Todos los fumadores saben lo frágil que es un cigarrillo (aunque no tanto como la salud que quebranta): la menor violencia ejercida sobre él hace que se rasgue el fino papel que envuelve el tabaco, dejándolo inservible para otra cosa que no sea liar un canuto. Por eso, si afirmas que puedes doblar un cigarrillo sin romperlo hasta hacer que se toquen sus extremos, nadie te creerá. Sin embargo, para conseguirlo no tienes más que enrollar apretadamente a su alrededor el papel de celofán que suele recubrir los paquetes de cigarrillos. Una vez envuelto de esta manera, el cigarrillo se puede doblar hasta casi hacer un nudo con él. Tras los aplausos, puedes desdoblarlo, desenvolverlo y fumártelo tranquilamente.