LA GUERRA AÉREA Y NAVAL
Dos influencias principales se combinaron en el diseño de la Fuerza Aérea egipcia de cara a la futura guerra aérea. En primer lugar influyó el trauma generado por las tres horas de la mañana del 5 de junio de 1967, durante las que la Fuerza Aérea de Israel sorprendió a todas las fuerzas aéreas árabes preparadas para atacar a Israel, y especialmente a la egipcia. Los aviones israelíes, acercándose a baja altura tras un largo recorrido por el Mediterráneo, cogieron por sorpresa a la Fuerza Aérea egipcia a pesar de que ya llevaba tres semanas en estado de movilización y alerta. La Fuerza Aérea de Israel había desarrollado un detallado plan de engaño (al extremo incluso de mantener la rutina de entrenamiento en el aire y planificando el ataque de forma que los oficiales y pilotos egipcios fueron sorprendidos cuando se dirigían a sus bases aéreas después de haber desayunado); los egipcios fueron pillados comparativamente indefensos en tierra, en muchos casos con los aviones aparcados al aire libre, una presa fácil para los aviones israelíes. En sólo tres horas la Fuerza Aérea egipcia, por no mencionar a la jordana y la siria, dejó de ser un elemento a tener en cuenta en la batalla que habría de librarse a través del desierto del Sinaí.
Un segundo factor importante que guió la estrategia egipcia fue la absoluta influencia del pensamiento soviético desde el llamado Acuerdo de armas checo en 1955, cuando la Unión Soviética se convirtió en el proveedor principal de armas a Egipto. A lo largo de los años, cientos de pilotos egipcios fueron enviados a entrenarse a la Unión Soviética, y los oficiales del Estado Mayor soviético asesoraron al Estado Mayor egipcio y participaron en las maniobras militares egipcias. No es de extrañar, por lo tanto, que los egipcios, y también los sirios, se viesen imbuidos gradualmente de la doctrina militar soviética. Pero resulta pertinente recordar que el arma aérea no había sido uno de los puntos fuertes de la Unión Soviética en la guerra. La Fuerza Aérea soviética (a diferencia de la estadounidense y británica) nunca fue el arma militar sobresaliente y jamás representó un factor decisivo en las grandes batallas que decidieron la Segunda Guerra Mundial. Además, desde aquella guerra los soviéticos no habían tenido ninguna experiencia activa en combate: la egipcia y el resto de las fuerzas aéreas árabes, basadas en el equipo soviético, fueron entrenadas por hombres que contaban con escasa o ninguna experiencia de esta naturaleza.
La Fuerza Aérea de Israel, en muchos sentidos, heredó al principio la experiencia y las tradiciones de la Royal Air Force británica, que exhibía un auténtico récord de éxitos en combate y avance tecnológico durante la Segunda Guerra mundial. El elemento predominante en el arsenal militar soviético ha sido invariablemente la artillería; y el paso siguiente desde el concepto de la artillería fue el de los misiles. La Unión Soviética es la única potencia mundial en la que los misiles están organizados como un arma independiente y, por lo tanto, es un elemento que disfruta de una considerable prioridad en desarrollo y pensamiento.
La experiencia adquirida en la Guerra de los Seis Días también tuvo su efecto sobre la planificación futura de la Fuerza Aérea de Israel. En vísperas de aquella guerra, los ejércitos árabes habían reunido alrededor de Israel un total de 250 000 hombres, cerca de 2000 tanques y entre 600 y 700 aviones de primera línea. El Estado Mayor, enfrentado al problema de la falta de profundidad estratégica en aquel momento, propuso un ataque preventivo bajo condiciones de una superioridad aérea total. (La Fuerza Aérea deseaba garantizar esta superioridad eligiendo la fecha y la hora del ataque y comprometiendo su fuerza en la destrucción total de las fuerzas aéreas árabes). Por lo tanto, el ataque israelí en la Guerra de los Seis Días se originó de hecho en la ausencia de una alternativa estratégica; a partir de aquel momento, la Fuerza Aérea operó apoyando de forma directa el avance de las fuerzas terrestres, sufriendo una media de pérdidas aceptable (perdiendo 46 aviones de un total aproximado de 200 y enterrando a 26 pilotos).
En la Guerra de Desgaste —librada desde marzo de 1969 hasta agosto de 1970— la artillería israelí se vio notablemente superada en número por las concentraciones egipcias, y las bajas sufridas por los israelíes a lo largo del Canal de Suez aumentaron hasta alcanzar proporciones alarmantes. Era imprescindible encontrar una respuesta adecuada a esta supremacía de la artillería enemiga y esa respuesta resultó ser la Fuerza Aérea. Hasta aquel momento se había mostrado reacia a comprometer su fuerza debido al riesgo de perder aviones en operaciones relativamente poco importantes, en lugar de conservarlos para una guerra. En julio de 1969, sin embargo, el poder aéreo comenzó a emplearse como un factor esencial en las operaciones de seguridad, incluyendo los ataques contra campamentos de terroristas palestinos en Jordania, Siria y Líbano.
En la Fuerza Aérea israelí había una escuela de opinión que sostenía que se había cometido un error garrafal cuando entró en acción durante la Guerra de Desgaste de 1969. Fue un caso clásico de mal uso del poder aéreo. Por otra parte, la confortable sensación de que el poder aéreo israelí proporcionaba una respuesta a la abrumadora supremacía árabe en artillería contribuía a tranquilizar cualquier sensación de urgencia en cuanto a la organización de una potente arma de artillería. Durante años el Mando israelí se engañó a sí mismo creyendo que el poder aéreo era la respuesta al problema de la debilidad del país en lo que a la artillería se refería; de ahí la absolutamente poco realista relación de fuerzas de artillería durante la Guerra del Yom Kippur. Y peor aún, este error de concepto provocó una desventaja para la propia Fuerza Aérea israelí.
