zoë por aquí —me dijo.
—¿Tan malo es? —pregunté.
—Peor —dijo Jane—. Si quieres mi consejo, hay que sacar esa carcasa, llenar el refugio de tierra y luego poner encima una lápida. Tratar de encontrar algo que enterrar va a ser un ejercicio inútil.
—Cristo —dije. Señalé la carcasa—. ¿Sabemos algo de esto?
Jane señaló a Dickory, que estaba cerca de nosotros.
—Dickory dice que los indicativos lo señalan como nouri.
—No los conozco.
—La Unión Colonial casi no ha tenido contacto con ellos —dijo Jane—. Pero probablemente no sea suyo. Tienen un solo planeta y no colonizan. No hay ningún motivo para que nos ataquen.
—¿Son parte del Cónclave? —pregunté.
—No —contestó Dickory, acercándose—. Pero venden armas a algunos de los miembros del Cónclave.
—Así que esto podría ser un ataque del Cónclave.
—Es posible.
—El general Gau dijo que no nos atacaría —dijo Jane.
—También dijo que no podría impedir que los demás lo hicieran.
—No creo que esto sea un ataque —dijo Jane.
Me acerqué al caos causado por la carcasa del motor, que todavía desprendía calor.
—Lo parece.
—Si fuera un ataque estaríamos todos muertos —dijo Jane—. Esto ha sido algo demasiado pequeño y mal hecho para ser un verdadero ataque a la colonia. Quien lo hizo, lanzó los misiles directamente sobre nosotros, donde nuestro satélite espía podría detectarlos y enviarnos información para eliminar a los que no podía abatir. Es una estupidez si quieres atacar una colonia, pero no es tan estúpido si lo que quieres es poner a prueba nuestras defensas.
—Así que si hubieran conseguido destruir la colonia habría sido un regalo añadido.
—Eso es. Ahora, quien lo haya hecho sabe qué tipo de defensas utilizamos y cuáles son nuestras capacidades. Y nosotros no sabemos nada de ellos, aparte de que no son tan estúpidos como para iniciar un ataque sin saber cómo nos defendemos.
—También significa que el siguiente ataque no serán sólo cinco misiles —dije.
—Probablemente.
Estudié el destrozo.
—Somos blancos de feria —dije—. Casi no derribamos éste, y algunos de los nuestros han muerto. Necesitamos mejores defensas.
La Unión Colonial nos ha pintado un blanco en el pecho, así que tiene que ayudarnos a impedir que nos disparen.
—Dudo que con una carta en términos duros vayamos a conseguir algo.
—No —reconocí—. La San Joaquín tiene que llegar dentro de un par de días para traernos suministros. Uno de nosotros debería subir a bordo cuando regrese a la Estación Fénix. Será mucho más difícil ignorarnos si nos plantamos en la puerta de alguien.
—Tienes más fe que yo.
—Si no nos apoyan allí, puede que tengamos otras opciones —dije, mirando a Hickory. Iba a decir algo más cuando vi que Savitri y Zoë se aproximaban. Me volví hacia ellas, consciente del deseo de Jane de no dejar que Zoë se acercara demasiado.
Savitri había sacado su PDA.
—Tienes correo —dijo.
—Jesús, Savitri. Ahora no es el momento. Envíaselo a Jann.
Desde que Roanoke había sido redescubierta oficialmente, todos los medios posibles conocidos por el hombre habían contactado con Jane y conmigo suplicando o exigiendo entrevistas. Quinientas peticiones llegaron con la primera sonda de salto que recibió Roanoke. Ni Jane ni yo teníamos tiempo ni ganas de tratar con los medios, pero conocíamos a alguien que tenía ambas cosas, y por eso Jann Kranjic se convirtió oficialmente en el secretario de prensa de Roanoke.
—No te molestaría con una solicitud de los medios —dijo Savitri—. Esto es del Departamento de Colonización. Está marcado confidencial y extremadamente urgente.
—¿De qué se trata?
—No lo sé. No me permite abrirlo.
Me tendió la PDA para mostrarme que su acceso estaba bloqueado. Cerré su sesión en la PDA y me conecté. Un año entero sin PDA me había hecho darme cuenta de lo mucho que confiaba en ese aparato antes, y de lo poco que quería hacerlo ahora. Seguía sin llevar una encima y había encargado a Savitri de mantenerme al día.
