EL ASALTO (NORTE)
Las fortificaciones israelíes que guarnecían la línea informaron de que concentraciones de tanques acompañadas de infantería blindada y encabezadas por tanques excavadora y tanques equipados para la construcción de puentes avanzaban en todos los puntos. En las primeras horas, el general Hofi consideró que el ataque principal parecía dirigido hacia el norte del llamado Paso de Kuneitra entre las posiciones A2 y A3, al sur de Jubat el-Hashab, y también en la ruta que llevaba desde Kudne en el área de la posición A6, con un ataque adicional montado a lo largo de la ruta Tapline desde el sur en la zona de la posición A11.
La Brigada Barak informó de que estaba repeliendo el ataque y que había dejado fuera de combate a un gran número de tanques sirios. Aproximadamente durante la primera hora de lucha, parecía que todo marchaba bien, pero hacia las 16.30 horas el panorama se había aclarado lo suficiente como para convencer al general Hofi de que la situación era muy complicada y que las fuerzas desplegadas por el enemigo no guardaban ninguna proporción con las que Israel había conocido en el pasado. Ordenó entonces a la 7.ª Brigada que avanzara hacia la línea del frente, otorgándole la responsabilidad de defender todo el sector septentrional de los Altos desde la posición A5 hasta Tel Hazeika al norte; al sur de esa área la responsabilidad recaía sobre la Brigada Barak.
Desde todos los sectores llegaban informes describiendo el éxito de los tanques israelíes que ocupaban las posiciones preparadas previamente: los tanques enemigos estaban siendo destruidos, pero también llegaban informes alarmantes que describían el incesante flujo de blindados sirios que llegaban a la zona. El éxito inicial de las fuerzas sirias en el área de Tel Aksha, entre las posiciones A5 y A6 en la ruta Kudne en dirección a Hushniyah, contra las ligeras fuerzas que la defendían (en esta etapa aún no se apreciaba con claridad que aproximadamente 60 tanques de la Brigada Barak se estaban enfrentando a una fuerza masiva compuesta por alrededor de 600 tanques enemigos), les confirmó en su decisión de montar un ataque adicional en ese punto con la 9.ª División incorporándolo a la ruptura principal.
El coronel Yair se irguió en su tanque desde la posición de mando en la colina «Booster» y observó el avance de las columnas acorazadas sirias. Un infierno de fuego de artillería se cernía sobre la posición de sus tropas. A través del polvo consiguió divisar el perfil de los tanques excavadora y los tanques lanzapuentes que marchaban lentamente al frente de las columnas sirias. Ordenó a sus tanques que concentrasen su fuego en los tanques lanzapuentes, y durante aquella tarde todos esos tanques enemigos fueron puestos fuera de combate a una distancia de aproximadamente 2000 metros, salvo dos que consiguieron llegar hasta la zanja antitanque situada al norte de la posición A3 frente a la colina Hermonit. Los sirios tendieron dos puentes en este punto y una compañía de tanques consiguió cruzar la zanja.
El batallón de Yair continuó luchando, disparando contra cualquier tanque que se pusiera a su alcance. El extraordinario entrenamiento que habían recibido sus hombres comenzó a dar sus frutos cuando, uno tras otro, los tanques sirios estallaron y la llanura que se extendía debajo del «Booster» se llenó de tanques y carros blindados de infantería envueltos en llamas. Yair contempló la llegada de aviones israelíes para contener el avance del enemigo, pero todos fueron derribados ante sus ojos.
Cuando llegaron las primeras sombras de la noche ordenó a un comandante de compañía, Avner, que avanzara hacia la zona donde los sirios habían tendido los puentes a través de la zanja antitanque y los destruyera junto con los blindados que habían conseguido cruzarla. Poco después, Avner comunicó que la misión había sido cumplida.
Al caer la noche, Yair fue puesto bajo el mando de la 7.ª Brigada. Los sirios continuaron avanzando en columnas a través de la planicie, usando banderas y luces de colores para distinguir a las numerosas unidades. Los israelíes observaron cómo, protegidos por la oscuridad, los sirios intentaban cruzar la zanja antitanque y los centenares de «ojos de gato» creados por las luces infrarrojas en los laterales de los tanques creaban un espectáculo fantasmagórico. Varios de ellos saltaron en pedazos al pasar por los campos minados, pero el avance continuó.
Las fuerzas israelíes no contaban con la ventaja de un equipamiento óptico adecuado para el combate nocturno y, en consecuencia, calculaban la posición de las fuerzas sirias por el ruido que producían los tanques y por las llamaradas de la artillería que iluminaban la zona y permitían que los israelíes les disparasen a su vez. Las unidades del batallón de Yair luchaban desesperadamente, moviéndose de una posición a otra para evitar los efectos de las armas antitanque RPG con las que estaban equipadas las unidades especiales antitanque de la infantería siria. Todas las fortificaciones israelíes se hallaban sometidas a un intenso fuego de tanques e infantería y pedían ayuda. Yair les ordenó que se pusieran a cubierto bajo tierra y las cubrió con fuego de artillería de apoyo, mientras los pelotones de tanques que cubrían las posiciones se enfrentaban a los tanques sirios que apoyaban el ataque de su infantería.
En el área de Kudne, donde se estaba desarrollando el ataque principal de las fuerzas sirias, la posición A6 informó de que había quedado aislada. El Mando Norte autorizó a sus ocupantes que se retirasen el sábado a la tarde. En medio de toda esa confusión, esquivando grandes formaciones sirias, un pelotón de tanques israelíes consiguió atravesar las líneas enemigas y evacuar a todos los hombres sanos y salvos en dirección a Tel Zohar.
Aquella noche, las tropas que ocupaban las posiciones AS, A9 y A10 también recibieron autorización para retirarse. En la mañana del domingo los hombres de la AS y la A9 fueron evacuados del área de Rafid, donde estaban completamente rodeados, pero los efectivos que ocupaban la posición A10 no consiguieron escapar al cerco enemigo. La posición permaneció sitiada, con su comandante, un joven teniente, herido en una camilla. Durante cuatro días el sargento del pelotón, siguiendo las instrucciones de su teniente herido, dirigió la defensa de la posición, rodeados por una abrumadora fuerza enemiga. En la fortificación no había ningún médico y el enfermero mantuvo con vida a uno de los heridos administrándole una transfusión de sangre. Una batería israelí de cañones de 175 mm era el único apoyo del exterior con el que contaba la posición mientras era sometida a un intenso fuego enemigo. Cuando la posición fue relevada cuatro días más tarde, las fuerzas de refresco encontraron toda la zona que rodeaba a la A10 sembrada de docenas de cadáveres de soldados sirios, muchos de ellos colgando de las alambradas de espino. Siete tanques enemigos habían sido destruidos, un mudo testimonio de la increíble valentía y determinación de un puñado de muchachos. Uno de los tanques sirios bloqueaba la puerta principal de la fortificación con el cañón apuntando hacia la puerta.
