Capítulo XVI

BUCHEZ. PECQUEUR

LA importancia dada al principio de «asociación» como medio de emancipación del hombre en los escritos de Louis Blanc está indudablemente influida por la obra de Philippe-Joseph-Benjamin Buchez (1796-1865), que con frecuencia es considerado como el «padre» del movimiento cooperativista francés. Buchez, que era doctor en medicina, tuvo una carrera variada, e intelectualmente pasó por muchas fases. Con Bazard fue uno de los principales fundadores de los carbonarios franceses. Detenido y juzgado en 1825 por conspirar contra el gobierno, tuvo la suerte de ser absuelto por falta de pruebas. Después, también con Bazard, se unió a los saint-simonianos, y la influencia de Saint-Simon es muy clara en la mayor parte de sus escritos. Colaboró en el periódico saint-simoniano Le Producteur, en el cual fueron elaboradas por primera vez las ideas económicas de la escuela. No pudo, sin embargo, seguir a los saint-simonianos en las aventuras religiosas a las que les guió la jefatura de Enfantin. Era católico y volvió a la ortodoxia religiosa en reacción contra las ideas de Enfantin. Al dejar a los saint-simonianos en 1829, trató de fundar una escuela neocatólica de «socialistas» e intentó continuar las ideas de Saint-Simon tentó en el campo de la industria como en la federación europea. En 1831 inició un periódico, L’Européen, para difundir sus ideas; y dos años más tarde publicó un libro muy elaborado, Introduction á la Science de l’histoire, en el cual expone una teoría de la historia en la que sigue mucho a Saint-Simon. Buchez divide toda la historia en cuatro grandes épocas, señalada cada una por una gran revolución religiosa; y cada época la dividía a su vez en tres períodos, en los cuales predominaba sucesivamente el «deseo», la «actividad intelectual» y la «aplicación». A través de todas estas épocas corre, según él creía, un hilo continuo de progreso. La cuarta época se inició con la venida del cristianismo, y está destinada a completarse con la aplicación total de los principios cristianos de igualdad, fraternidad y caridad para la organización de la sociedad. La Iglesia católica debía haber realizado esta misión, pero no lo ha hecho; y por ello ha sido necesario procurar la aplicación de las enseñanzas de Jesús por otros medios. Buchez creía que la Revolución Francesa fue el punto de partida de este proceso, pero deseaba que la labor ulterior de la revolución estuviera penetrada por el espíritu del cristianismo.

Después de su ruptura con los saint-simonianos estimó cada vez más como agente principal de este progreso la asociación de los obreros. En 1831 fundó una asociación de ebanistas, que sirvió de modelo a muchas sociedades cooperativas de producción posteriores; y L’Européen llegó a ser el órgano del movimiento cooperativista. En esta época Buchez se había apartado mucho del revolucionarismo de su juventud, y había llegado a creer que la asociación ofrece los medios para crear la nueva sociedad, sin revolución, en el seno de la sociedad existente.

Además de su labor en L’Européen, Buchez publicó entre 1833 y 1838 una inmensa Histoire parlementaire de la Revolution française, preparada en colaboración con Roux-Lavergne y muy utilizada por Carlyle en su obra sobre la revolución. Esta obra fue seguida de su Essai d’un traité complet de philosophie au point de vue du catholicisme et du progrès (1839-40). En éste sostiene que la moralidad del hombre no es una idea innata que pertenezca al reino de la naturaleza, sino un don de la revelación divina, a la cual va unida una certeza completa, porque pasa directamente de Dios a la mente del hombre. De este modo trata de conciliar su catolicismo con su progresismo, y de encontrar una fórmula cristiana para sus creendas democráticas.

En 1840 los partidarios de Buchez fundaron L’Atelier, que duró hasta 1850, y llegó a ser el periódico principal dedicado a fomentar las asociaciones de productores. Buchez mismo se relacionó activamente con el periódico liberal Le National, y también trabajó con Louis Blanc, con quien tiene mucho de común. Su relación con los «nacionales» le llevó a la presidencia de la asamblea constituyente elegida después de la revolución de 1848; pero no mostró aptitud para desempeñar cargos públicos, y pronto perdió su puesto cuando la nueva ideología derivó hada la derecha. Después se retiró a la vida privada. Continuó escribiendo, y su última obra importante fue su Traité politique de science sociale, publicado en 1866, poco después de su muerte.

