Hojas de

LOS PAPELES DEL NOTION CLUB

[PRIMERA PARTE] [11]

[28]

Noche 54

Noche 54.Jueves, 16 de noviembre de 1986.[12]

Una noche húmeda. Sólo asistieron Frankley y Dolbear (casa de Dolbear). Dolbear afirma que Philip nunca dijo que mereciera la pena ponerlo por escrito, pero le leyó un poema ininteligible acerca de un ruiseñor mecánico (al menos él pensaba que iba de eso). Frankley dice que Rufus estaba soñoliento y que no dejaba de reír para sí. La única observación claramente audible que realizó fue muy entusiasmado, creo. Era la respuesta a una pregunta sobre Michael Ramer, y si D. lo había visto últimamente. Después de que F. hubiera leído un poema (que luego volvió a leer) llamado El cántico de Artegall se despidieron.[13]

RD. PF.

[En este punto se ha omitido un par de entradas menores, apenas legibles].

Noche 60

Noche 60. Jueves, 20 de febrero de 1987.[14] [El principio está ilegible. La historia de Ramer se ha perdido].

[Cuando Michael Ramer terminó] de leer su historia, guardó silencio durante un rato. Hacía mucho tiempo que no nos leía nada; de hecho, apenas había aparecido por las reuniones en un año o más. Cuando daba alguna excusa era vaga y evasiva. En esta ocasión el Club estaba más concurrido de lo habitual y no era más fácil de complacer. Sin embargo, eso no justificaba el nerviosismo de Ramer. Es uno de los miembros más antiguos, y solía ser uno de los lectores más frecuentes, pero esa noche leía deprisa, con titubeos y torpeza. Tanto era así que Frankley le hizo repetir varias frases, aunque estas interrupciones, que [29] sólo empeoraron las cosas, se han omitido arriba. Ahora se agitaba nerviosamente.

—¿Bien? —dijo al fin—. ¿Qué os parece? ¿Funcionará?

Algunos nos movimos, pero nadie habló.

—¡Oh, vamos! Podré superar las peores críticas. ¿Qué tenéis que decir? —insistió volviéndose a Guildford, que estaba sentado en la silla de al lado.

—No sé —respondió Guildford de mala gana—. Ya sabes que no me gusta la crítica…

—No me había dado cuenta antes —dijo Frankley.

—¡Vamos, Nicholas! —rió Lowdham—. Te gusta tan poco como a Philip interrumpir.

—En cualquier caso, yo no hago críticas a las frases inconclusas —dijo Guildford—. Si no me hubierais interrumpido, iba a decir no me gusta la crítica de improviso, todavía al calor de la lectura.

—El hielo es tu temperatura más habitual —dijo Lowdham.[15]

—¡Eso es muy injusto! Soy un lector voraz y me gustan las historias.

Siguió un coro de gritos de incredulidad, pero pudo oírse a Guildford corregir sus palabras, primero por «Leo muchas historias y la mayoría me gustan», y finalmente por «Me gustan algunas historias, incluso una o dos de Ramer». —Pero es muy difícil —prosiguió al fin—, hablar cuando algo te ha gustado, sobre todo tan pronto. Por lo general cuanto algo te ha gustado es más complejo que cuando no. Y no hace falta decir cualquier cosa precipitadamente. El aroma de lo que gusta es muy duradero; puede esperar y de hecho normalmente conviene que repose un poco. Los defectos, en cambio, asoman todos duros y dolorosos cuando todavía los tienes cerca.

—Para aquéllos que tienen la habilidad de verlos en todos los paisajes literarios —interrumpió Ramer.

—Cuando hay confianza —prosiguió Guildford imperturbable—, los menores pueden olvidarse, por supuesto, o pasarse por alto; pero lo mejor es que sean eliminados cuando están frescos.

—¿Igual que Philip te corrige mientras estás leyendo? —dijo Ramer.

—Sí —dijo Guildford—. Pero hay errores más graves que sus [30] anacolutos e infinitivos partidos[P3] que también podrían pasar, si se convierten en costumbre. Puede ser doloroso para el autor que se elimine la ceguera del amor paternal, pero en este caso es lo mejor. Qué sentido tiene estar aquí, escuchando cosas antes de que se publiquen, si lo único que hacemos es palmear la espalda del padre y murmurar: «Cualquier hijo tuyo es bienvenido, señor Ramer. El quincuagésimo, ¿verdad? ¡Bien, bien! Cómo se parecen todos a su querido padre, ¿a que sí?».

Lowdham rió. —Y lo que vas a decir, supongo, es: «¿Por qué no le limpias la nariz al crío y le cortas el pelo?».

—«¡O estrangúlalo!» —dijo Ramer con impaciencia.

—No, en serio —protestó Guildford—, sólo tengo objeciones a algunas partes de tu último hijo, no a la totalidad, Michael. Sólo al primer capítulo y al final del último, de veras. Pero supongo que nadie ha podido solventar la dificultad de llegar a otro planeta, en la literatura igual que en la vida. Porque de hecho creo que la dificultad es insoluble. La carne mortal no puede traspasar la barrera ni lo hará nunca. De cualquier modo, los capítulos iniciales de las historias de viajes espaciales, el viaje en sí, me parecen siempre los más endebles. Y toda la ciencia ficción, por regla general, la mezcla de base. Sí, señor Frankley, ¡así que no interrumpas! Igual que la palabra, es un baúl de viaje estropeado, pésima para viajar con ella. Y lo mismo puede decirse de tu máquina, Ramer. Aunque quizá sea uno de los mejores fracasos.

—¡Te doy las gracias! —gruñó Ramer—. Pero lo mismo te pasa a ti, Nicholas, criticas el marco, que es una necesidad delicada de los cuadros, y en cualquier caso fácil de cambiar, y no dices nada de lo que hay dentro. Supongo que habrás visto algo digno de alabanza: sabemos lo doloroso que te resulta alabar algo. ¿No será ésa la verdadera razón de que lo pospongas?

—¡Tonterías! —dijo Guildford—. Lo de dentro me pareció muy bueno, si quieres saberlo. Aunque pensé que había algo muy extraño.

—¡No lo dudo! [31]

—Quiero decir, extraño viniendo de ti. Y está en el principio. Porque no te escaparás con esa excusa del marco. El marco de un cuadro no es equivalente. La manera que tiene un autor de llegar a Marte es parte de su historia sobre su Marte, y de su universo en lo que a esa historia particular se refiere. Forma parte del cuadro, aunque sólo sea en una posición marginal, y puede afectar seriamente a todo lo de dentro.

—¿Por qué? —dijo Frankley.

—Bueno, si hay naves espaciales en tu universo imaginado, no me lo has vendido bien, para empezar —dijo Guildford.

—Eso es llevar tu aversión a las máquinas demasiado lejos —dijo Lowdham—. Los pobres escritores pueden incluir cosas que a ti no te gustan en sus historias, ¿no?

—Ahora no estoy diciendo que no me guste —respondió Guildford—. Estoy hablando de credibilidad. No me gustan los guerreros heroicos, pero puedo soportar las historias sobre ellos. Creo que existen, o que podrían existir. No creo que las naves espaciales existan, o que pudieran existir. Y en cualquier caso, si tú pretendes que existen y las empleas para hacer viajes espaciales, aterrizarán en aventuras del tipo de naves espaciales. Si te gustan las naves espaciales y la ciencia ficción, o si permites que les gusten a tus personajes, es muy probable que encuentres cosas de ese tipo en tu nuevo mundo, o que sólo veas lo que interesa a ese tipo de gente.

—Pero eso no es cierto —objetó Frankley—. No pasa en la historia de Ramer.

—A rasgos generales es cierto, terriblemente cierto —dijo Guildford—. Pero, por supuesto, hay un modo de escapar: a la inconsistencia, la disonancia. Ramer toma ese camino, como Lindsay,[16] o Lewis y los mejores escritores de este tipo de cosas posteriores a él. Puedes aterrizar en otro mundo en una nave espacial y luego dejar todas esas tonterías, si tienes algo mejor que hacer allí que la mayoría de los escritores anteriores. Pero personalmente no me gusta en absoluto. Hace que la ciencia ficción absurda parezca todavía peor por contraste. Los torpedos de cristal, y los «rayos de retroceso», y las palancas de velocidad máxima (más veloz que la luz, fíjaos en el detalle), ya quedan lo bastante mal dentro de una de esas terribles revistas, son un fruto del Mar Muerto envuelto en una piel llamativa; [32] pero, por ejemplo, en A Voyage to Arcturus[P4] son simplemente chocantes. Sobre todo por lo innecesario. David Lindsay tenía al menos dos métodos mejores guardados en la manga: la sesión, o la sugestión de la torre oscura al final. ¡Por suerte al menos en esa historia no había regreso mediante torpedo de cristal![17]

—Pero el truco de Lejos del Planeta Silencioso, según el cual unos villanos de una nave espacial secuestran al héroe para explicar cómo un hombre interesante entró en una, no era malo —dijo Frankley—. Y la estúpida villanía de la gente de la nave espacial era esencial. Se comportaban como lo haría ese tipo de personas, y el argumento se basaba en eso.

—No es malo, estoy de acuerdo —dijo Guildford—. Sin embargo, era un truco, como bien dices. Y no uno de primera categoría, si lo que quieres es una credibilidad literaria absoluta y pura en lugar de una mezcla de alegoría y sátira. Ramer no busca una mezcla lewisiana de ese tipo, y creo que el recurso de hacer que un artista inteligente se introduzca en un armatoste por accidente sin saber lo que es, es un simple truco. Pero lo que no me gusta en ese tipo de historias, aunque con matices, es la pretensión de que esos armatostes pudieran existir o funcionar. Son muchísimo menos probables —como portadores de cuerpos y mentes de hombres vivos, indemnes— que las criaturas más delirantes de los cuentos de hadas; pero pretenden ser probables a un nivel mecánico y material. Es como tener que tomarse en serio a los Robinsones del Brezal.

—Pero tienes que tener algún tipo de vehículo que se lo lleve —dijo Frankley—, o no utilizar este tipo de historia. Es posible que no sean tu manjar preferido, Nicholas, pero a mí me gustan y no vas a conseguir que dejen de hacerlo.

—Por mí puedes revolcarte en revistas de ciencia ficción —dijo Guildford—; pero tengo que creer en mi vehículo, o no meteré los muebles en él. Todavía no he encontrado ninguno que elevara mi incredulidad una pulgada del suelo.

—Bueno, es evidente que tu incredulidad necesita una grúa [33] motora —dijo Frankley—. Deberías mirar a alguno de los Maestros olvidados, como Wells, si es que has oído hablar de él. Admito que cuando sus primeros hombres llegaron a la Luna después del viaje pasó de lo sublime a lo trivial. Pero la máquina y el viaje eran espléndidos. Por supuesto, fuera de la historia no creo en un aislante de gravedad, pero dentro funcionaba y Wells lo empleó de una manera soberbia. Y los viajes pueden terminar en puertos pequeños, mugrientos y vulgares, y sin embargo merecer mucho la pena.

—Sería difícil no mencionar el nombre de Wells con Jeremy rondando por ahí —dijo Guildford—. Y he leído Los primeros hombres en la Luna, y La máquina del tiempo. Confieso que en La máquina del tiempo el aterrizaje es tan maravilloso que habría sido capaz de perdonar un transporte todavía más ridículo, aunque sería difícil inventar uno. En cualquier caso, la máquina lo estropea, y no estoy seguro de que hiciera falta una. Y si hubiera sido eliminada ¡qué efectos habría tenido en la obra entera! La habría mejorado considerablemente, incluso con una historia tan notable.

»Sin duda los autores están tan deseosos de llegar allí como nosotros, pero la prisa no justifica la falta de atención. Y de todas formas, nosotros somos más viejos. Podemos perdonar el ingenio de los primitivos, pero no podemos imitarlo. ¿Acaso no es siempre así? Lo que antes funcionaba ahora ya no lo hace. Solía leer con placer los romances en los que el héroe salía en busca del Azul, por sobre montañas y desiertos, sin provisión de agua. Pero ahora pienso que ese procedimiento es inacertado.

—Esa palabra no existe —dijo Frankley.

—¡Silencio! —dijo Lowdham.

—Quiero que mi protagonista tenga sus aventuras en el Azul, como siempre, pero quiero pensar que el autor se ha enfrentado a las dificultades en lugar de ignorarlas o de huir de ellas. A la larga suele ser lo mejor para la historia.

—La verdad es que tengo que admitir que Wells utiliza bien su «cavorita».[18] Si hubiera sido un niño cuando se publicó la historia, lo habría permitido y disfrutado. Pero no ahora. Soy posterior a Wells. Y no estamos criticando su obra, sino la de Ramer, por utilizar un recurso similar tanto tiempo después. Quien escriba ahora una novela de viajes espaciales tiene que ser mucho más convincente, si es que en este momento es posible [34] crear una máquina convincente. El control sobre la energía ha aumentado de un modo prodigioso, pero los problemas se han vuelto más complejos, no más simples. Los científicos no pueden destruir la simple fe y esperar conservarla para sí. Un aislante de gravedad no funciona. La gravedad no puede tratarse de esa manera. Es fundamental. Es una afirmación por el Universo de dónde te encuentras en el Universo, y el Universo no puede ser engañado por un sobrenombre con ita pegado al final, ni por ningún abracadabra semejante.

—Y ¿qué efectos tiene sobre los hombres que te arrojen de un campo gravitacional a otro pasando por el nivel cero, incluso en un viaje tan elemental como uno a la Luna?

—Oh, los problemas de ese tipo se superarán fácilmente —dijo Frankley—. Al menos es lo que dicen la mayoría de los científicos relacionados con los proyectos espaciales.

—Los científicos están tan inclinados a pensar (y hablar) según sus propios deseos como los demás, sobre todo cuando se trata de sus propias esperanzas románticas y no de las tuyas —dijo Guildford—. Y les gustan las perspectivas de nuevos horizontes, vagos y vastos, delante de gente con la boca abierta, cuando actúan de futurólogos públicos.

—Yo no estoy hablando de ésos —dijo Frankley—. Hay gente que no goza de mucha publicidad, médicos bastante científicos, por ejemplo, que te dirán que el corazón y el aparato digestivo, y todo eso, te funcionarán correctamente incluso a gravedad cero, por decir algo.

—Supongo que sí —dijo Guildford—. Aunque todavía me parece difícil creer que una máquina como el cuerpo humano, fabricada para funcionar bajo condiciones definidas como las de nuestra Tierra, funcionaría alegremente cuando éstas se vean modificadas de un modo considerable. Y por un largo tiempo, o para siempre. Mira lo rápido que nos fatigamos, incluso en este globo, cuando estamos a alturas o temperaturas inusuales. Y nada se sabe de los efectos que tiene sobre ti una gravedad mucho mayor, ¿verdad?[P5] Sin embargo, eso es lo que probablemente encuentres al final del viaje. [35]

—Es cierto —dijo Lowdham—. Pero la gente de este bendito siglo piensa primordialmente en el viaje y en la velocidad, no en el destino, ni en instalarse. De hecho, es mejor viajar «científicamente» que llegar a alguna parte; dicho en otras palabras, el vehículo justifica el viaje.

—Sí, y es la velocidad lo que me preocupa de verdad —dijo Guildford—, más que esos otros problemas. No dudo que sea posible enviar un cohete a la Luna. Los preparativos se detuvieron después de la Gran Explosión,[19] pero dicen que están otra vez en ello. Admitiré incluso la posibilidad eventual de que desembarquen sin daño bienes humanos en el paisaje lunar, aunque no se sabe lo que harán allí. Pero la Luna es muy limitada. Los cohetes son muy lentos. ¿Se puede tener la esperanza de viajar a la velocidad de la luz, de que haya algo tan rápido?

—No lo sé —dijo Frankley—. Actualmente no parece probable, pero no creo que todos los científicos o matemáticos respondieran a esa pregunta con un no contundente.

