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ENEMIGA del pensamiento en nombre de la ciencia, enemiga de la libertad en nombre de la democracia, la oligarquía comunista no puede menos de corromper por completo la mente. Los magnates capitalistas y los señores feudales solían pagar a los artistas y los hombres de ciencia en la medida en que podían y deseaban hacerlo, con lo que al mismo tiempo los ayudaban y los corrompían. En los sistemas comunistas la corrupción es parte integral de la política estatal.

El sistema comunista, por regla general, ahoga y reprime toda actividad intelectual con la que no está de acuerdo, es decir todo lo que es profundo y original. Por otra parte premia y estimula, y en realidad corrompe, lo que en su opinión puede beneficiar al “socialismo”, es decir al sistema.

Aun pasando por alto medios de corrupción tan disimulados y fuertes como los “premios Stalin”, el empleo de los vínculos personales con las autoridades y las compras y encargos caprichosos de los burócratas superiores —todo lo cual representa los recursos extremos a que apela el sistema— sigue siendo cierto que el sistema mismo corrompe a los intelectuales y especialmente a los artistas. Pueden suprimirse las recompensas directas del régimen así como la censura, pero subsiste el espíritu de corrupción y de opresión.

Establece y estimula ese espíritu el monopolio de los materiales y la mente por la burocracia del partido. El intelectual sólo puede apelar a ese poder en busca de ideas o de provecho. Aunque ese poder no siempre es directamente el del gobierno, se extiende a todos los establecimientos y organizaciones. Él toma las decisiones en último análisis.

Para el artista es muy importante que la restricción y el centralismo sean ejercidos lo menos posible, aunque ello no cambie esencialmente su posición social. Por eso le es mucho más fácil vivir y trabajar en Yugoeslavia que en la Unión Soviética.

Una mente humana oprimida se ve obligada a someterse a la corrupción. Si alguien desea saber por qué durante un cuarto de siglo apenas se han producido obras importantes en la Unión Soviética, sobre todo en literatura, descubrirá que la corrupción ha contribuido a esa escasez en mayor grado todavía que la opresión.

El sistema comunista persigue, tiene por sospechosas e impulsa a la autocrítica a todas las personas realmente creadoras. Ofrece a sus aduladores “condiciones de trabajo” atrayentes, honorarios generosos, recompensas, casas de campo, lugares de descanso, descuentos, automóviles, puestos en embajadas, protecciones e “intervenciones magnánimas”. Y así favorece por regla general a los carentes de talento, sumisos y desprovistos de inventiva. Se comprende que las personas más inteligentes hayan perdido la dirección, la fe y la energía. El suicidio, la desesperación, el alcoholismo, el libertinaje, la pérdida de las facultades internas y de la integridad a causa de que el artista se ve obligado a mentirse a sí mismo y mentir a los otros, constituyen los fenómenos más frecuentes en el sistema comunista entre quienes realmente desean crear y podrían hacerlo.