(iii) El segundo texto de El Hundimiento de Anadûnê

[244]

Este texto, «HA II», está mecanografiado con cuidado y no tiene apenas errores. En un papel doblado que lo envuelve mi padre escribió las palabras «Copia en limpio Anadune». HA II representa un avance y una elaboración tan grandes respecto a HA I que (al no tener apenas alteraciones o titubeos en el texto original) resulta difícil pensar que no hubo ningún borrador entre los dos, aunque ahora no quede rastro de nada parecido; sin embargo, no creo que yo mecanografiara HA II (véase pp. 279-280, §28).

Está titulado El Hundimiento de Anadûnê. En el texto mecanografiado se realizó un número considerable de alteraciones a lápiz, y además varios pasajes fueron rescritos o ampliados en trozos de papel mecanografiados sujetos al corpus del texto. Se han ignorado en el texto impreso, pero todos los cambios de importancia se apuntan en el comentario sobre HA II, pp. 265 ss.

Doy el texto por entero, a pesar de que eso implica repetir una parte considerable de la narrativa, sobre todo en la última porción de la historia, con la finalidad de clarificar el comentario y la comparación con la Akallabêth. Los párrafos se han numerado para facilitar las referencias a HA I. En HA II se emplean tanto acentos circunflejos como marcas de vocal larga (insertados a lápiz); el circunflejo reemplazó a la marca de vocal larga, tal como se desprende del hecho de que se encuentre principalmente en pasajes corregidos o añadidos y en nombres corregidos, y sólo de vez en cuando en el texto original. En el tercer texto de El Hundimiento de Anadûnê se emplea el circunflejo exclusivamente, y lo mejor será hacer lo mismo aquí.

EL HUNDIMIENTO DE ANADÛNÊ

§1Antes de la llegada de los Hombres había muchos Poderes que gobernaban la Tierra, y eran los Eru-bênî, los siervos [245] de Dios. Muchos eran sus rangos y funciones; pero algunos eran poderosos señores, los Avalôi, a quienes los Hombres recordaban como dioses, y al principio el mayor de ellos era el Señor Arûn.

§2Pero se dice que hace mucho tiempo, ya en la hechura de la Tierra, el Señor Arûn se volvió al mal y se rebeló contra Eru, pues deseaba el mundo entero para sí y no tener a nadie por encima. Por tanto su hermano Amân intentó gobernar la Tierra y a los Poderes de acuerdo con la voluntad de Eru; y Amân moró en el Oeste. Pero Arûn permaneció en la Tierra, viviendo escondido en el Norte, e hizo el mal, y tenía más poder que nadie. Y la Tierra se oscureció en ese tiempo, de modo que Arûn recibió un nuevo nombre, y se lo llamó Mulkhêr, el Señor de la Oscuridad; y hubo guerra entre Mulkhêr y los Avalôi.

§3En el tiempo señalado los Hombres nacieron en el mundo, y fueron llamados Eru-hîn, los hijos de Dios; pero llegaron en un tiempo de guerra y sombra, y no tardaron en caer bajo el dominio de Mulkhêr, y le sirvieron. Y ahora se presentó con la forma de un Gran Rey y de un dios; y su gobierno fue maligno, y su adoración corrupta, y los Hombres se distanciaron de Eru y de sus siervos.

§4Pero algunos de los padres de los Hombres se arrepintieron, pues advirtieron la maldad del Señor Mulkhêr y que su sombra se extendía cada vez más sobre la Tierra; y ellos y sus hijos regresaron con dolor a la fidelidad de Eru, y recibieron la amistad de los Avalôi, y fueron llamados como antaño, Eruhîn, hijos de Dios. Y los Avalôi y los Eruhîn lucharon contra los sirvientes de Mulkhêr; y por esa vez destruyeron su reino y derribaron los templos. Pero Mulkhêr huyó y meditó en la oscuridad exterior, pues los Poderes no podían destruirlo. Y el mal que había sembrado brotó como una semilla oscura en la Tierra Media, dando amargo grano, que, aunque siempre era recogido y quemado, nunca llegaba a su fin. Y reyes crueles y templos malignos surgían sin cesar en el mundo, y la mayor parte de la Humanidad eran sus sirvientes; porque los Hombres eran corruptos y sus corazones todavía anhelaban el Reino de Arûn, y les hicieron la guerra a los Eruhîn y los persiguieron con odio, dondequiera que morasen. [246]

§5Por tanto los corazones de los Eruhîn se volvieron al oeste, donde creían que se encontraba la tierra de Amân, y reinaba una paz permanente. Y se dice que antaño un hermoso pueblo vivía en la Tierra Media, y los Hombres no sabían de dónde venían. Pero algunos decían que eran los hijos de los Avalôi, y no morían, pues su hogar era el Reino Bendecido, lejos, adonde todavía podían ir y de donde habían venido para cumplir la voluntad de Amân en todas las acciones y obras menores del mundo. En aquel tiempo en su propia lengua se daban el nombre de Eledâi, pero los Eruhîn los llamaban Nimrî, los Brillantes, porque eran muy hermosos, y hermosas eran todas las obras de su lengua y de sus manos. Y los Nimrî fueron desgraciados en la oscuridad de los días y se retiraron hacia el oeste; y en adelante nunca volvió a haber una hierba tan verde, ni flores tan hermosas, ni agua tan luminosa. Y la mayor parte de los Eruhîn los siguió, aunque algunos se quedaron en las Grandes Tierras como hombres libres, sin servir a ningún señor maligno; y eran pastores y vivían lejos de las torres y las ciudades de los reyes.

§6Pero los más poderosos y hermosos de los Eruhîn, los que más gozaban de la amistad de los Nimrî, los más amados de los Siervos de Dios, volvieron el rostro a la luz del Oeste; y eran los hijos de los padres que antaño fueran los más valientes en la guerra contra Mulkhêr. Y al cabo de viajes que no se recuerdan llegaron al fin a las costas de los Grandes Mares. Allí se detuvieron y sintieron un gran temor, y anhelo; porque los Nimrî atravesaban las aguas en busca de la tierra de Amân, y los Eruhîn no podían seguirlos.

Entonces los Nimrî que se quedaron en el oeste del mundo se apiadaron de los Eruhîn y los instruyeron en numerosas artes; y los Eruhîn se hicieron más sabios de mente, más diestros con las manos y la lengua, y fabricaron muchas cosas que no conocían antes. De este modo los moradores de la costa aprendieron el arte de la construcción de barcos y de navegar en el viento; y construyeron muchos barcos hermosos. Pero los navíos eran pequeños, y no se atrevían a internarse en las aguas profundas; porque aunque deseaban las costas invisibles, no se atrevían aún a enfrentarse a los baldíos del Mar, y sólo navegaban a lo largo de la costa y entre las islas de aquende. [247]

§7Pero fue gracias a los barcos como lograron la salvación y no fueron destruidos. Porque los hombres malvados se multiplicaron en aquellos días y persiguieron a los Eruhîn con odio; y los hombres de la Tierra Media, inflamados por el espíritu de Mulkhêr, se volvieron astutos y crueles en las artes de la guerra y en la fabricación de muchas armas; y los Eruhîn tuvieron dificultades para conservar una tierra donde vivir, y su número disminuyó.

§8En aquellos años oscuros de miedo y guerra surgió un hombre, y sus hazañas en el mar fueron más grandes que las de todos los otros hombres; y los Nimrî le dieron un nombre y lo llamaron Ëarendil, el Amigo del Mar, Azrabêl en la lengua de los Eruhîn. Y Azrabêl quiso en el corazón construir un barco, el más hermoso y rápido de cuantos habían construido los hombres; y hacerse a la mar e internarse en las aguas profundas y llegar, tal vez, a la tierra de Amân, y allí obtener ayuda para su pueblo. Y con la asistencia de los Nimrî mandó construir un barco, hermoso y osado; blanca era la madera, y blancas las velas, y la proa estaba tallada en forma de un pájaro de plata; y en la botadura le dio un nombre y lo llamó Rôthinzil, Flor de la Espuma, pero los Nimrî lo bendijeron y le dieron también un nombre en su lengua, Vingalôtë. Fue el primero de los barcos de los Hombres que tuvo nombre.

§9Cuando el barco estuvo listo al fin, Azrabêl se despidió de su esposa y de sus hijos y de toda su gente, pues había pensado navegar solo. Y les dijo: —Es probable que no volváis a verme jamás; y si así es, endureced el corazón y no cejéis en la guerra, sino resistid hasta el fin. Pero si no fracaso, es posible que tampoco volváis a verme, pero veréis alguna señal y recibiréis nuevas esperanzas.

§10Y Azrabêl partió al atardecer, y navegó hacia el sol poniente y los hombres lo perdieron de vista. Pero los vientos lo llevaron por sobre las olas, y los Nimrî lo guiaron, y atravesó los Mares del sol y los Mares de la sombra, y llegó al fin al Reino Bendecido y a la tierra de Amân y habló con los Avalôi.

§11Pero Amân dijo que Eru había prohibido a los Avalôi atacar por la fuerza los reinos de Mulkhêr; porque la Tierra estaba ahora en manos de los Hombres, para bien o para mal. [248] Pero podía, por causa de su fidelidad y del arrepentimiento de sus padres, conceder a los Eruhîn una tierra para que moraran en ella, si así lo deseaban. Y esa tierra era una gran isla en medio del mar, en la que nadie había puesto pie aún. Pero Amân no permitió a Azrabêl regresar con los Hombres, pues había caminado por el Reino Bendecido, donde hasta entonces no había habido muerte. Por tanto tomó el barco de Ëarendel y lo llenó de llama de plata, y lo elevó por encima del mundo para que navegara en el cielo, maravillando a quienes lo contemplasen.

§12Entonces los Eruhîn que aguardaban en las costas del Mar contemplaron la nueva luz elevarse en el Oeste como una poderosa estrella, y supieron que era la señal de Azrabêl. Y la esperanza y el coraje se encendieron en sus corazones; y reunieron todos los barcos, grandes y pequeños, y a sus esposas e hijos, y todas las riquezas que podían transportar, y se hicieron a la mar sobre las aguas profundas, siguiendo la estrella. Y había una gran quietud en aquellos días y todos los vientos estaban calmos. Tanto brillaba Rôthinzil que aun por la mañana los hombres podían ver cómo resplandecía en el Oeste; y brillaba solitario en las noches sin nubes, porque nada podían las estrellas a su lado. Y navegando hacia él los Eruhîn llegaron por fin a la tierra que les estaba preparada, y les pareció hermosa y fértil, y se alegraron. Y la llamaron Amatthânê, la Tierra del Don, y Anadûnê, que significa Oesternesse, Nûmenôrë en la lengua nimriana.

