EN la Unión Soviética y otros países comunistas ha sucedido todo de una manera distinta de como pronosticaron sus dirigentes, inclusive algunos tan prominentes como Lenin, Stalin, Trotsky y Bukharin. Éstos esperaban que el Estado desapareciera rápidamente y se fortaleciera la democracia. Ha sucedido lo contrario. Esperaban un rápido mejoramiento del nivel de vida, y a este respecto apenas se ha producido cambio alguno, y en los países subyugados de la Europa oriental ese nivel inclusive ha empeorado. En todos los casos, el nivel de vida no se ha elevado en proporción con la velocidad de la industrialización, que ha sido mucho más rápida. Se creía que las diferencias entre las ciudades y las aldeas, entre el trabajo físico y el intelectual, desaparecerían lentamente, y en cambio han aumentado esas diferencias. Las esperanzas comunistas en otros aspectos, inclusive las relacionadas con acontecimientos en el mundo no comunista, no se han materializado.
La mayor ilusión era la industrialización y colectivización en la Unión Soviética y la destrucción de la propiedad capitalista que traería consigo una sociedad sin clases. En 1936, cuando se promulgó la nueva Constitución, Stalin anunció que la “clase explotadora” había dejado de existir. La clase capitalista y las otras de antiguo origen habían sido destruidas realmente, pero se había formado una clase nueva hasta entonces desconocida en la historia.
Es incomprensible que esta clase, como las anteriores a ella, creyera a que el establecimiento de su poder traería consigo la felicidad y la libertad para todos los hombres. La única diferencia entre ésta y las otras clases consistía en que ésta trataba más crudamente la demora en la realización de sus ilusiones. Afirmaba que su poder era más completo que el de cualquier otra clase anterior de la historia y sus ilusiones y prejuicios de clase eran proporcionalmente mayores.
Esta clase nueva, la burocracia, o más exactamente la burocracia política, posee todas las características de las anteriores, así como algunas nuevas propias. Su origen tiene también sus características especiales, aunque en esencia ha sido semejante a los comienzos de otras clases.
También otras clases obtuvieron su fuerza y su poder mediante el método revolucionario, destruyendo los órdenes político, social y los otros que encontraron en su camino Sin embargo, casi sin excepción, esas clases consiguieron el poder después de haber tomado forma en la sociedad vieja nuevas normas económicas. Con la nueva clase de los sistemas comunistas sucedió lo contrario. No llegó al poder para completar un nuevo orden económico, sino para establecer el suyo propio, y, al hacer eso, imponer su poder a la sociedad.
En épocas anteriores la llegada al poder de una clase, parte de una clase o un partido era el acontecimiento final resultante de su formación y de su desarrollo. En la Unión Soviética sucedió lo contrario. Allí la clase nueva se formó definitivamente después de alcanzar el poder. Tuvo que desarrollar su conciencia en vista de sus poderes económicos y físicos, porque no estaba arraigada en la vida de la nación. Esta clase contemplaba su papel en relación con el mundo desde un punto de vista idealista. Eso no disminuía sus posibilidades prácticas. A pesar de sus ilusiones, representaba una tendencia objetiva hacia la industrialización. Su inclinación práctica emanaba de esa tendencia. La promesa de un mundo ideal aumentaba la fe en las filas de la nueva clase y sembraba ilusiones entre las masas. Al mismo tiempo inspiraba empresas físicas gigantescas.
Como esta clase nueva no había sido formada como parte de la vida económica y social antes de su llegada al poder, sólo podía ser creada en una organización de un tipo especial, que se distinguía por una disciplina especial basada en las opiniones filosóficas e ideológicas idénticas de sus miembros. Una unidad de doctrina y una disciplina de hierro eran necesarias para superar sus debilidades.
Las raíces de la clase nueva se hallaban en un partido especial de tipo bolchevique. Lenin tenía razón al opinar que su partido era una excepción en la historia de la sociedad humana, aunque no sospechaba que sería el comienzo de una clase nueva.