—No, son muy románticos en ese aspecto —dijo Guildford—. Pero incluso la velocidad de la luz es sólo moderadamente útil. A menos que adoptes una actitud shaviana y consideres que todos esos años-luz y siglos-luz son mentira, tendrás que buscar una velocidad mayor que la de la luz; mucho mayor, si quieres salir del Sistema Solar. De otro modo tendrás muy pocos destinos. ¿Quién comprará el pasaje para un lugar lejano si sabe que morirá de viejo por el camino?

—La gente compra billetes en los ferrocarriles estatales —dijo Lowdham.

—Pero al menos hay alguna posibilidad de llegar en coche o tren antes de morir —dijo Guildford—. No le pido al autor un mayor grado de probabilidad: sólo una posibilidad de que no contradiga totalmente lo que sabemos.

—O creemos saber —murmuró Frankley.

—Cierto —dijo Guildford—. Y sobre esta base la velocidad de la luz, o una velocidad mayor, es increíble si eres «científico», o hablando con más propiedad, «mecánico». En cualquier caso, para quienes escriban ahora. Admito que los criterios de credibilidad pueden cambiar, aunque, por lo visto, la verdadera Ciencia, en contraste con la novela mecánica, limita las posibilidades en lugar de aumentarlas. Pero sigo ciñéndome al punto [36] original: la «máquina» empleada define el tono. Las naves espaciales me parecieron lo bastante creíbles para un gusto inexperto, hasta que crecí y quise encontrar en Marte algo más útil que pistolas de rayos y vehículos más rápidos. Las naves espaciales te llevarán a ese tipo de países, no lo dudo. Pero no quiero ir. No hace falta viajar para encontrarlo.

—No, pero hay una cierta atracción en ese estar lejos, aunque sea asquerosa y estúpida —dijo Frankley—. ¡Aunque sea igual! Podrías hacer una buena historia de un viaje (que será inevitablemente satírico, en efecto, pero no principalmente) para encontrar una réplica de la Tierra y sus habitantes.

—¡Supongo que sí! Pero ¿no nos estamos liando un poco? —dijo Lowdham—. Lo que Nick estaba señalando, que parece haber olvidado tanto como el resto de nosotros, era la incoherencia, la disonancia. No tiene nada que ver con su aversión o incredulidad por los vehículos mecánicos; aunque lo cierto es que no le gustan, sean creíbles o no. Pero entonces empezó a confundir la probabilidad científica con la credibilidad literaria.

—No, no las confundí y no las confundo —dijo Guildford—. La probabilidad científica no viene al caso, a no ser que tu vehículo sea mecánico. No puedes hacer un mecanismo, aunque sea lo suficientemente creíble en una historia, si es totalmente increíble como máquina para tus contemporáneos, para aquéllos cuya capacidad crítica no se ha dormido ante la sola mención de la máquina.

—Muy bien, muy bien —dijo Lowdham—. Pero volvamos a la incoherencia. Lo que te preocupa es la disonancia entre los objetos y los hallazgos de las mejores historias y sus máquinas. Y creo que es importante. Lewis, por ejemplo, empleó una nave espacial, pero la reservó para los villanos, y la segunda vez metió al héroe en un ataúd de cristal sin mecanismos.

—Débil —dijo Guildford—. Personalmente, el arreglo me pareció muy poco convincente. Además, no era eficiente en absoluto: el pobre Ransom[20] estuvo a punto de tostarse sin que hubiera ninguna razón sólida. Uno puede pensar que quien es capaz de enviar el ataúd a Venus podría haber inventado un material que permitiera el paso de la luz sin un calor excesivo. El ataúd me pareció mucho menos creíble que los Eldils,[21] y dada la existencia de los Eldils, innecesario. Había un par de [37] páginas confusas acerca del viaje a Perelandra, pero no lo suficiente para ocultar el hecho de que este ataúd semitransparente no era después de todo más que una maleta material, una nave espacial para una sola persona impulsada por algún poder desconocido. Era necesario para la historia, por supuesto, para que el cuerpo terrestre de Ransom regresara sano y salvo de Venus: pero esta especie de servicio de paquetes postales no me pareció una solución del problema. Como he dicho antes, dudo que haya solución. Preferiría un anticuado movimiento de la vara de un mago. O una palabra de poder en Solar Antiguo[22] de un Eldil. Como mínimo haría falta un milagro.

—¿Por qué hace falta algo? —preguntó de repente el pequeño Jeremy. Hasta entonces había guardado silencio, hecho un ovillo en el suelo, lo más cerca posible del fuego, aunque los ojos necios como de pájaro iban de un hablante a otro—. Las mejores historias de épocas y tierras imaginarias que conozco son solo historias sobre ellas. ¿Por qué un mago? Al menos ¿por qué un mago, fuera de la historia real, para meterte en ella? ¿Por qué no aplicar el método Había-una-vez para el Espacio? ¿No os basta con la magia del autor? Ni siquiera el viejo Nick niega el poder de los autores de ver más de lo que pueden ver sus propios ojos. En sus novelas se permite mirar dentro de las cabezas de la gente. ¿Por qué no lugares distantes del Espacio? Es lo que el autor tiene que hacer realmente, así que ¿por qué ocultarlo?

—No, por supuesto, no puedes negar el derecho de inventar de los autores, de ver, si te gusta llamarlo así —dijo Guildford.

En ese punto Dolbear se agitó y pareció ir a levantarse, pero solo se sentó más cómodamente en la silla y siguió respirando ruidosamente, como había hecho desde la primera parte de la historia de Ramer.

—Pero eso es un tipo de historia diferente, Jeremy —objetó Frankley—. Bastante bueno a su manera. Pero quiero viajar por el Espacio y el Tiempo en persona; y si eso no puede ser, quiero que lo haga la gente de las historias. Quiero contacto entre los mundos, confrontación de lo extraño. ¿Dices, Nick, que la gente no puede abandonar el mundo y seguir viva, al menos más allá de la órbita de la Luna? [38]

—Sí, creo que no pueden y que nunca podrán.

—Muy bien entonces, más razón para tener historias sobre «podrían o podrán». Uno pensaría que has vuelto a la anticuada idea del escapismo. ¿Te disgustan los cuentos de hadas?

—No. Pero tienen sus propios mundos, con sus propias leyes.

—Entonces ¿por qué no puedo hacer la mía, y que sus leyes permitan la existencia de naves espaciales?

—Porque entonces no será tu mundo privado, por supuesto —dijo Guildford—. ¿No es acaso el punto fundamental de este tipo de historias, a un nivel inteligente? El Marte de esas historias es Marte: el Marte que existe. Y la historia (tal como acabas de admitir) es un substituto de la satisfacción de nuestra curiosidad insaciable sobre el Universo como es. Así que una historia de viajes espaciales debería concordar con lo que sabemos del Universo tal como es. Si no lo hace o no lo intenta, se convierte en un cuento de hadas, de un tipo degradado. Pero no hace falta viajar en cohete para llegar al País de las Hadas. Puede estar en cualquier lugar, o en ninguno.

—Pero ¿suponiendo que viajaste y que encontraste la Tierra de las Hadas? —preguntó Ramer de pronto. Llevaba un rato contemplando el fuego, aparentemente muy poco interesado en la batalla que se había desarrollado alrededor. Jeremy lo miró boquiabierto y se levantó de un salto.

—¡Pero seguro que no fue en una nave espacial! —exclamó—. Sería tan depresivamente vulgar como lo otro. Como una historia horrible que encontré una vez sobre unos hombres que utilizaban una alfombra mágica como motor barato para llevar un autobús.

—¡Me alegro de tenerte como aliado! —rió Guildford—. Porque eres un pecador habitual: lees material irregular, ciencia ficción, y no como vicio ocasional, sino con verdadero interés profesional.

—El material es muy interesante —dijo Jeremy—. Rara vez como arte, porque su nivel artístico es muy bajo por lo general. Pero la literatura tiene una faceta patológica, y ya me habéis oído hablar sobre todo eso lo suficiente. En este punto estoy de acuerdo contigo. Los verdaderos cuentos de hadas no pretenden producir efectos mecánicos imposibles mediante máquinas imposibles. [39]

—No. Y si Frankley quiere cuentos de hadas con dragones mecanizados, y fórmulas falsas para producir espadas de fuerza, o gas antidragones, puede tenerlas y guardarlas. ¡No! Para aterrizar en un planeta nuevo hay que escoger: milagro, magia, o la probabilidad normal, el único modo conocido o probable con el que uno ha aterrizado en un mundo.

—¡Oh! Así que tienes una receta privada desde el principio, ¿no es cierto? —dijo Ramer bruscamente.

—No, no es privada, aunque la he utilizado una vez.

—¿Sí? ¡Vamos! ¿Cuál es?

—Encarnación. Mediante el nacimiento —dijo Guildford.[23]

En este punto Dolbear despertó. Bostezó ruidosamente, levantó los pesados párpados y los ojos de un azul brillante se abrieron bajo las cejas rojas. Había estado durmiendo audiblemente durante un largo rato,[P6] pero estábamos acostumbrados al ruido y no nos molestaba más que el sonido de una tetera hirviendo a fuego lento.

—¿Qué tienes que decir a eso, Ramer? —preguntó. Le arrojó una mirada aguda, pero Ramer no respondió. Dolbear volvió a bostezar—. Estoy más del lado de Nick —dijo—. Sobre todo en el caso del primer capítulo.

—Bueno, se leyó al principio, antes de que te acomodaras para la siesta —dijo Lowdham.

Dolbear sonrió.

—Pero el capítulo en sí mismo no era lo que me interesaba —dijo—. Creo que la mayor parte de la discusión se ha alejado de Io esencial, de lo más interesante. Lo más parecido que propuso Nicholas fue la disonancia, como tú mismo dijiste, Arry.[24] Ése es el tema que habría que seguir. Estoy absolutamente convencido, aunque las naves espaciales fueran el Servicio de Autobuses Transatlánticos más deplorable posible. ¡Michael! Tu historia está completamente fuera de lo que llamaste el marco. Y eso es raro en ti. Nunca había tenido una sorpresa tan desagradable, en ninguna de tus obras. Me parece difícil de creer que la [40] máquina y la historia sean del mismo hombre. De hecho, no creo que sea así. Tú escribiste el primer capítulo, el viaje espacial, y también el regreso a casa (bastante descuidado, y mi atención se desviaba): te lo inventaste, como suele decirse. Y como nunca habías probado algo así, no estaba muy por encima de la media. Pero no creo que escribieras la historia de dentro. Me pregunto ¿qué has estado haciendo?

—¿Adónde quieres llegar? —preguntó Jeremy—. Era típico de Ramer de principio a fin, casi cada frase llevaba su sello. Y aunque quisiera confundirnos con cosas prestadas, ¿de dónde las podría haber sacado?

—Conoces sus deseos de rescribir las historias chapuceras de otra gente —dijo Lowdham—. Aunque la verdad es que nunca nos había leído ninguna antes, sin decírnoslo.

—Ya lo sé —dijo Jeremy, brincando alrededor—. Quiero decir: ¿de dónde ha podido sacar esta historia? Si ha encontrado una historia de viajes espaciales impresa que yo no conozco es que ha investigado mucho. Nunca había visto nada parecido.

—Estáis alejándoos del tema —dijo Dolbear—. No debería haber dicho escribir. Debería haber dicho inventar. Vuelvo a preguntar: ¿qué has estado haciendo, Ramer?

—Contar una historia —respondió Ramer sombríamente, contemplando el fuego.

—Sí —dijo Dolbear—. Pero no nos trates como si fuéramos niños pequeños o tendremos que desollarte vivo. —Se levantó y miró alrededor, a todos nosotros. Sus ojos brillaban intensamente bajo las cejas erizadas. Los clavó de pronto en Ramer—. ¡Vamos! —dijo—. ¡Desembucha! ¿Dónde está ese lugar? ¿Y cómo llegaste allí?

—No sé dónde está —dijo Ramer en voz baja, todavía con la vista fija en el fuego—. Pero estás en lo cierto. Estuve allí. Al menos… bueno, no creo que nuestra lengua sea apropiada para este caso. Pero ese mundo existe, y yo lo he visto… una vez. —Suspiró.

Lo observamos durante un buen rato. Todos nosotros —excepto Dolbear, creo—, sentíamos cierta alarma y compasión. Y en la superficie de nuestras mentes había una incredulidad vacía, por supuesto. Sin embargo, no era exactamente así: no sentíamos [41] la emoción subyacente de la incredulidad. Porque al parecer todos nosotros, en cierto grado, habíamos sentido algo extraño en la historia, y ahora admitíamos que difería de la norma, igual que la visión difiere de la imaginación. Pensé que era como la diferencia entre un cuadro y un atisbo brillante de un paisaje lejano: hilos de agua cayendo de verdad, el viento agitando las pequeñas hojas verdes e inflando las plumas de los pájaros en las ramas, como puede verse por un telescopio: limitado pero claro y en colores; plano y remoto, pero en movimiento y real. No podía, pensé, ser fruto del simple arte. Y sin embargo… la explicación ofrecida era absurda fuera de las páginas de una novela, o así creí que pensábamos la mayoría de nosotros en aquel momento.

Hicimos unas pocas preguntas más, pero Ramer no quiso seguir hablando esa noche. Parecía malhumorado o cansado, aunque no nos habíamos burlado de él. Para aliviar la tensión, Frankley nos leyó un breve poema que había escrito recientemente. Fue un acto generoso por su parte, porque era una poesía buena; pero era inevitable que pareciera bastante insípida. No obstante, es muy conocida, pues apareció como primer poema de su libro de 1989: Experimentos con pterodáctilos.

Levantamos la sesión poco después de que la lectura finalizara.

—Ramer —dije en la puerta—, tenemos que saber algo más sobre el tema, si puedes soportarlo. ¿Puedes venir la semana que viene?

—Bueno, no lo sé —empezó a decir.

—¡No vuelvas a irte a Nueva Erewhon aún! —gritó Lowdham, un poco demasiado jocosamente [No lo creo. A. A. L.]—. Queremos más Noticias de Ninguna Parte.[25]

—No dije que fuera Ninguna Parte —dijo Ramer seriamente—. Solo que era Alguna Parte. Bien, sí, vendré.

Lo acompañé parte del camino a casa. No hablamos. Era una noche estrellada. Se detuvo varias veces y levantó la vista al cielo. Su rostro, pálido en la noche, tenía una curiosa expresión, y pensé que era como un hombre en un país extraño intentando leer los puntos de la brújula y preguntándose dónde estaba su hogar. [42]

En la Turl[26] nos separamos. —Creo que lo que de verdad necesita el Club es un descanso de historias… de momento —dije—. Lo que necesitan, lo que yo deseo especialmente, es una descripción del método, si entiendes lo que quiero decir. —Ramer guardaba silencio—. Bien, ¡buenas noches! —dije—. Ésta ha sido de veras una de las grandes veladas del Club. ¡Quién iba a imaginar que al iniciar esta discusión literaria sobre el modo más creíble de empezar una historia espacial tropezaría con la guarida de un dragón alado real, una verdadera manera de viajar!

—Entonces ¿me crees? —dijo Ramer—. Pensaba que todos salvo Dolbear pensabais que estaba bromeando, o volviéndome loco. Sobre todo tú, Nick.

—No es ninguna broma, Michael. Y en cuanto a lo de volverse loco… bueno, la tuya es una pretensión loca, aunque sea genuina, ¿verdad? Por lo menos si yo tengo algo de idea. Aunque sólo cuento con impresiones y con las insinuaciones que he conseguido sacarle a Rufus sobre tus últimas actividades. Es el único de nosotros que te ha visto con frecuencia durante bastante tiempo; pero apuesto a que ni siquiera él sabe gran cosa, ¿me equivoco?

Ramer rió en silencio.

—Eres un sabueso por naturaleza, es decir, un detective, Nicholas. Pero esta noche no voy a dar más pistas. ¡Espera a la semana que viene! Entonces podrás echarle una ojeada a mi campanario y contar todos los murciélagos. Estoy cansado.

—¡Felices sueños! —dije.

