Los papeles del Notion Club. Segunda parte

[SEGUNDA PARTE] [77]

Noche 62

[96]

Noche 62.[78]Jueves, 6 de marzo de 1987. [De esta reunión sólo se conserva media hoja rasgada. La parte relevante se da en la nota de la Noche 61, p. 68. Al parecer siguieron comentando las opiniones y aventuras de Ramer].

Noche 63

Noche 63. Jueves, 13 de marzo de 1987. [Sólo se conserva la última página del acta de esta reunión. Al parecer la discusión se centró en los viajes legendarios de descubrimientos en general. Para la referencia al imrám véase Noche (69)].[79]

—¡[Buenas noches], Frankley!

Lowdham parecía sentirse un poco culpable por sus bromas, y cuando la reunión terminó al fin subió la High con Ramer y conmigo. Llegamos a Radcliffe Square.[80]

—He estado haciendo el burro como siempre —dijo Lowdham—. ¡Lo siento! Estaba muy nervioso: necesitaba una pelea, una juerga o algo. Pero la verdad es que me interesaba mucho, sobre todo el imrám.[81] En el fondo nosotros los nórdicos[82] tenemos sentimientos, mientras los aficionados a los latinos guarden un poco las formas. —Titubeó—. He tenido algunas experiencias extrañas… pero ya hablaremos sobre eso en algún otro momento. Es tarde. Tal vez en vacaciones, ¿de acuerdo?

—Estaré fuera —dijo Ramer con cierta frialdad—, hasta después de Semana Santa.

—Oh, vaya. Pero no faltes a las reuniones del próximo trimestre: debes de tener muchas más cosas que contarnos. Intentaré portarme bien.

Había hecho mucho viento durante el día y la noche era clara y fría. Las estrellas brillaban en el oeste, pero la luna había empezado a subir. A la altura de la entrada de B. N. C.[83] Lowdham se volvió. La Camera se recortaba vasta y oscura contra el cielo iluminado por la luna. La brisa del este arrastraba jirones de una nube blanca. Por un momento pareció tomar la forma de un penacho de humo que salía del farol de la cúpula.

Lowdham alzó la vista y se le mudó la expresión. Tenía la vista fija y las cejas oscuras fruncidas, y su figura alta y poderosa [97] parecía más grande. El rostro se veía pálido y furioso y los ojos resplandecían.

—¡Maldito sea! ¡Que la Oscuridad se lo lleve! —dijo amargamente—. Que la tierra se abra… —La nube pasó. Se pasó la mano por la frente—. ¿Qué estaba diciendo? —preguntó—. Bueno, no me acuerdo. Algo sobre la Camera, creo. No importa. ¡Buenas noches, colegas! —Llamó y entró por la puerta.

Echamos a andar por el callejón. —¡Qué extraño! —dije—. ¡Qué raro es a veces! Una extraña mezcla.

—Cierto —dijo Ramer—. La mayor parte de lo que vemos es un caparazón de tortuga, un blindaje. No suele hablar mucho de lo que le importa de verdad.

—Por alguna razón las dos o tres últimas reuniones ha estado agitado —dije—. No sé por qué.

—Yo tampoco —dijo Ramer—. Bien, buenas noches, Nick. Volveremos a vernos el próximo trimestre. Espero asistir regularmente otra vez.

Nos separamos donde el callejón desemboca en la Turl.

PF. RD. AAL. MGR. WTJ. JJR. NG.

Noche 64

Noche 64. Jueves, 27 de marzo de 1987.[84]

Sólo hubo una reunión durante las vacaciones, que se celebró en las habitaciones de Guildford. Ni Ramer ni Lowdham estuvieron presentes (fue una velada tranquila). Guildford leyó un ensayo sobre Jutlandia en la antigüedad, pero no hubo muchos comentarios. [No hay ningún registro del ensayo en las actas].

PF. WTJ. JM. RS. JJ. RD. NG.

Noche 65

Noche 65. Jueves, 8 de mayo de 1987.[85]

Ésta fue la primera reunión del trimestre de verano. Nos encontramos en las habitaciones de Frankley, en Queen’s. Jeremy y Guildford llegaron primero (a su hora); los demás llegaron uno a uno a intervalos (tarde). No había ningún plan definido para la noche, aunque esperábamos que Ramer nos contara algo más; sin embargo, no parecía tener muchas ganas de decir nada. La conversación saltó de un tema a otro durante la primera hora, pero no se dijo nada notable. [98]

Lowdham estaba inquieto y no quería sentarse; de vez en cuando entonaba de pronto una canción (que ya estaba cantando cuando entró, alrededor de las nueve y media). Empezaba:

Tengo una idea muy salada

Beber hasta caer dormido.

Rara vez iba más lejos, y nunca llegaba más allá de:

¡Traedme mi cuenco, mi poción mágica!

Esta noche voy a sumergirme.

Profundamente, profundamente

Allí donde sueñan los peces.

No era bien recibida, sobre todo por Ramer. Pero finalmente Lowdham se hundía en un silencio taciturno durante un rato.

Sobre las diez la charla derivó al tema de los neologismos, y Lowdham volvió en su defensa, sobre todo porque Frankley estaba en el otro bando. (No. Puro amor a la verdad y la justicia. AAL.).

Lowdham le dijo a Frankley: —¿Entonces estás en contra de morirse, que todos los jóvenes utilizan en lugar de desear o anhelar?

—Sí. Sobre todo de morirse por cualquier cosa.

—Bueno, no creo que haya ninguna razón para que estés en contra, excepto la novedad y la falta de costumbre. La gente siempre está en contra de las palabras nuevas, igual que del arte nuevo.

—¡Eso es una tontería! ¡Doblemente tonta, Arry! —dijo Ramer—.[86] Frankley se queja precisamente de que la gente no esté en contra de las palabras nuevas. Y en cualquier caso, personalmente estoy en contra de montones de palabras, pero tengo que seguir empleándolas porque son corrientes y porque la gente no querría aceptar mis sustitutos. Hay muchas obras de arte antiguas que no me gustan. Me gustan muchas cosas nuevas, pero no todas. Existe algo llamado mérito que no tiene nada que ver con la edad ni con la familiaridad. Me aficioné a doink en seguida: es una onomatopeya muy buena para algunas cosas.

—Sí, doink se ha extendido mucho últimamente —dijo Lowdham—. [99] Pero no es nuevo, por supuesto. Creo que aparece por primera vez en el Tercer Suplemento del N. E. D.[87] en los años cincuenta, en la forma doing. Al parecer, surgió entre la aviación durante la Guerra de los Seis Años.[88]

—Y es una onomatopeya, no lo olvides —dijo Frankley—. Es fácil apreciar los méritos de ese tipo de palabras, si se pueden llamar palabras. En todo caso, adoptarla no tiene por qué significar que se deje de usar una palabra establecida, desnudar a un santo para vestir a otro: es un socialismo lexicográfico que acabaría por reducir todo el vocabulario a un Sin Sentido uniforme y monótono si no hubiera reaccionarios.

—Y ¿no le devolverá nadie sus pantalones al pobre santo? —rió Lowdham—. Seguro que tiene varios pares más en el armario, ya lo veréis. Sólo tendrá que acostumbrarse a las nuevas chistar y clic. ¿Y por qué no? ¿Estás en contra de la Lengua, raíces y ramas, Pip? Me sorprende de ti, que eres poeta y todo.

—¡Por supuesto que no! Estoy en contra de que la destrocen.

—Pero ¿estás destrozándola? ¿Por qué es mejor hablar que chistar, o desear que morirse por? No es sólo el modo en que la lengua evoluciona, es el modo en que fue creada. En esencia, consiste en la observación de una relación «sonido : significado; símbolo : significado». No sólo es posible apreciarlo cuando es nuevo (al menos para ti), también puedes captarlo en momentos de inspiración, cogerle el gusto dicho en lenguaje coloquial. Te aseguro que una onomatopeya es un caso relativamente simple: chistar. Pero «morirse por igual a desear» contiene el mismo elemento: una nueva forma fonética para un significado. Sólo que aquí interviene una segunda cosa: el interés, el placer, la excitación, lo que tú deseas de la relación del antiguo sentido con el nuevo. Ambos están iluminados, al menos durante un tiempo. La lengua no podría haber cobrado existencia sin el primer proceso, y nunca habría extendido sus dominios sin el segundo. ¡Ambos deben continuar! Y lo harán.

—Bueno, no me gusta este ejemplo del fenómeno —dijo Frankley—. Y detesto que los filólogos hablen sobre Lengua (en mayúscula) con ese fervor especialmente odioso que normalmente se reserva para la Vida en mayúscula. Que nos digan que «debe continuar» cuando nos quejamos de las degradaciones, como hace Arry. Habla sobre la Lengua como si además de ser [100] una Jungla fuera una Jungla Sagrada, una arboleda maldita dedicada a la Vita Fera[89] donde nada puede ser tocado por manos impías. Cancros, hongos, parásitos: ¡dejadlos en paz!

»Las lenguas no son junglas. Son jardines donde los sonidos escogidos en los páramos del Sonido Brutal se transforman en palabras, crecidas, disciplinadas y dotadas de aromas de significación. ¡Hablas como si no pudiera arrancar una mala hierba que huele mal!

—No es cierto —dijo Lowdham—. Sin embargo, antes que nada tienes que recordar que no se trata de tu jardín particular, ya que tanto te gusta esta débil alegoría: pertenece a un montón de gente además, y para ellos tu mala hierba que huele mal puede ser objeto de deleite. Y lo que es más importante: tu alegoría está mal aplicada. No estás en contra de una mala hierba, sino del suelo, de cualquier manifestación de crecimiento y proliferación. Todas las otras palabras de tu refinado jardín han cobrado existencia (y han adquirido su aroma característico) de la misma manera. Eres como un hombre al que le gustan las flores y la fruta, pero piensa que la marga es sucia y el estiércol desagradable, y que el nacimiento y el marchitamiento son tristísimos. Quieres un jardín esterilizado de flores inmortales, no, de flores de papel. De hecho, dejando a un lado la alegoría, no quieres saber nada de la historia de tu propia lengua y detestas recordar que la tiene.[90]

—¡Dame muerte con disparos de rayos pontificios! —gritó Frankley—. Pero moriré diciendo Prefiero desear algo que morirme por ello.

—¡Ahí está! —rió Lowdham—. Y tienes razón, Pip, por supuesto. Ambos tenéis razón, el Trueno y el Rebelde. Porque el Hablante, completamente solo, es el tribunal que juzga las palabras, bendiciéndolas o condenándolas. Sólo el acuerdo de los jueces separados decreta las leyes. Si tu desagrado es compartido por un número efectivo de los otros, morirse por será una mala hierba y por tanto arrojada al horno.

»Aunque, naturalmente, mucha gente —a veces pienso que cada vez más, según transcurre el tiempo e incluso la lengua se pasa de moda— dejan de juzgar, se limitan a repetir. Su lengua natural, como la llamaría Ramer, muere casi en la hora de su nacimiento. [101]

»No es tu caso, Philip, muchacho; eres ignorante, pero tienes corazón. Apuesto a que lo único que pasa es que morirse por no concuerda con tu estilo natural. Los hombres íntegros siempre han tenido odios y amores entre las palabras.

—Hablas casi como si hubieras visto u oído la Lengua desde tu comienzo, Arry —dijo Ramer, mirándolo con cierta sorpresa. Hacía mucho tiempo que Lowdham no se dejaba llevar hasta ese punto.

—¡No! Desde el principio, no —dijo Lowdham mientras una extraña expresión le cruzaba el rostro—. Sólo desde… pero… ¡Oh, bien! —Se detuvo y se dirigió a la ventana. El cielo estaba oscuro pero claro como el cristal, y había muchas estrellas blancas.

La conversación perdió el rumbo otra vez. Partiendo de los inicios del Lenguaje, empezamos a hablar sobre leyendas de orígenes y mitos culturales. Guildford y Markison iniciaron una discusión sobre los dioses del grano y la llegada de reyes o héroes divinos del mar, a pesar de varias interjecciones frívolas de Lowdham, quien parecía curiosamente contrario al giro de la conversación.

—Sheaf, el Haz personificado[P13] —dijo Guildford. [Por desgracia en este punto falta una hoja]. ……

[Jeremy] … como tú dijiste. Pero no creo que podamos estar tan seguros. A veces tengo la extraña sensación de que, si pudiéramos regresar, no encontraríamos el mito confundiéndose con la historia, sino lo contrario: la historia real convirtiéndose en mito, de una manera más elegante, simple y visiblemente significativa, aun vista tan de cerca. Más poética y menos prosaica, si lo preferís.

»En cualquier caso, estos antiguos relatos, leyendas y mitos sobre el Pasado remoto, sobre el origen de reyes, las leyes y las artes fundamentales, no tienen todos los mismos ingredientes. No son del todo invenciones. E incluso lo inventado difiere de la mera ficción: tiene más raíces.

—¿Raíces en qué? —dijo Frankley.

—En el Ser, creo —respondió Jeremy—, y en el Ser humano; y [102] bajando de escala, en las fuentes de la Historia y en los diseños de la Geografía, quiero decir, bueno, en el esquema de nuestro mundo que es único y en los acontecimientos vistos desde cierta distancia. Es como el hecho de que desde lejos la Tierra parece un globo giratorio iluminado por el sol: se trata de una verdad remota que tiene efectos tremendos sobre nosotros y sobre todo lo que hacemos, aunque no es fácil de advertir en la tierra, donde los hombres prácticos hacen bien en considerar que la superficie es plana e inamovible a efectos prácticos.

»Por supuesto, las imágenes que presentan las leyendas pueden ser simbólicas en parte, pueden estar adaptadas a esquemas que comprimen, expanden, escorzan y combinan, y no son realistas o fotográficas en absoluto, pero pueden decirte verdades del Pasado.

»Y fijaos, también toman detalles reales, que son llamados hechos, accidentes de la forma de la tierra y el mar, de hombres individuales y sus actos: los granos a partir de los cuales las historias se cristalizan como copos de nieve. En el centro del ciclo hubo un hombre llamado Arturo.

—¡Quizá! —dijo Frankley—. Pero eso no hace que hechos tales como las novelas de Arturo sean reales del mismo modo que lo son los acontecimientos pasados verdaderos.

—Yo no he dicho «del mismo modo» —dijo Jeremy—. Hay planos o grados secundarios.

—¿Y tú qué sabes de los «acontecimientos pasados verdaderos», Philip? —preguntó Ramer—. ¿Has visto alguno cuando ya era pasado? Ahora, cuando intentas traerlos de nuevo al presente, son historias o cuentos, ¿no? Incluso lo que piensas de lo que hiciste ayer, si intentas compartirlo con alguien más. A menos, por supuesto, que puedas ir al pasado, o por lo menos verlo.

—Bueno, creo que hay una diferencia entre lo que sucedió realmente en nuestras reuniones y las actas de Nicholas —dijo Frankley—. No creo que sus actas borren la verdadera historia, independientemente de si concuerdan con los hechos o no. Y ¿no afirmabas que podías ver el pasado como algo presente? ¿No podrías retroceder a las actas de Guildford?

—Hum —murmuró Ramer, pensativo—. Sí y no —dijo—, Nicholas sí podría, sobre todo a las escenas que ha dibujado o retratado [103] con bastante solidez y cierto esfuerzo mental. Todos podríamos, si hiciéramos lo mismo. La gente del futuro podría hacerlo, si sólo conocieran los registros y los estudiaran, dejando que su imaginación actuara sobre ellos hasta que el Notion Club se convirtiera en una especie de mundo secundario situado en el Pasado.

—Sí, Frankley —dijo Jeremy—, tienes que hacer una distinción entre las mentiras, la ficción despreocupada o los meros trucos verbales de proyectar frases hacia atrás poniendo los verbos en pasado por un lado, y la construcción por el otro. Sobre todo la construcción significativa que ha adquirido una vida secundaria propia y pasa de mente a mente.

—¡Cierto! —dijo Ramer—. No creo que te des cuenta, no creo que ninguno de nosotros se dé cuenta, de la fuerza demoníaca que tienen los grandes mitos y leyendas. Que viene de la profundidad de las emociones y las percepciones que los crearon, y de su multiplicación en tantísimas mentes. Y no olvidéis que cada mente es un motor de energía oscura pero inconmensurable. Son como un explosivo: pueden dar lentamente un calor constante a las mentes, pero si son detonados de pronto podrían explotar, produciendo una perturbación en el mundo primario real.

—¿En qué estás pensando? —dijo Dolbear, levantando la barba del pecho y abriendo los ojos con un destello de interés.

—No pensaba en ninguna leyenda en particular —dijo Ramer—. Pero por ejemplo, pensad en la fuerza emocional que generaron en el borde occidental de Europa los hombres que al cabo llegaron al final y contemplaron el Mar Sin Orillas, inexpugnable, impenetrable, insondable. Y junto a ese fondo ¡qué prodigiosas dimensiones tomarían los acontecimientos! Por ejemplo, la llegada, aparentemente por sobre el Mar, cabalgando una tempestad, [de] hombres extraños con conocimientos superiores, gobernando navíos que ellos todavía no habían ni imaginado. Y si llevaban historias de una catástrofe lejana, batallas, ciudades incendiadas o tierras engullidas por algún tumulto… me estremece pensar en estas cosas en tales términos, incluso ahora.

—Sí, es emocionante —dijo Frankley—, pero también muy vago. Todavía estoy mucho más cerca de casa, en la referencia [104] casual de Jeremy al rey Arturo. Ahí tienes una especie de tierra legendaria, aunque bastante irreal.

—Pero admitirás —dijo Ramer— que la Britania de Arturo, tal como la imaginamos ahora, incluso en alguna forma pasada de moda de cuando los caballeros eran valientes, posee algún tipo de fuerza y de vida, ¿verdad?

—Algún tipo de atractivo literario —dijo Frankley—. Pero ¿podrías regresar a la Camelot del rey Arturo, incluso con tu sistema? Que todavía no me convence, por cierto. Quiero decir, lo que nos has contado no me parece más que una clase de lo que yo llamo «sueños» excepcionalmente elaborada y bien recordada: un hilado de imágenes e historias mientras duermes.

»Y por cierto: si la leyenda (significativa en su propio plano) se ha formado en torno a la historia (que posee su propia importancia), ¿a cuál retrocederías tú? ¿Qué es lo que verías, si pudieras ver el pasado? —preguntó Guildford.

—Depende de cómo seas y de lo que estés buscando, supongo —respondió Ramer—. Si estuvieras buscando la historia que tiene más poder y significación para las mentes humanas, probablemente ésa sea la versión que encuentres.

»En cualquier caso, creo que podrías… creo que yo podría retroceder a Camelot, si las condiciones de mi mente y las posibilidades del viaje fueran favorables. El deseo consciente sólo afecta ligeramente a las posibilidades, tal como os dije el otro día. Una aventura de ese tipo no sería igual que ver lo que llamarías la Britania del siglo quinto. Tampoco sería crear un drama propio en sueños. Sería más lo primero, pero de un modo más activo. Sería mucho menos libre que el segundo. Probablemente sería más difícil que cualquiera de los dos. Supongo que podría ser el tipo de cosas que realizarían mejor una o dos personas conjuntamente.