El coronel Avigdor se aseguró de que la 7.ª Brigada se encontrase perfectamente en posición. Recibió el mando del 4.º Batallón de Yair y prosiguió la exitosa batalla que Yair estaba dirigiendo contra el avance sirio; aquel primer día de la guerra aproximadamente 60 tanques sirios ardían en el campo de batalla, lo que constituía un resultado muy satisfactorio para una fuerza como la suya. Observó con inocultable satisfacción que había recibido un buen batallón.
A las 22.00 horas del sábado, la brigada estableció su primer contacto con el enemigo, que hizo el primero de muchos intentos de penetrar por el sector central de la brigada entre el «Booster» y la colina Hermonit defendido por el 5.º Batallón. La brigada se desplegó y las dotaciones de los tanques observaron sin poder llegar a creerlo cómo miles de «ojos de gato» creados por los faros infrarrojos de los tanques enemigos avanzaban lentamente bajo la luz de la luna. Una intensa barrera de fuego de artillería precedía a los tanques sirios. Avigdor ordenó a sus fuerzas que no disparasen hasta que el enemigo se acercara, reduciendo de este modo la ventaja que les concedía su equipamiento infrarrojo.
La 78.ª Brigada de Tanques siria de la 7.ª División atacó en masa, mientras que la infantería siria se encargaba de tender un puente sobre la zanja antitanque. Sus tanques cruzaron la zanja y continuaron desplegándose lentamente a través de un extenso frente en dirección a los tanques de la 7.ª Brigada que les estaban esperando. Avigdor ordenó a sus fuerzas que abriesen fuego cuando los blindados enemigos se encontrasen a una distancia de 800 metros. Los sirios atacaron en oleadas y la noche se iluminó cuando uno tras otro tanques y vehículos blindados sirios eran alcanzados por el fuego israelí y estallaban en llamas. La batalla se prolongó durante cinco horas a lo largo de la línea del frente mientras la artillería siria cubría toda la zona defendida por las fuerzas israelíes con fuego graneado. A las 3.00 horas del 7 de octubre, las fuerzas sirias emprendieron la retirada.
En al área situada al sur de la fortificación Al se contabilizaron hasta 40 tanques sirios destruidos, mientras que entre Kuneitra y la posición A4 más de 30 tanques habían quedado destruidos en los puntos por donde habían intentado atravesar la línea de defensa.
A las 2.00 horas del domingo se descubrió la presencia de una columna siria que avanzaba hacia el norte por la carretera que unía Rafid con Kuneitra. La importancia de este movimiento no pasó inadvertida para el coronel Avigdor: si el avance sirio tenía éxito conseguirían rebasar su posición y amenazar sus convoyes de suministros. Por lo tanto decidió enviar a una fuerza al mando del capitán Meir, un comandante de compañía conocido popularmente como Tigre. De veintiséis años, Tigre era conocido por su naturaleza animada y su afición a las bromas pesadas, que le causaban constantes problemas con el jefe de su batallón. A medida que se desvanecían las perspectivas de recibir el mando de una compañía, Meir había decidido regresar a la vida civil cuando acabase su período de servicio. Pero sobrevino la guerra.
Tigre movió su fuerza en dirección de la fortificación que se encontraba al sur de Kuneitra. Ordenó que dos de los tanques que la protegían se replegasen hacia la carretera y esperasen un posible avance de las fuerzas sirias en dirección norte. Luego dirigió su fuerza hacia el sur, desplegando sus tanques a intervalos espaciados a lo largo de la carretera principal y ordenando al segundo en el mando de la compañía, Mayer, que continuase avanzando un par de kilómetros, en paralelo a la columna siria, a fin de actuar como vigía y para tender una emboscada cuando los sirios finalmente se retirasen. «Vienen desde el sur», informó Mayer. «Son aproximadamente cuarenta tanques». Para entonces ya habían superado la fuerza de Mayer y avanzaban perfectamente formados en columnas. Cuando la fuerza enemiga se había alejado unos 1200 metros de donde se encontraba, ordenó: «¡Todos los elementos Tigre, fuego!». Un reflector iluminó la columna siria, y la fuerza de Mayer, disparando desde la retaguardia, destruyó cinco tanques. El pánico se apoderó de toda la columna: los tanques colisionaban entre ellos y se desató un verdadero infierno a medida que eran alcanzados por los disparos de la fuerza de Tigre, que los destruía metódicamente uno tras otro. Los sirios estaban atrapados. Trataron de reorganizarse, pero eran incapaces de identificar el origen del fuego israelí. Después de cuarenta y cinco minutos de lucha, Tigre contó veinte tanques sirios abandonados en el campo de batalla.
Al amanecer, Tigre dirigió su fuerza hacia el sur en dirección a Tel el-Hariyen, cerca de la carretera, y ocultó sus tanques entre los árboles y los matorrales. Los restos de la fuerza siria se reagruparon y comenzaron a buscarlos. Finalmente, pensando que su presa había huido, continuaron avanzando por la carretera principal directamente hacia la boca del lobo que Tigre había preparado para ellos. La primera andanada destruyó cinco tanques sirios. Ahora Tigre salió con sus tanques a la carretera y continuó en dirección a Kuneitra, persiguiendo al resto de las fuerzas enemigas: otros diez tanques T55 que habían buscado refugio en una posición de artillería abandonada resultaron destruidos, y una columna de suministros siria que se acercaba a la zona sin sospechar nada fue atacada por los tanques de Tigre. Después de informar al comandante de la brigada de que había destruido 40 tanques enemigos, Tigre solicitó permiso para seguir la columna. Avigdor se lo denegó y le ordenó que regresara. «Tigre —dijo Avigdor—, le quiero». «Yo también le quiero, señor», fue la respuesta.
En el Cuartel General de la Brigada Barak, el panorama durante las primeras horas fue bastante alentador, con informes que hablaban de tanques sirios que eran alcanzados «a quemarropa». Pero, hacia las 16.00 horas, las cosas empezaron a empeorar; en el área de Kudne una fuerza siria compuesta por cerca de 100 tanques consiguió superar la posición de la fortificación A6 desde el sur. La brigada carecía de reservas: todas las fuerzas estaban comprometidas y Ben Shoham solicitó el refuerzo del 2.º Batallón de la 7.ª Brigada. La presión siria iba en aumento en todos los frentes y las municiones comenzaban a escasear porque en el fragor inicial de la batalla muchas de las dotaciones habían hecho un uso excesivo de ellas.
El 2.º Batallón llegó a la posición A7, destruyó veinte tanques y acabó con la infantería que los acompañaba. A las 17.00 horas, Oded, el comandante del 3.er Batallón, informó de que una numerosa fuerza siria había conseguido superar la posición A9 y avanzaba a lo largo de Tapline hacia Juhader. Se informó de otro punto de penetración de fuerzas enemigas en el área de la posición A10 y el segundo jefe del 2.º Batallón dirigió una compañía de tanques hacia el sur en dirección a Tel Saki para aliviar la presión. Se encontró con una emboscada siria, consiguió superarla y continuó hacia Ramat Magshimim para intentar bloquear un avance sirio en el área de Tel Saki. Hacia las 18.00 horas se hicieron evidentes tres importantes movimientos de las fuerzas sirias. En el sector sur alrededor de un centenar de tanques había conseguido atravesar la línea de defensa israelí, mientras que en la carretera de Kudne más de cien tanques habían penetrado a lo largo de la ruta Tapline (en cada uno de los casos ello significaba que aproximadamente una brigada había conseguido atravesar la línea defensiva). En el área de la posición A10 una fuerza indeterminada de tanques e infantería estaba superando la línea.
