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LA RED ENMARAÑADA

Después de optar por la guerra, el presidente Sadat continuó haciendo planes junto con el general Ahmed Ismail. La detallada organización de la próxima contienda —confiada al general de división Abdel Ghani Gamasy, nombrado comandante en jefe del Mando Militar Conjunto y que después de la guerra se convertiría en jefe del Estado Mayor egipcio— se llevó a cabo dentro del marco de unas importantes maniobras, conocidas como «Granito 2», en las que se simuló un ataque a través del Canal de Suez. La orden de operaciones (actualizada posteriormente el 25 de mayo de 1973) emanada del Tercer Ejército egipcio, prohibía que oficiales y tropa visitasen la ciudad de Suez o se relacionaran con la población civil de la zona del Canal por razones de seguridad. En septiembre, las órdenes se impartieron bajo el nombre en clave de «Tahir 41» y hacían referencia a un importante ejercicio del cuartel general que se efectuaría entre el 1 y el 7 de octubre. El objetivo del ejercicio sería la organización y ejecución de un ataque operativo estratégico con un movimiento de penetración a través del Canal de Suez, la destrucción de las reservas del enemigo y la conquista del territorio hasta la frontera internacional y la Franja de Gaza.

Los egipcios basaban sus planes para la inminente campaña en los numerosos estudios que habían realizado sobre el pensamiento y la doctrina militares israelíes, aspectos ambos que habían sido discutidos abiertamente y con frecuencia en el propio Israel. Los egipcios advirtieron con inocultable satisfacción el exceso de confianza de los israelíes, su fe en la creciente brecha tecnológica que se abría entre ellos y los países árabes y su convencimiento de que el liderazgo árabe era incapaz de tomar la decisión de atacar, por no mencionar la falta de unidad en el mundo árabe. Durante los preparativos realizados en los meses de verano, los árabes hicieron todo lo posible para recalcar la veracidad de estas creencias a los ojos de los israelíes.

Los planes para la operación se habían estado desarrollando desde principios de año bajo el mando del general Ismail. En mayo visitó Siria, cuando los planes entraron en una fase más detallada y, el 22 de ese mes, dio instrucciones precisas que implementaban el concepto general de la operación «Badr», el ataque conjunto de las fuerzas sirias y egipcias contra Israel. El 7 de junio se impartieron instrucciones adicionales. En agosto se celebró en Alejandría una conferencia de planificación y coordinación. Ismail se reunió en esa ocasión con los jefes de Estado Mayor de las fuerzas armadas de Egipto y Siria, sus jefes de operaciones y otros oficiales superiores a fin de decidir finalmente si sus fuerzas estaban en condiciones de lanzar un ataque, establecer el día D para ese ataque —teniendo en cuenta los factores meteorológicos y otros— y examinar detenidamente la situación interna que se vivía en Israel, la situación internacional y su posible efecto en la inminente guerra. Finalmente se decidió que el período más apropiado para lanzar el ataque sería en septiembre u octubre de 1973.

Las propuestas derivadas de esta reunión fueron presentadas a las autoridades políticas y, durante una reunión posterior del Estado Mayor de operaciones, se decidió que el día de inicio de la campaña sería el décimo día del Ramadán, es decir el 6 de octubre (el décimo día del Ramadán era el día en el que, en el año 624, el profeta Mahoma comenzó los preparativos para la Batalla de Badr, que le llevó seis años más tarde a su entrada triunfal en La Meca y la propagación del Islam). En la tarde del 6 de septiembre, Ismail dio orden de que las fuerzas sirias y egipcias fuesen colocadas en estado de emergencia, preparadas para ejecutar la operación «Badr» cinco días después del amanecer del 1 de octubre. El 1 de octubre dio instrucciones para que el ataque aéreo conjunto contra Israel se llevase a cabo a las 14.05 horas del 6 de octubre. El 3 de octubre realizó una visita a Damasco acompañado del general Baha Al Din Nofal (quien tenía la responsabilidad de la coordinación entre ambos ejércitos dentro del Estado Mayor) y se reunieron con el ministro de Defensa sirio, general Tlas y su Estado Mayor, y decidieron los detalles finales del ataque. Al mediodía, el presidente Hafez Assad recibió a Ismail y confirmó que la hora H para la operación sería las 14.05 horas del 6 de octubre.

