MARX no fue el primero que se imaginó la economía de la futura sociedad basada en planes. Pero fue el primero, o uno de los primeros que reconoció que una economía moderna tiende inevitablemente hacia los planes, porque, aparte de las razones sociales, se la establece sobre la base de la tecnología científica. Los monopolios fueron los primeros que trazaron planes en una escala nacional o internacional gigantesca. En la actualidad, los planes constituyen un fenómeno general y un elemento importante de la política económica de la mayoría de los gobiernos, aunque en los países industrialmente avanzados tienen un carácter distinto que en los industrialmente poco desarrollados. Los planes se hacen necesarios cuando la producción llega a una etapa avanzada y cuando las condiciones sociales, internacionales y de otras clases están sujetas a tendencias semejantes. Ello no tiene mucho que ver con teoría alguna, y menos con la de Marx, construida en un nivel muy inferior de relaciones sociales y económicas.
Cuando la Unión Soviética se convirtió en el primer país que emprendía planes nacionales, sus dirigentes, que eran marxistas, relacionaron esos planes con el marxismo. La verdad es esta: aunque las doctrinas marxistas constituían la base idealista de la revolución en Rusia, esas doctrinas se convirtieron también en el pretexto para las medidas que tomaron posteriormente los dirigentes soviéticos.
Todas las razones históricas y específicas de los planes soviéticos fueron atribuidas a teorías correspondientes. La de Marx era la más inmediata y aceptable a causa de la base social y el pasado del movimiento comunista.
Aunque al comienzo se apoyaban en Marx, los planes comunistas tenían un fondo idealista y material más profundo. ¿Cómo puede ser administrada una economía de otro modo que como una economía planificada cuando tiene o va a tener un solo dueño? ¿Cómo se podrían hacer tan tremendas inversiones con el propósito de industrializar si no se basaban en planes? Se debe necesitar una cosa antes que pueda convertirse en un ideal. Eso es lo que sucede con los planes comunistas. Están dedicados a desarrollar las ramas de la economía que aseguran el fortalecimiento del régimen. Esta es la regla general, aunque en todos los países comunistas, sobre todo en los que se han independizado de Moscú, hay excepciones de esa regla.
Por supuesto, el desarrollo de la economía nacional en conjunto es importante para el fortalecimiento del régimen, pues es imposible separar permanentemente el progreso en una rama de la producción del de las otras. En todo sistema comunista la importancia que se atribuye a los planes se relaciona siempre con las ramas de la economía consideradas como de importancia decisiva para el mantenimiento de la estabilidad política del régimen. Esas ramas son las que aumentan el papel, el poder y los privilegios de la burocracia. Son también las que fortalecen al régimen en sus relaciones con otros países y hacen posible que se industrialice en mayor grado. Hasta ahora han sido las ramas de las industrias pesada y bélica. Esto no significa que la situación no pueda cambiar en los distintos países. Recientemente la energía atómica, sobre todo en la Unión Soviética, ha comenzado a ocupar el primer puesto en el plan. Yo diría que eso sucede por consideraciones militares, exteriores y políticas más que por cualesquiera otras.
Todo está subordinado a esos fines. En consecuencia, muchas ramas de la economía se rezagan y funcionan ineficientemente. Las desproporciones y dificultades son inevitables, y se producen los costos de producción excesivos y la inflación crónica. Según André Philipe (en el New Leader del 1 de octubre de 1956), las inversiones en la industria pesada de la Unión Soviética aumentaron del 53,3 por ciento del total de inversiones en 1954 al 60 por ciento en 1955. El 21 por ciento de la renta nacional neta se invierte en la industria, con una concentración en la industria pesada, aunque ésta sólo contribuye con el 7,4 por ciento al aumento de la renta per cápita el 6,4 por ciento de la cual se debe al aumento de la producción.
Se comprende que en esas condiciones el nivel de vida sea lo que menos interesa a los nuevos propietarios, aunque, como dice Marx, los hombres sean el factor más importante en la producción. Según Edward Cranwshaw, íntimamente relacionado con el Partido Laborista británico, en la Unión Soviética tienen que librar una batalla desesperada por la supervivencia quienes ganan menos de 600 rublos mensuales. Harry Schwartz, redactor del New York Times especializado en la Unión Soviética, ha calculado que aproximadamente ocho millones de trabajadores ganan menos de 300 rublos mensuales, y la Tribune, que representa el punto de vista del ala izquierda del Partido Laborista británico, comenta que éste, y no la igualdad de los sexos, es el motivo de que se dedique a trabajos pesados un número tan grande de mujeres. El reciente aumento de un 30 por ciento en los salarios de la Unión Soviética se ha aplicado a esos salarios bajos.