—No veo de qué puede servir eso —dijo Frankley.

—Porque las distintas personas tienen contribuciones individuales que aportar. ¿Es eso lo que quieres decir? —preguntó Guildford—. Pero eso sería también cierto de la investigación histórica o «retrospectiva».

—No —dijo Jeremy—. Estás mezclando la historia en el sentido de historia inventada a partir de las evidencias inteligibles que han llegado hasta nosotros (que no son necesariamente más [105] ciertas que las leyendas) y «la historia verdadera», el Pasado real. Si de verdad echaras una ojeada al Pasado tal como fue, todo estaría allí y podría ser contemplado, si tuvieras ojos para hacerlo o tiempo para observarlo. Y lo más difícil de ver, igual que «en el presente», sería el esquema, la significación, sí, la moral de todo, si así lo prefieres. Al menos cuanto más te aproximaras a nuestra época. Como he dicho antes, no estoy muy seguro de que sea así cuando retrocedes hasta los orígenes. Pero en un gran ciclo de historias la situación sería distinta: muchas cosas serían reales y vividas y al mismo tiempo… um… portentosas; pero podría haber, habría, pasajes incompletos, junturas débiles, espacios en blanco. Tendrías que consolidarlo. Podrías necesitar ayuda.

—¡Y tanto que sí! —dijo Frankley—. Al salir de Camelot (una vez descubrieras dónde se encontraba exactamente) para visitar la mayor parte de los otros lugares del mapa legendario, te encontrarías con que el camino es bastante vago. Pasarías la mayor parte del tiempo perdido en una niebla. Y en la corte encontrarías personajes bastante incompletos, además.

—¡Por supuesto! Igual que en esta corte —dijo Markison—, o en cualquier patio de Oxford. ¿Por qué preocuparte por eso? Los personajes incompletos son más verdaderos en la vida que los personajes completamente estudiados. En la vida real hay muy poca gente valiosa a la que conozcas tan bien como un buen escritor conoce a sus héroes y villanos.

—Al salir de Camelot. Al salir de Camelot —murmuró Lowdham—. Una sombra oscura lo cubría todo. No lo sé, no lo sé. Pero todavía es sólo una historia para mí. No ocurre lo mismo con todas las leyendas, por desgracia. Algunas parecen haber cobrado vida propia y no quieren reposar. Debería odiar la idea de ser arrojado a algunas de esas tierras. Sería peor que la visión del pobre Fortalezas Normandas.

—¿De qué diablos está hablando? —dijo Guildford.

—Creo que el corcho no tardará en saltar —gruñó Dolbear sin abrir los ojos.

—Oh, Fortalezas Normandas es nuestro barbero[91] —dijo Frankley—. Al menos así lo llamamos Arry y yo. No tengo ni idea de cuál es su verdadero nombre. Es un hombrecillo bastante agradable y moderadamente inteligente, pero para él [106] todo lo que está más allá de una cierta y vaga distancia es una tierra y un tiempo vastos y oscuros, áridos pero completamente fijados y determinados llamados Las Edades Oscuras. En las Edades Oscuras sólo hay cuatro cosas: Fortalezas Normandas (con lo que designa los castillos aristocráticos, y posiblemente la casa de cualquier hombre más rico que él), Los Jameses (que supongo se refiere a los reyes Primero y Segundo), Los Escuderos (una curiosa especie de duendes) y El Pueblo. Lo único que pasaba en esa tierra era que Los Jameses encerraban a El Pueblo en las Fortalezas (con la ayuda de Los Escuderos) y allí los torturaban y robaban, aunque al parecer no tenían nada que se les pudiera robar. Es una leyenda bastante sombría. Pero está mucho más presente en muchas más cabezas que la Batalla de Camlan.[92]

—Lo sé, lo sé —dijo Lowdham en voz alta y con enfado—. ¡Es una vergüenza! Fortalezas Normandas es un tipo muy decente y preferiría aprender verdades que mentiras. Pero Zigur[93] le presta una atención especial. ¡Maldito sea!

La conversación se detuvo y se hizo el silencio. Ramer y Guildford cruzaron la mirada. Dolbear abrió los ojos sin decir nada y sin mover la cabeza.

—¿Zigur? —preguntó Jeremy, mirando a Lowdham—. ¿Zigur? ¿Quién es ése?

—¡Ni idea, ni idea! —dijo Lowdham—. ¿Es un nuevo juego, Jerry? Owlamoo,[94] ¿quién es? —Se acercó a la ventana y la abrió de golpe.

La noche primaveral era todavía tranquila y brillante, más cálida de lo habitual para la época del año. Lowdham se asomó y nosotros nos volvimos y miramos su espalda. La gran ventana daba al oeste y las dos torres de All Souls se alzaban como cuernos sombríos recortados contra las estrellas.

De pronto Lowdham habló, con una voz cambiada, clara y ominosa, en una lengua desconocida; y luego, volviéndose violentamente hacia nosotros, gritó:

¡Contemplad las Águilas de los Señores del Oeste! ¡Avanzan sobre Numenor![95]

Todos nos sobresaltamos. Varios de nosotros fuimos hacia la ventana y, detrás de Lowdham, miramos afuera. Una gran nube, que avanzaba lentamente desde el oeste, devoraba las [107] estrellas. Al aproximarse abría dos vastas alas negras, extendidas hacia el norte y el sur.

De pronto Lowdham se alejó, cerró la ventana de golpe y corrió las cortinas. Se dejó caer en una silla y cerró los ojos.

Volvimos a nuestros asientos y durante un rato guardamos silencio, bastante incómodos. Ramer habló al fin.

—¿Numenor? ¿Numenor? —dijo con calma—. ¿De dónde has sacado ese nombre, Arundel Lowdham?

—Oh, no lo sé —respondió Lowdham, abriendo los ojos y mirando alrededor con expresión algo aturdida—. Me viene de vez en cuando. Está en el borde de las cosas, ya sabes. Elude el entendimiento. Es como recobrar el sentido después del gas. Pero esta primavera me viene con más frecuencia de lo habitual. Lo siento. ¿He hecho alguna cosa extraña o algo impropio de mi viejo y tranquilo yo? ¡Dadme algo de beber!

—Lo pregunto —dijo Ramer—, porque Numenor es el nombre que le doy a la Atlántida.[96]

—¡Eso sí que es raro! —empezó Jeremy.

—¡Ah! —dijo Lowdham—. Sospechaba que podía ser posible. Te pregunté cómo la llamabas aquella noche del último trimestre, pero no me respondiste.

—Bueno, ¡esto cambia las cosas! —dijo Dolbear, que ahora estaba despierto del todo—. Si Arry Lowdham se sumerge adonde van los sueños y encuentra el mismo pez que Ramer, tendremos que mirar en el estanque.

—Sí —dijo Jeremy—, porque no son sólo Ramer y Arry. Yo también lo hice. Supe que había oído ese nombre antes en cuanto lo pronunció Arry.[97] Pero no puedo recordar dónde o en qué momento. Ahora me estará molestando como espina clavada en el pie hasta que lo averigüe.

—Qué raro —dijo Dolbear.

—¿Qué proponéis que hagamos? —dijo Ramer.

—Seguir tu consejo —dijo Jeremy—. Aceptar tu ayuda, si estás dispuesto a darla.

—Seguir un programa de entrenamiento de la memoria según el sistema de Rufus-Ramer y ver lo que pescamos —dijo Lowdham—. Siento como si algo quisiera salir afuera y me gustaría sacarlo, u olvidarlo.

—Todo esto me tiene un poco confundido —dijo Markison—. [108] Es evidente que me he perdido algo. Philip me habló un poco de las revelaciones de Ramer el trimestre pasado, pero todavía estoy bastante despistado. ¿No podrías contarnos algo, Lowdham, para aclarar un poco las cosas?

—No, la verdad es que estoy terriblemente cansado —dijo Lowdham—. Lo mejor es que te leas las actas, si Nick las ha escrito ya.[98] Espero que sí. Es bastante regular, y bastante preciso, aunque un poco duro conmigo. Y ven a la próxima reunión. Será mejor que sea dentro de quince días, creo. Podéis utilizar mi habitación, si creéis que cabéis todos. Ya veremos lo que hemos conseguido para entonces. De momento no tengo mucho más que decir.

La conversación fue derivando a los temas habituales, y no ocurrió nada más digno de mención.

Cuando nos íbamos Lowdham se dirigió a Ramer. —¿Crees que podría hacerte una visita para hablar contigo y con Rufus, pronto? —preguntó.

—Sí —dijo Ramer—. Cuanto antes mejor. Ven tú también, Jeremy.

MGR. PF. RD. JM. JJ. RS. AAL. WTJ. NG.

Noche 66

Noche 66. Jueves, 22 de mayo de 1987.

Fue una velada muy concurrida. La habitación de Lowdham, que es más bien pequeña, estaba llena de gente. La idea de que Arry «veía cosas» fue lo suficientemente asombrosa como para atraer a todos los miembros que se encontraban en Oxford. (Además, tengo fama de guardar más botellas en el armario que otro que podría mencionar. AAL.).

Lowdham parecía estar de un humor ocurrente y bastante ruidoso, sin ganas de hacer otra cosa que cantar. Finalmente se tranquilizó y se sentó en una silla.

—Bien —dijo Markison—, he leído las actas. No puedo decir que me haya forjado una opinión al respecto todavía, pero me interesa mucho saber cómo te metiste en este asunto, Arry. No parece estar en tu línea.

—Bueno, soy filólogo —dijo Lowdham—, lo que significa que [109] soy un hombre incomprendido. Pero a donde quiero ir a parar con esto es al punto que habéis mencionado: a Arry. El nombre Arry, con el que algunos de vosotros os complacéis en llamarme, no es sólo un tributo al ruido vulgar que hago, como dais por supuesto los más ignorantes de vosotros: no es una abreviación de Henry o Harold, sino de Arundel. Para ser exactos, Alwin Arundel Lowdham vuestro humilde bufón, a vuestro servicio.

—Bueno, ¿eso qué tiene que ver? —dijeron varias voces.

—Todavía no estoy muy seguro —dijo Lowdham—. Pero mi padre se llamaba Edwin.[99]

—¡Muy esclarecedor! —dijo Frankley.

—No mucho, creo —dijo Lowdham—. Esclarecedor no, enigmático. Mi padre era un hombre muy extraño, por lo que recuerdo. Grande, alto, poderoso y oscuro. ¡No me miréis así! Yo soy una copia reducida. Era rico y combinaba la pasión por el mar con estudios lingüísticos y arqueológicos. Debió de estudiar anglosajón y otras lenguas del noroeste, porque he heredado su biblioteca y algunos de sus gustos.

»Vivíamos en Pembrokeshire, cerca de Penian;[100] más o menos, porque pasábamos fuera gran parte del año y mi padre siempre se iba en cuanto lo avisaban: pasaba mucho tiempo navegando en torno a Noruega, Escocia, Irlanda, Islandia y a veces por el sur, hasta las Azores y así. Yo no lo conocía muy bien, aunque lo quería tanto como puede hacerlo un niño pequeño, y soñaba con el momento en que podría navegar con él. Pero desapareció cuando yo sólo tenía nueve años.

—¿Desapareció? —dijo Frankley—. Pensaba que me habías dicho una vez que se perdió en el mar.

—Desapareció —dijo Lowdham—. Fue una extraña historia, porque cuando su barco se desvaneció en el Atlántico no había ninguna tormenta. Fue en 1947, el mes que viene hará cuarenta años. No dio ninguna señal (y en cualquier caso nunca quiso utilizar la radio). No dejó rastro alguno, no hubo ninguna noticia. El barco se llamaba La Éarendel.[101] Un extraño asunto.

—Los mares eran bastante peligrosos en aquella época, ¿no? —dijo Stainer—. ¿No estaban sembrados de minas?

—Nunca se encontró ningún resto —dijo Lowdham—. Ése fue el final de La Éarendel: un extraño nombre, y un extraño final. Pero mi padre tenía gustos extraños para los nombres. El mío [110] es Alwin Arundel, uno bastante pronunciable, por respeto a la prudencia y a mi madre, creo. Los nombres que él escogió eran Ælfwine Éarendel.

»Una de las pocas conversaciones que recuerdo haber tenido con él tuvo lugar justo antes de que partiera por última vez. Le había suplicado que me dejara acompañarlo, y él había dicho NO, por supuesto. —¿Cuándo podré ir? —pregunté.

»—Todavía no, Ælfwine —dijo—. Todavía no. En algún momento, tal vez. O tendrás que seguirme.

»Fue entonces cuando salió el tema de mi nombre. —Lo modernicé —dijo—, para evitar problemas. Pero mi barco tiene el nombre verdadero. No tiene nada que ver con Sussex,[102] sino con unas orillas mucho más lejanas. Muy lejanas, en verdad. En estos días un hombre tiene más libertad cuando pone nombre a su barco que cuando se lo pone a su hijo. Y hay pocos hombres que no tengan ninguno de los dos para darle nombre.

»Partió el día siguiente. Estaba loco por regresar al mar, porque había permanecido en tierra durante la Guerra de los Seis Años,[103] desde el verano de 1939 en adelante, excepto cuando Dunkirk en 1940, creo. Era demasiado viejo —tenía cincuenta años cuando estalló la guerra— y yo sólo tenía uno, pues se había casado tarde, demasiado mayor, y apuesto a que era también demasiado libre e indomable para conseguir un trabajo en particular, y estaba muy inquieto. Sólo llevó tres marineros con él,[104] creo, pero por supuesto no sé de dónde los sacó o cómo consiguieron partir en aquellos días de tiranía. Supongo que desaparecieron de manera ilegal, de alguna manera. Adónde fueron, no lo sé. No creo que tuvieran la intención de regresar. En cualquier caso, yo nunca volví a verlo.

—Todavía no veo la relación de esa hebra —dijo Guildford.

—¡Espera un poco! —dijo Ramer—. Hay una relación, o al menos así lo creemos. Lo hemos hablado. Será mejor que dejes que Arundel siga hablando.

—Bueno… tan pronto como se fue… yo sólo tenía nueve años en ese entonces, como he dicho antes, y nunca me había preocupado mucho por los libros, y menos por las lenguas, algo normal a esa edad. Sabía leer, por supuesto, pero rara vez lo hacía… tan pronto como mi padre se fue, y supimos que era para siempre, empecé a interesarme por las lenguas, sobre todo [111] por inventarlas (pensaba yo). Después de un tiempo me acostumbré a aventurarme en su estudio, abandonado como estaba, igual que cuando él estaba vivo.

»Allí aprendí un montón de cosas raras de un modo poco metódico, y encontré una especie de diario o de notas en una extraña escritura. No sé lo que ocurrió con él cuando murió mi madre. Entre los papeles que llegaron a mis manos sólo encontré una hoja. La he conservado durante años, y a menudo he intentado leerla, sin conseguirlo, pero ahora está extraviada. Tenía unos catorce o quince años cuando me aficioné especialmente al anglosajón, no sé por qué. Me gustaba el estilo de las palabras, creo. Lo que me atraía no era tanto lo que estaba escrito como el aroma de las palabras. Pero la primera vez que me introduje en él fue para averiguar más cosas sobre los nombres, aunque no tuve mucho éxito.

»¿Éadwine amigo de la fortuna? ¿Ælfwine amigo de los elfos? Eso es lo que da su traducción literal, más o menos. Aunque, como la mayoría de vosotros sabréis (excepto el pobre Philip), los dos componentes son bastante convencionales, y no puede sacarse gran cosa de su significado literal.

—Pero originalmente debían de tener un significado —dijo Ramer—. El hábito de juntar, aparentemente al azar, dos miembros de una lista de principios y finales, dando Lanza-paz y Paz-lobo y ese tipo de cosas, debe de haber sido un cambio posterior, una especie de heráldica verbal agotada. Ælfwine es una de las combinaciones. Se da fuera de Inglaterra, ¿verdad?

—Sí —dijo Lowdham—. Igual que Éadwine. Pero ninguno de los muchos Ælfwines que hay registrados me pareció muy apropiado: Ælfwine, nieto del rey Alfredo, por ejemplo, que cayó en la gran victoria de 937; o el Ælfwine que cayó en la famosa derrota de Maldon, y tantos otros; ni siquiera el Ælfwine de Italia, es decir, Albuin hijo de Auduin, el severo longobardo del siglo sexto.[105]

—No olvides la conexión de los longobardos con el Rey Sheaf[106] —dijo Markison, que empezaba a mostrar signos de interés.

—No la olvido —dijo Lowdham—. Pero hablaba de mis primeras investigaciones, cuando era niño.

—Ni la repetición de la secuencia: Albuin hijo de Auduin; Ælfwine hijo de Éadwine; Alwin hijo de Edwin —dijo Ramer.[107] [112]

—Probablemente imitando deliberadamente la conocida historia de Rosamunda[108] —objetó Philip Frankley—. El padre de Arry debía de conocerla. Y eso basta para explicar los nombres de Alwin y Ælfwine cuando hablas de una familia de filólogos nórdicos.

—Quizá, ¡oh Amigo de los Caballos de Macedonia![109] —dijo Lowdham—. Pero eso no tiene nada que ver con Éarendel. No hay mucho que averiguar al respecto en anglosajón, aunque el nombre es correcto. Algunos suponen que en realidad era el nombre de Orión, o de Rigel.[110] Un rayo, un resplandor, la luz de la aurora: así dicen las glosas.[111]

Éalá Éarendel engla beorhtost

ofer middangeard monnum sended!,

cantó. «¡Salve Éarendel, el más brillante de los ángeles, por sobre la tierra media enviado a los hombres!». Cuando encontré esta cita en el diccionario sentí un curioso estremecimiento, como si algo se hubiera agitado dentro de mí, medio despertándose del sueño. Había algo muy remoto, extraño y hermoso detrás de esas palabras, que quizá pudiera comprender, mucho más allá del inglés antiguo.

»Ahora sé más, por supuesto. La cita procede del Crist, aunque no se sabe con certeza lo que quería decir el autor.[112] Queda muy bien en su contexto. Sin embargo, no creo que sea ninguna irreverencia decir que posiblemente su curiosa cualidad conmovedora proceda de algún mundo más antiguo.

—¿Por qué iba a ser irreverente? —dijo Markison—. Aun cuando las palabras se refieran a Cristo, por supuesto que proceden de un mundo pre-cristiano más antiguo, como el resto de la lengua.

—Cierto —dijo Lowdham—, pero Éarendel me parece una palabra especial. No es anglosajón,[113] mejor dicho, no es sólo anglosajón, sino alguna otra cosa mucho más antigua.

