EL comunismo nacional no puede alterar la naturaleza de las actuales relaciones internacionales entre los Estados o dentro de los movimientos obreros. Pero su papel en esas relaciones puede ser muy importante.
Así, por ejemplo, el comunismo yugoeslavo, como una forma de comunismo nacional, desempeñó un papel muy importante en el debilitamiento del imperialismo soviético y en la decadencia del estalinismo dentro del movimiento comunista. Los motivos de los cambios que se producen en la Unión Soviética y en los países de la Europa oriental se encuentran, sobre todo, en los países mismos. Aparecieron por primera vez en Yugoeslavia, a la manera yugoeslava. Y allí fue también donde actuaron primeramente. Así, el comunismo yugoeslavo, como comunismo nacional, en el antagonismo con Stalin, originó una nueva fase posestalinista en la evolución del comunismo. Influyó significativamente en los cambios producidos en el comunismo mismo, pero no influyó fundamentalmente en las relaciones internacionales ni en los movimientos obreros no comunistas.
La esperanza en que el comunismo yugoeslavo pudiera evolucionar hacia el socialismo democrático o en que pudiera servir como puente entre la democracia social y el comunismo ha demostrado que no tenía base. Los dirigentes yugoeslavos mismos se hallaban en desacuerdo con respecto a esta cuestión. Durante la presión soviética sobre Yugoeslavia mostraron un deseo ferviente de llegar a un rapprochement con los socialdemócratas. Sin embargo, en 1956, durante el período de paz con Moscú, Tito anunció que tanto el Cominform como la Internacional Socialista eran innecesarios, a pesar de que la Internacional Socialista había defendido desinteresadamente a Yugoeslavia mientras el Comintern la atacaba diligentemente. Preocupados con una política llamada de coexistencia activa, que en su mayor parte correspondía a sus intereses del momento, los dirigentes yugoeslavos declararon que las dos organizaciones —el Cominform y la Internacional Socialista— eran “inmoderadas”, sólo porque eran supuestamente el producto de dos bloques.
Los dirigentes yugoeslavos confundían sus deseos con la realidad y sus intereses momentáneos con diferencias profundamente históricas y sociales.
En todo caso, el Cominform era el producto de los esfuerzos de Stalin para crear un bloque militar oriental. No es posible negar que la Internacional Socialista está ligada con el bloque occidental, o con el Pacto del Atlántico, puesto que actúa dentro del marco de los países de la Europa occidental. Pero existiría aunque no existiera ese bloque. Es, sobre todo, una organización de los socialistas de los países avanzados de Europa en los que existen la democracia política y relaciones semejantes.
Las alianzas y los bloques militares son manifestaciones temporarias, en tanto que el socialismo occidental y el comunismo oriental reflejan tendencias mucho más permanentes y fundamentales.
Los contrastes entre el comunismo y la socialdemocracia no son la consecuencia de principios diferentes únicamente —de éstos menos que de cualquier otra cosa—, sino de las direcciones opuestas de las fuerzas económicas e intelectuales. El antagonismo entre Martov y Lenin en el Segundo Congreso de los socialdemócratas rusos realizado en Londres en 1903 con respecto a la cuestión del centralismo y la disciplina mayores o menores en el partido —a lo que Deutscher llama correctamente el comienzo del mayor cisma de la historia— tuvo mucha más importancia que la que podían prever inclusive sus iniciadores. Con ello se inició no sólo la formación de dos movimientos, sino también de dos sistemas sociales.
El cisma entre los comunistas y los socialdemócratas es imposible de salvar hasta que cambien las naturalezas mismas de esos movimientos o las condiciones que han causado las diferencias entre ellos. En el transcurso de medio siglo, a pesar de rapprochements periódicos y aislados, esas diferencias han aumentado en general y sus características se han individualizado todavía más. Al presente la socialdemocracia y el comunismo son no sólo dos movimientos, sino también dos mundos.
El comunismo nacional, al separarse de Moscú, no ha podido salvar ese abismo, aunque puede rodearlo. Esto quedó demostrado con la cooperación de los comunistas yugoeslavos con los socialdemócratas, que era más aparente que real y más cortés que sincera, y que no obtuvo resultados tangibles de importancia para ninguna de las dos partes.
Por razones completamente distintas, no se ha realizado la unidad entre los socialdemócratas occidentales y los asiáticos. Las diferencias entre ellos no eran tan grandes en esencia, o en principio, como lo eran en la práctica. Por razones nacionales propias, los socialistas asiáticos tienen que permanecer separados de los socialistas europeos occidentales. Aun cuando se oponen al colonialismo, los socialistas occidentales, si bien no desempeñan un papel principal, son representantes de países que, sólo porque están más avanzados, explotan a los países menos avanzados. El contraste entre los socialdemócratas asiáticos y los occidentales es una manifestación de los contrastes que existen entre los países atrasados y los adelantados trasladados a las filas del movimiento socialista. A pesar de que habría que definir rigurosamente las formas concretas de ese contraste, la semejanza esencial —por lo que se puede deducir actualmente— es evidente e inevitable.