—Lo son —dijo Ramer—. Muy felices, de hecho. ¡Buenas noches!

MGR. NG. AAL. PF. WTJ. RD. JJ.

Noche 61

Noche 61. Jueves, 27 de febrero de 1987.[27]

Una semana después estábamos todos juntos de nuevo, esta vez en las habitaciones de Frankley; incluso había venido Cameron. Como se verá después, en esta ocasión hasta hizo una observación además de su habitual «gracias por esta velada tan interesante». En general todos creíamos que Ramer iba a leer un ensayo sobre Viajes espaciales reales. [43]

Fue el último en llegar y nos encontramos con la agradable sorpresa de ver que tenía un aspecto bastante bueno, bastante normal, y que ni siquiera tenía la mirada extraviada habitual en él después de escribir un ensayo. Pasa una cantidad terrible de horas nocturnas ocupado en estas cosas, y quema más papel del que guarda.

Arry Lowdham[28] lo palmeó de arriba abajo y fingió estar decepcionado por el resultado.

—¡No trae ningún modelo! —gritó—. ¡Ni planos de cilindros, esferas o cualquier cosa! ¡Ni siquiera un Skidbladnir como pañuelo de bolsillo![29]

—¡Basta de tonterías nórdicas, por favor! —gruñó Frankley, quien considera un delito el conocimiento de su propia lengua en cualquier época anterior a la Batalla de Bosworth, y el noruego, un crimen.[30]

—No, ni siquiera un ensayo —dijo Ramer.

—¿Por qué no? —gritamos todos.

—Porque no he escrito ninguno.

—¡Oh, vaya! —protestamos—. Entonces ¿estuviste bromeando todo el tiempo? —dijo Lowdham.

—No —dijo Ramer—. Pero no voy a leer ningún ensayo. No he escrito ninguno, porque habría sido un trabajo muy difícil y no estaba seguro de que quisierais saber algo más del asunto. Pero si es así, estoy dispuesto a hablar.

—¡Vamos! —dijimos. Frankley le hizo sentarse en una silla y le dio un pichel de cerveza y una caja de cerillas para que encendiera una, la sostuviera encima de la pipa apagada y la tirara, como siempre.

—Bien —dijo tras un breve silencio—. Empieza algún tiempo atrás. Y al principio los hilos pueden parecer algo inconexos. Los orígenes fueron literarios, por supuesto, como la discusión de la semana pasada. Siempre he querido intentar escribir una historia de viajes espaciales, y nunca me he atrevido. Era una de mis ambiciones más antiguas, desde que apareció Lejos del Planeta Silencioso, cuando era un niño. Eso nos lleva un poco atrás.

—Sí, a 1938 —dijo Cameron,[31] cuya memoria es así. Dudo que haya leído el libro. Los ensayos de los diplomados menores modernos [44] están más en su línea. Esta observación fue su única aportación a la conversación.

—Nunca escribí ninguna —dijo Ramer—, porque me preocupaban las máquinas, literariamente hablando, el modo de llegar allí. No es que las máquinas me disgustaran necesariamente, pero nunca he encontrado o podido imaginar ningún vehículo creíble para ese propósito. La verdad es que en este punto estoy muy de acuerdo con Nicholas.

—Bueno, en esa historia nos preparaste una máquina bastante ordinaria —dijo Frankley.

—Y pareciste bastante contrariado conmigo cuando le puse reparos —dijo Guildford.

—No estaba realmente contrariado —dijo Ramer—. Un poco irritado, quizá, como cuando a uno le descubren el disfraz demasiado rápido. De hecho me pareció interesante el modo en que todos percibisteis la disonancia, tanto como yo mismo. Pero pensé que tenía que contar la historia a alguien, que tenía que comunicarla. En cualquier caso, la puse en un marco barato y rápido porque no quería discutir la manera en que la encontré. Al menos todavía no. Pero Rufus el Despiadado y su «tercer grado» me han traído hasta aquí.

—¡Sí, y tanto! —dijo Dolbear—. ¡Así que empieza la confesión!

Ramer hizo una pausa y meditó.

—Bueno, al pensar en formas de atravesar el Espacio, últimamente me sentí atraído por lo que podríais llamar noción telepática, sólo como recurso literario, para empezar. Supongo que saqué la idea de aquel viejo libro que me dejaste, Jeremy, Los últimos hombres de Londres, o algo parecido.[32] Pensé que funcionaría bastante bien, aunque el cómo era demasiado vago. Si recuerdo bien, los Neptunianos podían yacer en trance y dejar que viajara la mente. Muy bien, pero ¿cómo viaja la mente a través del Espacio y el Tiempo, mientras el cuerpo permanece inmóvil? Y había otro punto débil, en lo que a mí se refería: el método parecía exigir que en el otro extremo hubiera criaturas racionales dotadas de mente. Pero particularmente yo no quería ver —en esa fase tal vez debería decir «escribir sobre»— lo que Lewis llamaba hnau.[33] Yo quería ver cosas y lugares a gran escala. Eso fue una hebra. [45]

»Otra hebra fueron los sueños. Y eso en parte tuvo también un origen literario, porque hace mucho tiempo que Rufus y yo estamos interesados en los sueños, sobre todo en la creación de historias y escenarios y en su relación con la ficción consciente. Pero por lo que podía juzgar ese tipo de cosas, me parecía que la idea de que durante el sueño la mente puede moverse en el tiempo era bastante buena. Y a veces lo hace, quiero decir, puede observar un tiempo distinto del que ocupa el cuerpo dormido durante el sueño.

—Por supuesto que puede, y sin dormir —dijo Frankley—. Si estuviéramos confinados en el presente no podríamos pensar en absoluto, aun cuando pudiéramos percibir o sentir.

—Pero quiero decir moverse no gracias a la memoria, o al cálculo, o a la invención, como se mueve el que está despierto, sino como alguien que percibe lo externo, algo nuevo que todavía no está en la mente. Porque si puedes ver en otro tiempo que el del sueño lo que nunca viste en la vida despierta y no está en tu memoria, ver el futuro, por ejemplo, sería un caso claro, y no cabe la menor duda de que así sucede. Es obvio que hay una posibilidad real de ver de primera mano algo de lo que no está «allí» donde está vuestro cuerpo.

—¿Ni siquiera los ojos? —dijo Frankley.

—Ah —dijo Ramer—, muy bien dicho. Llegaré a eso después. Probablemente se trate de un caso de «traducción»; pero dejémoslo por un tiempo. Estaba pensando principalmente en soñar, aunque supongo que la posibilidad no se limita realmente a ese estado. Sin embargo, si vives en un sonido interminable de impresiones sensoriales, los sonidos más distantes tienen que ser muy fuertes para que los escuches. Y este movimiento, o transferencia de observación, es evidente que no se limita a Otro Tiempo; puede ocurrir en Otro Espacio, o en ambos. Un soñador no está confinado a los acontecimientos de Otro Tiempo que ocurren en esta habitación.

—Pero no esperarás limitarte a los lugares donde has estado en persona, o donde estarás en Otro Tiempo, ¿verdad? —preguntó Guildford.

—Eso no es lo que suele ocurrir en las visiones humanas —dijo Ramer—. Tampoco lo han confirmado los ejemplos modernos autentificados. Y no es mi experiencia, como veréis. Pero naturalmente, [46] reflexioné al respecto. De hecho creo que es evidente que la mente puede estar en dos lugares al mismo tiempo, o en más; cuando lo has hecho más de una vez quizá no sea muy importante. Supongo que, en lo que a la mente respecta, no puedes saber con más certeza dónde está que dónde tiene la atención. Y eso, por supuesto, puede depender de varias razones, internas y externas.

»Es posible obtener una especie de paralelo literario. Creo que de hecho es un paralelo acertado, pues no creo que la invención literaria, o fantasía, esté mezclada con todo esto por casualidad. Cuando estás escribiendo una historia, por ejemplo, puedes (si tus visiones son vividas, como las mías, y estás visualizando una escena claramente) ver dos lugares al mismo tiempo. Puedes ver (digamos) un campo con un árbol y una oveja protegiéndose del sol debajo y estar mirando tu habitación. Estás viendo dos escenas realmente, porque después puedes recordar detalles. Detalles de la escena a los que no prestaste atención porque estabas abstraído: no hay la menor duda. Habría que añadir que son detalles de la escena interior, borrosos porque estabas distraído hasta cierto punto.

»En lo que a mis visualizaciones respecta, siempre me ha impresionado la frecuencia en que parecen independientes de mi voluntad o mis decisiones (en ese momento). A menudo no hay rastro de la composición o construcción de una escena. Aparece ante los ojos de mi mente, como suele decirse, de un modo muy similar a cuando abres los ojos completamente despierto y encuentras una visión.[P7][34] Me resulta difícil, normalmente imposible, modificar estos cuadros según mis propios deseos, que son mi propósito consciente. Por lo general prefiero modificar la historia según las imágenes, y en última instancia es más correcto siempre que ambas cosas vayan juntas, lo que no ocurre siempre, por supuesto. Pero en cualquier caso, en esas ocasiones estás viendo realmente doble, o dos cosas al mismo tiempo. Tiendes a asociar ambas visiones, la interior y la exterior, aunque es posible que la yuxtaposición sea su única [47] relación, y con frecuencia lo es. Todavía asocio la visión de un estudio que ya no poseo y una pila de exámenes cubiertos de azul y amarillo (quemados mucho tiempo atrás, espero) con la escena inicial de un libro que escribí hace años: una gran morrena en las montañas desnudas.

—La conozco —dijo Jeremy—, los pies del Glaciar en Los devoradores de piedras.[35]

—Creo que podría hallarse una conexión entre ambas escenas —dijo Frankley.

—Es muy difícil encontrar dos cosas que la facultad de inventar historias no puedan relacionar —dijo Ramer—. Pero en este caso la escena me vino a la mente, como lo llamo yo, mucho antes de la realidad de los exámenes. Las dos están conectadas porque ese día volví a visualizar o a visitar los pies del Glaciar de un modo muy intenso.

—Eso no significa que no hubiera alguna conexión además de la coincidencia en el tiempo —dijo Frankley.

—Bueno, no importa. Coincidían —dijo Ramer—. Y eso es a lo que iba. La mente puede estar en más de un lugar en un momento dado, pero estrictamente hablando se encuentra allí donde centra la atención. Y eso, supongo, es sólo un lugar para la mayoría de las mentes humanas, o al menos para la mía.

»Pero me temo que estoy divagando. Será mejor que regrese a los sueños. Por supuesto, los recuerdos de este tipo de sueños verdaderos, sueños libres, son notablemente raros y dudosos, y por lo general también fragmentarios. Pero no es legítimo, sino bastante incorrecto, asumir que lo que la gente ordinaria recuerda normalmente de sus sueños es la totalidad de ellos o la parte más importante. Y la voluntad de recordar puede fortalecerse, y la memoria puede aumentarse. Rufus tiene una experiencia considerable en ese sentido y me ha ayudado de vez en cuando.

Dolbear se movió y abrió los ojos.

—¿Así que sus recelos no se debían a la pura crítica literaria de las disonancias? —dijo Frankley.

—Bueno, no tengo la menor idea de adónde quiere ir a parar Michael, todavía, si eso es a lo que te refieres —dijo Dolbear—. Mejor dicho, entiendo lo que dice y estoy más o menos de acuerdo con él, pero no sé qué tiene que ver eso con la visión de… de ¿cómo era? [48]

—Emberü —dijo Ramer.

—Sigo sin verlo —concluyó Dolbear.[36]

—Bueno, hay una tercera hebra —prosiguió Ramer—. Yo tenía la idea, y quizá también la tengan otros, de que para moverse o viajar la mente (cuando se abstrae del flujo de los sentidos) podía emplear los recuerdos del pasado y las predicciones del futuro que hay en todas las cosas, incluyendo lo que nosotros llamamos «materia inanimada». No son las palabras correctas, pero tendrán que pasar: quiero decir, quizá, las derivaciones casuales del pasado y las probabilidades casuales del presente, que están implícitas en todas las cosas. En cualquier caso, pensé que podría ser uno de los vehículos de la mente.[37] Pero una mente encarnada me parecía bastante problemática.

—No es un problema muy nuevo —dijo Guildford.

Ramer rió.

—No seas demasiado duro conmigo —dijo—. No soy original en absoluto. Y en cualquier caso mi problema era más práctico que filosófico. Estaba confundido con los saltos. No veía cómo podía hacerse. No soy filósofo, sino un experimentador, un hombre empujado por sus deseos, que si bien no son muy carnosos, sí están muy encarnados. Al ser una mente encarnada, estoy condicionado por el Tiempo y el Espacio, incluso en mis curiosidades; aunque soy una mente, quiero ir más allá del alcance de los sentidos y la historia de mi propio cuerpo.

»Por supuesto, puedes imaginar que la mente, mediante un gran esfuerzo, haga algo análogo al traslado del cuerpo de un lado a otro, sobre todo durante un estado con menos trabas como el sueño o el trance. Pero pensé que esta analogía era probablemente falsa para un hombre vivo, que incluso en trance está anclado a su cuerpo, por larga y delgada que sea la cuerda. La mente no puede estar ni en el Tiempo ni en el Espacio, salvo en la medida en que está especialmente asociada al cuerpo; pero mientras estás vivo el vínculo no se rompe, pensé. La mente y el cuerpo saltan juntos, o no saltan en absoluto.

»No hace falta volver a decir que con salto no me refiero al movimiento del pensamiento a objetos que ya están a su alcance, o a los recuerdos: cambiar instantáneamente de, por ejemplo, considerar la peculiar configuración de la cara de Rufus a [49] pensar en Table Mountain (que he visto una vez). Quería observar cosas nuevas y lejanas en el Tiempo y el Espacio, más allá del alcance de un animal terrestre.

—¿Y por eso —dijo Lowdham—, como el Cerdo de la Bomba en ruinas, te lamentabas día y noche porque no podías saltar?[38]

—Exactamente —dijo Ramer—; porque, por supuesto, para ese entonces pensaba más en viajar en persona que en escribir una historia de viajes. Pero no quería morir. Y pensé que lo único que podía hacer era refinar la observación de otras cosas que se han movido y se moverán: inspeccionar la historia de las cosas cuyo camino, en algún momento del tiempo y el espacio, se ha cruzado con el camino de mi cuerpo.

»La mente utiliza la memoria del cuerpo. ¿Podría emplear otras memorias o más bien recuerdos? ¿Qué tipo de registros de los acontecimientos y formas pasadas podía haber? En la secuencia temporal la desintegración de una forma destruye una memoria —o el registro especial— de la historia de esa forma, a menos que antes se haya metido en una mente. Los fragmentos, hasta las unidades más pequeñas, conservan sin duda el registro de su historia particular, y pueden incluir parte de la historia de las combinaciones en las que se han introducido. Pero pensad en una casa con fantasmas, por ejemplo.

—¡En una casa! —interrumpió Jeremy—. Todas las casas tienen fantasmas.

—Estoy de acuerdo —dijo Ramer—. Pero estoy empleando las palabras en su sentido habitual, en referencia a una casa donde algún detalle particular de los fantasmas se ha hecho especialmente perceptible; cómo o por qué ocurre es otra cuestión.

—Pero los fantasmas, y la atmósfera (que supongo es a lo que se refiere Jeremy), son un añadido de las casualidades de la historia —objetó Frankley—. No son parte de la casa misma, qua casa.

—No estoy seguro de comprenderte —dijo Ramer—. Pero estoy bastante convencido de que personalmente no me interesan las casas, sino esta o aquella otra cosa que puedes clasificar como casa, parte de la cual (para mí la más interesante) constituye su historia. Si digo Banbury Road n.° 100,[39] me refiero a la cosa que podrías llamar casa y a todo lo que llamas los accidentes de su historia: lo que es en el presente. Tú también. Y si destruyes [50] una casa real qua casa, también destruyes, o disipas, un fantasma en particular. Si una casa encantada se hiciera pedazos, dejaría de estar encantada, aunque fuera reconstruida lo más exactamente posible. O eso creo, y la investigación llamada «psíquica» parece confirmarlo. De un modo análogo a la vida en el cuerpo. Si todos los caballos y hombres del rey hubieran reconstruido a Humpty Dumpty habrían obtenido, bueno, una cáscara de huevo.

