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TIENEN OJOS PERO NO VEN

Las estimaciones de la inteligencia nacional en Israel son suministradas por el director de la Inteligencia Militar, ya que se trata de la única organización de inteligencia en el país con los recursos necesarios para llevar a cabo la investigación y la evaluación necesarias. La Inteligencia Militar había crecido a lo largo de los años tanto en tamaño como en posibilidades, abortando cualquier intento tanto de la pequeña unidad de investigación del Ministerio de Asuntos Exteriores como del Mossad, el Servicio Secreto israelí, de expandir sus actividades o de elaborar una evaluación independiente. Y había creado un equipo de expertos que no tardó en adquirir una sólida reputación como el servicio de inteligencia más eficaz sobre la cuestión de Oriente Medio de todo el mundo. Y era una reputación merecida, porque la organización y su personal demostraron en más de una ocasión su superioridad en el conocimiento de los acontecimientos que se desarrollaban en Oriente Medio. No obstante, con el aumento del número de aspectos que afectaban a la seguridad de Israel en todo el mundo, esta organización se tuvo que enfrentar muy pronto a una amplia gama de cuestiones que superaban el ámbito estricto de la inteligencia militar.

Un servicio de inteligencia trabaja en la adquisición, comparación y evaluación de la información necesaria para la política y la toma de decisiones políticas, pero en ningún caso puede o debe hacerse responsable también de la política a una organización comprometida en ese tipo de actividades. En Israel, no obstante, fuera de la institución militar no existía un trabajo formal en el proceso de toma de decisiones; no existía ningún mecanismo a nivel del consejo de ministros, en el Parlamento —o en ninguna otra institución—, que pudiese llevar a cabo una evaluación propia o comprobar la evaluación presentada por los militares. Por lo tanto, la Inteligencia Militar representaba un factor vital en todos los procesos de toma de decisiones, si bien la responsabilidad última en la evaluación de las intenciones de los gobiernos extranjeros descansaba en el gobierno del Estado.

Mientras David Ben Gurion fue primer ministro, los oficiales de uniforme no se presentaban ante el gobierno por una cuestión de principios. En estas reuniones y en el Comité de Seguridad y Asuntos Exteriores del Knesset, era el propio Ben Gurion quien presentaba invariablemente la evaluación de la situación militar incluyendo los aspectos relacionados con la inteligencia. Aunque era muy prudente en todo lo que exponía ante estos colectivos, pensaba que no necesitaba ningún socio ya que asumía personalmente toda la responsabilidad en los asuntos tratados.

Cuando el general Dayan fue nombrado ministro de Defensa, convirtió en una práctica habitual el hecho de que el jefe del Estado Mayor y el director de la Inteligencia Militar le acompañasen a las reuniones del consejo de ministros y del Comité de Seguridad y Asuntos Exteriores, un gesto que tendía a eliminar la línea divisoria existente entre la responsabilidad ministerial y militar. Estos dos oficiales uniformados comenzaron a aparecer muy pronto en la mesa del consejo de ministros con la misma frecuencia que los propios ministros. La reputación del director de los servicios de inteligencia y el enorme prestigio del ministro de Defensa, además del hecho de que no había otro elemento en todo el país con las posibilidades o la capacidad necesaria para realizar un análisis de las evaluaciones hechas por la Inteligencia Militar o presentar una evaluación alternativa, forzaba la aceptación de las conclusiones presentadas.

Como consecuencia del fin de la Guerra de Desgaste en octubre de 1970, el inicio del alto el fuego, la muerte de Nasser, la guerra civil jordana y, por último, el aparente despido de los asesores soviéticos por parte de Sadat, en el establishment de la Defensa israelí se instaló la sensación de que pasaría bastante tiempo antes de que los árabes volviesen a estar preparados para embarcarse en otra guerra, una sensación que se vio fortalecida por la convicción de que los árabes no eran capaces de librar una guerra moderna coordinada y por un extendido sentimiento de satisfacción con el statu quo posterior a 1967. Sin embargo, aunque una mezcla de autocomplacencia y arrogancia tendía a teñir la evaluación de los futuros acontecimientos en la región, el ejército continuaba preparándose para las contingencias que pudiesen producirse y adaptando sus planes a la evaluación realizada por los servicios de inteligencia según la cual los árabes, mediante la adquisición de bombarderos de alcance medio, estarían en condiciones de llevar a cabo su amenaza de guerra entre 1975 y 1976.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y las presiones sociales aumentaban en Israel, comenzaron a oírse voces que reclamaban un recorte en el presupuesto destinado a la defensa, especialmente teniendo en cuenta que la guerra no parecía encontrarse a la vuelta de la esquina. Dayan resistió tenazmente a estas presiones, pero el presupuesto de defensa fue reducido en 1972 en aproximadamente seis mil millones de libras israelíes para un período de cinco años. No obstante, la jefatura del ejército era posiblemente más consciente que nadie de los peligros que acechaban al país. En junio de 1972, el general de división Israel Tal, el jefe adjunto del Estado Mayor (reconocido como uno de los mayores expertos en blindados de todo el mundo) expresó la opinión de que sin un enfoque político más dinámico, los árabes optarían por llevar a cabo una acción militar porque no serían capaces de mantener el statu quo durante mucho tiempo. De hecho, en numerosas ocasiones entre julio y octubre de 1972 el general Elazar había analizado la posibilidad de que los egipcios lanzaran un ataque a través del Canal de Suez. Su conclusión fue que ese ataque podría producirse a comienzos de 1973; pero, a raíz de la marcha de los soviéticos de Egipto, había cambiado de opinión, afirmando que si bien no creía que el ataque pudiese producirse a principios de 1973, era de la opinión de que podría tener lugar más tarde ese mismo año. Elazar señaló asimismo las elecciones presidenciales en Estados Unidos (que se celebrarían en noviembre de 1972) como un punto de inflexión en este panorama, convencido de que el presidente Sadat trataría de enfrentar a Oriente y Occidente después de celebradas (es decir, a principios de 1973), pero que como resultado de la frustración ante su probable fracaso, el presidente egipcio podía decidir ir a la guerra en 1973.