Originalmente, a solicitud del Mando egipcio, el ataque había sido planeado para la última hora de la tarde, cuando las fuerzas israelíes desplegadas a lo largo del Canal de Suez tuviesen el sol de cara, momento en que las primeras sombras del anochecer permitirían que los egipcios dispusieran sus brigadas para las acciones nocturnas. Los sirios, por su parte, presionaron para que el ataque se llevase a cabo al amanecer, cuando el sol que se elevaba por el este en su frente cegaría a las fuerzas israelíes. Por lo tanto, la decisión final de lanzar el ataque a las dos de la tarde fue una solución negociada.

Durante los seis meses previos a la guerra había existido una estrecha coordinación entre el Ministerio de la Guerra, el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de Información egipcios a fin de desarrollar el previsto plan estratégico de engaño. Se publicaron declaraciones y se filtraron historias a la prensa extranjera (como, por ejemplo, la historia aparecida en la prensa británica acerca de un informe soviético sobre el negligente nivel de mantenimiento en la fuerza de misiles egipcios, que la declaraba prácticamente inoperante). Se dijo que, más tarde, Sadat afirmó con una expresión divertida en el rostro: «Al mismo tiempo llegó a manos israelíes un informe diciendo que el éxodo de los expertos soviéticos había dejado los misiles soviéticos inservibles. […] Tal vez ellos se fiaron de esta evaluación…». Cualquier cuestión, como la desunión entre los árabes, que hubiese sido destacada por los líderes políticos o militares de Israel en sus discursos recibió un énfasis añadido. El deterioro de las relaciones entre Egipto y la Unión Soviética e incluso entre Siria y la Unión Soviética encontró eco en algunos informes de prensa que contribuyeron a fortalecer las suposiciones israelíes.

Entretanto, el Ejército egipcio seguía preparándose para la operación. El general Ismail lanzó una campaña destinada a convencer a las fuerzas armadas de que no existía otra alternativa que la guerra. Los responsables de la guía moral de las fuerzas armadas desarrollaron un programa intensivo para explicar el fondo de la guerra que estallaría en poco tiempo. Un fuerte elemento religioso fue introducido en este adoctrinamiento, que contenía marcados tonos de virulento antisemitismo. Así, en el libro Instructions in Moral Guidance for the Training Year in 1969, uno encuentra párrafos como el siguiente:

«La humanidad nunca ha conocido y nunca conocerá un enemigo tan brutal como los judíos. Ellos sólo pueden causar daño, planear conspiraciones, tender trampas ante la justicia y provocar disturbios. Ya desde el vientre de su madre poseen la forma más baja de carácter que transmiten de generación en generación… Ellos se han repartido por todo el mundo para envenenar a la humanidad… Ellos se unieron a la conspiración contra Jesús para matarle», [página 288].

El plan egipcio, que era básicamente muy simple, había sido preparado a lo largo de los años. Durante seis años, lo egipcios no sólo habían estudiado cuidadosamente el pensamiento israelí sino que también habían seguido cada uno de sus movimientos a lo largo de la línea del frente. Mantuvieron una estrecha vigilancia sobre la rutina de las fuerzas israelíes en la zona del Canal —las unidades egipcias estacionadas junto al Canal fueron mantenidas en sus posiciones durante años— y registraron detalladamente todos los ejercicios que se llevaban a cabo del lado israelí. A su debido tiempo, el Ejército egipcio se había hecho perfecta idea de cuál sería la reacción israelí en el caso de que ellos decidieran hacer algún movimiento en la zona. Un ejemplo de esta preparación meticulosa puede verse en el batallón que planeaba tomar un punto de resistencia a lo largo del Canal. Los soldados del batallón estuvieron vigilando ese punto de resistencia durante tres años desde la otra orilla del Canal, construyeron fortificaciones similares en su lado y planearon el ataque. Fabricaron modelos de la posición y se concentraron en un solo problema, prepararon sólo una solución.