§13Pero los Eruhîn no escaparon así de la muerte que le había sido impuesta a toda la Humanidad, y seguían siendo mortales, aunque por causa de su lealtad fueron recompensados con una vida tres veces más larga, y sus años eran plenos y alegres y no conocían ni el dolor ni la enfermedad, mientras aún permanecían fieles. Por tanto los Adûnâi, los Hombres de Oesternesse, se volvieron sabios, hermosos y gloriosos; pero en aquella tierra crecieron lentamente en número, porque aunque les nacían hijos e hijas, más bellos que sus progenitores, y les daban mucho amor, los vástagos eran escasos.

§14Así transcurrieron los años, y los Adûnâi vivían bajo la protección de los Avalôi y unidos en amistad a los Nimrî; y los reyes y príncipes aprendían la lengua nimriana, en la que [249] muchas historias y cantos se preservaron desde el principio del mundo. E hicieron cartas, pergaminos y libros, y en ellos escribieron muchas cosas de sabiduría y de maravilla durante el apogeo del reino, que ahora se han olvidado. Y se convirtieron en maestros en todas las demás artes, de modo que si lo hubieran querido habrían sobrepasado con facilidad a los malvados reyes de la Tierra Media en la guerra y en la forja de las armas; pero ahora eran hombres de paz. La construcción de barcos seguía siendo su principal deleite, y a éste se dedicaron con más ahínco que a los otros; y viajar por los anchos mares fue la hazaña y la aventura principal de sus jóvenes.

§15Pero los Avalôi les ordenaron que no perdiesen de vista las costas occidentales de Anadûnê si viajaban hacia el oeste; y los Adûnâi estaban todavía contentos, aunque no comprendían del todo la finalidad de esa prohibición. Pero el propósito de Amân era que los Eruhîn no tuvieran la tentación de buscar el Reino Bendecido, ni desearan sobrepasar los límites de su propia beatitud y se enamoraran de la inmortalidad de los Avalôi y la tierra en la que todo perdura.

§16Porque entonces Eru permitía aún que los Avalôi tuvieran una residencia en la Tierra, en alguna isla u orilla de las tierras occidentales (los Hombres no saben dónde), un recordatorio de lo que podría haber sido si Mulkhêr no hubiera torcido sus caminos y los Hombres no lo hubieran seguido. Y los Adûnâi llamaban a esa tierra Avallôni, el Puerto de los Dioses; porque en ocasiones, cuando el aire estaba claro y el sol en el este, creían divisar el blanco resplandor de una ciudad en una costa distante, y un gran puerto y una torre. Pero esto sólo podían verlo los de vista aguda desde el pico más alto de la isla, o desde algún barco anclado en las costas occidentales, tan lejos como les estaba permitido ir a los marineros. Porque no se atrevían a desobedecer la prohibición. Y algunos sostenían que era una visión del Reino Bendecido lo que veían los hombres, pero otros decían que sólo era otra isla donde moraban los Nimrî y los pequeños que no mueren; pues quizá los Avalôi no tenían una morada visible en la Tierra.

Y lo cierto es que los Nimrî tenían alguna morada cerca de Anadûnê, porque en ocasiones iban hasta allí, los hijos del Pueblo Inmortal, a veces en barcas sin remos, a veces como aves [250] voladoras, a veces por senderos que nadie podía ver; porque amaban a los Adûnâi.

§17Así sucedía que en aquellos días los Adûnâi viajaban siempre hacia el este y no hacia el oeste, desde la oscuridad del Norte hasta los calores del Sur, y más allá hasta las Oscuridades Bajas. Y los Eruhîn llegaban con frecuencia a las costas de las Grandes Tierras, y se compadecieron del mundo abandonado de la Tierra Media. Y los príncipes de los Adûnâi pusieron pie otra vez en las costas occidentales en los Años Oscuros de los Hombres, y ninguno se atrevía a resistirse ahora; porque la mayor parte de los pueblos de esa época se habían vuelto débiles y temerosos. Y estando entre ellos, los hijos de los Adûnâi les enseñaron muchas cosas. Les enseñaron el habla, pues las lenguas de los hombres de la Tierra Media habían decaído hasta la brutalidad, y gritaban como aves chillonas o gruñían como bestias salvajes. Y grano y vino les llevaron los Adûnâi, e instruyeron a los Hombres en la siembra y molienda de la semilla, en el corte de la leña y la talla de la piedra, y en el ordenamiento de la vida tal como tenía que ser en tierras poco bienaventuradas.

§18Entonces los hombres de la Tierra Media encontraron consuelo, y aquí y allí, en las costas occidentales, los bosques deshabitados retrocedieron, y los hombres se sacudieron el yugo de los vástagos de Mulkhêr y olvidaron el terror de las tinieblas. Y reverenciaron la memoria de los Reyes del Mar y, cuando hubieron partido, los llamaron dioses con la esperanza de que regresaran; porque por aquel tiempo los Adûnâi nunca se demoraban mucho en la Tierra Media ni edificaban allí morada propia; por fuerza tenían que navegar hacia el este, pero sus corazones se volvían siempre hacia el oeste.

§19Así se aligeró la sombra que yacía sobre la Tierra y empezó a haber mejoras, que todavía se recuerdan en las canciones de los hombres como un eco del Mar. Y sin embargo al final el nuevo bien se volvió otra vez al mal, y los Hombres cayeron, se dice, por segunda vez. Porque el poder de la oscuridad se manifestó de nuevo en la Tierra: una nueva forma de la Antigua Sombra, quizá, o uno de sus sirvientes que de ella extrajo su poder y se hizo fuerte y cruel. Y esta maligna criatura recibió muchos nombres; pero el nombre que tomó cuando se alzó en poder [251] era Zigûr, Zigûr el Grande. Y Zigûr se convirtió en un rey poderoso en el medio de la Tierra; y en un principio parecía bueno, y justo, y su gobierno ayudó a todos los hombres a satisfacer las necesidades del cuerpo. Porque hizo rico a todo aquel que le servía; pero a aquellos que no lo hacían los expulsó a los lugares baldíos. Sin embargo, el propósito de Zigûr, como el de Mulkhêr antes que él, era llegar a ser un rey por sobre todos los reyes y el único dios para los Hombres. Y lentamente su poder se extendió hacia el norte y el sur, y al oeste; y supo de la llegada de los Eruhîn, y se enojó, y meditó en el corazón cómo podría destruir Anadûnê.

§20Y también llegaron nuevas de Zigûr a Anadûnê, a Ar-Pharazôn el rey, heredero de Azrabêl; porque éste era el título de todos los reyes de Amatthânê, pues descendían en línea ininterrumpida de Indilzar hijo de Azrabêl, y siete reyes habían reinado sobre los Adûnâi entre Indilzar y Ar-Pharazôn, y ahora dormían en las profundas tumbas bajo el montículo de Menel-Tûbal, en lechos de oro. Porque altos y gloriosos eran ahora los reyes de Amatthânê; y grande y orgulloso era Ar-Pharazôn, sentado en el trono tallado en la ciudad de Ar-Minalêth en el mediodía de su reino. Y acudieron a él los capitanes de los barcos y los hombres que regresaban del Este, y le hablaron de Zigûr, de cómo se daba a sí mismo el sobrenombre de el Grande y se proponía convertirse en el amo de toda la Tierra Media, y en verdad del mundo entero, si le era posible. Grande fue la ira de Ar-Pharazôn al oír estas nuevas, y mientras meditaba largamente se le ensombreció el ánimo.

§21Porque hay decir que el mal, del que sus padres habían tenido parte aunque luego se arrepintieran, no había desaparecido por completo de los corazones de los Eruhîn, y ahora se agitaba de nuevo. Porque el deseo de la vida eterna y de escapar de la muerte y del final del deleite crecía en ellos a medida que crecía su bienaventuranza en la tierra de Amatthânê. Y los Adûnâi empezaron a murmurar, en secreto al principio y luego con palabras manifiestas, en contra del destino de los Hombres, y sobre todo contra la Prohibición que les impedía navegar hacia el Oeste o buscar la tierra de Amân y el Reino Bendecido.

§22Y decían entre sí: —¿Por qué los Señores del Oeste disfrutan de una paz imperecedera, mientras que nosotros tenemos [252] que morir e ir no sabemos adónde, abandonando nuestros hogares y todo cuanto hemos hecho? Porque en un principio la falta no fue nuestra, pues Mulkhêr era más fuerte y sabio que nuestros padres; ¿y no era acaso el mismo Señor Arûn, autor de este mal, uno de los Avalôi?

§23Y los Nimrî transmitieron estas palabras a los Avalôi, y los Avalôi se entristecieron, pues veían que las nubes se cernían sobre el mediodía de Amatthânê. Y enviaron mensajeros a los Adûnâi, que hablaron severamente al rey y a todos cuantos estaban dispuestos a escucharlos acerca de la forma y el destino del mundo.

—El destino del mundo —dijeron— sólo Uno puede cambiarlo, el que lo hizo. Y si navegarais de tal manera que, burlando todos los engaños y trampas, llegaseis en verdad al Reino Bendecido, de escaso provecho os sería. Porque no es la tierra de Amân lo que hace inmortal a la gente, sino que los moradores de aquella tierra la santifican; y allí os marchitaríais y os fatigaríais más pronto, como las polillas en una luz demasiado brillante y caliente.

Pero Ar-Pharazôn dijo: —¿Y no vive acaso Azrubêl [sic] mi padre? ¿O no está en la tierra de Amân?

A lo cual ellos respondieron: —No, no está allí; aunque es posible que viva. Pero de esas cosas no podemos hablaros. Y la forma de la Tierra es tal que podría rodearse con un cinto. O pende de las ramas del Cielo como una manzana, y es redonda y hermosa, y los mares y las tierras no son más que la piel de la fruta, que permanecerá en el árbol hasta que madure en la hora que Eru ha dispuesto. Y aunque la buscaseis por siempre, tal vez no encontrarais la tierra donde vive Amân, sino que dejando atrás las torres de Nimroth os internaríais en el más extremo Oeste. De este modo, llegaríais por fin al punto de partida: y entonces el mundo entero os parecería reducido, y pensaríais que es una prisión.

