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SÓLO se justifica parcialmente la búsqueda en la filosofía comunista de las fuentes de la tiranía sobre la mente, tiranía que los comunistas ejercen con refinamiento clínico cuando llegan al poder. El materialismo comunista es probablemente más exclusivo que cualquier otra visión del mundo contemporáneo. Coloca a sus adherentes en una posición que les hace imposible tomar ningún otro punto de vista. Si esa visión no estuviese relacionada con formas de gobierno y de propiedad peculiares, los métodos monstruosos de opresión y destrucción de la mente humana no podrían ser explicados por la visión misma.

Toda ideología, toda opinión, trata de presentarse como la única verdadera y completa. Esto es innato en el pensamiento del hombre.

No era la idea misma, sino el método mediante el cual se aplicaba la idea, lo que distinguía a Marx y Engels. Negaban todo valor socialista, científico y progresista a las opiniones de sus contemporáneos y habitualmente calificaban esas ideas como “ciencia burguesa”, con lo que descartaban de antemano toda discusión y todo estudio serios.

La idea que era especialmente limitada y exclusiva en Marx y Engels, la idea de la que el comunismo extrajo más tarde la substancia de su intolerancia ideológica, era la de la inseparabilidad de las opiniones políticas de un científico, pensador o artista contemporáneo de su valor real o científico como pensador o artista. Si uno se encontraba en el campo políticamente opuesto, todos sus otros trabajos objetivos o de otras clases eran rechazados o pasados por alto.

Esta actitud de Marx y Engels sólo se puede explicar en parte como consecuencia de la furiosa oposición de los propietarios y gobernantes agitados desde el comienzo por el espectro del comunismo.

El exclusivismo de Marx y Engels era engendrado e intensificado por otra cosa que estaba en las raíces de lo que habían aprendido: convencidos de que habían sondeado las profundidades de todas las doctrinas filosóficas, creían que nadie podía hacer nada importante sin tomar como base la visión que tenían ellos del mundo. A causa de la atmósfera científica de la época y de las necesidades del movimiento socialista, Marx y Engels llegaron a pensar que todo lo que no tenía importancia para ellos, o para el movimiento, carecía de importancia inclusive objetivamente; es decir que si era independiente del movimiento no tenía importancia.

En consecuencia, actuaban ignorando prácticamente a las inteligencias más destacadas de su época y desdeñaban las opiniones de los opositores dentro de su propio movimiento. Los escritos de Marx y Engels no mencionan a un filósofo tan conocido como Schopenhauer, ni a un esteta como Taine. Tampoco mencionan a los escritores y artistas más famosos de su época. Ni siquiera hay una referencia a los que seguían la corriente ideológica y social a la que pertenecían Marx y Engels. Arreglaban sus cuentas con sus opositores dentro del movimiento socialista de una manera feroz e intolerante. Esto quizá no tenía importancia para la sociología de Proudhon, pero era muy importante para el desarrollo del socialismo y las luchas sociales, especialmente en Francia. Lo mismo se puede decir de Bakunin. Al destruir las ideas de Proudhon, Marx, en su Miseria de la Filosofía, se dejó llevar por el desprecio más allá de lo que correspondía. Él y Engels hicieron lo mismo con el socialista alemán Lassalle, así como con otros opositores dentro de su propio movimiento.

Por otra parte tomaban nota cuidadosamente de los fenómenos intelectuales importantes de su época. Aceptaban a Darwin. Captaban particularmente las corrientes del pasado —las de la antigüedad y el Renacimiento— de las que procedía la cultura europea. En sociología tomaron sus ideas de la economía política inglesa (Smith y Ricardo); en filosofía, de la filosofía alemana clásica (Kant y Hegel); y en la teoría social, del socialismo francés, o de las corrientes que surgieron después de la Revolución Francesa. Ésas eran las grandes corrientes científicas, intelectuales y sociales que crearon el clima democrático y progresista de Europa y del resto del mundo.

Hay lógica y consecuencia en la evolución del comunismo. Marx era más científico, más objetivo que Lenin, quien era sobre todo un gran revolucionario, formado en el ambiente del absolutismo zarista, el capitalismo semicolonial ruso y los conflictos mundiales provocados por los monopolistas en busca de esferas de influencia.

Apoyándose en Marx, Lenin enseñó que el materialismo había sido un elemento de progreso a lo largo de la historia, en tanto que el idealismo era reaccionario. Esto era no sólo injusto e inexacto, sino que además intensificaba el exclusivismo de Marx. Nacía también del conocimiento insuficiente de la filosofía histórica. En 1909, cuando Lenin escribió su Materialismo y crítica empírica, no estaba muy familiarizado con ningún gran filósofo clásico ni moderno. Impulsado por la necesidad de sobreponerse a los opositores cuyas opiniones obstaculizaban el desarrollo de su partido, rechazaba lo que no estaba de acuerdo con las doctrinas marxistas. Para él era erróneo y sin valor todo lo que no estaba de acuerdo con el marxismo original. Se debe reconocer que a este respecto sus obras constituyen ejemplos sobresalientes de dogmatismo lógico y persuasivo.

Creyendo que el materialismo había sido siempre la ideología de los movimientos sociales revolucionarios y subversivos, sacó la conclusión inexacta de que el materialismo era generalmente progresista —inclusive en los campos de la investigación y en la evolución del pensamiento humano—, en tanto que el idealismo era reaccionario. Lenin confundía la forma y el método con el contenido y con el descubrimiento científico. El hecho de que alguien fuese idealista en su manera de pensar era suficiente para que Lenin 110 tuviera en cuenta su verdadero valor y el de sus descubrimientos. Extendía su intolerancia política a prácticamente la historia entera del pensamiento humano.