La PDA aceptó mis datos biométricos y la clave, y abrió la carta.
—De putísima madre —dije un minuto más tarde.
—¿Todo va bien? —preguntó Savitri.
—Por supuesto que no —contesté—. Necesito que le digas a Jane que termine aquí lo antes posible y se reúna conmigo en el edificio de administración cuando lo haya hecho. Luego quiero que me localices a Manfred Trujillo y Jann Kranjic y les digas que se reúnan conmigo allí también.
—Muy bien —dijo Savitri—. ¿Qué ocurre? ¿Puedes decírmelo?
Le devolví su PDA. Ella la aceptó.
—Me han cesado como líder de la colonia —dije—. Y me piden que comparezca en la Estación Fénix.
* * *
—Bueno, tan sólo le han relevado temporalmente del cargo, así que es positivo —dijo Manfred Trujillo, pasando la PDA y la carta a Jann Kranjic. Ellos dos, Jane, Savitri y Beata, que venía acompañando a Kranjic, estaban apretujados en mi despacho, desafiando su capacidad de alojarnos a todos a la vez—. El hecho de que sea temporal significa que aún no han decidido lincharle. Querrán hablar con usted antes de tomar esa decisión.
—Parece que después de todo se va a quedar con mi puesto, Manfred —dije, desde detrás de la mesa.
Trujillo miró Jane, que estaba de pie a un lado.
—Creo que primero tendría que saltar sobre ella, y no estoy seguro de que eso vaya a suceder.
—No voy a quedarme en este puesto sin John —dijo Jane.
—Es más que capaz de hacerlo —dijo Trujillo—. Y nadie se opondría.
—No estoy cuestionando mi competencia. Es que no me quedaré en el cargo.
Trujillo asintió.
—En cualquier caso, no está claro que pretendan cesarlo permanentemente —dijo, señalando la PDA, que ahora estaba en manos de Beata—. Lo convocan a una investigación. Hablando como antiguo legislador, comprendo que el objetivo de una investigación suele ser cubrirle las espaldas a alguien, no investigar nada. Y hablando también como antiguo legislador, puedo decirle que el Departamento de Colonización tiene un montón de razones por las que cubrirse las espaldas.
—Pero no lo convocarían a menos que haya hecho algo que pudieran utilizar —dijo Kranjic.
—Muy bien, Jann —dijo Beata—. Siempre podemos contar con tu apoyo.
—No estoy diciendo que haya hecho nada malo, Beata —replicó Kranjic. La había vuelto a contratar como ayudante después de que lo nombráramos secretario de prensa de la colonia, porque estaba claro que su relación personal no había mejorado gran cosa tras el divorcio—. Estoy diciendo que hizo algo que ellos podrán usar como excusa para acusarle y emprender una investigación.
—Y lo hizo, ¿verdad? —me preguntó Trujillo—. Cuando estuvo con el general Gau, le ofreció una salida. Le dijo que no llamara a su flota. No podía hacer eso.
—No, no podía —contesté.
—Me siento un poco confuso yo también —dijo Trujillo.
—Necesitaba poder decir que hice la oferta —contesté—. Por mi propia conciencia.
—Temas morales aparte —dijo Trujillo—, si alguien quisiera ponerse quisquilloso al respecto, podrían acusarlo de traición. El plan de la Unión Colonial requería congregar aquí a la flota del Cónclave. Usted puso intencionadamente en riesgo su estrategia.
Me volví hacia Kranjic.
—Ha hablado con otros periodistas —dije—. ¿Alguna noticia de esto?
—¿De que vayan a acusarlo de traidor? No —dijo Kranjic—. Sigue habiendo un montón de periodistas que quieren hablar con usted o con Jane, pero siempre por la noche en que cayó la flota del Cónclave o por cómo sobrevivimos aquí. He desviado a un montón de esos periodistas hacia la Magallanes o hacia otros miembros del Consejo. Tal vez hayan oído algo por ahí.
Me volví hacia Trujillo.
—¿Bien? —pregunté.
—Nada por este lado tampoco —contestó Trujillo—. Pero sabe mejor que nadie que lo que la Unión Colonial planea o piensa nunca se discute fuera de sus propias sedes.