—Pero puedes avanzar un largo trecho, sin destrucción, sin hacer desaparecer por completo la atmósfera o los fantasmas —dijo Jeremy—. Tapando ventanas con ladrillos, cambiando escaleras y cosas así.

—Muy cierto —dijo Lowdham—. Conozco la historia de un pobre fantasma que cuando levantaron el suelo de su pasillo favorito continuó andando por el antiguo nivel. Así que la gente del pasadizo de abajo veía los pies del viejo caminando penosamente por debajo del techo. Así es como descubrieron que tenía agujeros en las suelas de los zapatos. ¡No riáis! —dijo con indignación—. Es un caso muy triste y está demostrado.

—¡No me cuesta creerlo! —dijo Ramer—. Pero aparte de estos fantasmas abandonados, y de las autoridades de Arry (sean quienes sean), supongo que hay montones de casos olvidados de investigaciones históricas, con una instrucción adecuada, sobre todo entre casas antiguas y cosas más o menos creadas por el hombre. Pero eso no era lo que más me interesaba. Yo quería hacer un viaje muy largo.

»Así que probé varios experimentos conmigo mismo, diversas formas de ejercicios. Es difícil concentrarse, sobre todo porque es difícil estar lo suficientemente en silencio. El cuerpo hace mucho ruido, sin contar el estruendo de sensaciones procedentes de fuera. Quería descubrir si mi mente tenía algún poder, algún poder latente que pudiera ejercitar, para inspeccionar y ser consciente de la memoria o recuerdos de otras cosas que estuvieran allí en cualquier modo, aunque yo no las pudiera inspeccionar. Porque supongo que lo que llamamos memoria, memoria humana, es tanto la capacidad de inspeccionar y de ser conscientes de nuestros recuerdos como los recuerdos que estarían allí en cualquier caso. La capacidad de inspeccionar y de ser conscientes siempre está allí, así como el material de los [51] recuerdos, supongo, a menos que se rompa. Sin embargo, el que inspecciona no puede llegar siempre a los recuerdos. No estamos por completo bajo control, así que es obvio que no sería fácil manejar otras cosas.

—Pero la mente también parece tener sus propios almacenes, además de llaves de inspección, ¿verdad? —dijo Guildford—. Quiero decir, puede recordar inspecciones pasadas y conservar lo que ha apuntado.

—Sí, creo que sí —dijo Ramer—. Pero es difícil, naturalmente, teniendo un cuerpo y una mente, que haya una asociación en la que ninguno pueda hacer nada sin que provoque algún efecto sobre el otro. No creo que una mente encarnada se libere realmente de su cuerpo cuando se separan, hasta que el hombre muere, suponiendo que lo haga entonces. No obstante, seguí intentando practicar este tipo de, bueno, de inspección y consciencia histórica. Creo que no tengo ningún talento especial para ello. No lo , porque al parecer muy poca gente lo ha intentado. Pero apuesto a que Jeremy, por ejemplo, está más que iniciado en este aspecto que yo.

»Es difícil, y también terriblemente lento. No tanto, por supuesto, con las criaturas de vida orgánica o cualquier tipo de relación con el ser humano, pero nunca te llevan muy lejos. Es lento y débil. En las cosas de vida inorgánica, demasiado débiles para superar el estrépito de los sentidos despiertos, incluso con los ojos cerrados y sin oír.

»Pero aquí las hebras empezaron a juntarse. Recordad que al mismo tiempo intentaba ejercitar la memoria en los sueños. Descubrí que los otros experimentos la afectaban. Me di cuenta de que estas otras imágenes, aunque los sentidos las habían confundido hasta dejarlas irreconocibles, no eran completamente imperceptibles: eran como lo que pasa inadvertido cuando estás abstraído o distraído, pero que realmente se “recibe”. Y, cuando está dormida, la mente, mientras investiga los restos del día (o de la semana), vuelve a inspeccionarlas mucho menos distraída y con toda la fuerza de su deseo original. La verdad es que me gustaba.

»Pero pude sacarle mucho provecho. Supongo que lo que quiero decir es que no podía recordar gran cosa de estas inspecciones, aunque estaba adquiriendo bastante habilidad para rememorar [52] grandes pasajes de sueños más vívidos y pictóricos. Y supongo que eso significa también que mi mente era incapaz (al menos sin más práctica) de traducir las notas en términos de los sentidos que puedo manejar cuando estoy despierto. De todas formas, en ese entonces se me solían presentar diseños geométricos extraordinarios, que cambiaban de un modo calidoscópico pero que no estaban borrosos; y extrañas tramas y tejidos, también. Y otras impresiones no visuales, muy difíciles de describir: ritmos casi musicales, y tonos y vibraciones.

»Pero, por supuesto, durante todo ese tiempo lo que yo quería era abandonar la Tierra. Así es como se me ocurrió la idea de estudiar un meteorito, en lugar de pasar el tiempo mirando casas, ruinas, árboles, cantos rodados y todo tipo de cosas. Hay un meteorito enorme en un parque, el Gunthorpe Park de Matfield,[40] donde viví cuando era niño, después de regresar del extranjero; ya entonces ejercía una extraña fascinación sobre mí. Me pregunté si era posible que hubiera venido de Malacandra. Tomé la costumbre de visitarlo otra vez, en las vacaciones. De hecho me convertí en un espectáculo ridículo y sospechoso. Quería visitar la piedra solo, por la noche, para que hubiera menos distracciones, pero no estaba permitido: las horas de cierre son horas de cierre. Así que me rendí. Parecía no dar resultados.

—¿Así que la pobre piedra se quedó sola? —dijo Lowdham.

—Sí —dijo Ramer—. Hay un largo camino desde casa y es muy solitaria. Es decir, hay una gran soledad en ella, para quien quiera darse cuenta. Yo obtuve una buena dosis. De hecho ahora no puedo mirar ese tipo de cosas. Porque advertí, en torno al final de las largas vacaciones de hace dos años, después de mi última visita, que había dado resultado. Necesité un tiempo para asimilarlo e incluso conseguí traducirlo en parte. Pero así es como salí por primera vez, más allá de la esfera de la Luna y mucho más lejos.

—¡Viajar en un meteorito de sueños! —dijo Frankley—. ¡Vaya! Así que ése es tu método ¿verdad?

—No —dijo Ramer—. No si te refieres al modo en que obtuve las noticias de Emberü que introduje en mi historia.[41] Pero está relacionado con la historia del meteorito, creo, aunque ese tipo de vehículo no proporciona referencias temporales o de lugar que puedas asimilar al despertar. Todo lo demás lo obtuve, y [53] todavía lo obtengo de vez en cuando, en varios sueños muy extraños o experiencias mientras duermo, con frecuencia dolorosas y alarmantes. Algunos eran muy poco visuales y ésos eran los peores. Peso, por ejemplo. Sólo Peso, en mayúscula: espantoso. Pero no es que el peso estuviera aplastándome a , si me seguís; era una percepción, o comprensión, de una experiencia de un peso casi infinito.[42] Y Velocidad también. ¡Cielos!, despertar de ése fue como golpear una pared, aunque sólo fuera una pared de luz y aire en mi habitación, a cien millas por segundo, o más bien como si conociera la experiencia.

»¡Y el Fuego! No puedo describirlo. Fuego Elemental: un fuego que existe y no consume, sino que es un modo o condición de existencia física. Pero también capté fuego ardiente, algunas imágenes reales. Creo que una debió de ser un atisbo del meteorito atravesando nuestro aire. Una montaña corroyéndose hasta convertirse en un canto rodado en unos pocos segundos de llama agonizante. Pero por sobre todo lo demás, o entre tanto, o quizá por su causa, conocí la eternidad. Tal vez eso sea emotivo y poco preciso. Me refiero a la Longitud en mayúsculas, aplicada al Tiempo; una longitud insoportable para la carne humana. En ese tipo de sueños puedes conocer la sensación de eones de espera constreñida.

»Ser parte de los cimientos de un continente, soportar toneladas inconmensurables de rocas durante edades incontables, esperar una explosión o un cataclismo que sacuda el mundo es una situación común en lugares de este universo. En muchas religiones hay poca o ninguna “libre voluntad” tal como nosotros la concebimos. Además, aunque son grandes y tremendos, los acontecimientos pueden tener un plan bastante simple, de modo que las catástrofes (como podríamos llamarlas), los cambios súbitos como final de un larga serie repetida de pequeños movimientos, son “inevitables”: el futuro se sustenta completamente en el presente. Una mente perspicaz pero pasiva podría contemplar la llegada de un colapso desde una distancia inmensa de tiempo.

»Me pareció todo muy inquietante. No es que yo lo quisiera, o al menos no es que yo lo deseara. En cualquier modo, advertí que requeriría mucho más tiempo que el de una vida humana acostumbrarse a este tipo de vehículo para emplearlo [54] adecuadamente, o de un modo selectivo, a voluntad. Abandoné. Sin duda, una vez adquiriera cierto grado de control, mi mente no habría seguido limitada a ese vehículo o pedazo de materia particular. La mente despierta no está confinada a los recuerdos, la herencia o los sentidos de su vehículo normal, el cuerpo: puede usarlo como plataforma para investigar los alrededores. Así pues, es probable que pudiera hacerlo, si llegaba a dominar otro vehículo: podría investigar, de algún modo, otros lugares de donde provino el meteorito, por ejemplo, o los acontecimientos ocurridos durante su viaje histórico. Pero esta segunda transferencia de observación sería sin duda mucho más difícil que la primera, y mucho más incierta e ineficiente.

»De modo que volví más que nunca a la inspección de sueños, intentando “profundizar”. Prestaba atención a todos los sueños, pero progresivamente me fui concentrando en aquellos relacionados con las irradiaciones inmediatas de los sentidos corporales. Por supuesto, en algunas ocasiones había experimentado, igual que la mayoría de la gente, trozos de sueños conectados de un modo más o menos racional, incluso un par de sueños consecutivos o repetidos. Y había tenido además la rara experiencia de recordar fragmentos de sueños que parecían tener un “significado” o emoción que la mente despierta no podía discernir en la escena recordada.[43] No estaba en absoluto convencido de que este “significado” se debiera a símbolos obscuros o valores míticos en las escenas de los sueños, o al menos no pensaba y no pienso que así sea en la mayoría de los pasajes. Muchos de estos “parches significativos” eran para mí como páginas aleatorias de un libro.

—Pero no escapaste de las garras de Rufus de ese modo, ¿verdad? —dijo Guildford—. Él analizaría un libro entero con tanta alegría como una sola página.

—Depende del contenido —dijo Ramer—. Pero volveré más tarde a eso. Porque por ese entonces ocurrió algo decisivo. Fue como si borrara de golpe todos los otros ensayos y experimentos, pero no creo que fueran un verdadero desperdicio. Me parece que tuvieron mucho que ver con la llegada repentina de… bueno, la catástrofe.

—¡Venga, venga! ¿Qué fue? —dijo Dolbear. Dejó de roncar y se sentó. [55]

—Fue como un despertar violento —dijo Ramer. Guardó silencio durante un minuto, mirando el techo retrepado en la silla.

Al fin prosiguió. —Imaginad un sueño enormemente largo, vívido y absorbente, sacudido al mismo tiempo, por ejemplo, por una explosión en la casa, un golpe en tu cuerpo y la luz deslumbrante de cuando apartas unas cortinas oscuras, con el resultado de que regresas de pronto a la vida consciente y tienes que recobrar el sueño y sus conexiones, y durante un rato te sientes conmocionado y sientes el color de las emociones. Fue como caer de un mundo a otro en el que habías estado anteriormente pero que habías olvidado. Bueno, fue así pero al revés, con la diferencia de que tardé más tiempo en recobrar las conexiones.

»Estaba despierto en la cama y me dormí profundamente, tan de pronto y con tanta violencia como el hombre que despierta en el ejemplo de antes. Atravesé varios niveles y un remolino de formas y escenas hasta llegar a una secuencia conexa que podía recordar. De hecho recordaba todos los sueños que había tenido hasta entonces referidos a esa secuencia. Por lo menos recuerdo que cuando todavía estaba “allí” podía recordarlos mejor de lo que puedo recordar “aquí” una larga secuencia de acontecimientos en la vida consciente. Y los recuerdos no desaparecieron cuando desperté, y no han desaparecido todavía. Han disminuido hasta adquirir proporciones normales, las mismas que los recuerdos de la vida consciente una vez editados: espacios en blanco que indican falta de interés, algunas transiciones abreviadas, etc. Pero los recuerdos de mis sueños ya no son fragmentos, no son como imágenes del tamaño de mi círculo de visión con los ojos fijos, rodeados de oscuridad, como antes eran casi siempre. Son amplios, largos y profundos. He visitado muchas otras secuencias desde entonces y ahora recuerdo una gran cantidad de sueños serios y libres, mis sueños profundos, desde el primero que tuve.

—¡Qué cuarto trastero! —dijo Lowdham.

—Dije mis sueños serios —dijo Ramer—. Por supuesto, ni puedo ni quiero ni he intentado recordar todo el revoltijo de material marginal, la basura con la que pierden el tiempo los analistas porque es casi lo único que tienen, no más que cuando intentas [56] recordar todos los garabatos en papel secante, las conversaciones insustanciales o las fantasías ociosas de tus días.

—¿Cuánto has retrocedido? —preguntó Lowdham.

—Hasta el principio —respondió Ramer.

—¿Cuándo fue?

—¡Ah! Eso depende de lo que quieras decir con «cuándo» —dijo Ramer—. Pocas veces tengo datos temporales cruzados, como entre cuando estás despierto y cuando sueñas. Muchos sueños se sitúan en tiempos lejanos al punto de vista del cuerpo o están relacionados con ellos. Podría decirse que uno de estos sueños sucedió antes de que empezara, o después. No tengo ni idea de cuánto he retrocedido en ese sentido, remontando la historia del universo, podría decirse. Pero aferrándonos al tiempo en que estoy despierto, supongo que no puedo haber empezado a soñar antes de haber empezado a existir, es decir, antes de la creación de mi mente o alma. Pero dudo que las referencias temporales ordinarias tengan un significado real respecto al acontecimiento mismo; y la palabra soñar debería limitarse a… um… al tiempo libre, al ocio, actividades de la mente encarnada. Así que debería decir que los sueños empezaron cuando mi mente entró en el cuerpo y el tiempo, en algún lugar en el año 1929. Pero estos cincuenta y pico años de nuestro tiempo podrían contener varias longitudes indefinidas de experiencia, o funcionamiento, o viajes. Mis experimentos anteriores no eran necesarios, excepto quizá para ayudar a que los recuerdos se precipitaran, como dije antes. Mi mente «dormida» había hecho este tipo de cosas mucho mejor durante largo tiempo.

Hizo una pausa y nosotros lo miramos, algunos con cierta extrañeza. Rió. —No me imaginéis caminando «en sueños», como dice la gente. Los dos modos no están más confusos que antes. Si tienes dos hogares en lugares bastante diferentes, digamos en África y Noruega, normalmente nunca dudas del lugar en que te encuentras en un momento dado, aunque no recuerdes la transición. No, en el peor de los casos mi situación es sólo como la de un hombre que ha leído un libro muy interesante y lo tiene «en mente» mientras se dedica a sus asuntos. Pero la impresión puede desaparecer, o dejarse de lado, como en el caso de un libro. No necesito pensar en mis sueños [57] si no lo deseo, no más que necesito pensar en un libro o volver a leerlo.

—Dices «volver a leer». ¿Es posible que desees, una vez despierto, regresar a un sueño en particular, repetirlo o continuarlo? —preguntó Frankley—. Y ¿puedes recordar tu vida despierta cuando estás soñando?

