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LA lógica abstracta indicaría que la revolución comunista, cuando consigue, en condiciones diferentes y mediante la compulsión estatal, las mismas cosas conseguidas por las revoluciones industriales y el capitalismo en el Occidente, no es sino una forma de revolución para implantar el capitalismo de estado. Las relaciones que ha creado su victoria son de capitalismo de estado. Esto parece ser todavía más cierto porque el nuevo régimen regula también las relaciones políticas, obreras y de otras clases y, lo que es más importante, distribuye los ingresos y beneficios nacionales y los bienes materiales todos los cuales se han transformado en propiedad del Estado.

La discusión acerca de si las relaciones en la Unión Soviética y en otros países comunistas son o no de capitalismo de estado, socialistas o de otra clase, es en gran medida dogmática. Sin embargo, esa discusión tiene una importancia fundamental.

Aunque se suponga que el capitalismo de estado no es sino “La antesala del socialismo”, como decía Lenin, o la primera fase del socialismo, no por ello le resulta más fácil soportarlo a la gente que vive bajo el despotismo comunista. Si el carácter de la propiedad y de las relaciones sociales creado por la revolución comunista se fortalece y fija, las perspectivas de que la gente se libere de esas relaciones se hacen más realistas. Pero si la gente no tiene conciencia de la naturaleza de las relaciones sociales en que vive, o si no ve una manera de poder alterarlas, sus esfuerzos no pueden tener perspectiva alguna de buen éxito.

Si la revolución comunista, a pesar de sus promesas e ilusiones, es capitalista de estado en sus empresas con relaciones capitalistas de estado, los únicos actos legales y positivos que pueden realizar sus funcionarios son los que mejoran su trabajo y reducen la presión y la irresponsabilidad de la administración estatal. Los comunistas no admiten en teoría que actúan en un sistema de capitalismo de estado, pero sus dirigentes se conducen de ese modo. Se jactan continuamente de que mejoran el trabajo de la administración y de que libran una lucha “contra la burocracia”.

Además, las verdaderas relaciones no son las del capitalismo de estado, pues no proporcionan un método para mejorar fundamentalmente el sistema de la administración del Estado.

Para comprender la naturaleza de las relaciones que surgen en el curso de la revolución comunista y que luego quedan establecidas en el proceso de la industrialización y la colectivización, es necesario ahondar más en el papel y las maneras de operar del Estado bajo el comunismo. Al presente bastará con señalar que en el comunismo la maquinaria estatal no es el instrumento que determina realmente las relaciones sociales y de propiedad; es sólo el instrumento que protege esas relaciones. En verdad, todo se hace en nombre del Estado y por medio de sus reglamentaciones. El Partido Comunista, incluyendo su burocracia profesional, está por encima de las reglamentaciones y detrás de cada uno de los actos del Estado.

Es la burocracia la que usa, administra y controla oficialmente tanto la propiedad nacionalizada y socializada como la vida entera de la sociedad. El papel de la burocracia en la sociedad, es decir la administración monopolista y el control de la renta y los bienes nacionales, le da una posición especial privilegiada. Las relaciones sociales se parecen a las del capitalismo de estado, tanto más por cuanto la industrialización se realiza no con la ayuda de capitalistas, sino con la ayuda de la maquinaria estatal. En realidad esa clase privilegiada realiza esa función utilizando la maquinaria del Estado como una cubierta y un instrumento.

La propiedad no es sino el derecho al beneficio y la dirección. Si se definen los beneficios de clase por ese derecho, los estados comunistas, en último análisis, han visto el origen de una nueva forma de propiedad, o de una nueva clase gobernante y explotadora.

En realidad, los comunistas no pueden actuar de un modo distinto que cualquiera de las clases gobernantes que les han precedido. Creyendo que construían una sociedad nueva e irreal, han construido una para ellos mismos y del único modo que podían. Su revolución y su sociedad no parecen accidentales o artificiales, sino algo natural para un país particular y para ciertos períodos de su desarrollo. Por este motivo, por extensa e inhumana que haya sido la tiranía comunista, la sociedad, en el transcurso de cierto período —tan largo como el que dure la industrialización— tiene que soportar y soporta la tiranía. Además, esta tiranía ya no parece algo inevitable, sino exclusivamente una seguridad para las depredaciones y los privilegios de una clase nueva.

En contraste con las revoluciones anteriores, la revolución comunista, realizada para terminar con las clases, ha traído consigo la autoridad más completa de una sola clase nueva. Todo lo demás es falso y una ilusión.