A medida que caían las primeras sombras, el Estado Mayor avanzado de la Brigada Barak partió de Nafekh en un semioruga al mando del comandante de la brigada, coronel Ben Shoham, quien había decidido que debían llegar a Juhader ya que, desde allí, podrían controlar el desarrollo de la batalla. Le acompañaban el oficial de señales, mayor Hanan, y el oficial de inteligencia, mayor Dov. El teniente coronel Yisraeli, el segundo comandante de la brigada, y el mayor Katzin, el oficial de operaciones, se quedaron en Nafekh.
Ben Shoham, nacido en Turquía y de 38 años, tenía una personalidad atractiva que despertaba la confianza de sus hombres. Era un líder nato y un buen administrador, serenamente firme, personalmente valiente y un hombre que se había hecho a sí mismo. Siempre se las ingeniaba para crear un ambiente agradable a su alrededor. Cuando se hizo cargo de la Brigada Barak reunió a los oficiales y les dijo que si había una cosa en la que tendría éxito sería en conseguir que sonriesen en todas las circunstancias.
El Estado Mayor avanzado de Ben Shoham avanzó lentamente hacia el sur en la oscuridad a lo largo de la ruta Tapline. Llegaron a Juhader y buscaron el puesto de mando del 3.er Batallón de Oded bajo una intensa barrera de fuego de la artillería enemiga. Dondequiera que fuese el grupo de mando y activase sus aparatos de comunicación, era sometido a un nutrido fuego de artillería; intentaban tener una lectura de la batalla pero resultaba extremadamente difícil. Las fuerzas con las que se encontraban en la ruta se estaban quedando sin municiones, mientras que las fuerzas sirias continuaban atravesando la línea del frente. Ben Shoham solicitó repetidamente a la artillería que lanzara bengalas sobre el campo de batalla para que sus tanques pudiesen identificar al enemigo, pero el número de bengalas disparadas era cada vez menor. Entonces trató de improvisar, sugiriéndole a Oded que se uniese a él, pero Oded contestó desde sus posiciones cerca de Juhader que estaba rodeado y no podía romper el cerco para reunirse con él.
Mientras Ben Shoham evaluaba la gravedad de la situación ordenó que su tanque personal se reuniese con él desde Hushniyah. El Distrito Brigada estaba dedicado a la tarea de llevar suministros y municiones a la línea del frente y el capitán Giora, el oficial de operaciones del distrito, llegó por la ruta Tapline al mando de una columna de municiones. Ben Shoham le detuvo y le aconsejó que no continuase. Luego envió un mensaje por radio a Oded, sugiriendo que los tanques del 3.er Batallón se infiltrasen por la ruta Tapline, recogiesen las municiones y regresaran. Oded contestó que vería si esa acción esa factible. De pronto, en medio de la oscuridad, apareció un tanque avanzando por la ruta Tapline. La sorpresa fue mayúscula y pensaron que se trataba de un tanque en retirada, pero Oded informó de que ninguno de sus tanques había abandonado el área. Ben Shoham ordenó a Giora que fuese personalmente, comprobase la identidad del tanque y ordenase a su comandante que regresara de inmediato a la línea. El oficial se alejó corriendo y gritando instrucciones hacia el tanque que, entretanto, se había acercado a unos diez metros del semioruga que ocupaba Ben Shoham. El pánico se apoderó de la tripulación del tanque y tras cerrar las escotillas, éste se alejó velozmente. Giora regresó a la carrera con una expresión de horror dibujada en el rostro, gritando: «¡Era un tanque sirio!». Habían conseguido salvarse por los pelos, ya que el Cuartel General avanzado de la brigada y un convoy de municiones, sin una protección adecuada, habían estado a merced de ese tanque enemigo. Ben Shoham ordenó al capitán Giora que regresara inmediatamente a Nafekh con el convoy de municiones.
Poco después, Giora se comunicó por radio para informar de que, al pasar junto al cruce de Hushniyah en la ruta Tapline, había avistado alrededor de cincuenta tanques en el área acompañados de numerosos vehículos. Había conseguido pasar junto a ellos en la oscuridad, pero estaba convencido de que no se trataba de fuerzas israelíes. La fuerza que el capitán Giora había avistado en Hushniyah era, de hecho, una brigada siria que había alterado su curso y penetrado hacia el sur de la A6 para evitar a un pelotón de tres tanques que estaban luchando desesperadamente para defender su posición. El segundo jefe del 3.er Batallón había sido herido y evacuado, mientras que su comandante de la compañía estaba muerto, y ese pelotón de tres tanques era todo lo que quedaba de la compañía. Las dotaciones de los tanques habían recogido la munición de los que habían sido destruidos y continuaron combatiendo.
La Brigada Barak, que debido al amplio asalto enemigo a lo largo de todo su frente había quedado reducida al combate a nivel de pelotón, contaba con sólo 15 tanques en las últimas horas de la noche del sábado, y se enfrentaba a 450 tanques enemigos.
Antes de que Ben Shoham abandonase Nafekh, llegó un muchacho rubio y pecoso de aspecto descarado. Era el teniente Zvi (Zwicka) Greengold del kibbutz Lochamei Hagetaot. Había sido asignado a un curso de comandantes de compañía y, como preparación previa, le habían concedido un permiso de dos semanas. Al oír las noticias de la guerra, sin embargo, se había puesto el uniforme y había llegado a Nafekh haciendo autostop. Al entrar en el Cuartel General de la brigada comprendió de inmediato que la situación era grave y le preguntó al oficial de operaciones si existía alguna posibilidad de tener algún mando. Mientras ayudaba a atender a los heridos en el campamento, le informaron de que estaban a punto de llegar cuatro tanques, tres de los cuales habían sido dañados en combate; los tanques serían reparados y él estaría al mando de esa pequeña fuerza. En pocas palabras, el segundo jefe de la Brigada Barak, teniente coronel Yisraeli, le dijo: «Cójalos. Desde ahora seréis la Fuerza Zwicka. Avanzad a lo largo de la ruta Tapline».
Zwicka ayudó a sacar dos cuerpos sin vida de uno de los tanques y preparó los carros de combate para volver a la acción. Habiendo recibido órdenes del comandante de la brigada de avanzar hacia él por la ruta Tapline para unirse a sus fuerzas, Zwicka se encontró con una unidad siria mientras se movía por la carretera. Avisó al comandante de la brigada que abría fuego y entraba en combate.
