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La primera carta de Alexandr llegó al cabo de dos semanas.

Tatiasha:

¿Puede haber algo más duro que esto? Extrañarte es un dolor que me coge muy temprano por la mañana y ya no me abandona hasta que respiro por última vez despierto.

Mi consuelo en estos días vacíos del verano es saber que tú estás segura, viva y sana; lo peor, que tienes que soportar la servidumbre con cuatro viejas bienintencionadas.

Los paquetes de madera más livianos son los que están primeros en la pila. Los más pesados son para el invierno. Resérvalos para el final; se necesita ayuda para cargarlos, así que, por mucho que me pese, llama a Vova. No te hagas daño, y no llenes los cubos de agua hasta arriba. Pesan demasiado.

En cuanto me presenté, me enviaron al Neva, donde estuvimos preparando el ataque durante seis días. Intentamos cruzar el río en barcazas, y nos aplastaron en dos horas. No tuvimos la más mínima oportunidad. Los alemanes bombardearon las barcazas con sus Vanyushas, que son su versión de mis lanzacohetes. Hundieron todas las barcazas, perdimos un millar de hombres, sin conseguir absolutamente nada. Ahora estamos buscando otros lugares para cruzar el río. Estoy bien, pero llueve desde hace diez días, y estoy hundido en el barro hasta la cintura de la mañana a la noche. No hay ningún lugar donde dormir, que no sea en el fango. Nos acostamos sobre los abrigos y confiamos en que en algún momento deje de llover. Sucio y empapado, casi siento lástima de mí mismo hasta que pienso en ti durante el asedio.

He decidido que a partir de ahora haré eso. Cada vez que piense que lo estoy pasando muy mal, recordaré cuando tuviste que enterrar a tu hermana en el lago Ladoga.

No sabes cuánto deseo que no tuvieras que cargar con la cruz de Leningrado durante el resto de tu vida.

Tendremos un período de calma durante las semanas venideras, hasta que nos reagrupemos. Ayer cayó una bomba en el puesto de mando. El comandante no estaba. Sin embargo, la inquietud no desaparece. ¿Cuándo caerá la próxima?

Juego a las cartas y al fútbol. Fumo. Pienso en ti.

Te envié dinero. Ve a Molotov a finales de agosto.

No te olvides de comer bien, mi bollo caliente, mi sol de medianoche. Bésate la palma por mí, y después apóyala en tu corazón.

ALEXANDR

Tatiana leyó la carta de Alexandr un centenar de veces, se aprendió de memoria todas y cada una de las palabras. Dormía con el rostro apoyado en ella para que le infundiera valor.

Mi amor, mi Shura:

No hables de mi cruz, primero quítate la tuya de los hombros.

¿Cómo sobreviví el invierno pasado? No lo sé, pero ahora lo recuerdo casi con nostalgia. Porque me movía. Había movimiento dentro de mi cuerpo. Tenía energía para mentir, para fingir delante de Dasha, para mantenerla viva. Caminaba. Estaba con mamá. Estaba demasiado ocupada y no tenía tiempo para morir. Estaba demasiado ocupada ocultando mi amor por ti.

Pero ahora me despierto y pienso en cómo pasar el resto del día hasta la hora de dormir.

Para adaptarme otra vez a la vida, me he rodeado con las personas del pueblo. Tú creías que era malo. Desde la mañana a la noche cuido a Irina Persikova. Le amputarán una pierna en el hospital de Molotov, porque tiene una infección o algo así. Creo que ella me gusta porque lleva el nombre de mi madre.

Pienso en Dasha. Echo de menos a mi hermana.

Pero su rostro no es el último que veo antes de dormirme. Es el tuyo.

Tú eres mi granada de mano, mi fuego de artillería. Has reemplazado mi corazón con tu ser.

¿Piensas en mí con tu fusil en tus manos?

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo conseguir que no te maten? Estos pensamientos ocupan mi mente durante todas las horas que estoy despierta. ¿Qué puedo hacer desde aquí para mantenerte vivo?

Vivo o muerto, los soviéticos te abandonarán en el campo de batalla.

¿Quién te curará si caes?

¿Quién te enterrará si mueres? Enterrarte como mereces, rodeado de reyes y héroes.

Tuya,

TATIANA

Tatia:

Me preguntas cómo me las arreglo para seguir vivo. Yo diría que bastante mal, pero así y todo mejor que Iván Petrenko.

Mi comandante me dice: «Escoja a sus mejores hombres»; lo saludo, y lo hago. Entonces los matan. ¿A mí eso en qué me convierte?

Hoy nos hemos vistos sometidos a un fuego de artillería despiadado. Todavía me cuesta creer que estoy vivo para escribirte estas palabras. Estamos aprovisionando a las tropas al otro lado del río. Íbamos en botes de remo cargados con comida, armas, municiones y soldados de reemplazo. Pero los alemanes son implacables con su artillería instalada en los altos de Siniavino, no podemos eludirlos ni llegar hasta ellos; se sientan en las colinas como buitres y nos disparan sus obuses. Por lo general, no suelo participar en estas misiones suicidas, no estoy tan loco y el comandante lo sabe, pero hoy no había nadie más para guiar a las embarcaciones.

Petrenko está muerto. Ya estábamos camino de regreso a nuestra orilla, cuando lo alcanzó un trozo de metralla. Le arrancó un brazo. Me lo cargué a la espalda, y, en mi desesperación y locura, me agaché para recoger el brazo. Lo recogí, y él se cayó de mi espalda. Mientras lo miraba tendido en el fondo de la embarcación, me pregunté: «¿Qué estoy haciendo? ¿Quién le coserá el brazo en su sitio?».

Comprendí que no quería verlo a él y al brazo reunidos. Sólo quería que los enterraran juntos. No hay ninguna dignidad en un hombre destrozado. El hombre debe estar entero para que el alma pueda encontrarlo. Lo enterré con su brazo en el bosque, cerca de un pequeño abedul. Me había comentado una vez que le gustaban los abedules. Me llevé su fusil; apenas si nos quedan armas, pero le dejé el casco.

Me gustaba. ¿Qué justicia es ésta que deja morir a un hombre bueno como Petrenko, y permite que viva alguien como Dimitri, que está enfermo y lisiado?

¿Sabes qué pensé mientras estaba en aquel bote?

Pensé: «Tienes que seguir vivo. Tatiasha nunca te lo perdonaría».

Pero la guerra es injusta, como has podido ver. Un hombre bueno tiene tantas probabilidades de morir como uno malo. Quizá más.

Quiero que sepas que si me ocurriese algo, no debes preocuparte por mi cuerpo. Mi alma no regresará a él, ni a Dios. Volará directamente a ti, donde sabe que puede encontrarte, en Lazarevo. No quiero estar con los reyes y los héroes, sino con la reina del lago Ilmen.

ALEXANDR