§24»Y en una prisión, tal vez, se ha convertido para todos los miembros de vuestra raza, y dentro de él no encontráis contento. Pero los castigos de Eru tienen el propósito de curar, y sus gracias pueden ser severas. Porque los Avalôi, decís, no son castigados, y de este modo no mueren; pero no pueden escapar, y están sujetos a este mundo para no abandonarlo jamás [253] hasta que todo haya cambiado. Y vosotros, decís, sois castigados y por eso morís; pero escapáis y abandonáis el mundo y no estáis sujetos a él. ¿Quién por lo tanto tiene que envidiar a quién?

§25Y los Adûnâi respondieron: —¿Por qué no hemos de envidiar a los Avalôi o aun al último de los Inmortales? Pues a nosotros se nos exige una confianza ciega, y no sabemos lo que nos aguarda en el próximo instante. Pero también nosotros amamos la Tierra y no quisiéramos perderla.

Y los mensajeros respondieron: —En verdad los Avalôi no conocen qué ha decidido Eru sobre vosotros, y él no lo ha revelado aún. Pero os ordenan severamente mantener la confianza en aquello a que estáis llamados y a que vuestros padres regresaron con dolor. Tened esperanza de que el menor de vuestros deseos dará su fruto. Porque Ilúvatar puso en vuestros corazones el amor por esta Tierra, y él la hizo, a ella y a vosotros; y Eru no siembra sin propósito. No obstante, muchas edades de los Hombres no nacidos pueden transcurrir antes de que ese propósito sea dado a conocer.

§26Pero sólo unos pocos de los Adûnâi escucharon el consejo. Porque les parecía duro y dudoso, y deseaban escapar de la Muerte en sus propios días, sin aguardar la esperanza; y se distanciaron de los Avalôi, y no quisieron volver a recibir a sus mensajeros. Y ellos dejaron de ir a Anadûnê, salvo rara vez y en secreto para visitar a los pocos que todavía tenían el corazón fiel.

De ellos los principales eran un tal Arbazân y su hijo Nimruzân, grandes capitanes de barcos; y pertenecían al linaje de Indilzar Azrabêlo, aunque no a la casa principal, a la que correspondía la corona y el trono de la ciudad de Arminalêth.

§27Pero el rey Ar-Pharazôn tuvo dudas, y en sus días se descuidó la ofrenda de los primeros frutos; y los hombres iban rara vez al santuario del Monte Menel-Tûbal, que se encontraba en el medio de la tierra; y se concentraron en las obras de artesanía, y en la acumulación de riquezas en los barcos que navegaban a la Tierra Media, y bebían y festejaban y se vestían de plata y oro.

Y en una ocasión Ar-Pharazôn se encontraba con sus consejeros en el palacio debatiendo sobre las palabras de los mensajeros que decían que la forma de la Tierra era tal que podía [254] rodearse con un cinto. —Porque si hemos de creer —dijo— que si navegamos hacia el oeste regresaremos por el Este, ¿no pasará acaso que si nos dirigimos hacia el este regresaremos al fin por el Oeste, sin quebrantar ninguna Prohibición?

Pero Arbazân dijo: —Es posible. No obstante, nada se nos ha dicho de cuán largo puede ser el cinto. Y tal vez la anchura del mundo sea tan grande que a un hombre le llevaría toda la vida rodearla, si lo consiguiera. Y creo que es cierto que se nos ha permitido, para nuestra salud y protección, vivir más al oeste que a ningún otro mortal, casi a la vista de la tierra de aquellos que nunca mueren; de modo que quien parta de Anadûnê para rodear la Tierra tendrá que atravesar casi toda su cintura. Y aun así es posible que no haya camino en el mar. —Y se ha dicho que sus suposiciones eran acertadas, y que antes de que la forma de las cosas cambiara al este de Anadûnê la tierra se extendía en verdad desde el Norte hasta el Sur más extremo, donde los hielos son infranqueables.

Pero el rey dijo: —Sin embargo, debemos tener en cuenta ese camino, si es posible encontrarlo. —Y en secreto decidió hacer construir barcos de gran calado y capacidad de carga, y disponer avanzadas de su poder en costas distantes.

§28Así sucedió que su ira fue mayor al oír esas nuevas de Zigûr el Poderoso y de su enemistad hacia los Adûnâi. Y decidió sin pedir consejo a los Avalôi, ni recurrir a la ayuda de otra sabiduría que la propia, que exigiría fidelidad y homenaje a ese señor; porque en su orgullo pensaba que ningún rey había de ser tan poderoso como para rivalizar con el heredero de Azrabêl. Por tanto empezó en ese tiempo a forjar una gran cantidad de armas, y construyó muchos barcos de guerra y los guardó junto con las armas; y cuando todo estuvo dispuesto, él mismo se hizo a la mar hacia el Este, y desembarcó en la Tierra Media; y ordenó a Zigûr que se presentara ante él y le jurara fidelidad. Y Zigûr acudió. Porque advirtió que no había llegado aún el momento de hacer su voluntad con Anadûnê; y tal vez en ese entonces se sintió consternado ante el poder y la majestad de los reyes de los hombres, que sobrepasaban todos los rumores. Y era taimado, hábil para salirse sutilmente con la suya cuando la fuerza no le valía. Por tanto se humilló ante [255] Ar-Pharazôn y pronunció dulces palabras, y pareció en todo hermoso y sabio.

§29Y se le ocurrió a Ar-Pharazôn el rey que para asegurarse mejor la fidelidad de Zigûr tenía que llevarlo a Anadûnê, como rehén de él mismo y de todos sus sirvientes. Y a esto consintió Zigûr de buena gana, pues estaba de acuerdo con sus deseos. Y cuando Zigûr contempló Anadûnê y la ciudad de Ar-Minalêth en los días de su gloria quedó de veras perplejo; pero en lo íntimo del corazón la envidia y el odio le crecieron todavía más.

§30Sin embargo, tan astuto era que antes de que hubieran pasado tres años ya compartía con el rey designios secretos; pues tenía siempre en la lengua palabras dulces como la miel, y tenía conocimiento de muchas cosas ocultas; y todos los consejeros, excepto Arbazân, empezaron a lisonjearlo. Entonces, lentamente un cambio sobrevino en la tierra, y los corazones de los Fieles sintieron miedo.

§31Porque ahora que Zigûr tenía cerca los oídos de los hombres, contradecía con muchos argumentos todo lo que habían enseñado los Avalôi. E hizo que los hombres pensaran que el mundo no era un círculo cerrado, sino que había muchos mares y muchas tierras no conquistadas aún, llenas de incontables riquezas. Y si llegaban por fin al extremo de esas tierras, encontrarían más allá la Antigua Oscuridad. —Y ése es el Reino del Señor de Todo, Arûn el Más Grande, que hizo el mundo a partir de la Oscuridad primigenia. Y puede hacer otros mundos todavía, como dones para aquellos que lo sirven. Y sólo la Oscuridad es verdaderamente sagrada —dijo, y mentía.

§32Entonces Ar-Pharazôn el rey se volcó a la veneración de la Oscuridad, y de Arûn-Mulkhêr, su Señor; y el Menel-tûbal estaba desierto aquellos días, y nadie podía subir bajo pena de muerte, ni siquiera aquellos de entre los Fieles que aún conservaban a Eru en el corazón. Pero Zigûr hizo que se levantara un gran templo en la colina en medio de la ciudad de los Eruhîn, Ar-Minalêth la Dorada; y tenía forma de círculo en la base, y allí las paredes eran de cincuenta pies de espesor, y la base tenía quinientos pies de diámetro, y se alzaban del suelo quinientos pies, y estaban coronadas por una gran cúpula, y esa cúpula [256] estaba techada toda de plata, pero la plata era negra. Y de la parte superior de la cúpula, donde había una abertura o gran tronera, salía humo, cada vez más a menudo según aumentaba el mal de Zigûr. Porque allí los hombres hacían sacrificios a Mulkhêr con derramamiento de sangre y tormentos y gran maldad para que los librara de la Muerte. Y con frecuencia escogían a sus víctimas de entre los Fieles, aunque nunca se los acusaba abiertamente de que no veneraran a Mulkhêr, sino de que odiaban al rey y de que eran rebeldes, o de que conspiraban contra el pueblo inventando venenos y mentiras. Y estos cargos eran casi siempre falsos, pero la maldad engendra maldad, y la opresión cría odio.

§33Sin embargo, la Muerte no abandonaba la tierra. Por el contrario, llegaba más pronto y con mayor frecuencia, y en espantosos atuendos. Porque antes los hombres envejecían lentamente, y por último se acostaban como para dormir cuando se sentían cansados de este mundo, pero ahora en cambio eran asaltados por la enfermedad y la locura; y no obstante tenían miedo de morir y de salir a la oscuridad, el reino del señor que habían adoptado; y en su agonía se maldecían a sí mismos. Y entonces los Hombres se alzaban en armas, y se daban muerte unos a otros por una nadería, porque se habían vuelto más rápidos para la cólera; y Zigûr, o aquellos a los que había sometido, iban por la tierra oponiendo a los hombres entre ellos, de modo que el pueblo empezó a murmurar contra el rey y los señores, o contra cualquiera que tuviera algo que ellos no tuvieran; y la venganza de los poderosos era cruel.

§34No obstante, les pareció a los Adûnâi durante mucho tiempo que prosperaban, y si no tenían más felicidad eran al menos más fuertes, y los ricos todavía más ricos. Porque con la ayuda y el consejo de Zigûr multiplicaron sus posesiones e inventaron muchas máquinas y construyeron barcos cada vez más grandes. Y navegaban ahora con fuerzas y pertrechos de guerra a la Tierra Media, y ya no iban llevando regalos, sino como hombres de guerra. Y perseguían a los hombres de la Tierra Media y les arrebataban los bienes y los esclavizaban, y a muchos los mataban cruelmente en sus altares. Porque levantaban fortalezas, templos y grandes tumbas en aquellos días; y los hombres los temían, y el recuerdo de los bondadosos reyes de [257] los Días Antiguos se borró y fue oscurecido por no pocas historias de espanto.

§35De este modo Ar-Pharazôn, Rey de la tierra de la Estrella de Azrabêl, se convirtió en el tirano más poderoso del mundo desde el reinado de Mulkhêr, aunque Zigûr era en verdad quien gobernaba todas las cosas escondido detrás del trono. Y los años pasaron y el rey sintió que la sombra de la Muerte se aproximaba a medida que se alargaban los días; y el miedo y la cólera lo ganaron. Y llegaba ahora la hora que Zigûr había dispuesto y que aguardaba desde tiempo atrás. Y Zigûr habló al rey mal de Eru, diciendo que no era más que un fantasma, una mentira de los Avalôi concebida para justificar su holgazanería y codicia.