Cuando Ben Shoham se enteró por Zwicka de que estaba siendo atacado por fuerzas sirias al oeste de la ruta Tapline, comprendió que estaba rodeado. Dov, su oficial de inteligencia, sugirió que ahora resultaría prácticamente imposible regresar a Nafekh por la ruta Tapline. Entonces Ben Shoham decidió dirigirse hacia el oeste a campo traviesa, alcanzando la escarpa de los Altos del Golán en la zona de Ramat Magshimim. Su tanque y su semioruga llegaron a la cuesta de Gamla por la carretera que partía de Ein Gev. No muy lejos de allí, a plena vista del mar de Galilea, identificaron tanques sirios. Moviéndose entre las grandes rocas de la ladera para no ser vistos por el enemigo trataron de obtener un cuadro coherente de la situación. Eran las 1.00 horas del día 7. Por lo que pudieron averiguar, en la A6 había sólo un pelotón de tanques sin municiones; las fuerzas sirias continuaban entrando y superando la posición sin encontrar resistencia. El comandante del 1.er batallón, Oded, con una fuerza de dos pelotones de tanques (seis tanques) se encontraba en el área situada entre Tapline y la posición A9, bloqueando un importante avance de fuerzas sirias. Aquí y allá se advertía la presencia de tanques aislados o en pequeños grupos. La compañía de tanques que había estado patrullando en la zona situada al norte de la posición A6 hacia Hushniyah se había quedado sin municiones y estaba tratando de cortar el paso a las fuerzas sirias que intentaban avanzar hacia el norte en dirección a Kuneitra.
Aislado de sus tropas, Ben Shoham se dirigió a todas las fuerzas con voz tranquila y alentadora, instándoles a resistir y prometiéndoles que la ayuda llegaría pronto. Pero para el resto de la brigada la situación estaba muy clara. Una hora más tarde, Zwicka comunicó que estaba combatiendo en la ruta Tapline, pero que la situación era buena y que estaba consiguiendo contener al enemigo. Sin embargo había indicios de que había perdido a los tanques que le acompañaban y estaba combatiendo solo.
Zwicka había estado combatiendo durante casi toda la noche. A través de las comunicaciones por radio, todo el mando estaba enterado de la existencia de la Fuerza Zwicka. Pero poco podían saber que este joven estaba librando una increíble batalla solo contra uno de los asaltos principales de las fuerzas sirias contra los Altos del Golán, en una relación aproximada de 50 a 1. Había iniciado su histórica batalla a las 21.00 horas, moviéndose al oeste de la ruta Tapline, flanqueada por dos altas alambradas de espino, por una estrecha carretera. En lugar de avanzar como le habían dicho, Zwicka decidió colocar sus tanques en buenas posiciones, con el casco a cubierto, y esperar al enemigo.
Bajo el mando de Giora, el oficial de operaciones del Distrito Brigada, la columna de municiones se dirigió hacia Nafekh después de haber recibido órdenes de Ben Shoham, como ya hemos visto. En aquel momento, Zwicka fue advertido por los tanques que le acompañaban de que se acercaba una columna de tanques sirios con pequeñas luces laterales. A las 21.20 horas vio el primer tanque sirio en la carretera. El primer disparo a corta distancia hizo que el tanque enemigo estallase en llamas, pero la sacudida hizo que el sistema de comunicaciones de su tanque quedase inutilizado. Zwicka hizo señales al tanque más cercano para que se acercase; cambió de lugar con su comandante y le ordenó que le siguiese e imitase todos sus movimientos. Después de haber avanzado unos cientos de metros descubrió que había perdido al tanque que le acompañaba y, al llegar a la cima de una colina, vio tres tanques sirios con las luces encendidas. Tres disparos rápidos y los tanques enemigos estallaron y quedaron ardiendo durante toda la noche. Ahora Zwicka estaba completamente solo. Decidió establecer una posición y esperar. Media hora más tarde observó una columna compuesta por treinta tanques sirios acompañados por camiones que avanzaban en perfecta formación «como si estuviesen en un desfile». Permitió que se acercaran, disparó y alcanzó al primer tanque cuando se hallaba a unos 20 metros de distancia. Luego comenzó un juego del escondite con la fuerza siria a lo largo de la ruta, asomándose desde detrás de una colina, disparando, alcanzando a un tanque enemigo para luego desaparecer. Así continuó combatiendo, eludiendo a los tanques sirios —que imaginaron que se encontraban ante una fuerza enemiga considerable— y destruyendo a diez de ellos en el proceso. En ese punto, el convoy sirio se retiró.
Entretanto, el segundo jefe de la Brigada Barak había sido autorizado por el Cuartel General del Mando Norte para que abandonase Nafekh y dirigiese la fuerza que estaba conteniendo el avance sirio en la ruta Tapline, que ahora consistía en el tanque de Zwicka y otros siete tanques de la 17.ª Brigada de la Reserva de Ran que acababan de llegar. Esta fuerza, al mando del teniente coronel Uzi, un comandante de batallón, fue la primera unidad de la reserva que entró en combate contra los sirios; el hecho de que estuviesen en acción ya a las 22.00 horas del sábado indica la increíble velocidad con la que se había llevado a cabo la movilización.
Ben Shoham ordenó a Uzi, que había tomado a Zwicka bajo su mando, que tratara de obligar a los sirios a replegarse. Basándose en el informe de Zwicka, Uzi avanzó hacia el sur por la ruta Tapline, mientras que Zwicka —con un pelotón de tres tanques— avanzaba en paralelo entre las alambradas de espino que protegía la Tapline. Cuando, súbitamente, el enemigo abrió fuego desde dos direcciones contra su pequeña fuerza, Uzi comprendió que Zwicka no conocía exactamente la situación de las fuerzas enemigas y que había caído en una trampa. Durante cerca de tres horas, la pequeña fuerza de Uzi libró una batalla perdida contra fuerzas que le superaban en número desde dos direcciones. Hacia las 1.00 horas del día 7, habiendo contribuido de forma destacada a la contención del avance sirio durante las horas críticas de la noche del sábado, su unidad había sido destruida. El tanque de Uzi fue alcanzado (aparentemente por un proyectil de bazooka de la infantería siria) y estalló en llamas. Uzi salió despedido del tanque, pero perdió el brazo izquierdo y quedó ciego.
Mientras tanto, Zwicka había retrocedido con su fuerza. Dos de sus tanques se dirigieron lentamente hacia la carretera, mientras él esperaba junto a la alambrada con el propósito de tender una emboscada a los sirios. Antes de que pudieran enterarse de lo que estaba pasando, los tres tanques estaban envueltos en llamas. Zwicka y su tripulación consiguieron salir del tanque ardiendo. Tenía la camisa y los pantalones en llamas y comenzó a rodar por el suelo en dirección a la zanja que había junto a la carretera. Temiendo que el tanque pudiese estallar en cualquier momento, corrió hacia la alambrada, trepó por ella y se dejó caer del otro lado. Mientras corría hacia un tanque israelí gritó unas cuantas instrucciones confusas y, antes de que el comandante del tanque supiese lo que estaba ocurriendo, se encontró fuera del blindado y con Zwicka ordenándole que se uniese a un segundo tanque cercano que estaba evacuando a los heridos. Se puso un casco y llamó al comandante de la brigada anunciando: «Fuerza Zwicka». La reacción de alivio del comandante de la brigada le hizo sentir que todo había merecido la pena.