—Así que van a tratar de acusarte de traidor porque no diste saltos de alegría por matar a un par de cientos de miles de seres inteligentes —dijo Savitri—. De repente acabo de recordar por qué me repugna la estructura de poder de la Unión Colonial.
—Tal vez haya algo más —intervino Jane—. Pueden convertir a John en chivo expiatorio, pero si es así nos queda por resolver la pregunta de para qué. Del mismo modo, si examinan su conducta con Gau, la Unión Colonial también va a tener que examinar cómo afectó los hechos.
—¿Crees que algo no salió según el plan? —le dije a Jane.
—Creo que no se buscan chivos expiatorios si tus planes se cumplen a rajatabla —contestó Jane—. Si el Cónclave está detrás de los ataques de esta noche, da la impresión de que se ha reorganizado más rápido de lo que la UC esperaba.
Miré a Kranjic, quien entendió el significado de mi mirada.
—No hay nada en los artículos que he visto que diga nada sobre el Cónclave, ni positivo ni negativo —dijo.
—Eso no tiene ningún sentido —contesté. El general Rybicki me había dicho que parte del plan era presentar el Cónclave a las colonias en su gran momento de derrota. Ahora que tenían ese momento, debería haber aparecido en todos los medios—. ¿No hay nada sobre el Cónclave?
—Nada con ese nombre —dijo Kranjic—. Los informes de los medios que he visto mencionan que la Unión Colonial descubrió que la colonia había sido amenazada por varias razas alienígenas, y por eso la UC urdió su engaño. También mencionan la batalla que hubo aquí. Pero en ninguna parte el Cónclave es descrito como «El Cónclave».
—Pero nosotros sabemos lo del Cónclave —dijo Savitri—. Aquí lo sabe todo el mundo. Cuando nuestra gente envíe cartas o vídeos a sus familiares y amigos, hablarán de ello. No va a permanecer en secreto mucho tiempo. Sobre todo después de esta noche.
—La UC cuenta con un montón de formas para manipular eso si quiere —le dijo Beata a Savitri—. No sabemos quién nos ha atacado esta noche. Podría ser cualquier raza, y no hay nada en el ataque que sugiera una alianza. Si la Unión Colonial quiere minimizar la idea del Cónclave, podría decirle a los medios que intencionadamente nos suministró mala información para nuestra propia protección. Estaríamos más dispuestos a cuidar de nuestra propia seguridad si pensáramos que todo el universo está en contra.
Savitri me señaló.
—¿Y su encuentro con el general Gau fue sólo una especie de engaño? —preguntó.
—Lo han llamado a consultas —dijo Beata—. Es muy posible que en la investigación le pidan que revise sus recuerdos del incidente.
—No me había dado cuenta de que eras una obsesa de las conspiraciones —le dijo Savitri a Beata.
—Bienvenida a mí —contestó Beata.
—Es posible que los periodistas y otra gente sepan lo del Cónclave —dijo Kranjic—. Simplemente, no aparece en los medios oficiales de noticias. Y si la UC está desanimando activamente a los periodistas a hablar de ello, entonces no es probable que lo discutan con nosotros…
—Porque todas nuestras comunicaciones se hacen a través de sondas de salto —dijo Jane—. Lo cual significa que están controladas por la Unión Colonial.
—Así es —dijo Kranjic.
Recordé la preocupación de Hickory por que la UC escuchara su comunicación con otros obin. Al parecer, no era el único que recelaba de la UC.
—¿No tienen ustedes un código o algo? —le pregunté a Kranjic—. ¿Algún modo de hacer saber algo a los otros periodistas aunque estén siendo controlados?
—¿Quiere que escriba «El halcón vuela a medianoche»? No, no tenemos ningún código, y aunque lo tuviéramos, nadie se arriesgaría. ¿Cree que la UC no busca idiosincrasias semánticas y pautas esteganográficas? —señaló a Jane—. Hay rumores de que ella trabajó en inteligencia para las FDC durante un tiempo. Pregúntele.
—Así que no sólo no sabemos qué sabe la UC, sino que no podemos saber qué sabe —dijo Savitri—. Bien podríamos seguir todavía perdidos.
—No —dije—. Podemos saberlo. Pero no podemos saberlo desde aquí.
—Ah —intervino Trujillo—. Su viaje a la Estación Fénix. ¿Cree que allí podrá descubrir algo más?
