LA ACCIÓN DE CONTENCIÓN
Durante la noche del 6 de octubre, el general Hofi regresó de su Cuartel General avanzado y transfirió la responsabilidad de la defensa del Golán a Raful Eytan. El panorama era desesperado: el sector sur estaba completamente abierto; los pelotones debían enfrentarse a batallones completos y, a veces, a brigadas; las fuerzas sirias se abrían paso a través de las brechas abiertas en la línea defensiva gracias a su superioridad numérica. Las fortificaciones se encontraban sometidas a un intenso ataque pero sus informes seguían proporcionando un cuadro preciso de la situación en el frente de batalla. Algunas de ellas recibieron autorización para replegarse; el resto permaneció en sus puestos y los hombres lucharon con valentía y tenacidad increíbles. Ninguna fortificación fue capturada por los sirios durante los combates. Durante toda la noche Hofi instó a los reservistas a que acudieran a sus posiciones. La rapidez de la movilización había afectado la fluidez de la maquinaria. Se produjeron algunos retrasos frustrantes. Los tanques estaban preparados pero las municiones no llegaban. Ordenándoles que no prestasen atención a los marcos organizativos, Hofi presionó a los comandantes de la reserva para que enviasen rápidamente las fuerzas a primera línea en pelotones y compañías en cuanto estuviesen listas.
Cuando esta noche de pesadilla tocó a su fin, el panorama era desolador. La batalla principal parecía estar librándose en el área de Nafekh, con los sirios lanzando un feroz ataque contra este cruce vital con sus flamantes tanques T62. En la ruta sur, las fuerzas sirias habían tomado Ramat Magshimim y se encontraban a menos de 800 metros de El Al. En la cuesta de Gamla habían alcanzado las obras abandonadas que señalaban su frustrado intento de desviar las aguas del Jordán antes de la guerra de 1967. En la carretera de Yehudia que llevaba al puente Arik y la confluencia del Jordán con el mar de Galilea, sus elementos más avanzados se hallaban a 10 kilómetros del río Jordán. En la zona central estaban operando en la zona del campamento de Nafekh.
El ministro de Defensa Dayan visitó el mando y comprendió que allí se estaba librando una batalla crucial para la existencia misma de Israel. Llamó entonces al general Peled, el comandante de la Fuerza Aérea, y le dijo que la situación en los Altos del Golán era muy grave y que el destino del «tercer Templo» estaba en juego. Le instó a que concentrase todo el apoyo aéreo al amanecer para bloquear el avance de las fuerzas sirias. Al regresar a Tel Aviv sugirió en su informe a la señora Golda Meir que el Ejército redujese sus bajas en los Altos del Golán y estableciera una línea justo delante del borde superior de la escarpa que dominaba el valle del Jordán, al tiempo que se preparaba para resistir si fuese necesario a lo largo de los puentes que cruzaban el Jordán, que serían debidamente preparados para su destrucción. La señora Meir bajó la vista, inspiró profundamente mientras fumaba su cigarrillo, frunció los labios y permaneció en silencio. Más tarde describiría estas horas como las más sombrías de su vida.
El general de brigada Moshe (Musa) Peled, un oficial de fuerzas acorazadas aguerrido y sin pelos en la lengua, granjero de nacimiento, de la aldea de Nahalal en el valle de Jezrael, se despidió de la 14.ª División, que había dirigido después de acabar su servicio como comandante de la Escuela de Mando y Estado Mayor de las IDF. Había estado al frente de esta división de la reserva durante todo su ciclo de instrucción y ahora era una fuerza eficaz y altamente entrenada. Abandonó su mando con sentimientos encontrados, porque en el fondo no podía evitar la sensación de que no estaba todo bien y que su marcha a la universidad para cursar un año de estudios (según el procedimiento adoptado para los oficiales superiores del Ejército) parecía estar fuera de lugar. Algunas semanas antes un oficial superior del Cuartel General había pronunciado una conferencia ante los oficiales de la división y les había explicado por qué la inteligencia militar del Cuartel General opinaba que la perspectiva de la guerra era muy remota. El general Peled, siempre directo en sus exposiciones, no se sintió impresionado por las circunstancias y les recordó a todos los presentes, incluyendo al disertante, que la inteligencia militar del Cuartel General había hecho una evaluación similar en la primavera de 1967, pocos meses antes de la guerra de junio.