De pronto se dio cuenta de que estaba herido y comenzó a sentir las quemaduras en el rostro y las manos. Estaba mareado y pensó que éste era el fin de su guerra; comenzó a soñar con tenderse entre sábanas limpias y frescas. Todo parecía flotar en medio de la niebla cuando, súbitamente, la voz de Ben Shoham a través de los auriculares le devolvió a la realidad. Allí, delante de él, había dos tanques sirios. Abrió fuego. Y, ordenándole a su conductor que diese marcha atrás, continuó disparando.
Ben Shoham decidió esperar a la primera luz del amanecer antes de intentar reunirse con su brigada. Solicitó permiso al general Hofi para hacerse con el mando de todas las fuerzas desplegadas en el sur del Golán; para él resultaba evidente que ahora los sirios estaban avanzando por todo el sur de los Altos del Golán y que restos de la fuerza israelí habían quedado aislados. El permiso le fue concedido.
En el área de Juhader, Oded, el comandante del 3.er Batallón, solicitó apoyo aéreo al amanecer. Cuando el sol se elevaba en el horizonte, cuatro Skyhawk israelíes aparecieron en el escenario de la batalla para bombardear a los sirios, pero cuando se acercaban a sus objetivos divisaron las señales que indicaban la presencia de misiles tierra-aire. Los cuatro aviones estallaron en el aire ante la mirada de las sitiadas tropas del batallón. No obstante, otra escuadrilla de cuatro aviones se presentó en la zona. Dos explotaron. Ben Shoham ordenó a sus fuerzas que se concentrasen a su alrededor pero, hacia las 8.00 horas, otra penetración de las fuerzas sirias al norte de la ruta Tapline dejó aisladas a las tropas de su puesto de mando. Oded le informó de esta situación y obtuvo permiso para retirarse de Juhader y concentrar todas sus fuerzas, doce tanques en total (todo lo que quedaba de la Brigada Barak), para dirigirse hacia Tel Faris.
Aquella noche, la 46.ª Brigada de Tanques de la 5.ª División de Infantería siria había conseguido penetrar en el área de Rafid. La 132.ª Brigada de esta división explotó esta situación y se desplegó a lo largo de la ruta Rafid-El Al que discurría en paralelo a la escarpa de Ruqqad. Con las primeras luces del domingo 7 de octubre, elementos de la 5.ª División llegaron a Ramat Magshimim y establecieron contacto con la 132.ª Brigada Mecanizada. Cuando el éxito se volvió evidente para el mando sirio, la 47.ª Brigada de Tanques avanzó en paralelo y hacia el norte de la ruta Rafid-El Al. Bajo la luz del amanecer, los sirios contemplaron con asombro la maravillosa vista del mar de Galilea. Allí, a través del brillo trémulo del agua, se extendía la primera ciudad israelí importante que habían visto: Tiberiades. La excitación creció entre los sirios. Aquí estaban, avanzando contra un enemigo derrotado. La victoria estaba casi al alcance de sus manos.
Comprendiendo que estaban haciendo frente a una formidable resistencia en el sector septentrional y que se había conseguido una penetración total en el sector sur aquella noche, el Mando sirio decidió explotar este éxito y además de la 1.ª División Acorazada, que ahora avanzaba para atravesar el Paso de Rafid, la brigada mecanizada de la 3.ª División Blindada también se dirigió hacia el Paso de Kudne-Rafid. En ese momento, en el sur de la región del Golán, había una fuerza compuesta por 600 tanques. Y ante esta impresionante fuerza se encontraban los doce tanques que Oded había concentrado en el área de Tel Faris, unidades que habían quedado aisladas cerca de las fortificaciones a lo largo de la línea defensiva y el primer goteo de reservistas.
La penetración reforzada de los sirios en el norte a lo largo de la ruta Tapline y hacia el oeste en dirección a Ramat Magshimim fue comunicada por las fuerzas sitiadas en la posición A10. Y en las columnas de polvo que se acercaban Ben Shoham pudo discernir a los tanques sirios que avanzaban hacia él. No tenía sentido seguir esperando. Estaba aislado de lo que quedaba de sus fuerzas del sur del Golán y era absurdo hacer frente a este avance concentrado de las fuerzas sirias con sólo un tanque y un semioruga. Saliendo de entre las grandes rocas donde habían pasado la noche enfilaron rápidamente hacia la cuesta de Gamla, dirigiéndose hacia la única ruta que les quedaba para descender de los Altos del Golán. Los tanques sirios abrieron fuego. El tanque de Ben Shoham respondió al fuego enemigo a fin de disuadirlos y descendieron la cuesta, llevando con ellos a colonos rezagados que se dirigían al valle de Buteiha. Mientras Ben Shoham atravesaba el valle encontró al segundo jefe del 2.º Batallón, que había sido su segundo en el mando en la 7.ª Brigada, en un tanque inutilizado. Llevando a este oficial con él, el único superviviente de toda la fuerza que había combatido en el área de El Al, continuó hacia el norte pasando el puente Arik y tomando una carretera secundaria en la margen oriental del Jordán hasta llegar a la aduana y, desde allí, a Nafekh, adónde llegó a las 9.00 horas.
Ben Shoham resumió la situación: la mayor parte de su brigada había sido destruida; todo lo que quedaba era la pequeña fuerza que operaba en la ruta Tapline (bloqueando lo que obviamente era un importante ataque de las fuerzas sirias) y la fuerza de Oded que estaba aislada en la zona de Tel Faris. Entonces decidió que no era momento de quedarse sentado en el Cuartel General. No había otra alternativa que salir y combatir en la ruta Tapline. Ordenó a Doy que se uniera a él en el tanque. Doy subió al carro de combate pero, justo en ese momento, llegó un jeep cubierto de polvo: al volante iba el mayor Benny Katzin, el oficial de operaciones de la brigada, informando que en Nafekh no quedaba nadie. «¿Adónde vas?», preguntó. «Me uno a la dotación del tanque del comandante de la brigada», dijo Doy. «¡Qué diablos, tú no eres un oficial de las fuerzas acorazadas! Y, en cualquier caso, me toca a mí acompañar al comandante de la brigada». «De acuerdo, no discutiré contigo», contestó Dov.