—En cuanto a la última pregunta —respondió Ramer—, la respuesta es que sí, en cierto sentido. Con la misma claridad con la que puedes recordar cuando estás escribiendo una historia, o profundamente absorto en un libro. Con la diferencia de que no puedes dedicarle una atención directa. Si lo haces despiertas, naturalmente.

»La otra pregunta es más difícil. Los sueños no son todos del mismo tipo, igual que las experiencias de la vida despierta; menos, en realidad. Contienen sensaciones tan diferentes como probar la mantequilla y comprender un argumento lógico; historias de longitud y calidad tan distinta como una de las anécdotas más vulgares de Arry y la Ilíada; y las escenas son tan variadas como un estudio de pétalos de flores y las fotografías de la explosión de la Reserva Atómica en los años setenta,[44] que abrió el Agujero Negro en los Estados Unidos. Los sueños suceden, o se hacen, de muchas maneras. Los que suele recordar la gente casi enteros son sueños marginales, por supuesto, y a los niveles superiores…

—¿Márgenes? ¿Niveles superiores? ¿Qué quieres decir? —interrumpió bruscamente Jones,[45] para nuestra sorpresa—. Hace un momento hablabas de profundizar. ¿Cuándo llegaremos al fondo?

—Nunca —rió Ramer—. No os toméis mis palabras demasiado al pie de la letra, al menos no más de lo que os tomáis el «sub» en «subconsciente», supongo. Me temo que no he cuidado mucho la terminología, James; pero entonces no tenía la intención de hablaros sobre estas cosas, todavía. Vosotros sois los que me habéis hecho meterme en el tema. Creo que quería decir «profundo» como en «profundamente interesado»; y abajo, inferior, superior, y todo lo demás se me ha colado después y puede producir equívocos. Por supuesto, no hay distancia entre los sueños y el despertar, o entre un tipo de sueño y otro; sólo un aumento o una disminución de la abstracción o concentración. [58] En algunos sueños no hay distracciones en absoluto, otros están confusos por su causa, y otros son sólo distracciones. Puedes dormir «profundamente», empapado de sueños corporales, y recibir visiones claras en sueños «ligeros» (que podrían parecer en el borde mismo del despertar). Pero si vuelvo a decir «profundo» sabed que me refiero a sueños libres de estorbos, sueños en los que la mente está totalmente concentrada.

»Por sueños marginales me refería a los que tienen lugar cuando la mente juega, ociosa, se divierte, como hace con frecuencia, pasando el tiempo entre los recuerdos de los sentidos sin ningún propósito definido, porque está cansada o aburrida, desocupada o preocupada por los mensajes sensoriales mientras sus deseos o su atención están en otra parte; la acción diabólica de soñar comparada con tocar el piano. Algunas mentes, quizá, no son capaces de otra cosa, dormidas o despiertas.

»Y los mecanismos pueden seguir funcionando aun cuando la mente no preste atención. Ya sabéis que basta hacer algo durante horas, como por ejemplo coger zarzamoras, e incluso antes de dormirte la elaboración de intrincados enrejados de escaramujos y bayas prosigue en la oscuridad, aunque estés pensando en otra cosa. Cuando empiezas a soñar puedes comenzar empleando algunos de esos diseños. Los llamaré “marginales”, así como a aquéllos que están relacionados con lo que está sucediendo, dentro y alrededor del cuerpo: causas de distracción a la que contribuyen cosas como los “ruidos de fondo”, una indigestión o una botella de agua caliente agujereada.

»Preguntar si puedes volver a visitar ese tipo de sueños es como preguntarme si quiero ver (no hacer) llover mañana o si quiero que vuelvan a despertarme dos gatos peleando en el césped. Pero si habláis de sueños serios, o visiones, es como preguntar si volveré a caminar por la carretera el jueves. Los sueños son acontecimientos para la mente. Puedes, o podrías —el deseo consciente influye, pero no mucho— regresar a los mismos “lugares” y “tiempos” como espectador; pero el espectador será el tú de ahora, un tú posterior, todavía anclado igual que tú, por muy remotamente que sea, al reloj registrador de tu cuerpo que está aquí. Pero hay varias complicaciones: puedes volver a estudiar los recuerdos que tienes de inspecciones previas, por un lado, y eso es lo más parecido a volver a tener el mismo [59] sueño que puedes conseguir (el ejemplo más exacto es leer un libro por segunda vez). Por otro lado, el pensamiento y la “invención” prosiguen en los sueños, en gran medida; por supuesto, puedes regresar a tu propia obra y retomarla de nuevo, proseguir con la creación de la historia, si eso es lo que estabas haciendo.

—Qué ocupados estamos todos sin saberlo —dijo Lowdham—. Ni siquiera el viejo Rufus es tan perezoso como parece. En cualquier caso, le estás dando una excusa buenísima para volver a dormirse. «¡Adiós a todos! Me voy a mi laboratorio de sueños a ver si burbujean las retortas», diría, y en dos minutos estaría roncando otra vez.

—Te dejo a ti las retortas burbujeantes —dijo Dolbear abriendo los ojos—. Me temo que todavía no he llegado a los niveles de Michael y que estoy perdiendo el tiempo con los marginales, como dice él. Por lo menos esta noche he tenido un pedazo de sueño: en la fase fundamental, supongo, debido a la distracción causada por la conversación que tenía lugar en torno a mi cuerpo. He obtenido una imagen de Ramer, equipado con la larga nariz de Frankley, intentado extraer whisky de una botella; no podía hacerlo porque no tenía brazos, sólo un par de alas negras, como un demonio metido en un traje de la academia militar.

—La botella de whisky no procede de los datos sensoriales de esta habitación —dijo Lowdham.

—Empiezo a compadecer a los psicoanalistas —dijo Frankley, levantándose y sacando una botella del armario—. ¡Qué difícil debe de ser distinguir los sueños de las invenciones maliciosas de la mente despierta del paciente!

—No es difícil con Rufus —dijo Lowdham—. El instinto de la bebida explica muchas cosas de él. Y no creo que tenga un Censor, dormido o despierto.

—¡Hum! Me alegro de ser tan transparente —dijo Dolbear—. No todo el mundo es tan simple, Arry. Tú siempre vas disfrazado, incluso despierto. Pero algún día se te caerán, muchacho. No me extrañaría que fuera muy pronto.[46]

—¡Vaya! —dijo Lowdham—. ¿He venido con una barba postiza y se me ha olvidado, o algo? —Pero en ese momento advirtió un destello en los ojos de Dolbear y se detuvo de pronto.

—¡Sigue, Michael, y no les hagas caso! —dijo Jeremy. [60]

—¿Sigo? —preguntó, bebiendo distraídamente el whisky que Frankley había puesto al alcance de Dolbear.

—¡Por supuesto! —dijimos—. Ahora tenemos nuevas fuerzas.

—Bueno, hablando en serio —prosiguió—, no creo que el material marginal de la gente normal sea muy interesante: está muy enmarañado, y hay más por desenmarañar de lo que vale la pena descubrir. Es muy similar a la pereza y las tonterías de la mente despierta. La diferencia principal es, a mi parecer, que cuando un hombre está despierto presta más atención a las tonterías, y cuando está dormido su atención está probablemente muy lejos. Por tanto, las tonterías de ese tipo son peores. Pero en cuanto a que tiene la mente ocupada, Arry, yo sólo dije, no sé si te acuerdas, que la vida podía contener un montón de sueños o acontecimientos. No creo que normalmente sea así. Las mentes pueden ser perezosas por cuenta propia. Incluso para las más enérgicas el sueño es ante todo un descanso. Pero, naturalmente, para una mente el descanso no es olvido. Lo más cerca que puede estar de ello es la pasividad: la mente puede mostrarse bastante pasiva mientras contempla algo que merece la pena, o que parece merecer la pena. O puede tomarse lo que nosotros llamamos «un respiro», haciendo algo distinto del trabajo impuesto por las necesidades o los deberes que tiene cuando está despierta. Si tiene un interés dominante por naturaleza o porque lo ha adquirido, como por ejemplo la historia, o las lenguas, o las matemáticas, puede que a veces siga trabajando en esas cosas mientras el cuerpo se recupera. Entonces es posible que construya sueños que no siempre son pictóricos. Puede hacer planes y calcular.

»Mi mente, como muchas otras, supongo, inventa historias, compone poemas o diseña imágenes a partir de lo que ya tiene, cuando por alguna razón en ese momento no le apetece adquirir más. Apuesto a que todo el arte consciente extrae muchas cosas de este tipo de actividad:[47] por ejemplo, las escenas que surgen completas y fijas de las que os hablé antes, aunque algunas de ellas, creo, son visiones de lugares reales.

»Y esa fuerte sensación de significación oculta en fragmentos recordados: mi experiencia, aunque todavía es muy imperfecta, confirma sin duda alguna mis suposiciones, en lo que a mis sueños [61] se refiere. Los fragmentos significativos que yo obtengo eran de hecho páginas de historias, inventadas en niveles de sueño más tranquilos, que recordé por casualidad. En algunas ocasiones eran pedazos de largas visiones de cosas no inventadas.

»Si hace mucho tiempo hubierais leído o escrito una historia y luego la hubierais olvidado, y más tarde encontrarais en un cajón unas pocas páginas de ella, incluyendo un pasaje que tenía una función especial en el conjunto, aunque aisladas no tuvieran ninguna conexión obvia, creo que experimentaríais una sensación muy similar: de significación oculta, de conexiones perdidas que os eluden, y con frecuencia, de pesar.

—¿Puedes darnos algún ejemplo? —preguntó Jeremy.

Ramer reflexionó un momento.

—Bueno —dijo—, podría haberlo hecho. He situado algunos de mis fragmentos en su lugar correspondiente. Pero el problema es que cuando tienes la historia entera tiendes a olvidar muy pronto el pedazo que utilizaste para empezar a recordar. Pero me acuerdo de un par, porque no los situé hasta hace poco tiempo; todavía recuerdo mi desilusión. Las historias enteras no siempre son especialmente buenas o interesantes, ya sabéis; y el encanto de los fragmentos radica con frecuencia en el hecho de que están inconclusos, como ocurre a veces en el arte. La mente dormida no es más inteligente que despierta; lo único que pasa es que no está tan distraída, sino más sosegada, y aprovecha más lo que tiene.

»Éste es uno de esos casos: sólo resulta interesante como ejemplo.

Una hilera de casas adosadas oscuras a la derecha, en una ligera pendiente. En la parte posterior tienen pequeños jardines o porches vallados con setos, y un estrecho sendero por detrás. Estaba tristemente oscuro y tenebroso. No había luz en las casas, no había estrellas, no había luna. Él subía el sendero por ninguna razón especial, con un humor lóbrego y sin objetivos. Cerca de la cima de la pendiente oyó un ruido: una puerta se había abierto o cerrado en la parte posterior de una de las casas. Se sobresaltó, aprensivo. Guardó silencio. Final del fragmento.

¿Qué emoción creéis que me provocó esto?

—¿Como ir a la puerta de atrás después de la hora de cierre y oír que la acaban de cerrar también? —sugirió Lowdham. [62]

—Parece bastante razonable —admitió Ramer con una carcajada—. De hecho fue una felicidad de las que llevan a las lágrimas, como la emoción que sientes cuando una historia peligrosa acaba bien de repente; y destilaba una especie de rocío de felicidad que se derramó en el despertar y duró horas, y pervivió durante años (aunque cada vez menos) en el recuerdo.

»Lo único que mi mente despierta pudo averiguar fue que el cuadro era sombrío. Más bien me recordaba… mejor dicho, yo lo identifiqué, a pesar de un ligero desajuste, con una hilera de casitas de campo adosadas que había cerca de donde yo vivía cuando era niño. Pero eso no explicaba la alegría. Y por cierto, si hubiera sido una imagen de aquellas casas tendría que haber habido un surtidor de gasolina justo en la cima de la pendiente. Lo añadí. Ahora lo veo como una silueta oscura. Pero no estaba en mi primer recuerdo, ni en la versión original. Además, yo era sólo el “él” de la escena de la manera en que uno se identifica (al menos yo lo hago) con este o aquel personaje en una historia, sobre todo según el punto de vista. La escena se observaba más o menos desde su punto de vista, aunque yo (el productor) estaba justo detrás de él (o un poco por encima), hasta que se detuvo. En el momento de la emoción tomé su lugar.

»Ahora sé de qué historia proviene la escena, y no es muy interesante. Al parecer se trata de una que inventé hace años,[48] en algún momento de la década de los cincuenta, una época en que, cuando estaba despierto, escribía muchas cosas de ese tipo. No os molestaré con la historia entera: tenía un argumento largo y complicado[49] que trataba de la Guerra de los Seis Años, pero no era muy original ni muy buena para ser una historia de ese tipo. Lo único que importa en este momento es que la escena estaba situada justo antes de la reunión de dos amantes, más allá de las esperanzas del hombre o la mujer. Al oír el ruido él se detuvo con la premonición de que algo iba a ocurrir. La mujer salía por la puerta, pero no la reconoció hasta que ella le habló en la verja. Si no se hubiera detenido no se habrían encontrado, probablemente nunca. El argumento, por supuesto, explicaba por qué ambos se encontraban en aquel lugar, en el que ninguno de los dos había estado antes; pero eso no importa ahora. Lo interesante es que el fragmento recordado, por alguna razón, terminaba cuando se oía la puerta y él se detenía, [63] pero la emoción que quedaba se debía a la parte de la historia que seguía inmediatamente después, de la que no había ningún recuerdo pictórico. Pero no había rastro de las emociones de las partes todavía más posteriores de la historia, que en última instancia no tenía un final feliz.

»Bueno, ahí está. No es muy interesante, pero quizá sí sugerente. ¿Queréis oír el otro ejemplo?

Dolbear roncó ruidosamente.

—¡Escuchadlo! —dijo Lowdham—. Supongo que ya te ha analizado lo suficiente y no quiere que ninguna de tus obras juveniles le interrumpan la siesta.

—¡Oh, vamos, Ramer! —dijo Jeremy—. ¡Cuéntala!

—Es tu noche y la hemos pedido —dijo Guildford—. ¡Continúa!

—Bueno, ahí va otra imagen —dijo Ramer.

Una habitación pequeña y agradable: una lumbre, muchos libros, un gran escritorio; una luz dorada emana de una lámpara. Él está sentado al escritorio. La atención del soñador, desde algo por encima de su cabeza, se concentra en el circulo de luz, pero es vagamente consciente de unas figuras indistintas que hay al frente, moviéndose, tomando libros de los estantes, leyendo en las esquinas. Él está mirando un libro abierto que tiene en la mano izquierda y escribiendo notas en un papel. Hay un ambiente de alegría y tranquilidad. Hace una pausa y levanta la vista como si pensara, golpeando el tallo de la pipa entre los dientes. Pasa una página del libro y ve una nueva luz, hace un descubrimiento; pero el fragmento termina.

¿Qué os parece?

—¿Resolvió el acróstico que estaba haciendo con la ayuda de un diccionario? —dijo Frankley.

—Emoción: ¿Jack-Hornerismo, satisfacción bibliófila? —dijo Lowdham.

—¡No! —dijo Ramer—. Aunque te estás acercando, Arry. Pero la emoción asociada era la preocupación, que una vez despierto pervivió en una pesada sensación de pérdida, como cuando eres niño y se te pierde o se te rompe algo precioso.

—Bueno, ahora los nuevos lectores regresan al primer capítulo —dijo Lowdham—. ¿Qué es?

—Algo más extraño todavía que lo del primer caso, así que lo contaré más extensamente —dijo Ramer—. Era el bibliotecario [64] de una pequeña universidad. La habitación era su oficina y estudio: era bastante cómoda, pero tenía una pared de cristal por la que podía vigilar la estancia principal de la biblioteca. Estaba alegre, porque unos pocos años antes un magnate local había legado a la biblioteca una espléndida colección de libros y la mayor parte de su dinero para su ampliación y mantenimiento. La biblioteca había llegado a ser importante; él también, de modo que su sueldo como conservador de la colección donada era generoso. Y después de un gran retraso se había construido una nueva ala del edificio, y los libros habían sido trasladados. Durante algún tiempo se había dedicado a volver a examinar los artículos más interesantes. El libro que tenía a la izquierda era un volumen compuesto de varios fragmentos manuscritos encuadernados, probablemente en el siglo XVI, por algún coleccionista o ratero.

