20

Ocurre de manera curiosamente fortuita. Un choque de trenes en cámara lenta. Para que las cosas sucedan tan rematadamente mal, todo debe confluir y colisionar en el momento preciso o, en este caso concreto, en el peor momento.

Si el conductor del autobús no hubiese tenido problemas para recular al salir del vecindario, y por lo tanto hubiera tardado cuatro minutos de más en llegar al instituto, no me habría encontrado con Josh.

Si el coche de Josh hubiese arrancado y su padre no hubiese tenido que ayudarle a arrancarlo, Josh no habría pasado junto a mi taquilla.

Y si no hubiese tenido que reunirse con la señorita Wooten en su oficina, Peter no habría bajado por el pasillo diez segundos después. Y es posible que todo esto no hubiese ocurrido. Pero ocurrió.

Estoy en mi taquilla, la puerta está atascada e intento abrirla de un tirón. Por fin consigo que se suelte y ahí está Josh.

—Lara Jean… —Su ademán es de perplejidad y confusión—. He estado intentando hablar contigo desde anoche. Pasé por tu casa, pero no había manera de encontrarte… No entiendo nada. ¿Qué es esto?

Me muestra la carta.

—No lo sé… —me oigo decir a mí misma. Mi voz suena distante. Es como si estuviese flotando por encima de mí, observando cómo se desarrollan los hechos.

—Es de tu parte, ¿no?

—Guau. —Respiro hondo y acepto la carta, reprimiendo el deseo de llorar—. ¿De dónde la has sacado?

—La recibí por correo. —Josh hunde las manos en los bolsillos—. ¿Cuándo la escribiste?

—Hace mucho —respondo, y suelto una risita falsa—. Ni me acuerdo de cuándo fue. Puede que en primaria.

Buen trabajo, Lara Jean. Sigue así.

—Claro… Pero mencionas que fuimos al cine con Margot, Mike y Ben. Eso fue hace un par de años —añade, con lentitud.

Me mordisqueo el labio inferior.

—Sí. A ver, fue hace mucho tiempo. En el gran esquema de las cosas.

Siento que me están a punto de brotar las lágrimas y, si me desconcentro, aunque sólo sea por un segundo, lloraré y empeoraré mucho más las cosas, si es que eso es posible. Debo mantenerme tranquila, indiferente y desenfadada. Las lágrimas lo echarían todo a perder.

Josh me está mirando tan fijamente que tengo que apartar la mirada.

—Entonces… ¿Sientes… o sentías algo por mí o…?

—Sí, claro. En su momento me gustabas, antes de que Margot y tú empezarais a salir. Hace un millón de años.

—¿Por qué no dijiste nada? Porque Lara Jean… No sé… —Tiene la mirada fija en mí, y muestra confusión, pero también algo más—. Esto es de locos. Esto me ha pillado completamente desprevenido.

Tal como me mira ahora, siento como si hubiésemos viajado en el tiempo al día de verano cuando yo tenía catorce años y él quince y estábamos regresando a casa. Me miraba con tanta atención que estaba segura de que iba a intentar besarme. Me puse nerviosa, así que provoqué una discusión y no me volvió a mirar de esa manera.

Hasta ahora.

«No. Por favor, no».

Sea lo que sea lo que esté pensando, lo que quiera decir, no quiero escucharlo. Haré cualquier cosa, literalmente, cualquier cosa, para no escucharlo.

Antes de que pueda decir nada, suelto:

—Estoy saliendo con alguien.

Josh se queda boquiabierto.

—¿Qué?

¿Qué?

—Sí. Estoy saliendo con alguien. Un chico que me gusta mucho, así que no te preocupes por esto, por favor.

Sacudo la carta en el aire como si fuese un simple pedazo de papel, basura, como si hace unos años no hubiese volcado todos mis sentimientos en esta página. La meto en mi bolsa.

—Estaba muy confundida cuando la escribí; no sé ni cómo ha acabado en el correo. Para serte sincera, no vale la pena hablar del asunto. Así que por favor, por favor, no le digas a Margot nada de esto.

Josh asiente con un gesto, pero con eso no me basta. Necesito un compromiso verbal. Necesito escuchar las palabras saliendo de su boca. Así que añado:

—¿Lo juras? ¿Por tu vida?

Si Margot se enterara… Me moriría.

—Muy bien, lo juro. Tampoco hemos hablado desde que se marchó.

Suelto un gran suspiro de alivio.

—Genial. Gracias.

Estoy a punto de alejarme cuando Josh me detiene.

—¿Quién es?

—¿Quién?

—El chico con el que sales.

Entonces le veo. Peter Kavinsky, bajando por el pasillo. El hermoso Peter Kavinsky de cabello oscuro. Está tan guapo que merece música de fondo.

—Peter. Kavinsky. ¡Peter Kavinsky!

Suena el timbre y me deslizo junto a Josh a toda prisa.

—¡Me tengo que ir! ¡Luego hablamos, Josh!

—¡Espera! —exclama Josh.

Corro hasta Peter y me lanzo a sus brazos como una bala de cañón. Tengo los brazos en torno a su cuello y las piernas en torno a su cintura, y no entiendo cómo se las arregla mi cuerpo, porque nunca había tocado a un chico de esta forma en toda mi vida. Es como si estuviésemos en una película y la música se exalta y las ondas colisionan a nuestro alrededor. Excepto por el detalle de que la expresión de Peter es de puro shock, incredulidad y quizá una gota de diversión. Arquea una ceja y acierta a comentar:

—¿Lara Jean? ¿Qué…?

No contesto. Me limito a besarlo.

Lo primero que pienso es: «Conservo la memoria muscular de sus labios».

