Volvemos ahora a la cuestión fundamental: ¿cuál es la significación de las extraordinarias transformaciones, y omisiones, de las leyendas en la evolución de El Hundimiento de Anadûnê? He titulado esta sección La teoría de la obra porque mi padre empleó esta palabra en el mismo contexto, y porque creo que puedo demostrar que había una «teoría» subyacente.
Antes de intentar dar una respuesta, hay que considerar tres textos muy curiosos. Los tres fueron escritos a gran velocidad, sin cuidar la expresión, según se le ocurrían las palabras, y probablemente uno después de otro. Sin duda anteriores a la aparición del Adunaico, hay una serie de esbozos de las nuevas ideas subyacentes a la siguiente versión de la leyenda númenóreana que estaba contemplando mi padre: de hecho el primero de ellos está titulado La teoría de esta versión.
Este primer ensayo, que llamaré «Esbozo I», muy tosco e inconexo, llevó a un segundo («Esbozo II») que se basó en I ampliándolo pero distanciándose de él en cierta medida, aunque luego fue abandonado. Lo más conveniente es dar primero el Esbozo II hasta donde llega, y luego el resto de I.
Las notas de esta sección se encuentran en pp. 303 ss.
El mal se encarna de vez en cuando, repitiendo la Caída, podría decirse. [289]
Antaño hubo «Enkeladim» en la tierra, pero ése no era el nombre por el que se los conocía en el mundo: era Eledai (Eldar en númenóreano).[213] Después de la Primera Caída intentaron ganarse la amistad de los Hombres, y enseñarles a amar la tierra y todas las criaturas que en ella crecen. Pero el mal no dejaba de operar. Había falsos Eldar: falsificaciones y engaños hechos por el mal, fantasmas y trasgos que no siempre tenían aspecto maligno. Aterrorizaron a los Hombres, o los engañaron y traicionaron, y de ahí surgió el miedo de los Hombres por todos los espíritus de la Tierra.
Los Hombres «despertaron» por primera vez en el medio de la Gran Tierra Media (Europa y Asia); en un principio Asia estaba ligeramente poblada, antes de las Edades Oscuras de gran frío. Ya antes de entonces los Hombres se habían extendido al oeste (y el este) hasta las costas del Mar. Los [Enkeladim >] Eledai se retiraron a los baldíos o retrocedieron hacia el oeste.[214]
Los hombres que viajaron al oeste eran por lo general los que tenían una relación más estrecha con los verdaderos Eledai, y la mayor parte de ellos se dirigieron al oeste atraídos por el rumor de una hermosa tierra más allá del Mar Occidental, el hogar de los Eledai donde todas las cosas eran hermosas y habían sido creadas para la belleza. Así era, pues en el Océano se encontraba la gran isla en la que los Eledai habían «despertado» por primera vez cuando se creó el mundo, es decir, completa y lista para sus trabajos.
Así surgieron las leyendas más hermosas (que contenían verdades), oréades, dríadas y ninfas; y los Ljós-alfar.[215]
Al cabo los Hombres alcanzaron las costas occidentales de las Grandes Tierras, y se detuvieron en las orillas del Mar. La sorpresa, el temor y el anhelo de ese encuentro pervivieron en sus descendientes desde entonces, y el Gran Mar y el sol poniente fue para ellos el símbolo más conmovedor de la Muerte y de la Esperanza de Escapar.
En el margen del texto de esta página, que termina en este punto, mi padre escribió: «Aun después de la Caída el Todopoderoso permitió la existencia de un paraíso terrenal por un tiempo; pero a los Eledai se les ordenó que se retiraran allí según se extendieran los hombres, si querían seguir siendo lo que habían sido: de otro modo, decaerían y disminuirían».[216]
En tiempos remotos, cuando los Hombres, a pesar de haber caminado muchísimas vidas por la Tierra, todavía eran jóvenes y sin guía (salvo los pocos linajes que estaban unidos en amistad con los Eledai occidentales, cuya lengua se había enriquecido y [290] que conocían el verso y la canción y otras artes), el mal tomó una nueva forma. Surgió un gran tirano, primero era señor de la guerra de una tribu, pero lentamente se convirtió en un poderoso rey, mago y por último un dios. En el medio [escrito encima: ¿Norte?] de las Grandes Tierras se encontraba la sede de su terrible dominio, y todos los hombres de los alrededores se convirtieron en esclavos suyos. En aquel tiempo la Oscuridad era terrible. El poder negro se extendió poco a poco hacia el oeste; porque Meleko[217] sabía que allí se demoraban los más poderosos y benéficos de los Eledai, y que su amistad por los Hombres era su mayor obstáculo para conseguir el dominio absoluto.
Aquellos de los Hombres del Oeste que más deseaban el mar empezaron a construir barcos, con la ayuda e inspiración (como en muchas otras cosas) de los Eledai, y empezaron a navegar por las aguas, al principio con miedo, pero con un dominio creciente de los vientos y las mareas, y de sí mismos. Pero ahora estalló la guerra, porque las fuerzas de Meleko amenazaron las tierras de las fronteras occidentales del mar. Los Hombres del Oeste eran fuertes, y libres, y los Orientales de Meleko fueron expulsados una y otra vez. Pero sólo fue un respiro, porque los Orientales eran innumerables y el ataque se reanudaba siempre con una fuerza mayor; y Meleko envió fantasmas, demonios y espíritus malignos a las tierras occidentales, de modo que también ellas se hicieron insoportables y fue un tiempo de terror, en el que los hombres se refugiaban temerosos en las casas y ya no miraban las estrellas.