El 16 de abril de 1973, el general de división Eli Zeira, director de la Inteligencia Militar, descrito más tarde por la Comisión Agranat como «un hombre de excepcional capacidad intelectual, que había impresionado tanto a sus superiores como a sus subordinados y que contaba con una notable consideración por parte del gobierno», presentó el análisis de la inteligencia nacional. En ese momento había signos claros de que los egipcios se estaban preparando para la guerra en mayo: unidades terrestres estaban siendo trasladadas hacia la zona del Canal; durante todo el mes de abril y parte de mayo se habían construido en la zona alrededor de sesenta y cinco rampas para tanques, mientras que la altura del muro de arena principal a lo largo de su frente había sido elevada para poder vigilar lo que sucedía detrás del muro de arena israelí; en el terraplén de arena se habían preparado nuevas brechas y también se habían abierto nuevos descensos hacia el agua. La defensa civil egipcia había sido movilizada, se había convocado a los donantes de sangre, se había ordenado el oscurecimiento en las ciudades, los puentes estaban protegidos y se sucedían las declaraciones relacionadas con la guerra mientras Sadat hablaba de la «fase de confrontación total». A pesar de todos estos preparativos, la inteligencia israelí estimaba que la probabilidad de una guerra era remota: los egipcios no tenían respuesta frente a un ataque aéreo israelí en profundidad; y aunque la guerra podía producirse en una fecha posterior, esta vez Sadat, tal como era su costumbre, llegaría hasta el límite y luego se retiraría. Como hemos visto, Sadat había decidido posponer el ataque hasta el otoño, pero esta decisión, más que actuar como una advertencia de que el ataque simplemente se había pospuesto, no hacía más que confirmar el cálculo hecho por los servicios de inteligencia de que Sadat llegaría hasta el límite y se retiraría.

El general Elazar, sin embargo, no aceptó esta evaluación de la situación y solicitó una movilización parcial, como hemos observado anteriormente. En una serie de intervenciones realizadas en aquella época, recalcó que si bien la posibilidad de una guerra era baja, los israelíes debían tener en cuenta que los egipcios se sentían frustrados por los resultados de la reunión Nixon-Breznev y por la falta de avances políticos; en Egipto aumentaban las presiones y éstas podían representar indudablemente un peligro para la paz.

Israel debía hacer frente a tres posibilidades en aquel momento: esporádicos estallidos de hostilidades, una guerra de desgaste o una guerra total. Elazar no creía en las dos primeras posibilidades, considerando a la tercera como la única viable. Tal como él evaluaba la situación, los egipcios estarían interesados en: primero, reanudar las hostilidades a fin de romper el statu quo y reafirmar su decisión de no acepar la situación creada; segundo, provocar a Israel la mayor cantidad posible de pérdidas humanas y materiales; tercero, librar una guerra de manera que, a su conclusión, Egipto hubiese conseguido un avance, aunque fuese mínimo, desde el punto de vista militar. En su opinión, unas cuantas hectáreas conquistadas en la orilla oriental del Canal de Suez o un avance de apenas un kilómetro en los Altos del Golán servirían para satisfacer los objetivos de los árabes. En más de una ocasión, Elazar calculó la posibilidad de un ataque masivo simultáneo por parte de las fuerzas egipcias y sirias.

Elazar no fue el único oficial superior que exhibió una clara percepción de los posibles acontecimientos y que no se dejó engañar con respecto a las verdaderas intenciones de los árabes. Durante ese mismo período, el general Tal declaró públicamente y de manera enfática la importancia que revestía el arma del petróleo en manos de los árabes y advirtió que, en su opinión, la llegada de los misiles tierra-aire significaba que el uso de aviones como importante sistema de ataque sería muy limitado hacia finales de la década de 1970. También analizó en profundidad el posible efecto de una guerra en la situación interna de Israel. El 21 de mayo de 1973, el ministro de Defensa, Moshe Dayan, impartió unas líneas de actuación al Estado Mayor ordenando que se preparase para la guerra a la luz de las amenazas procedentes de Egipto y Siria. En estas órdenes decía: «Debe considerarse la posibilidad de una reanudación de la guerra en la segunda mitad del verano».

El concepto de defensa israelí se construyó sobre tres elementos principales: alerta avanzada por parte de los servicios de inteligencia de los movimientos realizados por el enemigo y que pudiesen indicar el desarrollo de planes para llevar a cabo operaciones hostiles; la fuerza y capacidad de un ejército regular —junto con una fuerza aérea que era, prácticamente en su totalidad, una fuerza regular— para bloquear cualquier intento de ataque importante contra Israel y contener el avance de las fuerzas enemigas. En este sentido se hizo gran hincapié en el papel que desempeñaría la Fuerza Aérea israelí en esta operación de contención, al tiempo que protegía el cielo de Israel y permitía que el tercer elemento, principalmente la rápida movilización de las reservas, se pusiera en marcha y que su movimiento hacia la línea del frente se realizara de un modo rápido y eficaz.

La inteligencia israelí se encontraba en una buena posición para evaluar los acontecimientos que se producían en el mundo árabe y, a lo largo de los años, había desarrollado un sistema de recolección de información sumamente eficaz. A raíz de la ascensión de Sadat a la presidencia egipcia se habían producido cuatro escaladas en el conflicto y en cada una de ellas se había podido advertir una importante movilización de las fuerzas egipcias para ir a la guerra. En la línea del frente se habían producido numerosas situaciones de emergencia y en todas ellas las fuerzas israelíes habían sido invariablemente reforzadas y habían avanzado hacia el frente según los planes operativos existentes en aquellos momentos. No obstante, había sido menos frecuente una movilización importante en el lado egipcio.