Para ser más precisos diremos que los iniciadores de la nueva clase no se encuentran en el partido de tipo bolchevique en general, sino en el estrato de los revolucionarios profesionales que formaban su núcleo antes de llegar al poder. Lenin no afirmó por casualidad después del fracaso de la revolución de 1905 que sólo los revolucionarios profesionales —hombres cuya única profesión era la actividad revolucionaria— podían organizar un partido nuevo de tipo bolchevique. Era todavía menos casual que Stalin, el futuro creador de la nueva clase, fuese el ejemplo más destacado de ese revolucionario profesional. La nueva clase gobernante ha ido surgiendo poco a poco de ese estrato muy reducido de revolucionarios. Esos revolucionarios constituyeron su núcleo durante largo tiempo. Trotsky advirtió que en los revolucionarios profesionales anteriores a la revolución estaba el origen del futuro burócrata estalinista. Lo que no advirtió fue la creación de una nueva clase de propietarios y explotadores.
Esto no quiere decir que el nuevo partido y la clase nueva sean idénticos. Sin embargo, el partido es el núcleo de esa clase y su base. Es muy difícil, quizá imposible, definir los límites de la nueva clase e identificar a sus miembros. Puede decirse que la nueva clase está formada por aquellos que poseen privilegios especiales y preferencias económicas a causa del monopolio administrativo que ejercen.
Puesto que la administración es inevitable en la sociedad, las funciones administrativas necesarias pueden coexistir con funciones parásitas en la misma persona. No todos los miembros del partido son miembros de la nueva clase, como tampoco eran burgueses todos los artesanos ni todos los habitantes de una ciudad.
En términos generales, a medida que la clase nueva se va haciendo más fuerte y adquiere una fisonomía más perceptible, el papel del partido disminuye. El núcleo y la base de la clase nueva se crean en el partido y en su cima, así como en los órganos políticos del Estado. El partido en otro tiempo vivo, compacto y lleno de iniciativa desaparece para transformarse en la oligarquía tradicional de la nueva clase, que atrae irresistiblemente a sus filas a quienes aspiran a ingresar en la clase nueva y reprimir a quienes tienen ideales.
El partido hace la clase, pero la clase se desarrolla como consecuencia y utiliza al partido como base. La clase se hace más fuerte, en tanto que el partido se debilita. Tal es el destino inevitable de todo partido comunista en el poder.
Si no se interesara materialmente por la producción o si no tuviera dentro de sí mismo las potencialidades para la creación de una clase nueva, ningún partido podría actuar de una manera tan temeraria moral e ideológicamente, y mucho menos permanecer en el poder largo tiempo. Stalin declaró, después de la terminación del primer Plan Quinquenal: “Si no hubiéramos creado el aparato habríamos fracasado”. Si hubiera sustituido la palabra “aparato” por “clase nueva” todo habría sido más claro.
Parece extraordinario que un partido político pueda ser el comienzo de una clase nueva. Los partidos son generalmente el producto de clases y estratos que se han hecho fuertes intelectual y económicamente. Sin embargo, si se tienen en cuenta las verdaderas condiciones en la Rusia prerevolucionaria y en otros países en los que el comunismo se impuso a las fuerzas nacionales, resultará evidente que un partido de este tipo es el producto de oportunidades peculiares y que no hay en ello nada extraordinario ni accidental. Aunque las raíces del bolcheviquismo penetran muy profundamente en la historia rusa, el partido es en parte el producto del único sistema de relaciones internacionales en que se encontró Rusia a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Rusia ya no podía vivir en el mundo moderno como una monarquía absoluta, y el capitalismo ruso era demasiado débil y demasiado dependiente de los intereses de las potencias extranjeras para que le fuera posible realizar una revolución industrial. Esta revolución sólo podía ser llevada a cabo por una clase nueva, o por un cambio en el orden social. Hasta entonces no existía semejante clase.
En la historia lo único que importa es, no quien realiza un proceso, sino que se realice ese proceso. Tal era el caso en Rusia y los otros países en los que se produjeron revoluciones comunistas. La revolución creó las fuerzas, los dirigentes, las organizaciones y las ideas que se necesitaban para ello. La nueva clase nació por razones objetivas y por el deseo, el talento y la acción de sus dirigentes.