Sin embargo, no alteró sus planes. Un comandante suplente llegó para hacerse cargo de la división durante su ausencia y, el 3 de octubre, se despidió de sus hombres, regresó a su casa en Nahalal y comenzó a prepararse para su año de estudios en la universidad. El sábado 6 de octubre, temprano, su jefe de estado mayor le llamó por teléfono y le dijo: «Estamos todos aquí. ¿Por qué no te unes a nosotros?». El tono de su voz no dejaba lugar a dudas. Peled vistió su uniforme, preparó sus cosas y condujo a toda velocidad hacia el Cuartel General. Cuando pasó por el cruce de Netanya, un grupo de niños ortodoxos que se encontraban junto a la carretera apedrearon su coche al ver el espectáculo inusual de un vehículo circulando en Yom Kippur. Peled detuvo el coche, bajó, se acercó a ellos y les explicó que había mucha tensión y que los soldados tenían que presentarse en sus puestos. Los niños se alejaron en silencio. Subió nuevamente a su coche y continuó viaje hacia el Cuartel General, llegando a las 9.00 horas para dar órdenes de que comenzaran los preparativos para la movilización. La confirmación de que los reservistas debían empezar a movilizarse llegó poco después.
La movilización se produjo deprisa y de un modo fluido; con mucha mayor eficacia de la que se había alcanzado nunca durante las maniobras. Pero hubo problemas para equipar a las fuerzas. El equipo de su división estaba anticuado y gran parte del mismo se encontraba fuera con unidades comprometidas en tareas de seguridad o en instrucción. Toda la improvisación y el ingenio que caracteriza a las fuerzas de reserva de Israel se dedicaron a recuperar los tanques, el equipo óptico y los vehículos de la división de los diferentes campamentos donde habían sido enviados. La guerra sorprendió a la 14.ª División en medio de toda esta actividad.
El Estado Mayor General estaba preparando planes para mover la división de Peled (que aún no había completado su movilización) hacia el frente de Suez aquella misma tarde, pero al darse cuenta de que la división no estaría preparada para moverse tan pronto, la decisión se pospuso hasta la mañana siguiente. Cuando comenzaron a llegar los informes procedentes del Golán, el despliegue de la división de Peled fue analizado a primera hora de la mañana del domingo. Algunos miembros del Estado Mayor aconsejaron retrasar una decisión hasta que la situación se aclarase un poco más. Elazar no aceptó esta recomendación e impartió órdenes de que la división emprendiera la marcha hacia los Altos del Golán.
El viernes 5 de octubre, el general de división Dan Laner, un oficial de la reserva, estaba preparándose para la festividad en su kibbutz, Neot Mordechai, cerca de los Altos del Golán, cuando sonó el teléfono. Era el general Hofi, quien le dijo que se encontraba en Nafekh y que todo hacía presagiar que algo se estaba cociendo. Laner le agradeció la información y le dijo que estaría en el kibbutz durante toda la festividad. Colgó el teléfono y luego empezó a preguntarse qué estaba haciendo el general Hofi en Nafekh. Volvió a levantar el auricular y marcó su número para sugerirle que, como aparentemente no podría llegar a su casa a tiempo para Yom Kippur, tal vez le apeteciera ir al kibbutz a comer. Cuando Hofi declinó la invitación, Laner comprendió que algo grave estaba pasando. Cogió nuevamente el teléfono y llamó al oficial de operaciones de su división, ordenándole que se presentase el domingo por la mañana.
Dan Laner era uno de los viejos «caballos de guerra» de las Fuerzas de Defensa de Israel, habiendo comenzado su servicio en las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial. En la Guerra de los Seis Días fue el jefe de estado mayor del Mando Norte. Durante varios años dirigió las fuerzas acorazadas en el Sinaí y fue responsable del frente del Canal de Suez. En febrero de 1973 fue relevado del servicio activo, pero en mayo recibió una llamada urgente para que se presentase al general Elazar, quien le dijo que aunque la inteligencia militar opinaba lo contrario, él estaba convencido de que la guerra estallaría ese año. En consecuencia, había decidido designar a Laner para que formase y se hiciera cargo de una nueva división y que la pusiese en servicio activo lo antes posible.
En la mañana del sábado 6 de octubre, Laner estaba de servicio en la piscina del kibbutz cuando el teléfono sonó a las 9.30 horas. Era el general Hofi otra vez para decirle que las cosas estaban muy mal y que debía ir inmediatamente al Cuartel General de la división. Laner fue a ver al general Hofi a Nafekh y allí se enteró de la concentración de fuerzas sirias frente a la línea de defensa israelí. Hofi pensaba que quizás había una posibilidad de que se autorizara a la Fuerza Aérea para que lanzara un ataque preventivo. Su conversación se vio interrumpida de golpe cuando Hofi recibió un mensaje ordenándole que se presentase en el Cuartel General para una reunión a las 13.00 horas.