»Creo que se trata de un caso notable de coincidencia o congruencia lingüística. Estas cosas suceden, naturalmente. Quiero decir, en dos lenguas diferentes, muy poco relacionadas entre sí, y donde no es posible que haya préstamos de una a otra, encuentras palabras muy similares tanto en sonido como en significado. Por lo general el hecho se toma por una casualidad [113] y se olvida, y supongo que algunos de los casos no son significativos. Pero apuesto a que en ocasiones pueden ser el resultado de un proceso oculto de creación de símbolos que llega a conclusiones similares a través de caminos diferentes. Sobre todo cuando el resultado es hermoso y el significado poético, como en el caso de Éarendel.

—Si he entendido bien —dijo Markison—, supongo que estás intentando decir que has descubierto Éarendel, o algo parecido, en alguna otra lengua que no tiene ninguna relación con el anglosajón y estás desechando todas las otras formas del nombre que aparecen en las lenguas más antiguas relacionadas con el inglés. Aunque una de ellas, Auriwandalo, está registrada como un nombre longobárdico, creo. Es extraño el modo en que los longobardos surgen sin cesar, inesperadamente.

—Sí —dijo Lowdham—, pero eso no me interesa de momento. Porque lo que quiero decir es que he oído éarendel con frecuencia, o para ser exactos ëarendil, e-a-r-e-n-d-i-l, en otra lengua, en la que de hecho significa Gran Marinero, o literalmente Amigo del Mar; aunque también tiene, creo, alguna relación con las estrellas.

—¿Qué lengua es ésa? —preguntó Markison, frunciendo el ceño—. Ninguna que yo haya encontrado, creo. (Markison ha «encontrado» o ha estudiado superficialmente unas cien lenguas en su vida).

—No, supongo que no la has encontrado nunca —dijo Lowdham—. Se trata de una lengua desconocida. Pero será mejor que lo explique.

»Cuando desapareció mi padre empecé a tener experiencias extrañas, y he seguido teniéndolas todos estos años, cada vez un poco más claras: visitas de fantasmas lingüísticos, podría decirse. Sí, eso. No soy vidente. Por supuesto, tengo sueños pictóricos, como la demás gente, pero sólo de los que Ramer llamaría marginales, pocos y breves. Lo que en cualquier caso significa que si veo cosas no las recuerdo. Pero desde que tenía diez años oigo palabras, a veces incluso frases, tanto en sueños como despierto. Me vienen a la mente espontáneamente, o me despierto para oírme repetirlas. A veces parecen bastante aisladas, sólo palabras o nombres. A veces algo parece “cortarme el sueño”,[114] como mi madre solía decir: los nombres parecen estar [114] extrañamente relacionados con cosas que he visto despierto, de pronto, en algún estado pasajero o a alguna luz efímera que me transporta a alguna región diferente del pensamiento o la imaginación. Como la Camera aquella noche de marzo, Ramer, no sé si te acuerdas.

»Una vez, mirando una foto de una montaña en forma de cono que se alzaba en unas tierras altas arboladas, me oí gritar: “¡Desolado está Minul-Tarik, el Pilar del Cielo está abandonado!”, y supe que era algo horrible. Pero lo más ominoso de todo son las Águilas de los Señores del Oeste. Me perturban horriblemente cuando las veo. Podría… podría… creo que podría contar alguna gran historia sobre Numenor.

»Pero estoy yendo demasiado rápido. Transcurrió mucho tiempo antes de que empezara a unir los fragmentos. La mayoría de estas “palabras fantasmas” son, y siempre lo fueron, aparentemente casuales, como las palabras que ves en un diccionario cuando estás buscando alguna otra cosa. Empezaron a llegar, como he dicho antes, cuando tenía unos diez años, y casi en seguida empecé a apuntarlas. Toscamente al principio, por supuesto. Por lo general, aun a la gente adulta le cuesta escribir las palabras más simples que nunca ha visto, a menos que posea algún tipo de conocimiento fonético. Pero todavía conservo algunos de los cuadernillos mugrientos que utilicé cuando era pequeño. Son una mezcla muy poco metódica, naturalmente, porque sólo me preocupaba por esas cosas de vez en cuando. Pero más tarde, cuando crecí y tuve una experiencia lingüística un poco mayor, empecé a tomarme en serio mis “fantasmas” y advertí que eran algo muy diferente al juego de intentar inventar lenguas privadas.

»En cuanto empecé a buscarlos, por decirlo de alguna manera, los fantasmas empezaron a llegar con más frecuencia y claridad, y cuando hube apuntado una gran cantidad advertí que no todos eran del mismo tipo: tenían diferentes estilos fonéticos, estilos tan distintos como por ejemplo el latín y el hebreo. Si esto parece un poco demasiado complicado, pido disculpas. No puedo evitarlo, y si creéis que el asunto no merece la pena será mejor que vaya directo al grano.

»Bueno, para empezar advertí que una gran cantidad de esos fantasmas eran anglosajón o algo parecido. Clasifiqué lo [115] que quedaba en dos listas, A y B, según el estilo, con una tercera lista que hacía de cajón de sastre para las palabras extrañas que no parecían adecuarse a ninguna parte. Pero lo que de veras me atraía era la lengua A: me gustaba, simplemente. Todavía es mi preferida.

—En ese caso debes de haber inventado muchas cosas ya —dijo Stainer—. ¿No tienes una Gramática y diccionario de la lengua A de Lowdham que pasarnos? No me importaría echarle un vistazo, si no está en alguna horrible escritura fonética.

Lowdham lo miró fijamente, pero contuvo la explosión que parecía inminente. —No comprendes lo esencial porque no quieres ¿verdad? —dijo—. Estoy intentando decir que no creo que todo esto sea «inventado», al menos no por mí.

»Toma el anglosajón, para empezar. Es la única lengua conocida que me ha llegado de esta manera, y ese hecho es extraño en sí mismo. Y empezó a llegarme antes de que la conociera. Sólo supe que era anglosajón después de empezar a aprenderla en los libros, y entonces tuve la curiosa experiencia de encontrarme con que ya conocía muchas de las palabras. Bueno, hay numerosas palabras fantasmas escritas en mis primeros cuadernos de la infancia que sin duda son los intentos de un principiante por escribir palabras en inglés antiguo con letras modernas. Está wook, woak, woof = torcido, por ejemplo, que evidentemente son un primer intento de poner por escrito el woh anglosajón.

»Y en cuanto a lo demás, A, la lengua que más me gusta, es la lista más corta. ¡Cómo me gustaría saber más de ella! Pero no está bajo mi control, Stainer. No es uno de mis idiomas inventados. He inventado dos o tres, y están lo más completos que probablemente llegarán a estar algún día, pero eso es muy distinto. Bueno, es evidente que lo mejor será que abrevie la biografía y dé un salto hasta el presente.

»Ahora estoy seguro de que las lenguas A y B no tienen nada que ver con ninguna lengua que conozca, o que haya encontrado en los libros de una manera ordinaria. Hasta el punto en que una lengua basada en dos docenas de sonidos aproximadamente, como A, puede evitar similitudes accidentales con otras lenguas, no tiene nada que ver. Y tampoco tienen nada que ver con mis invenciones. La lengua B es bastante diferente de mi [116] estilo propio. La lengua A concuerda considerablemente con mis gustos (es posible que tuviera que ver con su formación), pero es independiente de mí: no puedo “inventármela” como tú dices.

»Cualquiera que haya dedicado (o malgastado) algún tiempo a componer una lengua me comprenderá. Los otros quizá no. Pero cuando inventas una lengua eres libre, demasiado libre. Es difícil unir un significado con una estructura de sonidos determinada, y todavía más difícil unir una estructura de sonidos con un significado determinado. Digo unir. No quiero decir que no puedas asignar formas o significados de un modo arbitrario, como quieras. Por ejemplo, estás buscando una palabra para cielo. Bueno, llámalo jibberjabber, o cualquier otra cosa que se te ocurra sin tener en cuenta el gusto o el arte lingüístico. Pero eso es confeccionar un código, no crear una lengua. Encontrar una relación satisfactoria de sonido y significado, es decir, perdurable, es algo muy distinto. Cuando sólo estás inventando el placer o la diversión radican en el momento de la invención; pero como tú eres el amo tus caprichos son ley, y es posible que quieras divertirte otra vez, de nuevo. Tienes tendencia a estar siempre perdiendo el tiempo con detalles insignificantes, alterando, refinando, vacilando, de acuerdo con tu temperamento lingüístico y con la evolución de tus gustos.

»No es ése el caso de mis palabras fantasmas. Llegaron ya compuestas: sonido y significado unidos. No puedo perder el tiempo con vacilaciones, igual que no puedo dudar si alterar el sonido o el significado de la palabra polis en griego. Muchas de mis palabras fantasmas se han repetido, una y otra vez, a lo largo de los años. Lo único que cambia es mi forma de escribirlas. Las palabras no. Perduran, inalteradas, inalterables para mí. En otras palabras, tienen el efecto y el sabor de las lenguas reales. Pero uno puede tener preferencias entre las lenguas reales, y como he dicho antes mi favorita es la A.

»Tanto A como B están relacionadas de algún modo con el nombre Numenor. La lista de cajón de sastre ha crecido considerablemente con el transcurso de los años, y ahora puedo ver que, entre otro material indefinido, contiene una gran cantidad de ecos de formas posteriores de lenguas derivadas de A [117] y B. Las lenguas numenoreanas son antiguas, muy antiguas, arcaicas; para mí tienen el aroma de un Mundo Antiguo. Las otras cosas están gastadas, alteradas, modificadas por la pérdida y la amargura de estas costas de exilio. —Pronunció estas últimas palabras en un tono extraño, como si hablara para sí mismo. Luego su voz bajó poco a poco hasta que guardó silencio.

—Todo esto me parece difícil de seguir, o de digerir —dijo Stainer—. ¿No podrías ofrecernos algo un poco más claro, algo mejor de asir que este álgebra de A y B?

Lowdham alzó la vista de nuevo. —Sí —dijo—. No os molestaré con los últimos ecos. Los encuentro en movimiento, de algún modo, y técnicamente instructivos: empiezo a discernir las leyes o líneas de su evolución según el mundo envejecía; pero eso no le quedaría claro ni a un filólogo si no es por escrito y con largas listas paralelas.

»Pero tomemos el nombre Numenore o Numenor (aparecen ambas formas), para empezar. Pertenece a la lengua A. Significa Oesternesse, y está compuesto de nume “oeste” y nore “pueblo” o “país”. Pero en B el nombre es Anadune, y su gente son llamados Adunaim, de la palabra B adun “oeste”. La misma tierra, o eso creo, tiene otro nombre: en A Andore y en B Yozayan,[115] y ambos significan “Tierra del Don”.

»Al parecer, las dos lenguas no están relacionadas. Pero hay algunas palabras que son iguales o muy similares en ambas. La palabra para “cielo” o “los cielos” es menel en la Lengua A y minil en B, una forma que aparece en Minul-tarik “Pilar del Cielo”, que acabo de mencionar. Y al parecer hay alguna relación entre la palabra A Valar, que parece significar algo así como “Los Poderes”, o quizá “dioses”, como diríamos nosotros, y el plural Avalloim y el topónimo Avalloni de B. Aunque se trata de un nombre B, es con él, extrañamente, con lo que asocio la Lengua A; así que si queréis libraros del álgebra, podéis llamar a A Avalloniano, y a B Adunaico. Es lo que yo hago.

»El nombre Ëarendil, por cierto, pertenece al Avalloniano y contiene ëare “el mar abierto” y la raíz ndil “amor, devoción”. Esto puede parecer un poco extraño, pero muchas raíces avallonianas empiezan con nd, mb, ng y pierden la d, b o g cuando están solas. El nombre adunaico correspondiente, que al parecer [118] significa exactamente lo mismo, es Azrubel. Un gran número de nombres parecen tener formas dobles similares, casi como si un mismo pueblo hablara dos lenguas. En ese caso, supongo que la situación podría compararse con el uso, por ejemplo, del chino en Japón, o de hecho del latín en Europa. Como si un hombre pudiera llamarse Godwin, y también Theophilus o Amadeus. Pero aun así, en algún punto de la historia deben de aparecer dos pueblos diferentes.

»Bueno, ahí lo tenéis. Espero que no todos os hayáis aburrido. Podría daros largas listas de otras palabras. Palabras, palabras, la mayoría sólo eso. En su mayor parte son nombres con significado, como Isil y Nilu para la Luna; hay menos adjetivos, todavía menos verbos y sólo de vez en cuando frases conectadas. Me gustan estas lenguas, aunque sólo son fragmentos de algún libro olvidado. Ambas me parecen curiosamente atractivas, pero el Avalloniano está más próximo a mi corazón. El Adunaico con su, bueno, con su aroma semítico está más próximo a nuestro mundo, de algún modo. Pero el Avalloniano me parece hermoso, en su estilo simple y eufónico. Y me parece más augusto, más antiguo y, bueno, sagrado y litúrgico. Solía llamarlo Latín de los Elfos. Sus ecos te transportan lejos de aquí. Muy lejos. Lejos de la Tierra Media, supongo. —Hizo una pausa, como si escuchara—. Pero no sabría explicar exactamente lo que quiero decir con eso —concluyó.

Hubo un breve silencio, y entonces habló Markison. —¿Por qué lo llamabas Latín de los Elfos?[116] —preguntó—. ¿Por qué Elfos?

—No lo sé muy bien —respondió Lowdham—. Me parece la palabra inglesa más adecuada. Pero lo cierto es que no quiero decir elfo en ninguno de sus antiguos sentidos post-shakespearianos. Algo más poderoso y majestuoso. No sé exactamente qué. De hecho es una de las cosas que más me gustaría descubrir. ¿A qué se refiere el ælf de mi nombre?

»¿Recordáis que dije que el anglosajón solía llegarme mezclado con otras cosas extrañas, como si tuviera alguna relación especial con ellas? Bueno, aprendí anglosajón en los libros ordinarios más tarde: empecé a estudiarlo como es debido a los quince años, y eso confundió el asunto. Sin embargo, es extraño que, aunque encontré la mayoría de las palabras allí, esperándome [119] en los vocabularios y diccionarios impresos, había algunas —y todavía me vienen de vez en cuando— que no estaban. Tíwas,[117] por ejemplo, que al parecer se empleaba como equivalente del avalloniano Valar, y Nówendaland[118] en lugar de Numenore. Y otros nombres compuestos, además, como Fréafíras,[119] Regeneard[120] y Midswípen.[121] Algunos estaban en una forma muy arcaica, como hebaensuil “pilar del cielo”, o frumaeldi; o muy antigua en verdad, como Wihawinia.[122]

—Es horrible —dijo Frankley—. Aunque supongo que debería estar agradecido de que al menos el Valhalla y las valkirias no hayan hecho su aparición aún. Pero será mejor que vayas con cuidado, Arry. Todos los que estamos aquí somos amigos y no te traicionaremos, pero te meterás en problemas si tiras de tu manta arcaica y privada delante de tus pendencieros rivales filológicos. A menos que respaldes sus teorías, por supuesto.[123]

—No tienes por qué preocuparte —dijo Lowdham—. No tengo la intención de publicarlo. Y, en cualquier caso, no hay nada que sea muy controvertido. Al fin y al cabo, el anglosajón está muy próximo a nosotros, en lugar y en tiempo, y ha sido muy trabajado: no hay mucho margen para grandes errores, ni siquiera en la pronunciación. Lo que he oído es más o menos lo que la doctrina aprendida me llevaría a esperar. Excepto en un punto: ¡es tan lento! Comparados con nosotros, gente urbana y ruidosa, los granjeros y marineros del pasado pronunciaban, saboreaban las palabras como la carne, el vino y la miel en la lengua. Sobre todo cuando declamaban. Hacían poemitas de versos majestuosamente sonoros: como el trueno moviéndose en un viento lento, o los pasos pesados de los acompañantes del féretro de un rey. Nosotros pronunciamos las cosas atropelladamente. Pero ni siquiera esto es nuevo para los filólogos, en teoría, aunque la realización de una lengua en sonidos es algo para lo cual la teoría no te puede preparar. Y, por supuesto, los filólogos estarían muy interesados en mis ecos de un inglés muy arcaico, aun de un germánico muy primitivo, si fuera posible hacerles creer que son verdaderos.

»Aquí tengo un pedazo que podría intrigarlos. Tiene una forma muy antigua, aunque empleo una notación menos horrorífica que la habitual. Pero será mejor que lo veáis. —Se sacó del bolsillo varios trozos de papel y nos los pasó; [120]

westra lage wegas rehtas, wraikwas nu isti.

»Esto me llegó hace años,[124] mucho antes de que pudiera interpretarlo, y se ha repetido constantemente en varias formas:

westra lage wegas rehtas, wraikwas nu isti.

westweg wæs rihtweg, wóh is núþa

y así una y otra vez, en muchos pedazos y ecos de sueños, desde lo que parece ser un germánico muy antiguo hasta el inglés antiguo.

un camino recto llevaba al oeste, ahora está curvo.

Parece la clave de algo, pero todavía no sé de qué. Estaba hurgando en un Onomasticon,[125] absorto en la lista de Ælfwines, cuando creí oír y ver el fragmento más grande que me ha llegado de ese modo. Sí, dije que no era vidente, pero el anglosajón a veces es una excepción. No veo imágenes, sino letras: algunas de las palabras y sobre todo algunos de los fragmentos de poemas parecen estar presentes para los ojos de la mente además de para el oído, como si, en algún momento, en algún lugar, los hubiera visto escritos y pudiera recordar casi cada página. Si miráis los papeles que os he dado lo veréis escrito. Me llegó cuando sólo tenía dieciséis años, antes de que hubiera leído ningún poema antiguo; pero se me pegaron los versos y los puse por escrito tan bien como pude. Las formas arcaicas me interesan ahora en tanto que filólogo, pero así es cómo me llegaron, y así están escritas en mi cuaderno con fecha del uno de octubre de 1954. Fue una noche con viento: recuerdo cómo aullaba alrededor de la casa, y el sonido distante del mar.

Monath módaes lust mith meriflóda

forth ti foeran thaet ic feorr hionan

obaer gaarseggaes grimmae holmas

aelbuuina eard uut gisoecae.

Nis me ti hearpun hygi ni ti hringthegi

ni ti wíbae wyn ni ti weoruldi hyct

[121]

ni ymb oowict ellaes nebnae ymb ýhta giwalc.

Ahora me suena casi como mi propio padre hablando a través de los mares grises del mundo y el tiempo:

El deseo de mi alma por sobre los torrentes del mar

me empuja a viajar, a buscar en la lejanía

por sobre las terribles y antiguas montañas de agua

la isla de los Amigos de los Elfos en el Mundo Exterior.

Porque no tengo corazón para el arpa, no tengo mano para el oro,

deleite en ninguna esposa, esperanza en el mundo:

un deseo tan solo, el del estruendo de las olas.