El ministro de la Guerra, Ahmed Ismail, y el jefe del Estado Mayor, Shazli, se refirieron en sus escritos posteriores a la guerra a los enormes avances en la planificación científica, consecuencia de la importancia concedida por los instructores soviéticos a esta cuestión. Los soviéticos habían entrenado al ejército egipcio para que tomase un problema militar, lo analizara, encontrase una solución, trasladara esa solución a un plan militar, detallase el plan, llevase a cabo el entrenamiento necesario y lo preparara en términos operativos. Los egipcios habían aprendido a comportarse como un ejército moderno. Durante años, el soldado individual fue entrenado para que cumpliese su papel específico en la guerra: cada unidad trataba con su propio problema y nada más. A lo largo de tres años una unidad no hizo otra cosa más que entrenarse para pasar a través de un obstáculo de agua una tubería para el transporte de combustible; mientras que todos los días, durante tres años, las unidades de pontoneros se entrenaron en llevar camiones hasta un obstáculo de agua, detenerse bruscamente en la orilla, lanzar al agua las piezas del pesado puente articulado que cargaba el camión y finalmente unían los dos elementos del puente y alejarse con el camión. Durante cuatro años, y dos veces al día, estas unidades montaron y desmontaron el puente. Del mismo modo, cada día a lo largo de varios años todos los miembros de los equipos que manejaban los misiles antitanque Sagger formaban delante de los camiones que contenían simuladores y realizaban un ejercicio de media hora que consistía en acosar los tanques enemigos con sus misiles. Incluso tiempo más tarde, cuando los Ejércitos israelí y egipcio se enfrentaban en una guerra de desgaste en la margen occidental del Canal de Suez, las fuerzas israelíes pudieron ver que los camiones simuladores llegaban cada día a la línea del frente a fin de permitir que las tropas llevasen a cabo su entrenamiento antitanque diario. Este sistema se repitió hasta que cada acción se convirtió en una acción refleja.

Los egipcios analizaban cada problema que pudiesen encontrar durante el cruce del Canal, tomando en consideración las limitaciones del soldado egipcio. Cruzarían el Canal con infantería. Pero como la infantería sería vulnerable a los tanques israelíes que se sabía que avanzarían hacia la orilla del Canal en caso de que se produjese una emergencia, la respuesta fue un importante incremento del armamento antitanque superando con creces lo establecido para las unidades desplegadas en la línea del frente. Este armamento incluía granadas propulsadas por cohetes RPG 7 portadas por los soldados de infantería, cañones sin retroceso B10 y B11 a nivel de batallón y misiles antitanque Sagger a nivel de brigada. En numerosas ocasiones, la operación de cruce se llevó a cabo donde el Canal se divide en dos brazos separados por la isla El-Balah, a lo largo de 8 kilómetros (el brazo occidental del Canal discurría enteramente a través de territorio egipcio y resultaba ideal para este propósito).

El terraplén israelí a lo largo del Canal convertía la orilla oriental en un lugar infranqueable para cualquier vehículo blindado que intentase cruzarlo. Para los egipcios éste era un problema grave. Después de haber intentado destruir ese obstáculo con explosivos rompedores, fracasando en el intento, los ingenieros egipcios encontraron finalmente una solución que consistía en desintegrar el muro de arena mediante chorros de agua lanzados a gran presión. Los planes operativos requerían sesenta brechas a cada lado del Canal por lo que los ingenieros perfeccionaron el equipo, hasta conseguir uno que permitía abrir una brecha en cinco o seis horas. Los egipcios crearon ochenta unidades para llevar a cabo este proyecto de ingeniería; en Egipto se construyeron muros de arena similares al israelí y las unidades abrían brechas con chorros de agua dos veces durante el día y dos veces por la noche, reconstruyendo los muros después de cada ejercicio. Durante estos preparativos se llevó a cabo una vasta operación de movimiento de tierras. Al mismo tiempo, con objeto de ocultar sus actividades y conseguir una observación total del lado israelí, el muro de arena en el lado egipcio fue levantado de tal manera que eran visibles todas las fortificaciones, puntos de resistencia y rampas de tanques israelíes de su segunda línea de defensa.