La primera gran movilización que tuvo lugar durante la era Sadat fue hacia finales del «Año Decisivo», en 1971, cuando los egipcios planearon un bombardeo aéreo por sorpresa a cargo de cincuenta bombarderos sobre Sharm el-Sheikh (una acción cancelada por Sadat a raíz del estallido de la guerra entre la India y Pakistán). Durante esta alerta se produjo una movilización general de los reservistas, los vehículos civiles y la defensa civil en las ciudades; el Cuartel General y todas las fuerzas de campaña egipcias participaron en las maniobras. Grandes formaciones de tanques avanzaron hacia el Canal de Suez, además de equipos de pontones para el cruce del Canal. A lo largo de la orilla egipcia hubo una intensa actividad de movimiento de tierras, se prepararon las posiciones para los tanques y la artillería y los accesos al Canal fueron abiertos en el sector sur. Los medios de comunicación egipcios anunciaron que la guerra era inevitable, anuncios que se acompañaron de declaraciones de claros tintes belicistas por parte de los responsables políticos.

Un año más tarde, en diciembre de 1972, tuvo lugar una segunda gran movilización cuando Sadat planeó una operación en la que una brigada paracaidista debía tomar y conservar una porción de territorio en el Sinaí hasta que se produjese la intervención de las Naciones Unidas. En el curso de esta movilización también se realizaron maniobras en las que participaron las fuerzas de campaña, los soldados regresaron de sus permisos, se intensificaron los trabajos en las rampas y fortificaciones a lo largo del Canal de Suez, con la preparación de zonas destinadas al lanzamiento de los vehículos de cruce y de los equipos de pontones, y los medios de comunicación crearon una atmósfera de guerra inminente. Pero no se movilizaron las fuerzas de reserva y tampoco la defensa civil en las ciudades; y las unidades terrestres tampoco avanzaron hacia la zona del Canal con sus equipos para la construcción de puentes y de cruces. El tercero y cuarto períodos de escaladas y movilizaciones se produjeron en 1973, en los meses de abril, mayo, septiembre y octubre.

La capacidad egipcia para atacar a Israel sin que lo detectase la alerta avanzada sin duda existía, y durante las discusiones que se llevaron a cabo con miembros del gobierno israelí en los días previos a la guerra, el general Zeira y su director de investigaciones, general de brigada Aryeh Shalev, reconocieron que esta posibilidad era cierta, al tiempo que señalaban las escasas probabilidades de que tal ataque se produjese. La presencia del grueso del Ejército egipcio a orillas del Canal de Suez no indicaba en sí misma que la guerra fuese inminente, ya que este despliegue se había estado produciendo desde 1969, y según se argumentó entonces, esos signos de escalada tampoco constituían una señal definitiva, puesto que desde 1971 se habían producido tres movilizaciones similares sin que los egipcios lanzaran ataque alguno contra las fuerzas israelíes. La única clave que podía generar la alerta se encontraba ahora en la evaluación de las intenciones egipcias, que realmente significaba evaluar lo que pudiese decidir finalmente el Jefe de Estado egipcio, el presidente Sadat; y esa tarea difícilmente podía ser asumida exclusivamente por el director de la Inteligencia Militar. El error cometido por los miembros de los servicios de inteligencia y por aquellos que tenían que tomar decisiones políticas, frente a una concentración de fuerzas inusualmente fuerte y una obvia intensificación del conflicto, fue no establecer una relación directa entre los incrementos simultáneos de las fuerzas en el norte y el sur y las intenciones sirias y egipcias.

La comunidad de inteligencia israelí siguió con interés el desarrollo de las importantes maniobras militares en Egipto, al tiempo que mostraba su preocupación por la presencia de grandes concentraciones de fuerzas en Siria, aunque todo parecía indicar que Siria simplemente se mostraba nerviosa por una posible reacción israelí ante las operaciones que había llevado a cabo como represalia por el derribo de trece aviones sirios el 13 de septiembre. La suposición, sin embargo, era que no existía un peligro real de parte de Siria porque jamás atacaría sola. Todo lo que veían al volver la vista hacia Egipto eran preparativos para uno de los tantos ejercicios militares, tomando precauciones especiales por temor a que los israelíes estuviesen preparando un ataque. Existían numerosos indicadores que deberían haber sido motivo de preocupación para Israel, pero quizás fueron descartados debido a que existían el doble de signos indicando que no había motivos serios para la alarma.

Con el inicio de las maniobras egipcias, las fuerzas israelíes estacionadas a lo largo del Canal de Suez advirtieron un notable incremento en las actividades desarrolladas por el enemigo. Un creciente caudal de información acerca de los preparativos egipcios en el Canal comenzó a fluir diariamente hacia la retaguardia desde sus posiciones. El teniente David Abu Dirham, que estaba al mando de una de las fortificaciones más septentrionales —Orkal B, situada a unos 8 kilómetros al sur de Port Fuad— informó que un barco estaba descargando piezas de artillería, equipos y municiones en el puerto. También llegaron informes de que la artillería se estaba trasladando hacia posiciones avanzadas, se ocupaban las posiciones de misiles tierra-tierra y tierra-aire hasta entonces desiertas, se estaban limpiando los campos de minas a lo largo del Canal y los soldados egipcios se sumergían en las aguas del Canal para detonar las minas submarinas. Los informes describían obras de mejoramiento de las numerosas bajadas hacia el agua, actividad de movimiento de tierras, preparación de áreas para cruzar y para la instalación de puentes y pontones. Sin embargo, mientras los egipcios eliminaban las minas en setenta puntos a lo largo del Canal, las sembraban en otros; algunas bajadas hacia el agua eran abiertas, mientras que otras se cerraban. Por otra parte, la rutina diaria normal —tanto de soldados como de civiles— continuaba sin mayores cambios: los soldados egipcios continuaban pescando y recorriendo las orillas del Canal sin llevar puestos sus cascos; los civiles continuaban su trabajo como si no estuviese ocurriendo nada importante.

