No he visto a Josh desde que me besó, pero esa noche, cuando llego a casa de estudiar en la biblioteca, está sentado en el porche con su parka azul. Esperándome. Las luces de la casa están encendidas; mi padre está en casa. La luz de la habitación de Kitty está encendida. Preferiría seguir evitando a Josh, pero se encuentra aquí, en mi casa.
—Hola, ¿puedo hablar contigo? —me pregunta.
Me siento a su lado y mantengo la mirada fija al frente, al otro lado de la calle. La señorita Rothschild también ha montado su árbol de Navidad. Siempre lo coloca junto a la ventana, al lado de la puerta, para que se pueda ver desde fuera.
—Tenemos que decidir lo que haremos antes de que llegue Margot. Yo tuve la culpa, así que debería decírselo yo.
Le lanzo una mirada de incredulidad.
—¿Contárselo? ¿Estás loco? No se lo vamos a contar a Margot porque no hay nada que contar.
Josh levanta la barbilla.
—No quiero esconderle ningún secreto.
—¡Pues habértelo pensado antes de darme un beso! Y que quede claro, si alguien iba a contárselo, iba a ser yo. Soy su hermana. Tú sólo eras su novio, y ahora, ni eso…
Josh tiene una expresión dolida en la cara.
—Nunca he sido sólo el novio de Margot. Todo esto también se me hace raro a mí. Es que… desde que recibí esa carta… Da igual —sentencia, en tono vacilante.
—Dilo de una vez.
—Desde que recibí esa carta, las cosas entre nosotros dos han ido de mal en peor. No es justo. Tuviste la oportunidad de decir todo lo que querías, y yo soy el que tiene que reconsiderar todos mis sentimientos por ti. Tengo que ponerlos en orden. Me pillaste completamente desprevenido, y luego vas y me dejas fuera de tu vida. Empiezas a salir con Kavinsky y dejas de ser mi amiga. Desde que recibí tu carta… No he podido dejar de pensar en ti —exhala Josh.
No sé lo que esperaba que dijese, pero no era esto. Definitivamente, no era esto.
—Josh…
—Sé que no quieres oírlo, pero déjame decir lo que tengo que decir, ¿vale?
Me limito a asentir.
—No soporto que estés con Kavinsky. No lo soporto. No te merece. Lo siento mucho, pero es la verdad. En mi opinión, no habrá nunca ningún chico digno de ti. Y mucho menos yo. —Josh baja la cabeza y luego la levanta de repente otra vez. Me mira y añade—: En una ocasión, creo que fue hace dos veranos. Volvíamos de casa de alguien. Creo que de Mike.
Hacía calor, estaba anocheciendo. Yo estaba enfadada porque el hermano mayor de Mike, Jimmy, había dicho que nos llevaría a casa, pero después se marchó a donde fuera y no regresó, así que tuvimos que caminar. Yo llevaba alpargatas y los pies me dolían una barbaridad. Josh no paraba de repetirme que mantuviese el ritmo.
En voz baja, dice:
—Estábamos tú y yo solos. Tú llevabas esa camisa de ante con flequillos de tirantes que te dejaba el ombligo al descubierto.
—Mi camisa estilo Pocahontas-Cher años setenta.
Cuánto me gustaba esa camisa.
—Estuve a punto de besarte ese día. Lo pensé. Fue un impulso extraño. Quería saber cómo sería.
Mi corazón se detiene.
—¿Y entonces?
—Y entonces, no sé. Supongo que me olvidé de ello.
Suelto un suspiro.
—Siento que recibieses la carta. No debiste verla. No la escribí para que la leyeras. Era sólo para mí.
—Quizá fue el destino. Quizá todo tenía que ocurrir así porque… porque estamos hechos el uno para el otro.
Digo lo primero que me viene a la mente.
—No lo fue —y comprendo que es verdad.
Justo en este momento comprendo que no lo quiero, que hace un tiempo que dejé de quererlo. Que quizá nunca lo quise. Porque está justo ahí, a mi alcance. Podría besarle. Podría ser mío. Pero no lo quiero. Quiero a otro. Se hace raro haber pasado tanto tiempo deseando algo, a alguien, y de repente, dejar de hacerlo.
Escondo los dedos en la manga de mi chaqueta.
—No se lo cuentes a Margot. Prométemelo, Josh.
Josh asiente a regañadientes.
—¿Has hablado con Margot últimamente? —le pregunto.
—Sí, llamó la otra noche. Dice que quiere que nos veamos cuando regrese a casa. Quiere ir a Washington a pasar el día. Visitar el Smithsonian, cenar en Chinatown.
—Genial. Eso es lo que haréis. —Le doy una palmadita en la rodilla y me apresuro a apartar la mano—. Josh, tenemos que actuar como antes. Como siempre. Si lo hacemos, todo saldrá bien.
«Todo saldrá bien». Me lo repito otra vez. Todos volveremos a donde nos corresponde. Josh y Margot. Yo. Peter.