Los Eledai habían desaparecido mucho tiempo atrás. Algunos decían que habían muerto, o que se habían convertido en nada; otros, que nunca habían existido y que no eran más que invenciones de los cuentos de días antiguos; unos pocos, que habían atravesado el Mar hasta su tierra en el Oeste.
En aquel tiempo surgió un marinero llamado Earendel, y era rey de los Hombres de la costa occidental del Gran Mar en el Norte del mundo. Dijo que una vez un gran viento lo había arrastrado y alejado de su camino, y había visto muchas islas en las regiones del sol poniente, y la más lejana desprendía un aroma como de jardines y hermosas flores. Y sucedió que los Hombres del Oeste que no habían muerto, caído o huido a los sitios baldíos estaban confinados en una tierra estrecha, algunos dicen que una gran isla, y fueron atacados por Meleko, pero sólo siguieron resistiendo porque su tierra era una isla, separada de las Grandes Tierras por un estrecho. Entonces Earendel se embarcó y se despidió de su gente. Porque dijo que tenía el propósito de navegar hacia el Oeste y encontrar a los Eledai y pedirles ayuda. —Pero no regresaré [291] —dijo—. Si fracaso el mar se apoderará de mí, pero si tengo éxito una nueva estrella se levantará en el cielo.
Y de las hazañas de Earendel en su último viaje nada se sabe con certeza, pues no volvió a ser visto entre los Hombres vivientes. Pero al cabo de varios años una nueva estrella se levantó en el Oeste, y era muy brillante; y entonces muchos hombres empezaron a aguardar el regreso de los Eledai en su ayuda; pero el mal los apremiaba.
Aquí el Esbozo II llega a su fin en tanto que texto ininterrumpido, pero mi padre garabateó varias notas inconexas al final, entre las que se incluye este pasaje:
Meleko fue derrotado con la ayuda de los Eledai y de los Poderes, pero muchos Hombres se habían unido a él. Los Poderes (por orden de Ilúvatar) llevaron a los Eledai a la Isla de Eresse, cuyo puerto principal, Avallon(de),[218] se encontraba en el oeste. Aquellos que se quedaron en la Tierra Media se marchitaron y menguaron. Pero a los hombres fieles de los Eruhildi (Turkildi) también se les dio una isla, entre Eresse y la Tierra Media.
El Esbozo I (escrito deprisa con un lápiz blando en pequeños trozos de papel) era esencialmente idéntico al Esbozo II, pero mucho más breve, hasta el punto en que Earendel se introduce en este último. No obstante, en el Esbozo I Earendel no se mencionaba, y lo único que se dice es que cuando hubo un respiro en la guerra con «el tirano» (cuyo nombre no se menciona en este texto) «y sus Orientales», los Hombres del Oeste se hicieron a la mar, habiendo sido instruidos en la construcción de barcos por «los últimos Enkeladim que se demoraban allí», y desembarcaron «en una gran isla en el medio del Gran Mar». Al principio de la página mi padre apuntó: «El primero en hacerse a la mar fue Earendel. Nunca volvió a ser visto». Luego sigue (en una forma ligeramente modificada por cuestiones editoriales):
Pero hay otra isla más pequeña fuera de la vista, hacia el Oeste, y más allá el rumor de una Gran Tierra [? deshabitada] en el Oeste.
La isla se llama Oesternesse Númenor, la otra Eressëa.
La religión de los Númenóreanos era simple. Creían en un Creador de Todo, Ilúvatar. Pero está muy remoto. Sin embargo, le hacían ofrendas incruentas. Su templo era el Pilar del Cielo, una elevada montaña en el medio de la isla. Creían que Ilúvatar moraba completamente fuera del mundo; pero lo simbolizaban diciendo que vivía en el Cielo Alto. [292]
[Añadido: Pero creen que por debajo de él están los Poderes (Valar): algunos de ellos están sometidos a él, otros viven en el mundo para gobernarlo directamente. Aunque son buenos y siervos de Dios, son inexorables y …… hostiles en cierto sentido. No los adoran, sino que los temen y los obedecen (cuando hay algún contacto). Algunos son Valandili (Amantes de los Poderes)].
Pero creen que el mundo es plano, y que «los Señores del Oeste» (Dioses) viven más allá de la gran barrera de colinas de nubes, donde no hay muerte y el Sol se refresca y pasa por debajo del mundo para volver a levantarse.
[Tachado: Sus siervos que gobiernan el mundo eran Enkeladim y otros espíritus mayores. Añadido: Había seres menores, especialmente relacionados con criaturas vivientes y con la hechura … llamados Eldar]. Les pedían ayuda en caso de necesidad. Algunos todavía navegaban hasta Eressëa. [En el margen: Elendili] Pero no así la mayor parte, y se extendió la teoría, excepto entre los sabios, de que los grandes espíritus o Dioses (no Ilúvatar) moraban en el Oeste en una Gran Tierra allende el sol. [Entre corchetes: Los Enkeladim les dijeron que el mundo era redondo, pero les costaba creerlo]. Algunos de sus grandes marineros intentaron averiguarlo.