La defensa egipcia contra el poder aéreo israelí fue la creación de una red de instalaciones de misiles SAM 2 a lo largo de toda la línea del frente. Pero, en el otoño de 1969, la Fuerza Aérea de Israel había tomado buena cuenta de la presencia de los misiles tierra-aire SAM 2 y, entre finales de septiembre y comienzos de octubre, consiguió destruir gran parte de ese sistema, además de numerosas estaciones de radar. De hecho, tras aproximadamente seis semanas de operaciones, los egipcios quedaron privados de cualquier potencial de defensa aérea a lo largo del frente del Canal de Suez, aparte de su aviación, que se mostraban reacios a utilizar defensivamente.
La destrucción del sistema antiaéreo de procedencia soviética en Egipto no sólo inquietó a los egipcios sino también a los soviéticos. Por lo tanto, no debe sorprender que cuando Israel comenzó a realizar sus profundas incursiones aéreas sobre territorio egipcio en enero de 1970, Nasser acudiese a la Unión Soviética en busca de ayuda y la respuesta soviética fuese inmediata y decidida. Los soviéticos, en efecto, aprovecharon la desesperada invitación de Nasser ya que coincidía con sus propios planes para penetrar en la zona. Hacia el 19 de febrero se publicaron en Occidente algunos informes que anunciaban la llegada a Egipto de alrededor de 1500 asesores soviéticos acompañando un envío de misiles SAM 3. Estos misiles, con su movilidad y eficacia aumentadas, estaban accionados por el personal soviético y fueron instalados en la zona del Canal y en profundidad en territorio egipcio. Las unidades soviéticas —que alcanzaron una cifra de entre 15 000 y 20 000 soldados repartidos en unidades de defensa aérea, misiles y aviación— asumieron la responsabilidad de la protección de la profundidad estratégica egipcia y crearon una situación en la que cualquier penetración israelí en el espacio aéreo egipcio podía provocar un choque con fuerzas soviéticas. (De hecho, el 31 de julio de 1970, una patrulla aérea israelí se topó con lo que más tarde se supo que había sido una misión de patrulla aérea a cargo de pilotos soviéticos sobre el área del Canal de Suez, y en el combate siguiente fueron derribados cinco aviones soviéticos, mientras que los israelíes no sufrieron ninguna baja). A mediados de abril, sin embargo, cesaron las incursiones de bombardeo aéreo israelíes sobre territorio egipcio.
La decisión de bombardear Egipto en profundidad parece haber sido un grave error en muchos aspectos. En términos políticos, estas incursiones aéreas no consiguieron sus objetivos y la autoridad de Nasser no sufrió deterioro alguno. Aunque en aquel momento el sistema de defensa tierra-aire de Egipto estaba en ruinas, los egipcios insistieron con sus ataques en la zona del Canal, si bien el número de las pérdidas israelíes se redujo de manera considerable. Sin embargo, el acontecimiento más importante fue la visita secreta realizada por Nasser a Moscú en enero de 1970. En el transcurso de esta visita, Nasser presentó el dilema militar al que se enfrentaban los egipcios como consecuencia de los ataques israelíes y también los problemas que tendría que afrontar el gobierno en el caso de que esos ataques continuaran. En realidad, en aquel momento era evidente que se estaba produciendo una más que evidente escalada en la participación soviética en los acontecimientos que se desarrollaban en esa zona. No resulta fácil determinar si éste hubiese sido o no el curso natural de los acontecimientos. Pero no cabe duda de que la decisión israelí de bombardear Egipto en profundidad representó un importante punto de inflexión en Oriente Medio y contribuyó a crear una situación que llevó al presidente Nasser a abrir las puertas de Egipto no sólo a los asesores soviéticos sino también a las unidades de combate soviéticas.
La guerra aumentó en intensidad, pero ya se estaban dando los primeros pasos en la esfera diplomática para acabar con el conflicto. Siguiendo las directrices del Plan Rogers (propuesto por el secretario de Estado norteamericano William Rogers) el 7 de agosto de 1970 entró en vigor el cese el fuego entre Egipto y Jordania por una parte e Israel por la otra.
No obstante, los misiles tierra-aire estaban comenzando a infligir graves pérdidas a los aviones israelíes y el cese el fuego se produjo en un momento en el que muchas preguntas relativas a los aviones y los misiles permanecían sin respuesta. Inmediatamente después de que entrase en vigor el cese el fuego, egipcios y soviéticos, rompiendo un compromiso adquirido con Estados Unidos e Israel, movieron el sistema de misiles hacia la zona del Canal de Suez protegidos por la oscuridad, permitiéndoles controlar una franja de espacio aéreo en la margen oriental.
La experiencia de la Fuerza Aérea egipcia durante la Guerra de Desgaste no hizo más que fortalecer su evaluación de que un factor fundamental en su estrategia para la próxima guerra debía ser su capacidad para atacar en profundidad las bases de la Fuerza Aérea de Israel. Esto exigía disponer de una fuerza de ataque de bombardeos de alcance medio o de cazabombarderos. Sin aviones de este tipo (como el Sukhoi 20, el Jaguar, el Mirage o el Phantom) las perspectivas de ganar la guerra eran muy escasas. Pero en abril de 1973, los soviéticos convencieron a sus clientes egipcios de que el uso correcto de los misiles tierra-aire les permitiría cambiar su concepto básico. Este cambio en el enfoque quedó reflejado en la política de suministros soviética y, durante un breve período entre julio y agosto de 1973, también construyeron la mayor parte del sistema de misiles que protegía a Siria y en el que el nuevo misil SAM 6 constituía las tres quintas partes de la fuerza (los otros dos quintos estaban compuestos por misiles SAM 2 y SAM 3).