»En el trozo que recordaba del sueño sabía que había leído la página, y que no era inglés, pero no me acordaba de nada más, excepto de que le gustó o me gustó mucho. De hecho era una hoja, un fragmento único de un manuscrito en galés muy antiguo, anterior a Geoffrey,[50] acerca de la muerte de Arturo.

»Pasó la hoja para leer la página siguiente y encontró, metido entre aquella hoja y la siguiente, un documento. Resultó ser un testamento realizado por el Donante. Este libro de fragmentos era una de las últimas cosas que había adquirido el magnate, justo antes de su muerte. El testamento era posterior al que se había verificado y ejecutado casi dos años antes. Estaba en regla y firmado por los testigos, pero no mencionaba la biblioteca, sino que decía que los libros debían dispersarse y venderse, y los beneficios serían para fundar una Cátedra de Inglés Elemental en Londres, mientras que el resto de su patrimonio iría a manos de su sobrino, que antes había sido pasado por alto.

»El bibliotecario conocía al magnate y visitaba su casa con frecuencia, pues lo había ayudado a catalogar su colección. Advirtió que los testigos eran dos ancianos sirvientes que habían muerto poco después que su amo. Las emociones son fáciles de comprender: el bibliotecario estaba orgulloso de su biblioteca, era un erudito, un amante del verdadero inglés, y un padre de familia; pero también era un hombre honesto. Sabía que al Donante no le gustaba en absoluto el nuevo rector; también sabía [65] que el sobrino era el pariente más cercano del Donante y que no tenía dinero.

—Bueno ¿qué hizo con el testamento? —dijo Jeremy.

—¿Se lo pensó mejor y lo guardó en el viejo cajón de roble? —dijo Lowdham.

—No lo sé —dijo Ramer—. Naturalmente, eliminar el testamento habría sido muy fácil y probablemente bastante seguro. Pero me encontré con que nunca había acabado la historia, aunque podían inventarse numerosas continuaciones. Hallé una o dos ideas no desarrolladas, flotando en el final. Una era que el bibliotecario iba a ver al rector, quien le suplicaba que mantuviera su descubrimiento en secreto; cedió y más tarde fue chantajeado por el mismo rector. Pero es evidente que no me pareció satisfactorio, o que perdí el interés en toda la historia más allá de la situación descrita. En aquel entonces dejaba muchas historias de este tipo sin acabar.

—Drama Élfico[51] —interrumpió Jeremy—; es algo sobre… —Pero le habían oído hablar de lo mismo otras veces.

—¡Ramer tiene la palabra! —gritamos.

—Bueno, en cualquier caso —prosiguió Ramer— toda la historia que se cuenta es visible y audible, y el compositor se encuentra dentro de ella, aunque su punto de vista puede adoptar algunas posiciones extrañas (con frecuencia muy elevadas), a menos que se introduzca en la obra, como puede hacer en cualquier momento. Las escenas parecen reales, pero son ficticias, y la composición no está completa como un «trozo de vida»: puede darse en escenas seleccionadas y comprimida (como un drama). Además, cuando la repasas o simplemente vuelves a inspeccionarla, es posible visualizarla en cualquier orden y a distintas velocidades (como al volver a leer o estudiar un libro). Creo que ésa es una de las razones, aunque no la única, de que los recuerdos que te quedan de uno de estos sueños, cuando te queda alguno, estén tan desleídos o mezclados. Naturalmente, el soñador es consciente de ser el autor y productor, al menos mientras está dormido; pero puede llegar a estar mucho más absorto en su obra que un hombre despierto en un libro u obra dramática que esté escribiendo o leyendo; puede sentir las emociones muy intensamente, aveces demasiado, porque se intensifican debido a la excitación de la combinación de autoría y [66] parte actuante; y en la memoria pueden exagerarse todavía más debido a la confusión, apartadas de los sonidos y las escenas que las explicarían.

»Los casos que he citado carecen de simbolismo. Son situaciones simplemente emocionales. No sé gran cosa sobre significaciones simbólicas o míticas, aunque sé que existen. Y la verdad es que sólo puedo remontarme una fase. Porque el soñador puede trabajar en el mito, y en el cuento de hadas, igual que en una novela corta. Yo lo hice. Y con un texto más completo, por decirlo de algún modo, las escenas extractadas suelen ser más fáciles de comprender, y las funciones de los símbolos están más claras, pero la solución final se desvanece.

»Hay sueños buenos, que parecen del tipo al que me refiero, citados en libros. Los míos no eran tan buenos, quiero decir, los que yo empleaba para recordar cuando estaba despierto: eran sólo fragmentos significativos más estáticos desde el punto de vista pictórico, rara vez dramáticos y normalmente carentes de figuras de forma humana. Aunque a veces conservé el recuerdo de palabras u oraciones significativas sin ninguna imagen, tales que “Tengo muchos remedios excelentes”. Me pareció una declaración sabia y satisfactoria. Nunca he averiguado por qué.

»Éstos son algunos de los fragmentos de este tipo que he obtenido. Hay un trono vacío en la cumbre de una montaña. Hay una Ola Verde, coronada de espuma, estriada y con forma de venera pero vasta, cerniéndose sobre campos verdes, a menudo con un bosque de árboles, también; ése aparece con mucha frecuencia.[52] He visto varias veces una escena en la que una amplia llanura se extendía a los pies de la cresta de una montaña escarpada donde yo estaba; el cielo frente a mí era inmenso, se alzaba como una pared vertical sin curvarse en forma de bóveda, brillante de estrellas esparcidas casi regularmente por toda su extensión. Era el presagio de una catástrofe. A veces el cielo es atravesado por una sombra tenebrosa que sólo se ve por el oscurecimiento de las estrellas cuando pasa. Luego hay una torre alta, gris y redonda, en el extremo escarpado de la tierra. El Mar no puede verse, pues está muy por debajo, a una distancia inconmensurable; pero puede olerse. Y una y otra vez, en muchas etapas de crecimiento y muchas luces y sombras diferentes, [67] tres altos árboles, esbeltos, lado a lado en un montículo verde y coronados con un halo azul y dorado que los abarca.

—¿Y qué crees que significan? —preguntó Frankley.

—Me llevó mucho tiempo, demasiado, explicar la insignificante historia del bibliotecario —dijo Ramer—. No podría embarcarme esta noche en la explicación de una sola de las inmensas y ramificadas leyendas y cosmogonías a las que corresponden.

—¿Ni siquiera la Ola Verde? —dijo Lowdham,[53] pero Ramer no contestó.

—¿Son los Árboles Benditos un símbolo religioso? —preguntó Jeremy.

—No, no más que los elementos míticos, no directamente. Pero a veces uno ve y utiliza símbolos directamente religiosos, y más que símbolos. Uno puede rezar en sueños, o adorar. Creo que yo lo hago a veces, pero no recuerdo este tipo de estados o acciones, uno no suele volver a visitar ese tipo de situaciones. En realidad no son sueños. Son otra cosa. Pertenecen a otra cosa, al otro fondeadero que no es el Cuerpo y difiere de los sueños tanto como el Soñar del Estar Despierto.

»Soñar no es la Muerte. La mente sigue estando anclada al cuerpo, como he dicho antes. Ocupa el cuerpo todo el tiempo, mientras éste se encuentre en alguna parte. Y por tanto está en el Tiempo y el Espacio, prestándoles atención. Así es como tiene que ser. Pero la mayoría de vosotros estaréis de acuerdo conmigo en que probablemente ha habido un cambio de plano; y al parecer la cura es darnos una dosis de algo más elevado y difícil. Fijaos, sólo estoy hablando de la parte de la vista y el aprendizaje, no de la moralidad, por poner un ejemplo. Pero se sentiría terriblemente suelto sin el ancla. Quizá con el apoyo de lo más fuerte y sabio podría ser celestial; pero sin ellos podría ser amargo, y solitario: un meteorito espiritual en la oscuridad buscando un mundo para aterrizar. Apuesto a que muchos de nosotros buscamos algún Frío solitario antes de regresar.

»Pero en algún lugar más allá de la región de los sueños, de vez en cuando hay una beatitud que empapa todos los niveles e ilumina todas las escenas que la mente atraviesa para despertar, introduciéndose así en esta vida. Allí pervive mucho tiempo, pero en este mundo no dura para siempre y la memoria no puede alcanzar su origen. Con frecuencia la atribuimos a las imágenes [68] que vemos resplandecer en el borde de su luz cuando pasamos de un nivel a otro. Pero una montaña en el lejano Norte iluminada por el sol poniente no es el Sol.

»Sin embargo, como he dicho antes, el Sueño es en gran parte un tiempo de descanso. La mente está inactiva la mitad de las veces, sin inventar cosas (por ejemplo). Entonces se limita a inspeccionar lo que se le presenta, desde varias fuentes, con interés variable, se puede decir. La verdad es que no está muy interesada en la digestión y en los elementos sexuales que le envía el cuerpo.

—¿Lo que se le presenta, dices? —dijo Frankley—. ¿Quieres decir que algunas presentaciones provienen de fuera, le son mostradas a la mente?

—Sí. Por ejemplo, conseguí, con bastante inseguridad, ponerme en contacto con otros vehículos, y durante el sueño lo hice mejor y con más frecuencia. De igual modo, otras mentes me lo hacen en algunas ocasiones. Creo que su descanso en mí no tiene por qué ser advertido necesariamente, o casi nada; quiero decir que no siempre me afecta o interfiere conmigo, pero cuando lo hacen y están en contacto mi mente puede utilizarlas. Las dos mentes no se cuentan historias una a otra, aunque sean conscientes del contacto. Simplemente están en contacto y pueden aprender.[P8][54] Después de todo, a una mente errante (si se parece a la mía) le interesará mucho [69] más lo que la otra sabe que intentar explicarle lo que es familiar para ella.

—Es evidente que si el Notion Club pudiera reunirse al completo en sueños encontrarían las cosas bastante patas arriba —dijo Lowdham.

—¿Qué tipo de mentes te visitan? —preguntó Jeremy—. ¿Fantasmas?

—Bueno, sí, claro, fantasmas —dijo Ramer—. Pero espíritus humanos que no han partido; no en mi caso, por lo que yo sé. ¿Qué más puedo decir? Excepto que algunos de ellos parecen conocer cosas que están muy lejos de aquí. No es una experiencia que yo suela tener, o al menos no soy consciente de tener ese tipo de contactos.

—¿No hay visitantes maliciosos? —dijo Jeremy—. ¿No te ha atacado alguna mente malvada mientras duermes?

—Supongo que sí —le dijo Ramer—. Siempre están vigilando, duermas o no. Pero operan más con engaños que con ataques. No creo que estén especialmente activas durante el sueño, probablemente menos. Apuesto a que les resulta más fácil llegar a nosotros cuando estamos despiertos, distraídos. El cuerpo es un nivel magnífico para influir directamente en la mente, y los sueños profundos pueden estar muy lejos de estas perturbaciones. En cualquier caso, tengo poca experiencia en esas cosas, gracias a Dios. Pero a veces siento un escalofrío… como si llamaran a la puerta… no puedo describirlo, así que tendréis que conformaros con eso. Creo que es una de las maneras en que surge esa horrible sensación de miedo: un miedo que no parece residir en la situación del sueño en absoluto, o que la supera violentamente.

»No soy mejor que los demás en este aspecto, porque cuando llega el miedo suele provocar una especie de conmoción cerebral durante el sueño, y el pasaje que rodea al punto del miedo se borra por completo. Pero hay algunos sueños que no pueden traducirse del todo en imágenes y sonido. Sólo puedo describirlos diciendo que se asemejan a la siguiente situación: estás trabajando solo, a altas horas de la noche, abstraído por completo; un ruido, o algo que no es ni siquiera perceptible, te sobresalta; empieza a picarte todo, te sientes enormemente intranquilo, inseguro, te das cuenta de tu aislamiento, de lo delgadas que son las paredes que te separan de la Noche. [70]

»Esta situación puede tener varias explicaciones. Pero allí fuera (o abajo) sucede que en ocasiones la mente advierte de pronto que fuera hay una Noche, y que en ella caminan los enemigos: uno de ellos está intentando entrar. Pero no hay paredes —dijo Ramer sombríamente—. El alma se siente terriblemente desnuda cuando se da cuenta, cuando la señala algo extraño. No tiene armadura, sólo su propio ser. Pero hay un guardián.

»Parece ordenar una rápida retirada. Supongo que podrías desobedecer, si estuvieras loco. Podrías apartarlo. Podrías estar en una situación en que te sintieras atraído por el miedo. Pero no puedo imaginármela. Será mejor que cambie de tema.

—¡Oh! —dijo Jeremy—. ¡No te detengas ahora! Desde el meteorito casi no has hecho otra cosa que divagar, y en gran parte ha sido por mi culpa. ¿No vas a continuar?

—Me gustaría, si el Club está dispuesto a soportarlo. Un poco más. Lo único que quería decir es que preferiría regresar a las visiones y a los viajes. Bueno, aparte de estos peligros —que no he experimentado con frecuencia ni tampoco he meditado mucho— creo que lo que llamamos «intereses» a veces están estimulados, o incluso implantados, por los contactos. Del mismo modo que puedes adquirir un interés especial por China debido a la vista de un chino, sobre todo si llegas a conocerlo, a él y a sus ideas.

—¿Has ido a alguna China Celestial? —preguntó Frankley—. ¿O a algún lugar más interesante que tus historias inventadas, algo más como Emberü?

—Nunca he ido a ninguna parte —dijo Ramer—, como he intentado explicar. Pero supongo que podría decir que he estado en sitios, y que aún estoy intentando aclarar mis observaciones. Si te refieres a lugares fuera de la Tierra, a otros cuerpos celestiales, sí: he estado varias veces en Emberü, a través de otras mentes o mediante vehículos y recuerdos, puede que utilizando la luz.[P9] Sí, he estado en varios lugares extraños. [71]

»Aquél del que os hablé, Emberü Verde,[55] que poseía un tipo de vida orgánica, abundante pero sana y longeva, fue donde aterricé la primera vez que tuve un sueño profundo. Ahora parece que fuera hace mucho tiempo. Todavía lo tengo muy vívido, o lo tenía la semana pasada. —Suspiró.

»Por alguna razón, cuando estoy despierto soy incapaz de recordar el original. Me parece que el hecho de poner los recuerdos por escrito, de volver a expresarlos en términos de la vida consciente, los elimina o borra en la memoria despierta, los cubre transformándolos en palimpsestos. No puedes tenerlos de las dos maneras. O soportas el dolor de no comunicar lo que tienes grandes deseos de compartir, o debes contentarte con la traducción. Escribí esa descripción para vosotros, y ahora es todo lo que me queda, junto con huellas débiles y sugerentes de lo que hay debajo: ¡la visión de Emberü!

