Romper un lápiz con una hoja de papel

He aquí un juego de los de papel y lápiz un tanto atípico, pues en este caso no será el lápiz quien hiera la superficie del papel con su afilada punta, sino todo lo contrario: el papel herirá al lápiz (con tu ayuda y la de la presión atmosférica).

Pon un lápiz sobre una mesa de forma que sobresalga más de la mitad del mismo. Encima de la parte que queda sobre la mesa pon una caja de cerillas o cigarrillos, o algún otro objeto pequeño para que el lápiz no caiga, y afirma que, golpeando el extremo sobresaliente del lápiz con la suficiente fuerza y rapidez, es fácil romperlo.

Si algún incauto prueba, lo único que conseguirá es catapultar por los aires la caja de cerillas o cualquier otra cosa que hayas usado para sujetar el lápiz.

Cuando los demás se den por vencidos, lo harás tú, pero sujetando el extremo del lápiz con una hoja de papel apoyada sobre él. Puedes alegar que una hoja es aún más ligera que una caja de cerillas, y que prefieres hacerlo así porque tu golpe va a ser tan fulminante que otro objeto que no sea el papel puede convertirse en un peligroso proyectil.

Conviene que adornes tu golpe con un grito de karateca y tu mejor expresión de ferocidad. El lápiz se romperá porque la presión atmosférica que actúa sobre la superficie relativamente grande del papel (que tendrá que ser por lo menos de tamaño folio) impide que el extremo del lápiz cubierto se levante bruscamente. (El truco resulta aún más aparatoso si en vez de un lápiz utilizas una regla plana de madera).