Aquella mañana Laner ya había activado la movilización de la división y, cuando conducía de regreso a su cuartel general, se le ocurrió que quizás se tratase de otra de esas movilizaciones que había vivido a lo largo de los años. Después de todo, cuando estaba de servicio en el Sinaí, sus fuerzas fueron puestas en estado de alerta al menos en treinta ocasiones. Siguiendo un impulso se detuvo en su kibbutz para recoger el bañador: había muchas posibilidades de que hubiese muy poco que hacer durante el período de movilización, ¿por qué no aprovechar entonces la piscina que había en la base militar que había junto a su cuartel general?
Estaba inspeccionando el progreso en la movilización cuando se presentó un oficial para comunicarle que los sirios habían abierto fuego a todo lo largo de la línea del frente. No había más detalles. Laner pensó rápidamente: aquí estaba él, con el personal del Cuartel General de la división careciendo de los elementos logísticos más básicos y, sobre todo, careciendo de las comunicaciones que se requerían para controlar las formaciones que muy pronto serían colocadas bajo su mando. Su primera medida fue poner sus manos «ilegalmente» sobre siete semiorugas, a los que despachó de inmediato hacia un campamento cercano a fin de poner en marcha la coordinación de las comunicaciones y unir la división a las diversas redes operacionales.
Uno a uno comenzaron a llegar los oficiales de la reserva, confusos y curiosos. Laner ordenó a su Cuartel General avanzado que se concentrase aquella noche a las 22.00 horas en el Cuartel General avanzado del mando. Durante toda la noche estuvo atento a los informes que llegaban del frente, y cuando Hofi regresó al Cuartel General avanzado del mando desde Nafekh, el panorama era sombrío y desesperado. Por primera vez, Laner comprendió lo que estaba ocurriendo. Dayan, que estaba presente en la reunión, ordenó que se empleasen todos los métodos posibles para bloquear todas las rutas que conducían al río Jordán. La propuesta de Laner de que dividiesen el área de responsabilidad en el Golán fue aceptada y, en consecuencia, el área fue dividida entre él y Raful con la línea divisoria situada a un kilómetro aproximadamente de la carretera Bnot Ya’akov-Kuneitra: Raful era responsable de todo lo que sucediera al norte de esa línea incluyendo la carretera; Laner sería responsable de todas las operaciones que se llevasen a cabo al sur de la línea. No tenía ni la más remota idea de lo que estaba pasando en el campo de batalla.
Laner recibió cuatro brigadas bajo su mando: la Brigada Barak de Ben Shoham; la 17.ª Brigada de Tanques de la Reserva, al mando del teniente coronel Ran; la 14.ª Brigada de la Reserva y la 19.ª Brigada de la Reserva. Aquel sábado por la mañana viajó hasta Almagor, cerca del puente Arik, y examinó la situación de su división embrionaria. Ran, el comandante de la 17.ª Brigada, acababa de ser herido en combate en la carretera de Yehudia y su segundo en el mando se había hecho cargo de las fuerzas. Las municiones empezaban a escasear. Ben Shoham, el comandante de la Brigada Barak, informó que sólo le quedaban un tanque y un semioruga y obtuvo permiso para retirarse hacia la cuesta de Gamla a fin de regresar a Nafekh y organizar algunas fuerzas. El comandante de la 14.ª Brigada de la Reserva informó que estaba cruzando Galilea con dos compañías de tanques en vanguardia, algunos de los cuales se vieron obligados a detenerse por problemas técnicos a un lado de la carretera. El comandante de la 19.ª Brigada comunicó que se estaba moviendo con un batallón de tanques aproximadamente hacia el extremo sur del mar de Galilea. Mientras Laner se encontraba en el puente, un comandante de batallón de la Brigada Barak llegó con dos compañías de tanques de reserva. Laner le envió hacia la cuesta de Gamla, ordenando al comandante de la 14.ª Brigada que moviese su fuerza a través de la cuesta de Gamla tan pronto como llegasen los tanques. Cuando se presentó el comandante de la 19.ª Brigada, Laner le dijo que se moviese con todas las fuerzas disponibles en dirección a El Al y tomase posiciones en el estrecho paso de la carretera de El Al. Llegó una tercera compañía de reservas de la Brigada Barak y también la envió hacia la ruta de El Al.
