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LA evolución de la economía en el comunismo no es la base sino el reflejo de la evolución del régimen mismo de una dictadura revolucionaria a un despotismo reaccionario. Esa evolución, a través de luchas y disputas, demuestra cómo la intervención del gobierno en la economía, necesaria al principio, se ha ido convirtiendo poco a poco en un interés vital y personal de los burócratas gobernantes. Al principio el Estado se apodera de todos los medios de producción con objeto de dedicar todas las inversiones al logro de una industrialización rápida. Al final, el desarrollo económico tiene como objetivo principal satisfacer los intereses de la clase gobernante.

Los otros tipos de propietarios no actúan de una manera esencialmente diferente; siempre les impulsa un interés personal de alguna especie. Sin embargo, lo que distingue a la nueva clase de los otros tipos de propietarios es que tiene en sus manos, más o menos, todos los recursos nacionales y ejerce su poder económico de una manera deliberada y organizada. También otras clases, así como organismos políticos y económicos, emplean un sistema de unificación deliberado. Porque hay un número de propietarios y muchas formas de propiedad, todos en conflicto mutuo, se han mantenido la espontaneidad y la competencia en todos los sistemas económicos anteriores al comunista, por lo menos en condiciones normales o pacíficas.

Ni siquiera la economía comunista ha conseguido reprimir la espontaneidad, pero en contraste con todas las otras, insiste constantemente en que es necesaria la espontaneidad.

Esta práctica tiene su justificación teórica. Los dirigentes comunistas creen realmente que conocen las leyes económicas y que pueden administrar la producción con exactitud científica. La verdad es que lo único que saben es apoderarse de la dirección de la economía. Su capacidad para hacerlo, así como su victoria en la revolución, han creado en su mente la ilusión de que han logrado esas cosas gracias a su capacidad científica excepcional.

Convencidos de la exactitud de sus teorías, administran la economía en gran parte de acuerdo con esas teorías. Es un chiste corriente decir que los comunistas primeramente identifican a una medida económica con una idea marxista y luego llevan a la práctica esa medida. En Yugoeslavia se ha declarado oficialmente que los planes se trazan de acuerdo con las doctrinas de Marx, pero Marx no era proyectista ni técnico en el trazado de planes. En la práctica nada se hace de acuerdo con las doctrinas de Marx. Sin embargo, esas declaraciones satisfacen la conciencia de la gente y son utilizadas para justificar la tiranía y la dominación económica con fines “ideales” y de acuerdo con descubrimientos “científicos”.

El dogmatismo en la economía constituye una parte inseparable del sistema comunista. Pero la adaptación forzosa de la economía a los moldes dogmáticos no es la característica sobresaliente del sistema económico comunista. En esta economía los dirigentes son maestros en el arte de “adaptar” la teoría, y se apartan de ella cuando les interesa hacerlo.

Además de haber sido impulsada por la necesidad histórica de una industrialización rápida, la burocracia comunista se ha visto obligada a establecer un tipo de sistema económico destinado a asegurar la perpetuación de su propio poder. Alegando que lo hacía en favor de una sociedad sin clases y de la abolición de la explotación, ha creado un sistema económico cerrado, con formas de propiedad que facilitan el dominio del partido y su monopolio. Al principio, los comunistas tuvieron que apelar a esa forma “colectivista” por razones objetivas. Ahora siguen fortaleciendo esa forma —sin tener en cuenta si beneficia o no a la economía nacional y la mayor industrialización— por su propio interés, con un fin de clase comunista exclusivo. Primeramente administraban y manejaban toda la economía con fines supuestamente ideales; más tarde lo hicieron con el propósito de mantener su dirección y dominio absolutos. Esta es la verdadera razón de las medidas políticas de gran alcance e inflexibles que se toman en la economía comunista.

En una entrevista realizada en 1956, Tito admitió que hay “elementos socialistas” en las economías occidentales, pero que no han sido introducidos “deliberadamente” como tales en esas economías. Esto expresa toda la idea comunista: sólo porque el “socialismo” ha sido establecido “deliberadamente” —mediante la compulsión organizada— en las economías de sus países los comunistas tiene que mantener su método despótico de gobernar y su monopolio de la propiedad.

Esta atribución de una importancia grande e inclusive decisiva a la “deliberación” en el desarrollo de la economía y la sociedad revela el carácter obligatorio y egoísta de la política económica comunista. De otro modo, ¿sería necesaria semejante insistencia en la deliberación?

La fuerte oposición de los comunistas a todas las formas de propiedad con excepción de las que consideran socialistas indica, sobre todo, su deseo irrefrenable de conquistar y mantener el poder. Sin embargo, han abandonado o modificado esa actitud radical cuando su mantenimiento se oponía a su interés. Por lo tanto han tratado muy mal a su teoría. En Yugoeslavia, por ejemplo, primeramente crearon y luego disolvieron los kolkhozes en nombre del “marxismo libre de errores” y el “socialismo”. Actualmente siguen una tercera línea intermedia confusa en la misma cuestión. Se dan los mismos ejemplos en todos los países comunistas. Sin embargo, la abolición de todas las formas de propiedad privada, con excepción de la de ellos, es su propósito invariable.

Todo sistema político sirve de expresión a fuerzas económicas y trata de administrarlas. Los comunistas no pueden obtener el manejo completo de la producción, pero han conseguido manejarla hasta tal punto que la subordinan continuamente a sus fines ideológicos y políticos. En este aspecto el comunismo se diferencia de todos los otros sistemas políticos.