Cuando comenzaron las maniobras egipcias, la división acorazada al mando del general de división Avraham Albert Mandler, compuesta por 280 tanques, fue puesta en estado de alerta en la orilla israelí del Canal. El Cuartel General del Mando Sur impartió instrucciones para asegurar que todas las órdenes relativas a dicha alerta fuesen cumplidas. Se realizó una comprobación de todos los sistemas de movilización. Se cancelaron todos los permisos. El general de división Shmuel Gonen, comandante del Mando Sur, que había asumido su cargo menos de tres meses antes, visitó la zona del Canal el 2 de octubre e impartió una serie de órdenes para garantizar un mayor estado de alerta. Luego solicitó autorización para tomar algunas medidas preventivas, pero algunas de estas peticiones fueron denegadas. Se ordenó aumentar las guardias y la seguridad alrededor de todos los campamentos en el Sinaí y para asegurar que todas las fuerzas estuviesen familiarizadas con la llamada Operación «Shovach Yonim», que se activaría en caso de que el enemigo realizara algún movimiento y que no había sido probada desde hacía algún tiempo. También se impartieron órdenes para acelerar el montaje de un puente preconstruido —que se utilizaría en caso de que las fuerzas israelíes cruzaran el Canal— y para tender emboscadas a lo largo del muro de arena.

El 4 de octubre, Gonen asistió a una reunión del Estado Mayor, que estuvo dedicada exclusivamente a la cuestión de la disciplina en las fuerzas armadas. Desde Tel Aviv viajó a Haifa donde, a la una de la mañana del día 5 su jefe de inteligencia, teniente coronel David Gedaliah, le llamó para avisarle que aquella noche los egipcios habían estado trabajando en los muros de arena hasta las diez.

El 7 de octubre, Albert Mandler debía ser reemplazado por el general de brigada Kalman Magen como comandante de la división que protegía la línea del frente a lo largo del Canal de Suez. Durante toda la semana, las diferentes unidades se habían estado despidiendo de su comandante. Pero Mandler no se despidió informalmente de sus hombres sino que pronunció un discurso de despedida en el que hizo referencia a la importancia del estado de preparación y al hecho de que creía que la guerra era inminente. El viernes 5 de octubre, con el Mando Sur y la división de Mandler ocupados verificando el estado de preparación de las tropas y dando instrucciones de última hora, Albert se reunió con Magen, un oficial que contaba con una considerable experiencia de combate, que acababa de dejar su cargo de comandante de la Escuela de Mando y Estado Mayor y que hacía sólo unos días que había regresado de un viaje por el extranjero. Mientras ambos oficiales discutían las condiciones del traspaso de mando que tendría lugar el domingo, se hizo evidente que debería posponerse. El general de brigada Pino, el segundo de Albert, muy inquieto por los continuos informes que no cesaban de llegar desde la línea del frente, sugirió que Mandler ordenase que todas las fuerzas abandonasen sus campamentos y avanzaran para ocupar sus posiciones según los planes de emergencia previstos en la Operación «Shovach Yonim». Pero aunque Magen se mostró de acuerdo con esta sugerencia, Albert dijo que no era posible: todas las instrucciones que habían estado recibiendo establecían que, bajo ninguna circunstancia, debían despertar las sospechas de los egipcios; no se realizaría ningún movimiento que pudiese provocar una escalada general a lo largo del frente. De hecho, Mandler había sido firme defensor de la inminencia de la guerra ya desde el miércoles 3 de octubre. A fin de poner de relieve la situación tal como él la veía, la división envió cables urgentes al Mando Sur describiendo cada señal de que los egipcios se estaban preparando para la guerra, mientras que todas las tardes enviaba un resumen diario completo de todas las actividades registradas en el lado egipcio.

Según el informe elaborado por la Comisión Agranat, el 1 de octubre el teniente Benjamin Siman Tov, el oficial encargado del control del despliegue enemigo del servicio de inteligencia en el Mando Sur, había enviado un documento al teniente coronel David Gedaliah, oficial de inteligencia del Mando Sur, analizando el despliegue de fuerzas en el lado egipcio como un claro signo de su intención de ir a la guerra, a pesar de las maniobras que estaban realizando. El 3 de octubre, nuevamente, Tov envió otro documento en el que señalaba una serie de factores que indicaban que esas maniobras podían ser una tapadera de los preparativos para la guerra. Gedaliah no distribuyó la información enviada por este oficial subalterno y fue omitido en el informe de inteligencia del Mando Sur. De hecho, el director de la Inteligencia Militar, general Zeira, no tuvo conocimiento de la evaluación hecha por Siman Tov hasta marzo de 1974, durante las audiencias de la Comisión Agranat (después de las cuales invitó a su despacho a Siman Tov, quien había sido relevado del servicio de inteligencia del Mando Sur, escuchó atentamente su historia y le ascendió al rango de capitán).

El 5 de octubre la división solicitó refuerzos, que debían incluir tropas adicionales en los puntos fuertes situados a lo largo del Canal y fuerzas para ser desplegadas en los pasos a unos 35 kilómetros al este del mismo. Como toda respuesta recibieron una nota del Cuartel General del Mando Sur, repitiendo una nota del Cuartel General Central, en el sentido de que las maniobras en el lado egipcio acabarían muy pronto.

Mientras tanto, las transmisiones soviéticas recalcaban que las concentraciones de fuerzas israelíes a lo largo de la frontera siria tenían la clara intención de atacar a Siria; la inteligencia israelí estimó que el temor sirio ante la posibilidad de que se produjese un ataque israelí había aumentado en las últimas veinticuatro horas, y que el despliegue de fuerzas sirias era una consecuencia directa de su convicción de que por razones políticas —provocadas por el creciente aislamiento de Israel en el mundo y la creciente cooperación entre los países árabes de primera línea— Israel podría lanzar un ataque preventivo contra Siria. Los temores egipcios ante un posible ataque israelí también aumentaron, como lo prueba el hecho de que, por primera vez desde la Guerra de Desgaste, se estuviese llevando a cabo un importante ejercicio naval simultáneamente en el Mediterráneo y en el mar Rojo.