El esfuerzo concentrado en suministrar misiles en un breve período de tiempo, la «mezcla» de los diferentes tipos de misiles, y el calendario de suministros, apuntaban a la participación soviética en el cambio de concepto que permitió que los egipcios decidiesen entrar en guerra en esta etapa temprana. Esta nueva evaluación de la política aérea egipcia, unida a la rápida construcción del sistema de misiles en Siria, sólo podía añadir verosimilitud al supuesto de la connivencia soviética en la planificación de la guerra y en los activos preparativos que llevaron a ella.
La Fuerza Aérea de Israel se preparó para la próxima guerra bajo el supuesto de que al estallar el conflicto dispondría de tiempo suficiente para concentrarse en la amenaza que representaban los misiles, sin verse comprometida en misiones de interceptación o apoyo total en esa primera fase. Aparte de la defensa del espacio aéreo israelí, la Fuerza Aérea disfrutaría de cierta libertad sin estar obligada a cuidar de las fuerzas terrestres.
El 13 de septiembre de 1973 una patrulla que realizaba una misión de rutina frente a las costas de Siria, en el área de Latakia, se trabó en combate con unidades aéreas sirias, y durante la lucha la fuerza israelí derribó trece aviones sirios, perdiendo un único aparato. El general Benjamin Peled, el comandante de la Fuerza Aérea israelí, se dio cuenta inmediatamente de que ese incidente provocaría algún movimiento de represalia por parte de los sirios, como un bombardeo masivo de artillería. Y si los sirios reaccionaban efectivamente de esa manera, la amenaza que representaban las más de treinta baterías de misiles tierra-aire de los sofisticados SAM 6 sería muy seria. El viernes 5 de octubre, la Fuerza Aérea había sido puesta en un estado de alerta avanzado, con todos sus efectivos de combate completamente movilizados.
El general Peled fue el primer comandante de la Fuerza Aérea totalmente formado en Israel. Piloto de combate, había sido derribado por fuego antiaéreo en Sharm el-Sheikh durante la campaña del Sinaí de 1956 y consiguió evitar ser capturado cuando un Piper Cub israelí aterrizó en pleno desierto y le arrancó literalmente de las manos del enemigo. Un desconocido en muchos sentidos, Peled demostró en la guerra que era un excelente comandante para una fuerza de élite. Su moderación, serena confianza y sensatez de juicio transmitían seguridad a su alrededor. En ningún momento subestimó a sus enemigos, pero tampoco a la fuerza que estaba bajo sus órdenes. A comienzos de la guerra asistió a una reunión extraoficial convocada por el ministro de Defensa, Moshe Dayan, con los editores de la prensa israelí. Peled informó acerca de la guerra aérea y mencionó de pasada la pérdida aquella misma mañana de un avión israelí cuya tripulación estaba desaparecida. Mientras se dirigía a los presentes, alguien le entregó una nota; Peled la leyó y comentó: «Interesante». Alzó la vista y dijo que el piloto y el navegante desaparecidos habían sido recuperados por un equipo de rescate y se encontraban de camino hacia su campo de aviación. En este punto, Dayan intervino para decir que el piloto era el hijo de Peled. «Sí —dijo Peled, añadiendo con semblante inexpresivo—, y esta noche volverán a la acción».
En las primeras horas de la mañana del domingo, Peled notificó al jefe del Estado Mayor que estaba preparado para lanzar un ataque preventivo entre las 11.00 horas y el mediodía (su plan tuvo que ser cambiado debido a un manto de nubes bajas que cubría los Altos del Golán). Pero a las 12.30 horas Elazar le comunicó que ese ataque no había sido aprobado por el gobierno. La información de inteligencia disponible era que la guerra comenzaría a las 18.00 horas, pero esta hora H no tenía mucho sentido para el general Peled, y por tanto supuso que las acciones comenzarían sobre las 15.00 horas; para él no resultaba lógico que los árabes iniciaran una guerra sin dar tiempo para lanzar al menos dos ataques aéreos, para los cuales necesitarían un par de horas de luz.
Aunque se rechazó la posibilidad de lanzar un ataque preventivo, no se puso ninguna objeción a las acciones aéreas disuasorias y, a las 13.30 horas, Peled ordenó que unidades de la Fuerza Aérea patrullasen a una altura tal que los árabes supiesen que, incluso en Yom Kippur, los aviones estaban de patrulla. Pero dos minutos después de que dos aviones israelíes hubiesen despegado del campo de aviación de Sharm el-Sheikh, doce aviones egipcios les atacaron; los pilotos israelíes consiguieron derribar siete aparatos enemigos. A la 13.45 horas se recibió información procedente del frente que decía que los sirios se estaban preparando para entrar en acción. Al llegar a su puesto de mando, Peled recibió la noticia de que estaban despegando aviones desde Siria y Egipto. Entonces supo que la guerra había comenzado.