El comandante de la brigada, con su oficial de operaciones a bordo, se dirigió velozmente hacia la ruta Tapline para unirse a la fuerza al mando del coronel Yisraeli, el segundo jefe de la brigada, que estaba combatiendo en la ruta Tapline junto con Zwicka. En este punto comenzaron a llegar los primeros elementos de la 79.ª Brigada de la Reserva de Ori. Habían sido reunidos poco a poco y enviados a toda prisa a los Altos del Golán, y Doy, junto con el oficial de señales, comenzó a organizar una fuerza para apoyar al comandante de la brigada en la ruta Tapline. Se instalaron con el semioruga en la ruta junto a Nafekh y cada tres tanques que llegaban eran organizados por ellos en un pelotón, incluidos en una red de comunicaciones y dirigidos tras las huellas del comandante de la brigada. Al mismo tiempo se ordenó que una fuerza adicional (al mando del segundo jefe del 2.º Batallón, que había sido reunida aquella misma mañana en el valle por el comandante de la brigada) avanzara a lo largo de un camino paralelo a la ruta Tapline en dirección a Hushniyah. Los dos oficiales se las arreglaron para organizar una compañía de tanques para cada una de estas dos rutas y volvieron a establecer el Cuartel General de la Brigada Barak en Nafekh. Pronto comenzaron a llegar informes de Ben Shoham que indicaban que las cosas empezaban a mejorar. «Hasta ahora debo haber destruido ocho tanques enemigos. El panorama es bueno», informó. Dov encontró al general Raful Eytan en el Cuartel General en Nafekh. Este hombre, habitualmente tranquilo y controlado, saludó afectuosamente a estos oficiales comparativamente jóvenes. Ellos le relataron toda la historia de su odisea y lo que habían hecho ahora para enviar fuerzas al comandante de la brigada. Raful aprobó su plan de acción.
El mayor Doy se sentía feliz consigo mismo. Después de la increíble pesadilla de la noche que había pasado con el coronel Ben Shoham, su comandante de brigada, aquí estaba nuevamente en el Cuartel General de la brigada. Y ayudándole a dirigir el Cuartel General se encontraba Hanna, el oficial de señales, cuya devoción sólo era igualada por la increíble manera en que podía hacer juegos malabares e improvisar con las redes de comunicaciones. Ciertamente, no era mucho lo que quedaba de la brigada, pero sus fuerzas, no importaba cuán pequeñas fuesen, con el comandante de la brigada y el segundo jefe, estaban combatiendo contra lo que obviamente era el ataque principal del Ejército sirio en la Tapline y defendiendo esta ruta vital para los israelíes. La situación era muy grave, pero al menos había una esperanza ahora que habían comenzado a llegar los reservistas.
Aproximadamente al mediodía, el segundo jefe del 2.º Batallón, que había sido enviado a través del camino paralelo a la ruta Tapline, informó de que estaba siendo atacado por una fuerza de unos ochenta tanques (se trataba de los elementos avanzados de la 1.ª División Acorazada siria, que había llegado a través de Rafid y Hushniyah) y que era mucho más de lo que su fuerza de seis tanques podía resistir. Ben Shoham le contestó que mantuviese la posición a cualquier precio, de otro modo los sirios conseguirían superar la línea de defensa israelí en la ruta Tapline y alcanzar el Cuartel General en Nafekh. Pero en ese momento se produjo un siniestro silencio y ya no llegaron más informes. A las 12.30 horas se supo que se habían avistado tanques sirios en el área de Tel Abu Hanzir, lo que significaba que los sirios habían superado la línea ocupada por el 2.º Batallón en la ruta paralela y ahora se encontraban detrás de Nafekh. En ese momento Raful ordenó a Ben Shoham que se retirase a Nafekh por la ruta Tapline a fin de preparar el área para la defensa. Ben Shoham ordenó a Yisraeli, su comandante de brigada adjunto, que protegiese su pequeña fuerza mientras se replegaba hacia Nafekh.
El tanque de Ben Shoham, avanzando a la cabeza de la columna y seguido por Yisraeli y otros tres tanques que estaban cubriendo su retirada, dejó fuera de combate a más de cinco tanques sirios y numerosos camiones y vehículos blindados. En contacto con la brigada y la división, Ben Shoham envió instrucciones por radio a Yisraeli, quien las transmitió al resto de los tanques. Mientras Yisraeli continuaba combatiendo y manteniendo a distancia a los tanques sirios, oyó el escalofriante informe transmitido por el cargador: «¡Señor, no hay más municiones!». Los tanques sirios seguían acercándose y sus cañones apuntaban hacia su tanque; estaba indefenso. Ordenando instintivamente a su conductor que cargase, con la ametralladora coaxial disparando sin cesar, el tanque de Yisraeli cargó desesperadamente contra los sirios. Perplejos, los sirios frenaron su avance y el tanque que iba en cabeza abrió fuego. Una columna de humo se elevó desde la torreta del tanque de Yisraeli. Había muerto tratando de salvar a su comandante de brigada.
Sin embargo, ignorante de lo que acababa de sucederle a Yisraeli, Ben Shoham continuó transmitiendo órdenes a su fiel segundo jefe; su tanque continuó hacia Nafekh sin que los otros tanques en la red supieran lo que estaba ocurriendo. Los tanques sirios comenzaron a replegarse y Ben Shoham solicitó un ataque aéreo sobre ellos. Erguido en la torreta de su tanque abrió fuego con la ametralladora contra los soldados sirios que abandonaban los tanques. A unos 300 metros de Nafekh, Ben Shoham se topó con un tanque sirio que estaba inutilizado en la zanja y de cuya torreta escapaba una columna de humo. Katzin y él apenas si repararon en el carro de combate enemigo mientras inspeccionaban las colinas en busca de tanques enemigos. De pronto, la ametralladora del tanque sirio comenzó a disparar. Una corta ráfaga y tanto Ben Shoham como Katzin se deslizaron lentamente hacia el piso del tanque.
En pocos minutos los tres oficiales superiores de la Brigada Barak habían seguido el destino de muchos de sus compañeros de armas. Durante toda la noche del domingo estos tres oficiales permanecieron en el campo de batalla mientras la lucha continuaba. Al día siguiente, Doy organizó un destacamento de la brigada para recuperar los cadáveres del valiente comandante y de sus ayudantes.
El teniente coronel Pinie, comandante adjunto del Distrito Brigada, se sintió aliviado. El domingo por la mañana el distrito ya había conseguido evacuar con éxito a todos los civiles de los asentamientos. Los sirios, creyendo que sus fuerzas habían avanzado más de lo que realmente habían hecho, alargaron el tiro de su barra artillera. Por lo tanto, a partir aproximadamente de las 11.00 horas, Nafekh quedó comparativamente tranquila. Pinie estaba atareado supervisando la organización de la evacuación de los heridos cuando Raful le ordenó que preparase la defensa antitanque del campamento. Hacia el mediodía estaba recorriendo el campamento recogiendo bazookas y organizando a las tropas del Cuartel General para la defensa.
Pinie, un hombre fuerte y corpulento con una manera de hablar áspera y práctica, vulgar y sin pelos en la lengua, había hecho su carrera en la infantería, pasando la mayor parte de su vida militar en la famosa Brigada Golani, en la que finalmente tuvo a su cargo un batallón. Cuando llegó a la valla que cubría el perímetro sur del campamento y dispuso la colocación de las armas, se quedó paralizado. Allí, a través del terreno escarpado que se extendía hacia el sur, y a sólo un par de kilómetros de distancia, virtualmente con el Cuartel General avanzado de la división al alcance de las armas cortas, vio cómo avanzaban los tanques sirios. Corrió a ver a Raful y le informó de la situación. Tranquilo como siempre, Raful observó la escena a través de sus prismáticos. A las 13.15 horas impartió órdenes para que su grupo del Cuartel General avanzado abandonase el campamento. Los proyectiles estallaban a su alrededor al tiempo que el fuego de los tanques sirios alcanzaba los primeros objetivos en el campamento. Los primeros tanques sirios ya estaban aplastando la valla sur del perímetro, donde hacía pocos minutos Pinie había colocado sus armas, cuando el semioruga de Pinie atravesó la entrada norte, pasando junto a otro semioruga en llamas. Trasladó su puesto de mando hacia el norte a lo largo de la ruta Tapline y se estableció a campo abierto a unos cinco kilómetros al norte de Nafekh. Después de la guerra, el general Elazar le preguntó: «Raful, ¿cuándo decidió abandonar Nafekh?». «Cuando ya no era una desgracia marcharse; cuando los tanques sirios habían superado el campamento por ambos flancos», contestó.