En la madrugada del 5 de octubre fue evidente que el Ejército egipcio estacionado a lo largo del Canal de Suez había alcanzado tal nivel de despliegue y de preparativos como nunca antes habían sido observados por las Fuerzas de Defensa de Israel. Se advirtió además que se habían añadido 56 baterías de artillería, llegando a 194 la cantidad total desplegadas en las áreas avanzadas. Asimismo, se recibieron informes de que las cinco divisiones de infantería estaban totalmente desplegadas, que las cinco áreas de concentración en las que se acumulaban los equipos para la construcción de puentes y de cruce estaban parcialmente ocupadas y que las posiciones preparadas en los muros de arena que permitían a los tanques disparar hacia el Sinaí estaban siendo ocupadas a todo lo largo del Canal. Los israelíes identificaron unidades de pontones móviles y el movimiento hacia posiciones avanzadas en la retaguardia de concentraciones de fuerzas adicionales. La lectura de todas estas señales hizo que el oficial en jefe del servicio de inteligencia de la Marina de Guerra de Israel expresara a principios de esa semana y ante su comandante la opinión de que la guerra era inminente. Pero sus conclusiones no fueron aceptadas por el Cuartel General.

El 30 de septiembre la situación había sido analizada en el Cuartel General del Ejército de Israel. El general Tal expresó graves reservas acerca de las tranquilizadoras conclusiones de la inteligencia, mientras que el general Zeira sostenía que la probabilidad de guerra era baja, explicando que las concentraciones de fuerzas sirias estaban relacionadas con el incidente ocurrido el 13 de septiembre, cuando varios aviones sirios fueron derribados por aviones israelíes, y que los egipcios simplemente se estaban preparando para unas maniobras importantes junto al Canal. Pero Tal estaba preocupado e invitó a Zeira y Shalev a una reunión durante la cual volvió a afirmar que no aceptaba su evaluación de los hechos. Ellos, no obstante, no aceptaron su enfoque.

La actuación de la Unión Soviética, comprometida como estaba en los acontecimientos militares que se desarrollaban en la zona, señalaba claramente que la guerra en Oriente Medio era inminente. Tres días antes de que estallase la guerra, la Unión Soviética lanzó un satélite de reconocimiento que sobrevoló áreas del Sinaí, el Canal de Suez y la frontera entre Israel y Siria, además de la zona de Galilea. Todos los días su trayectoria era alterada a fin de incluir los diferentes sectores de las dos líneas del frente israelí.

En la mañana del miércoles 3 de octubre, el presidente Sadat convocó a una reunión al embajador soviético, Vinogradoff. Aproximadamente a la misma hora, el presidente Assad convocó al embajador soviético en Damasco. Los dos presidentes indicaron a los embajadores que la guerra era cuestión de horas, sin entrar en mayores detalles.

El 4 de octubre, unidades de la flota soviética estacionadas en Alejandría y Port Said comenzaron a abandonar sus puertos. Este éxodo masivo contribuyó a fortalecer las sospechas de la inteligencia naval israelí. Entretanto se recibió información de la llegada de 22 gigantescos aviones Antonov soviéticos a El Cairo y Damasco y la evacuación por aire de las familias soviéticas residentes en ambas capitales. La explicación de todos estos movimientos soviéticos para la inteligencia israelí fue que, o bien indicaban el conocimiento por parte de los soviéticos de que la guerra estaba a punto de estallar (y tanto la evacuación como la retirada de los barcos de guerra podían constituir un movimiento de los soviéticos para disuadir a Egipto de ese propósito, puesto que ya a finales del «Año Decisivo» en 1971, durante una movilización general previa en Egipto, los barcos soviéticos habían evacuado el puerto de Port Said); o bien podía ser que los egipcios, junto con los sirios, hubiesen decidido finalmente liquidar la presencia soviética en Egipto, pero esta última posibilidad no parecía muy viable.

El sábado 29 de septiembre, dos pistoleros palestinos abordaron un tren en la frontera entre Austria y Checoslovaquia en el que viajaban judíos rusos desde Moscú a Viena. Tomaron como rehenes a cinco judíos y a un oficial de aduanas austríaco y exigieron facilidades para volar junto con los rehenes a un país árabe. En el curso de las negociaciones, Bruno Kreisky, también judío, propuso el cierre del centro de tránsito para inmigrantes judíos del castillo de Schonau, cerca de Viena. Los rehenes fueron puestos en libertad y los pistoleros palestinos pudieron marcharse. Israel se sintió horrorizado e indignado por estos hechos y la noticia ocupó los titulares de todos los medios de comunicación. El gobierno israelí se abocó por completo a este problema. La señora Meir voló a Estrasburgo, como estaba previsto en su programa, para asistir a la reunión del Consejo de Europa y luego, a pesar de los recelos de algunos miembros de su gabinete, voló a Viena en un vano intento de persuadir a Kreisky de que reconsiderase su decisión. La señora Meir regresó a Israel el miércoles 3 de octubre y convocó de inmediato una reunión del gabinete.

Hasta hoy aún no está claro si esta operación formaba parte o no de un plan de engaño general destinado a desviar la atención israelí de los acontecimientos que se estaban desarrollando a lo largo de la línea del frente. La operación estuvo a cargo de una organización terrorista palestina poco conocida, pero el hecho de que estuviese vinculada a Saika, la organización guerrillera palestina controlada por el Ejército sirio, da crédito a la suposición de que la operación formaba parte del plan de engaño general. Estuviese o no planeada, la operación contribuyó sin duda a desviar la atención del gobierno y la opinión pública de los inquietantes acontecimientos que se estaban produciendo a lo largo de las fronteras norte y sur de Israel.

La situación siria le fue revelada a Zeev Sharef, el ministro israelí de la Vivienda, durante su visita a los Altos del Golán el miércoles 3 de octubre para inaugurar una serie de proyectos de viviendas que habían sido construidas por su ministerio. Durante este acto, Sharef habló con el general Hofi, jefe del Mando Norte, y pudo comprobar lo preocupado que estaba por la inusitada concentración de fuerzas sirias a lo largo de la línea del frente. En medio de esta visita le llamaron para que regresara a Tel Aviv de inmediato para asistir a una reunión del gabinete convocada por la señora Meir a su regreso de Viena para informar de las conversaciones que había mantenido con el canciller Kreisky. No obstante, el gabinete no recibió absolutamente ninguna información con respecto a la situación militar en ambas fronteras.

