3

Querida Tania:

No tengo noticias tuyas. ¿Qué estás haciendo? ¿Va todo bien? Oleg me dijo que hace días que no te ve. No puedo preocuparme por ti también. Ya tengo bastantes locuras en mis manos.

Por cierto que mejoran por momentos.

Escríbeme inmediatamente. No me importa si se te han caído las manos. Te perdoné una vez que no me escribieras, pero no sé si podré ser tan caritativo otra vez.

Como sabes, ya casi es la hora. Necesito tu consejo: vamos a enviar un grupo de reconocimiento de seiscientos hombres. Es realidad es algo más que una fuerza de reconocimiento, es un ataque de prueba para tantear las defensas alemanas mientras los demás esperamos. Si las cosas van bien, nosotros los seguiremos.

Tengo que escoger los batallones que irán.

¿Alguna idea?

P. D. No me has dicho qué pasa con Stanislav.

Querido Shura:

No envíes a tu amigo Marazov.

¿Puedes enviar algunas unidades de suministro? Ah, perdona, no tiene ninguna gracia.

En el mismo sentido, debemos tener presente que nuestro muy correcto Alexandr Pushkin desafió a duelo al barón Georges D’Anthes, y no vivió para escribir un poema al respecto. Por lo tanto, más que buscar venganza, sencillamente debemos mantenernos apartados de aquello que puede hacernos daño, ¿de acuerdo?

Estoy bien. Tengo muchísimo trabajo en el hospital. Apenas si paso por casa. Allí no me necesitan. Shura, cariño, por favor, no te vuelvas loco de preocupación por mí. Estoy aquí, y espero con ansia el momento de volver a verte. Eso es todo lo que hago, Alexandr, esperar el momento de volver a verte.

Ahora está oscuro de la mañana a la noche, con sólo una hora de luz al mediodía. Pero pensar en ti es mi sol, así que mis días son siempre soleados y calurosos.

TATIANA

P. D. A Stanislav lo reclamó la Unión Soviética.

Querida Tania:

Pushkin no necesitó volver a escribir después de «El jinete de bronce», y nunca lo hizo, dado que murió muy joven. Pero tienes razón: los justos no siempre trazan el sendero hacia la gloria, aunque a menudo lo hacen.

No me importa lo ocupada que estés, tienes que escribirme más de un par de líneas a la semana.

ALEXANDR

P. D. Y tú que querías tener lo mismo que tienen Inga y Stanislav.

Queridísima Tatiasha:

¿Qué tal has pasado el Año Nuevo? Confío en que hayas comido algo delicioso. ¿Has ido a ver a Oleg?

No estoy muy feliz que se diga. Pasé el fin de año en el comedor de campaña con un montón de personas, y ninguna de ellas eras tú. Te echo de menos. Algunas veces sueño con una vida en la que tú y yo chocamos nuestras copas en un brindis por el Año Nuevo. Tomamos algunas copas de vodka y fumamos no sé cuántos cigarrillos. Brindamos porque 1943 resulte mejor que 1942.

Brindé mientras recordaba el verano de 1942.

ALEXANDR

P. D. Perdimos a los seiscientos. No envié a Tolia. Dijo que me lo agradecerá cuando se acabe la guerra.

P. D. Maldita sea, ¿dónde estás? Hace diez días que no tengo noticias tuyas. No te habrás marchado a Lazarevo ahora que me había acostumbrado a tener tu espíritu valiente a sólo setenta kilómetros de distancia. Por favor, escríbeme una carta cuanto antes, Tania. Sabes que nos vamos y que no volveremos hasta que los frentes del Voljov y Leningrado se den la mano. Necesito tener noticias tuyas. Necesito una palabra. No me envíes al hielo sin una palabra tuya, Tatiana.

¡Mi adorado Shura!:

Estoy aquí, estoy aquí, ¿no me sientes, soldado?

Pasé el Año Nuevo en el hospital, y sólo quiero que sepas que brindo contigo todos los días.

Trabajo no sé cuántas horas al día. Muchas veces me quedo a dormir en el hospital y ni siquiera aparezco por casa.

¡Shura! Tan pronto como regreses, tienes que venir a verme deprisa y corriendo. Aparte de las razones evidentes, tengo algo fantástico, sorprendente y maravilloso de lo que necesito hablarte con urgencia. ¿Necesitas una palabra mía? Te daré una, la palabra es ESPERANZA.

Tuya,

TANIA