Cuando empezaron a llegar informes de un cruce masivo del Canal de Suez a cargo de cinco divisiones egipcias, para Peled fue evidente que debía postergar todos los planes destinados a atacar exclusivamente a la fuerza de misiles enemiga. Comprendió rápidamente que, tanto la estrategia egipcia como la siria, consistía en arrollar las defensas israelíes mediante el simple recurso de una abrumadora superioridad numérica y era consciente de la peligrosa desproporción de fuerzas que concedía una ventaja general a los atacantes árabes. Los acontecimientos que se estaban produciendo en ese momento en el frente egipcio parecían ser particularmente peligrosos. Envió a la Fuerza Aérea contra las fuerzas que estaban cruzando el Canal a lo largo de un frente de aproximadamente 160 kilómetros desde Port Said en el norte hasta Suez en el sur, y también contra una concentración de embarcaciones pequeñas en Ras Zafrani en el golfo de Suez, que se estaban preparando para cruzar el golfo llevando a bordo a una fuerza de comandos. La hipótesis de que un amplio ataque frontal a cargo de cinco divisiones a lo largo de toda la extensión del Canal de Suez obligaría a los israelíes a repartir sus ataques aéreos sobre una extensa zona, con el resultado de una pérdida de eficacia, fue (según el jefe del Estado Mayor egipcio, general Shazli) uno de los factores que favorecieron esa estrategia. Las hipótesis egipcias fueron confirmadas.
Durante el primer ataque los israelíes perdieron cuatro aviones. A partir de ese momento la situación puede describirse como un caos, con la Fuerza Aérea desplegada hasta su máxima expresión y con insistentes peticiones de apoyo aéreo llegados de todo el frente: de las castigadas fortificaciones que conformaban la línea Bar-Lev, de unidades desplegadas a lo largo del golfo de Suez hasta Sharm el-Sheikh en el extremo sur, y de unidades que estaban librando una desesperada batalla de contención en los Altos del Golán. Todo esto mientras la Fuerza Aérea también tenía que asegurar que los cielos de Israel se mantuviesen «limpios».
La Fuerza Aérea de Israel libró una batalla desesperada, volando hacia las fauces de uno de los sistemas de misiles más concentrados del mundo. Pero debido a la improvisada respuesta israelí al ataque por sorpresa de los egipcios, no fue capaz de encargarse de su principal amenaza —los sistemas de misiles de Egipto y Siria— tal como estaba planeado.
En Egipto se habían desplegado 150 baterías compuestas de SAM 2 y SAM 3 (con seis plataformas de lanzamiento por batería) y SAM 6 (cada una con 12 misiles preparados para ser lanzados desde 4 tanques). De estas 150 baterías, alrededor de 50 estaban concentradas a lo largo del frente del Canal de Suez; en Siria, la mayor parte estaba desplegada en la línea del frente.
El SAM 6 móvil, con un alcance efectivo de 22 km, encaja dentro de un amplio modelo proporcionado por el comparativamente estático SAM 2 (con un alcance de 50 km) y el más móvil SAM 3 (30 km). Cada uno de estos proyectiles dispone de diferentes sistemas de guía electrónicos, lo que dificulta notablemente la aplicación de contramedidas electrónicas. La ventaja principal del SAM 6 reside en su gran movilidad. El misil está montado sobre el chasis de un tanque y puede ser trasladado rápidamente al lugar donde se desarrolla la acción, necesitando apenas unos minutos para ser recogido antes de llevarlo a otro emplazamiento y luego otro breve período para desplegarlo nuevamente para la acción. Para destruir un SAM 6, un avión debe entrar inevitablemente en el radio de acción del SAM 2. Si a este formidable sistema entrecruzado uno le añade cientos de SAM 7, lanzamisiles portátiles Strela organizados en pelotones en las fuerzas de tierra, junto con armamento antiaéreo convencional (en particular el ZSU 23 de cañones múltiples), no es de extrañar que los egipcios y sus asesores soviéticos estuviesen convencidos de que, desde el punto de vista de la defensa antiaérea, sus fuerzas estaban bien protegidas.
El ataque de la Fuerza Aérea egipcia anunció el ataque principal llevado a cabo el 6 de octubre. Sus ataques no estuvieron dirigidos contra las formaciones israelíes, sino que se concentraron preferentemente en campos de aviación, instalaciones de radar, campamentos militares y cuarteles generales en el Sinaí, todos estos objetivos situados comparativamente cerca de la línea del frente (la profundidad normal de su penetración estaba localizada al oeste de una línea que pasaba a través de Baluza, Refidim, Tasa y el Paso de Mitla). Los sirios, por su parte, concentraron sus ataques sobre las fuerzas de combate israelíes. Con algunas excepciones, la limitación en el radio de acción de la aviación árabe se unió a las necesidades de apoyo a las fuerzas terrestres. La penetración más profunda fue un intento, realizado en las postrimerías de la guerra por seis Mirage egipcios (suministrados por los franceses a los libios), de atacar la zona de El Arish, volando desde el mar; tres de ellos fueron derribados antes de llegar a la costa. Otros intentos de la aviación árabe incluyeron a dos bombarderos Tupolev 16 egipcios que fracasaron en su misión de alcanzar Eilat, estrellándose uno de ellos cerca de Abu Rudeis, y a dos Sukhoi 20 sirios que se dirigían hacia el área de la bahía de Haifa, uno de los cuales se estrelló sobre Nahariya mientras que el segundo huyó hacia Siria. El segundo intento sirio de penetración en profundidad en territorio israelí fue protagonizado por cuatro aviones Sukhoi 20, tres de los cuales se estrellaron en el área del monte Miron en la alta Galilea. Los egipcios intentaron compensar el fracaso de sus bombardeos en profundidad lanzando misiles aire-tierra Kelt desde su propio territorio. (Estos misiles, en general, eran lanzados desde puntos situados profundamente en el interior de Egipto). Uno de esos misiles, dirigido hacia Tel Aviv en la tarde del 6 de octubre, fue destruido en el aire por un piloto israelí de patrulla. De los veinticinco misiles Kelt disparados hacia objetivos israelíes, se informó de que veinte de ellos habían sido derribados por la Fuerza Aérea israelí y sólo dos consiguieron causar daños.