Antes de que se reuniese el gabinete propiamente dicho, el llamado «Gabinete de cocina» de la señora Meir asistió a una reunión que se prolongó durante más de dos horas para analizar los preocupantes acontecimientos que se estaban produciendo a lo largo de las fronteras. En esta reunión estuvieron presentes la señora Meir, el viceprimer ministro Yigael Allon, el ministro de Defensa Moshe Dayan, el Ministro sin cartera Yisrael Galili, el jefe del Estado Mayor general Elazar y el jefe de Investigaciones del servicio de Inteligencia Shalev (el general Zeira, director de la Inteligencia Militar estaba enfermo en su casa). El brigadier Shalev presentó un cuadro detallado de la situación en ambas fronteras en ese momento, enumerando las capacidades de las fuerzas enemigas. La señora Meir le interrumpió en varias ocasiones para preguntarle si los ejércitos árabes estaban en condiciones de lanzar un ataque desde sus posiciones actuales. La respuesta fue afirmativa. Durante más de dos horas, el «Gabinete de cocina» centró sus discusiones en las posibles intenciones de la jefatura árabe a la luz de estas noticias. Todos recordaron que, en mayo, los servicios de inteligencia habían afirmado que no era probable que los árabes declarasen una guerra. En aquel momento el jefe del Estado Mayor se había mostrado en desacuerdo con esa conclusión, si bien la evaluación realizada por los servicios de inteligencia demostró ser acertada; en esta ocasión convino con la evaluación de inteligencia en el sentido de que un ataque árabe era altamente improbable. La reunión se dio por terminada habiéndose llegado a la conclusión de que las concentraciones militares descritas no indicaban una guerra inminente. Se convino en informar de la situación en la reunión habitual del gabinete prevista para el domingo 7 de octubre.

En la tarde del jueves, el general Zeira informó al jefe del Estado Mayor de la evacuación de las familias soviéticas de Egipto y Siria; Zeira había estado ausente durante dos días a causa de su enfermedad y esta nueva información le produjo una sensación inquietante.

El viernes por la mañana, los corresponsales militares de la prensa israelí recibieron instrucciones de no exagerar el contenido de los informes llegados desde el exterior y relacionados con la concentración de grandes contingentes de fuerzas árabes a lo largo de las fronteras y señalar que las IDF estaban tomando todas las medidas necesarias a la luz de estos acontecimientos. Aquella misma mañana, sin embargo, el general Elazar decidió pasar a la fase «C» de alerta, el máximo estado de alerta en el Ejército regular; era la primera vez que declaraba ese estado de alerta desde que era jefe del Estado Mayor.

Al mismo tiempo se celebraba una reunión con el ministro de Defensa. El general Zeira habló de la partida de las familias soviéticas y sugirió que este hecho podía indicar una ruptura final entre los árabes y la Unión Soviética, aunque él descartaba esa probabilidad. Luego añadió que, obviamente, los soviéticos eran conscientes del hecho de que existía una posibilidad cierta de que se produjese un enfrentamiento armado; era posible que hubiesen aceptado la afirmación árabe de que Israel estaba a punto de lanzar un ataque, que ellos habían repetido en sus programas de noticias de radio y televisión. Esta situación, no obstante, parecía poco probable, porque en ese caso los soviéticos se hubiesen acercado sin duda a los norteamericanos, quienes a su vez habrían aconsejado moderación a las autoridades israelíes. Pero no se había producido ningún contacto con los norteamericanos, de modo que, concluyó Zeira, era factible que los soviéticos tuviesen conocimiento de la posibilidad de un ataque árabe y temieran que sus familias sufriesen las consecuencias de un contraataque israelí. Sin embargo, la sensación que se tenía entre los círculos de la inteligencia era que la probabilidad de que se produjese un ataque de las fuerzas árabes era muy baja.

La reunión concluyó y los participantes se trasladaron al despacho de la primera ministra, donde se le explicó la situación a la señora Meir con la ayuda de fotografías de reconocimiento aéreo que revelaban la presencia de nutridos contingentes de fuerzas a lo largo de las líneas del frente. El estado de alerta que había sido anunciado en las fuerzas armadas se confirmó y se tomó la decisión también de poner en estado de alerta a los centros de movilización de la reserva; Dayan expresó su satisfacción por las medidas tomadas por Elazar. Ante el cariz que mostraban los acontecimientos, la señora Meir decidió convocar una reunión del gabinete: era la víspera de Yom Kippur. La mayoría de los ministros ya se habían marchado a sus casas en diversos puntos del país (siete de ellos vivían en Jerusalén, uno en Haifa, otros habían regresado a sus kibbutzim). A fin de no molestar a aquéllos que ya habían emprendido el regreso a sus lugares de residencia, se decidió convocar solamente a los ministros que vivían en Tel Aviv. El fallo en no convocar a los ministros que vivían en Jerusalén, a sólo una hora en coche, fue luego objeto de numerosos y cínicos comentarios por parte de aquellos que no habían sido invitados.

Durante la reunión, los ministros recibieron un panorama completo de la situación. En dos momentos de su intervención, el jefe del Estado Mayor puso de relieve que el despliegue de las fuerzas árabes podía significar tanto un movimiento de ataque como de defensa; durante su presentación de los hechos, el general Zeira recalcó este punto tres veces. La inteligencia israelí estimaba que la probabilidad de una guerra seguía siendo escasa. Era un hecho sabido que, si bien diez días antes los norteamericanos eran de la opinión de que la guerra era inevitable, ahora su opinión coincidía con la expresada por los servicios de inteligencia de Israel. Se comunicó a los ministros que el ejército había sido puesto en alerta total «C». Durante la reunión, el general Bar-Lev envió una nota al jefe del Estado Mayor preguntándole cuántos tanques habían sido desplegados y la respuesta fue: 300 en el sur y 200 en el norte. Después de una serie de preguntas formuladas por el gabinete y respuestas detalladas del director de la Inteligencia Militar, se preguntó a los ministros dónde se les podía localizar durante la festividad del Yom Kippur. Cuando salían de la reunión, Galili se volvió hacia Shimon Peres, ministro de Transportes y Comunicaciones, y le preguntó: «¿Qué piensas de todo esto?», y Peres contestó: «Parece que fuese a estallar la guerra».