—Porque los Avalôi —dijo— retienen el don de la vida eterna por avaricia y por miedo a que los reyes de los Hombres les arrebaten el gobierno del mundo y tomen el Reino Bendecido. Y aunque no cabe duda de que el don de la vida eterna no es para todos, sino sólo para quienes son dignos, como hombres de poder y de orgullo y de alto linaje, este don se le ha quitado contra justicia al Rey, Ar-Pharazôn, el más poderoso de los hijos de la Tierra, con quien sólo Amân puede ser comparado, y quizá ni siquiera él. —Y Ar-Pharazôn, infatuado y ya a la sombra de la Muerte, pues el curso de sus días estaba acercándose al fin, escuchó a Zigûr; y se puso a pensar en cómo hacer la guerra a los Avalôi. Pasó mucho tiempo en la preparación de su propósito, y habló a pocos sobre él; pero no podía ocultárselo a todos por siempre.

§36Ahora bien, en el este de Anadûnê, cerca de la ciudad de Ar-Minalêth, vivía todavía Arbazân, que era de la casa real, como se ha dicho antes, y fiel; sin embargo, era tan noble y había sido un capitán de mar tan poderoso, que todavía lo honraban todos salvo los más corruptos del pueblo, y aunque Zigûr lo odiaba, ni el rey ni los consejeros se atrevían a ponerle las manos encima. Y Arbazân supo de los propósitos secretos del rey, y sintió tristeza y miedo; pues sabía que los Hombres no podían vencer a los Avalôi, y que una gran ruina caería sobre el mundo si esta guerra no se impedía. Por tanto llamó a su hijo Nimruzân y le dijo: —Los días son oscuros y desesperados; por tanto, estoy decidido a emprender la misión que nuestro antepasado Azrabêl emprendió otrora: navegaré hacia el Oeste, [258] esté prohibido o no, y hablaré con los Avalâi, sí, aun con el mismo Amân si es posible, y le rogaré que nos ayude antes de que todo esté perdido.

—¿Traicionarías entonces al Rey? —preguntó Nimruzân.

—Por esa misma razón pretendo marcharme —dijo Arbazân.

—¿Y qué crees, entonces, que les ocurrirá a los de tu casa cuando se sepa lo que has hecho?

§37—No ha de saberse —dijo Arbazán—. Prepararé mi marcha en secreto y me haré a la mar hacia el Este, adonde los barcos parten todos los días desde nuestros puertos, y ya allí, cuando el viento y la suerte me lo permitan, volveré por el norte o por el sur hacia el Oeste y buscaré lo que pueda encontrar.

»Pero a ti y a los tuyos, hijo mío, os aconsejo que preparéis otros barcos, y pongáis a bordo todas aquellas cosas de las que vuestros corazones no puedan apartarse; y cuando los barcos estén prontos, instalaréis en ellos vuestra morada, montando una guardia incesante. Y aguardaréis en los puertos orientales, y diréis a los hombres que os proponéis seguirme hacia el Este. Arbazân ya no es tan caro a nuestro pariente en el trono como para lamentarse si intentamos partir, por una temporada o para siempre. Pero que no advierta que intentas llevar contigo un número crecido de hombres, o empezará a preocuparse a causa de la guerra que está planeando, para la que necesitará todas las fuerzas de que pueda disponer. Busca a los Fieles que conoces, y que se unan a ti cuando los llames, si están dispuestos a partir contigo. Pero ni siquiera a ellos les cuentes más de lo necesario acerca de tu misión.

§38—¿Y cuál será esa misión que me has encomendado? —dijo Nimruzân.

—No puedo decírtelo hasta que regrese —le respondió su padre—. Pero es muy probable que tengáis que huir de la hermosa Amatthânê que ahora está mancillada, y perdáis todo lo que habéis amado, y conozcáis la muerte en vida mientras buscáis una tierra menor en otro sitio. Si en el Este o el Oeste, sólo los Avalôi pueden decirlo.

»Y es muy posible que no volváis a verme, y que no os envíe una señal como la que Azrabêl envió hace mucho tiempo. Pero manteneos alerta, pues el fin del mundo que hemos conocido se aproxima. [259]

§39Y se dice que Arbazân se hizo a la mar por la noche, en una pequeña embarcación, y fue hacia el este, y luego dio media vuelta y navegó hacia el Oeste. Y llevó consigo a tres sirvientes muy queridos, y nunca hubo noticia ni señal de ellos en este mundo, ni historia ni conjetura sobre la suerte que corrieron. Pero se sabe que los Hombres no podían ser salvados una segunda vez por una embajada semejante, y era difícil que hubiera absolución para la traición de Anadûnê. Pero Nimruzân hizo lo que su padre le había mandado, y sus barcos ocuparon la costa oriental de la tierra y guardó el secreto y no se mezcló en las acciones de aquellos días. En ocasiones navegaba en secreto a las costas occidentales y escrutaba el mar, dominado por el dolor y la nostalgia, pues había amado a su padre; pero no podía ir más allá, pues Ar-Pharazôn estaba agrupando sus flotas en los puertos del oeste.

§40Ahora bien, antaño, en la isla de Anadûnê, el tiempo cambiaba de acuerdo siempre con las necesidades y el agrado de los hombres: lluvia en la estación oportuna y en la media justa; y un sol resplandeciente, ora cálido, ora no tanto, y vientos desde el mar. Y cuando el viento venía del Oeste, a muchos les parecía que traía una fragancia, efímera pero dulce, que estremecía el corazón, como la de las flores que lucen para siempre en prados imperecederos y que no tienen nombre en las costas mortales. Pero todo esto había cambiado. Porque el cielo mismo se había oscurecido y había tormentas de lluvia y granizo en aquellos días, y vientos huracanados; y de vez en cuando una gran nave de los Adûnâi naufragaba y no volvía a puerto, aunque semejante desgracia no les había ocurrido hasta entonces desde el levantamiento de la Estrella. Y al atardecer venía a veces del Oeste una gran nube que parecía un águila, con los extremos de las alas extendidos hacia el Norte y el Sur; y asomaba lentamente ocultando la puesta de sol, porque era a esa hora cuando aparecía con más frecuencia, y entonces Anadûnê se sumía en la más negra de las noches. Y bajo las alas de las águilas brotaban rayos, y el trueno resonaba en el cielo, con un estruendo como los hombres de aquella tierra no habían oído jamás.

§41Entonces los hombres sentían miedo. —¡Mirad las [260] Águilas de los Señores del Oeste! —gritaban—. ¡Las Águilas de Amân avanzan sobre Anadûnê!

Y caían de bruces. Y unos pocos se arrepentían, pero a los otros se les endurecía el corazón, y alzaban los puños al cielo, diciendo: —Los Señores del Oeste han deseado esta guerra. Ellos dan el primer golpe; el próximo lo daremos nosotros. —Y estas palabras las pronunciaba el mismo rey, pero habían sido concebidas por Zigûr.

§42Entonces los rayos se hicieron cada vez más frecuentes, y mataban a los hombres en las colinas, y en los campos, y en las calles de la ciudad; y un rayo ardiente cayó sobre la cúpula del Templo y la coronó de llamas. Pero el Templo quedó intacto; porque el mismo Zigûr se irguió sobre la cúpula y desafió los rayos; y en esa hora los hombres lo llamaron dios e hicieron todo lo que él quería. Por tanto, cuando tuvo lugar el último portento, apenas prestaron atención; porque la tierra se estremeció, y un rugido como de trueno subterráneo se mezcló con los bramidos del mar, y salió humo de la cima del Menil-Tûbal [sic]. Pero Ar-Pharazôn prosiguió con el plan.

§43Y ahora las flotas de los Adûnâi oscurecían el mar hacia el occidente de la tierra y parecían un archipiélago de mil islas; los mástiles eran como un bosque sobre las montañas, y las velas como una nube amenazadora; y los estandartes eran negros y dorados como estrellas en los campos de la noche. Y todas las cosas aguardaban las palabras de Ar-Pharazôn; y Zigûr se retiró al círculo central del Templo, y los hombres le llevaban víctimas para ser quemadas. Entonces las Águilas de los Señores del Oeste llegaron desde donde muere el día, en formación de combate, una detrás de otra en una línea interminable; y al acercarse dominaban el cielo extendiendo las alas cada vez más amplias; pero el Oeste ardía rojo detrás, y ellas resplandecían por debajo, como inflamadas por una llama de ira que iluminaba toda Anadûnê como un fuego que moría, y los hombres miraban las caras de alrededor, y les parecía que estaban llenas de cólera.

§44Entonces Ar-Pharazôn endureció el corazón, y se hizo a la mar con su poderoso barco, Aglarrâma, castillo del mar; tenía muchos remos, y muchos mástiles dorados y amarillos, y sobre él estaba montado su trono. Y se vistió con el traje de [261] ceremonia y la corona, y luego mandó que izaran el estandarte; y dio la señal de levar anclas; y en aquel momento las trompetas de Anadûnê cubrieron el sonido del trueno.

§45Y así las flotas de los Adûnâi avanzaron contra la amenaza del Oeste; y había escaso viento, pero tenían muchos remos, y muchos esclavos que remaban bajo el látigo. El sol se puso, y un gran silencio sobrevino; y la oscuridad descendió sobre la tierra, y el mar estaba inmóvil mientras el mundo aguardaba lo que había de acaecer. Lentamente los que vigilaban los puertos fueron perdiendo de vista las flotas, y las luces de las naves se debilitaron, y se las tragó la noche; y por la mañana habían desaparecido. Porque en mitad de la noche se levantó un gran viento del Este (gracias a las artes de Zigûr, se dice), y se los llevó lejos; y quebrantaron la prohibición de los Avalôi, y navegaron por mares vedados, avanzando con intención de guerra contra el Pueblo Inmortal, para arrancarles la vida eterna en los círculos del mundo.

§46¿Y quién puede contar la suerte que corrieron? Porque ningún barco y ningún hombre de toda la hueste regresó a las tierras de los hombres vivientes. Y si llegaron en verdad al puerto que antaño los Adûnâi podían divisar desde Menel-Tûbal, o si no lo encontraron o llegaron a alguna otra tierra y allí atacaron a los Avalôi, no se sabe. Porque el mundo cambió, y el recuerdo de todo lo que sucedió antes es débil e incierto.

