Charles había estado regañando a Dolly. La pobre se merecía el rapapolvo y lo aceptó como justo, pero su cabeza humildemente inclinada no se sometía, y sus gorjeos empezaron a mezclarse con la tormenta apenas ésta comenzó a amainar.
—Has despertado al niño. Estaba segura de que lo despertarías. A rorró, a rorró. Yo no tengo ninguna culpa de lo que haga mi tío Percy, ni nadie, ¡no faltaría más!
—Conque no, ¿eh? ¿Y quién le invitó mientras yo estaba fuera? ¿Quién invitó a mi hermana para que lo conociera? ¿Quién los envió a pasear en coche día tras día?
—Charles, esto me recuerda un poema.
—¿Ah, sí? Pues ahora bailaremos al compás de una música distinta. Miss Schlegel nos tiene a todos en un puño.
—Lo único que puedo hacer es sacarle los ojos a esa mujer, pero de ahí a decir que es culpa mía… me parece completamente injusto.
—Es culpa tuya, y hace cinco meses lo admitías.
—No es verdad.
—Sí, lo admitías.
—Duérmete, niño, duérmete ya —exclamó Dolly repentinamente dedicada al niño.
—Muy bonito, desvías la conversación, pero papá jamás habría soñado en casarse mientras Evie estuviera con él para hacerle compañía. Pero, claro, tú tenías que meterte a casamentera. Además, Cahill es un viejo.
—Ah, muy bien, ahora vas a ser grosero con el tío Percy…
—Miss Schlegel siempre ha tenido entre ceja y ceja quedarse con Howards End y ahora, gracias a ti, ya lo ha conseguido.
—Esta manera tuya de retorcer las cosas y hacerlas coincidir es de lo más injusto. No te habrías comportado con más grosería si me hubieras visto galanteando con otro. ¿Verdad, ricura?
—Estamos en un aprieto y hay que hacer lo que se pueda. Contestaré la carta de papá procurando ser comedido. Está deseoso de hacer las cosas bien. Pero no pienso olvidarme de esas Schlegel en un abrir y cerrar de ojos. Mientras se comporten correctamente, ¿me oyes, Dolly?, mientras se comporten correctamente, nosotros nos portaremos bien. Pero si me entero de que se les suben los humos, si intentan monopolizar a papá, si le tratan mal o le dan la lata con sus bestialidades artísticas, me van a oír, ya lo creo que sí. ¡Ocupar el lugar de mi madre! ¡Dios sabe lo que dirá el pobre Paul cuando se entere de las novedades!
El interludio toca a su fin. Ha tenido lugar en el jardín de la casa de Charles, en Hilton. Dolly y él están sentados en sendos canapés y el coche los mira con placidez desde su garaje, al otro extremo del parterre. Una edición reducida de una canastilla que berrea, y para dentro de poco se espera la tercera edición. La naturaleza fabrica nuevos Wilcox en su pacífica mansión para que puedan heredar la tierra.