»Por supuesto, ahora sé que estas líneas son muy similares a los versos de la mitad de El navegante, tal como se conoce a ese extraño y antiguo poema de anhelo. Pero no son iguales. En el texto conservado en el manuscrito dice elþéodigra eard “la tierra de los extraños”, no aelbuuina o ælfwina (como se habría escrito después) “de los Ælfwines, los Amigos de los Elfos”. Creo que el mío es probablemente un texto mejor y más antiguo —al menos la forma y la escritura es mucho más antigua— pero apuesto a que tendría problemas, como dice Pip, si lo publicara en una “revista seria”.[126]

»Sólo hace poco tiempo recibí los ecos de otros versos que no aparecen en absoluto entre los fragmentos conservados de los versos ingleses más antiguos.[127]

Þus cwæð Ælfwine Wídlást Éadwines sunu:

Fela bið on Westwegum werum uncúðra,

wundra and wihta, wlitescéne land,

eardgeard ælfa and ésa bliss.

Lýt ænig wát hwylc his langoð síe

þám þe eftsíðes eldo get$feð.

»Así habló Ælfwine el Gran Viajero, hijo de Éadwine:

Hay muchas cosas en el oeste del mundo desconocidas para los hombres; maravillas y criaturas extrañas, [una tierra hermosa de contemplar], la morada de los Elfos y la beatitud de los Dioses. Poco sabe el hombre del anhelo de aquél a quien la vejez impide el regreso. [122]

»Creo que mi padre partió antes de que la Vejez se lo impidiera. Pero ¿qué pasa con el hijo de Éadwine?

»Bueno, eso es lo que tengo que decir de momento. Es posible que cuente algo más después. Estoy trabajando en el material, tanto como me lo permiten mis obligaciones, y pueden pasar cosas. Que no os quepa la menor duda de que os lo haré saber, si así es. Porque ahora que habéis soportado tanto, supongo que querréis saber más noticias, si ocurre algo interesante. Si te sirve de consuelo, Philip, creo que tarde o temprano nos libraremos del anglosajón.

—Si te sirve de consuelo, Arry —dijo Frankley—, por primera vez en tu vida de orador has logrado interesarme un poco.

—¡Cielos! —dijo Lowdham—. ¡Entonces debe de estar pasando algo muy extraño! ¡Dios mío! Dadme de beber y cantaré, como solían decir los trovadores.

Fil me a cuppe of ful gode ale,

for longe I have spelled tale!

Nu wil I drinken or I ende

that Frenche men to helle wende![128]

La canción fue interrumpida por Frankley. Al cabo pareció volver la paz, con la única baja de una silla. El resto de la velada no sucedió nada, bueno o malo.

AAL. MGR. WTJ. JM. RD. RS. PF. JJ. JJR. NG.

Noche 67

Noche 67. Jueves, 12 de junio de 1987.[129]

Nos reunimos en las habitaciones de Ramer en el Jesus College. Éramos ocho, incluyendo a Stainer y a Cameron y a todos los habituales excepto a Lowdham. Hacía mucho calor y el ambiente era bochornoso, y estábamos cerca de la ventana, mirando al patio interior, hablando de cosas varias y esperando oír llegar a Lowdham; sin embargo, transcurrió una hora y todavía no había señales de él.

—¿Has visto a Arry últimamente? —preguntó Frankley, dirigiéndose a Jeremy—. Yo no. Me pregunto si vendrá esta noche.

—No sabría decirlo —dijo Jeremy—. Ramer y yo lo vimos mucho en los primeros pocos días después de la última reunión, pero ahora hace tiempo que no sé nada de él. [123]

—Me pregunto qué habrá estado haciendo. Dicen que canceló sus conferencias la semana pasada. Espero que no esté enfermo.

—No creo que debas inquietarte por tu pequeño Amigo de los Elfos —dijo Dolbear—. Tiene un cuerpo y una constitución que harían retroceder a una apisonadora, si chocara con él. ¡Y no te preocupes por su salud mental! Está haciendo trabajar a su cerebro y no creo que eso le haga daño. Haga lo que haga, le hará menos daño que seguir taponándolo. Pero lo que es… bueno, todavía estoy tan perdido como el viejo Edwin Lowdham.

—Hundido, de hecho —dijo Stainer—. Supongo que fue un violento ataque de invención literaria reprimida, y que cuanto antes saque a la luz una gramática adunaica mejor será para todos.

—Tal vez —dijo Ramer—. Pero puede sacar a la luz muchas otras cosas además. ¡Ojalá viniera!

En ese momento se oyeron unos ruidosos pasos, pesados y rápidos, en las escaleras de madera de abajo. Hubo un golpe en la puerta y entró Lowdham.

—¡Tengo algo nuevo! —gritó—. Algo más que simples palabras. ¡Verbos! ¡Sintaxis, al fin! —Se sentó y se enjugó el rostro.

—¡Verbos! ¡Sintaxis! ¡Hurra! —se burló Frankley—. ¡Qué emocionante!

—No intentes iniciar una competición equina, ¡oh Amante de los Caballos![130] —dijo Lowdham—. Hace demasiado calor. ¡Escuchad!

»El tiempo ha estado muy sofocante y tormentoso últimamente y no he podido dormir, una novedad muy molesta para mí, y empecé a tener un dolor de cabeza enloquecedor. Así que me marché unos pocos días a la costa occidental, a Pembroke. Pero las Águilas vinieron del Atlántico y hui. Cuando regresé seguía sin poder dormir y el dolor de cabeza empeoró. Y entonces anoche caí en un sueño profundo y oscuro, y conseguí esto. —Nos mostró un manojo de papeles—. No he despertado hasta las doce del mediodía, y tenía la cabeza llena de palabras. Empezaron a desaparecer con rapidez en cuanto abrí los ojos, pero las apunté tan pronto como pude. [124]

»Desde entonces he estado trabajando en el material en cada momento y he realizado seis copias, porque estaréis de acuerdo conmigo en que merece la pena echarle un vistazo. Pero vosotros nunca podríais seguirlo sin algo que mirar. ¡Y aquí está!

Nos pasó varias hojas de papel que contenían palabras extrañas en una letra grande y clara, escritas con una de las grandes plumas espesas que tanto le gustan a Lowdham. Bajo la mayoría de las palabras había glosas a tinta roja.[131]

I [III]

(A)

O
sauron
túle
nukumna
lantaner
turkildi
y
?
llegó
humillado
cayó
?
nuhuinenna
tar-kalion
ohtakáre
valannar  …
bajo la sombra
?
hizo la guerra
a los Poderes  …
númeheruvi
arda
sakkante
lenéme
ilúvatáren  …
Señores-del-Oeste
Tierra
viven
con permiso de
?   …
ëari
ullier
ikilyanna
númenóre
ataltane
mares
se derramarán
en el abismo
Numenor
caerá

(B)

Kado
zigurun
zabathan
unakkha
eruhinim
y así
?
humillado
él-llegó
?
dubdam
ugru-dalad
ar-pharazonum
azaggara
cayó
?sombra bajo
?
se oponía
avaloiyada
barim
an-adun
yurahtam
daira
contra los Poderes
Señores
del-Oeste
rompieron
Tierra
saibeth-ma
eruvo
azriya
du-phursa
akhasada
aprueban
?-de
mares
para-caer
en el abismo
anadune
ziran
hikallaba
bawiba
dulgi
Numenor
amada
ella-cayó
vientos
negros
balik
hazad
an-nimruzir
azulada
barcos
siete
de ?
hacia el este

II

(B)

Agannalo
buroda
nenud
zaira
nenud
Sombra de muerte
pesada
sobre-nosotros
anhelo
en-nosotros

[125]

adun
izindi
batan
taido
ayadda:
ido
oeste
recto
camino
antaño
iba
ahora
katha
batina
lokhi
todos
los caminos
torcidos

(A)

Vahaiya
sín
Andóre
muy lejos
ahora (está)
Tierra del Don

(B)

Ephalak
idon
Yozayan
muy lejos
ahora (está)
Tierra del Don

(B)

Ephal
ephalak
idon
hi-Akallabeth
lejos
muy lejos
ahora (está)
La-que-ha-caído

(A)

Haiya
vahaiya
sín
atalante.
lejos
muy lejos
ahora (está)
la Sepultada.[132]

—Aquí tenemos dos lenguas —dijo Lowdham—, el Avalloniano y el Adunaico, que he llamado A y B. Por supuesto, las he escrito con una ortografía propia. El Avalloniano tiene una estructura fonética simple que a mí me recuerda a una campana, pero mientras ponía todo esto por escrito creía sentir que en realidad no se escribía así. Nunca había tenido esa sensación antes, pero esta mañana he atisbado una escritura muy distinta, aunque no pude visualizarla con claridad. Supongo que el Adunaico también empleaba una escritura muy similar.

»“Me parece que son pasajes extraídos de algún libro”, me dije. Y de repente recordé los curiosos caracteres del manuscrito de mi padre. Pero eso puede esperar. He traído la hoja.

»Todo esto no son más que oraciones fragmentarias, por supuesto, y no es ni mucho menos todo lo que he oído, pero sí todo lo que pude captar y poner por escrito. El texto I es bilingüe, aunque las dos versiones no son idénticas y la B es un poco más larga. Si son tan similares es porque oí la versión A, una oración por vez, con la versión B inmediatamente después, en la misma voz, como si alguien estuviera leyendo un antiguo libro y traduciéndolo poco a poco para su audiencia. Entonces hubo un gran hueco oscuro, o una imagen de confusión y oscuridad en que los ecos de las palabras se perdieron en un ruido de vientos y olas.

»Y luego oí una especie de lamento o canto, del que he [126] escrito todo lo que puedo recordar ahora. Veréis que el orden está cambiado al final. Había dos voces, una cantando en A y la otra en B, y el canto siempre terminaba como lo he apuntado: A B B A. La última palabra era siempre Atalante. Soy incapaz de explicaros lo terriblemente conmovedor que era. Todavía siento el peso de una gran pérdida, como si nunca pudiera ser feliz de nuevo en estas costas.

»No creo que haya palabras nuevas. Hay muchos detalles gramaticales interesantes pero no voy a molestaros con ellos, por interesantes que sean para mí; además, parecen haber hecho estallar algo en mi memoria, de modo que ahora sé más cosas que las que se dicen en los fragmentos. Veréis un montón de signos de interrogación, pero creo que el contexto (y a menudo la gramática) indica que se trata siempre de nombres o títulos.

»Tar-kalion, por ejemplo. Creo que es el nombre de un rey, porque he encontrado con frecuencia el prefijo tar en los nombres de los personajes importantes, y ar en el nombre adunaico correspondiente (según el sistema del que os hablé antes) es la raíz de la palabra que significa “rey”. Por otro lado, turkildi y eruhinim, aunque no cabe duda de que son equivalentes, no significan lo mismo. El primero significa, creo, “hombres altivos”, y el otro es bastante más asombroso, porque parece ser el nombre de Dios el Omnipotente con un final patronímico. De hecho, a no ser que me equivoque, significa “Hijos de Dios”. En verdad no tenía por qué haber marcado con una interrogación las palabras eruvo e ilúvatáren: no cabe la menor duda de que eruvo es el nombre sagrado Eru con un sufijo que significa “de”, y por tanto ilúvatáren significa lo mismo.

»Hay un punto que quizás os interese, después de lo que dijimos antes acerca de las coincidencias lingüísticas. Bueno, me parece acertado decir que estamos ante un relato o una leyenda de una catástrofe de la Atlántida.

—¿Por qué o? —dijo Jeremy—. Quiero decir, podría ser un relato y una leyenda. En realidad nunca abordasteis la cuestión que propuse en la primera reunión de este trimestre. Si retrocedierais en el tiempo ¿qué encontraríais, el mito confundiéndose con la historia o la historia confundiéndose con el mito? Alguien, no recuerdo quién, dijo una vez que la distinción entre [127] historia y mito podría no tener ningún sentido fuera de la Tierra. Yo pienso que en la Tierra era como mínimo mucho menos nítida, largo tiempo atrás. Quizá la catástrofe de la Atlántida fuera la línea divisoria.

—Podremos tratar esa cuestión mucho mejor cuando lleguemos al fondo de todo esto —dijo Lowdham—. Mientras tanto, hay un punto que vale la pena comentar. Dije «Atlántida» porque Ramer nos contó que él asociaba la palabra Numenor con el nombre griego. Bueno, pues resulta que aquí se nos dice que Numenor fue destruida, y terminamos con un lamento: lejos, muy lejos, ahora está Atalante. Atalante es evidentemente otro nombre de Numenor-Atlántida, pero sólo después de su caída. Porque en Avalloniano atalante es una palabra formada del modo habitual con una raíz común talat «caer, deslizarse»: aparece en el Texto I en una forma verbal enfática, ataltane «cayó arruinada», para ser exactos. Atalante significa, «La que ha caído». Así que los dos nombres se han aproximado, han alcanzado una forma muy similar por caminos por completo distintos. Al menos eso creo yo. Quiero decir, independientemente de las tradiciones que pueda haber detrás del Timeo de Platón,[133] el nombre que él utiliza, Atlántida, debe de ser el mismo «hija de Atlas» que se aplica a Calipso. Pero incluso eso conecta la tierra con una montaña considerada el pilar del cielo. ¡Minul-Tarik, Minul-Tarik! Muy interesante.

Se levantó y se estiró. —¡Al menos espero que a vosotros os lo parezca! Dios mío, qué calor y qué bochorno que hace. No es una buena velada para hacer lecturas. En cualquier caso, no puedo hacer nada más teniendo sólo esto y sin más palabras. Y necesito imágenes.

»Ojalá pudiera ver un poco además de oír, como tú, Ramer. O como Jerry. Él tuvo unos pocos atisbos de cosas extrañas, mientras trabajábamos juntos, pero no oye nada. Mis palabras parecen despertarle la visión, pero todavía no la tiene muy clara. Navíos con velas oscuras. Torres en costas bañadas por el mar. Batallas: espadas centelleantes pero silenciosas. Un gran templo con una cúpula.[134] Ojalá pudiera ver como él. Pero he hecho lo que he podido. Sauron. Zigurun. Zigur. No puedo imaginarme esos nombres. Pero la clave está ahí, creo. Zigur. [128]

—¡Zigur! —dijo Jeremy con una voz extraña.[135] Lo miramos: estaba sentado con los ojos cerrados y tenía el rostro muy pálido, perlado de sudor.

—¿Qué pasa, Jerry? —gritó Frankley—. ¡Abre la otra ventana, Ramer, y que corra más el aire! Creo que se prepara una tormenta.

—¡Zigur! —volvió a gritar Jeremy con una voz remota y tensa—. Hablaste de él no hace mucho tiempo, maldiciendo su nombre. ¿Es posible que lo hayas olvidado, Nimruzir?[136]

—Lo había olvidado —respondió Lowdham—. Pero ahora empiezo a recordar. —Guardó silencio y apretó los puños. Frunció el ceño, los ojos brillantes. Hubo un destello de luz a lo lejos, a través de la ventana, cada vez más oscura. Lejos, en el oeste, por encima de los tejados, el cielo se estaba oscureciendo. Llegó un rumor distante de trueno.

Jeremy gimió y dejó caer la cabeza hacia atrás.

Frankley y Ramer corrieron a inclinarse sobre él, pero no pareció darse cuenta. —Es la tormenta, quizá —dijo Frankley en voz baja—. Hace unos pocos minutos parecía estar bien, pero ahora tiene un aspecto horrible.

—Dejadlo en paz —gruñó Dolbear—. No le haréis ningún bien rondando a su alrededor.

—¿Quieres echarte en la cama? —preguntó Ramer—. ¿O prefieres que saque el coche y te lleve a casa?

—¿Te encuentras mal, viejo? —dijo Frankley.

—Sí —gimió Jeremy sin moverse—. Fatal. Pero no me molestéis. No me toquéis. ¡Ba kitabdahe![137] Sentaos. Hablaré dentro de un momento.

Hubo un silencio que pareció largo y pesado. Eran casi las diez y el cielo pálido del crepúsculo estival estaba salpicado de unas pocas estrellas débiles, pero la oscuridad avanzaba lentamente desde el Oeste. Grandes alas de sombra se extendían ominosas por sobre la ciudad. Las cortinas se agitaron, como presagiando el viento, y luego se quedaron inmóviles. Hubo un largo murmullo de trueno que terminó en un estallido.

Lowdham se erguía en pie en el medio de la habitación, mirando por la ventana con la vista inmóvil.

Narika ’nBari ’nAdun yanakhim[138] —gritó de repente, levantando los dos brazos—. ¡Las Águilas de los Señores del Oeste se acercan! [129]

Inmediatamente Jeremy empezó a hablar. —¡Ahora veo! —dijo—. Lo veo todo. Los barcos se han hecho a la mar al fin. ¡Maldita sea la hora! ¡Mirad, la montaña echa humo y la tierra tiembla!

Hizo una pausa y nosotros observamos, oprimidos como si fuera a cumplirse el destino. Las voces de la tormenta se aproximaban. Entonces Jeremy habló de nuevo.

—¡Maldito sea este momento y malditos sean los crueles consejos de Zigur! El Rey ha enviado todo su poder contra los Señores del Oeste. Las flotas de los Numenoreanos son como una tierra de muchas islas; los mástiles son como los troncos de un bosque; las velas son doradas y negras. La noche se acerca. Han marchado contra Avalloni con las espadas desnudas. Todo el mundo aguarda. ¿Por qué los Señores del Oeste no hacen ninguna señal?[139]

Hubo un relámpago de luz y un trueno ensordecedor.

—¡Mirad! La cólera negra viene sobre nosotros desde el Oeste. Las Águilas de los Poderes del Mundo se han levantado furiosas. Los Señores se han dirigido a Eru, y el destino del mundo ha cambiado.[140]

—¿No oís el viento que viene y el rugido del mar? —dijo Lowdham.

—¿No oís las alas de las Águilas, y los ojos como rayos, y las garras como horquillas de fuego? —dijo Jeremy—. ¡Mirad! El abismo se abre. El mar cae. Las montañas se desmoronan. ¡Urid yakalubim! —Se levantó inseguro, y Lowdham le tomó la mano y lo atrajo hacia sí, como para protegerlo. Juntos caminaron hasta la ventana y miraron afuera, hablándose en una lengua extraña. No pude evitar pensar en dos personas asomadas por el costado de un barco. Pero de pronto se volvieron con un grito, y cayeron de rodillas cubriéndose los ojos.

—La gloria ha caído a las aguas profundas —dijo Jeremy llorando.

—Las águilas todavía nos persiguen —dijo Lowdham—. El viento es como el final del mundo, y las olas son como montañas en movimiento. Nos dirigimos a la oscuridad.[141]

Hubo un rugido de trueno y un resplandor de relámpago en el norte, el sur y el oeste. La habitación de Ramer se encendió [130] con una luz abrasadora y se sacudió hasta quedar a oscuras. La luz eléctrica se había apagado. En la distancia había un murmullo como si se acercara un gran viento.

—Todo se ha desvanecido. ¡La luz ha desaparecido! —dijo Jeremy.