Y así fue como llegaron. Unidades pertenecientes a diferentes formaciones se dirigieron rápidamente al frente sin ningún tipo de organización previa. Cuando llegaron los primeros tanques de la unidad de reconocimiento de la división de Raful, el comandante adjunto de la 17.ª Brigada que contenía a las fuerzas sirias que atacaban en el cruce de la carretera de Yehudia informó que la situación se estaba convirtiendo en desesperada, que las fuerzas sirias ya habían superado su posición y se encontraban a menos de 10 kilómetros del río Jordán. Laner simplemente se apropió de la unidad de reconocimiento de su vecino del norte y le ordenó que reforzara los elementos de la 17.ª Brigada.
De pie en el puente y bajo un intenso fuego de artillería, con todas las rutas de acceso sometidas a un bombardeo constante, Laner dirigió a los tanques por pelotones y compañías sueltas, sin tener en cuenta su formación orgánica, hacia las dos rutas que se encontraban en su área divisional. En ambas rutas el ataque sirio se encontraba a diez minutos del río Jordán y del mar de Galilea. Las fuerzas de reserva de la Brigada Barak habían recorrido unos cinco kilómetros hacia la cuesta de Gamla cuando el comandante del batallón informó que estaba siendo atacado por fuerzas de infantería. Por algún curioso instinto, Laner le ordenó que no disparasen. Las fuerzas atacantes eran, de hecho, unidades de infantería de la Brigada Golani que se replegaban ante el masivo ataque de los tanques sirios. La fuerza avanzó otros cuatro kilómetros y fue atacada por los elementos avanzados de la 1.ª División Acorazada siria a unos ocho kilómetros del puente. Once tanques sirios resultaron destruidos y Laner ordenó a sus tropas que permanecieran en sus posiciones.
Hacia la tarde del domingo, cuatro brigadas sirias estaban amenazando las rutas que Laner trataba desesperadamente de salvar. Las 48.ª y 51.ª Brigadas de tanques sirias cruzaron la ruta Tapline en el área de Hushniyah y avanzaron a lo largo de la carretera de Yehudia y en paralelo a ella a fin de alcanzar la cuesta de Gamla y el área del puente Arik sobre el río Jordán. Los carros de combate sirios habían penetrado unos 20 kilómetros y se encontraban a 10 kilómetros del puente cuando fueron atacados por los elementos avanzados de la 17.ª Brigada de la Reserva, que se había dirigido hacia esa zona el domingo por la mañana a las órdenes del coronel Ran. Si la fuerza de Ran se hubiese demorado sólo media hora, los sirios habrían llegado a orillas del Jordán.
Cuando las brigadas sirias se acercaron, el coronel Ran desplegó sus fuerzas y, en la batalla que se libró a continuación, destruyó quince tanques enemigos. La 132.ª Brigada Mecanizada siria se había detenido ante El Al mientras que la 42.ª Brigada siria se desplegó hacia el norte. La 47.ª Brigada de Tanques siria se dividió en dos, con una mitad al mando del comandante de la brigada moviéndose hacia el norte desde Ramat Magshimim en dirección a la carretera de Yehudia; la otra mitad permaneció con la 132.ª Brigada siria en la ruta de El Al. Por lo tanto, la mitad de la 47.ª Brigada avanzó contra la mitad de la 17.ª Brigada en la carretera de Yehudia, mientras que la otra mitad de la 47.ª Brigada hizo frente al resto de la 17.ª Brigada en la ruta El Al.
Habiendo acabado con la fuerza siria en el cruce, el coronel Ran con un batallón de tanques y una compañía de reconocimiento vio que la mitad de la 47.ª Brigada de Tanques siria se movía hacia el norte en dirección a su flanco. Entonces se colocó en posición, abrió fuego y se enzarzó en combate con las fuerzas enemigas. A partir de ese momento se libró una terrible batalla entre carros de combate de ambos bandos. En el transcurso de la lucha, en la que la fuerza israelí perdió tres tanques y los sirios alrededor de treinta y cinco, Ran resultó herido y tuvo que ser evacuado, lo mismo que el comandante del único batallón de tanques que tenía bajo su mando en la batalla. El comandante de compañía de más antigüedad se hizo con el mando de la brigada y desde ese momento dirigió una batalla sin interrupción a lo largo de la ruta Yehudia-Hushniyah al oeste de la ruta Tapline.