Vivían mucho tiempo, 200 años o más, pero siempre deseaban una vida más larga. Envidiaban a los Enkeladim. Se convirtieron en grandes constructores de barcos y empezaron a aventurarse en el mar. Algunos intentaron llegar al Oeste más allá de Eressëa, pero nunca regresaron.
El Pilar del Cielo es abandonado excepto por unos pocos. Los reyes construyen grandes palacios. Se extiende la costumbre de dejar sus cuerpos a la deriva en el mar en un viento del este. El viento del este empieza a simbolizar la Muerte.[219]
Algunos regresan a las Tierras Oscuras. Son recibidos con temor reverencial, porque son muy altos ………… Enseñan la verdadera religión pero son tratados como dioses.
Sauron cobra existencia.
No puede vencer en una guerra contra los Númenóreanos, que ahora poseen numerosas fortalezas en el Oeste.
El texto termina con un esbozo muy tosco de la llegada de Sauron y la Caída. «Sauron es llevado a Númenor para homenajear a Tarkalion». Da «un gran sermón», diciendo que Ilúvatar no existe, sino que los Dioses, que se han atrincherado en el Oeste, gobiernan el mundo y odian a los Hombres y les niegan la vida. El único Dios bueno ha sido arrojado del mundo al Vacío; pero regresará. En un pasaje añadido [293] (pero que corresponde sin ninguna duda a la época de la redacción de este texto) se dice, curiosamente, que «Sauron dice que el mundo es redondo. Fuera no hay más que Noche, y otros mundos».[220]
Sauron tiene «un gran templo abovedado» que se alza en el Pilar del Cielo (véase p. 274), y allí tienen lugar sacrificios humanos, cuyo propósito es «añadir la longitud de las vidas de los muertos a las de los vivos escogidos». Los Fieles son perseguidos y elegidos para los sacrificios; «unos pocos huyen a Eressëa en busca de ayuda, pero los Eressëanos han partido o se han escondido». Disponen una gran flota «para atacar Eressêa y arrebatar la Tierra del Oeste a los Dioses»; y el texto acaba con las afirmaciones de que la flota cayó en un abismo abierto en el mar y de que «sólo los Númenóreanos que se habían retirado al este de la isla negándose a … guerra se salvaron». Esto viene seguido de un mar de nombres, entre los cuales se lee «Elendil hijo de Valandil y sus hijos Árundil y Firiel», de lo que surgen «Elendil y sus hijos Isildur y Anárion». Por último, hay algunas notas más: «Sauron también huye al Este. El Pilar del Cielo es volcánico.[221] Sauron construye un gran templo en una colina próxima a donde había desembarcado. El Pilar del Cielo también empieza a echar humo y él dice que es una señal; la mayor parte del pueblo lo cree».
El tercer texto («Esbozo III») empieza con una nota sobre los nombres: «Iluve Ilu: Cielo, el universo, todo lo que es (dentro y fuera de la Tierra); menel: los cielos, el firmamento».[222] Luego sigue:
En el principio estaba Eru el Único Dios (Ilúvatar el Padre de Todo, Sanavaldo el Todopoderoso). Designa a los poderes (Valar) para gobernar y ordenar la Tierra (Arda). Un tal Meleko, el principal, se volvió al mal. También había dos linajes de seres menores, los Elfos: Eldar (*Eledai), y los Hombres (Hildi = hijos o seguidores). Los Eledai llegaron primero, en cuanto Arda fue habitable para los seres vivos, para gobernar allí, para perfeccionar las artes de usar y ordenar la materia de la Tierra hasta llegar a la perfección y la belleza en detalle, y para preparar el camino a los Hombres. Los Hombres (los Seguidores o Segundo Linaje) llegaron en segundo lugar, pero se dice que en un principio Dios los había destinado (tras un periodo de tutelaje) a tomar el gobierno de toda la Tierra, y en última instancia a convertirse en Valar para «enriquecer el Cielo», Ilúve. Pero el Mal (encarnado en Meleko) los sedujo, y cayeron. Porque Meleko presentó la tutela de los Eldar y los Valar como una usurpación de aquello a que los Hombres tenían derecho. Dios prohibió que los Poderes interfirieran mediante la violencia o el poder. Pero envió muchos mensajeros a [294] los Hombres, y los Eldar intentaban constantemente ganarse la amistad de los Hombres e instruirlos. Pero el poder de Meleko aumentó, y los Valar se retiraron a la isla de Eresse en los Grandes Mares, al oeste de las Grandes Tierras (Kemen), que habían mantenido como sede y morada desde las primeras luchas con Meleko.[223]
Ahora Meleko (porque el mal lo disminuía, o para cumplir sus designios, o por ambas cosas) tomó forma visible como Rey Tirano, y gobernaba desde el Norte. Hizo muchas imposturas de los Eledai que eran malignas (pero que no siempre lo parecían), y que engañaron y traicionaron a los Hombres; por tanto, su miedo y suspicacia ante los verdaderos Eldar aumentó.
