NINGUNA clase se establece por su propia acción, aunque su ascensión esté organizada y acompañada por un esfuerzo consciente. Esto se aplica a la nueva clase del comunismo.
Esa nueva clase, a causa de la debilidad de su relación con la economía y la estructura social y de la necesidad de originarse en un partido único, se vio obligada a establecer la estructura orgánica más alta posible. Finalmente se vio obligada a apartarse deliberada y conscientemente de sus dogmas anteriores. En consecuencia, la nueva clase está mejor organizada y tiene más conciencia de clase que ninguna otra de las que registra la historia.
Esta afirmación es cierta sólo si se la toma relativamente, si se toma la estructura orgánica y la conciencia en relación con el mundo exterior y con las otras clases, poderes y fuerzas sociales. Ninguna otra clase de la historia se ha mostrado tan coherente y sincera en la defensa de sí misma y en el manejo de lo que posee: la propiedad colectiva y monopolista y la autoridad totalitaria.
Por otra parte, la nueva clase es también la más engañada y la menos consciente de sí misma. Todo capitalista particular o señor feudal tenía conciencia de que pertenecía a una categoría social especial y discernible. Habitualmente creía que su categoría estaba destinada a hacer feliz a la raza humana y que sin ella se producirían el caos y la ruina general. Un miembro comunista de la nueva clase cree también que sin su partido la sociedad retrocedería y se derrumbaría. Pero no tiene conciencia de que pertenece a una nueva clase propietaria, pues no se considera a sí mismo como propietario y no toma en cuenta los privilegios especiales de que goza. Cree que pertenece a un grupo con ideas, fines, actitudes y papeles prescritos. Eso es todo lo que ve. No puede ver que al mismo tiempo pertenece a una categoría social especial: la clase propietaria.
La propiedad colectiva, que actúa para reducir la clase, al mismo tiempo la hace inconsciente de su substancia de clase y cada uno de los propietarios colectivos se engaña al creer que lo único que hace es pertenecer a un movimiento que desea abolir las clases en la sociedad.
Una comparación de otras características de la nueva clase con las de otras clases propietarias revela muchas semejanzas y muchas diferencias. La nueva clase es voraz e insaciable, como lo era la burguesía. Pero no posee las virtudes de la frugalidad y la economía que poseía la burguesía. La nueva clase es tan exclusiva como la aristocracia, pero sin el refinamiento y la caballerosidad orgullosa de la aristocracia.
La nueva clase posee también ventajas con respecto a otras clases. Por ser más compacta está mejor preparada para grandes sacrificios y hazañas heroicas. El individuo se subordina completa y totalmente al conjunto; por lo menos el ideal prevaleciente exige esa subordinación aun cuando el individuo trata de beneficiarse a sí mismo. La nueva clase es lo bastante fuerte para llevar a cabo aventuras materiales y de otros géneros que ninguna otra clase fue nunca capaz de realizar. Puesto que posee los bienes nacionales, está en situación de consagrarse religiosamente a los fines que se ha trazado y de dirigir todas las fuerzas del pueblo hacia la consecución de esos fines.
La nueva propiedad no es lo mismo que el gobierno político, pero la crea y la apoya ese gobierno. El uso, el frute y la distribución de la propiedad constituyen el privilegio del partido y de los jefes del partido.
Los miembros del partido creen que esa autoridad, ese dominio de la propiedad, traen consigo los privilegios de este mundo. En consecuencia tienen que crecer inevitablemente la ambición inescrupulosa, la duplicidad, la adulación y los celos. El deseo de hacer carrera y una burocracia en crecimiento constante son las enfermedades incurables del comunismo. Porque los comunistas se han transformado en propietarios y porque el camino que conduce al poder y a los privilegios materiales sólo se abre mediante la “devoción” al partido —a la clase, al “socialismo”— la ambición inescrupulosa puede convertirse en uno de los medios de vida principales y en uno de los métodos más eficaces para el desarrollo del comunismo.
En los sistemas no comunistas los fenómenos del arribismo y de la ambición inescrupulosa son una señal de que es provechoso ser un burócrata, o de que los propietarios se han hecho parásitos, de modo que la administración de la propiedad queda en manos de los empleados. En el comunismo el arribismo y la ambición inescrupulosa testimonian que un impulso irresistible hacia la propiedad y los privilegios acompañan a la administración de bienes materiales y de hombres.
La calidad de miembro de otras clases propietarias no se identifica con la posesión de propiedad particular. Eso sucede todavía menos en el sistema comunista por cuanto la propiedad es colectiva. Ser un propietario o un copropietario en el sistema comunista significa que uno ingresa en las filas de la burocracia política gobernante y nada más.
En la nueva clase, lo mismo que en otras clases, algunos individuos caen constantemente junto al camino, en tanto que otros ascienden por la escala. En las clases de propiedad privada un individuo deja su propiedad a sus descendientes. En la nueva clase nadie hereda nada excepto la aspiración a elevarse a un escalón más alto de la escala. La nueva clase sale realmente de los estratos más bajos y anchos de la población y está en movimiento constante. Aunque es sociológicamente posible prescribir quién pertenece a la nueva clase, es difícil hacerlo, pues la nueva clase se derrama sobre la población y se mezcla con ella, con las otras clases inferiores, y cambia constantemente.
El camino que lleva a la cima está abierto para todos teóricamente, lo mismo que cada uno de los soldados de Napoleón llevaba un bastón de mariscal en su mochila. Lo único que se requiere para seguir ese camino es una lealtad sincera y completa, al partido o a la nueva clase. Ancha en la base, la nueva clase se hace cada vez más estrecha a medida que se acerca a la cima. Para subir se necesita no sólo el deseo, sino también capacidad para comprender y exponer doctrinas, firmeza en las luchas con antagonistas, destreza y maña excepcionales en las contiendas dentro del partido y talento para fortalecer a la clase. Aunque más abierta que otras clases en algunos aspectos, la nueva es también más exclusiva que otras. Puesto que una de sus características más importantes es el monopolio de la autoridad, ese exclusivismo se refuerza con los prejuicios jerárquicos burocráticos.
En ninguna parte y en ningún momento ha estado el camino tan abierto para los devotos y leales como en el sistema comunista. Pero la ascensión a las alturas no ha sido nunca tan difícil ni requerido tanto sacrificio y tantas víctimas. Por una parte, el comunismo es accesible y bondadoso para todos; por otra parte es exclusivo e intolerante inclusive con sus propios adherentes.