Durante cuatro meses las fuerzas egipcias avanzaron gradualmente hacia el Canal, pero incluso cuando se acercaba el día previsto para el ataque tomaron medidas de precaución para que los israelíes no notasen que estaba sucediendo nada anormal. El equipo para el cruce del Canal fue ocultado a la vista de los israelíes; se crearon embalajes especiales para alojar el equipo y ocultarlo a las miradas indiscretas; se cavaron profundas trincheras en las inmediaciones del Canal por las que circulaban los camiones cargados con equipo al caer la noche; incluso el movimiento de las tropas fue coordinado para convencer a los israelíes de que se estaba llevando a cabo algún ejercicio. Por ejemplo, una brigada avanzaba hacia la línea junto al Canal, llevando hasta la orilla todo su equipo para cruzar al otro lado. Por la noche, solamente un batallón de esa brigada regresaba a la línea de retaguardia desde el Canal con todas las luces encendidas, creando la impresión de que, una vez acabado el ejercicio, toda la fuerza se había retirado de la orilla del Canal.

Los egipcios desarrollaban las soluciones técnicas necesarias a medida que surgían problemas relacionados con el proyectado cruce del Canal. Se suponía que la infantería tendría que confiar en sus propios medios para obtener suministros durante un período que podía llegar a ser de veinticuatro horas; en consecuencia, cada soldado de infantería llevaba alrededor de 25 kilos y, en algunos casos, llegaban a transportar 40 kilos entre armas y municiones. Para ayudar a la infantería a superar los muros de arena se ideó un pequeño remolque, ligero y provisto de ruedas, que cada soldado arrastraba consigo; asimismo, se diseñaron escaleras ligeras especiales que permitían ascender por los muros de arena. Todos los accesos, rutas y unidades recibieron colores que les distinguían e identificaban y luces de colores para evitar las confusiones durante la noche: un conductor, por ejemplo, sabía que todo lo que tenía que hacer era seguir su color para permanecer con su unidad. La planificación y concentración de fuerzas continuaron de forma incesante, examinando detenidamente cada problema que surgía y sometiendo su solución a un entrenamiento repetido. En las mentes de los oficiales y de la tropa no quedaba el menor resquicio de duda de que los preparativos para la guerra estaban en marcha. Pero estos ejercicios se habían llevado a cabo en tantas ocasiones en el pasado que las diferentes declaraciones que prometían una acción inminente eran consideradas con cierto grado de escepticismo por muchos de ellos.

La decisión relativa a la fecha prevista para el ataque se vio influida por el hecho de que el apoyo árabe y el respaldo político mundial a la causa árabe habían alcanzado su máxima expresión. Ya no había espacio para que se produjese una mejora de la situación y, por lo tanto, el siguiente movimiento tenía que ser militar. La erosión gradual de la posición de Israel en África, la debilidad del liderazgo en Europa y los problemas que estaba sufriendo la Administración Nixon a causa del escándalo Watergate fueron elementos que se combinaron para reafirmar a Sadat en su convicción de que ése era el momento más favorable para la acción. Los egipcios también advirtieron que los israelíes se encontraban ahora inmersos en su propia campaña electoral (estaba previsto que las elecciones al Knesset se celebrasen a finales de octubre), un hecho que estaba concitando la mayor parte de la atención pública en Israel. Además, los israelíes darían por sentado que los soldados árabes no se lanzarían a ninguna acción militar durante el mes de ayuno del Ramadán, pero el 6 de octubre —con una noche de luna llena durante la cual la marea en el Canal de Suez favorecería una operación de esa naturaleza— también era el día de ayuno judío del Yom Kippur, cuando el estado de alerta estaría en su punto más bajo.

El ataque fue planeado y preparado hasta el mínimo detalle. El plan general de la operación se basaba en dos fases: la primera fase consistiría en el cruce del Canal y la consolidación de la posición para hacer frente a un contraataque israelí; la segunda fase sería la captura de los pasos de Mitla y Gidi. Una vez acabada la guerra, la incapacidad del Ejército egipcio de culminar con éxito la segunda fase del plan de ataque recibió graves críticas. Una de las críticas más duras fue la expresada por el general Shazli contra el propio Sadat y el ministro de la Guerra Ismail, pero hoy no existe ya ninguna duda de que, mientras que la primera fase fue planeada en todos sus detalles, la segunda fase sólo recibió una planificación superficial. Este hecho tiende a confirmar la creencia de que el objetivo de los egipcios era simplemente poner el pie en la orilla oriental del Canal a fin de acabar con la situación de callejón sin salida político y permitir que la fase siguiente fuese de carácter político.