Hubo guerra entre los Poderes y Meleko (la segunda guerra: la primera tuvo lugar en la hechura del mundo, antes de que existieran los Elfos y los Hombres). Aunque todos los Hombres habían «caído», no todos siguieron sometidos a la esclavitud. Algunos se arrepintieron, rebelándose contra Meleko, y se hicieron amigos de los Eldar, e intentaron ser fieles a Dios. No adoraban a Eru, sino que le hacían ofrendas en lugares elevados. No eran del todo felices, porque Eru parecía distante, y no se atrevían a orarle directamente; y por este motivo consideraban dioses a los Valar, y Meleko los engañó y corrompió con frecuencia, pues lo tomaron a él o a sus sirvientes (o fantasmas) como «dioses». Pero en la guerra contra los dominios de Meleko en el Norte hubo tres linajes de hombres bondadosos (hijos de Dios, Eruhildi) que fueron completamente fieles y nunca se aliaron con Meleko. Entre ellos se encontraba Earendel, que era el único de los Hombres que tenía parte de la sangre de los Eledai, y se convirtió en el primero de los Hombres en navegar por el Mar. En los días de la Segunda Guerra, en que los Hombres y los Eledai que quedaban estaban acosados, se hizo a la mar hacia el Oeste. Dijo: —No regresaré. Si fracaso nada sabréis de mí. Si no lo hago, una nueva estrella se levantará en el Oeste. —Llegó a Eresse y pronunció el mensaje de los Dos Linajes ante el Principal de los Valar, que se sintieron conmovidos. Pero no se permitió a Earendel regresar entre los hombres vivientes, y su navío fue puesto en el cielo como señal de que su mensaje había sido aceptado. Y los Elfos y los Hombres lo vieron, y creyeron que llegaría ayuda, y recuperaron la esperanza. Y llegaron los Poderes y los Hombres a derrotar a Meleko, y su forma corpórea fue destruida, y su espíritu se desvaneció.
Pero los Poderes llevaron ahora a los Eldar a Eresse (donde habían vivido ellos, aunque ahora no tenían morada alguna en la tierra y rara vez tomaban formas visibles para los Elfos y los Hombres). Aquellos que se demoraron en Kemen estaban condenados [295] a disminuir y marchitarse. Pero en Eresse pervivió largo tiempo un paraíso terrenal poblado por todos los frutos hermosos del crecimiento y el arte (sin excesos), la morada de los Eldar, un recuerdo de lo que la Tierra «podría haber sido» si no hubiera existido el Mal. Pero a los Hombres (Eruhildi) de las Casas Fieles se les permitió (si así lo deseaban) irse y vivir en otra isla (mayor pero menos hermosa) entre Eresse y la Tierra Media. Elros hijo de Earendel fue su primer rey en la tierra de Andor, también llamada Númenor: por esta razón los reyes de los Númenóreanos fueron llamados «Herederos de Earendel». Earendel no sólo tenía parte de sangre élfica, sino que era un Amigo de los Elfos (Elendil), de ahí que los reyes de Númenor también fueran llamados Elendilli (Ælfwinas). [Adición en el margen: Elrond, su otro hijo, escogió quedarse en Kemen y vivir con los Hombres y los Elfos que todavía [? habitaban] en el Oeste de la Tierra Media].
En esa época el mundo estaba muy abandonado y desamparado, pues sólo los Elfos menguantes moraban en el Oeste de la Tierra Media, y los mejores de los Hombres (salvo algunos Eruhildi que vivían lejos, en el medio de Kemen) se habían ido hacia el oeste. Pero aun los Eruhildi de Númenor eran mortales. Porque los Poderes no podían abrogar el decreto de Dios tras la caída (de que los Hombres debían morir y no abandonaban el mundo por voluntad propia, sino porque estaban condenados a hacerlo sin querer); pero se les permitió conceder a los Númenóreanos una vida tres veces más larga (de más de 200 años).
Y en Númenor los Eruhildi se hicieron sabios, hermosos y gloriosos, los más poderosos de los Hombres, pero no eran muy numerosos (pues no tenían muchos hijos). Bajo la tutela de los Eressëanos, cuya lengua habían adoptado (aunque con el transcurso del tiempo la modificaron considerablemente), cultivaron canciones y poesía, música y todas las artes; pero en ninguna tuvieron tanta habilidad y deleite como en la construcción de barcos, y navegaron por muchos mares. En aquellos días se les permitía, a aquellos de sus reyes o sabios afortunados llamados Amigos de los Elfos (Elendilli), viajar a Eresse; pero sólo podían llegar al puerto de Avallon(de) en el lado oriental de la isla y a la ciudad de [Túna >] Tirion en la colina de detrás, para quedarse por un breve tiempo.[224] Aunque los Elendilli pedían a menudo que se les permitiera morar en Eresse, los Poderes no se lo concedían (por orden de Dios); porque los Eruhildi seguían siendo mortales y estaban condenados a cansarse por fin del mundo y morir, incluso los reyes supremos, herederos de Earendel. Y no podían navegar hacia el oeste más allá de Eresse, donde oyeron rumores de una Nueva [296] Tierra, pues los Poderes no deseaban que los Hombres la ocuparan todavía. Pero los corazones de los Eruhildi se compadecieron del mundo abandonado de la Tierra Media, y navegaban hasta allí a menudo, y los sabios o príncipes de los Númenóreanos visitaron a los hombres de las Edades Oscuras y les enseñaron el lenguaje, el canto y las artes, y les llevaron grano y vino; y los hombres de la Tierra Media los reverenciaron en el recuerdo como a dioses. Y en uno o dos lugares cercanos al mar los hombres de la raza septentrional se establecieron y se convirtieron en reyes y en padres de reyes. Pero al cabo toda esta beatitud se convirtió en mal, y los hombres cayeron una segunda vez.
