Fumarse un lápiz

He aquí un truco tan sencillo como espectacular, muy adecuado para cuando se acaba el tabaco en una reunión, o le pides un cigarrillo a alguien y, alegando que no tiene (o que ya está bien de gorronear), no te lo da. Poniendo cara de resignación, te llevas un lápiz (o cualquier otro objeto, preferiblemente alargado) a los labios y dices: «En ese caso, no tendré más remedio que fumarme este lápiz».

Acto seguido enciendes una cerilla, la acercas a la punta del lápiz, la apagas con gesto indolente y exhalas una bocanada de humo.

¿Cómo lo has hecho? Muy sencillo: al encender la cerilla inhalas por la nariz el humo de su combustión (para lo cual acercarás las manos a la cara antes de encender la cerilla, gesto común entre los fumadores); luego lo exhalas por la boca con aire de placer y el efecto está asegurado.

No intentes hacerlo con un encendedor, pues su llama casi no produce humo, y por muy fuerte que inhales lo más que conseguirás es tragar fuego. Pero ése es otro truco.