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La cena de domingo virtual se me ocurrió a mí.

Tengo el portátil apoyado sobre una pila de libros en el centro de la mesa. Papá, Kitty y yo estamos sentados enfrente con nuestras porciones de pizza. Para nosotros es el almuerzo, y para Margot, la cena. Margot está sentada a su escritorio con una ensalada. Ya se ha puesto el pijama de franela.

—¿Estáis comiendo pizza otra vez? —nos reprende Margot, y nos lanza a papá y a mí una mirada desaprobadora—. Kitty no crecerá si no le dais de comer verdura.

—Relájate, Gogo, la pizza tiene pimientos —la tranquilizo, levantando mi porción, y todos se echan a reír.

—Esta noche habrá ensalada de espinacas para cenar —acota papá.

—¿Puedes convertir mi porción de espinacas en un batido? Es la manera más saludable de comer espinacas —pregunta Kitty.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Margot a su vez.

—Me lo dijo Peter.

El trozo de pizza que me llevaba a la boca queda paralizado a medio camino.

—¿Qué Peter?

—El novio de Lara Jean.

—Espera un segundo… ¿Con quién está saliendo Lara Jean?

Desde la pantalla, los ojos de Margot están abiertos como platos y tiene un gesto de incredulidad.

—Peter Kavinsky —aclara Kitty.

Giro la cabeza y la taladro con la mirada. Mis ojos dicen: «Gracias por haberte ido de la lengua, Kitty». Y los suyos me responden: «¿Y a mí qué me cuentas? Tendrías que habérselo dicho hace días».

Los ojos de Margot van de Kitty a mí.

—¿Qué narices? ¿Cómo ocurrió?

—Simplemente… ocurrió —explico sin convicción.

—¿En serio? ¿Cómo puedes estar interesada en alguien como Peter Kavinsky? Es tan… ¿Sabes que Josh le pilló una vez haciendo trampas en un examen? —Margot sacude la cabeza con incredulidad.

—¿Peter hace trampas en clase? —repite mi padre, alarmado.

—Una vez, ¡en séptimo! Séptimo no cuenta y no era un examen, era un test.

—No creo que sea bueno para ti. Todos los chicos del equipo de lacrosse son unos cretinos.

—Bueno, Peter no es como los demás.

No entiendo por qué Margot no puede alegrarse por mí. Al menos, yo fingí alegrarme cuando empezó a salir con Josh. Ella también podría fingir por mí. Y también me saca de mis casillas que diga todo eso delante de papá y de Kitty.

—Si hablas con él y le das una oportunidad, te darás cuenta, Margot.

No sé por qué me molesto en intentar convencerla de que Peter es un buen chico cuando todo esto acabará pronto. Pero quiero que sepa que es un buen chico, porque lo es.

Margot pone una mueca como de querer decir: «Sí, claro, seguro que sí», y sé que no me cree.

—¿Y qué pasa con Genevieve?

—Rompieron hace meses.

Papá parece estar confundido y dice:

—¿Peter y Genevieve eran pareja?

—Olvídalo, papá.

Margot está callada, masticando su ensalada, y pienso que el interrogatorio ha terminado, pero entonces suelta:

—No es muy listo, ¿verdad? En la escuela, digo.

—¡No todo el mundo es un genio! Y hay diferentes tipos de inteligencia, por si no lo sabes. Peter tiene un cociente intelectual emocional muy alto.

La desaprobación de Margot me enoja. Me enfurece. ¿Qué derecho tiene a opinar cuando ya no vive aquí? Kitty tiene más derecho que ella.

—Kitty, ¿a ti te gusta Peter? —le pregunto. Sé que dirá que sí.

Kitty se anima. Se nota que está contenta de que la incluyan en la conversación de mayores.

—Sí.

—Kitty, ¿tú también has estado con él? —dice Margot, sorprendida.

—Claro. Viene todo el tiempo. Nos lleva en coche.

—¿En su deportivo de dos plazas? —pregunta Margot, mirándome de reojo.

—No, ¡en el monovolumen de su madre! —aclara Kitty y, con gesto inocente, añade—: Aunque me gustaría montar en su descapotable. Nunca he montado en un descapotable.

—¿Ya no conduce el Audi? —pregunta Margot.

—No cuando nos acompaña Kitty.

—Mmm —se limita a decir Margot, y su gesto escéptico hace que me entren ganas de apagar la pantalla.