Son los últimos días de verano y nuestros últimos días con Margot. Quizá no esté tan mal que haya roto con Josh: así podemos pasar más tiempo juntas como hermanas. Estoy segura de que Margot pensó en ello. Seguro que formaba parte del plan.
Estamos saliendo del vecindario cuando vemos pasar a Josh corriendo. El año pasado se apuntó al equipo de atletismo y ahora no hace más que correr. Kitty grita su nombre, pero las ventanillas del coche están subidas y él finge que no la oye.
—Da la vuelta —le ordena a Margot—. Quizá quiera acompañarnos.
—Hoy es una día sólo para las chicas Song —le explico.
Pasamos el resto de la mañana en Target, comprando cosas de última hora como combinados de frutos secos para el vuelo o desodorante y gomas para el pelo. Dejamos que Kitty empuje el carrito para que pueda hacer eso de tomar carrerilla y después subirse al carro como si montase en una cuadriga. Margot sólo le permite hacerlo un par de veces antes de obligarla a parar para que no moleste a los demás clientes.
Luego regresamos a casa y preparamos ensalada de pollo con uvas verdes para la comida, y enseguida nos dan las cinco y es hora de llevar a Kitty a su encuentro de natación. Preparamos un picnic para cenar que consiste en sándwiches de queso y jamón y macedonia y traemos el portátil de Margot para ver películas porque las competiciones de natación pueden durar hasta la noche. También hacemos una pancarta que dice: «¡Ánimo, Kitty!», en la que dibujo un perro. Papá se pierde el encuentro porque está ayudando a nacer a un bebé. La verdad es que, como excusa, resulta inmejorable. (Fue una niña y la bautizaron Patricia Rose en honor de sus dos abuelas. Papá siempre averigua el nombre y el segundo nombre para mí. Es lo primero que le pregunto cuando llega a casa después de un parto).
Kitty está tan entusiasmada por haber ganado dos medallas de oro y una de plata que se olvida de preguntar por Josh hasta que estamos en el coche de regreso a casa. Está en el asiento trasero, lleva la toalla envuelta en la cabeza como si fuese un turbante y se ha colgado las medallas de las orejas como si fuesen pendientes. Se inclina hacia delante y pregunta:
—¡Eh! ¿Cómo es que Josh no ha venido a mi competición?
Veo que Margot está dudando, así que respondo en su lugar. Tal vez sólo haya una cosa que se me dé mejor que a Margot: mentir.
—Esta noche tenía que trabajar en la librería. Pero le apetecía mucho venir.
Margot alarga el brazo por encima del compartimento central y me aprieta suavemente la mano en señal de gratitud.
—¡Era la última competición regular! Me prometió que iría a verme nadar —responde Kitty poniendo morros.
—Ha sido en el último momento. No ha podido dejar el trabajo porque uno de sus compañeros ha tenido una urgencia.
Kitty asiente a regañadientes. Por pequeña que sea, sabe bien lo que son los turnos de urgencia.
—Vamos a tomar un helado —dice Margot de repente.
A Kitty se le iluminan los ojos y los turnos de urgencia imaginarios quedan olvidados.
—¡Sí! ¡Quiero un gofre! ¿Puedo pedir un gofre con dos bolas de helado? Quiero menta y chocolate y cacahuete. No, sorbete arcoíris y doble de caramelo. No espera…
Me doy la vuelta en mi asiento.
—No te vas a terminar las dos bolas y el gofre. Quizá podrías comerte dos bolas en una copa, pero no con un gofre —le digo.
—Sí que puedo. Esta noche puedo. Estoy muerta de hambre.
—Vale, pero más te vale terminártelo todo —la reprendo. Agito el dedo en su cara como si la amenazase y Kitty pone los ojos en blanco y se le escapa una risita. En cuanto a mí, pediré lo de siempre: helado de cereza con trocitos de chocolate en un cucurucho de azúcar.
Margot entra en la zona de autoservicio. Mientras esperamos nuestro turno, digo:
—Apuesto lo que quieras a que en Escocia no tienen helados como éstos.
—Seguramente no —responde.
—No te podrás tomar otros así hasta Acción de Gracias.
Margot no aparta la vista del parabrisas.
—Navidades —corrige—. Acción de Gracias dura demasiado poco para venir hasta aquí, ¿recuerdas?
—Acción de Gracias será un rollo —gruñe Kitty.
Me quedo callada. Nunca hemos celebrado Acción de Gracias sin Margot. Siempre prepara el pavo y el guisado de brócoli y las cebollas con nata. Yo preparo las tartas (de calabaza y de nueces) y el puré de patatas. Kitty es la catadora y la que pone la mesa. No sé asar un pavo. Y nuestras dos abuelas estarán allí, y Margot es la favorita de Nana, la madre de papá. Dice que Kitty la agota y que yo soy demasiado soñadora.
De repente, me inunda el pánico y me cuesta respirar y ya no me importan los helados de cereza con trocitos de chocolate. No me imagino Acción de Gracias sin Margot. No puedo siquiera imaginarme el próximo lunes sin ella. Sé que la mayoría de las hermanas se llevan mal, pero estoy más unida a Margot que a nadie en el mundo entero. ¿Cómo podemos ser las chicas Song sin Margot?