El 1 de octubre, el Consejo Supremo de las fuerzas armadas se reunió con el presidente Sadat. Dirigiéndose a los veinte oficiales superiores que asistieron al encuentro, Sadat dijo: «Asumo la responsabilidad ante la historia». Estampó su firma en el plan, aprobando la fecha del día D como el décimo día del Ramadán y también el nombre en clave del plan: «The Spark» (la chispa). A medida que se aproximaba el día D, la tensión aumentaba entre los líderes militares árabes en ambos frentes. Para entonces Sadat había adoptado una actitud fatalista: había tomado su decisión y se aferraría a ella. El precio sería muy alto; él calculaba que el cruce del Canal le costaría a Egipto la muerte de aproximadamente 10 000 soldados y era consciente de que su futuro estaba en juego. Mohamed Hassenein Heikal describió una reunión que había mantenido con Sadat en su casa en Al Gezira el miércoles 3 de octubre, citando sus palabras de este modo:

«Hoy es 3 de octubre y son las cuatro de la tarde. Creo que ellos descubrirán nuestras intenciones en cualquier momento a partir de ahora porque nuestros movimientos no pueden dejar ninguna duda en sus mentes acerca de cuáles son nuestras intenciones. Sin embargo, ya es tarde para que puedan igualar nuestra posición. Aunque lo descubran esta noche, aun cuando decidan movilizar a todas sus reservas y aunque piensen en lanzar un ataque preventivo, ya han perdido la oportunidad de alcanzarnos».

Sadat basaba este cálculo en un cuidadoso estudio del sistema de movilización israelí a lo largo de los años que le había llevado a creer que a Israel le resultaría prácticamente imposible movilizar sus formaciones acorazadas y desplegarlas a lo largo del Canal en menos de setenta y dos horas, del mismo modo que Israel no podría movilizar a todas sus fuerzas y desplegarlas para contener el ataque del Ejército egipcio en menos de cinco o seis días. Pero Sadat estaba sobrestimando a su adversario al suponer que los preparativos que ahora resultaban visibles para las fuerzas israelíes les llevarían a movilizarse.

El plan de engaño empleado por los egipcios para infundir en los israelíes una sensación de falsa seguridad estaba basado, en primer lugar y principalmente, en alentar el «posicionamiento» que los israelíes habían adoptado públicamente. Y así, desde el principio, se elaboró detalladamente un plan de engaño que los egipcios desarrollaron de forma paralela al plan real cuando comenzó la operación.

Desde enero de 1973, y aproximadamente en veinte ocasiones, las fuerzas armadas egipcias movilizaron a sus reservistas para la instrucción militar y luego los desmovilizaron; aquel año se realizaron dos importantes maniobras con reservistas liberados del servicio regular. Hacia finales de septiembre fueron movilizados los tres niveles de reservistas y sus órdenes de movilización incluían una instrucción específica de que serían relevados el 8 de octubre. A diferencia de ocasiones anteriores —y esta circunstancia no pasó inadvertida en Israel— las organizaciones de defensa civil en Egipto y Siria no fueron activadas y, nuevamente, a diferencia de ocasiones anteriores, no existía una atmósfera de guerra inminente. No se produjo ningún intento de preparar a la población para la guerra: de hecho, en su discurso del 28 de septiembre conmemorando el aniversario de la muerte del presidente Nasser, Sadat ignoró casi por completo la cuestión de Israel, un tema principal en anteriores alocuciones públicas del presidente egipcio. «No he hecho referencia deliberadamente al tema de la batalla porque ya se ha hablado bastante de ello. Sólo puedo decir que la liberación de nuestro territorio, como ya os he dicho, es nuestra principal tarea. Si Dios quiere conseguiremos nuestro objetivo».

