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SIN embargo, todos los países comunistas alcanzan el progreso técnico, si bien de una clase especial y en períodos especiales.

La industrialización, rápida como es, crea una clase técnicamente culta que, aunque no sea de una calidad especialmente alta, atrae a las personas capaces y estimula la inteligencia inventiva. Las razones que contribuyen a conseguir la industrialización rápidamente en ramas peculiares de la economía actúan también como un incentivo para la inventiva. La Unión Soviética no se ha rezagado en modo alguno en cuanto a la tecnología bélica durante la segunda guerra mundial ni desde entonces. No va muy a la zaga de los Estados Unidos en el desarrollo de la energía atómica. La tecnología ha progresado a pesar de que un sistema burocrático hace difícil la adopción de innovaciones; los inventos permanecen a veces durante años en los archivos de los establecimientos del Estado. El desinterés de los organismos productores amortigua todavía más la inventiva con frecuencia.

Como son hombres muy prácticos, los dirigentes comunistas establecen inmediatamente la cooperación con los técnicos y científicos, sin prestar mucha atención a sus opiniones “burguesas”. Para esos dirigentes es evidente que la industrialización no se puede llevar a cabo sin los técnicos y que esos técnicos no pueden ser por sí mismos peligrosos. Como en todos los otros campos, los comunistas tienen una teoría simplificada y en general a medias exacta con relación a los técnicos. Algunas otras clases pagan a los especialistas mientras éstos le sirven. En consecuencia, ¿por qué no ha de hacer lo mismo el “proletariado”, o sea la nueva clase? De acuerdo con ello, implantan inmediatamente un sistema de salarios.

A pesar de su progreso técnico, es un hecho que no se han realizado grandes descubrimientos científicos bajo el gobierno soviético. A este respecto la Unión Soviética se halla probablemente a la zaga de la Rusia zarista, en la que se hicieron descubrimientos científicos transcendentales a pesar de su atraso técnico.

Aunque las razones científicas dificultan el descubrimiento científico, los motivos principales de esa dificultad son sociales. A la nueva clase le interesa mucho que su monopolismo ideológico no se vea en peligro. Todo gran descubrimiento científico es el resultado de una nueva visión del mundo por parte del descubridor. Una visión nueva no se ajusta a la forma de la filosofía oficial ya adoptada. En el sistema comunista todo hombre de ciencia tiene que detenerse bruscamente ante ese hecho o correr el riesgo de que lo declaren “hereje” si sus teorías no coinciden con el dogma confirmado, prescrito y deseable.

Los descubrimientos se hacen todavía más difíciles por la imposición de la opinión oficial de que el marxismo, o el materialismo dialéctico, es el método más eficaz en todos los campos de la actividad científica, intelectual y de otras clases. En la Unión Soviética no ha habido un solo científico destacado que no se haya visto en dificultades políticas. Ha habido muchas razones para ello, pero una de ellas es la oposición a la línea oficial. Se han dado pocos casos de esta clase en Yugoeslavia, y, al contrario, hay ejemplos de apoyo a científicos “devotos” pero mediocres.

Los sistemas comunistas estimulan el progreso técnico, pero también ponen obstáculos a toda gran actividad investigadora en la que es necesario el funcionamiento sereno de la inteligencia. Esto puede parecer contradictorio, pero es así.

En tanto que los sistemas comunistas sólo se oponen relativamente al progreso científico, se oponen por completo a todo progreso y descubrimiento intelectual. Basados en el exclusivismo de una filosofía única, esos sistemas son expresamente antifilosóficos. En esos sistemas no ha nacido ni puede nacer un solo pensador, sobre todo un pensador social, como no se considere como tales a los gobernantes mismos, quienes generalmente son también los “filósofos principales” y los maestros encargados de “elevar” la conciencia humana. En el comunismo una idea nueva, o una filosofía o teoría social nueva, tiene que abrirse paso por caminos muy indirectos, generalmente por el camino de la literatura o de alguna rama del arte. La idea nueva tiene primeramente que ocultarse para poder llegar a la luz y comenzar a vivir.

De todas las ciencias y todas las ideas, las que peor lo pasan son las ciencias sociales y el estudio de los problemas sociales, los que apenas se las arreglan para vivir. Cuando se trata de la sociedad o de un problema social, todo se interpreta de acuerdo con Marx y Lenin, o todo es monopolizado por los dirigentes.

La historia, sobre todo la del período comunista, no existe. La imposición del silencio y la falsificación no sólo están permitidas, sino que constituyen los fenómenos generales.

También es confiscada la herencia intelectual del pueblo. Los monopolistas actúan como si toda la historia se hubiera producido sólo para que ellos pudieran aparecer en el mundo. Miden el pasado y todo lo sucedido en él de acuerdo con su propia imagen y semejanza y aplican una medida única, dividiendo a todos los hombres y fenómenos en “progresistas” y “reaccionarios”. De este modo erigen monumentos. Elevan a los pigmeos y destruyen a los gigantes, sobre todo a los gigantes de su época.

Su método “científico único” es también sumamente conveniente para ellos en cuanto protege y justifica su dominio exclusivo de la ciencia y la sociedad.