En 1920, Bertrand Russell, el filósofo británico que acogió con entusiasmo la Revolución de Octubre, había advertido ya exactamente la esencia del dogmatismo leninista o comunista:[5]

“Hay, no obstante, otro aspecto del bolcheviquismo del que disiento más fundamentalmente. El bolcheviquismo no es sólo una doctrina política; es también una religión, con dogmas minuciosos y escrituras inspiradas. Cuando Lenin desea demostrar alguna proposición, lo hace, si es posible, citando textos de Marx y Engels. Un comunista completo no es meramente un hombre que cree que la tierra y el capital deberían ser poseídos en común y su producto distribuido con la mayor igualdad posible. Es un hombre que mantiene un número de creencias elaboradas y dogmáticas —como el materialismo filosófico, por ejemplo— que pueden ser ciertas, pero que para un temperamento científico no pueden ser conocidas con ninguna certeza. Este hábito de certidumbre militante acerca de cuestiones objetivamente dudosas es uno de los que, desde el Renacimiento, el mundo ha estado pasando poco a poco al estado de ánimo de escepticismo constructivo y fecundo que constituye el modo científico de encarar las cosas. Creo que este modo científico de encarar las cosas es inmensamente importante para la raza humana. Si un sistema económico más justo se pudiera conseguir únicamente cerrando las mentes de los hombres a la investigación libre y volviéndoles a encerrar en la prisión intelectual de la Edad Media, consideraría demasiado alto ese precio. No se puede negar que, en un período breve de tiempo, la creencia dogmática constituye una ayuda en la lucha”.

Pero eso sucedía en el período de Lenin.

Stalin fue más lejos; “desarrolló” las teorías de Lenin, pero sin sus conocimientos ni su profundidad. Una investigación minuciosa llevaría a la conclusión de que ese hombre al que Khrushchev mismo sigue reconociendo como el “mejor marxista” de su época, ni siquiera había leído Das Kapital de Marx, la obra marxista más importante. Como era una persona práctica que se apoyaba en su dogmatismo extremado, ni siquiera necesitaba conocer los estudios económicos de Marx para construir su rama de “socialismo”. Stalin no estaba familiarizado con ningún filósofo. Se conducía con respecto a Hegel como si se tratara de alguien sin importancia y le atribuía “la reacción del absolutismo prusiano ante la Revolución Francesa”.

Pero Stalin conocía demasiado bien las obras de Lenin. Trataba siempre de apoyarse en él todavía más que como lo hacía Lenin en Marx. De lo único que estaba muy bien informado era de la historia política, sobre todo de la de Rusia, y poseía una memoria extraordinariamente buena.

Stalin no necesitaba realmente más para desempeñar su papel. A todo lo que no coincidía con sus necesidades y sus opiniones lo declaraba sencillamente “hostil” y lo prohibía.

Los tres hombres —Marx, Lenin y Stalin— contrastan como hombres así como en sus métodos de expresión. Además de ser revolucionario, Marx era un científico algo simple. Su estilo era pintoresco, barroco, desembarazado e ingenioso de una manera olímpica. Lenin parecía la encarnación de la revolución misma. Su estilo era rimbombante, incisivo y lógico. Stalin pensaba que su fuerza residía en la satisfacción de todos los deseos humanos y creía que sus opiniones eran la suprema expresión del pensamiento humano. Su estilo era incoloro y monótono, pero su lógica y su dogmatismo excesivamente simples resultaban convincentes para los conformistas y la gente corriente. Contenía las simplicidades de los escritos de los Padres de la Iglesia, no tanto como consecuencia de su juventud religiosa como de que ese era el modo de expresión en las condiciones primitivas y el de los comunistas dogmáticos.

Los discípulos de Stalin no poseen su cruda coherencia interna ni sus facultades y convicciones dogmáticas. Hombres mediocres en todo, poseen un sentido de la realidad extraordinariamente fuerte. Incapaces de crear nuevos sistemas o nuevas ideas a causa de su entrega a las realidades burocráticas vitales, sólo son capaces de sofocar o de hacer imposible la creación de algo nuevo.

La evolución del aspecto dogmático y exclusivo de la ideología comunista se ha producido de este modo: El llamado “nuevo desarrollo del marxismo” ha llevado al fortalecimiento de la nueva clase y la soberanía no sólo de una ideología particular, sino del pensamiento de un hombre particular o de un grupo de oligarcas. Esto ha traído como consecuencia la decadencia intelectual y el empobrecimiento de la ideología misma. Al mismo tiempo ha aumentado la intolerancia con las otras ideas y hasta con el pensamiento humano como tal. El progreso de la ideología, sus elementos de verdad, han disminuido en proporción con el aumento del poder físico de sus discípulos.

Al hacerse cada vez más unilateral y exclusivo, el comunismo contemporáneo crea cada vez más verdades a medias y trata de justificarlas. A primera vista parece que sus opiniones, individualmente, son ciertas. Pero está incurablemente infestado con mentiras. Sus verdades a medias son exageradas y adulteradas hasta la perversión; cuanto más rígido e inspirado se muestra con las mentiras tanto más fortalece el monopolio de sus dirigentes sobre la sociedad y sobre la teoría comunista misma.