LA teoría del llamado “realismo socialista” reina en todos los Estados comunistas.
En Yugoeslavia ha sido aplastada esa teoría y ahora sólo la defienden los dogmatizadores más reaccionarios. En esta zona, como en otras, el régimen ha sido lo bastante fuerte para impedir el desarrollo de teorías desagradables, pero demasiado débil para imponer sus opiniones. Puede decirse que lo mismo sucede en los otros países de la Europa oriental.
La teoría del “realismo socialista” no es ni siquiera un sistema completo. Gorky fue el primero que empleó esa expresión, probablemente inspirado por su método realista. Opinaba que en las rudas condiciones “socialistas” contemporáneas el arte se debe inspirar en las ideas nuevas o socialistas y reflejar la realidad lo más fielmente posible.
Todas las demás cosas que defiende esta teoría —la representación figurativa o simbólica, el énfasis en la ideología, la solidaridad partidaria, etcétera— han sido tomadas de otras teorías o incluidas en ella a causa de las necesidades políticas del régimen.
No habiendo llegado a ser una teoría completa, el “realismo socialista” significa realmente el monopolismo ideológico por los comunistas. Exige esfuerzos revestir con formas de arte las ideas estrechas y atrasadas de los dirigentes y presentar sus obras de una manera romántica y panegírica. Esto ha llevado a una justificación farisaica del control del régimen sobre las ideas y a la censura burocrática de las necesidades del arte mismo.
Las formas de ese control varían en los distintos países comunistas desde la censura de la burocracia del partido hasta la influencia ideológica.
Yugoeslavia, por ejemplo, nunca ha tenido una censura. El control se ejerce indirectamente por este método: en las empresas editoriales, las asociaciones artísticas, las revistas, los diarios, etcétera, los miembros del partido someten todo lo que consideran “sospechoso” a las autoridades correspondientes. La censura, o en realidad la autocensura, ha brotado de esa atmósfera misma Aunque los miembros del partido pueden hacer pasar esto o aquello, la autocensura que ellos y otros intelectuales tienen que ejercer sobre sí mismos los obliga a disimular todo y hacer insinuaciones indignas. Pero esto se considera progreso, y es “democracia socialista” en vez de despotismo burocrático.
Ni en la Unión Soviética ni en otros países comunistas la existencia de la censura absuelve a los artistas creadores de la autocensura. Los intelectuales se ven obligados a censurarse a sí mismos por su situación legal y la realidad de las relaciones sociales. La autocensura constituye en realidad la forma principal del control ideológico del partido en el sistema comunista. En la Edad Media lo primero que tenían que hacer los hombres era sondear lo que pensaba la Iglesia con respecto a su trabajo; del mismo modo, en los sistemas comunistas lo primero que hay que hacer es imaginarse qué clase de actividades se espera de uno y, con frecuencia, averiguar el gusto de los dirigentes.
La censura, o autocensura se presenta como una “ayuda ideológica”. Del mismo modo, en el comunismo se presenta todo como dedicado a la consecución de la felicidad absoluta. En consecuencia, las expresiones “el pueblo”, “el pueblo trabajador” y otras semejantes —a pesar de su vaguedad— son utilizadas con frecuencia en relación con las artes.
Las persecuciones, las prohibiciones, la imposición de formas e ideas, las humillaciones y los insultos, la autoridad doctrinaria de burócratas semianalfabetos sobre los genios, todo ello se hace en nombre del pueblo y para el pueblo. El “realismo socialista” comunista no se diferencia ni siquiera en la terminología del nacionalsocialismo de Hitler. Un autor yugoeslavo de origen húngaro, Ervin Sinko, ha hecho una interesante comparación de los teóricos del arte en las dos dictaduras:
“Timofeyev, el teórico soviético, escribió en su Teoría de la literatura: “La literatura es una ideología que ayuda al hombre a conocer la vida y a darse cuenta de que participa en ella”.
En Fundamentos de la política cultural nacionalsocialista se declara: “Un artista no puede ser sólo un artista; es también un educador”.
Baldur von Schirach, dirigente de la Juventud Hitlerista, afirmó: “Toda verdadera obra de arte está destinada al pueblo entero”.
Zhdanov, miembro del Politburó del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, declaró: “Todo lo que es creador es accesible”.
En Fundamentos, Wolfgang Schuls dice: “La política nacional-socialista, inclusive la parte de ella llamada política cultural, es determinada por el Führer y aquellos en quienes ha delegado su autoridad”.
Si deseamos saber qué es la política cultural nacional-socialista debemos mirar a esos hombres, lo que estaban haciendo y las instrucciones que daban para educar a sus compañeros responsables.
En el XVIII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, Yaroslavsky dijo: “El camarada Stalin inspira a los artistas, les da ideas orientadoras… Las resoluciones del Comité Central del Partido Comunista soviético y el informe de A. A. Zhdanov dan a los escritores soviéticos un programa de trabajo completamente preparado”.
Los despotismos, aunque se opongan entre sí, se justifican de la misma manera, y al hacerlo ni siquiera pueden evitar el empleo de las mismas palabras.