Con un gran latigazo la lluvia empezó a caer de pronto como cascadas del cielo, y un viento barrió la ciudad con salvajes alas de furia; su grito se alzó hasta convertirse en un estruendo ensordecedor. Cerca de donde estábamos oí, o creí oír, caer pesadamente una gran mole como una torre, desmoronándose con gran ruido. Antes de que pudiéramos cerrar la ventana con la fuerza de todas las manos presentes y echar las contraventanas detrás, las cortinas volaron por la habitación y el suelo se inundó.

En medio de toda la confusión, mientras Ramer buscaba una vela, Lowdham se dirigió a Jerry, que estaba encogido en la pared, y le tomó las manos.

—¡Vamos, Abrazan![142] —dijo—. Hay trabajo que hacer. Busquemos a nuestra gente y atendamos nuestro curso, antes de que sea demasiado tarde.

—Es demasiado tarde, Nimruzir —dijo Jeremy—. Los Valar nos odian. Sólo la oscuridad nos aguarda.

—Puede que detrás de ella haya un poco de luz. ¡Vamos! —dijo Lowdham, y tiró de él hasta levantarlo. A la luz de la llama vacilante de la vela que Ramer tenía ahora en la mano tembló rosa, lo vimos arrastrar a Jeremy hasta la puerta y empujarlo fuera de la habitación. Oímos sus pies tropezando ruidosamente mientras bajaban las escaleras.

—¡Se ahogarán! —dijo Frankley, dando unos pocos pasos, como para seguirlos—. ¿Qué diablos les pasa?

—El temor de los Señores del Oeste —dijo Ramer, y le temblaba la voz—. Será mejor que no los sigamos. Creo que su papel en la historia era escapar del mismo borde del Destino. ¡Déjales que escapen!

Y la reunión habría terminado en ese instante, de no ser por el hecho de que el resto de nosotros no podíamos enfrentarnos a la noche y no nos atrevíamos a marcharnos.

Durante tres horas permanecimos acurrucados a la débil luz [131] de las velas, mientras la mayor tormenta que recuerda cualquier hombre viviente rugía sobre nosotros: la terrible tempestad del 12 de junio de 1987,[143] que mató a más hombres, derribó más árboles, e hizo caer más torres, puentes y otras obras del Hombre que cien años de temporal.[P14]

Cuando al fin, de madrugada, la tormenta remitió y entre los harapos de su salvaje retirada el cielo empezaba a palidecer otra vez en el Este, la compañía se separó y nos marchamos lentamente, cansados y agitados, para vadear las calles inundadas y averiguar si nuestras casas y facultades todavía seguían en pie. Cameron no hizo ninguna observación. Me temo que la velada le había parecido aburrida.

Fui el último en partir. Cuando estaba en la puerta vi cómo Ramer tomaba una hoja de papel escrita y la metía en un cajón.[144]

—Buenas noches… o buenos días —dije—. Deberíamos estar contentos de que al menos no nos cayera un rayo o quedáramos atrapados cuando se desmoronó la facultad.

—¡Y tanto! —dijo Ramer—. No lo sé.

—¿Qué es lo que no sabes? —pregunté.

—Bueno, tengo la extraña sensación, Nick, o la sospecha, de que quizá nosotros ayudáramos a despertar algo, algo histórico o de un poderoso mundo de imaginación y recuerdo. Jeremy diría «tal vez ambas cosas». Me pregunto si no estaremos en algún otro peligro mayor.

—No te entiendo —dije—. Pero, en cualquier caso, supongo que no sabes si deben continuar. ¿No deberíamos detenerlos?

—¿Detener a Lowdham y a Jeremy? —dijo Ramer—. Ya no podemos hacerlo.

MGR. RD. PF. RS. JM. NG. Añadidos más tarde AAL. WTJ.

Noche 68

Noche 68. 26 de junio de 1987.

Nos reunimos en las habitaciones de Frankley. No acudió mucha gente: Frankley, Dolbear, Stainer y Guildford. [132]

No hay mucho que contar. La mayor parte de los miembros del Club, presentes o ausentes, estábamos ocupados con los exámenes de un modo u otro, agotados y más preocupados de lo habitual en esta época del año.

La tormenta había complicado bastante las cosas. Había ocurrido en la séptima semana, justo en medio de los exámenes finales y, entre otros muchos daños, los Examination Schools se habían visto afectados y el East School había quedado destruido.

—¡Qué época estamos teniendo, desde que el viejo Ramer recuperó la costumbre de asistir a las reuniones! —dijo Frankley—. ¡Notion Club! ¡Debería llamarse Conmoción Club! ¿Hay noticias de los Conmocionadores?

—¿Te refieres a Lowdham y Jeremy? —dijo Stainer—. ¡Promotores, diría yo! Nunca había visto nada mejor escenificado, y con Michael Ramer, como una especie de coro confabulado. ¡Lo hicieron maravillosamente bien!

—¡Maravillosamente! —dijo Dolbear—. Estoy admirado. ¡Pensad en la información meteorológica! ¡Soberbia! Previeron una tormenta que al parecer ninguna estación del mundo había previsto. Y la cronometraron estupendamente, además, para que concordara con lo que habían preparado. Da que pensar ¿verdad?, como dicen quienes nunca han tenido la experiencia. Y Ramer asegura que estaba atónito, completamente dominado por la sorpresa. Pienses lo que pienses de sus ideas, sería muy apresurado dar por supuesto que mentía. Él se toma muy en serio este asunto. «Esos dos son probablemente peligrosos», me dijo, y no se refería sólo a que estuvieran tomando el pelo al Club, Stainer.

—Hum. Es evidente que he hablado demasiado a la ligera —dijo Stainer, tocándose la barbilla—. Hum. Pero entonces ¿qué? Si no estaba preparado, fue una coincidencia extraordinaria.

—¡Extraordinaria en verdad! —dijo Dolbear—. Pero creo que dejaremos la cuestión abierta durante un tiempo, fuera coincidencia o conexión. Ambas cosas son bastante difíciles de aceptar, pero no hay otra opción. Es imposible que estuviera preparado de antemano o, mejor dicho, es más improbable e incluso alarmante. Pero ¿qué hay de esos dos? ¿Se sabe algo de ellos?

—Sí —dijo Guildford—. Están vivos y no se ahogaron ni se los [133] llevó el viento. Me han escrito una carta conjunta para que la leyera delante del Club. Esto es lo que dicen:

Querido Nick:

Esperamos que todos estéis bien. Nosotros lo estamos. Nos encontrábamos muy lejos cuando amainó el viento, pero estamos secos otra vez; así que ahora estamos haciendo, como dice la vieja canción, «un alegre viajecito a un lugar feliz, feliz, donde la cerveza corre salvaje y libre». A su debido tiempo (si lo hacemos alguna vez) haremos saber a nuestros colegas dónde estamos. A. A. L.

Así termina el gran escrito de Arry. Jeremy añade:

Estamos investigando. Es posible que nos llegue más material, creo. ¿Qué os parece si nos reunimos en vacaciones? Justo antes del jaleo del trimestre. ¿Qué tal el 25 de sept.? Podemos usar mis habitaciones. Vuestro, W. T. J.

—¡Qué nos parece en el jaleo de las vacaciones! —dijo Frankley—. Tienen mucha suerte de no estar en los schools[145] este año, porque en ese caso tendrían que volver, independientemente del viento que se los haya llevado. ¿Tienes idea de dónde fue, Nick?

—No —dijo Guildford—. El matasellos es ilegible[146] y no hay dirección. Pero ¿qué os parece la reunión que proponen? Supongo que la mayoría nos habremos recuperado para entonces.

El 25 de septiembre nos pareció bien. En aquel momento entró Michael Ramer. —¡Tenemos noticias de ellos! —gritó Frankley—. Nicholas ha recibido una carta. Están bien y se han ido de vacaciones a alguna parte. No han dejado ninguna dirección.

—¡Bien! —dijo Ramer—. O así lo espero. Espero que no destruyan las Islas Británicas antes de terminar.

—¡Mi querido Ramer! —protestó Stainer—. ¿Qué quieres decir? ¿Qué puedes querer decir? Dolbear ha estado sermoneando a mi incredulidad para que sea abierta de miras. Será mejor que hable contigo. El otro extremo es igual de malo.

—Pero yo no tengo ninguna opinión definida —dijo Ramer—. [134] Simplemente expresaba una duda, o una suposición descabellada. Pero la verdad es que no temo demasiado que haya más explosiones. Supongo que la fuerza se ha agotado, de momento, y que tardará mucho tiempo en volver, quizá.

—Pero yo sí estoy un poco preocupado por Arry y Wilfrid. Es muy posible que se metan en una situación peligrosa. Sin embargo, lo único que podemos hacer es esperar a ver. Aunque los encontráramos no podríamos hacer nada. Es imposible detener a un caballo fuerte con el freno entre los dientes. Lo cierto es que no se puede detener a Arry ahora, y, evidentemente, Wilfrid está casi tan metido como Arry.

»Mientras tanto, tengo algo que enseñaros. Arry dejó caer una hoja de papel en mi habitación la otra noche. Creo que se trata de la hoja del manuscrito de su padre de la que nos habló. Bueno… la he descifrado.

—¡Buen trabajo! —dijo Guildford—. No sabía que fueras criptógrafo.

—No lo soy —dijo Ramer—, pero tengo mis métodos. No, no, nada de sueños esta vez. Sólo hice una suposición afortunada y di en el clavo. Ignoro si Arry lo descifró antes de dejarlo, pero creo que no, porque en ese caso lo habría incluido en el material que nos enseñó. Es evidente lo que lo detuvo: era demasiado fácil. Estaba buscando algo remoto y difícil, y durante todo el tiempo tenía la solución en la misma puerta. Supongo que creyó que era Numenoreano, pero de hecho es inglés antiguo, anglosajón, su especialidad.

»La escritura es numenoreana,[147] supongo, tal como pensaba Arry. Pero alguien la ha aplicado al inglés antiguo. Los nombres propios, cuando no son traducciones al inglés antiguo, están escritos con los mismos caracteres, pero las letras se utilizan de un modo bastante diferente y yo no habría sido capaz de leerlos sin la ayuda de los textos de Arry.

»Me pregunto quién tuvo la idea de escribir anglosajón de este extraño modo. A primera vista el viejo Edwin Lowdham parece un candidato probable, pero no estoy tan seguro. Es evidente que el texto está compuesto de extractos de un libro o de una crónica bastante larga.

—¡Bien, continúa! —gritó Frankley—. ¡Cómo divagáis los filólogos! ¡Enséñala ya y dinos lo que dice! [135]

—¡Aquí está! —dijo Ramer, sacándose tres hojas del bolsillo y alargándoselas a Frankley—. ¡Pasadla! Tengo una copia. El original es sólo una pequeña octavilla, como podéis ver, cubierta por ambos lados con una letra grande en esta hermosa escritura.

»“Si está en una de las lenguas de Arry” me dije “no puedo hacer nada con esto; sólo él puede descifrarlo. Pero no lo ha conseguido, así que probablemente no sea así. En ese caso, ¿qué lengua es más probable que sea, recordando lo que nos contó Arry? Anglosajón”. Bueno, no es una de mis especialidades, aunque conozco los elementos. Así que cuando hice una lista preliminar de todas las letras separadas que podía distinguir, fui a hacerle una visita al viejo profesor Rashbold a Pembroke,[148] aunque no lo conocía personalmente. Un oso viejo y gruñón, lo llamaba siempre Arry, pero es evidente que Arry nunca le dio los bollos adecuados.

»Los míos le gustaron. No le importaba un comino lo que decía, pero se divirtió intentando resolver el enigma, sobre todo cuando supo que había derrotado a Arry. “¡Oh, el joven Lowdham!” dijo. “Un tipo inteligente bajo esos modales de taberna. Pero demasiado fantasioso, siempre detrás de alguna teoría frívola. No quiere atenerse a los textos. Ahora bien, si yo lo hubiera tenido como alumno le habría hecho ir más derecho”. Bueno, partiendo de mi suposición de que podría ser anglosajón, al viejo Rashbold no le llevó mucho tiempo. Lo único que dijo antes de que yo me fuera fue: “Es la primera vez que veo esta escritura, pero apuesto a que se trata de un alfabeto consonántico y que todos estos diacríticos son signos vocálicos. Le echaré un vistazo”. Me lo ha enviado esta mañana, con un largo comentario sobre las formas y la ortografía con el que no voy a molestaros, excepto por las observaciones finales.

»“En conclusión, es un inglés antiguo con un fuerte aroma merciano (de las Midlands Occidentales), yo diría que del siglo IX.[149] No hay palabras nuevas, excepto quizá to-sprengdon. Hay varias palabras, probablemente nombres, que no son inglés antiguo y que no he logrado descifrar, pero espero que me disculpe si no les dedico más tiempo. Mi tiempo no es ilimitado. Quienquiera que realizara el texto conocía el inglés antiguo bastante bien, aunque el estilo tiene aire de traducción. Si lo [136] que quería era practicar el inglés antiguo, ¿por qué no escogió un tema más interesante?”.

»Bien, yo descifré los nombres, como he dicho antes. Y aquí tenéis el texto que me envió el viejo Rashbold, con los nombres añadidos. Como mi máquina de escribir no tiene letras raras he empleado th en lugar de la letra de la espina. La traducción también es de Rashbold.[150]

Hi alle s$ on weorulde oferliodon, sohton hi nyston hwet; ah $fre walde heara heorte westward … forthon hit swé gefyrn ar$dde se Ælmihtiga thæt hi sceoldan steorfan & thás weoruld ofgeofan … hi ongunnon murcnian … hit gelomp seoththan thæt se fúla deofles thegn se the Ælfwina folc (Zigur) nemneth wéox swíthe on middangearde & he geáscode Westwearena meht & wuldor … walde héalecran stól habban thonne Earendeles eafera seolf ahte …… Thá cwóm he, (Tarcalion) se cyning up on middangeardes óran & he sende sóna his érendwracan to (Zigure): heht hine on ofste cuman to thes cyninges manr$denne to búganne. & he (Zigur) lytigende ge-éadmedde hine thæt he cwóm, wes thæh inwitful under, fácnes hogde Westfearena théode …… swé adwalde he fornéan alle tha (Numenor)iscan mid wundrum & mid tácnum … & hi gewarhton micelne alh on middan (Arminaleth)[151] there cestre on thæm héan munte the $r unawídlod wes & wearth nu to h$thenum herge, & hi thér onsegdon unase[c]gendlic lác on unhálgum weofode … Swé cwóm déathscua on Westfearena land & Godes bearn under sceadu féollon … Thes ofer feola géra hit gelomp thæt (Tarcalione) wearth ældo ons$ge, thý wearth he hréow on móde & thá walde he be (Zigures) onbryrdingum (Avalloni) mid ferde gefaran. Weron Westfearena scipferde swéswe unarímedlic égland on there s$ … ah tha Westfrégan gebédon hi to thæm Ælmihtigan & be his léafe tosprengdon hi tha eorthan thæt alle s$ nither gutan on efgrynde, & alle tha sceopu forwurdan, forthon seo eorthe togán on middum gársecge … swearte windas asteogon & Ælfwines seofon sceopu eastweard adr$fdon.

Nu sitte we on elelonde & forsittath tha blisse & tha eadignesse the iú wes & nu sceal eft cuman n$fre. Ús swíthe onsiteth [137] déathscua. Ús swíthe longath …… On ærran mélum west leg reht weg, nu earon alle weogas wó. Feor nu is léanes lond. Feor nu is Neowollond[152] thæt geneotherade. Feor nu is Dréames lond thæt gedrorene.

Por todos los mares del mundo navegaron, buscando no sabían qué; pero sus corazones estaban siempre vueltos al oeste … porque así lo había dispuesto el Todopoderoso antaño, que murieran y abandonaran este mundo … empezaron a murmurar … Posteriormente sucedió que el malvado sirviente del diablo, a quien el pueblo de los ?Ælfwines llaman (Zigur), se volvió poderoso en la tierra media, y supo del poder y la gloria de los Westware (Moradores del Oeste) … deseó un trono más elevado que el que poseía el mismo descendiente de Earendel ……… Entonces él, el Rey (Tarcalion) desembarcó en las costas de la tierra media, y en seguida envió a sus mensajeros a (Zigur), ordenándole que acudiera rápidamente para rendir homenaje al rey; y él (Zigur), fingiendo, se humilló y acudió, pero estaba lleno de malicia secreta y tenía el propósito de traicionar al pueblo de los Viajeros del Oeste …… Así, pues, llevó a casi todos los (Numenore) por mal camino con señales y maravillas … y construyeron un gran templo en medio de la ciudad (de Arminaleth) en la elevada colina que antes estaba inmaculada pero ahora se había convertido en un santuario pagano, y allí realizaron impronunciables ofrendas en un altar impío … Así llegó la sombra de la muerte a la tierra de los Viajeros del Oeste y los hijos de Dios cayeron bajo la sombra … Muchos años después sucedió que la vejez atacó a (Tarcalion); por tanto, se le entristeció el ánimo y por instigación de (Zigur) quiso conquistar (Avalloni) con un ejército. La hueste de navíos de los Viajeros del Oeste era como islas incontables en el mar … Pero los señores del Oeste rezaron al Todopoderoso, y con su permiso quebraron la tierra de modo que todos los mares se vertieron en un abismo y los barcos perecieron; porque la tierra se abrió en medio del océano … negros vientos se levantaron llevándose lejos los siete barcos de Ælfwine.

Ahora bien, estamos en la tierra del exilio, y moramos [138] apartados de la beatitud y la bienaventuranza que antaño fue y que nunca volverá. La sombra de la muerte yace sobre nosotros; tenemos el anhelo …… En días de antaño había en el oeste un camino recto, ahora todos los caminos están curvos. Lejos está ahora la tierra del don. Lejos está ahora la tierra ?postrada que fue derribada. Lejos está ahora la tierra de la Alegría que ha caído.

»Bien, es posible que al viejo Rashbold no le pareciera interesante, pero eso depende de lo que estés buscando. En cualquier caso, a vosotros sí que os lo parecerá, creo, después de los acontecimientos de la otra noche. Veréis que el texto original está escrito de forma continua con trazos enérgicos (no me cabe duda de que el escribiente fue de hecho el viejo Edwin), pero hay puntos divisorios de vez en cuando. Lo que tenemos en realidad es una serie de extractos fragmentarios separados, creo, por varios intervalos omitidos, muy similares a los fragmentos de Avalloniano y Adunaico de Arry. De hecho este material está muy relacionado con el suyo (que en sí mismo es muy interesante): incluye todo lo que nos dio él, pero hay muchas más cosas, sobre todo al principio. Como veis, hay un largo espacio en blanco en el mismo punto que la interrupción entre su Texto I y el II.