§47Sólo los Nimrî recuerdan las cosas que fueron, y los más sabios de ellos en el antiguo conocimiento han aprendido esta historia. Y dicen que las flotas de los Adûnâi llegaron en verdad a Avallôni en las profundidades del mar, y la rodearon; y todo estaba todavía en silencio, y el hado pendía de un hilo. Porque Ar-Pharazôn titubeó en ese momento y estuvo a punto de volverse; pero el orgullo lo dominaba, y abandonó por fin el barco y puso pie en la costa. Entonces Amân invocó a Eru, y durante ese tiempo los Avalôi ya no gobernaron la Tierra. Pero Eru mostró su poder, y cambió la forma del mundo; y un enorme abismo se abrió en el mar entre Anadûnê y las Tierras Inmortales, y las aguas se precipitaron por él, y el ruido y los vapores de las cataratas subieron al cielo, y el mundo se sacudió. Y todas las flotas de los Adûnâi cayeron en la sima y fueron engullidas [262] por el olvido. Pero la tierra de Amân y la tierra del don, que se alzaban a cada lado del abismo de los mares, también fueron destruidas; porque se les soltaron las raíces, y cayeron y se hundieron, y ya no existen. Y en adelante los Avalôi no tuvieron morada en la Tierra, y no hay ningún lugar donde perdure el recuerdo de un mundo sin mal; y los Avalôi viven en secreto o se han convertido en sombras, y su poder ha disminuido.

§48En una hora no prevista se consumó este destino, el séptimo día después de la desaparición de las flotas. Entonces, se levantó un gran viento, y hubo un tumulto en la Tierra, y el cielo giró, y las colinas se deslizaron, y Anadûnê se hundió en el mar, junto con niños y mujeres y doncellas y orgullosas señoras; y los jardines y recintos y torres, los tesoros y las joyas y las telas y cosas pintadas y talladas, y la risa y la alegría, y la música y la sabiduría, y la lengua de Anadûnê se desvanecieron para siempre. Por último una ola creciente, verde y fría y coronada de espuma, arrastrándose por la tierra, arrebató a la Reina Ar-Zimrahil, más hermosa que las perlas, la plata o el marfil; demasiado tarde trató de subir por los senderos empinados de Menel-Tûbal hasta el sitio sagrado, pues las aguas la alcanzaron y el grito de ella se perdió en los bramidos del viento.

§49Pero en verdad la cumbre de la Montaña, el Pilar del Cielo, en el medio de la tierra, era un lugar sagrado y no había sido mancillado. Por tanto algunos creen que no se hundió para siempre, sino que volvió a alzarse sobre las olas, una isla solitaria perdida en las grandes aguas, y quizás algún marinero llegue hasta ella por casualidad. Y hubo muchos que la buscaron, porque se decía entre los supervivientes de los Adûnâi que en otro tiempo aquellos de vista penetrante alcanzaban a atisbar desde la cumbre de Menel-Tûbal el resplandor de la Tierra Inmortal. Porque aún después de la ruina el corazón de los Adûnâi se volcaba hacia el oeste.

§50Y aunque sabían que la tierra de Amân y la isla de Anadûnê habían dejado de existir, decían: «Avallôni ha desaparecido de la faz de la Tierra, y la Tierra del Don ha sido arrebatada, y nadie puede encontrarlas en este mundo de oscuridad; no obstante, una vez fueron, y por tanto todavía son, plenamente, y en la forma cabal del mundo». Y los Adûnâi sostienen que los hombres, si se los bendecía, podían ver otros tiempos que aquel [263] en el que vivía su cuerpo; y anhelaban siempre escapar de las sombras del exilio y contemplar de algún modo la luz que no muere. Por ese motivo, algunos de ellos exploraban todavía los mares vacíos; «pero todos los caminos que antaño fueron rectos son curvos ahora», decían.

§51Y de este modo sucedió que se salvaron de la anegación de Anadûnê; y quizá sea ésta la respuesta al viaje de Arbazân. Porque quienes se salvaron fueron los de su casa y sus parientes, o los fieles seguidores de su hijo. Ahora bien, Nimruzân se había quedado atrás sin responder a la convocatoria del rey, que partía para la guerra; y esquivando a los soldados de Zigûr cuando quisieron prenderlo y arrastrarlo a los fuegos del Templo, subió a bordo del barco y se apartó de la costa esperando a que el tiempo decidiese. Allí la tierra lo protegió de la gran corriente del mar que se precipitaba arrastrando a todos hacia el abismo, y luego de la primera furia de la tormenta y de la gran ola que surgió cuando la sima se cerró y se sacudieron los cimientos marinos.

Pero cuando la tierra de Anadûnê se derrumbó y desapareció, Nimruzân huyó por fin, antes para salvar las vidas de quienes lo seguían que la suya propia, pues creía que ninguna muerte podría ser tan amarga como la ruina de aquel día. Pero el viento del Oeste sopló más fuerte que ningún otro conocido por los hombres; y desgarró velas y quemó mástiles, arrastrando a los hombres como briznas de hierba en el agua. Y el mar se alzó como grandes colinas; y Nimruzân, y sus hijos y su gente, huyendo por delante de la negra tempestad, desde el crepúsculo a la noche, fueron llevados por sobre las crestas de las olas como montañas que se movían, y al cabo de muchos días fueron arrojados tierra dentro, en la Tierra Media.

§52Y en aquel tiempo todas las costas y las regiones marinas del mundo cambiaron y se arruinaron; porque la Tierra se sacudió con violencia, y los mares invadieron las tierras, y las costas se derrumbaron, y las antiguas islas fueron anegadas, y otras islas se alzaron en el mar, y las montañas cayeron y los ríos se desviaron en extraños cursos.

§53Más tarde Nimruzân y sus hijos fundaron muchos reinos en la Tierra Media; y aunque en ciencia y habilidad no eran sino un eco de lo que habían sido antes de que Zigûr llegara a [264] Anadûnê, les parecieron muy grandes a los hombres salvajes del mundo.

§54Y se dice que el mismo Zigûr sintió un gran temor ante la ira de los Avalôi y el hado que Eru había impuesto; porque no había imaginado nada semejante, pues sólo había esperado la muerte de los Adûnâi y la derrota del orgulloso rey. Y Zigûr, sentado en la silla negra en medio del templo, había reído cuando oyó las trompetas de Ar-Pharazôn que llamaban a combate, y otra vez había reído cuando oyó el trueno de la tormenta; y una tercera vez, mientras reía pensando en lo que haría en el mundo, ahora que se había librado de los Adûnâi para siempre, fue sorprendido en mitad de su alegría, y el asiento y el templo cayeron al abismo.

§55Pero Zigûr no era de carne mortal, y aunque había sido despojado de la forma en que hiciera tanto daño, no tardó en tomar otra; y regresó a la Tierra Media y perturbó a los hijos de Nimruzân y a todos los demás hombres. Pero estas cosas no pertenecen a la historia del Hundimiento de Anadûnê, de la cual todo se ha dicho ahora. Porque el nombre de esa tierra pereció, y la que en otro tiempo fuera la Tierra del Don en el medio del mar se perdió, y los exiliados de las costas del mundo, si miraban hacia el Oeste, hablaban de Akallabê, que se hundió bajo las olas, la Sepultada, Atalantë en lengua nimriana.

Hemos visto antes (p. 240) que el texto original de El Hundimiento de Anadûnê (HA I) puede situarse entre la composición del manuscrito (E) de la Segunda Parte de Los papeles del Notion Club y la sección desechada de F1 del texto mecanografiado, hecho que se desprende del nombre del Pilar del Cielo: Meneltyûlâ en HA I (que aparece en las correcciones de E) pero Menel-Tûbel (> –tûbil) en F1 (de aquí en adelante, al comparar los pasajes, empleo el acento circunflejo en todas las formas, independientemente de su uso en el texto citado). Por la misma razón el presente texto HA II corresponde a F1, puesto que el Pilar del Cielo es Menel-Tûbal, mientras que en la sección revisada F2 del texto mecanografiado de los Papeles se dice Minul-Târik. De igual modo, HA II y F1 concuerdan en Avalôi, [265] Adûnâi en lugar de los nombres que aparecen en F2, Avalôim, Adûnâim (para las distintas formas de los nombres adunaicos en F1 y F2 véase pp. 117, 188).

Por otro lado, en HA II se dice Anadûnê, igual que en F2, mientras que en F1 se dice Anadûn; en F1 el nombre adunaico de Eärendil era Pharazîr, que en el texto mecanografiado se substituyó por Azrubêl, mientras que en HA II se dice Azrabêl desde el principio. En HA II aparece el nombre Amatthânê de «la Tierra del Don», que reemplazó al nombre de F1, Athânâti (véase p. 267, §12); en F2 se lee el nombre definitivo, Yôzâyan.

De esta comparación se desprende que la redacción de HA II tuvo lugar entre las versiones original y revisada (F1 y F2) de la descripción de Lowdham del Adunaico en la noche 66 de Los papeles del Notion Club.

Esta versión considerablemente ampliada de El Hundimiento de Anadûnê constituye, mirando hacia delante, un ejemplo extraordinariamente claro del método de mi padre de «composición por ampliación». A pesar de una separación de varios años y muchos más textos, en HA II (sobre todo en la última sección), gran parte de la formulación de la Akallabêth publicada ya estaba presente. El inicio de HA II es completamente distinto (porque aquí la Akallabêth se basó en La Caída de Númenor); pero a partir de §12 (el viaje a Anadûnê siguiendo la Estrella) calculo que no menos de tres quintas partes de la formulación exacta de HA II se conserva en la Akallabêth. Esto resulta todavía más sorprendente cuando lo miramos en sentido contrario, porque tenemos que, a partir del mismo punto de la Akallabêth (p. 352), sólo tres octavas partes de la última (de nuevo con la misma formulación) están presentes en HA II. Dicho de otro modo, mucho más de la mitad de lo que mi padre escribió en esta época se conservó con las mismas palabras en la Akallabêth; pero mucho menos de la mitad de la Akallabêth procede de HA II.

Gran parte de esta ampliación se llevó a cabo mediante la inserción (en diferentes etapas) de frases o pasajes breves en el corpus del texto original (una pequeña parte del cual corresponde a la historia textual posterior de El Hundimiento de Anadûnê). La antigua historia se transformó en un grado mucho mayor por causa de la introducción de largas secciones de texto nuevo. Además, también hubo alteraciones significativas en la estructura.

Sigue aquí un comentario, por párrafos, de HA II, que incluye todas las alteraciones de importancia realizadas en el texto después de que fuera mecanografiado, además de la mención de las ampliaciones posteriores que aparecen en la Akallabêth.