Pinie pensó rápidamente mientras contemplaba ese escenario de pesadilla en el recinto y esquivaba el fuego de ametralladora con el que los tanques sirios barrían el campamento. Las tropas que había colocado en posición desaparecieron cuando los tanques sirios se lanzaron hacia delante y aplastaron la valla. Hizo señas a dos soldados de infantería que estaban en la entrada del campamento con un bazooka y seis proyectiles para que le acompañasen, gritándole por encima del fragor de la batalla a su oficial de operaciones y al oficial de inteligencia del distrito (que estaba armado con una ametralladora) que le siguieran. El grupo se tendió detrás de una elevación en el terreno cerca de la valla y el oficial de operaciones —que por primera vez en su vida se encontraba bajo el fuego— colocó el bazooka. Pinie actuaba como su cargador. Los tanques sirios disparaban sistemáticamente a quemarropa contra los edificios del campamento; el tanque más cercano se hallaba ahora a unos 200 metros de ellos. El oficial de operaciones disparó un proyectil y falló el blanco. Cuando el segundo proyectil tampoco dio en el blanco, Pinie le gritó: «Si no alcanzas a ese cabrón con el siguiente proyectil, perderás tu puesto como número uno en el bazooka». Mientras contenían la respiración, el oficial de operaciones apuntó y apretó el gatillo. El tercer proyectil alcanzó al tanque en la mirilla del conductor. Se produjo una fuerte explosión y toda la dotación abandonó el tanque, corriendo para salvar sus vidas mientras el grupo de Pinie abría fuego contra ellos. El tanque permaneció durante dos días sobre la valla aplastada con el motor marchando en el vacío.
Otros dos tanques sirios avanzaron hacia la valla. «Se acabó». Pinie pensó que finalmente le había llegado su hora. Se oyó un ruido ensordecedor y los tanques saltaron por los aires. Desde detrás de ellos, en la carretera que discurría por el exterior del campamento, los tanques de la 79.ª Brigada de la Reserva de Ori que llegaban al campo de batalla habían abierto fuego contra los carros de combate sirios. Pinie y sus hombres corrieron entonces hacia la esquina sudeste del campamento, y en la zona de los talleres vieron que los tanques sirios entablaban combate con los carros de combate israelíes. Se colocaron en posición y esta vez el oficial de inteligencia abrió fuego con el bazooka y alcanzó a un tanque enemigo. Apareció un segundo tanque. Era su último proyectil… disparó y falló. Cuando contemplaban horrorizados cómo el tanque sirio hacía girar la torreta hacia ellos, estalló súbitamente en llamas al recibir un impacto directo. Un solitario tanque israelí se acercaba desde los talleres. Era Zwicka.
El amanecer de aquel domingo estaba próximo cuando Zwicka, combatiendo a lo largo de la ruta Tapline, se unió a la fuerza del coronel Yisraeli. Encabezando un importante ataque sirio, la 51.ª Brigada de Tanques siria estaba siendo bloqueada en su avance por una compañía de tanques israelíes. Diez de los tanques y vehículos blindados sirios fueron destruidos y la fuerza de Yisraeli avanzó un centenar de metros. «Finalmente —pensó Zwicka—, recuperamos terreno después de diez horas de lucha. Estamos avanzando».
La fuerza enemiga se detuvo para reorganizarse, dando tiempo a Zwicka y sus compañeros para repostar combustible y conseguir municiones. Para entonces estaban haciendo un buen trabajo, mejorando posiciones a medida que luchaban y recuperando aparentemente el control de la situación. De pronto, Yisraeli le gritó a Zwicka que debían replegarse rápidamente; el enemigo les había superado por los flancos y se encontraba a unos cuatro kilómetros detrás de ellos en Nafekh. Durante la retirada, como ya ha sido descrito, el tanque de Yisraeli fue alcanzado y el pequeño grupo encabezado por Ben Shoham se abrió paso hacia la retaguardia, destruyendo los tanques y transportes blindados de personal que asomaban por las crestas de las elevaciones que se alzaban a ambos flancos a medida que avanzaban. Ahora eran sólo tres tanques. Mientras continuaban la marcha, Zwicka descubrió que el tanque del comandante de la brigada se había adelantado sin ellos y el propio Shoham había muerto alcanzado por el fuego de armas cortas.
Zwicka decidió instintivamente no continuar por la ruta Tapline y, de este modo, evitó caer en una emboscada siria. Cortó a campo traviesa en dirección a los talleres o el campamento de Nafekh donde encontró a otro tanque al mando de un teniente de la reserva. Comenzaron a operar juntos. Zwicka comenzó a disparar alocadamente a todo lo que veía, a las colinas y a las vallas y a los tanques sirios que ya habían aplastado la valla del perímetro del campamento. El conductor de su tanque se encontraba en un completo estado de shock y era incapaz de reaccionar ante a las órdenes. En medio de todo ese pandemonio apareció otro conductor de tanques y Zwicka siguió a las fuerzas de la 79.ª Brigada del coronel Ori, que ahora estaba combatiendo alrededor de Nafekh, de regreso a la ruta Tapline.
Veinte horas después de haber enfilado la ruta Tapline, la Fuerza Zwicka atravesó las vallas aplastadas del campamento Nafekh. En todas partes —en la valla, en el campo, en las colinas— podían verse tanques y vehículos blindados sirios ennegrecidos, ardiendo y envueltos en densas humaredas. Lentamente, dolorosamente, herido y ensangrentado, con las ropas quemadas y el pelo rubio ennegrecido, Zwicka bajó de su tanque. Miró a Doy con una expresión de disculpa en el rostro: «No puedo más», susurró. Dov no dijo nada. Abrazó a Zwicka y luego le llevó rápidamente al centro de evacuación de heridos.
Como todos los comandantes de la reserva en las Fuerzas de Defensa de Israel, el coronel Ori dirigió desesperadamente a sus hombres en Yom Kippur para llegar lo antes posible a la línea del frente. Era una brigada nueva, equipada con tanques Centurion con motores a gasolina que no habían sido convertidos en diésel. Ori era totalmente consciente del hecho de que estos motores causarían muchos problemas. Una hora después de medianoche, en la madrugada del domingo, Ori ordenó que cuatro de los tanques avanzaran por la carretera de Yehudia al mando del comandante adjunto de la brigada; hacia las 2.00 horas sus reservistas habían entrado en acción contra las fuerzas sirias.