Esto es lo que sucede en la Unión Soviética, pero la situación no es muy distinta en los otros países comunistas, ni siquiera en los técnicamente muy avanzados como Checoslovaquia. Yugoeslavia, que en otro tiempo exportaba productos agrícolas, ahora los importa. Según las estadísticas oficiales, el nivel de vida de los que trabajan en oficinas y tareas intelectuales es inferior al de antes de la segunda guerra mundial, cuando Yugoeslavia era un país capitalista atrasado.
Los planes comunistas dedicados a los intereses de la clase política y la dictadura totalitaria, se complementan entre sí. Por razones ideológicas, los comunistas hacen grandes inversiones en ciertas ramas de la economía. Todos los planes giran alrededor de esas ramas. Eso lleva a profundos cambios en la economía que no pueden ser pagados con los ingresos procedentes de las granjas nacionalizadas quitadas a los capitalistas y los grandes terratenientes, sino que tienen que serlo principalmente mediante la imposición de salarios bajos y el saqueo de los campesinos por medio del sistema de venta obligatoria de la cosecha.
Se podría decir que si la Unión Soviética no hubiese trazado esos planes, o si no hubiese concentrado sus esfuerzos en el desarrollo de la industria pesada, habría entrado en la segunda guerra mundial desarmada y Hitler la habría conquistado y esclavizado fácilmente. Esto es exacto, pero sólo hasta cierto punto, pues los cañones y los tanques no constituyen la única fuerza de un país. Si Stalin no hubiese tenido fines imperialistas en su política exterior y tiránicos en su política interna, ningún grupo de potencias habría dejado a su país que se las arreglara solo ante el invasor.
Esto es evidente: el aspecto ideológico de los planes y del desarrollo de la economía no era esencial para la creación de una industria de guerra. Ésta fue creada porque los gobernantes necesitaban ser independientes interna y exteriormente. Las necesidades defensivas eran sólo necesidades asociadas, aunque inevitables. Rusia habría podido obtener la misma cantidad de armamentos, con diferentes planes, vinculándose más estrechamente con los mercados exteriores. Una mayor dependencia de los mercados exteriores habría exigido una política exterior diferente. En las condiciones actuales, en que los intereses mundiales están entrelazados y las guerras son totales, la manteca es casi tan importante como los cañones para librar la guerra. Esto se confirmó inclusive en el caso de la Unión Soviética. Los alimentos procedentes de los Estados Unidos fueron casi tan importantes para obtener la victoria como el material bélico.
Lo mismo es cierto con respecto a la agricultura. En las condiciones actuales, la agricultura progresiva significa también industrialización. La agricultura progresiva no asegura que un régimen comunista se independizará del exterior. Internamente hace que el régimen dependa de los campesinos, aunque los campesinos sean miembros de cooperativas libres. En consecuencia, en el plan se ha dado prioridad al acero, dejando de lado a los kolkhozes con producción baja. La planificación del poder político tiene que preceder al progreso económico.
Los planes soviéticos o comunistas son de una clase especial. No han surgido como consecuencia del progreso técnico de la producción, ni como el resultado de la conciencia “socialista” de sus iniciadores. En cambio, han surgido como consecuencia de un tipo especial de gobierno y de propiedad. Al presente, el técnico y otros factores influyen en este tipo de planes, pero esos otros factores no han dejado de ejercer su efecto en la evolución de los planes de ese tipo. Es muy importante tomar nota de esto, pues constituye la clave para comprender el carácter de los planes de este tipo y las capacidades de una economía comunista.
Los resultados obtenidos por esa economía y esos planes son variados. La concentración de todos los medios para conseguir un propósito determinado hace posible para quienes manejan el poder un progreso extraordinariamente rápido en ciertas ramas de la economía. El progreso que la Unión Soviética ha alcanzado en algunas ramas nunca había sido alcanzado anteriormente en parte alguna del mundo. Sin embargo, cuando se tiene en cuenta el atraso existente en otras ramas ese progreso no se justifica desde el punto de vista de la economía en general.
Por supuesto, la Rusia en otro tiempo atrasada ha conseguido el segundo puesto en la producción mundial en lo que respecta a las ramas más importantes de la economía. Se ha convertido en la potencia continental más poderosa del mundo. Se han creado una fuerte clase trabajadora, un amplio estrato de población técnicamente culta y los materiales para la producción de bienes de consumo. Eso no ha debilitado esencialmente a la dictadura, ni hay razón alguna para creer que el nivel de vida no pueda ser mejorado en proporción con las capacidades económicas del país.
Las propiedades y las consideraciones políticas, de las que el plan es sólo un instrumento, han hecho imposible debilitar la dictadura o elevar el nivel de vida. El monopolio exclusivo de un solo grupo, tanto en la economía como en la política; los planes dirigidos a aumentar su poder y sus intereses en el país y en el mundo entero, aplazan continuamente el mejoramiento del nivel de vida y el desarrollo armonioso de la economía. La falta de libertad es indudablemente la razón final y más importante de ese aplazamiento. En los sistemas comunistas la libertad se ha convertido en el problema económico y general más importante.