Porque el Mal se manifestó de nuevo en la Tierra, y las historias difieren en si era el espíritu del mismo Meleko que tomó una nueva forma (aunque menor), o si era uno de sus sirvientes que había morado en la oscuridad y ahora recibió el [? consejo] de Meleko del Vacío y se hizo grande y malvado. Pero esta maligna criatura recibió muchos nombres, y los Eruhildi la llamaron Sauron, y él intentó ser rey sobre todos los reyes, y rey y dios para los Hombres. Su dominio se extendía al sur y al este de Kemen, y su poder sobre los Hombres (sobre todo en el este y el sur) aumentó y se extendió hacia el oeste, empujando a los Eledai que se demoraban y subyugando cada vez más a los parientes de los Eruhildi que no habían ido a Númenor. Y Sauron supo de Númenor y de su poder y su gloria; y en los días de Tarkalion el Dorado (el [vigésimo primero >] décimo en la línea de Earendel)[225] llegaron a Númenor nuevas de Sauron y de su poder, y de que se proponía dominar toda Kemen y toda la Tierra después.
Pero mientras tanto el mal había estado operando [?ya] en los corazones de los Númenóreanos; porque el deseo de la vida eterna y de escapar de la muerte crecía cada vez más en ellos, y murmuraron contra la prohibición que los alejaba de Eresse, y los Poderes se enojaron con ellos. Y les prohibieron desembarcar en la isla. En ese tiempo de distanciamiento de los Eledai y los Valai, Tarkalion, al oír rumores acerca de Sauron, decidió sin el consejo de los Eldar o los Valar exigirle fidelidad y homenaje…. [sic]
Númenor cae.
Eresse y los Eledai son apartados del mundo salvo en el recuerdo, y el mundo queda en manos de los Hombres. Los Hombres de sangre númenóreana podían contemplar Eresse como un espejismo [?en] un camino recto que llevaba hasta allí.
Los antiguos Númenóreanos sabían (gracias a las enseñanzas de los Eledai) que la Tierra era redonda; pero Sauron les dijo que era un disco y tenía forma plana, y que más allá estaba la nada, [297] donde gobernaba su amo. Pero dijo que más allá de Eresse había una tierra en el Oeste [?más lejano] en la que los Dioses moraban en bienaventuranza, usurpando las cosas buenas de la Tierra.[226] Y que su misión era llevar a los Hombres a esa tierra prometida, y derribar a los codiciosos y perezosos Poderes. Y Tarkalion lo creyó, pues anhelaba la vida eterna.
Y tras la caída los Númenóreanos todavía hablaban del Camino Recto que proseguía donde la Tierra se curva. Pero los buenos —los que huyeron de Númenor y no tuvieron parte en la guerra contra Eresse— lo empleaban sólo como símbolo. Porque mediante «lo que está más allá de Eresse» aludían al mundo de lo eterno y lo espiritual, en las regiones de Ilúvatar.[227]
Aquí termina este texto, con unas líneas que indican que estaba completo. Todo el último pasaje (desde «Los antiguos Númenóreanos sabían …») acerca de la forma del mundo y el significado del Camino Recto fue tachado; es la única parte del texto que recibió semejante trato.
Más adelante veremos que en la última parte del Esbozo III aparecen varias frases que sobrevivieron en El Hundimiento de Anadûnê (tales que «los hombres cayeron por segunda vez», «(el Mal) se manifestó de nuevo en la Tierra», «esta maligna criatura recibió muchos nombres»).
A mi parecer, hay dos maneras posibles de explicar a grandes rasgos el pensamiento de mi padre en esta época. Por un lado, habían transcurrido muchos años desde la interrupción de la evolución progresiva de «El Silmarillion», y durante todo este tiempo los manuscritos narrativos habían permanecido inalterados; sin embargo, es imposible que los hubiera olvidado por completo, que hubieran dejado de desarrollarse dentro de su cabeza. Además, toda la relación entre la mitología independiente de «El Silmarillion» y la historia de El Señor de los Anillos presagiaba grandes problemas. Esta obra llevaba más de un año parada, pero Los papeles del Notion Club estaban convirtiendo la reaparición de Númenor en un elemento de creciente importancia, del mismo modo que los reinos númenóreanos de la Tierra Media habían adquirido una gran significación en El Señor de los Anillos.
