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Estoy en clase de francés, mirando por la ventana. Veo a Josh, que camina hacia las gradas que están junto a la pista. Lleva su comida y está solo. ¿Por qué come solo? Tiene a su grupito de aficionados a los cómics. Tiene a Jersey Mike.

Pero supongo que Jersey Mike y él no se vieron mucho el año pasado. Josh siempre estaba con Margot y conmigo. El trío. Y ahora no somos ni siquiera un dúo, y está completamente solo. En parte es culpa de Margot por haberse marchado, pero también lo es mía. Si no hubiese empezado a gustarme, no habría tenido que inventarme toda esta historia con Peter K. y podría seguir siendo su buena amiga Lara Jean.

Quizá por eso mamá le dijo a Margot que no se marchase a la universidad teniendo pareja. Cuando tienes novio o novia, sólo quieres estar con esa persona y te olvidas de los demás. Cuando rompéis, has perdido a todos tus amigos, que se lo están pasando bien sin ti.

Lo único que sé es que Josh es una figura bien solitaria que se come su sándwich a solas en lo alto de las gradas.

Voy en autobús a casa porque Peter ha tenido que marcharse temprano a un partido de lacrosse con su equipo. Estoy delante de casa, sacando el correo del buzón, cuando Josh aparca en su entrada.

—¡Hola! —grita. Sale del coche y viene corriendo, con la mochila colgada del hombro.

»Te he visto en el autobús. Te he saludado, pero estabas soñando despierta. ¿Hasta cuándo tendrás el coche en el taller?

—No lo sé. Cada vez me dicen una fecha diferente. Tuvieron que encargar una pieza de Indiana o por ahí.

Josh me ofrece una sonrisa cómplice.

—En tu fuero interno estás aliviada, ¿verdad?

—¡No! ¿Por qué iba a estarlo?

—Venga ya, que te conozco. No te gusta conducir. Seguro que estás encantada de tener una excusa para no hacerlo.

Me dispongo a protestar, pero freno a tiempo. No tiene sentido. Josh me conoce demasiado bien.

—Bueno, quizá esté una pizquita aliviada.

—Si necesitas ir a algún sitio, sabes que puedes llamarme.

Asiento. Lo sé perfectamente. No le llamaría para cosas relacionadas conmigo, pero lo haría por Kitty, en caso de urgencia.

—A ver, sé que ahora estás con Kavinsky, pero vivimos al lado. Es más práctico que te lleve yo a clase. Es más sostenible desde el punto de vista ecológico. —No digo nada y Josh se frota la nuca—. Quería decirte una cosa, pero mencionártelo me hace sentir un poco raro. Y eso también es raro porque siempre nos lo hemos contado todo.

—Aún podemos hablar. Nada ha cambiado.

Es la mentira más grande que le he contado en mi vida, incluso mayor que la mentira sobre mi supuesta gemela fallecida, Marcella. Hasta hace un par de años, Josh creía que tenía una gemela llamada Marcella que murió de leucemia.

—Bueno, siento que… Siento que me has estado evitando desde que…

Va a decirlo. Va a decirlo de verdad. Bajo la vista al suelo.

—Desde que Margot rompió conmigo.

Alzo la cabeza de golpe. ¿Eso es lo que piensa? ¿Que le estoy evitando por Margot? ¿De verdad le afectó tan poco mi carta? Intento mantener el gesto impasible cuando respondo:

—No te he estado evitando. He estado ocupada.

—Con Kavinsky, lo sé. Tú y yo nos conocemos desde hace tiempo. Eres una de mis mejores amigas, Lara Jean. No quiero perderte a ti también.

El «también» es la palabra crucial. El «también» es lo que hace que me frene en seco. Es lo que se me atraganta. Porque si no hubiese dicho «también», se trataría de mí y de Josh. No de Josh, Margot y yo.

—La carta que escribiste…

Demasiado tarde. Ya no quiero hablar de la carta. Antes de que pueda soltar una palabra, lo corto en seco:

—Siempre seré tu amiga, Joshy.

Y entonces le sonrío. Pero requiere un gran esfuerzo. Requiere muchísimo esfuerzo. Pero si no sonrío, lloraré.

Josh asiente.

—Vale. Bien. Entonces… ¿podemos volver a vernos?

—Claro.

Josh alarga el brazo y me levanta la barbilla.

—Entonces ¿puedo llevarte a clase mañana?

—Vale —respondo. Porque de eso iba toda esta historia, ¿no? ¿Poder ver a Josh sin tener que pensar en la carta? ¿Ser su buena amiga Lara Jean una vez más?

Después de cenar, enseño a Kitty a hacer la colada. Al principio se resiste, pero le cuento que es una tarea que a partir de ahora compartiremos los tres, así que más le vale hacerse a la idea.

—Cuando suena el timbre, eso quiere decir que ya está terminada, y si no la doblas enseguida se arrugará.

Para sorpresa de las dos, a Kitty le gusta hacer la colada. Más que nada porque puede sentarse delante de la tele y doblar la ropa mientras ve sus programas preferidos tranquilamente.

—La próxima vez te enseñaré a planchar.

—¿A planchar también? ¿Qué pasa, soy la Cenicienta o qué?

No le hago ningún caso.

—Se te dará bien planchar. Te gustan la precisión y las líneas rectas. Seguro que se te da mejor que a mí.

Esto despierta su interés.

—Sí, puede ser. Tus cosas siempre parecen arrugadas.

Después de terminar la colada, Kitty y yo limpiamos el baño que compartimos. Hay dos lavabos; Margot tenía el de la izquierda y Kitty y yo nos peleábamos para dirimir a quién pertenecía el de la derecha. Ahora es suyo.

Kitty se está cepillando los dientes y yo me estoy aplicando una máscara de aloe vera y pepino. Entonces me pregunta:

—¿Crees que si se lo pido, Peter nos llevará al McDonald’s mañana antes de clase?

Masajeo otro pegote de máscara verde sobre mi mejilla.

—No quiero que te acostumbres a que Peter nos lleve en coche. A partir de ahora irás en autobús, ¿vale?

—¡¿Por qué?! —gime Kitty.

—Porque sí. Además, mañana no me lleva Peter sino Josh.

—¿Peter no se enfadará?

La máscara se está secando y noto la piel tirante. Con los diente apretados, digo:

—No. No es del tipo celoso.

—Entonces ¿quién lo es?

No sé bien qué responder. ¿Quién es del tipo celoso? Lo estoy rumiando cuando a Kitty se le escapa una risita y dice:

—Pareces un zombi.

Levanto los brazos hacia su cara y Kitty me esquiva agachándose. Con mi mejor voz de zombi, digo:

—¡Quiero comerte el cerebro!

Kitty sale huyendo entre chillidos.

Cuando vuelvo a mi habitación, le envío un mensaje a Peter diciéndole que no necesito que me lleve a clase mañana. No le digo que me va a llevar Josh. Por si acaso.