Los esfuerzos aéreos de egipcios y sirios, por lo tanto, fueron concentrados en apoyo directo de sus fuerzas en la línea del frente. Los primeros movimientos en la guerra estuvieron acompañados de un intento a gran escala de trasladar tropas aerotransportadas en helicópteros detrás de las líneas a fin de hostigar a las unidades israelíes que se dirigían hacia el frente y apoyar el avance de las fuerzas egipcias. Alrededor de treinta y cinco helicópteros egipcios, muchos de ellos cargados con tropas, fueron destruidos el primer día de la guerra.
En las primeras horas del cruce del Canal por parte de las fuerzas egipcias, la acosada Fuerza Aérea de Israel concentró sus ataques en un intento de ayudar a las fuerzas regulares israelíes. El esfuerzo realizado fue enorme, pero a las tropas en tierra les pareció insignificante. En la noche del 6 al 7 de octubre, el ministro de Defensa Dayan llamó por teléfono al general Peled y le pintó un deprimente cuadro de la situación en el frente sirio, aconsejándole que trasladase todas sus fuerzas hacia esa zona. A las 7.00 horas de la mañana del 7 de octubre, la fuerza aérea llevó a cabo un vuelo de interdicción sobre Egipto y luego realizó un ataque concentrado en Siria, que supondría una trágica experiencia, con numerosos aviones derribados por el fuego enemigo. Las fuerzas israelíes que combatían en los Altos del Golán contemplaron horrorizados cómo el cielo se llenaba con las onduladas trayectorias producidas por docenas de misiles que buscaban a los aviones israelíes. La intensidad de la presión que sufrían hizo que la Fuerza Aérea cancelara sus vuelos en respuesta a las peticiones de apoyo aéreo.
El lunes 8 de octubre, atento a un plan de reagrupamiento a las fuerzas israelíes a lo largo de la principal arteria lateral en preparación de un contraataque en la zona del Canal de Suez, el general Peled ordenó que la Fuerza Aérea se concentrara en los puentes egipcios que atravesaban el Canal. A pesar del peligro representado por los misiles, que infligieron graves pérdidas, los puentes fueron atacados de forma incesante y los catorce, salvo uno, fueron alcanzados. A pesar de desmentidos posteriores, el general Taha Al Maghdoub, el subjefe de operaciones egipcio, describe en su libro The Ramadan War los ataques desesperados lanzados por la Fuerza Aérea de Israel, confirmando que casi todos los puentes fueron alcanzados por sus ataques, algunos de ellos en no menos de cinco ocasiones. (En uno de estos ataques resultó muerto el general Hamdi, comandante de los ingenieros del Ejército egipcio). Sin embargo, la construcción extremadamente flexible de los puentes soviéticos permitía que fuesen reparados rápidamente y vueltos a poner en uso protegidos por la oscuridad. Durante el día, muchos de ellos eran retirados hacia una de las orillas para ser remolcados y puestos nuevamente en funcionamiento al caer la noche. Una vez acabada la guerra, al referirse a los ataques de la aviación israelí, el general Shazli explicó que esta flexibilidad permitía que los puentes fuesen reparados intercambiando sus secciones «en ocasiones en cuestión de media o de una hora». Además de describir la forma en que cambiaban continuamente la ubicación de los puentes a fin de confundir a los pilotos israelíes, Shazli afirmó que los misiles tierra-aire SAM 7 Strela operados por la infantería resultaron sumamente eficaces contra los aviones que atacaban los puentes volando a baja altura.
Durante la primera fase de la lucha —la fase de contención— la Fuerza Aérea israelí no fue capaz de atacar como se había planeado y se vio obligada a prescindir de cualquier medida de precaución y de proporcionar apoyo a las fuerzas terrestres (una gran proporción de las salidas realizadas por los aviones israelíes fueron para apoyar a las fuerzas terrestres), sin solucionar adecuadamente la amenaza que representaban los misiles y sin conseguir una completa superioridad aérea. Pero tan pronto como concluyó la fase de contención, la Fuerza Aérea israelí tuvo más autonomía para planear sus operaciones de apoyo de una manera más selectiva. A partir de ese momento la media de pérdidas se redujo notablemente.
A pesar de las bajas sufridas, la aviación israelí perseveró en su ataque y no cedió en ningún momento. Mientras las fuerzas terrestres avanzaban por territorio sirio y entraban dentro del radio de alcance de la artillería de Damasco, la Fuerza Aérea conseguía destruir parte del sistema de misiles sirio y se adentraba cada vez más en territorio sirio, atacando objetivos estratégicos —instalaciones petrolíferas, centrales eléctricas, puentes— y provocando daños considerables a la infraestructura siria. Debido al estado en que se encontraban los campos de aviación en la zona, un día los aviones sirios se vieron forzados a tomar tierra en una amplia carretera (planeada para este propósito) en las proximidades de Damasco. Aunque los sirios llevaron a cabo una serie de ataques relámpago contra el enclave defensivo israelí, realizados a baja cota con aviones MIG 17 en misión de bombardeo mientras aparatos MIG 21 patrullaban en altura, y demostraron ser un poco mejores que los egipcios, los israelíes consiguieron y mantuvieron una superioridad total en el aire. (De los 222 aviones sirios perdidos en la guerra, 162 fueron destruidos en combate aéreo).