Por tanto, podría parecer al menos discutible que las divergencias de la «tradición heredada» (de la cual debemos recordar que no se había publicado una sola línea) presentes en los escritos de mi padre de esa época representen la aparición de ideas nuevas hasta el punto de constituir una reestructuración y transformación de algunos conceptos firmemente arraigados. Los principales de ellos son la naturaleza [298] de la «morada» de los Valar en Arda y la cuestión interrelacionada de «la forma del mundo»; y la «Caída de los Hombres», que al principio fueron seducidos por «Meleko», aunque después algunos se arrepintieron y se rebelaron contra él.
Por otro lado, podría argüirse que estos cambios se inspiraron en un propósito específico respecto sólo de El Hundimiento de Anadûnê. Esencialmente, ésa es mi opinión; sin embargo, no excluyo la otra de forma radical o en todos los puntos, pues ciertas ideas que aquí aparecen por vez primera tendrían repercusiones posteriormente.
Veremos que los «esbozos» dados arriba son muy distintos en numerosos puntos, aunque es cierto que el hecho de que fueran redactados con tanta prisa y brevedad, una cierta imprecisión del lenguaje, y el modo característico de mi padre de omitir algunos rasgos y ampliar otros en los «esbozos» sucesivos, hacen que a menudo resulte difícil decidir qué diferencias son más aparentes que reales. No obstante, en cualquier caso no voy a embarcarme en ningún análisis comparativo, pues creo que no hace falta más discusión para estar de acuerdo en que estos «esbozos», junto con los textos iniciales de El Hundimiento de Anadûnê, dan la impresión de una gran inseguridad por parte de mi padre: parecen una sucesión calidoscópica de diferentes diseños mientras buscaba una concepción que cumpliera por completo sus propósitos.
Pero ¿cuáles eran sus propósitos? La clave, creo, se encuentra en el tratamiento de los Elfos (Enkeladim, Eledai, Eldar, Nimrî o Nimîr). Aparte de unas pocas ideas muy generales, nada se sabe de ellos: de su origen e historia, de la Gran Marcha, de la rebelión de los Noldor, de sus ciudades en Beleriand, de la larga guerra contra Morgoth. En el primer texto de El Hundimiento de Anadûnê esta ignorancia es mayor que en los «esbozos», hasta el punto de que la distinción entre los Valar y los Eldar queda del todo oscurecida (véase pp. 240-241), si bien en el segundo texto los Eldar aparecen con el nombre adunaico Nimrî. En los «esbozos» se nombra la isla de Eressëa (Eresse), aunque muy confusamente, pues (en el Esbozo III) los Valar vivían en Eresse, y es en Eresse donde Earendel habló ante «el Principal de los Valar»; en cambio, en El Hundimiento de Anadûnê, Tol Eressëa ha desaparecido casi por completo.
¿A qué puede deberse un desconocimiento tan grande de los Elfos en la mente de los Hombres en una época posterior? Esto, a mi parecer, es lo que mi padre intentaba describir: una tradición de los Hombres que con el transcurso de las edades se había vuelto incierta y confusa. En esta época, quizá, en el contexto de Los papeles del Notion Club y de la gran ampliación de la historia que surgió en El Señor de los Anillos, empezó a preocuparse por las «tradiciones» y las variaciones [299] de la tradición, las pérdidas, confusiones, simplificaciones y amplificaciones en la evolución de la leyenda dentro de la trama, cada vez más amplia, de la Tierra Media. Esto no son más que especulaciones; todo sería mucho más fácil si en esta época hubiera dejado alguna nota o apunte, por breve que fuera, de sus reflexiones. Sin embargo, muchos años después sí escribió una nota, aunque muy breve, en el sobre que contiene los textos de El Hundimiento de Anadûnê:
Contiene una versión muy antigua (en Adunaico) que es buena, a pesar de ser tan diferente (en inclusión, omisión y énfasis) como probablemente lo fuera en el caso supuesto:
La letra y el empleo de un bolígrafo indican una fecha relativamente tardía, y si no hubiera otras evidencias pensaría que data de algún momento de los años sesenta. Pero lo cierto es que lo que parece haber sido la fase final del trabajo de mi padre en Númenor (Una descripción de Númenor, Aldarion y Erendis) data de mediados de los sesenta (Cuentos Inconclusos pp. 16-18); y es muy posible que la Akallabêth corresponda a la misma época.
En cualquier caso, hay pruebas inequívocas de la intención que, mucho tiempo después, consideraba que había sido la de El Hundimiento de Anadûnê: se trataba específicamente de una «tradición humana». Es muy posible que —si bien los «esbozos» precedieron a la aparición del Adunaico— la concepción de semejante obra fuera un factor importante para la aparición de la nueva lengua en esta época.
A mi parecer, es probable que con «tradición élfica» se refiriera a La Caída de Númenor, y puesto que «tradición mezclada dúnedánica» supuestamente significa una mezcla de tradición élfica y númenóreana, con ella se refería seguramente a la Akallabêth, en la que se emplearon tanto La Caída de Númenor como El Hundimiento de Anadûnê (véase pp. 265, 286-287).