—Sí.
—Estará ocupado con la investigación —dijo Trujillo—. No tendrá mucho tiempo para ponerse al día con los chismorreos.
—Usted aún conoce a gente en el gobierno de la Unión Colonial —le dije a Trujillo.
—A menos que haya habido un golpe de Estado, sí —respondió Trujillo—. Sólo ha pasado un año. Puedo ponerle en contacto con unas cuantas personas.
—Preferiría que viniera conmigo. Como ha dicho, voy a estar muy ocupado con la investigación. Y su gente le hablará con más sinceridad que a mí. Sobre todo considerando lo que pensaban de mí la última vez que hablé con ellos —miré a Kranjic—. Usted también, Jann. ¿Sigue conociendo a gente en los medios?
Beata hizo una mueca.
—Conoce a las cabezas parlantes —dijo—. Deje que vaya yo. Conozco a los productores y los editores… la gente que le suministra las líneas a los tipos como él.
—Vendrán los dos —dije, antes de que Kranjic fusilara a Beata con la mirada—. Tenemos que descubrir tanto como podamos de tantas fuentes distintas como sea posible. Manfred en el gobierno. Ustedes dos con sus contactos en los medios. Jane con las Fuerzas Especiales.
—No —dijo Jane—. Yo me quedo aquí.
Me detuve, más que sorprendido.
—Las Fuerzas Especiales llevaron a cabo el ataque a la Flota del Cónclave —dije—. Probablemente saben más que nadie sobre cuáles son las consecuencias. Necesito que lo averigües, Jane.
—No.
—John —dijo Savitri—. Nos han atacado. Alguien tiene que dirigir la colonia mientras estás fuera. Jane tiene que quedarse aquí.
Había algo más, pero la mirada de Jane era plana e inexpresiva. Fuera lo que fuese lo que estaba pasando, yo no iba a averiguarlo en ese momento. Y en cualquier caso Savitri tenía razón.
—Bien —dije—. Todavía hay unas cuantas personas con las que puedo hablar yo también. A menos que planeen meterme en una celda.
—¿No cree que alguien puede preguntarse por qué le acompañamos los tres? —dijo Trujillo.
—No lo creo. Nos han atacado. Van a someterme a un interrogatorio. Manfred, tendrá que plantarse delante de la puerta de la gente e intentar que la UC aumente nuestras defensas, y rápido. Beata se presentará como nuestra ministra de cultura; además de hablar con sus contactos intentará conseguir permisos para programas recreativos y educativos. Ahora tenemos capacidad para eso. Y como secretario de prensa, Jann se ocupará de dar a conocer la historia del primer año de Roanoke. Todos tendrán razones para ir. ¿Tiene sentido?
—Tiene sentido —reconoció Trujillo. Kranjic y Beata asintieron también.
—Bien —dije—. Nuestra nave llegará dentro de dos días.
Me levanté para poner fin a la reunión. Me volví hacia Jane para alcanzarla antes de que se marchara, pero fue la primera en salir por la puerta.
* * *
—¿Dónde está Zoë? —le pregunté a Jane cuando regresé a casa.
—Está en casa de los Trujillo —respondió ella. Estaba sentada en su silla del porche, acariciando a Babar—. Gretchen y ella y todos sus amigos están de luto por Enzo. Probablemente se quedará allí toda la noche.
—¿Cómo se encontraba?
—Alguien a quien quería ha muerto. Es difícil para cualquiera. Ha perdido antes a seres queridos, pero ésta es la primera vez que era uno de los chicos. Uno de sus amigos.
—Y un primer amor además —dije—. Eso complica las cosas.
—Sí. Todo se ha complicado ahora.
—Hablando del tema, quería preguntarte qué pasó antes. Por qué te negaste a ir a la Estación Fénix.
—Lo explicó Savitri —dijo Jane—. Ya es bastante malo que la colonia te pierda por una investigación, y que te lleves a Trujillo contigo. Alguien tiene que quedarse aquí.
—Pero eso no es todo. Te conozco lo suficiente para saber que te guardas algo.
—No quiero ser responsable de comprometer la seguridad de la colonia.
—¿Cómo podrías hacer eso?
—Para empezar, la próxima vez que vea al general Szilard le voy a partir el cuello a ese hijo de puta —dijo Jane—. No es probable que siguiera en mi cargo después de eso. Y entonces no habría ningún líder en la colonia.