Comentario sobre la segunda versión

[266]

§1En HA II la ambigüedad del término Avalai presente en HA I desaparece, y los Avalôi son «poderosos señores, a quienes los Hombres recordaban como dioses», los Valar; mientras que en §5 aparecen los Nimrî (Eldar). La frase «a quienes los Hombres recordaban como dioses» se substituyó por «que eran antes de que el mundo fuera hecho, y no mueren».

Este párrafo inicial se había rescrito muy toscamente en HA I con una forma muy similar a la de HA II, aunque en lugar de «el Señor Arûn» se llamaba «el Señor Kheru».

§2su hermano Amân (HA I Manawe). En todos los textos de El Hundimiento de Anadûnê Manwë es llamado Amân, y ésta es la única referencia al nombre. Aman era uno de los nombres que mi padre apuntó en la lista «Cambios en la última versión [de El Silmarillion] de 1951» (véase p. 195), y parece haber buenas razones para suponer que de hecho Amân apareció por primera vez aquí como nombre adunaico de Manwë.

§5algunos decían que eran los hijos de los Avalôi, y no morían. En §16 los Nimrî son llamados, sin que se especifique «algunos dicen», «los hijos del Pueblo Inmortal». Cf. el principio del Quenta Silmarillion (CP.237, §2):

A estos espíritus los Elfos los llaman los Valar, es decir, los Poderes, y los Hombres con frecuencia los han llamado Dioses. Muchos espíritus menores de su propio linaje trajeron en su séquito, grandes y pequeños; y a algunos de éstos los Hombres los han confundido con los Elfos, pero erróneamente, pues fueron hechos antes del Mundo, mientras que los Elfos y los Hombres despertaron por primera vez en el Mundo, después de la llegada de los Valar.

Aunque no se mencionan en este pasaje, la idea de «los hijos de los Valar» aparece con frecuencia en el Quenta Silmarillion; cf. especialmente Los segundos Anales de Valinor (CP.130): «Con los grandes llegaron muchos espíritus menores, seres de su propio linaje pero de menor poder … Y con ellos también se contaron luego sus hijos …» (véase el comentario al respecto, CP.142).

Eledâi: este nombre aparece en otros lugares; véase pp. 289 ss.

§7y no fueron destruidos: substituido por «y no desaparecieron por completo de la Tierra».

§8Al final de la oración de apertura «… que las de todos los otros hombres», se añadió lo siguiente: [267]

porque a menudo se hacía a la mar en su barco en los vientos tumultuosos, o navegaba solo lejos hasta perder de vista incluso las montañas de su tierra, y regresaba hambriento al cabo de muchos días.

Azrabêl: cf. la sección desechada F1 del texto mecanografiado de la Segunda Parte de los Papeles (p. 188): «Azrubel, compuesto por azar “mar” y la raíz bel–». La forma Azrabêl se convirtió en Azrubêl en el transcurso de la redacción del tercer texto HA III; sin embargo, hay una única aparición de Azrubêl en el texto original de HA II (§23). Sobre la significación de ambas formas véase p. 325.

Rôthinzil: este nombre aparece en la Akallabêth (pp. 351-353).

Vingalôtë: en HA I Wingalôtê; se convirtió en Wingalôtë en HA III, y volvió a ser Vingalôtë en el texto final HA IV.

§11El último pasaje, que empieza «Pero Amân no permitió a Azrabêl …», se cambió para que rezara:

Azrubêl no regresó para llevar estas nuevas a su gente, aunque lo hubiera querido, pues no podía abandonar con vida el Reino Bendecido, donde hasta entonces no había habido muerte; o por orden de Amân, porque la descripción de esa tierra podía perturbar los corazones de los Eruhîn, a quienes el mismo Eru había impuesto la muerte. Pero Amân tomó el barco Rôthinzil y lo llenó de llama de plata, y dispuso que lo pilotaran marineros de los Nimîr, y lo elevó por encima del mundo para que navegara en el cielo, maravillando a quienes lo contemplasen.

La forma Nimîr, en lugar de Nimrî, aparece en el tercer texto de HA III.

§12El nombre Amatthânê («la Tierra del Don») se escribió posteriormente sobre una borradura, pero puede verse que la forma borrada tenía ocho letras y empezaba por A, y que probablemente terminaba en e. En el texto F1 de la Segunda Parte de los Papeles la Tierra del Don era Athanati (p. 188), y Athanate aparece en una versión anterior del fragmento II de Lowdham, p. 195; así, pues, el nombre borrado aquí es sin duda Athanate. Posteriormente el nombre Amatthânê aparece en el texto original de HA III.

En este párrafo se añadió un trozo de papel mecanografiado, en el que se modifica el pasaje que sigue a las palabras «y se hicieron a la mar sobre las aguas profundas, siguiendo la estrella»:

Y los Avalôi pusieron paz en el mar por muchos días, y mandaron que el sol brillara, y enviaron vientos favorables, de modo [268] que las aguas resplandecían ante los ojos de los Eruhîn como ondas cristalinas y la espuma volaba como la nieve entre los mástiles de los barcos. Pero tanto brillaba Rôthinzil, que aun por la mañana los hombres podían ver cómo resplandecía en el Oeste, y brillaba solitario en las noches sin nubes, porque nada podían las estrellas a su lado. Y navegando hacia él, al cabo de muchas leguas de mar los Eruhîn llegaron a la vista de la tierra que les estaba preparada, Zenn ’abâr, la Tierra del Don, que resplandecía entre vapores dorados. Entonces abandonaron el mar y se encontraron en un campo hermoso y fértil, y se alegraron. Y llamaron a esa tierra Gimlad, que significa Hacia las Estrellas, y Anadûnê, que significa Oesternesse, Nûmenôrë en la lengua nimriana.

Éste es casi el texto exacto que aparece en la Akallabêth (p. 260-261), excepto por los nombres, por supuesto. Zenn ’abâr se substituyó posteriormente por Zen ’nabâr, y luego por Abarzâyan (que era la forma que aparece en el tercer texto HA III). El nombre Amatthânê no se perdió, sin embargo: véase p. 279, §23.

§13La afirmación aquí y en HA I de que los Eruhîn fueron recompensados con una vida tres veces más larga se remonta a un cambio realizado en CN II, §10 (CP.36); cf. también las palabras de Aragorn «todavía tengo el doble de vida que otros hombres», FTE.72, y la afirmación en el Apéndice A (I,i) de El Señor de los Anillos: se concedió a los Númenóreanos una vida «en un comienzo tres veces la de los Hombres ordinarios». Para un comentario sobre lo que pensaba mi padre acerca de la longevidad de los Númenóreanos véase Cuentos Inconclusos pp. 286-287.

En la Akallabêth, entre §13 y §14 hay un largo pasaje en el que se mencionan Andúnië, el Meneltarma, Armenelos y las tumbas de los reyes, y luego el linaje y la elección de Elrond y Elros (que se basa en una larga inserción de CN III §2: véase pp. 217-218, 225).

§14La oración inicial se cambió para que leyera:

Así transcurrieron los años, y mientras la Tierra Media retrocedía y la luz y la sabiduría menguaban, los Adûnâi vivían bajo la protección de los Avalôi y unidos en amistad con los Nimrî, y crecieron en altura, tanto de mente como de cuerpo.

En relación a «los reyes y príncipes aprendían la lengua nimriana, en la que muchas historias y cantos se preservaron desde el principio del mundo» cf. CN III §2 (p. 218): «el habla de Númenor era el habla de los Eldar del Reino Bendecido». En la Akallabêth la concepción lingüística es mucho más compleja (p. 355): los Númenóreanos conservaron su propia lengua, pero «los reyes y señores [269] conocían y hablaban también la lengua élfica [Sindarin], que habían aprendido en los días de la alianza, y por tanto aún conversaban con los Eldar, fuera con los de Eressëa o con los del oeste de la Tierra Media. Y los maestros de la ciencia aprendieron también la lengua Alto Eldarin del Reino Bendecido, en la que muchas historias y cantos se preservaron desde el principio del mundo …». Véase nota 19 de Aldarion y Erendis en Cuentos Inconclusos, p. 275.

§15Sobre el aumento progresivo de la severidad de la Prohibición véase p. 244 nota 212.

§16La vaguedad de los conocimientos acerca de la morada de los Avalôi («en alguna isla u orilla de las tierras occidentales (los Hombres no saben dónde)») procede de HA I, y los Adûnâi todavía la llaman «el Puerto de los Dioses», Avallôni, en lugar de Avallonde en HA I. (En CN §1 el nombre Avallon se atribuye a Tol Eressëa, «porque está cerca de Valinor». En ambas versiones de los ejemplos de nombres númenóreanos que da Lowdham en Los papeles del Notion Club, pp. 117, 188, menciona el topónimo Avalloni sin indicar su situación; y en la segunda versión F2 añade que aunque se trata de un nombre en Lengua B, Adunaico, «es con él, extrañamente, con lo que asocio la Lengua A», el Quenya. En ambas versiones llama «Avalloniano» a la Lengua A). Los Adûnâi llamaron a la tierra de los Avalôi «el Puerto de los Dioses», Avallôni, «porque en ocasiones … creían divisar el blanco resplandor de una ciudad en una costa distante, y un gran puerto, y una torre». Sin embargo, ahora se introduce en El Hundimiento de Anadûnê la idea de que había distintas opiniones acerca de esta visión de una tierra en el oeste: «Y algunos sostenían que era una visión del Reino Bendecido lo que veían los hombres, pero otros decían que sólo era otra isla donde moraban los Nimrî … pues quizá los Avalôi no tenían morada visible en la Tierra». La última opinión es apoyada por el autor de El Hundimiento de Anadûnê, pues «lo cierto es que los Nimrî tenían alguna morada cerca de Anadûnê, porque en ocasiones iban hasta allí, los hijos del Pueblo Inmortal …».

Esto se conservó en los dos textos siguientes de El Hundimiento de Anadûnê sin cambios significativos salvo la eliminación de las palabras «los hijos del Pueblo Inmortal» (véase la nota sobre §5 arriba). En la Akallabêth se menciona la verdadera naturaleza de la ciudad distante: «Pero los más sabios de ellos sabían que esa tierra distante no era en verdad el Reino Bendecido de Valinor, sino Avallónë, el puerto de los Eldar en Eressëa, el extremo oriental de las Tierras Imperecederas» (p. 356). Para más comentarios al respecto véase el comentario sobre §47 abajo. [270]

Antes de «el Reino Bendecido» se escribió a lápiz el nombre Zen ’namân, al igual que en §23; en ambos casos se tachó posteriormente. Véase el comentario sobre §47.