Por tanto, concluyo que las notables diferencias en los esbozos preliminares reflejan la variación de las ideas de mi padre acerca de lo que podría ser «tradición humana» y sus posibles representaciones: esbozaba rápidamente los modos en que la memoria, y el olvido, de los Hombres en la Tierra Media descendientes de los Exiliados de Númenor podrían haber transformado su historia antigua.[228]
De hecho en El Hundimiento de Anadûnê las confusiones y los puntos oscuros de la «tradición humana» se hicieron más profundos en [300] relación a los esbozos preliminares: en la inclusión de los Elfos bajo el término general Avalai en HA I, y en la práctica desaparición de Tol Eressëa, con la atribución del nombre «Isla Solitaria» a la cima del Pilar del Cielo que buscaban los marineros tras la Caída. Lo vemos también en el tratamiento de «Avallon(de)»: en los esbozos (véase nota 224) este nombre aparece ya con su último significado, el puerto oriental de Tol Eressëa, mientras que en HA I el significado de Avallonde es incierto y en los textos posteriores Avallôni se refiere al Reino Bendecido (véase pp. 269 §16, 275-276 §47). Al parecer mi padre no decidió cómo presentar el Reino Bendecido en esta tradición; o, lo que es más probable, decidió dejarlo como algo «incierto y oscuro». En el Esbozo III se dice que, tras la expulsión de Meleko del mundo, los Poderes «no tenían morada alguna en la tierra», y la Tierra de los Dioses en el lejano Oeste parece ser una mentira de Sauron (véase nota 226). En El Hundimiento de Anadûnê (§16) los habitantes de Anadûnê que afirmaban que la ciudad distante que se veía sobre las aguas era una isla en la que vivían los Nimrî también sostenían que «quizá los Avalôi(m) no tenían una morada visible en la Tierra»; sin embargo, después se cuenta (§47, y de un modo todavía más explícito en la revisión realizada en el pasaje, pp. 281-282) que Ar-Pharazôn puso pie en la Tierra de Amân, y después de que la Tierra de Amân fuera engullida por el abismo «los Avalôi(m) no tuvieron morada en la Tierra».
Si intentamos analizar el orden de estos cambios y concepciones pasajeras quizás al final no logremos más que comprender los problemas a los que se enfrentaba mi padre. Pero al no haber razones para pensar que regresara al tema de Númenor después de verse obligado a volver a la plegaria de Sam Gamyi en la puerta subterránea de la Torre de Kirith Ungol hasta que hubieron transcurrido muchos años, es interesante ver lo que escribió en su larga carta dirigida a Milton Waldman en 1951 (Cartas n.º 131): doy aquí dos extractos de dicha carta.
Así pues, mientras la Segunda Edad avanza, tenemos un gran Reino y una maligna teocracia (pues Sauron es también el dios de sus esclavos) que crece en la Tierra Media. En el Oeste —en realidad el Noroeste es la única parte claramente considerada en estos cuentos— están los precarios refugiados de los Elfos, mientras que los Hombres de aquellos sitios permanecen más o menos incorruptos, aunque ignorantes. La mejor y más loable especie de Hombres está constituida, de hecho, por los parientes de los que habían partido a Númenor, pero permanecen en un simple estado «homérico» de vida patriarcal y tribal. [301]
Entretanto, Númenor ha crecido en riqueza, sabiduría y gloria bajo el linaje de grandes reyes de larga vida, descendientes directos de Elros, el hijo de Earendil, hermano de Elrond. La Caída de Númenor, la Segunda Caída del Hombre (o el Hombre rehabilitado, pero todavía mortal), es causa del final catastrófico no sólo de la Segunda Edad, sino del Viejo Mundo, el mundo primordial de la leyenda (concebido plano y limitado). Después de lo cual empezó la Tercera Edad, una Edad Crepuscular, un Medium Aevum, el primero del mundo quebrantado y cambiado; el último del prolongado dominio de Elfos visibles plenamente encarnados, y también el último en el que el Mal asume una única forma dominante encarnada.
La Caída es en parte el resultado de una debilidad interior de los Hombres, consecuencia, si se quiere, de la primera Caída (sin registro en estos cuentos), sobre la que hubo arrepentimiento, pero no curación definitiva. ¡En la tierra es más peligrosa la recompensa que el castigo! La Caída es consecuencia de la astucia de Sauron, capaz de explotar esa debilidad. El tema central es (inevitablemente, creo, en una historia acerca de Hombres) una Proscripción, una Prohibición.
Los númenóreanos moran apenas a la vista de la tierra «inmortal» del más extremo oriente, Eressëa; y como los únicos hombres que hablan una lengua élfica (aprendida en los días de su Alianza), están en constante comunicación con sus antiguos aliados, sea en la beatitud de Eressëa o en el reino de Gilgalad, en las costas de la Tierra Media. Se vuelven así, en apariencia y aun en las capacidades de la mente, apenas distinguibles de los Elfos, pero siguen siendo mortales, aunque recompensados por un triple, o aún más de un triple, número de años. Esta recompensa es su ruina o, al menos, el medio por el que son tentados. Su larga vida contribuye a los logros que obtienen en arte y sabiduría, pero alimenta la actitud posesiva que adquieren en relación con esas cosas, y se les despierta el deseo de disponer de más tiempo para disfrutar de ellas. Previendo esto en parte, los dioses impusieron a los númenóreanos desde un principio la Proscripción de no navegar nunca hacia Eressëa, ni hacia el oeste hasta perder de vista su propia tierra. Podían ir a su antojo en cualquier otra dirección. No debían poner pie en las tierras «inmortales» y de ese modo enamorarse de una inmortalidad (en el mundo) que estaba en contra de la ley que los regía, el hado o el don especial de Ilúvatar (Dios), y que su naturaleza, de hecho, no podía soportar.