Buchez pertenece más a la historia del movimiento cooperativista que a la del socialismo. Pero en su tiempo la relación entre los dos era muy estrecha, como hemos visto tanto en el caso de Fourier como en el de Robert Owen. Como ellos, pero a diferencia de los saint-simonianos y de Louis Blanc, creía sobre todo en la acción voluntaria completamente aparte del Estado, aunque era también un partidario decidido de la reforma política, y no era contrario a la acción del Estado del tipo propuesto por Louis Blanc. Su «voluntarismo» estaba muy influido por sus opiniones religiosas; porque creía que la asociación conseguiría libertar a los obreros sólo si estaba firmemente basada en los principios cristianos de fraternidad. Esta fue la parte de su doctrina que atrajo a J. M. Ludlow, que trasmitió a F. D. Maurice lo que había aprendido de Buchez, y ayudó a fundar el socialismo cristiano inglés basado principalmente en las enseñanzas de Buchez y de su escuela. Mientras a Kingsley influyó más Lamennais, y E. V. Neale por lo menos en la misma proporción por Owen, Ludlow era casi una repetición de Buchez, y las asociaciones fundadas por los Chistian Socialist Promoters («Impulsores» del socialismo cristiano) de Inglaterra en gran parte fueron una imitación de los primeros experimentos de Buchez en Francia. Buchez no era una gran personalidad, ni un gran caudillo; pero no puede dejarse en olvido su contribución a la oleada de ideas que inundó a Francia después del regreso de los Borbones.

Como en Buchez, en Constantin Pecqueur (1801-1887) influyeron mucho los saint-simonianos; y también basaba su filosofía social en cimientos cristianos. Pero, mientras Buchez veía la solución en la «asociación», Pecqueur fue uno de los primeros que formuló un programa colectivista. Muy enterado de las doctrinas económicas clásicas, a las que era completamente opuesto, Pecqueur se daba cuenta también de que la revolución industrial significaba un rápido desarrollo de las empresas en gran escala, lo que suponía el uso de máquinas costosas, y que los obreros no estaban en situación de adquirirlas mediante métodos voluntarios de ayuda propia. Por esto pensó en el Estado, para que se encargase de toda la producción, siendo el dueño y gerente de la industria, de tal modo que sus obreros se convertirían en empleados del Estado. Por consiguiente, se diferencia de Louis Blanc como también de Buchez; porque Blanc, como hemos visto, quería que el Estado, después de tomar la iniciativa de establecer los talleres nacionales, los entregase a los obreros para ser dirigidos con autonomía, sometidos a las funciones coordinadoras de las corporaciones nacionales que propuso crear para cada industria. Louis Blanc en 1848 llamó a Pecqueur y su colaborador François Vidal, para que participasen en los trabajos de la comisión del Luxemburgo, y tomaron parte principal en la preparación de sus informes.

El primer libro importante de Pecqueur, Economía Social (1839), llevaba el subtítulo, «En relación con los intereses del comercio, industria, agricultura y de la civilización en general, bajo la influencia de las aplicaciones del vapor». Es importante especialmente teniendo en cuenta cuánto hace resaltar el influjo determinante de las condiciones económicas sobre la estructura de las clases y sobre todas las instituciones y relaciones sociales. Tanto en éste como en su segundo libro Traité des Améliorations Matérielle, bosqueja una teoría que en muchos aspectos anticipa la doctrina de Marx acerca del desarrollo histórico. Describe la sociedad burguesa contemporánea y su evolución relacionándola con el proceso de avance tecnológico; hace resaltar el factor de la acumulación de capital y de la concentración de la propiedad y su administración en relación con el crecimiento del proletariado moderno; y mostró cómo este desarrollo ha originado una nueva estructura de clases, lo cual va acompañado de conciencia de clase y del fenómeno de su lucha entre la burguesía y el proletariado. Pero, en lugar de basar su teoría económica, como hizo Marx, en una crítica de la economía política ortodoxa, conservando la mayor parte de sus conceptos principales, Pecqueur trató de apartarse de ella y de formular una teoría por completo independiente. Al hacer esto siguió una línea muy diferente a la de Marx. Su concepción cristiana y su idealismo le impedían formular una doctrina de lucha de clases, como medio para establecer el nuevo orden: recurría, como lo hacían otros muchos de los primeros socialistas, a la ética, basando su defensa de la propiedad colectiva y su dirección en razones de justicia y en principios cristianos.