La referencia a «su puerto occidental, Andunie de Numenor» en HA I desaparece. Andúnië había aparecido en CN (§2, p. 217): «Antaño la ciudad principal y puerto de esa tierra estaba en las costas occidentales y se llamaba Andúnië, porque miraba al sol poniente»; esto reaparece en la Akallabêth, p. 354.

§17En ninguno se atrevía a resistirse ahora, «ahora» fue eliminado; así se lee en la Akallabêth, p. 357.

La totalidad de §§17-18 se conservó en la Akallabêth, con la excepción de la referencia a la brutalidad de la lengua de los hombres de la Tierra Media (que se repite en los textos siguientes de El Hundimiento de Anadûnê). En la Akallabêth aparece aquí una referencia a los largos viajes al este de los Númenóreanos: «y se internaban aun en el mar interior y viajaban alrededor de la Tierra Media, y atisbaban desde las elevadas proas las Puertas de la Mañana en el Este»; esto procede de CN §3 (p. 218-219; véase CP.27-28, comentario sobre §3). En relación a esto cf. la opinión expresada en §27 de que no se podía pasar al Este por mar.

§19que todavía se recuerdan en las canciones de los hombres como un eco del Mar. La canción de El Rey Sheave debe entenderse sin lugar a dudas como uno de esos ecos.

En la Akallabêth la primera mención de la aparición de Sauron se encuentra en un punto muy posterior de la historia, y no es hasta §21 cuando se recupera la antigua versión, con las murmuraciones de los Númenóreanos contra el Hado de los Hombres y la prohibición de que navegaran al oeste.

En HA I Zigûr es el nombre que los hombres de la Tierra Media dieron a Sauron, no se dice que fuera el nombre que tomó para sí.

§20Amatthânê: en la primera aparición en este párrafo el nombre se dejó estar, pero en la segunda (al igual que en §21) se substituyó por Zen ’nabâr (véase en §12 arriba).

Indilzar. Elros, primer Rey de Númenor. El nombre se substituyó por Gimilzôr (y así aparece en los textos posteriores). En el desarrollo posterior de la leyenda de Númenor el nombre (Ar-)Gimilzôr se atribuye al vigésimo tercer rey (padre de Tar-Palantir, que se arrepintió del comportamiento de los reyes, y abuelo de Ar-Pharazôn; Cuentos Inconclusos p. 285, Akallabêth p. 365).

siete reyes: aquí Ar-Pharazôn se convierte en el noveno rey, pues [271] se dice expresamente que «siete reyes habían reinado sobre los Adûnâi entre Indilzar y Ar-Pharazôn». Siete fue substituido por doce, lo que se conserva en el texto final de HA; así, pues, pasa a ser el rey decimocuarto. En esta larga exposición de los «ciclos» de las leyendas escrita para Milton Waldman en 1951 (Cartas n.° 131, p. 184) mi padre escribió «del decimotercer rey del linaje de Elros, Tar-Calion el Dorado». Es posible que contara a los reyes «de la línea de Elros» excluyendo al mismo Elros; sin embargo, por otra parte, en una adición de CN III §5 (p. 219) se dice que «doce reyes habían gobernado la tierra antes que él», lo que convertiría a Ar-Pharazôn en el decimotercer rey incluyendo a Elros. Para más comentarios al respecto véase p. 330, nota a pie de texto 6.

Menel-Tubâl: véase p. 264.

Ar-Minalêth substituye al nombre de la ciudad que aparece en HA I (§32), Antirion la Dorada; escrito Arminaleth, aparece en la forma final del texto en inglés antiguo de «la página de Edwin Lowdham», p. 136. Arminalêth se conservó en los textos anteriores de la Akallabêth, con una nota a pie de página: «Así se la llamaba en la lengua númenóreana; porque ése era el nombre por el que se la conocía principalmente. En lengua eldarin era llamada Tar Kalimos».

§23Las palabras «los Avalôi se entristecieron» se substituyeron por «Amân se entristeció»; de igual modo, en la Akallabêth se lee «Manwë se entristeció» (p. 358).

Amatthânê no se cambió en este punto (véase en §20 arriba).

Azrubêl: véase en §8 arriba.

En la Akallabêth se dice que los mensajeros de Manwë hablaron con los Númenóreanos «acerca del destino y los modos del mundo», pero la palabra «modos» se refería originalmente a su forma física. En HA I los Avalai decían escuetamente «que el mundo era redondo, y que si navegaban al Oeste más lejano no conseguirían sino regresar al Este y al punto de partida»; sin embargo, se introduce ahora (y se conservaría en los textos siguientes de HA) la concepción de la Tierra (que es «tal que podría rodearse con un cinto») como «una manzana» que «pende de las ramas del cielo», cuyos mares y tierras son como «la piel de la fruta, que permanecerá en el árbol hasta que madure en la hora que Eru ha dispuesto». Nada de esto se conserva en la obra posterior.

las torres de Nimroth: Nimroth se substituyó por Nimrûn, y así se lee en los textos posteriores; ninguno de los dos nombres aparece en ningún otro lugar.

§24Las palabras «hasta que todo haya cambiado» se reemplazaron por «mientras vivan, ellos y él». [272]

§25Después de «Pues a nosotros se nos exige una confianza ciega» se añadió: «y una esperanza sin garantías»; «él no lo ha revelado aún» se substituyó por «él no ha revelado todas las cosas que están por venir». Detrás se añadió un nuevo pasaje mecanografiado en un trozo de papel:

Pero esto sabemos cierto: que vuestro hogar no está aquí, ni en la tierra de Amân, ni en ningún otro sitio dentro de la cintura de la Tierra; porque el Destino de los Hombres no se concibió [añadido: en un principio] como un castigo. Si se os ha convertido en sufrimiento, como decís (aunque no lo entendemos con claridad), ¿no será sólo porque ahora debéis partir en un momento dado y no por vuestra propia elección? Pero ésta es la voluntad de Eru, y no podéis oponeros a ella; y los Avalôi os ordenan severamente …».

Al final de las palabras de los mensajeros se añadió: «y a vosotros os será revelado y no a los Avalôim» (la terminación plural –m en Adûnaim, Avalôim, aparece en el siguiente texto, HA III; véase p. 265).

§26A partir del rechazo del consejo de los mensajeros por parte de casi todos los Númenóreanos la Akallabêth diverge por completo de El Hundimiento de Anadûnê, con la introducción de un pasaje muy extenso (pp. 360-366) en el que se amplía considerablemente la historia. Aquí también fue al decimotercer rey (pero contando a Elros: véase Cuentos Inconclusos pp. 279 ss. y en §20 arriba) a quien se dirigieron los mensajeros, pero era Tar-Atanamir, y muchos reyes le seguirían después antes de Ar-Pharazôn. Sigue luego el relato de la decadencia de los Númenóreanos en aquella edad según aumentaban su riqueza y poder, de su terror creciente ante la muerte, y de su expansión en la Tierra Media. Las breves frases del inicio de §27 están relacionadas con todo ello. Seguidamente, en la Akallabêth se narra la aparición de Sauron, descrita en términos completamente distintos de la historia de la antigua versión, mencionando Barad-dûr, el Anillo Único y los Espectros del Anillo; y toda la historia de la división de los Númenóreanos, la persecución de los Fieles durante el reinado de Ar-Gimilzôr y la prohibición de la lengua élfica, y del linaje de los Señores de Andúnië y el arrepentimiento de Tar-Palantir, el último rey antes de Ar-Pharazôn.

Arbazân y su hijo Nimruzân: Amandil (en la Akallabêth) y Elendil. En HA I el padre de Elendil es Amardil; sin embargo, los nombres élficos no vuelven a aparecer en El Hundimiento de Anadûnê.

Indilzar Azrabêlo se substituyó por Indilzar Azrabêlôhin, y luego por Gimilzôr (véase en §20 arriba). [273]

§27Menel-Tûbal se substituyó por Menil-Tûbal, aquí y posteriormente.

Del debate de Ar-Pharazôn y Arbazân sobre la posibilidad de navegar hacia el este para llegar así a la tierra de Amân desde el oeste, que se conservó en los textos posteriores, no hay rastro en la Akallabêth. Sobre la suposición de Arbazân de que quizá no hubiera camino por el este véase en §17 arriba. Tal vez la concepción geográfica subyacente en este texto sea la de los dos mapas que aparecen en el Ambarkanta en FTM.291, 293; en el primero de ellos es evidente que no hay camino por el mar, y en el Norte y el Sur hay «mares impenetrables», mientras que en el segundo hay estrechos por donde los barcos podían llegar al Este más lejano. Pero aun cuando así fuera, esto no tendría más que una aplicabilidad «pictórica», pues en el segundo mapa se muestran las convulsiones tras el derribo de Utumno y el encadenamiento de Melkor en la Primera Batalla de los Dioses (Quenta Silmarillion §21, CP.247).

§28La historia de la expedición de Ar-Pharazôn a la Tierra Media y la sumisión de Sauron está considerablemente ampliada en la Akallabêth, pero esta ampliación ya se introdujo en el tercer texto de HA III (véase pp. 279-280, §28).

§31En lugar de «hizo que los hombres pensaran que el mundo no era un círculo cerrado, sino que había muchos mares y muchas tierras no conquistadas aún» (que se conservó en los textos siguientes) en la Akallabêth (p. 369) se dice «hizo que los Hombres pensaran que el mundo, en el este y aun también en el oeste, había muchos mares y muchas tierras no conquistadas aún».

El último pasaje de §31, «Y ése es el Reino del Señor de Todo …» se substituyó por lo siguiente, mecanografiado en un trozo de papel:

—Y de ella se hizo el mundo, y su Ser puede hacer otros mundos todavía, como dones para aquellos que lo sirven, de modo que el acrecentamiento de su poder no tendrá fin.

—¿Y quién es el señor de la Oscuridad? —preguntó Ar-Pharazôn.

Y tras las puertas cerradas Zigûr le habló, y mintió, diciendo: —Es aquel cuyo nombre no se pronuncia; porque los Avalôim os han engañado, proponiendo el nombre de Eru, un fantasma concebido en la maldad [> locura] de sus corazones con el fin de encadenar a los Hombres y obligarlos a que los sirvan. Porque ellos mismos son el oráculo de Eru, que dice sólo lo que ellos quieren. Pero el verdadero señor prevalecerá, y os liberará de ese fantasma; y su nombre es Arûn, Señor de Todo.