El plan de engaño de Sadat, perfectamente concebido, estaba destinado a confundir no sólo a los israelíes sino también a los norteamericanos. Después de su nombramiento como secretario de Estado, el doctor Henry Kissinger convocó en Nueva York a los diferentes ministros de Asuntos Exteriores de los países de Oriente Medio entre finales de septiembre y comienzos de octubre. Primero se reunió de forma colectiva con la mayoría de los ministros árabes e individualmente con Mohammed Zayat, el ministro de Asuntos Exteriores egipcio, para sondearles a fin de determinar si estaban dispuestos o no a aceptar sus buenos oficios. Después de estos encuentros, Abba Eban, el ministro de Asuntos Exteriores israelí, se reunió con Kissinger el 4 de octubre. Los informes que recibió acerca de la situación existente a lo largo de las fronteras eran los mismos que circulaban en Israel: que los egipcios estaban realizando maniobras mientras que los sirios habían tomado medidas preventivas ante posibles ataques israelíes.

Durante la conversación entre Eban y Kissinger, la cuestión de una guerra inminente fue despachada en cinco minutos, coincidiendo ambos políticos en que los informes de los servicios de inteligencia eran tranquilizadores. El punto principal en la discusión fue cómo iniciar el proceso de negociación. Kissinger dijo que la reacción de Zayat había sido favorable y que estaba dispuesto a viajar a Washington en noviembre. ¿Podía Eban viajar en la misma fecha para trabajar en los presupuestos básicos para la negociación? Ambos hablaron acerca de las próximas elecciones en Israel, que sin duda afectarían el curso de los acontecimientos que se estaban desarrollando en Oriente Medio, y la reunión concluyó con la confirmación de que noviembre sería un buen momento para encontrarse, considerando que, tal como lo expresó Kissinger al acabar la reunión, «nada dramático puede pasar en octubre». Hasta hoy no está claro si Zayat engañó deliberadamente o no a Kissinger durante la reunión que ambos mantuvieron en la primera semana de octubre. Es posible que hubiese estado enterado de la campaña planeada por su país en términos generales o, quizás, ignorase por completo esos planes. El 3 de octubre, Eban se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas, hablando de la disposición de Israel a iniciar negociaciones y a llegar a un acuerdo territorial. Zayat debía dirigirse a la Asamblea General el 4 de octubre. Por razones que nunca han sido explicadas, el ministro de Asuntos Exteriores egipcio canceló su comparecencia y postergó su intervención hasta el 11 de octubre.

La principal acción de engaño, sin embargo, no tuvo como destinatarios a Israel y Estados Unidos sino a las fuerzas armadas egipcias. En una encuesta llevada a cabo entre más de 8000 prisioneros en manos israelíes, sólo uno sabía el 3 de octubre que los preparativos que se estaban llevando a cabo eran para una guerra real; el 95% de los soldados egipcios se enteraron en la mañana del 6 de octubre que el ejercicio en el que estaban participando era, en realidad, un preparativo para la guerra. El pelotón compuesto por veinte lanchas de asalto de la 16.ª Brigada de la 16.ª División de Infantería egipcia, al mando del teniente Abdul Laviv Ibrahim, sólo descubrió que estaban en guerra cuando sacaron las barcazas de sus contenedores y las llevaron hasta el Canal en lo que consideraron que era parte de un ejercicio, minutos antes de la hora H. De los dieciocho coroneles y tenientes coroneles egipcios prisioneros de los israelíes, cuatro sabían el 4 de octubre que la guerra estaba a punto de estallar, uno fue informado el 5 de octubre y los trece restantes se enteraron en la misma mañana del día D. Uno de los coroneles describió cómo, a las 14.00 horas del 6 de octubre, estaba observando el paso de los aviones egipcios sobre el Cuartel General del Tercer Ejército en dirección a las líneas israelíes. Entonces se volvió hacia su general de brigada y le preguntó: «¿Qué es lo que está ocurriendo?». «Pregunte al general», fue la respuesta. Se volvió hacia donde había estado parado el general y le vio de rodillas y rezando en dirección a La Meca. Ése fue su primer indicio de la inminencia de la guerra.

Los planificadores egipcios habían conseguido su objetivo de engañar no sólo a las Fuerzas de Defensa de Israel y prácticamente a todos los servicios de inteligencia occidentales, ¡sino también al grueso del Ejército egipcio!