»Por supuesto, cuando el viejo Rashbold dijo “el estilo tiene aire de traducción”, sólo quería decir que el escritor no había logrado del todo hacer que el texto sonara como el anglosajón natural. Yo no puedo juzgarlo, pero supongo que tiene razón, aunque su explicación implícita está equivocada. Probablemente se trate de una traducción, pero de alguna otra lengua al anglosajón. Pero no creo que fuera del hombre que escribió esta página. Tenía prisa o, igual que Arry, intentaba captar lo efímero, y si hubiera tenido tiempo para traducirlo lo habría hecho al inglés moderno. No veo ningún sentido al anglosajón, a menos que lo que “vio” ya estuviera en esa lengua.

»Digo “vio”, porque me da la impresión de que esto es como la obra de un hombre que copia todo lo que ha tenido tiempo de ver, o todo lo que encontró intacto y legible en algún libro.

—O todo lo que pudo sacar de algún sueño fuertemente visual [139] —dijo Dolbear—. Y aun así, yo diría que la mano que lo puso por escrito ya estaba familiarizada con la extraña escritura. Está escrito con soltura y no parece en absoluto la obra de un hombre que intenta copiar algo desconocido. Según tu teoría, Ramer, no habría tenido tiempo, en cualquier caso.

—Sí, es un bonito enigma —dijo Frankley—. Pero no creo que saquemos mucho más en claro sin la ayuda de Arry. Así que tenemos que aguardar pacientemente hasta septiembre, y esperar una luz más allá del mar de las Escrituras. Debo irme. Las escrituras que me aguardan son mucho más largas y poco más legibles.

—Y probablemente más desconcertantes —dijo Stainer—. Seguro que esto no tiene gran misterio, a pesar de los intentos de Ramer de crear uno. Tenemos un ejemplo de la extraña afición del viejo Edwin Lowdham: la fabricación de textos míticos, y la fuente directa de todo lo de Arry. Al parecer ha salido a su padre, en más de un sentido, aunque probablemente sea más inventivo desde el punto de vista lingüístico.

—Eres realmente imposible, Stainer —dijo Dolbear—. ¿Por qué prefieres siempre una teoría imposible, a menos que alguien esté mintiendo?

—¿A quién estoy acusando de mentir?

—Bueno, espera hasta septiembre y luego repite lo que acabas de decir poco a poco y con cuidado delante de Arry, y no tardarás en descubrirlo —dijo Dolbear—. Si has olvidado todo lo que dijo, yo no. ¡Buenas noches!

RD. PF. RS. MGR. NG.

Noche 69

Noche 69. Jueves, 25 de septiembre de 1987.

Se celebró una gran reunión en las habitaciones de Jeremy. Jeremy y Lowdham habían reaparecido en Oxford sólo el día anterior, con aspecto de haber pasado todas las vacaciones con los exámenes en lugar de no estar haciendo nada. Había ocho personas presentes, y Cameron llegó más tarde.

Después de las experiencias del 12 de junio la mayor parte de los miembros del Club se sentían un poco aprensivos, y por tanto la conversación empezó en tono jocoso. Pero Lowdham no participó en las bromas; estaba inusualmente inquieto. [140]

—Bien, Jerry —dijo Frankley al fin—, tú eres el anfitrión. ¿Nos has preparado alguna diversión? Si no, después de tantas semanas, apuesto a que varios de nosotros tenemos cosas en el bolsillo.

—Eso significa que por lo menos tú sí —dijo Jeremy—. ¡Enséñanoslo! Queremos, al menos yo, algún tiempo para contaros lo que hemos estado haciendo, pero no hay prisa.

—Eso depende de lo que dure vuestro relato —dijo Stainer—. ¿Hicisteis algo aparte de beber y holgazanear por el campo?

—Sí —dijo Lowdham—. Pero no hay ninguna razón especial para suponer que te interesa, Stainer.

—Bueno, estoy aquí, y eso indica al menos un mínimo interés —dijo Stainer.

—¡Muy bien! Pero si el Club desea de verdad escucharnos, necesitaremos todo el tiempo de una o dos reuniones. Pip estallará, lo estoy viendo, si tiene que esperar tanto. Dejemos primero que se desahogue. ¿Qué tienes que decir, Caballuno?

—Se explicará por sí solo, si el Club quiere de veras oírlo —dijo Frankley.

—¡Vamos! ¡Oigámoslo! —dijimos.

Frankley se sacó un trozo de papel del bolsillo y empezó.[153]

La muerte

de san

Brendan

Abandonó al fin los mares profundos,

y la niebla cubría la orilla;

bajo la luna ominosa golpeaban las olas,

4

mientras el barco llevaba su carga

a Irlanda, de nuevo al bosque y al lodo,

a la torre alta y gris,

donde la campana de Cluain-ferta[154]

8

doblaba en la verde Galway.

Donde el Shannon fluía hacia Lough Derg

bajo un cielo lluvioso

san Brendan llegó al final de su viaje

12

para aguardar la hora de la muerte.

«¡Oh! habladme, padre, porque os quise bien,

si todavía tenéis palabras para mí,

de las cosas extrañas que recordáis,

16

en el mar largo y solitario,

de islas encantadas por hechizos oscuros

[141]

donde mora el linaje de los Elfos:

en siete largos años el camino al Cielo

20

o a la Tierra Viviente, ¿lo encontrasteis?».

«Muchas cosas he visto, pero todas ellas

desaparecieron hace mucho tiempo;

sólo tres recuerdo con claridad ahora:

24

una Nube, un Árbol y una Estrella.

Navegamos durante un año y un día y no hallamos

campo u orilla de los hombres;

no vimos volar ave o navío

28

durante cuarenta días y diez.

El sol no hallamos en alba u ocaso,

sino una nube parda por delante,

y había un retronar como si se acercara una tormenta

32

y un destello de rojo fiero.

»Desde el mar hasta las nubes, abrupta,

se alzaba una montaña sin orillas;

las laderas eran negras desde la marea plomiza

36

hasta el revestimiento rojo de la cresta.

Ni capa de nubes, ni humo que bajara,

ni tormenta o tempestad amenazantes

en el mundo de los hombres vi desplegarse

40

como el manto bajo el cual pasamos.

Nos volvimos, dejando en popa

estruendo y tinieblas;

entonces la nube humeante se partió por medio,

44

y vimos aquella Torre del Destino:

la cumbre cenicienta estaba coronada de rojo

donde el fuego llameaba y caía.

Elevada como una columna en el Cielo alto,

48

las raíces eran profundas como el Infierno;

arraigada en el abismo, hundida en las aguas,

enterrada largo tiempo atrás,

se yergue, imagino, en tierras olvidadas

52

donde yacen los reyes de los reyes.

[142]

»Seguimos navegando hasta que amainó el viento,

y avanzamos entonces con los remos,

y el hambre y la sed nos atormentaron,

56

y dejamos de cantar nuestro salmos.

Cuando se nos acabaron las fuerzas por fin encontramos

una tierra con una playa de plata;

las olas cantaban en cavernas con columnas

60

y había perlas en el suelo;

y las costas subían abruptas

hasta laderas de verde y oro,

y de la tierra rica bajaba caudaloso

64

un arroyo por un valle de sombra.

»Por portales de piedra remamos con urgencia,

y los atravesamos, y el mar quedó atrás;

y como rocío caía en la isla el silencio,

68

y parecía sagrada.

Como una copa verde, profunda y bordeada,

y el blanco sol llena de vino,

era la tierra que encontramos, y allí vimos

72

en un prado entre las colinas

un árbol más hermoso que los que yo

hubiera imaginado en el Paraíso:

los pies eran como las raíces de una gran torre,

76

la copa desaparecía más allá de la vista de los hombres;

tan amplias eran las ramas que la menor ocultaba

en su sombra la longitud de un acre,

y se alzaban tan abruptas como nieves de montañas

80

las ramas anchas y fuertes;

porque a mis ojos blancas como el invierno

eran las hojas del árbol,

más espesas que las plumas de un ala de cisne,

84

todas largas, suaves y hermosas.

[143]

»Pensamos entonces que, tal vez, como en un sueño,

el tiempo se había desvanecido

y el viaje llegado a su fin; pues nuestro deseo

88

no era regresar, sino allí quedarnos.

En el silencio de aquella isla sagrada,

en la quietud, cantamos entonces:

dulce parecía el sonido, pero en lo alto

92

se oía como un órgano repicante.

Tembló entonces el árbol de arriba abajo;

de los brazos las hojas al viento

como pájaros blancos huyeron volando,

96

y dejaron desnudas las ramas.

De las alturas del cielo descendió

una música que no era de ave,

ni voz humana, ni voz de ángel;

100

tal vez una tercera raza de belleza

todavía se demore en el mundo.

más allá de la tierra sumergida.

Pero abruptos son los mares y profundas las aguas

104

allende la Playa del Árbol Blanco».

«¡Oh! ¡Quedaos, padre! Hay más que decir.

Habéis hablado de dos cosas:

el Árbol, la Nube; pero dijisteis tres.

108

¿Recordáis la Estrella todavía?».

«¿La Estrella? Sí, la vi, alta y lejana,

allí donde se separan los caminos;

una luz en el borde de la Noche Exterior[155]

112

como la plata en llamas,

donde el mundo redondo se hunde de repente,

pero el antiguo camino prosigue,

como un puente invisible que sobre arcos discurre

116

hacia costas que los hombres no conocen».

«Pero los hombres dicen, padre, que antes del fin

[144]

fuisteis adonde nadie ha estado.

Me gustaría saber, padre querido,

120

de la última tierra que visteis».

«En mi mente todavía veo la Estrella,

y los mares que se dividen,

y el aliento tan dulce y penetrante como la muerte

124

que llevaba la brisa.

Pero dónde florecen aquellas hermosas flores,

en qué aire o tierra crecen,

qué palabras oí más allá del mundo,

128

si tú quieres saberlo,

en un barco entonces, hermano, lejos de aquí

deberás esforzarte en el mar,

y encontrar por ti mismo cosas olvidadas:

132

de mí más no sabrás».

En Irlanda, sobre el bosque y el lodo,

en la torre alta y gris,

doblaba la campana de Cluain-ferta

136

en la verde Galway.

San Brendan llegó al final de su vida

bajo un cielo lluvioso,

y viajó al lugar de donde los barcos no regresan,

140

y sus huesos yacen en Irlanda.

Cuando Frankley se detuvo hubo un silencio. Si había esperado comentarios críticos, adversos o favorables, no obtuvo ninguno.

—¡Muy extraño en verdad! ¡Muy extraño! —dijo Lowdham al fin—. ¿Has estado en contacto con nuestras mentes según el sistema de Ramer, Philip? En cualquier caso ¿cuándo escribiste eso, y por qué?

—Otras mentes aparte de las vuestras, Arundel, han trabajado en ese tema, como se ha dicho antes —dijo Ramer—. ¡Cuéntanos, Philip!

—No hay mucho que decir —dijo Frankley—. Desperté hace unos cuatro días con el texto bastante completo y el nombre de [145] Brendan sonándome en la cabeza. La primera docena de versos ya estaban compuestos (o todavía los recordaba), y parte del resto también. Durante un rato tuve las imágenes bastante claras. Leí el Navigatio Sancti Brendani, por supuesto, una vez hace muchos años, igual que ese antiguo texto anglofrancés, la Vita de Benedeit. Pero no les he echado un vistazo desde entonces… aunque a lo mejor, si lo hice, los encontré menos aburridos y decepcionantes de lo que recuerdo.

—No lo creo —dijo Lowdham—. Son bastante tétricos. La luz que arrojan sobre el tema del que hablan no es precisamente uno de sus méritos: lo arrastran al mercado como un ramo de flores cortadas y secas. El poema en francés antiguo puede ser muy interesante desde un punto de vista lingüístico, pero de él no aprenderás muchas cosas del Oeste.

»Sin embargo, parece que fue de ahí de donde sacaste el Volcán y el Árbol. Pero les has dado un giro que no está en el original. Los has puesto en un orden distinto, creo, trasladando el Árbol mucho más al Oeste, y el Volcán no es una herrería deI infierno, sino que parece la última cima de alguna Atlántilda.[156] Y en san Brendan el Árbol estaba cubierto de pájaros blancos que eran ángeles caídos. La única idea verdaderamente interesante en todo el texto, pensaba yo: eran ángeles que vivían en una especie de limbo, porque no eran más que espíritus menores que siguieron a Satán como señor supremo feudal, y no participaron realmente, fuera por voluntad o propósito, en la Gran Rebelión. Pero tú los has convertido en una tercera raza hermosa.

—Y el fragmento sobre el «mundo redondo» y el «antiguo camino» —dijo Jeremy—, ¿de dónde lo has sacado?

—No lo sé —respondió Frankley—. Surgió durante la escritura. Tenía una imagen fugaz, pero ahora se ha desvanecido.

—¡La Separación de los Caminos! —murmuró Lowdham—. ¿Qué sabes al respecto?

—Oh, nada. Pero, bueno… bueno, es imposible encontrar o ver el Paraíso por barco, ya sabes.[157]

—No —dijo Lowdham—. No en las Altas Leyendas, ni en las leyendas de poder. Ya no. En cualquier caso, rara vez se permitía, incluso antes. —No dijo más y todos callamos durante un rato. [146]

Finalmente Markison rompió el silencio. —Bueno —dijo—, espero que no sigáis el ejemplo de san Brendan cuando le dijo al monje: «más no sabrás por mí». ¿No tenéis nada que contar?

—¡Sí! —dijo Jeremy—. Pero no hemos estado en el Paraíso.

—¿Dónde habéis estado, entonces?

—Terminamos en Porlock[158] el día 13, es decir, el sábado de la semana pasada —dijo Jeremy.

—¿Por qué Porlock? No es un lugar muy interesante, ¿verdad?

—Ahora no, quizá —respondió Lowdham—. Ya veréis por qué. Pero si lo que quieres decir es si escogimos Porlock, la respuesta es no.

—Empezamos en Cornualles, en Land’s End —dijo Jeremy—. Eso fue justo antes del final de junio.

—¿Empezasteis? —dijo Guildford—. La carta me llegó el 25 de junio, pero eso todavía deja mucho tiempo en blanco. La última vez que os vimos fue la noche del 12 de junio, una fecha difícil de olvidar por las prisas. ¿Qué ocurrió los diez días siguientes?

—¿Tanto tiempo fue? —dijo Lowdham sin comprender—. La verdad es que no lo sé. Aparecimos en una cueva. Creo recordar que el barco crujía entre las rocas y luego fue arrojado a los guijarros de la playa. Estaba agujereado y se hundía, y podríamos habernos ahogado. ¿O fue un sueño? —Frunció el ceño—. Maldito sea si estoy seguro. ¿Te acuerdas tú, Trewyn?[159]

—No —dijo Jeremy, pensativo—. No me acuerdo. Lo primero que recuerdo es que tú dijiste: «Será mejor que escribamos unas líneas para que Nick sepa que no nos hemos ahogado». Sí, claro, fuimos atrapados en el mar por una tempestad de viento y relámpagos, y como todos sabíais que nos habíamos ido a navegar pensamos que quizás estuvierais preocupados.

—¿No os acordáis de cuando vinisteis a mis habitaciones, la noche de la gran tormenta? —dijo Ramer.

—Sí, recuerdo que traje algunos textos —dijo Lowdham—. Y me acuerdo de las Águilas. Pero seguro que la tormenta fue después, después de que nos fuéramos para investigar.

—Muy bien —dijo Dolbear—. No os preocupéis por eso ahora, ya habrá tiempo para comentarlo después. Seguid con vuestra historia.

—Bien —dijo Jeremy—, nos mantuvimos lo más cerca posible de las costas occidentales, alojándonos cerca del mar y caminando [147] junto a la orilla, cuando no navegábamos. Arry es un marinero hábil y todavía se pueden encontrar barcos pequeños en el Oeste, y a veces un anciano marinero capaz de manejar un bote sin gasóleo. Pero después del naufragio no volvimos a navegar hasta que llegamos a Devon del Norte. De hecho fuimos en barco de Bideford hasta Gales del Sur, y luego continuamos basta la costa oeste de Irlanda en varias etapas.

»Echamos una ojeada a Escocia, pero no fuimos más al norte de Mull. No parecía haber nada para nosotros allí, no había nada en el aire. Así que regresamos a Hibernia.[160] La gran tempestad había dejado más huellas allí que en cualquier otro lado, y no sólo en daños visibles. Había muchos, pero no tantos como pudieras esperar, y lo que más nos interesaba eran los efectos que había tenido sobre la gente y las historias que encontramos por el camino. La gente de Galway —bueno, desde Brandon Hill a Slieve League—[161] parecía muy afectada, y semanas después todavía estaban asustados. En cuanto se levantaba un poco de viento, algo que por supuesto sucedía de vez en cuando, se refugiaban dentro de casa, y algunos se trasladaban al interior.

»Ambos escuchamos muchas historias de enormes olas “altas como colinas” que surgían de la Noche Negra. Y curiosamente, muchos de los narradores de historias coincidían en que las olas más grandes eran como fantasmas, o sólo medio reales: “como sombras de horrorosas montañas de agua oscura y negra”. Algunas se adentraban considerablemente en la tierra y sin embargo hacían poco daño antes de… bueno, de desaparecer, de desvanecerse. Nos hablaron de una que había barrido las Islas de Aran[162] y atravesado la Bahía de Galway, como una nube, bañando la tierra en aguas fantasmales como una niebla susurrante, hasta casi Clonfert.

»Y en el camino, no lejos de Loughrea,[163] nos encontramos con un anciano, un extraño tipo cuyo inglés era apenas inteligible. Tenía un aspecto estrafalario y andrajoso, pero era alto y bastante impresionante. No dejaba de señalar el oeste, diciendo, por lo que pudimos entender: “Vinieron del Mar, como vinieron en los días antes de los días”. Decía que había visto un barco alto y negro en la cresta de una gran ola, con los mástiles rotos y los restos de las velas doradas y negras agitándose en la cubierta, y unos hombres altos y grandes de pie en la popa [148] aullando como los fantasmas que eran; y fueron arrojados tierra adentro, y venían, bueno, nadie sabe de dónde venían.

»No pudimos sacarle nada más, y se marchó hacia el oeste y desapareció en el crepúsculo, y no pudimos descubrir ni quién era ni de dónde venía. Aparte de esas historias y rumores no tuvimos verdaderas aventuras. Por lo general el tiempo no era demasiado malo, y caminábamos mucho y dormíamos bastante bien. Tuvimos muchos buenos sueños, sobre todo en Irlanda, pero eran muy escurridizos y no podíamos captarlos. Arry obtuvo listas enteras de palabras fantasma y yo conseguí algunas imágenes fugaces, pero rara vez estaban relacionadas. Y entonces, cuando creíamos que el tiempo se nos terminaba, llegamos a Porlock.