Esto ha conducido a que se juzgue menor su influjo sobre Marx, y a que se haya intentado establecer una diferencia profunda entre su teoría «tecnológica» de la evolución social y la concepción «materialista» de Marx. Las diferencias entre Marx y Pecqueur son fundamentales, pero este punto no puede considerarse como la divergencia principal. Marx también daba mucha importancia a los factores tecnológicos: Pecqueur difiere de él al negarse a aceptar la opinión de que las relaciones humanas están determinadas por ellos de tal modo que excluyen el influjo de la voluntad. En efecto, creía que, si bien las fuerzas tecnológicas moldeaban necesariamente las relaciones sociales, la forma en que esto se realizaba dependía de cómo el hombre manejaba esas fuerzas, de tal manera que al Estado le era posible dar orientaciones diversas a la estructura social dentro de los límites generales impuestos por los factores técnicos. Pecqueur no era, pues, un determinista, sino un cristiano creyente en el libre albedrío; y esto ha impedido que los marxistas vean la importancia fundamental de su análisis del influjo de las condiciones materiales en la estructura de las clases, y de su exposición histórica del desarrollo del capitalismo.

La influencia saint-simoniana fue grande en Pecqueur, sobre todo a través de Bazard cuando interpreta la opinión de Saint-Simon acerca del desarrollo histórico. Su teoría de la historia es, como la de Bazard, sobre todo tecnológica; y como Saint-Simon, hace resaltar la acción creadora de los científicos e inventores contra la idea de que el progreso está determinado por fuerzas puramente materiales. Pero no acepta la desconfianza saint-simoniana respecto al hombre corriente; ni estaba dispuesto a permitir que los técnicos llegasen a ser los jefes no controlados de la nueva sociedad.

Pecqueur se apartó de la escuela saint-simoniana, sobre todo a causa de su creencia en la democracia. Rechazó la idea de los saint-simonianos de una sociedad industrial administrada y dirigida por ingenieros, e insistía en que los técnicos debían manejar los instrumentos de producción bajo un control democrático. En su Théorie nouvelle d’économie sociale et politique [Nueva teoría de la economía social y política] (1842) desarrolla su teoría democrática y colectivista en relación con su concepción ética de la justicia social, presentando al colectivismo como una deducción económica, bajo las condiciones industriales modernas, de la ley moral cristiana. También formuló una teoría del valor basado en el trabajo, fundada, como la de Owen, en la noción de «tiempo de trabajo», pero aplicable sólo a los intercambios económicos de una sociedad socialista: no intentó, como los antirricardianos ingleses y Marx hicieron, formular ninguna teoría acerca de la determinación del valor de la «fuerza de trabajo» bajo las condiciones de la explotación capitalista. Esta laguna también contribuyó a que los socialistas posteriores le diesen menos importancia.

Además de sus escritos sobre economía, Pecqueur escribió mucho acerca de la paz y las relaciones internacionales. Sentía aversión profunda hada la violencia, y fue un defensor entusiasta de la federación europea como medio para evitar la guerra. También aquí es evidente el influjo de Saint-Simon. Su libro De la Paix, de son principe et de sa realisation (1842) sigue estando en la tradición saint-simoniana.

Después de 1848 la influencia de Pecqueur disminuyó rápidamente. No estaba de acuerdo con lo que sucedía en Francia, y su concepción ética-cristiana le separó de los grupos que seguían las enseñanzas de Marx o de Proudhon. Después de su Salvación del pueblo (1849) publicó poco que tuviese importancia, aunque vivió cuarenta años más. Fue realmente un precursor de gran parte de la doctrina colectivista moderna no marxista; pero cuando esta doctrina volvió a formularse ya más avanzado el siglo, lo que él había contribuido a ella se había olvidado en gran parte.