El general Elazar se había convencido durante la reunión de que podía esperar un adecuado aviso de movilización por parte de la Inteligencia Militar, y una evaluación de la información llegada durante los fatídicos días de la primera semana de octubre justifica su presunción. No obstante, una vez concluida la guerra, Elazar sostuvo que una considerable cantidad de material que indicaba la probabilidad de la guerra no había llegado a sus manos. Según el testimonio prestado por Elazar ante la Comisión Agranat, en la mañana del viernes había datos que indicaban la inminencia de la guerra, pero él no los había recibido hasta el sábado por la mañana. Si él hubiese dispuesto de esta información, según afirmó, habría podido movilizar a sus fuerzas en la mañana del viernes. Aquel mismo viernes él seguía pensando que recibiría una advertencia clara en caso de guerra, aunque dos días antes, el 3 de octubre, se había dirigido a los editores de la prensa israelí quienes le preguntaron si las fuerzas regulares serían las adecuadas para hacer frente a un ataque en el caso de que estallase la guerra. Elazar contestó que no; en el mejor de los casos, y junto con la fuerza aérea, podrían impedir un colapso si se producía un ataque por sorpresa, pero todo el mundo daba por sentado que Israel contaría con un sistema de alerta avanzada para movilizar a sus reservas.

Desde la tarde del jueves Zeira se sintió abrumado por las dudas, pero se consoló pensando que el ejército regular se encontraba en estado de alerta y que sus efectivos eran considerados suficientes por el Cuartel General para resistir un ataque inicial. Esto representaba una seguridad adicional en lo que concernía a la alerta procedente de los servicios de inteligencia. El viernes 5 de octubre se celebró una reunión del Estado Mayor. El cuadro elaborado por los servicios de inteligencia volvió a ponerse sobre la mesa, pero la probabilidad de que estallara la guerra fue considerada como «la más baja de las bajas». En una reunión del Estado Mayor del Mando Sur, celebrada a las 15.30 horas, se revisaron todos los preparativos y se discutieron todos los planes operativos pertinentes. Se decidió que, al día siguiente, la mitad de los miembros del Estado Mayor visitaría el frente de Suez, mientras que la mitad restante visitaría otras zonas dependientes de su mando.

Aquella noche, las autoridades políticas y militares de Israel se fueron a dormir con una sensación de intranquilidad, pero pocos de ellos soñaron que el país se estaba enfrentando a un ataque inminente. Si todos ellos hubiesen sido capaces de superar a tiempo sus ideas preconcebidas, toda la historia de los días posteriores habría sido completamente diferente.

A las 4.00 horas del 6 de octubre el estridente sonido del teléfono que tenía sobre la mesilla de noche despertó al general Zeira. Escuchó atentamente lo que le decía la voz que llegaba desde el otro extremo de la línea y marcó inmediatamente tres números, uno tras otro, despertando al ministro de Defensa, al jefe del Estado Mayor y al jefe adjunto del Estado Mayor (general Tal). Zeira transmitió la información que acababa de recibir: la guerra estallaría en ambos frentes a la caída del sol. Media hora más tarde se reunirían en la sede del Cuartel General. En algún punto a lo largo de los conductos de inteligencia la información de que el ataque tendría lugar a la puesta del sol se convirtió en un cálculo de que el ataque estaba programado para las 18.00 horas. Muy pronto esta hora sería dada como definitiva.

El general Elazar colgó el teléfono y llamó inmediatamente al general Benjamin Peled, el jefe de la Fuerza Aérea, preguntándole en cuánto tiempo podría lanzar un ataque preventivo. Peled contestó: «Si me da la orden ahora podemos estar listos hacia las 11.00 horas». Elazar decidió lanzar un ataque contra el sistema de misiles y los campos de aviación sirios, pensando que cogería a los sirios por sorpresa, desbarataría su ataque y, de este modo, aseguraría un apoyo total a sus fuerzas terrestres. A las 5.00 horas mantuvo la primera reunión con los generales Tal y Peled e impartió instrucciones de que se preparara la movilización y el despliegue de los reservistas a lo largo del frente y en profundidad, la activación de la defensa civil, la evacuación de las aldeas en el Golán y que se hicieran todos los preparativos necesarios para lanzar un ataque preventivo. A las 5.30 horas dio órdenes a los jefes de cada arma y a los comandantes de la Fuerza Aérea y la Marina de Guerra.

A las 5.50 horas se celebró la primera reunión en el despacho de Dayan. Elazar propuso una movilización general y un ataque preventivo a cargo de la Fuerza Aérea contra Siria. Dayan denegó su propuesta de ataque y se inició una discusión acerca de la movilización de las reservas. Al principio, Dayan se mostró partidario de autorizar la movilización de una sola brigada del Mando Norte. Luego accedió a que lo hiciera también una brigada del Mando Sur, dando finalmente su conformidad a la movilización de una división en cada uno de los mandos. Pero aunque Elazar presionó para que hubiese una movilización total de las fuerzas de combate, insistiendo en que era esencial movilizar fuerzas capaces de montar un contraataque inmediato, Dayan insistió en una movilización que sólo tuviese propósitos defensivos. Elazar sostuvo que resultaba imposible distinguir entre defensa y contraataque, añadiendo que la oportunidad del contraataque era una función integral de la defensa. Dayan decidió trasladar la cuestión a la primera ministra para que fuese ella quien tomase la decisión, diciendo: «Yo le sugeriré a Golda que movilicemos 50 000 hombres». Elazar objetó esta decisión e insistió en que también presentase su propuesta de una movilización general. Dayan accedió a presentarle ambas propuestas a la primera ministra. A pesar de su diferencia de opinión con el ministro de Defensa, Elazar impartió órdenes para la movilización de varios miles de reservistas para las fuerzas terrestres y la Fuerza Aérea, cuya movilización se consideraba absolutamente esencial.