»Lo mismo ocurre con Ellor. ¡Ellor! —murmuró—. ¡Ellor Eshúrizel! Una vez lo describí con palabras lo mejor que pude y ahora no es más que palabras. Aquella llanura inmensa con superficie de plata y delicados diseños; los acantilados de hermosas formas y las colinas llenas de recovecos. El mundo entero estaba diseñado con tal belleza que no podía ser fruto de un pensamiento, sino de varios en armonía, aunque en ninguna de sus formas había nada que recordara lo que llamamos vida orgánica. La “naturaleza inanimada” era ordenada, simétrica, clara pero intrincada, más allá de la capacidad de desenmarañar de la mente, en sus fluidas modulaciones y recuerdos: un jardín, un paraíso de agua, metal y piedra, como las variaciones entretejidas de vastos órdenes naturales de flores. ¡Eshúrizel! Azul, blanco, plateado, gris, ruboroso hasta el púrpura, donde un atisbo de rojo era como una visión apocalíptica del Rojo esencial y un rayo de oro como la gloria del Sol. Y había música, también. Porque había muchas corrientes y gran abundancia de agua o de algún equivalente más hermoso, menos caprichoso, más hábil para encantar la luz y crear innumerables sonidos. La gran cascada de Öshül-küllösh caía trescientos pies en una secuencia de notas y coros de los que ahora sólo puedo oír unos débiles ecos. Creo que los En-keladim moraban allí.[56]

—¿Los En-keladim? —preguntó Jeremy dulcemente—. ¿Quiénes son? [72]

Ramer no respondió. Estaba contemplando el fuego. Tras una pausa prosiguió. —Y había otro mundo, más lejos aún, al que llegué después. No diré gran cosa. Espero volver a visitarlo durante más tiempo: Minal-zidar el dorado, completamente silencioso y reposado, un pequeño mundo completo con una forma única y perfecta, cabal, imperecedera en el Tiempo, conclusa, en paz, una joya, un mundo visible, una realización en forma material de contemplación y adoración, obra de alguna mente adoradora que no puedo precisar.

—¿Dónde está Minal-zidar? —preguntó Jeremy con calma.

Ramer alzó la vista. —No sé dónde o cuándo —respondió—. La mente viajera no parece muy interesada en esas cosas, o se olvida de intentar averiguarlo en la abstracción de la contemplación. Así que tengo muy poco para continuar. No miré el cielo de Minal-zidar. Ya sabéis, si mirarais un rostro radiante en la contemplación de una gran belleza o beatitud, os quedaríais absortos en el rostro durante un largo tiempo, aunque fuerais lo bastante grandes (o lo bastante presuntuosos) para pensar que podríais ver por vosotros mismos. La belleza reflejada, igual que la luz reflejada, posee una hermosura especial en sí misma… en caso contrario, supongo, no habríamos sido creados.

»Pero en Ellor parecía haber luces en el cielo, lo que nosotros llamaríamos estrellas, no soles ni lunas, y muchas eran más grandes y brillantes que cualquier estrella de aquí. No soy astrónomo, así que no sé lo que puede significar eso. Pero supongo que se encontraba en algún lugar lejano, más allá de los Campos de Arbol.[57]

—¿Campos de Arbol? —dijo Lowdham—. Me parece que lo he oído antes. ¿De dónde vienen esos nombres? ¿En qué lengua están? Eso es lo que me interesa, antes que la geometría y el paisaje. Si alguna vez tuviera la oportunidad me dedicaría a investigar la historia de las lenguas.[58]

—Arbol es «el Solar Antiguo» por el Sol —dijo Jeremy—.[59] ¿Quieres decir, Ramer, que puedes regresar al Solar Antiguo y que Lewis[P10] no se limitó a inventar esas palabras? [73]

—¿El Solar Antiguo? —dijo Ramer—. Bueno, no. Pero claro que estaba citando a Lewis al decir Campos de Arbol. En cuanto a los otros nombres, ésa es otra cuestión. Están estrechamente relacionados con los lugares y las visiones de mi mente, del mismo modo que pan lo está con el Pan en vuestras mentes y en la mía. Pero creo que son mis nombres en un sentido en que pan no lo es.[P11]

»Supongo que depende de los gustos y talentos personales, pero aunque soy filólogo creo que me resultaría difícil aprender lenguas extrañas en un sueño o una visión libre. Es posible aprender en sueños, por supuesto, pero en el caso de visiones reales de cosas nuevas no hablas o no necesitas hacerlo: sabes lo que las mentes (si encuentras alguna) quieren decir de una manera más directa. Si tuviera una visión de una gente extraña, incluso si los oyera hablar, su sentido apagaría o empañaría el sonido; y cuando despertara, en el caso de que recordara lo que se ha dicho e intentara relacionarlo, lo recordaría en inglés.

—Pero ése no sería el caso de los substantivos puros o los nombres propios, ¿verdad? —dijo Lowdham.

—Sí —dijo Ramer—. Aunque la voz dijera Ellor, lo que yo obtendría sería un atisbo de la visión del lugar que tiene la otra mente. Aun cuando una voz dijera pan o agua, empleando «nombres comunes», es probable que yo obtuviera, como si fuera una sensación vaga (incluyendo gustos y olores), algún atisbo de una rebanada, o de una fuente que corre, o de un vaso lleno de líquido transparente. Supongo que tú, Arry, eres más fonético, pero creo que en ese tipo de sueños incluso a ti te costaría recordar el sonido de las palabras extrañas sin que se vea empañado por el impacto del significado directo. Si pudieras hacerlo, es muy probable que recordaras los sonidos y no el sentido. [74]

»Y sin embargo… especialmente lejos de este mundo de Lenguaje, allí donde no se oyen voces y no hay nombre alguno… creí oír nombres y fragmentos de alguna lengua que no son de esta tierra.

—Sí, sí —dijo Lowdham—. Eso es precisamente lo que quiero saber. ¿De qué lengua se trata? ¿Dices que no es Solar Antiguo?

—No —dijo Ramer—, porque esa lengua no existe. Lamento no estar de acuerdo con tus autoridades, Jeremy, pero ésa es mi opinión. Y por cierto, hablando en tanto que filólogo, habría que decir que el tratamiento del lenguaje, de la intercomunicación, en las historias de viajes por el Espacio y el Tiempo es por lo general una mácula mucho peor que los vehículos baratos de los que estuvimos hablando la semana pasada. Nunca se le dedica la suficiente reflexión o atención.[60] Creo que Arry estará de acuerdo conmigo en esto.

—Lo estoy —dijo Lowdham—, y por eso todavía estoy esperando oír de dónde sacaste esos nombres, y cómo.

—Bueno, si quieres saber de verdad lo que son esos nombres —dijo Ramer—, creo que están en mi lengua natural.

—Pero es el inglés, ¿no? —dijo Lowdham—. Aunque naciste en Madagascar, o en algún lugar extraño.

—¡No, tonto! Magyarország, es decir, Hungría —dijo Ramer—. Pero en cualquier caso, el inglés no es mi lengua natural. Ni tampoco la vuestra. Cada uno de nosotros tiene una lengua materna propia, al menos en potencia. Durante los sueños la gente que tiene una inclinación en ese sentido puede trabajar en ella, desarrollarla. Algunos, muchos más de lo que creeríais, intentan hacer lo mismo mientras están despiertos, con diferentes grados de consciencia, ya sea dando sólo un giro personal a las formas de las viejas palabras, ya sea inventando palabras nuevas (en base a modelos adquiridos, por lo general), o incluso elaborando hermosas lenguas propias en privado: en privado sólo porque a los demás no les interesa mucho, por supuesto.

»Pero la lengua heredada, la que se aprende primero, que por lo general es llamada erróneamente “natural”, hace mella pronto y profundamente. Es casi imposible escapar de su influencia. Y las lenguas que se aprenden después también afectan al estilo natural, coloreando el gusto lingüístico de un hombre, tanto más cuanto antes se aprendan. Como el magiar afecta al [75] mío, profundamente, pero sobre todo, creo, porque en muchos aspectos es mucho más similar a mis propias preferencias naturales que el inglés. En la invención de lenguas, aunque aparentemente construyáis sólo a partir de material extraído de otras lenguas adquiridas, en realidad escogéis los elementos más próximos a vuestro estilo natural.

»En los raros sueños de los que hablaba, en los que te encuentras lejos y solo en países sin voz, tu lengua natural burbujea y crea nombres nuevos para cosas nuevas y extrañas.

—¿Países sin voz? —dijo Jeremy—. ¿Te refieres a regiones donde no hay nada parecido a nuestra lengua humana?

—Sí —dijo Ramer—. El lenguaje propiamente dicho, tal como lo conocemos en la Tierra, significado (percibido por los sentidos) más significante (para la mente), es propio de la mente encarnada, una característica esencial, la característica primordial de la fusión de la encarnación. Sólo los hnau, utilizando la palabra lewisiana de Jeremy otra vez, tendrían lenguaje. Los irracionales no podrían, y los no encarnados no podrían o no lo querrían.

—Pero suele decirse que los espíritus hablan —dijo Jeremy.

—Lo sé —respondió Ramer—. Pero me pregunto si realmente hablan o si hacen que tú los oigas, del mismo modo que también pueden hacer que los veas en alguna forma apropiada, produciendo una impresión directa en la mente. Con frecuencia, supongo, las vestiduras de esta impresión desnuda en términos inteligibles para tu mente encarnada las dejan para ti, el receptor. Aunque no hay duda de que pueden hacer que oigas palabras y veas formas que ellos han elegido, si quieren. Pero, en cualquier caso, el proceso sería en cierto modo el contrario de lo habitual, hacia fuera, una traducción del significado al símbolo. Sin embargo, los resultados audibles y visibles apenas pueden distinguirse de los normales excepto por alguna emoción interior; aunque la verdad es que en ocasiones hay una diferencia perceptible en la secuencia.

—No sé lo que pueden hacer los espíritus —dijo Lowdham—, pero no comprendo por qué no pueden emitir sonidos reales (como los Eldil en Perelandra), hacer que el aire vibre del modo adecuado, si quieren. Parecen ser capaces de afectar la materia «directamente». [76]

—Supongo que pueden —dijo Ramer—. Pero dudo que quieran hacerlo para tales propósitos. Hay una manera más fácil de comunicarse con otra mente. Y en esas ocasiones el ataque directo me parece más adecuado para los sentimientos que experimentan los seres humanos en esas ocasiones. Suele haber una conmoción, una sensación de ser tocado en carne viva. Hay un movimiento de dentro hacia fuera, aunque uno siente que la causa está fuera, que es alguna otra cosa, no tú. Tiene una cualidad distinta a la de la recepción del sonido hacia dentro, aunque puede suceder que la cosa comunicada directamente no sea extraña o alarmante, mientras que muchas cosas dichas a la manera encarnada habitual son tremendas.

—Hablas como si tuvieras experiencia —dijo Jeremy—. ¿Cómo sabes todo eso?

—No, no digo que tenga experiencia en este tipo de cosas, y no hablo con autoridad. Pero lo creo. Y he recibido visitas, o me han hablado —dijo Ramer con seriedad—. A mi parecer, el significado era directo, inmediato, y la traducción imperfecta perceptiblemente posterior, pero audible. En muchos relatos de este tipo de acontecimientos he creído reconocer experiencias similares, aunque mucho más tremendas.

—Haces que todo suene como una alucinación —dijo Frankley.

—Naturalmente —dijo Ramer—. Funcionan de un modo similar. Si estás pensando en condiciones anormales, puedes creer que la causa no es externa, y con todo algo (aunque sólo sea alguna parte del cuerpo) debe de estar afectando la mente y haciendo que se traduzca hacia fuera. Si crees en la posesión o en el ataque de espíritus malignos, la única diferencia es la que hay entre la malicia y la buena voluntad, la mentira y la verdad. Hay Enfermedad y Mentira en el mundo, y no sólo entre los hombres.

Hubo una pausa. —Nos hemos alejado bastante del Solar Antiguo, ¿verdad? —dijo Guildford al fin.

—No, creo que lo que se ha dicho tiene mucho que ver —dijo Ramer—. En cualquier caso, si existe, o existió, un Solar Antiguo, uno de los dos, Lewis o yo, está equivocado. Porque yo no recibo nombres como Arbol, Perelandra o Glund.[61] Los nombres que consigo [77] son más conformes a las palabras o los nombres que invento para una historia cuando estoy despierto.

»Creo que quizás hubiera un Humano Antiguo o Adánico Primitivo; no hay duda de que existió, aunque no está tan claro que todas nuestras lenguas deriven de él directamente; el único rasgo heredado común es la aptitud para crear palabras, la necesidad compulsiva de crearlas. Pero el Humano Antiguo no podía ser igual que la Lengua Primigenia de otros animales racionales constituidos de un modo distinto, tales que los Hrossa de Lewis.[62] Porque estas dos encarnaciones, los Hombres y los Hrossa, son bastante diferentes, y la base física, que condiciona las formas simbólicas, sería diferente ab origine. La mezcla de mente y cuerpo tendría un sabor expresivo muy distinto. La expresión no podría tomar forma vocal o incluso audible en absoluto. Sin símbolos no tienes lenguaje, y el lenguaje empieza sólo con la encarnación y no antes de ella. Pero, por supuesto, si vas a confundir lenguaje con formas de pensamiento, puedes hablar quizá del Solar Antiguo. Pero en ese caso ¿por qué no del Universal Antiguo?[63]

»No obstante, no creo que la cuestión del Solar Antiguo se ponga en tela de juicio. No creo que haya más hnau que nosotros mismos en todo el sistema solar.

—¿Cómo puedes saberlo? —preguntó Frankley.

—Creo que lo sé por observación —respondió Ramer—. Sólo he visto una vez lo que consideré huellas de tales criaturas, pero os hablaré de ello dentro de un momento.

»Admito que hay una posibilidad de error. Nunca me ha interesado mucho la gente. Ésa es la razón de que cuando empecé a escribir sobre gente (porque eso me parecía una vez acababa, y era lo único que se leía ampliamente), mis esfuerzos fueran insignificantes, como veis, aun en sueños. Ahora la gente en general me interesa mucho menos de lo habitual, aunque es posible que algún individuo en particular me interese profundamente, y cuanta menos gente veo más contento estoy. ¡No he registrado los Campos de Arbol en su busca! Supongo que en sueños puedo haberla ignorado o pasado por alto, pero no lo creo probable. El hecho de que me guste la soledad en un bosque y los árboles no maltratados por el hombre no significa que tenga que pasar por alto la evidencia del trabajo de los [78] hombres en un bosque, o que nunca advierta la presencia de los hombres que encuentre allí. ¡Todo lo contrario!

»Es cierto que no he visitado los planetas solares muchas veces, y tampoco los he explorado exhaustivamente: en la mayoría de los casos no es necesario, si lo que buscas es una vida orgánica similar a la que conocemos. Pero lo que he visto me convence de que el sistema entero, excepto la Tierra, está desnudo por completo (en ese sentido). Marte es una horrible red de desiertos y abismos; Venus, un torbellino hirviente de viento y rayos sobre un núcleo crepuscular torturado por las tempestades. Pero si queréis saber el aspecto que tiene, os lo diré: es un Mar negro y humeante, que se alza como el Everest, bramando en el atardecer por sobre montañas sombrías y anegadas, y aspirando con un rugido de cataratas como el final de la Atlántida… ¡id allí! Es magnífico, pero no es Paz. Muy refrescante para mí, aunque decir eso es quedarse corto. No puedo describir la estimulación, la aceleración del interés intelectual al salir de todo este laberinto de historia de hormiguero. No soy misántropo. Para mí pensar que los Hombres están solos en EN es una aventura más inspiradora y ardua, mucho más responsable, peligrosa y solitaria.[64] En EN. Porque ése es el nombre que doy a ese archipiélago iluminado por el sol, en medio de los Grandes Mares.

»Podemos arrojar nuestras sombras sobre las otras islas, si queremos. Es una forma buena y legítima de invención, pero la invención es y procede de la Tierra, del Planeta Parlante. Nosotros pondremos allí a los únicos hnau que pueden morar en la roja Gormok o en la brillante Zingil.[65]

—¿Qué razones tienes para pensar que los has visto todos y no otros sitios en el Espacio más remoto? —preguntó Frankley.[66]

—Bueno, fui con una disposición de ánimo más suspicaz —dijo Ramer—, y busqué los signos que podía comprender. Eran planetas. Giraban alrededor del Sol, o de un sol, aproximadamente del mismo modo y a la misma velocidad que dicen los libros, por lo que pude ver. Y los cielos más lejanos tenían un diseño muy similar, exactamente igual, para mis pequeños conocimientos, que los de aquí. Y el viejo Eneköl, Saturno,[67] es inconfundible, aunque supongo que no es imposible que haya un planeta igual en algún lugar. [79]

—¿No vas a describirnos lo que viste allí? —dijo Frankley—. Una vez intenté describir un paisaje saturnio[P12][68] y me gustaría saber si me das la razón.