»Cuando atravesábamos el mar de Severn,[164] antes del verano, Arry había mirado atrás, a lo largo de la costa y hacia el sur, hacia las costas de Somerset, y había dicho algo que yo no había comprendido. Era inglés antiguo, creo, pero ni él lo sabía: se desvaneció en cuanto lo hubo dicho. Pero tuve la repentina sensación de que algo importante nos aguardaba allí, y decidí llevarlo de vuelta al lugar antes del término de nuestro viaje, si teníamos tiempo. Así que lo hice.

»Llegamos en un pequeño barco a Porlock Weir un sábado, el trece de septiembre. Nos hospedamos en The Ship, en el mismo Porlock, pero nos sentíamos atraídos por la costa y en cuanto estuvimos instalados en las habitaciones salimos y nos dirigimos hacia el oeste. Fuimos hasta los acantilados y los bordeamos hasta Culbone y más allá. Contemplamos la puesta de sol, pálida, brumosa y bastante ominosa, sobre las seis y media, y luego regresamos para cenar.

»El crepúsculo se oscurecía con rapidez y recuerdo que de pronto empezó a hacer mucho frío; se levantó un viento helado que soplaba de la tierra al oeste, hacia el sol poniente; el mar estaba plomizo. Ambos nos sentíamos cansados y ansiosos sin ninguna razón especial, porque habíamos estado bastante alegres. Entonces Arry volvió la espalda al mar y me tomó del brazo, y habló con bastante claridad, y yo lo comprendí: Uton efstan nú, Tréowine! Me ofthyncth thisses windes. Mycel wén is Deniscra manna to niht.[165] Y eso pareció interrumpir mis ensoñaciones. Empecé a recordar y a atar cabos mientras regresábamos a pie a la [149] ciudad; y esa noche tuve una larga serie de sueños, y el día siguiente recordaba muchos de ellos.

—Sí —dijo Lowdham—, y en ese momento algo me ocurrió a mí también. Empecé a ver además de escuchar. Era como si Tréowine, es decir, Wilfrid Trewyn Jeremy, y yo estuviéramos soñando lo mismo, aun antes de dormir. Los rostros del hotel parecían pálidos y delgados, y las paredes y los muebles sólo a medias reales: había otras cosas y otros rostros moviéndose vagamente detrás de todos ellos. Nos aproximábamos al clímax de algún cambio que se había iniciado el pasado mes de mayo, cuando empezamos a investigar juntos.

»En cualquier caso, nos fuimos a la cama y los dos soñamos, y cuando despertamos comparamos nuestras notas de inmediato. Y volvimos a dormir, y despertamos e hicimos lo mismo. Y así continuamos varios días, hasta que estuvimos agotados. Así que al fin tomamos la decisión de volver a casa; decidimos regresar a Oxford el día siguiente, el jueves. Ese miércoles, el 17 de septiembre, ocurrió algo: los sueños se fundieron, tomaron forma y salieron a la luz, como podría decirse. Cuando acabó parecía imposible creer que los años no habían transcurrido, y que todavía era jueves, 18 de septiembre de 1987, y que de hecho podíamos regresar aquí, como teníamos previsto. Recuerdo que estuve inspeccionando la habitación con incredulidad, que parecía haber recuperado una extraña solidez, preguntándome si no se trataba de un engaño del sueño. ¡Incluso fuimos a la oficina de correos y a un banco para asegurarnos de la fecha! Luego regresamos aquí en secreto, hace una semana, y permanecimos retirados hasta ayer, conversando y uniendo todo lo que teníamos antes de salir de nuestro escondite. Creo que dejaré que Trewyn cuente toda la historia. Es mejor que yo, y vio más cosas después de las primeras escenas.

—¡No! —dijo Jeremy—. Sería mejor que empezara Alwin. La primera parte es más suya que mía. Recuerda lo que dije mejor que yo. ¡Continúa, Arry!

—Bueno —dijo Lowdham—, así es como yo lo vi. Desperté sobresaltado.[166] Es evidente que había estado cabeceando en un banco junto al fuego. Las voces parecían arrastrarme como una corriente. Sentía que había tenido un sueño muy vívido y extraño, [150] pero no podía recordarlo y durante un minuto o dos la escena familiar de la sala me pareció extraña, y la lengua inglesa que se oía a mi alrededor sonaba ajena y remota, aunque la mayoría de las voces utilizaban el habla suave de Wessex que tan bien conocía. De vez en cuando captaba el acento de los Hombres de la Frontera de más allá de la desembocadura del Severn, y oí a unos pocos que hablaban de un modo extraño, empleando palabras groseras a la manera de los habitantes de las comarcas orientales.

»Observé la sala buscando a mi amigo Tréowine hijo de Céolwulf. Había una gran multitud en la estancia, porque el rey Éadweard estaba allí. Los barcos daneses se encontraban en el mar de Severn, y todas las costas del sur estaban en pie de guerra. Los condes paganos habían sido derrotados en las fronteras occidentales en Archenfield, pero los piratas todavía navegaban con libertad por la costa de Gales, intentando proveerse de comida y suministros, y los hombres devoneses y somersets[167] estaban en guardia. Unas pocas noches antes había habido una amarga refriega en Watchet, pero los hombres daneses habían sido expulsados. Pronto quizá le tocaría a Porlock.

»Miré las caras de los hombres, algunos viejos y gastados, otros todavía jóvenes y entusiastas; pero a la luz de las antorchas vacilantes se veían confusos, casi como en sueños. Las velas que había en la gran mesa se iban consumiendo. Fuera de la gran sala de madera soplaba el viento, que rodeaba la casa; las maderas crujían. Estaba cansado. No sólo porque Tréowine y yo habíamos estado un largo tiempo vigilando la costa y habíamos dormido poco desde la incursión de Watchet: estaba cansado de este mundo lamentable y desordenado que lentamente se hundía en la decadencia, pensaba yo, con sus guerras insignificantes pero crueles, y toda la ruina de las cosas buenas y hermosas de los días de mis abuelos. Los tapices que había detrás del estrado estaban descoloridos y gastados, y encima de la mesa sólo había unas pocas vasijas o candeleros forjados de oro y plata que habían sobrevivido al pillaje de los paganos.

»El sonido del viento me inquietaba, despertando los viejos deseos que creía haber enterrado. Me encontré pensando en mi padre, el viejo Éadwine hijo de Óswine,[168] y las extrañas historias que me contaba cuando yo era muchacho y él un marinero [151] canoso de más de cincuenta primaveras: historias de las costas occidentales e islas lejanas, y del mar profundo, y de una tierra distante donde había paz y abundancia entre un hermoso pueblo que no se marchitaba.

»Pero Éadwine había llevado su barco, Éarendel, a los mares profundos mucho tiempo atrás y nunca regresó. No hay hombre bajo el cielo que pueda decir cuál fue el puerto que lo recibió. Sucedió en el invierno negro, cuando Alfredo se escondió[169] y tantos hombres de Somerset huyeron por el mar. Mi madre huyó con sus parientes con los galeses del Oeste[170] durante un tiempo, y yo sólo había visto nueve inviernos en este mundo, porque nací justo antes de que el santo Éadmund fuera asesinado por los paganos.[171] Aprendí la lengua galesa y muchas artes en las aguas salvajes antes de regresar a Somerset en la plenitud de la hombría y ponerme al servicio del buen rey en sus últimas guerras.[172]

»Había estado en Irlanda más de una vez; y dondequiera que iba buscaba historias acerca del Gran Mar y lo que en él había, o más allá, si acaso tenía alguna otra orilla. La gente sabía pocas cosas con certeza, pero se hablaba de un tal Maelduin[173] que había navegado a unas tierras nuevas, y del santo Brendan y otros. Y algunos decían que antaño había una tierra de Hombres en el Oeste, pero que había sido derribada y que quienes escaparon habían llegado a Ériu[174] (que llamaron Iraland) en sus barcos y que sus descendientes todavía vivían allí, y en otras tierras en torno a las costas de Gársecg. Pero menguaban y olvidaban, y ahora sólo quedaba de ellos una vena salvaje en la sangre de los hombres del Oeste. “Y reconocerás a quienes la tienen por el anhelo del mar que habita en ellos”, decían, “y son muchos los que son arrastrados al oeste para morir o para nunca regresar entre los hombres vivientes”.

»Y pensé que tal vez la sangre de esos hombres corría por las venas de mi padre y por las mías, porque nuestra familia vivía en Glastonbury desde hacía mucho tiempo, donde se rumoreaba sobre la llegada de unos extraños procedentes del mar en los días de antaño. Y el sonido de los vientos y de los mares en las playas occidentales siempre me pareció una música inquietante, dolor y deseo a la vez; y el dolor se agudizaba en primavera, y el deseo en otoño. Y ahora era otoño, y el deseo era casi insoportable, porque me estaba haciendo viejo. Y los mares eran [152] anchos. Así pensaba, olvidando de nuevo dónde estaba, pero sin dormir.

»Oía el romper de las olas en los acantilados negros, y el aullido de las aves marinas; nevaba. Entonces el mar se abrió ante mí, pálido e ilimitado. Y el sol brillaba sobre mi cabeza, y la tierra y su sonido y olor quedaban muy atrás. Tréowine se encontraba a mi lado, y estábamos solos, navegando hacia el oeste. Y el sol bajó y se hundió en el mar delante de nosotros, y seguíamos navegando hacia el oeste, hacia el sol poniente, y el anhelo de mi corazón me empujaba a pesar del miedo y de la voluntad atada a la tierra. Y así desaparecí en la noche en medio de las aguas profundas, y creí que el aire traía una dulce fragancia.

»Y de pronto regresé a Porlock y a la estancia de Odda, thegn del rey. Los hombres pedían un trovador, y yo era trovador, cuando tenía el ánimo adecuado. El propio rey, el severo Éadweard hijo de Alfredo —que parecía cansado antes de la vejez— envió a que me buscaran para que cantara o contase algo. Era un hombre severo, como digo, pero, igual que su padre, cuando tenía tiempo le gustaba oír el sonido de las viejas melodías. Me levanté y me dirigí hacia los escalones del estrado, inclinándome.

»“Westu hál, Ælfwine!”, dijo el rey. “Sing me nú hwætwegu: sum eald léoth, gif thu wilt”.

»“Ic can lýt on léothcræft, hláford”, dije; “ac this geworht’ic unfyrn thé to weorthmynde”.

»Y entonces empecé, y dejé que fluyera mi voz; pero la boca no quería pronunciar las palabras que yo quería decir: de todo lo que tanto había preparado para la ocasión, en las guardias nocturnas o paseando por los acantilados fríos, no salió ni una estrofa.

Hwæt! Éadweard cyning Æfredes sunu

beorna béaggifa on Brytenríce

æt Ircenfelda[175] ealdorlangne tír

[153]

geslóg æt sæcce sweorda ecgum[P15]

y todo lo demás, de las cosas que esperan los reyes: ni una palabra. En vez de eso dije:[176]

Monath módes lust mid mereflóde

forth tó féran, thæt ic feor heonan

ofer gársecges grimme holmas

Nis me tó hearpan hyge ne tó hringthege,

ne tó wífe wynn, ne tó worulde hyht,

ne ymb ówiht elles, nefne ymb ýtha gewealc.

Entonces me detuve de pronto, confuso. Hubo algunas risas de los que estaban fuera de la vista del rey, y unos pocos gritos de burla. En la sala había mucha gente que me conocía bien y que disfrutaba bromeando sobre mi tendencia a hablar del Gran Mar, y que ahora disfrutaba afirmando que yo había dicho Ælfwines eard, como si tuviera un reino propio en el oeste.

»—Si Inglaterra no le parece bien, ¡que se vaya a buscar una tierra mejor! —gritaban—. No tiene que ir más allá de Íraland, si lo que quiere son elfos y criaturas extrañas, ¡que Dios se apiade de él! O puede irse con los paganos a la Tierra de Hielo que dicen haber encontrado.

»—Si no está de humor para cantar y animarnos los corazones, busquemos un scop que quiera hacerlo.

»—Ya hemos oído bastantes cosas sobre el mar —gritó uno de los Hombres de la Frontera—. Una canción sobre persecuciones de daneses por los bordes de Gales le sentaría bien.

»El rey, en cambio, tenía el semblante serio y no sonreía, y muchos otros guardaban silencio. Podía ver en sus ojos que las palabras lo habían conmovido, aunque no me cabe la menor duda de que no era la primera vez que escuchaba algo parecido.

»—¡Paz! —dijo el viejo Odda de Portloca, el dueño de la casa—. Ælfwine ha navegado por más mares que aquéllos de los que habéis oído hablar, y las tierras de los galeses y los irlandeses no le son desconocidas. Con permiso del rey permitamos que diga lo que le dicte su estado de ánimo. No es malo apartarse de estas costas de infortunio durante un rato y hablar de maravillas y de tierras extrañas, como solían hacer los antiguos compositores de poemas. ¿No nos dirás algo de los viejos poetas, Ælfwine?

»—Ahora no, señor —dije, pues estaba avergonzado y cansado, y me sentía como hombre que sueña que se encuentra desnudo en la plaza del mercado—. Hay otros en la sala: Hombres [154] de las Fronteras, me parece por el acento. Y solían jactarse de sus habilidades para el canto, antes de la llegada de los daneses. Me sentaré, con permiso del rey.

»A esto un hombre de la Frontera se puso en pie y pidió permiso para hablar; y he aquí que era mi amigo Tréowine. Era un hombrecillo oscuro, pero tenía buena voz, aunque hablaba de un modo extraño. Yo había oído que su padre, Céolwulf, afirmaba proceder del linaje de los antiguos reyes de Tamworth;[177] pero Tréowine había venido del sur muchos años atrás. Antes de que yo hubiera encontrado un asiento, tenía un pie en la escalera y había empezado.

»El poema estaba escrito a la antigua usanza; de hecho, era obra de algún antiguo poeta, quizá, aunque yo no lo había escuchado antes, y muchas de las palabras eran oscuras para nosotros, gente de edades posteriores. Pero las pronunció con fuerza y verdad, ahora en voz alta, ahora con dulzura, tal como requería el tema, sin ayuda del arpa. Así empezaba, y toda la sala no tardó en enmudecer:

Hwæt! wé on geárdagum of Gársecge

fyrn gefrugnon of feorwegum

to Longbeardna londgem$rum

tha hí $r héoldon, íglond micel

on North-théodum, nacan bundenne

scírtimbredne scríthan gangan …

»Pero si era oscuro para algunos de nuestros hombres más jóvenes de Wessex, para vosotros, que habéis recorrido una distancia mucho mayor por las corrientes del tiempo desde que los antiguos poetas cantaban como Ángeles a los mares del Norte, será negro como la noche. Lo he vertido en la lengua de vuestra época porque, por casualidad o por alguna otra razón, esta canción tuvo parte en lo que sucedió después, y sus palabras estaban estrechamente relacionadas con mis propios pensamientos y agudizaron mi deseo.

El Rey Sheave[178]

En días antiguos del profundo Océano a los longobardos, en la morada terrena que antaño tenían en las islas del Norte, llegó un barco navegando, de madera resplandeciente, sin remos o [155] mástil, flotando hacia el este. El sol detrás de él se hundía en el oeste encendiendo con fuego el agua ocre. Se levantó el viento. En el borde del mundo nubes de yelmos grises se alzaron lentamente desplegando las alas amplias y amenazantes, como grandes águilas avanzando hacia la Tierra oriental cargadas de presagios.

Los hombres se maravillaron, en medio de la niebla de las islas oscuras en las profundidades del tiempo: no conocían la risa, la luz ni la sabiduría; la sombra yacía sobre ellos, y las montañas escarpadas acechaban detrás, severas y sin vida, pobladas de mal. Oscuro era el Este.

El barco llegó brillante empujado a la orilla y encalló en la playa, hasta que la proa se detuvo entre la arena y los guijarros. El sol bajó. Las nubes conquistaron los cielos fríos. Con miedo y asombro hacia el agua ocre hombres de corazón triste se apresuraron, a las playas rotas, buscando el barco de madera brillante en el crepúsculo gris. Miraron adentro, y allí dormido vieron un joven respirando suavemente: hermoso su rostro, bella su forma, blancos los miembros, los bucles negros con galones de oro. Dorada y tallada con obras maravillosas era la madera en torno. En una vasija dorada agua reluciente había junto a él; bajo su mano descansaba un arpa de oro con cuerdas de plata; la cabeza dormida se apoyaba con dulzura en un haz de grano que brillaba pálido como el oro ocre de países lejanos al oeste de Angol. Se maravillaron.

El barco arrastraron y en la playa lo amarraron muy arriba de los rompientes; luego con las manos alzaron de las entrañas su carga. El joven dormía. En el lecho lo llevaron a sus moradas adustas de muros oscuros y tristes en una región sombría entre el baldío y el mar. Allí, de madera construido, alto sobre las casas, había un palacio abandonado y vacío. Llevaba así mucho tiempo, sin conocer el ruido, la noche o la mañana, sin ver la luz. Allí lo dejaron, bajo llave cerraron su sueño solitario en la oscuridad vacía. Guardaron las puertas. La noche pasó. Despertó de nuevo como siempre en la tierra, la madrugada; el día llegó débilmente. Las puertas se abrieron. Los hombres entraron, se detuvieron sorprendidos; el miedo y el asombro colmó a los vigilantes. La casa estaba desnuda, la sala desierta; no encontraron forma alguna yaciendo en el suelo, sino la vasija brillante [156] junto a la cama abandonada, seca y vacía en el polvo. El huésped se había marchado.

El pesar los dominó. Con dolor lo buscaron, hasta que subió el sol y sobre las colinas del cielo a las casas de los hombres trajo la luz. Miraron arriba y en una colina cana y sin árboles al huésped contemplaron: el oro brillaba en su cabello, y en la mano llevaba el arpa; a los pies vieron el haz de grano ocre dorado. Entonces su voz clara entonó una canción, dulce, sobrenatural, palabras tejidas en la música de manera extraña, en lengua desconocida. Los árboles guardaban silencio e inmóviles los hombres escuchaban maravillados.

Durante muchas edades la Tierra Media no había conocido ni canción ni cantor; ni habían visto espectáculo tan bello ojos de mortal, desde que la tierra era joven, caminando por ese país triste largo tiempo abandonado. No tenían señor, ni rey ni consejo, sino el frío terror que moraba en el desierto, la sombra oscura que habitaba en las colinas y la floresta cana. El pavor era su dueño. Oscuro y silencioso, largos años deshabitado, esperaba solitario el palacio de los reyes, la casa abandonada sin fuego o comida.

Los hombres salieron rápido de sus casas en penumbra. Las puertas se abrieron y se quitaron las trancas de los portones. Surgió la alegría. A la colina acudieron todos, y con la cabeza erguida contemplaron al huésped. Hombres de barbas grises se inclinaron ante él y bendijeron su llegada para remediar sus heridas; jóvenes y doncellas, esposas y niños le dieron la bienvenida. La canción acabó. En pie en silencio él los miró. Señor lo llamaron; rey lo hicieron, coronado con una guirnalda dorada de trigo, las vestiduras blancas, el arpa como cetro. En su casa hubo fuego, comida y sabiduría; allí no acudía el miedo. Creció hasta la virilidad, el poder y la sabiduría.

