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A HEGEL mismo le preocupaban probablemente las conclusiones que se podían sacar de sus descubrimientos. Por ejemplo, si todo se transformaba constantemente, ¿qué sucedería con sus propias ideas y con la sociedad que deseaba conservar? Como profesor de nombramiento real no se habría atrevido, en todo caso, a recomendar públicamente el mejoramiento de la sociedad sobre la base de su filosofía.

No sucedía lo mismo con Marx. Cuando era joven intervino activamente en la revolución de 1848. Sacó de las ideas de Hegel conclusiones extremas. ¿Acaso la sangrienta lucha de clases que se libraba en toda Europa no tendía hacia algo nuevo y superior? Parecía no sólo que Hegel estaba en lo cierto —es decir Hegel tal como lo interpretaba Marx—, sino también que los sistemas filosóficos ya no tenían significado ni justificación, puesto que la ciencia estaba descubriendo con tanta rapidez leyes objetivas, inclusive las aplicables a la sociedad.

En la ciencia, el positivismo de Comte había triunfado ya como método de investigación; la escuela inglesa de economía política (Smith, Ricardo y otros) se hallaba en su culminación; cada día se descubrían en las ciencias naturales leyes que hacían época; la industria moderna se abría camino sobre la base de la tecnología científica; y las heridas del capitalismo juvenil se ponían de manifiesto en los sufrimientos y la lucha incipiente del proletariado. Al parecer ese era el comienzo del dominio de la ciencia, inclusive sobre nuestra sociedad, y la eliminación del concepto capitalista de la propiedad como el obstáculo final para la felicidad y la libertad humanas.

El tiempo estaba maduro para una gran conclusión. Marx tuvo la audacia y la sagacidad necesarias para exponerla, pero no contaba con fuerzas sociales en las que pudiera confiar.

Marx era un científico y un ideólogo. Como científico hizo descubrimientos importantes, sobre todo en sociología. Como ideólogo proporcionó las bases ideológicas para los movimientos políticos más grandes e importantes de la historia moderna, los cuales se produjeron primeramente en Europa y ahora se están produciendo en el Asia.

Pero precisamente porque era científico, economista y sociólogo, Marx nunca pensó en construir un sistema filosófico o ideológico que lo abarcase todo. En una ocasión dijo: “Una cosa es cierta: que yo no soy marxista”. Su gran talento científico le dio la mayor ventaja sobre todos sus predecesores socialistas, tales como Owen y Fourier. El hecho de que no insistiera en que su sistema filosófico abarcaba todo le dio una ventaja todavía mayor sobre sus discípulos. La mayoría de éstos eran ideólogos y sólo en un grado muy limitado científicos, como lo demuestran los ejemplos de Plekhanov, Labriola, Lenin, Kautsky y Stalin. El deseo principal de éstos era construir un sistema con las ideas de Marx; lo que sucedía especialmente a quienes poseían pocos conocimientos filosóficos y todavía menos talento para ellos. A medida que pasaba el tiempo los sucesores de Marx fueron manifestando una tendencia a presentar las doctrinas de aquél como un concepto del mundo definitivo y que lo abarcaba todo, y a considerarse a sí mismos responsables por la continuación de toda la obra de Marx, a la que juzgaban virtualmente completa. La ciencia fue cediendo poco a poco a la propaganda y, como consecuencia, la propaganda tendió cada vez más a hacerse pasar por ciencia.

Como era un producto de su época, Marx negó la necesidad de cualquier clase de filosofía. Su amigo más íntimo, Engels, declaró que la filosofía había muerto a causa del desarrollo de la ciencia. La tesis de Marx no era en modo alguno original. La llamada filosofía científica, sobre todo después del positivismo de Comte y el materialismo de Feuerbach, se había convertido en la moda general.

Es fácil comprender por qué Marx negó tanto la necesidad como la posibilidad de establecer cualquier clase de filosofía. Es más difícil comprender por qué sus sucesores trataron de ordenar sus ideas en la forma de un sistema que lo abarca todo, de una doctrina filosófica exclusiva. Aunque negaban la necesidad de una filosofía de cualquier clase, en la práctica crearon un dogma propio al que consideraban como el sistema “más científico” o el “único científico”. En un período de entusiasmo científico general y de grandes cambios producidos por la ciencia en la vida cotidiana y la industria, no podían menos de ser materialistas y de considerarse a sí mismos como los “únicos” representantes del “único” método científico, sobre todo porque representaban a un estrato social que se hallaba en conflicto con todas las ideas aceptadas de la época.

Las ideas de Marx sufrieron la influencia de la atmósfera científica de su época, de su propia inclinación a la ciencia y de su aspiración revolucionaria a dar al movimiento de la clase trabajadora una base más o menos científica. Sus discípulos actuaron bajo la influencia de un ambiente distinto y de motivos diferentes cuando convirtieron sus opiniones en dogma.

Si las necesidades políticas del movimiento de la clase trabajadora en Europa no hubiesen exigido una nueva ideología completa en sí misma, la filosofía que se llama marxista, el materialismo dialéctico, habría sido olvidado y dejado de lado como algo no particularmente profundo o ni siquiera original, aunque los estudios económicos y sociales de Marx son de la más alta categoría científica y literaria.

La fuerza de la filosofía marxista no reside en sus elementos científicos, sino en su relación con un movimiento de masas y sobre todo en su hincapié en el objetivo de modificar la sociedad. Afirma una y otra vez que el mundo existente cambiará simplemente porque tiene que cambiar, porque lleva las semillas de su propia oposición y destrucción; que la clase trabajadora desea ese cambio y es capaz de realizarlo. La influencia de esta filosofía fue creciendo inevitablemente y creó en el movimiento de la clase obrera europea la ilusión de que era omnipotente, por lo menos como método. En los países donde no existían las mismas condiciones, como en Gran Bretaña y los Estados Unidos, la influencia e importancia de esta filosofía fueron insignificantes, a pesar del poderío de la dase trabajadora y del movimiento obrero.

Como ciencia, la filosofía marxista no era importante, pues se fundaba principalmente en las ideas hegelianas y materialistas. Como ideología de las nuevas clases oprimidas y especialmente de los movimientos políticos, marcó una época, primeramente en Europa y más tarde en Rusia y Asia, proporcionando la base para un nuevo movimiento político y un sistema social nuevo.