—Te doy la razón, más o menos —dijo Ramer—. Lo pensé en cuanto aterricé allí y me pregunté si tú también lo habías visitado o habías oído noticias fidedignas, aunque no lo recordaras despierto. Pero se está haciendo tarde. Estoy cansado y seguro que vosotros también.

—Bueno, ¡algo para terminar! —suplicó Jeremy—. La verdad es que todavía no nos has contado gran cosa.

—Lo intentaré —dijo Ramer—. Dadme algo más de beber y haré lo mejor que pueda. Como despierto no he tenido tiempo para dar nombre o traducir ni la mitad de las formas y sensaciones, sólo puedo daros una idea. Pero lo intentaré y os contaré una aventura que tuve entre mis sueños profundos o elevados, porque sucedió en uno de los viajes más largos que he tenido la oportunidad o el coraje de hacer. Ilustra varias cosas curiosas de este tipo de aventuras.

»Recordad que las secuencias de sueños relacionadas con la exploración astronómica o los viajes espaciales no son muy frecuentes en mí. Ni en nadie, creo yo. Las posibilidades de realizar uno de esos viajes no son grandes, y son… bueno, requieren mucho atrevimiento. Supongo que la mayoría de la gente nunca tiene la oportunidad y nunca se atreve. Está relacionado de algún modo con el deseo, no con la duda, aunque es difícil saber qué viene antes, la oportunidad o el deseo, si es que en estos asuntos hay una verdadera prioridad. Quiero decir, mi antigua atracción por las historias de viajes espaciales ¿era una señal de que me había embarcado en la exploración o fue una causa de que lo hiciera?

»En cualquier caso, sólo he realizado unos pocos viajes, por lo que sé; es decir, pocos en comparación con otras actividades. Quizá mi mente “soñante” no sea lo suficientemente osada para lo que deseo cuando estoy despierto, o quizá los intereses de los que soy más consciente despierto en realidad no son tan [80] dominantes. De hecho mi mente parece aficionada a las novelas míticas, las suyas y las de otros. Podría contaros muchas cosas sobre la Atlántida, por ejemplo, aunque ése no es el nombre que yo le doy.

—¿Cómo la llamas? —preguntó Lowdham bruscamente, inclinándose hacia delante con una extraña ansiedad; sin embargo, Ramer no contestó la pregunta.

—Está relacionada con la Ola Estriada[69] —dijo—, y con otro símbolo, la Gran Puerta, con forma de una Π griega con los lados inclinados.[70] Y he visto a los En-keladim, mis En-keladim, representando una de las obras keladianas, el Drama del Árbol de Plata,[71] sentados en círculo y cantando en esa música extraña, larga, larga pero nunca aburrida, nada empalagosa, que se despliega sin cesar fuera de sí misma, mientras la canción vida entre ellos. El Mar Verde florece en espuma, y la Isla se levanta y se abre como una rosa en el medio. El Árbol rompe la hierba estrellada como una lanza de plata, y crece, y tenemos una Luz Nueva; y las hojas se abren y tenemos Luz Completa; y las hojas caen y tenemos Lluvia de Luz. Entonces se abre la Puerta… ¡pero no! No tengo palabras para expresar ese Miedo.

Se detuvo de repente.

—Eso es lo único que he visto —dijo— que no estoy seguro de si es inventado o no.[72] Supongo que es una invención a partir del deseo, de la fantasía, de la experiencia de la vida consciente, y de «leer» (dormido y despierto). Pero hay otro ingrediente. En algún lugar o lugares sucede de verdad algo parecido, y yo lo he visto, desde lejos, quizá, o débilmente.

»Veo a mis En-keladim en formas humanas de una belleza incomparable y maravillosamente variada. Pero supongo que en realidad, si existen, son invisibles, a menos que tomen cuerpo a voluntad, introduciéndose en sus obras por amor a ellas. Es decir, son élficos. Pero muy distintos a como aparecen en las historias falseadas de los Hombres; porque no son elevados, pero tampoco han caído.

—Pero ¿no los clasificarías como hnau? —preguntó Jeremy—. ¿Acaso no tienen una lengua?

—Sí, supongo que sí. Muchas lenguas —dijo Ramer—. Las había olvidado. Pero no son hnau; no están confinados a un cuerpo dado, sino que ellos crean los suyos, o los toman, o caminan [81] silenciosos y desvestidos sin sentirse desnudos. Y sus lenguas cambian y evolucionan como la luz en el agua o el viento en los árboles. Pero sí, quizás Ellor Eshúrizel —cuyo significado no puedo comprender, tan rápido y efímero es—, quizás es un eco de sus voces. Sí, creo que Ellor es uno de sus mundos, donde el gobierno, la hechura y el ordenamiento están completamente a cargo de las mentes, relativamente pequeñas, que no están encarnadas en él, sino que se consagran a lo que nosotros llamamos materia, sobre todo a su belleza. Incluso aquí en la Tierra pueden haber tenido, y pueden tener todavía, alguna morada y algún trabajo que hacer.

»Pero no dejo de divagar. Tengo que regresar a la aventura que prometí contar. Entre mis pocas secuencias de viajes recuerdo una que parecía una larga inspección (en varias ocasiones) de un sistema solar diferente. Así que parece haber al menos otra estrella con planetas alrededor.[73] Pensé que mientras viajaba llegué a un pequeño mundo, aproximadamente del tamaño de nuestra Tierra, aunque, como veréis, el tamaño es muy difícil de juzgar; y estaba iluminado por un sol, más grande que el nuestro, pero más débil. Las estrellas también eran débiles, pero parecían dispuestas de un modo muy diferente; y había una nube o espiral blanca en el cielo con pequeñas estrellas en los pliegues: quizá fuera una nebulosa, pero mucho mayor que la que vemos en Andrómeda. Era Tekel-Mirim,[74] una tierra de cristales.

»Si los cristales eran en verdad de tan gran tamaño —los más grandes eran como las pirámides egipcias— es difícil de decir. Una vez lejos de la Tierra no es fácil juzgar este tipo de cosas sin tener siquiera tu cuerpo como referencia. Porque no hay escalas, y lo que haces, supongo, es enfocar tu atención, arriba o abajo, de acuerdo con los aspectos que quieras observar. Y lo mismo ocurre con la velocidad. En cualquier caso, en Tekel-Mirim era la materia inanimada, como diríamos nosotros, lo que se movía y crecía hasta originar incontables formaciones cristalinas. No puedo decir si lo que tomé por el aire del planeta era realmente aire, o agua, o algún otro líquido, aunque quizá la debilidad del sol y las estrellas indiquen que no era aire. Es posible que estuviera en el fondo de un mar amplio y profundo, frío y quieto. Y desde allí podía observar lo que sucedía, que para mí tenía un interés absorbente. [82]

»Pirámides y poliedros de múltiples formas y simetrías crecían como… como setas geométricas, pasando de la simplicidad a la complejidad, de la belleza singular a amalgamas de armonías arquitectónicas de incontables facetas y reflejos de luz. Y la velocidad de crecimiento parecía muy grande. En la cumbre de alguna torre de sólidos conjuntos una gran aguja, como una punta de hielo verdoso, emergía rápidamente: no había nada y de repente estaba allí, y en seguida la veías incrustada de pequeñas puntas en líneas erizadas de muchos colores pálidos. En algunos lugares las formas parecían copos de nieve bajo un microscopio, pero mucho más grandes: algunas eran altas como árboles. En otros, había formas severas, majestuosas, vastas y simples.

»Durante un tiempo que no puedo precisar contemplé la “materia” de Tekel-Mirim desarrollando sus armonías de diseño inherente con velocidad y precisión, extendiéndose, entrelazándose, elevándose, construyendo en ángulos y facetas relieves, arabescos y encajes de hielo, joyas en las que rebotaban y se astillaban flechas de fuego pálido. Pero había un límite para el crecimiento, la construcción y la anexión. De pronto comenzaba la desintegración… no, la desintegración no, sino lo contrario; no era desagradable ni doloroso. Una epopeya entera de construcción daba marcha atrás, retrocediendo a través de las proporciones, por etapas tan hermosas como las que había atravesado al crecer pero por completo diferentes, hasta que cesaba. De hecho era difícil decidir si centrar la atención de uno en alguna evolución maravillosa o en alguna otra muy hermosa que se reducía a… nada visible.

»Sólo parte de la materia de Tekel-Mirim hacía estas cosas (porque “hacer” parece ser la única de nuestras palabras que lo define), la materia que estaba especialmente dotada; un científico diría (supongo) que tenía una cierta naturaleza y condición química. Había suelos, y muros, y grandes círculos de precipicios lisos, valles y vastos abismos, que no cambiaban de forma ni evolucionaban. El tiempo estaba detenido para ellos, mientras que para los cristales crecía y menguaba.

»Ignoro por qué visité ese extraño lugar, porque despierto nunca he estudiado cristalografía, aunque la visión de Tekel-Mirim me ha hecho pensar con frecuencia que debería hacerlo. No sé decir si las cosas funcionan en Tekel-Mirim del mismo [83] modo que aquí. Con todo, todavía me pregunto qué significa lo que alguien dijo hace cien años (Huxley, creo), que un cristal es una “forma sólida simétrica asumida de modo espontáneo por la materia inerte”.[75] El libre albedrío de la materia inerte es un misterio. Pero es posible que tenga algún significado, ¿quién puede decirlo? Nosotros no comprendemos demasiado ninguno de los términos. Lo dejaré aquí. Me limito a recordar, o a intentar recordar, los acontecimientos que he visto, y cuando los veía en la lejana Tekel-Mirim eran demasiado maravillosos para dejarme llevar por especulaciones. Me temo que no he logrado hacer que por un instante lo vislumbréis.

»En una ocasión, al regresar —¿o debería decir “soñando hacia atrás”?— de Tekel-Mirim, tuve la aventura con la que voy a terminar. La velocidad, como he dicho antes, al igual que el tamaño, es muy difícil de juzgar sin medidas, sólo con recuerdos vagos de los lejanos acontecimientos terrenales. Tal vez había estado acelerando, es decir, moviéndose rápidamente por el tiempo en Tekel-Mirim, para obtener la historia o secuencia más larga que fuera posible. En Tekel-Mirim no sólo debía de estar lejos en el Espacio, sino en un tiempo algo anterior a mi tiempo terrenal, o habría excedido el momento de mi retirada. Porque en esa ocasión tenía que retirarme antes de lo que el cuerpo tarda normalmente en llamarme. Mi propia voluntad había determinado, antes de irme a dormir, una hora de despertar para acudir a un compromiso. Y la hora se acercaba.

»No es bueno regresar cuando no quieres repetir, sino seguir viendo; así que me retiré, con la mente todavía tan colmada de la maravilla de Tekel-Mirim que no podía, ni siquiera en sueños y mucho menos despierto, recordar las transiciones o los modos de viaje, hasta que mi atención se apartó de la contemplación y advertí que estaba mirando una esfera crepuscular. Sabía que la había visto, ésa u otra parecida, en alguno de mis viajes, y me sentí tentado a examinarla de nuevo. Pero el tiempo pasaba y, débilmente, como un fragmento remoto de un sueño (para quien está despierto), fui consciente de que mi propio cuerpo empezaba a agitarse involuntariamente, al sentir el regreso de la voluntad. Así que allí y entonces “regresé” de pronto con todas mis fuerzas, y al mismo tiempo me acerqué para mirar un rato la extraña bola. [84]

»Encontré una horrible escena que cambiaba desordenadamente: un contraste pasmoso con Tekel-Mirim, intolerable después de Emberü y Ellor. La luz y la oscuridad parpadeaban de un lado a otro por encima. Los vientos giraban y se arremolinaban, y los vapores se alzaban, acumulándose, relampagueando y desapareciendo demasiado rápido para distinguir algo más que un confuso torbellino general. La tierra, si era tierra, también era cambiante, como las arenas en una marea, desmenuzándose y expandiéndose, como el mar galopaba adentro y afuera entre los bordes inconstantes de la costa. Había una vegetación desbocada, bosques indescriptibles, árboles que brotaban como setas y se desmoronaban y morían antes de que pudieras distinguir su forma. Todo estaba inmerso en un flujo abominable.

»Me acerqué todavía más. El esfuerzo de centrar mi atención parecía estabilizar las cosas. El parpadeo de luz y oscuridad se hizo mucho más lento, y vi algo que definitivamente era un río pequeño, aunque se movía un poco, ampliándose y estrechándose mientras lo miraba. Los árboles y bosques del valle conservaban ahora la forma durante un tiempo. Entonces me dije: “¡Hnau al fin!”, porque en el valle, entre los árboles que había junto al río, vi formas inconfundibles de casas. Al principio había pensado que eran algún tipo de hongo de rápido crecimiento, hasta que miré con más atención: ahora vi que eran edificios, edificios de hongos, que aparecían y luego se derrumbaban hechos pedazos; y sin embargo la aglomeración se extendía.

»Yo estaba todavía muy por encima de todo, más alto que un hombre en una torre muy elevada, pero podía ver que el lugar estaba bullendo o hirviendo de algún tipo de hnau, si es que no se trataba de algún tipo de hormigas, dotadas de una velocidad sorprendente, moviéndose con rapidez, solas o en grupos, de modo desconcertante, cada vez en más cantidad. Muchas corrían de un lado a otro como balas por los senderos que llevaban a las horribles llagas en forma de casa que primero crecían y luego se desmenuzaban.

»“¡Esto es espantoso!”, pensé. “¿Estoy en un mundo enfermo o en un planeta habitado por hombres cachipollas que viven en una especie de confusión tumultuosa? ¿Qué le ha ocurrido a la tierra? Está perdiendo la mayor parte del pelo, quedándose calva, y la tiña de casas sigue extendiéndose e invadiendo [85] los trozos sanos. Esto no tiene ningún propósito, ni razón, ni diseño”. Y sin embargo, mientras miraba con más atención, empecé a ver que de hecho había algunas formas que sugerían un diseño tosco, y unas pocas se mantenían unidas durante bastante tiempo.

»No tardé en advertir que junto al río, cerca del núcleo de la aglomeración, donde lo había observado empezar, se habían conservado varias construcciones. Había dos o tres que tenían una verdadera forma, no sin un eco de belleza incluso para quien acababa de llegar de Tekel-Mirim. Seguían en pie mientras la tiña se extendía alrededor.

»“Tengo que echar un vistazo”, pensé, “por si hay hnau, porque es importante, por asquerosos que sean, y tengo que tomar notas. Sólo un vistazo y luego debo irme. Pero ¿qué es eso que parece una gran seta estriada con la parte de arriba tan rara? No lleva aquí tanto tiempo como las otras cosas grandes”. Con eso descendí.

»Naturalmente, si uno se concentra de verdad en las cosas, sobre todo para observar las formas estáticas, no los cambios, como había hecho en Tekel-Mirim, las cosas tienden a detenerse, y así fue. Cuando no estás atado al tiempo del cuerpo, la velocidad está en ti. Así que cuando concentré mi atención, perdí toda la aceleración que había inducido la excitación de Tekel-Mirim. Las cosas se quedaron quietas un momento, duras como la piedra.

»Estaba contemplando la Camera.[76] Me encontraba a unos treinta pies sobre el suelo en Radcliffe Square. Supongo que al principio había observado el valle del Támesis, a gran velocidad, y luego, cada vez más lentamente, Oxford desde no sé dónde, probablemente desde el principio de la universidad.

»El reloj de Saint Mary dio las siete de la mañana y me desperté para hacer lo que tenía que hacer: ir a misa. Era la mañana de la fiesta de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio de 1986 según nuestro calendario. ¡Eso es todo por hoy! Tengo que acostarme.

—Bien, yo también tengo que irme —dijo Cameron—. ¡Gracias por esta interesante velada!

MGR. NG. PF. AAL. RD. WTJ. RS. JJ. JJR.