A primera hora de la mañana del día 7 avanzó con veinte tanques y se desplegó en el área general de Kuneitra en el flanco derecho de la 7.ª Brigada. Ordenó que todos los tanques se reuniesen con él, pero cuando uno de sus batallones llegó a Nafekh, Raful ordenó que se detuviese y luego lanzó un SOS ordenando que toda la brigada se concentrase en los alrededores de Nafekh. Ori se retiró de la zona de Kuneitra en dirección a Nafekh, dejando una fuerza de cobertura en las proximidades de Kuneitra y, al hacerlo, observó que un batallón de tanques T62 llegaba por la ruta Sindiana-Hushniyah paralela al sector norte de Tapline. Ésta era la fuerza siria que había destruido a los tanques israelíes que cubrían el desesperado intento de Ben Shoham de defender la ruta Tapline.
Hofi habló con Ori y le hizo saber que la suerte de toda el área de Nafekh estaba en sus manos. Cuando su fuerza se movió hacia Nafekh desde el este, sus hombres le comunicaron que los tanques sirios habían roto la alambrada del campamento. Aparentemente todas las fuerzas de defensa habían sido destruidas; el descontrol parecía total. Ori se enfrentaba a un grave problema psicológico: en ese momento la tarea suprema de un jefe consistía en contrarrestar la conmoción de los reservistas que apenas unas horas antes estaban en sus casas siguiendo con la rutina normal de la vida cotidiana. Aquí se encontraron de pronto combatiendo para salvar los Altos del Golán y a Israel, luchando contra los sirios en el centro neurálgico del área, viendo a los muertos y heridos de ambos bandos y contemplando las terribles señales de las cruentas batallas que ya se habían librado, mientras docenas de vehículos humeantes, tanques quemados y vainas de proyectiles cubrían el paisaje en todas direcciones.
Aunque una incesante barrera de fuego de artillería hacía que fuese imposible tener un cuadro claro de la lucha, los tanques de Ori abrieron fuego a quemarropa contra los tanques sirios en el campamento de Nafekh y comenzaron a avanzar poco a poco. Librando una batalla blindada muy complicada, ejercieron una presión continua contra las fuerzas sirias y gradualmente, al caer la noche, la 79.ª Brigada había limpiado el área alrededor de Nafekh y el propio campamento de Nafekh. Entretanto, el único tanque superviviente de la fuerza de cobertura que había quedado en la ruta de Kuneitra anunció que se encontraba sometido a una fuerte presión; Ori despachó una fuerza para que atacase a los tanques sirios. Ocho carros de combate sirios resultaron destruidos y se consiguió aliviar la presión al oeste de la ruta a Kuneitra.
El domingo por la tarde, después del auxilio prestado al campamento de Nafekh, los intensos combates continuaron en la zona del cruce de rutas mientras la brigada del coronel Ori aumentaba la presión contra el avance de las fuerzas sirias. Pinie fue a reunirse con su comandante de distrito, quien estaba organizando la destrucción y defensa de los puentes sobre el Jordán. En la carretera vio algunas escenas que le horrorizaron y despertaron las pesadillas de su infancia en una Europa desgarrada por la guerra. ¿Podían ser éstas las IDF? Aquí, delante de sus ojos, huían en desbandada las unidades de un ejército derrotado. Detuvo a una de las unidades que huía colocándose en mitad de la carretera y recordándole al oficial a cargo cuál era el castigo por cobardía ante el enemigo incluso en las IDF. Para él resultaba evidente que el Ejército israelí estaba perdido cuando se retiraba.
Dov y Hanan, los dos últimos miembros del Cuartel General avanzado de Ben Shoham, pusieron en marcha su semioruga y se dirigieron por la carretera de Nafekh-puente Bnot Ya’akov hacia Aleika. El panorama en la carretera les conmocionó. Todos los signos indicaban una retirada motivada por el pánico; intercalados entre los vehículos del personal administrativo en retirada había tanques y piezas de artillería. Un velo rojo cubrió los ojos de Dov al presenciar estas escenas —que las Fuerzas de Defensa de Israel jamás habían experimentado hasta ese momento— que se desarrollaban ante su mirada incrédula. Consciente del hecho de que ahora era el oficial de mayor rango de la Brigada Barak, atravesó su semioruga en la carretera bloqueándola. «Muy bien —dijo—, aquí es donde acaba nuestra huida. Nadie atravesará este punto». Cuando cada unidad o grupo se acercaba a él por la carretera, les detenía y le ordenaba al oficial o suboficial al mando que diesen media vuelta. Con actitud decidida e inequívoca impartió las órdenes precisas para crear una posición de defensa en la carretera. Muchas de las unidades se sintieron aliviadas al recibir finalmente órdenes de alguien, ya que habían quedado aisladas de su cadena de mando como consecuencia de los terribles combates.
El coronel Men, el segundo en el mando de Raful, había estado organizando la división desde su Cuartel General principal en el valle del Jordán. Al enterarse por radio de que Raful había quedado atrapado en el campamento Nafekh, dejó todo lo que tenía entre manos y decidió ir a rescatar a su comandante. Reunió cinco tanques, que se encontraban en diferentes etapas de reparación, y salió a la carretera. Al llegar al punto donde se encontraba el semioruga de Doy sumó su autoridad a fin de consolidar la acción que Dov había iniciado.
Doy fortaleció la línea de defensa que había establecido y colocó alrededor de veinte tanques dañados (que había conseguido reunir cuando estos se retiraban) a ambos lados de la carretera cerca del campamento de Aleika. Dirigiéndose a los oficiales de esta fuerza improvisada les ofreció una descripción vívida de la amarga situación. Hizo hincapié en el hecho de que no quedaban tanques entre ellos y el Jordán: si los sirios conseguían superar la barricada que ellos habían creado, nada les detendría en su camino hacia Galilea.
Enviando un mensaje por radio a las unidades de apoyo de la Brigada Barak estacionadas en el valle del Jordán para que se reuniesen con él, trayendo con ellas municiones, combustible y unidades técnicas para reparar los tanques sobre el terreno, Doy creó pelotones y compañías ad hoc, mientras que Hanan les daba las instrucciones de comunicaciones necesarias y los incluía en la red general. Ambos se dirigieron al campamento de Aleika donde descubrieron un teléfono intacto. ¡Cuando levantaron el auricular oyeron la señal de línea libre! Doy llamó al oficial de operaciones en el Cuartel General del mando y le dio todos los detalles de la verdadera composición de la fuerza y lo que él había hecho. La segunda llamada telefónica fue a su incrédula y agradecida esposa para decirle que seguía con vida.
Al anochecer del domingo, la 79.ª Brigada de Ori, ahora desplegada en el área de Nafekh, se hizo cargo de la fuerza de Dov. Sólo entonces Doy y Hanan, que seguían trasladándose de un lado a otro en el semioruga que constituía el Cuartel General de la Brigada Barak, se dirigieron a su puesto de mando de retaguardia en el valle del Jordán.