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Pero al final la estratagema de Sauron alcanza su culminación. Tar-Calion siente que la vejez y la muerte se aproximan y escucha las últimas incitaciones de Sauron y, formando la más grande de todas las armadas, se hace a la vela hacia el Oeste, desobedeciendo la Proscripción; y declara la guerra a los dioses, dispuesto a arrancarles «la vida sempiterna dentro de los círculos del mundo». Enfrentados con esta rebelión de espantable locura y blasfemia, y también con un verdadero peligro (pues los númenóreanos dirigidos por Sauron podrían haber llevado la ruina a la misma Valinor), los Valar deponen el poder que se les había delegado, apelan a Dios y reciben la capacidad y el permiso para tratar esta situación; el viejo mundo se rompe y cambia. Se abre una sima en el mar, y Tar-Calion y su armada se hunden en ella. La misma Númenor, al borde de la hendedura, se derrumba y desaparece para siempre en el abismo con toda su gloria. Desde entonces no hay morada visible divina o inmortal en la tierra. Valinor (o el Paraíso) y aun Eressëa desaparecen, y sólo quedan en la memoria de la tierra. Los Hombres pueden navegar ahora hacia el Oeste si quieren, tan lejos como les sea posible sin acercarse jamás a Valinor o al Reino Bendecido, para volver siempre al este; porque el mundo es redondo y finito, y un círculo inevitable… salvo por mediación de la muerte. Sólo los «inmortales», los Elfos demorados, pueden todavía, si así lo quieren, fatigados del círculo del mundo, embarcarse y encontrar el «camino recto» que lleva al antiguo o Verdadero Oeste, y permanecer allí en paz.
Tres años después mi padre dijo en una carta escrita para Hugh Brogan (18 de septiembre de 1954, Cartas n.º 151):
La Tierra Media es sólo el inglés arcaico para ἠοἰκουμἐνη, el mundo habitado de los hombres. Se extendía entonces como se extiende ahora. De hecho, como ahora, redondo e inevitable. Eso es en parte la cuestión. La nueva situación, establecida a comienzos de la Tercera Edad, conduce final e inevitablemente a la Historia ordinaria, y vemos aquí la culminación del proceso. Si usted o yo o cualquiera de los hombres mortales (o hobbits) de los días de Frodo se hubiera hecho a la mar hacia el Oeste, habría llegado finalmente al punto de partida (como ahora). Han pasado los días «mitológicos» en que Valinor (o Valimar), la Tierra de los Valar (dioses, si quiere), existía físicamente en el Extremo Oeste, o la élfica isla inmortal de Eressëa; o la Gran Isla de Oesternesse (Númenor-Atlantis). Después de la Caída de Númenor y su destrucción, todo esto quedó eliminado del mundo «físico» y no fue [303] ya accesible por medios materiales. Sólo los Eldar (o Altos Elfos) podían todavía navegar hacia allí, abandonando el tiempo y la mortalidad, pero sin retornar ya nunca más.
Una semana después escribió a Naomi Mitchison (25 de septiembre de 1954, Cartas n.º 154):
En realidad, al imaginar esta historia, estamos viviendo ahora en una Tierra físicamente redonda. Pero el entero «legendarium» contiene la transición desde un mundo plano (o cuando menos una ἠοἰκουμἐνη, con límites a su alrededor) a un globo: una transición inevitable, supongo, a un moderno «hacedor de mitos» con una mente sometida a las mismas «apariencias» que las de los hombres antiguos, y en parte alimentado de sus mitos, pero que ha aprendido que la Tierra era redonda desde los años más remotos. Tan profunda fue la impresión que hizo en mí la «astronomía» que no creo que pudiera referirme a un mundo plano o concebirlo de ese modo imaginativamente, aunque una Tierra estática con un Sol que gira a su alrededor es más fácil (a la fantasía, si no a la razón).
El «mito» particular que está por detrás de este cuento y el ánimo tanto de los Hombres como de los Elfos en esta época es la Caída de Númenor: una variedad especial de la tradición de la Atlántida….
He escrito una crónica de la Caída que quizá le interese. Pero la cuestión inmediata es que antes de la Caída había más allá del mar y las costas occidentales de la Tierra Media un paraíso élfico terrenal, Eressëa, y Valinor, la tierra de los Valar (los Poderes, los Señores del Oeste), sitios a los que se podía llegar físicamente mediante la navegación ordinaria, aunque los Mares eran peligrosos. Pero después de la rebelión de los Númenóreanos, los Reyes de los Hombres, que vivían en una tierra más occidental que ninguna otra de los mortales, y que finalmente, en la cúspide de su orgullo, intentaron ocupar Eressëa y Valinor por la fuerza, Númenor fue destruida y Eressëa y Valinor retiradas de la Tierra físicamente accesible: el camino hacia el oeste estaba abierto, pero no conducía a sitio alguno salvo al punto de partida … para los mortales.