Sheave lo llamaron, a quien el barco les trajo, un nombre afamado en los países del Norte desde entonces en los cantos. Porque un secreto oculto era su nombre verdadero, en lengua desconocida de países lejanos donde los mares que caen lavan las costas occidentales más allá de los caminos de los hombres desde que el mundo decayó. La palabra se ha olvidado y el nombre pereció. [157]

Sus necesidades remedió, y recuperó leyes olvidadas durante largo tiempo. Les enseñó palabras sabias y hermosas; la lengua de los elfos floreció en la época de Sheave en la canción y la música. Descubrió secretos revelando las runas. Les ofreció riquezas, recompensa por el trabajo, dinero y comodidad extraídos de la tierra, del arado del suelo, de plantar en temporada muchas semillas, de acumular en graneros cosechas doradas para ayudar a los hombres. Las florestas canas retrocedieron en aquellos días hasta las montañas oscuras; la sombra reculó, y el grano brillante, las espigas blancas de trigro, susurraban en los vientos donde había habido desierto. Florecieron los bosques.

Palacios y casas tallados de madera, torres fuertes de piedra abruptas y elevadas, de tejados a dos vertientes dorados, en su ciudad guardada levantaron y techaron. En la morada real de madera labrada eran los muros; figuras de hermosos colores llenas de plata, doradas y rojas, allí pendían brillantes, historias que hablaban de países extraños, leyendas tejidas de grandes saberes para hilar con el pensamiento. En su trono los hombres encontraban consejo, consuelo y remedio a sus cuidados, justicia en los decretos. Con mano generosa repartía regalos. La gloria aumentó. Lejos se extendió su fama sobre el agua ocre; en las tierras septentrionales se conocía el renombre del rey brillante, Sheave el poderoso.

»Cuando terminó hubo un gran aplauso, y los que más aplaudieron eran los que menos habían comprendido, como para demostrar a los hombres lo bien que podían componérselas con las canciones antiguas; y pasaron un cuerno a Tréowine. Pero antes de que bebiera me levanté, y en el mismo sitio donde estaba terminé la canción por él:

Siete hijos engendró, padres de príncipes, hombres de gran mente, de poderosa mano y de gran corazón. De su casa provienen las estirpes de reyes, dicen las canciones, padres de los padres, que antes del cambio en los Años Antiguos gobernaron la tierra, reinos septentrionales nombraron y fundaron, amparo de sus gentes: Sheave los engendró; daneses del Mar y godos, suecos y hombres del Norte, francos y frisios, pueblo de las islas, [158] espadas y sajones, suevos e ingleses, y los longobardos que, mucho tiempo atrás, más allá de Mircwudu, un poderoso reino y riquezas obtuvieron en los países galeses donde Ælfwine, hijo de Éadwine, fue rey de Italia. ¡Todo esto ha pasado!

»Y con eso, antes de que los hombres hablaran —porque había muchos que conocían mi nombre y el de mi padre— hice una seña a Tréowine y salimos de la sala a la oscuridad y el viento.

»Y aquí creo que debo terminar por esta noche —dijo Lowdham, con un súbito cambio de tono y de voz que nos sobresaltó: dimos un salto, como si de pronto nos hubiéramos despertado de un sueño. Era como si un hombre se hubiera desvanecido y otro hubiera aparecido en su lugar, tan vívida había sido su representación de Ælfwine mientras hablaba. Yo lo había visto con claridad: era un hombre muy similar a Arry pero diferente, algo más alto y no tan grueso, más anciano y gris, aunque según su historia parecía haber sido de la misma edad que Arry; había visto el brillo de sus ojos cuando miraba alrededor y salía afuera. Detrás de él vi el contorno de la sala y los rostros, y Tréowine era sólo una sombra indistinta contra la luz vacilante de unas velas lejanas cuando hablaba del rey Sheave; pero oí el sonido del viento por encima de todo lo que dijo.

—La próxima reunión Tréowine y yo continuaremos, si queréis saber algo más —dijo Lowdham—. La historia de Ælfwine está casi terminada, y después iremos más rápido, porque avanzaremos más y más por lo que Stainer llamaría Historia, por donde el viejo Ælfwine caminó de verdad, al menos en su mayor parte, creo.

»Si no tenéis ningún cuerno ¡llenadme una jarra! Porque he hecho las dos partes, la de Ælfwine y la de Tréowine, y el del trovador es un trabajo que da sed.

Markison le tendió un pichel de peltre lleno. —Béo thu blíthe æt thisse béorthege![179] —dijo, porque el inglés antiguo sólo es una de las innumerables cosas que conoce.

Lowdham vació el pichel de un trago. Y así terminó la sexagésima novena velada del Notion Club. Quedarnos en reunirnos al cabo sólo de una semana, el 2 de octubre, por miedo a [159] que el comienzo del trimestre nos impidiera conocer las otras historias de Ælfwine y Tréowine.

WTJ. AAL. MGR. RD. PF. RS. JM. JJR. NG.

Noche 70

Noche 70. Jueves, 2 de octubre de 1987.

Aquí termina el texto mecanografiado, en medio de una página, y aquí termina también el manuscrito, sin la fecha de la siguiente reunión. Es evidente que mi padre no escribió nada más. No obstante, existen dos textos breves, escritos rápidamente a lápiz pero por desgracia apenas legibles, que proporcionan un atisbo de lo que tenía en mente. Aunque es obvio que ambos corresponden a la misma época, no se sabe con seguridad cuál de los dos fue anterior; el que doy en primer lugar está escrito en el reverso de un borrador para el pasaje de E que empieza «Entonces Arry volvió la espalda al mar» (p. 148).

Los daneses atacan Porlock esa noche. Son rechazados y se refugian a nado en los barcos y así en «Broad Relic».[180] Un «cnearr»[181] pequeño es capturado.

No estaba bien vigilado. Ælfwine dice a Tréowine que tiene guardadas las provisiones. Mueven el barco y lo aprovisionan la noche siguiente y se hacen a la mar hacia el Oeste.

El viento sopla del Este, y navegan siempre adelante, y no llegan a ninguna tierra; están exhaustos, y una muerte como de sueño parece apoderarse de ellos. Sienten [?la] fragancia. Swéte is blóstma br$þ begeondan s$[182] dice Ælfwine, e intenta levantarse. Pero el viento cambia: unas grandes nubes surgen en el Oeste. «Mira las Águilas de los Señores del Oeste avanzando sobre Númenor», dijo Ælfwine, y cayó hacia atrás como si estuviera muerto.

Tréowine contempla el mundo redondo [?curvarse] debajo, y delante una tierra centelleante, antes de que el viento se los lleve lejos de allí. En la oscuridad creciente [o crepúsculo] ve una estrella brillante que resplandece en un hueco de las nubes, en el Oeste. Éalá Éarendel engla beorhtast. Luego no recuerda más.

—Si lo que sigue es un sueño mío —dijo Jeremy—, o los sueños de Tréowine y Ælfwine en las profundidades del mar, no puedo decirlo.

Desperté y me encontré [160]

Aquí se interrumpe el esbozo. En la misma página y, casi con certeza absoluta, escrita al mismo tiempo, está la siguiente nota:

La teoría es que la visión y la memoria perduran en los descendientes de Elendil y Voronwë (= Tréowine), pero no es una reencarnación: son personas distintas aunque se asemejan en algunas cosas a pesar del transcurso de muchas generaciones.

El segundo esbozo es al principio más elaborado (y por ese motivo puede pensarse que fue posterior), pero luego se convierte en un bosquejo de títulos y breves afirmaciones.

Los daneses atacan esa noche pero son rechazados. Ælfwine y Tréowine se encuentran entre quienes capturan un pequeño barco que se había aventurado cerca de la costa y había embarrancado. El resto escapa a «Broad Relic».

Antes de que todo termine llega el amanecer gris. —¿Vas a descansar? —preguntó Tréowine a Ælfwine—. Sí, eso espero —dijo Ælfwine, pero no en esta tierra, Tréowine. Me voy… en busca de una tierra, de la tierra de la que vino el rey Sheaf, quizá; o a encontrar la Muerte, si no es ése el nombre del mismo lugar.

—¿Qué quieres decir?

—Voy a hacerme a la mar —dijo Ælfwine—. El viento sopla hacia el oeste. Y hay un barco que conoce el mar. El propio rey me lo ha dado. He manejado muchos como éste antes. ¿Vendrás conmigo? Dos podrían turnarse para llevarla.

—Necesitaríamos más que eso. ¿Qué pasa con el agua y las vituallas?

—Lo tengo todo preparado —dijo Ælfwine—, porque he estado madurando esta aventura en la mente durante largo tiempo, y ahora han coincidido al fin la oportunidad y el deseo. Tengo provisiones en casa, y nos encontraremos con un par de hombres vigorosos de Somerset que conozco. Irán al menos hasta Irlanda y luego veremos.

—Sí, en Irlanda encontrarás bastantes locos —dijo Tréowine—, pero yo te acompañaré por lo menos hasta allí.

Cuando anocheció el día siguiente Ælfwine trajo consigo a Ceola (de Somerset) y a Geraint (de Gales del Oeste) y la estibamos, y la empujamos al agua. El viento del este arreció y nos hicimos a la mar en las aguas oscuras. No es necesario convertirlo [161] en una gran historia: viramos el rumbo después de los cabos de Pembrokeshire y nos dirigimos al mar abierto. Y cuando el tiempo cambió, porque un gran viento procedente del sudoeste nos empujó de nuevo hacia el norte, conseguimos con dificultades hacer puerto en un largo estuario en el sudoeste de Irlanda. Nunca había estado allí antes, porque era más joven que Ælfwine. Allí resistimos la tormenta y conseguimos alimentos frescos, y luego Ælfwine habló de su deseo a Ceola y Geraint.


Tréowine ve el camino recto y el mundo que se curva debajo. El navío de Ælfwine parece tomar el camino recto y él cae [sic] en un desmayo de miedo y agotamiento.

Ælfwine contempla el Libro de las Historias y escribe lo que puede recordar.

Después visiones fugaces.

Historia de Beleriand.

La estancia en Númenor antes y durante la caída termina cuando Elendil y Voronwë huyen a la oscuridad sobre una colina de agua y las Águilas y los relámpagos los persiguen. Elendil tiene un libro que ha escrito él mismo.

Sus descendientes leen algunos trozos.

Ælfwine tiene uno.

En el mismo trozo de papel y escrita al mismo tiempo que este segundo texto hay una nota donde se dice que la página de Edwin Lowdham «debe ser directamente anglosajón, sin fragmentos de Númenóreano», y que «el anglosajón no debe estar escrito con letras númenóreanas». Por último tenemos esta última nota: «Al final Lowdham y Jeremy pueden visualizar algunos fragmentos más, pero apenas era necesario, pues Lowdham y Jeremy tienen un sueño muy vívido sobre la Caída de Númenor».

Desde el principio de esta historia, el relato del inglés Ælfwine, llamado también Eriol, que vincula con su extraño viaje el mundo desaparecido de los Elfos y las vidas de los hombres posteriores, ha aparecido constantemente. Así, en las últimas palabras del Quenta Noldorinwa (CP.194-195) se dice:

A los Hombres de la raza de Eärendel a veces se las han contado [las historias del Quenta], y la mayoría a Eriol, que fue el único [162] de los mortales de días posteriores, aunque ya hace mucho tiempo, que navegó a la Isla Solitaria y regresó a la tierra de Leithien [Britania], donde vivió, y recordó cosas que había oído en la hermosa Cortirion, la ciudad de los Elfos en Tol Eressëa.

Ælfwine aparece en Tavrobel de Tol Eressëa traduciendo Los Anales de Valinor y Los Anales de Beleriand de la obra de Pengolod el Sabio de Gondolin, y algunas partes del texto anglosajón se conservan (FTM.306, 326 ss.); la Ainulindalë se la contó Rúmil de Tûn (CP.182); vio la Lhammas de Pengolod «cuando estuvo en el Oeste» (CP.195). En el Quenta Silmarillion se añade esta nota (CP.235): «De la obra de Pengolod aprendí muchas cosas de memoria, y las vertí a mi lengua, algunas durante mi estancia en el Oeste, pero la mayoría después de regresar a Britania»; después siguen los versos de Ælfwine Wídlást que oyó Arundel Lowdham, como había hecho Alboin Errol: Fela bið on Westwegum werum uncuðra, wundra ond wihta, wlitescyne lond

Contrariamente a esta afirmación, y remontándonos a una versión de la antigua historia de Ælfwine de Inglaterra (CPII.354 y nota 42), teníamos la historia de que Ælfwine nunca puso pie en la Isla Solitaria. Así, en los esbozos de mi padre para los capítulos posteriores de El Camino Perdido que nunca escribió, Ælfwine (CP.94) despierta en la playa de la Isla Solitaria «para encontrar que el barco está siendo arrastrado por gente que camina por el agua», y en Eressëa «le narran los Cuentos Perdidos»; sin embargo, en otras notas de esa época (CP.97), después de «la visión de Eressëa», «el viento del oeste les hace volver», y llegan a las costas de Irlanda. En la nota de la versión final del poema La canción de Ælfwine (una versión de la que apunté que era «probablemente de los años posteriores a El Señor de los Anillos, aunque tal vez esté relacionado con los Papeles del Notion Club de 1945, CP.119) se dice (CP.123):

Ælfwine (amigo de los Elfos) era un marinero de la vieja Inglaterra que, arrojado al mar en la costa de Erin, entró en las aguas profundas del Oeste, y según la leyenda, por alguna extraña gracia encontró el «camino recto» del Pueblo de los Elfos y al cabo llegó a la Isla de Eressëa en el Hogar de los Elfos. O tal vez, como dicen algunos, solo en las aguas, padeciendo hambre y sed, cayó en trance y se le concedió una visión de la isla como antaño había sido, antes de que se levantara el viento del Oeste y lo devolviera a la Tierra Media.

En el primero de los esbozos dados arriba Ælfwine y Tréowine se encuentran a la vista de la «tierra centelleante» cuando el viento los [163] arrastra lejos de allí; sin embargo, en el segundo mi padre vuelve a ver a Æfwine en la Isla Solitaria mirando «el Libro de las Historias». Pero la concepción entera ha desarrollado una complejidad inquietante: la Caída de Númenor, el Camino Recto al Oeste, las antiguas historias en una escritura y una lengua desconocidas que perviven en Eressëa, el misterioso viaje de Edwin Lowdham en su navío La Éarendel y la única página que se conserva de su libro en anglosajón, la «reaparición» en su hijo Arundel (Éarendel) y su amigo Wilfrid Trewin Jeremy de «la visión y la memoria» de sus antepasados de edades distantes que les son comunicadas en sueños y la violenta irrupción de la leyenda númenóreana a finales del siglo XX, todo enmarcado dentro de unas elaboradas predicciones del futuro (no exentas de elementos cómicos e irónicos).

Hay un trozo de papel en el que mi padre esbozó a grandes rasgos las ideas de lo que sería la «Segunda Parte» de Los papeles del Notion Club; sin duda son anteriores al inicio de la composición del manuscrito E, pero lo mejor es darlas aquí.

Hacer la historia de la Atlántida y abandonar la Saga de Eriol, con la participación de Loudham, Jeremy, Guildford y Ramer.

Después de la noche 62.[183] Loudham, que regresa a casa con Guildford y Ramer, se disculpa por parecer tan burlón. Se detienen en Radcliffe Square y Loudham contempla la Camera. El cielo está estrellado, pero una nube negra se acerca desde el Oeste [substituido inmediatamente por (pero) como humo en la luna un jirón de nube parecía salir del farol de la cúpula]. Loudham se detiene y levanta la vista, pasándose [la] mano por la frente. —Iba a decir —dice— que… no lo sé. No me acuerdo. —Entró en el college y no dijo más.

Noche 65. Truncada. Empieza después de una laguna. La conversación había girado en torno a los mitos, pero Loudham había estado inquieto, paseando por la habitación retorciendo su pañuelo y haciendo algunas bromas poco afortunadas.

De pronto se dirigió a la ventana. Era una noche de verano y miró afuera, luego habló con voz alta y solemne. «Contemplad las Águilas de los Señores del Oeste avanzando sobre Númenor». Nos sobresaltamos. Algunos fuimos y miramos afuera. Una gran nube devoraba las estrellas, extendiendo dos grandes alas oscuras hacia el norte y el sur. [164]

Loudham se apartó. ¿Hablan sobre Númenor? ¿Los antepasados de Loudham?

Las palabras con las que empieza este esbozo «Hacer la historia de la Atlántida y abandonar la Saga de Eriol» son notables. En primer lugar, parecen apoyar el análisis del modo en que se desarrollaron Los papeles del Notion Club que he sugerido en varios puntos, y que describiré aquí de una manera más coherente.

La «Primera Parte» de los Papeles (que en este momento no pretendía serlo) había llegado a la fase del manuscrito acabado B (véase p. 12 y nota 5), y en esta fase Harry Loudham no aportaba gran cosa a las conversaciones del Notion Club: era tan sólo un hacedor de chistes e interjecciones. Sobre todo, no tenía ningún interés especial por la cuestión de la Atlántida o por los nombres de mundos desconocidos. En las notas de la Primera Parte se han señalado varios ejemplos.[184]

Sólo cuando el manuscrito B estuvo terminado (y el texto de la «Primera Parte» bastante completo) introdujo la idea de «Hacer la historia de la Atlántida». Cuando Loudham se detiene bajo la Radcliffe Camera y contempla el cielo cambia el curso entero de los Papeles. Posteriormente se realizaron ajustes y modificaciones en la «Primera Parte» que apuntaban a su peculiar «afinidad» con la leyenda de la caída del imperio insular y alteraban la naturaleza de sus intereses: mientras que en B Guildford podía decir de él (nota 31): «Se ha curtido ojeando las memorias de las cortes de los monarcas menores del siglo XVIII», en la lista de miembros dada en p. 16 (realizada cuando B estuvo terminado)[185] tiene «un interés especial en el islandés y el anglosajón». Y según avanzaba la «Segunda Parte» en el manuscrito E dejó de ser Harry y se convirtió en Arry, abreviación de Arundel (Éarendel).

Sin embargo, cuando mi padre escribió «Hacer la historia de la Atlántida» también dijo que la «Saga de Eriol» tenía que ser abandonada, aunque en el texto de la «Primera Parte» no se menciona nada parecido. La única explicación que se me ocurre es que la «Saga de Eriol» había sido hasta ese entonces lo que mi padre proyectaba para la continuación de las reuniones del Notion Club, pero que ahora estaba desechando en favor de la «Atlántida».

En realidad nunca lo hizo: mi padre se sintió atraído de nuevo por las ideas que había esbozado para El Camino Perdido (véase CP.93-94), pero ahora en una concepción tan intrincada que quizá no haga falta seguir buscando una respuesta a la pregunta de por qué fueron abandonados Los papeles del Notion Club.