En el frente egipcio, entretanto, la Fuerza Aérea de Israel atacó los emplazamientos de misiles y los campos de aviación enemigos, pero, sobre todo, proporcionó apoyo a las fuerzas terrestres. Los egipcios, sin embargo, aunque atacaban de vez en cuando, no llevaban a cabo sus ataques con demasiada determinación. Este comportamiento ambiguo en el ataque fue característico hasta que, el 18 de octubre, el Mando egipcio apreció finalmente la importancia del cruce realizado por las fuerzas israelíes a la margen occidental del Canal. Aquí la Fuerza Aérea egipcia, que defendía su territorio, demostró ser más audaz y persistente en sus ataques. Pudieron verse nuevamente combates aéreos similares a los que se habían producido durante la Segunda Guerra Mundial, con cuarenta o cincuenta aviones en el cielo; pero nuevamente los aviones israelíes fueron los que dominaron la situación. Durante la guerra, los egipcios consiguieron derribar sólo 5 aviones israelíes en combate aéreo, contra 172 aviones egipcios perdidos de la misma manera, para un total de 334 aviones árabes perdidos contra 5 aparatos israelíes derribados en combates aire-aire. (En la Guerra de los Seis Días, 50 aviones árabes habían sido derribados en combates aéreos con la pérdida de sólo 10 aviones israelíes).
La batalla aérea continuaba, con la Fuerza Aérea israelí mejorando su actuación a medida que las posiciones de los misiles en la orilla occidental del Canal eran neutralizadas o destruidas por el avance de las fuerzas terrestres israelíes. A pesar de la formidable naturaleza de este armamento, los ataques aéreos israelíes también lograron acabar con esta amenaza. De entre cincuenta y cinco y sesenta baterías de misiles desplegadas el 6 de octubre en la línea del frente en Egipto, alrededor de cuarenta fueron alcanzadas o destruidas, veintiocho de ellas por los ataques de la aviación israelí y trece por las fuerzas terrestres. Los días 9, 10 y 12 de octubre se lanzaron ataques contra las cinco baterías de misiles instaladas en Port Said, y hacia el 13 de octubre el espacio aéreo de Port Said estaba despejado y permaneció sin defensa aérea alguna hasta el final de la guerra; los insistentes ataques aéreos lanzados contra nueve baterías de misiles en el área de Kantara dejó libre de misiles esta zona el 14 de octubre. A partir del 21 de octubre, la mayor parte del área ocupada por los efectivos del Segundo Ejército egipcio, toda la zona ocupada por el Tercer Ejército en la margen oriental del Canal y el área del golfo de Suez hasta Ras Adabiah estaban libres de misiles. Mientras el principal esfuerzo israelí se localizaba en la orilla occidental del Canal, con el grueso de las fuerzas israelíes concentrado en esa zona, las tropas que se enfrentaban al Segundo y Tercer Ejércitos egipcios en la margen oriental del Canal no supieron aprovechar la enorme ventaja que representaba el hecho de que las baterías de misiles ya no protegiesen las cabezas de puente egipcias. En esta etapa, la aviación israelí volaba libremente sobre una amplia zona del campo de batalla, manteniendo una presión constante sobre las fuerzas aéreas árabes.
Como había sucedido con las IDF, la Fuerza Aérea no entró en la guerra según un plan previo y tuvo que luchar en una situación de desventaja, teniendo que hacer frente por primera vez en una guerra moderna al misil tierra-aire que habría de caracterizar las guerras futuras. Sin embargo, la fuerza aérea jugó un papel vital en la batalla. Siempre que las fuerzas terrestres egipcias se alejaban del paraguas de protección de los misiles —como lo hicieron cuando sus tanques se dirigieron hacia el sur en dirección a Abu Rudeis—, la Fuerza Aérea de Israel se convertía en el principal causante de su destrucción. En el otro extremo del frente la Fuerza Aérea mantuvo Port Said y Port Fuad bajo un ataque constante al tiempo que protegía la fortificación Budapest. Los aviones israelíes fueron fundamentales en la protección del área de Sharm el-Sheikh al impedir la llegada de las fuerzas de comandos transportadas en helicópteros. Asimismo, los cielos de Israel permanecieron «limpios» durante toda la guerra: ni una sola bomba cayó en territorio israelí y la infraestructura de la Fuerza Aérea quedó intacta. El mantenimiento de la superioridad aérea, no obstante, tuvo también consecuencias políticas. El rey Hussein explicó a sus colegas árabes que una de las principales consideraciones en la negativa de Jordania a lanzar a sus fuerzas contra territorio israelí era el dominio aéreo que ejercía Israel sobre el potencial campo de batalla.
Según las cifras publicadas, las fuerzas aéreas árabes iniciaron la guerra con cerca de 800 aviones de primera línea, lo que suponía una proporción de 3 a 1 en su favor. Además, durante la guerra recibieron un refuerzo total de 172 aviones procedentes de otras naciones árabes (de los que 109 fueron enviados a Siria y 63 a Egipto). Las pérdidas totales de egipcios y sirios ascendieron a 514 aviones, 58 de los cuales fueron derribados por sus propias fuerzas; las pérdidas israelíes fueron de 102 aviones en total, de los cuales, según el ministro de Defensa Dayan, 50 fueron destruidos en los primeros tres días de la guerra. El grueso de las pérdidas israelíes fue provocado a partes iguales por misiles y fuego antiaéreo convencional, especialmente durante la ejecución de misiones de apoyo a las fuerzas terrestres. Se efectuaron cuatro veces más salidas que durante la guerra de 1967. No obstante, las pérdidas israelíes por salida indican que, a pesar de tener que enfrentarse mayoritariamente a la defensa antiaérea y los misiles, la media de desgaste fue considerablemente inferior en la Guerra del Yom Kippur que en la Guerra de los Seis Días.