Aparte de los nombres, el texto es casi idéntico al de la Akallabêth. [274]

§32Después de la afirmación de que Ar-Pharazôn «se volcó a la veneración de la Oscuridad» y de que la mayor parte de su pueblo lo siguió, se introduce en la Akallabêth (p. 369) la primera mención de Amandil y Elendil, retomando las palabras de HA §26 y las primeras oraciones de §36 y ampliándolas considerablemente, con el relato de la amistad de Ar-Pharazôn y Amandil durante su juventud, del odio de Sauron por Amandil y de su retirada al puerto de Rómenna.

La oración «y nadie podía subir bajo pena de muerte» fue substituida por «y aunque ni siquiera Zigûr se atrevía a mancillar el elevado sitio, el rey no permitía que hombre alguno, bajo pena de muerte, ascendiera a él». La versión revisada aparece en la Akallabêth, después de lo cual hay un largo pasaje (pp. 370-371) acerca del Árbol Blanco de Númenor: de la reluctancia del rey por derribar el Árbol por orden de Sauron, de cómo Isildur burló a los guardas que rodeaban a Nimloth y tomó un fruto, escapando a duras penas y con muchas heridas, y de cómo los hombres del rey se sometieron a las órdenes de Sauron. Luego sigue una descripción del templo, sin grandes cambios respecto a la de HA II pero con la adición de que el primer fuego que ardió en el altar se encendió con la madera de Nimloth. El Árbol Blanco de Númenor no se menciona en los textos de El Hundimiento de Anadûnê.

Podemos apuntar aquí una extraña referencia al emplazamiento del templo. Se encuentra en la versión final de la página de Edwin Lowdham en inglés antiguo, la que aparece en el texto F2 de la Segunda Parte de Los papeles del Notion Club. En la primera versión en inglés antiguo (pp. 196-198) el templo estaba construido «en la elevada montaña llamada Meneltyúla (que significa Pilar del Cielo), que antes estaba inmaculada». En la versión final (pp. 136-137; sin duda posterior a HA II, p. 264) se alzaba «en medio de la ciudad (de Arminaleth) en la elevada colina que antes estaba inmaculada pero ahora se había convertido en un santuario pagano». Teniendo en cuenta que las mismas palabras se emplean en ambos textos en inglés antiguo, la segunda versión parece ser una fase intermedia, en la que el templo todavía se alzaba en el Pilar del Cielo (on ðæm héan munte), hasta ahora inmaculado (unawídlod), pero el Pilar del Cielo se encontraba en medio de la ciudad de Arminaleth. Sin embargo, es difícil que así sea, porque ya en HA I está presente la historia de que Meneltyúla estaba abandonada, y que el templo se alzaba en una colina en medio de la ciudad (Antirion).

En HA II ambas referencias a Mulkhêr fueron substituidas por Arûn, pero Arûn-Mulkher se conservó. [275]

§35El pasaje que sigue a las palabras «Y Zigûr habló al rey» fue reemplazado por lo que sigue, mecanografiado en un trozo de papel (que se conservó casi con las mismas palabras en la Akallabêth):

diciendo que era muy fuerte, y que ya nada podía impedirle que hiciese su voluntad en todas las cosas, sin estar sometido a prohibiciones o mandatos. —Porque los Avalôim se han apoderado de la tierra donde no hay muerte; y te mienten sobre ella, ocultándola todo lo posible, por avaricia y porque temen que los reyes de los Hombres les arrebaten el Reino Bendecido y gobiernen el mundo en su lugar. Y aunque no cabe duda …

§38Amatthânê se substituyó aquí por Anadûnê (véase en §§20, 23 arriba).

§39En la Akallabêth (p. 375) se introduce en este punto una descripción de los tesoros que se embarcaron en los navíos en Rómenna, incluyendo las Siete Piedras («regalo de los Eldar») y el retoño de Nimloth el Árbol Blanco.

§43los estandartes eran negros y dorados: en HA I los estandartes eran «rojos como el sol que muere en una gran tormenta y negros como la noche que viene después». Lo mismo se dice en el manuscrito E de la Segunda Parte de los Papeles: las velas de los barcos númenóreanos eran «escarlatas y negras», pero «doradas y negras» en el texto F (p. 171 nota 139; «escarlatas y negras» también en CN III §6, «rojas como la sangre, y negras» en el primer texto en inglés antiguo, pp. 197-198).

§44Aglarrâma, castillo del mar: en la Akallabêth el nombre del gran barco de Ar-Pharazôn es Alcarondas, del mismo significado.

§47La concepción radicalmente distinta del Cataclismo (procedente de La Caída de Númenor y la Akallabêth), que aquí proviene de los Nimrî pero que en HA I se atribuye simplemente a «los más sabios en percepción», en el que la Tierra de Amân se hundió se conservó en los textos siguientes: «las flotas de los Adûnâi llegaron en verdad a Avallôni en las profundidades del mar, y la rodearon», y «un enorme abismo se abrió en el mar entre Anadûnê y las Tierras Inmortales … Pero la tierra de Amân y la tierra del don, que se alzaban a cada lado del abismo [> la grieta] de los mares, también fueron destruidas …».

Junto al nombre Avallôni hay escrito a lápiz Zen ’namân, y este nombre aparece escrito junto a «el Reino Bendecido» en §§16, 23, pero luego fue tachado. Al final de §47 está escrito, aunque tachado, Zen ’namân y Zen ’nabâr, es decir, «Tierra de Amân» y «Tierra [276] del Don» (para Zen ’nabâr véase en §12 arriba). Las referencias a Avallôni parecen equivaler a lo siguiente: los Adûnâi llamaban a la ciudad distante que se divisaba más allá del mar Avallôni «Puerto de los Dioses» (Avalôi) porque creían que era una visión del Reino Bendecido (§16). Algunos decían que no era así: lo que se veía era sólo una isla donde moraban los Nimrî. La cuestión no queda resuelta; no obstante, el nombre Avallôni se empleaba en §47 en referencia a la Tierra de Amân. La afirmación de que Avallôni fue «rodeada» por las flotas de los Adûnâi posiblemente haya de relacionarse con las palabras en §16 de que los Avalôi moraban «en alguna isla u orilla de las tierras occidentales».

Excepto por la opinión que sostenían algunos en Anadûnê de que la tierra que veían era una isla donde moraban los Nimrî, y de la certeza de que los Nimrî debían de tener alguna morada cerca de Anadûnê, puesto que iban allí, Tol Eressëa nunca se menciona en El Hundimiento de Anadûnê.

La relación de la Akallabêth (pp. 378-379) con las obras posteriores en este pasaje es curiosa y característica. Igual que en HA se dice que las flotas de Ar-Pharazôn «llegaron en verdad a Avallôni en las profundidades del mar, y la rodearon», en la Akallabêth «rodearon Avallónë»; sin embargo, en el último Avallónë es el puerto occidental de Tol Eressëa, y el texto prosigue: «y toda la isla de Eressëa, y los Eldar se lamentaron, porque la nube de los Númenóreanos cubrió la luz del sol poniente». De hecho mi padre regresaba así a La Caída de Númenor (§6, p. 220), que es casi exacto en este punto, aunque donde se dice que «rodearon Avallon» faltan las palabras «y toda la isla de Eressëa», porque en CN Avallon era el nombre de Eressëa.

La descripción de cómo «cambió la forma del mundo» en la Akallabêth es casi exacta a la que aparece en El Hundimiento de Anadûnê.

… y un enorme abismo se abrió en el mar entre Númenor y las Tierras Inmortales, y las aguas se precipitaron por él, y el ruido y los vapores de las cataratas subieron al cielo, y el mundo se sacudió. Y todas las flotas de los Númenóreanos se hundieron en la sima, y se ahogaron, y fueron tragadas para siempre.

Sin embargo, mientras que en El Hundimiento de Anadûnê esto viene seguido de la afirmación de que no sólo Anadûnê desapareció en la gran grieta, sino que la Tierra de Amân también lo hizo, en la Akallabêth mi padre regresó de nuevo a La Caída de Númenor (§§7-8), diciendo que el rey y los guerreros que habían puesto pie en el Reino Bendecido «quedaron sepultados bajo un derrumbe de colinas» y «allí yacen, en las Cavernas de los Olvidados, y allí [277] estarán hasta la Última Batalla del Día del Juicio»; y luego, que «Ilúvatar hizo retroceder a los Grandes Mares al oeste de la Tierra Media … y el mundo quedó disminuido, pues Valinor y Eressëa fueron transportadas al reino de las cosas escondidas». Así, pues, la diferencia radical en la concepción de la desaparición del Verdadero Oeste entre El Hundimiento de Anadûnê y la Akallabêth fue una reversión a la de La Caída de Númenor.

El pasaje «Ilúvatar hizo retroceder a los Grandes Mares …» era una revisión (véase CP.41) de la versión original de La Caída de Númenor (CP.23; el segundo texto CN II es prácticamente idéntico), en la que la idea del Mundo Redondeado se expresa con más claridad: los Dioses «curvaron hacia atrás los bordes de la Tierra Media, y la convirtieron en un globo … Así, Nuevas Tierras surgieron bajo el Mundo Antiguo, y todas estaban a la misma distancia del centro de la tierra redonda …».

Hay más comentarios al respecto en pp. 281 ss.

En la oración final de §47 en HA II, «y los Avalôi viven en secreto o se han convertido en sombras, y su poder ha disminuido», mi padre seguía a HA I, donde el nombre Avalai tiene un uso ambiguo; en el texto siguiente HA III la oración fue modificada (p. 282, §§46-47).

§48Ar-Zimrahil: Tar-Ilien en HA I y en CN (§§5, 7); posteriormente Tar-Míriel, cuyo nombre adunaico era Ar-Zimraphel (Cuentos Inconclusos p. 286, Akallabêth p. 366).

§§49-50El contenido de este pasaje, a pesar de los numerosos cambios en la expresión, no difiere en absoluto del de HA I excepto por la adición al final de §50 de «Por ese motivo, algunos de ellos exploraban todavía los mares vacíos». Para más comentarios al respecto véase pp. 281 ss.

§51Después de «Nimruzân, y sus hijos y su gente» se añadieron las palabras «en sus siete barcos»; es posible que hubieran sido omitidas por descuido, pues «en siete barcos» aparece en HA I. En la Akallabêth había nueve barcos, «cuatro para Elendil, y tres para Isildur, y dos para Anárion». En El Hundimiento de Anadûnê no se mencionan los hijos de Elendil, ni tampoco se dice su número.