—Siempre has tenido tu lado práctico.
—Soy así —reconoció Jane—. Tal vez lo heredé de Kathy.
—Tal vez —dije. Era raro que Jane hablara directamente de Kathy; es difícil hablarle a tu marido de su primera esposa, sobre todo cuando te han hecho a partir del ADN de esa mujer. Cuando Jane mencionaba a Kathy, era indicativo de que tenía otras cosas en la cabeza. Guardé silencio hasta que estuvo dispuesta a decirme qué era.
—Sueño con ella algunas veces —dijo por fin—. Con Kathy.
—¿Qué sueñas?
—Que ella y yo hablamos. Y me cuenta cómo eras cuando estabas con ella, y yo le cuento cómo eres conmigo. Y hablamos de nuestras familias y de nuestras vidas y de nuestras cosas. Y cuando me despierto no recuerdo nada concreto de lo que hemos hablado. Sólo que hemos hablado.
—Eso debe de ser frustrante.
—No lo es. La verdad es que no. Me gusta que hablemos, nada más. Me gusta sentir esa conexión con ella. Es parte de mí. Madre e hija y esencia. Todo. Me gusta que me visite. Sé que es sólo un sueño. Pero sigue siendo bonito.
—Apuesto a que lo es —dije, recordando a Kathy, a quien Jane tanto se parecía, aunque fueran personas distintas.
—Me gustaría visitarla un día.
—No estoy seguro de que fuera posible. Lleva muerta mucho tiempo.
—No. Quiero decir que me gustaría visitar el lugar donde está ahora. Donde está enterrada.
—No estoy seguro de que podamos hacer eso tampoco. Cuando salimos de la Tierra, no se nos permite regresar.
—Yo nunca he salido de la Tierra —dijo Jane, contemplando a Babar, que golpeaba perezosamente el suelo con la cola—. Sólo lo hizo mi ADN.
—No creo que la Unión Colonial haga ninguna distinción —dije, sonriendo ante uno de los raros chistes de Jane.
—Ya lo sé —contestó, con un rastro de amargura en la voz—. La Tierra es una fábrica demasiado valiosa para arriesgarse a que la infecte el resto del universo —me miró—. ¿Nunca has querido regresar? Te pasaste la mayor parte de tu vida allí.
—Sí que lo hice. Pero me marché porque allí ya no había nada para mí. Mi esposa estaba muerta y mi hijo creció. No fue demasiado difícil decir adiós. Y lo que ahora me preocupa está aquí. Este es ahora mi mundo.
—¿Lo es? —dijo Jane. Contempló las estrellas—. Recuerdo cuando estaba en el camino, allá en Huckleberry, preguntándome si podría llamar mi hogar a otro mundo. Llamar mi hogar a este mundo.
—¿Puedes? —pregunté.
—Todavía no. Todo en este mundo cambia. Todos los motivos que teníamos para estar aquí han resultado ser una verdad a medias. Me preocupa Roanoke. Me preocupa la gente que hay aquí. Lucharé por ellos y defenderé Roanoke lo mejor que pueda cuando llegue el momento. Pero éste no es mi mundo. No confío en él. ¿Y tú?
—No lo sé —contesté—. Pero sí sé que me preocupa que esta investigación me lo quite.
—¿Crees que a alguien de aquí le preocupa lo que piense la Unión Colonial sobre quién debe dirigir esta colonia? —preguntó Jane.
—Posiblemente no. Pero seguiría doliéndome.
—Hmmm —dijo Jane, y reflexionó un momento—. Sigo queriendo ver a Kathy algún día —dijo al cabo de un rato.
—Veré qué puedo hacer.
—No digas eso a menos que sea en serio.
—Es en serio —respondí y me sorprendí un poco porque, de hecho, así era—. Me gustaría que la conocieras. Ojalá pudieras haberla conocido antes.
—Ojalá —dijo Jane.
—Está decidido, entonces. Ahora todo lo que tenemos que hacer es encontrar un modo de regresar a la Tierra sin que la UC nos vuele la nave en pedazos. Tendré que trabajar en eso.
—Hazlo —dijo Jane—. Pero más tarde.
Se levantó y me tendió la mano. La acepté. Entramos en la casa.