Mientras tanto también se habían impartido órdenes a los comandantes del Mando Norte y el Mando Sur para que volasen de inmediato a Tel Aviv. A las 7.15 horas el general Elazar mantuvo una reunión de Jefes del Estado Mayor con la presencia de los jefes del Mando Norte y el Mando Sur. Impartió instrucciones generales para la guerra, haciendo hincapié en que la primera fase consistiría en la operación de contención y que todas las fuerzas debían estar preparadas para lanzar un contraataque lo antes posible. Luego hizo un resumen de los diversos planes operativos previstos para la defensa y el ataque y señaló que el concepto militar básico de las IDF era pasar al contraataque en dos días. Ordenó a los generales en jefe que regresaran a sus respectivos mandos, impartieran las instrucciones y regresaran al mediodía para que él pudiese revisar sus preparativos para la guerra. Notificó luego a los asistentes que había solicitado una movilización general de las reservas pero que, como el ministro de Defensa se oponía a ello, la decisión quedaba en manos de la primera ministra.

Gonen telefoneó desde Tel Aviv a Albert y a su jefe de operaciones en el Mando Sur para darles unas instrucciones muy rápidas: no debía realizarse ningún movimiento que pudiese despertar las sospechas de los egipcios y provocar una escalada. Se esperaba que la guerra estallase a las 18.00 horas y sugirió que las fuerzas de Albert comenzaran a moverse de modo que a las 17.00 horas se encontrasen en posición según el plan «Shovach Yonim» para la defensa. Cuando Albert sugirió que esto era hilar muy fino, ambos convinieron que las fuerzas ocupasen sus posiciones a las 16.00 horas. Albert regresó al grupo de órdenes, que presidía, en el que estaban presentes los comandantes de brigada, y repitió las órdenes que había recibido.

La reunión en el despacho de la primera ministra se celebró a las 8.00 horas. Estaban presentes la señora Meir, Dayan, Galili, Elazar, el general Zvi Zur (ayudante del ministro de Defensa) y los diferentes chefs de bureaux (el viceprimer ministro Allon llegó a media reunión). Elazar y Dayan presentaron sus respectivas propuestas, y el ministro de Defensa continuó mostrando su oposición a una movilización general. «Si quiere aceptar su propuesta yo no me sentiré desautorizado y tampoco renunciaré; pero quiero que sepa qué esa movilización es superflua», le dijo a la señora Meir. La reunión concluyó habiéndose llegado al acuerdo de que el general Elazar movilizaría 100 000 hombres. (Elazar aprovechó esta autorización para impartir órdenes para la movilización de un número de efectivos mucho más grande). La primera ministra aceptó la posición de Dayan en cuanto al ataque preventivo y denegó la solicitud de Elazar en este sentido.

Después de que se hubiese aprobado la movilización, el general Tal impartió órdenes especiales, percibiendo que los presentes no se tomaban seriamente el peligro de guerra y que no eran conscientes de la urgencia de la situación. Tal puso de relieve que Israel se estaba enfrentando a un ataque por sorpresa, que las tropas que estaban desplegadas en primera línea se verían sometidas a un intenso bombardeo de artillería y a duros ataques a cargo de los tanques pesados y la infantería enemigos; solicitarían ayuda y la fuerza principal de las IDF aún no estaría preparada. Por lo tanto, en su opinión, era esencial que el ejército revolucionara su forma de pensar de forma inmediata: no sería posible llevar a cabo una movilización convencional de divisiones y brigadas; el problema ahora consistiría en enviar pelotones y compañías de tanques aislados y otras unidades lo más rápidamente posible a ambos frentes, directamente a la línea de fuego. La improvisación resultaría fundamental a fin de poder hacer frente a los combates locales.

Hacia el mediodía, los miembros del gabinete llegaron desde sus casas y las sinagogas para celebrar una reunión. En la sala del gabinete, en la que estaban presentes el jefe del Estado Mayor y el director del servicio de inteligencia, la señora Meir detalló la información que había recibido acerca de la probabilidad de que la guerra estallase aquella misma tarde. Explicó a los presentes el compromiso asumido por la mañana con el embajador de Estados Unidos, Kenneth Keating, de que no habría ningún ataque preventivo por parte de Israel y notificó a su gabinete que la movilización de la reserva había comenzado a las 10.00 horas. Según el acta de la reunión, el ministro de Justicia, J. Shapira, preguntó: «¿Qué pasará si el enemigo ataca antes de las 18.00 horas?». A esta pregunta, el ministro de Defensa respondió: «Ésta es la pregunta más pertinente que debe responderse en esta reunión». Para el ministro de Comercio e Industria, Chaim Bar-Lev, la hora H a las 18.00 horas no tenía ningún sentido: debía tratarse de un error porque, después de todo, la información también se refería a un ataque aéreo. Pero la respuesta que recibió fue: «No, será indudablemente a las 18.00 horas».

Luego tuvo lugar una discusión durante la cual se aseguró al gabinete que las medidas adoptadas para hacer frente al ataque serían las adecuadas a fin de contenerlo antes de lanzar el contraataque. A las 13.55 horas, en medio de estas discusiones, el general de brigada Israel Leor, el secretario militar de la señora Meir, abrió súbitamente la puerta y anunció: «Tenemos noticias: la guerra ya ha comenzado». El ulular de las sirenas de alarma aérea hizo tomar conciencia súbitamente a todos que Israel estaba luchando otra vez por su existencia.

Aquella tarde, la señora Meir se dirigió a la nación: «Desde hace varios días nuestros servicios de inteligencia han tenido noticias de que los Ejércitos de Egipto y Siria se estaban desplegando para lanzar un ataque coordinado contra Israel. […] Nuestras fuerzas se han desplegado según los planes previstos para hacer frente a este peligro inminente…».