Lo segundo que pienso es: «Espero que Josh esté mirando. Tiene que estar mirando, o nada de esto habrá servido».

El corazón me late tan rápido que me olvido de tener miedo de hacerlo mal. Porque durante unos tres segundos, me devuelve el beso. Peter Kavinsky, el chico de los sueños de todas las chicas, me está devolviendo el beso.

Tampoco he besado a tantos chicos. Peter Kavinsky, John Ambrose McClaren, el primo de Allie Feldman que tenía el ojo raro y, ahora, otra vez a Peter.

Abro los ojos y Peter me está mirando con la misma expresión en la cara. Con toda sinceridad, digo:

—Gracias.

—De nada —responde. De un salto, me zafo de entre sus brazos y salgo corriendo en dirección contraria.

Invierto toda la clase de historia y la mayor parte de la de inglés en calmar los latidos frenéticos de mi corazón. He besado a Peter Kavinsky. En el pasillo, delante de todo el mundo. Delante de Josh.

No lo había sopesado bien, obviamente. Eso es lo que diría Margot, incluyendo e insistiendo en el «obviamente». Si lo hubiese sopesado, me habría inventado un novio y no habría escogido a una persona real. En concreto, no habría escogido a Peter K. Es, sin lugar a dudas, el peor chico a quien podría escoger porque todo el mundo le conoce. Es Peter Kavinsky, por Dios bendito. Kavinsky, de Gen y Kavinsky. No importa que hayan roto. Son una institución en esta institución.

Me paso el resto del día escondida. Incluso tomo el almuerzo en el baño de las chicas.

Mi última clase del día es educación física. Con Peter. El entrenador White nos presenta la sala de pesas y tenemos que practicar con las máquinas. Peter y sus amigos ya saben utilizarlas, así que se separan del grupo y se pasan la pelota entre ellos, de modo que no tengo oportunidad de hablar con él. En una ocasión, me pilla mirándole y me guiña el ojo, y deseo que la tierra se abra bajo mis pies y me trague de una vez.

Después de la clase, espero a Peter delante del vestuario de los chicos, planeando qué voy a decirle. Empezaré con:

—Sobre lo de esta mañana… —y luego soltaré una risita, ¡como si fuese graciosísimo!

Peter es el último en salir. Tiene el pelo húmedo de la ducha. Es raro que los chicos se duchen en la escuela porque las chicas no lo hacen nunca. Me pregunto si tienen compartimentos ahí dentro o sólo un montón de duchas y nada de intimidad.

—Hola —dice al verme, pero no se para.

—Sobre lo de esta mañana… —le digo a su espalda, y me pongo a reír. Peter se da la vuelta y se me queda mirando.

—Ah, sí. ¿A qué ha venido?

—Ha sido una broma estúpida —empiezo.

Peter se cruza de brazos y se apoya en las taquillas.

—¿Ha tenido algo que ver con la carta que me enviaste?

—No. Bueno, sí. De una manera indirecta.

—Mira —dice con amabilidad—. Me pareces guapa. En un sentido poco convencional. Pero Gen y yo acabamos de romper y no estoy en situación de convertirme en el novio de nadie. Así que…

Me quedo con la boca abierta. ¡Peter me está rechazando! Ni siquiera me gusta y me está rechazando. ¿Y qué es eso de «poco convencional»? ¿Dice que soy «poco convencional»? «Guapa en un sentido poco convencional» es un insulto. ¡Es un insulto evidente!

Peter sigue hablando con expresión bondadosa.

—A ver, me siento halagado. Haberte gustado todo este tiempo es un halago, ¿sabes?

Ya es suficiente. Más que suficiente.

—No me gustas —interrumpo en voz bien alta—. Así que no tienes por qué sentirte halagado.

Ahora le llega a Peter el turno de mostrarse atónito. Echa un vistazo rápido alrededor para ver si alguien lo ha oído. Se inclina hacia delante y susurra:

—Entonces ¿por qué me has besado?

—Te he besado porque no me gustas —le explico, como si resultase evidente—. Alguien envió mis cartas. No fui yo.

—Un momento. ¿Cartas? ¿Cuántos hay como yo?

—Cinco. Y el chico que sí me gusta también recibió una…

Peter frunce el ceño.

—¿Quién?

¿Por qué iba a contárselo?

—Eso es… información personal.

—Eh, tengo derecho a saberlo, ya que me has metido en tu pequeño melodrama —razona Peter en tono incisivo—. Si es que el chico existe de verdad.

—¡Claro que existe! Es Josh Sanderson.

—¿No está saliendo con tu hermana?

Asiento con un gesto. Me sorprende que lo sepa. No pensaba que Josh y Margot apareciesen en su radar.

—Acaban de romper. Pero no quiero que sepa que siento algo por él… por razones evidentes. Así que… le dije que eras mi novio.

—O sea, que me has utilizado para salvar las apariencias…

—Básicamente.

Básicamente. Exactamente.

—Eres una chica extraña.

Primero soy guapa en un sentido poco convencional, y ahora soy una chica extraña. Sé lo que eso significa.

—Bueno, gracias por seguirme la corriente, Peter. —Le ofrezco lo que espero que parezca una sonrisa deslumbrante y me doy la vuelta—. ¡Nos vemos!

Peter alarga la mano y me agarra de la mochila.

—Espera. Sanderson piensa que soy tu novio, ¿no? ¿Qué vas a decirle?

Intento desembarazarme de él, pero no me lo permite.

—Todavía no he encontrado la respuesta, pero lo haré. —Alzo el mentón—. Soy así de poco convencional.

Peter suelta una carcajada, con la boca completamente abierta.

—Mira que eres extraña, Lara Jean.