La guerra aérea se ha convertido en un asunto muy complicado y comprometido, pero como sucede en todas aquellas áreas donde cuentan el juicio y la habilidad humanos como en el combate aéreo, la Fuerza Aérea israelí mantuvo su supremacía. Los misiles no habían conseguido convertir a la aviación de combate en un arma obsoleta. A diferencia de la impresión general que prevaleció en el extranjero, las cifras revelan que, a pesar de la presencia de estos misiles, la Fuerza Aérea de Israel consiguió importantes objetivos. Obviamente, la nueva generación de armas de lanzamiento aéreo a distancia y los misiles tácticos tierra-tierra, que permiten la realización de operaciones antimisiles fuera del alcance de los misiles enemigos, cambiarán considerablemente las condiciones en el campo de batalla, mientras que los misiles tierra-aire se basarán cada vez más en plataformas altamente móviles, como el SAM 6, el Crotale francés o el Roland francoalemán.
La Guerra del Yom Kippur proporcionará un impulso adicional al desarrollo de las baterías antimisiles y, a su vez, un sistema defensivo se desarrollará para hacerles frente. El conflicto representó un importante campo de pruebas del que muchos habrán extraído sus lecciones. A pesar de la manera en la que la Fuerza Aérea de Israel actuó ante los misiles enemigos, no hay duda de que muchos de los conceptos aceptados acerca de la guerra aérea deberán ser sometidos a una nueva evaluación. El papel del avión en la guerra ha cambiado y deberán elaborarse nuevas estrategias y nuevos usos del poder aéreo. Hasta cierto punto, el poder aéreo ya no será obviamente tan influyente como lo ha sido hasta ahora y afectará al campo de batalla menos que antes. La proliferación de lanzamisiles ligeros y portátiles en la línea del frente significa que el apoyo aéreo de proximidad será la excepción a la regla en el futuro, con la fuerza aérea obligada a concentrarse en el aislamiento del campo de batalla, manteniendo la supremacía en el aire y destruyendo a las fuerzas enemigas en y cerca del campo de batalla.
La Marina de Guerra de Israel no había llevado a cabo una «buena guerra» en 1967. El Mando naval, en realidad, era perfectamente consciente del hecho de que el equipo israelí era inadecuado y no podría responder al desafío que representaba la Marina egipcia, una de las armadas más poderosas del Mediterráneo. La Guerra de los Seis Días encontró a la Marina israelí con ideas correctas pero sin capacidad para aplicarlas. Las embarcaciones lanzamisiles especialmente diseñadas estaban en construcción en los astilleros de Cherburgo, pero ninguna de ellas había sido entregada.
La Marina israelí había sido en muchos sentidos la Cenicienta de las IDF, una consecuencia lógica del supuesto básico de que cualquier guerra que librase Israel contra los países árabes debía ser necesariamente breve, consiguiendo una resolución de la misma sólo a través de operaciones terrestres y disfrutando de superioridad área. Nadie había imaginado jamás que Israel tendría que pensar en términos de una guerra naval prolongada, incluyendo la escolta de una gran flota mercante.
El presidente Nasser, por otra parte, inició la construcción de una Marina de Guerra al comienzo de su régimen y particularmente después de recibir el apoyo militar de la Unión Soviética. Pero cuando se analiza el desarrollo naval de Egipto no debe perderse de vista el hecho de que el presidente Nasser estaba obsesionado con el peligro que para él representaba la presencia de las flotas de guerra occidentales en el Mediterráneo. Vivía temiendo y sospechando de Occidente, convencido de que existía algún tipo de acuerdo entre Israel y Occidente que garantizaba la defensa naval israelí. Los soviéticos se habían mostrado encantados de poder suministrar a Egipto grandes barcos de guerra —como los destructores Skory y los submarinos oceánicos clase W— no porque albergaran ninguna esperanza con respecto a la destreza naval egipcia, sino porque comprendieron que su suministro obligaría a los egipcios a crear una infraestructura capaz de albergar y mantener embarcaciones de este tipo, lo que a su vez garantizaba a la Marina soviética futuras instalaciones navales en Egipto, con todos los suministros y equipos necesarios para el mantenimiento de buques soviéticos.
Los egipcios, por lo tanto, habían desarrollado una marina equilibrada dictada por consideraciones de tipo estratégico. Su flota incluía una considerable fuerza de lanchas de desembarco y se estaban llevando a cabo negociaciones para disponer de destructores lanzamisiles. La Guerra de los Seis Días precipitó una crisis: las Marinas occidentales quedaron neutralizadas por la presencia de la Quinta Flota soviética en aguas del Mediterráneo, mientras que el peligro israelí no llegó a materializarse. La Marina de guerra egipcia, en consecuencia, perdió su prioridad en el seno de las Fuerzas Armadas egipcias: sus programas de desarrollo fueron recortados y las pérdidas no fueron compensadas (de hecho, no fue reforzada hasta el período 1971-1972). Para entonces ya era evidente que Israel estaba construyendo silenciosamente una fuerza naval equilibrada.
A diferencia de las fuerzas terrestres y aéreas de las IDF, la Marina de Guerra israelí, después de su modesto papel durante la Guerra de los Seis Días, había tenido que soportar dos pérdidas trágicas: el destructor INS Eilat (hundido por misiles frente a Port Said) y el submarino INS Dakar (perdido con toda su tripulación en el Mediterráneo oriental cuando viajaba de Gran Bretaña a Israel). En consecuencia, se abordó la construcción de una Marina de Guerra completamente nueva. Cuando las llamadas lanchas de Cherburgo, una docena en total, habían llegado a Israel en diciembre de 1969, se les proveyó de misiles de fabricación israelí. La Marina de Guerra comenzó a desarrollar su propia doctrina y a prepararse para la próxima guerra: en muchos sentidos fue el único elemento en las Fuerzas de Defensa de Israel que se preparó para la siguiente guerra, sin estar influida por la anterior.