Al advertir que la situación en la carretera de Yehudia era realmente desesperada, el segundo en el mando de Laner, general de brigada Moshe, avanzó con el Cuartel General avanzado de la división y se hizo cargo del sector en donde estaba operando la brigada de Ran. Permaneciendo en una posición muy avanzada con las tropas de vanguardia, Moshe dirigió la batalla con una fuerza mínima con valentía y tenacidad. En la mañana del lunes avanzó directamente hacia la línea del frente donde se encontró con una situación muy difícil: la mayoría de las unidades habían perdido a sus oficiales y percibió un ambiente de profunda desmoralización entre las tropas. Su aparición en el escenario de la batalla y sus palabras a los soldados cambiaron radicalmente el cariz de la situación. Moshe se fijó en un joven teniente del cuerpo de suministros, el único oficial que pudo encontrar, y le puso al mando de la fuerza que combatía a los sirios, dándole instrucciones precisas de lo que debía hacer. Le ayudó a organizar al resto de las fuerzas avanzadas en una posición defensiva; reunió a los heridos y los colocó en tanques inutilizados para proteger el avance de la 17.ª Brigada por su retaguardia contra las fuerzas de la 47.ª Brigada de Tanques siria que avanzaba a campo traviesa desde la ruta de El Al. La actuación del general de brigada Moshe en una situación muy difícil en la carretera de Yehudia y su ejemplo personal constituyeron un factor vital para estabilizar la situación en este frente.
En la ruta de El Al, el teniente coronel Mir, que se había dirigido a toda velocidad hacia el cuello de botella entre el cañón de Ruqqad y el área de El Al, recibió órdenes de permanecer en una posición defensiva y no avanzar hacia Ramat Magshimim, donde se veían concentraciones de tanques sirios en movimiento. El choque se produjo a las 11.45 horas y, durante todo el día, con una fuerza de ocho tanques dirigió una batalla de blindados contra la 132.ª Brigada Mecanizada siria y la mitad de la 47.ª Brigada de Tanques. Durante la batalla fue hecho prisionero el segundo comandante de la 47.ª Brigada, mayor Kultum. Había movido sus fuerzas suponiendo que el cuello de botella de El Al estaba bloqueado y que no había fuerzas en los flancos. Aparentemente, los sirios no habían sido capaces de imaginar ni siquiera en sus sueños más descabellados que esta ruta vital se mantuviese abierta.
Tanto la 47.ª Brigada como la 132.ª Brigada pertenecientes a la 5.ª División siria habían detenido su marcha sin motivo aparente. Pudo ser que las expectativas del mayor Kultum de que debían enfrentarse a una posición defensiva bien preparada en el lugar más obvio que la lógica y la planificación militares hubieran dictado, fuesen la razón de esta sorprendente falta de iniciativa. Pudo haber sido también que estuviesen combatiendo «según el manual», es decir, que habiendo alcanzado una línea determinada como les habían ordenado y, a pesar de la ausencia de fuerzas israelíes delante de ellos, esperasen para avanzar con la siguiente oleada según los planes previstos. Tal vez el mando sirio, observando su falta de éxitos en el sector norte y la comparativa facilidad con la que sus fuerzas habían conseguido penetrar en el sector sur, sospechó una trampa y temió por la suerte de los flancos de la 5.ª División de Infantería y de la 1.ª División Acorazada en esa área.
La 1.ª División Acorazada, mientras tanto, había penetrado en los Altos del Golán por las rutas de Kudne y Rafid y se había detenido en el área de Hushniyah para reorganizarse, antes de iniciar un gran avance hacia el norte a lo largo de la ruta Tapline para penetrar a través de Nafekh y rebasar el flanco de la división de Raful Eytan, que hasta entonces había conseguido bloquear todos los avances sirios.
A las 2.30 horas del día 7, la 19.ª Brigada llegó a El Al con su batallón de cabeza formado por tanques Sherman convertidos. La fuerza del coronel Mir, perteneciente a la 17.ª Brigada, fue colocada bajo el mando de la 19.ª Brigada. Los sirios atacaron y la batalla continuó durante todo el día. Hacia la tarde del domingo los campos de batalla de Ramat Magshimim y El Al estaban cubiertos por veinticinco tanques sirios ardiendo. Dos carros de combate israelíes habían quedado fuera de combate.
Las tropas de la Reserva, que la mañana anterior habían estado en sus casas con sus familias o rezando en las sinagogas, se encontraron menos de veinticuatro horas más tarde en un auténtico infierno, luchando en una situación de desventaja como jamás habían soñado. El arma secreta de Israel, el talento para la improvisación, comenzaba a rendir sus frutos. El avance sirio estaba siendo contenido.