Alexandr caminaba a paso rápido por Ligovski. Permanecieron en silencio durante unos minutos, y después Dimitri dijo, casi sin aliento:
—Una familia agradable.
—Muy agradable —admitió Alexandr, con voz calma. A él no le faltaba el aliento, y no quería hablar con Dimitri de los Metanov.
—Recuerdo a Dasha —añadió el soldado, que apenas podía mantenerse a la par de su superior—. Creo que te vi con ella unas cuantas veces en Sadko.
—Sí.
—Su hermana no está mal, ¿no te parece?
Alexandr no respondió.
—Georgi Vasilievich dijo que Tania estaba a punto de cumplir los diecisiete años —prosiguió Dimitri. Sacudió la cabeza—. ¡Diecisiete! ¿Recuerdas cuando teníamos diecisiete años, Alexandr?
—Demasiado bien —contestó Alexandr, sin aminorar el paso. Deseó poder acordarse menos de los diecisiete. Dimitri había dicho algo—. No te escuché, perdona. ¿Qué?
—Preguntaba —repitió Dimitri pacientemente— si tú crees que es menor o mayor para su edad.
—En tu caso da lo mismo. Es demasiado joven para ti, Dimitri —manifestó Alexandr con un tono frío.
Dimitri guardó silencio durante unos metros más, pero después volvió a la carga.
—Es muy bonita.
—Sí, pero sigue siendo demasiado joven para ti.
—¿A ti qué más te da? Tú te has ligado a la hermana mayor. Por mi parte, intentaré conocer mejor a la más joven. —El soldado soltó una carcajada—. ¿Por qué no? Podríamos formar un cuarteto, ¿no crees? Dos buenos amigos, dos hermanas, hay una simetría…
—Dima, ¿qué me dices de Elena, la chica de anoche? Me dijo que le gustabas mucho. Si quieres te la presentaré la semana que viene.
—¿Has hablado con Elena? —Dimitri se echó a reír—. No. Puedo tener docenas de chicas como Elena. Además, ¿por qué no también a Elena? No, Tatiana no es como las demás. —Se frotó las manos, sonriente.
En el rostro de Alexandr no se movió ni un solo músculo. No parpadeó, no apretó los labios ni frunció el entrecejo. No se movió nada, excepto sus piernas, cada vez más rápidamente.
Dimitri tuvo que trotar para no quedarse atrás.
—Alexandr, espera. En cuanto a Tania… sólo quiero estar seguro… a ti no te importa, ¿verdad?
—Por supuesto que no, Dima —respondió Alexandr, con voz calma, sin perder el control—. ¿Por qué iba a importarme?
—¡Eso es! ¿Por qué? —Palmeó la espalda del teniente—. Eres un buen tipo. Una pregunta rápida, ¿quieres que prepare algo para…?
—No.
—Pero si estarás de servicio toda la noche. Venga, nos divertiremos como siempre.
—No esta noche. —Alexandr hizo una pausa—. Otra vez no, ¿de acuerdo?
—Pero…
—Llego tarde. Tendré que correr. Nos veremos en el cuartel.