El misil Gabriel, con un alcance de cerca de 20 kilómetros, fue desarrollado por Israel como respuesta a los destructores en la Marina egipcia y, en particular, como una respuesta a los cañones de 5 pulgadas montados en los destructores de la clase Skory de construcción soviética, con un alcance máximo de 15 kilómetros. Sin embargo, también era necesario desarrollar tácticas contra los misiles Styx egipcios, con un alcance de más de 50 kilómetros. La solución israelí a este problema se consiguió a través de un desarrollo intensivo en tres campos: guerra electrónica, capacidad de maniobra de sus barcos y capacidad de la Marina de Guerra de alcanzar territorio enemigo con sus misiles. Además, la Marina de Guerra israelí decidió construir sus barcos en Israel y adaptarlos al área donde tendrían que operar: tanto el Mediterráneo como el mar Rojo requerían de los barcos una autonomía mayor de la que tenían los buques construidos en Cherburgo; de hecho, los barcos construidos en Israel aumentaron su radio de acción casi el doble y lo mismo sucedió con su potencia de fuego. También desarrollaron un tipo especial de lancha patrullera para combatir las actividades terroristas de los palestinos y para llevar a cabo operaciones en el Golfo de Suez.
Mientras la Marina de Guerra israelí —basada en una flota de lanchas lanzamisiles— continuaba creciendo, el Mando Naval egipcio comprendió que la aparición de los misiles navales superficie-superficie exigía un cambio radical en sus propios planes y tácticas. Entre 1971 y 1972 los egipcios contaban con doce lanchas lanzamisiles de la clase Osa, además de varias lanchas de la clase Komar, para hacer frente a una docena de modernas lanchas lanzamisiles israelíes. Además, los egipcios tenían problemas con los misiles Styx, que habían sido desarrollados por la Unión Soviética a finales de la década de 1950 como un arma contra las agrupaciones navales norteamericanas formadas por destructores y buques de mayor tonelaje. Los egipcios estaban preocupados por la posibilidad de que este misil no resultara efectivo contra los pequeños blancos que representaban las lanchas lanzamisiles israelíes. El 30 de mayo de 1970 estos temores se vieron confirmados en la práctica cuando los egipcios atacaron un barco pesquero israelí cerca del lago Bardawil (frente a la costa del Sinaí) con cuatro misiles. Ninguno de ellos alcanzó su blanco. Por lo tanto, aún más preocupados por la eficacia del misil, los egipcios comenzaron a improvisar e incluso montaron lanzacohetes con un alcance de 20 kilómetros en sus lanchas torpederas.
El mes precedente al estallido de la Guerra del Yom Kippur apenas si se advirtió algún cambio en el despliegue de la Marina de Guerra egipcia; pero se produjeron suficientes movimientos como para despertar las sospechas de la Inteligencia Naval israelí y, el 30 de septiembre, el jefe de la Inteligencia Naval dedujo que la guerra era inminente. El 1 de octubre se declaró el estado de emergencia en la Marina de Guerra israelí, pero cuando el servicio de Inteligencia del Cuartel General indicó que se trataba de una medida exagerada, el estado de alerta fue rebajado. Sin embargo, el contraalmirante Telem, comandante de la Marina de Guerra de Israel, decidió mantener un grado de alerta superior al normal basándose en las estimaciones de su oficial de Inteligencia y a pesar de la calma que reinaba en el Cuartel General. Y hacia las 5.00 horas del 6 de octubre toda la Fuerza Naval fue desplegada para llevar a cabo operaciones contra las armadas egipcia y siria.
En vísperas de la guerra, una fuerza de submarinos egipcios se desplegó en el Mediterráneo central al este de la isla de Creta. Y durante la mayor parte de la guerra estuvo merodeando por la zona sin causar ningún daño: su actuación se limitó al hundimiento de dos inocentes cargueros griegos, uno al noroeste de Alejandría y el segundo más hacia el oeste en el Mediterráneo. En la última etapa de la guerra, cuando las operaciones de Israel empezaron a amenazar a Egipto, parte de esta fuerza de submarinos fue retirada para proteger la costa egipcia.
La guerra comenzó con la principal fuerza egipcia en el Mediterráneo: consistía en doce lanchas lanzamisiles de la clase Osa, diez submarinos, seis modernas lanchas torpederas y alrededor de veinte lanchas torpederas, además de tres destructores y dos fragatas, dragaminas, patrulleras y once lanchas de desembarco LCT. El orden de batalla sirio incluía nueve lanchas lanzamisiles (tres de la clase Osa y seis de la clase Komar), once lanchas torpederas y dos dragaminas. Contra esta fuerza combinada, los israelíes opusieron una fuerza compuesta de catorce lanchas lanzamisiles.
A pesar del hecho de que la Marina de Guerra siria tenía poca importancia en el conjunto de las Fuerzas Armadas, un año antes de la guerra los soviéticos empezaron a suministrar a Siria lanchas lanzamisiles de la clase Osa. La amenaza de estas lanchas —unida a la vulnerabilidad de la costa siria con sus numerosos objetivos estratégicos— convenció al almirante Telem de que debían contar con una fuerza operativa para hacer frente a la Marina de Guerra siria. Y, por lo tanto, en la noche del 6 al 7 de octubre una fuerza compuesta por cinco lanchas lanzamisiles israelíes partió a patrullar la costa de Siria a una distancia de aproximadamente 300 kilómetros de su base. Mientras las fuerzas navales israelíes se movían hacia el norte pasando frente a las costas del Líbano y navegaban en paralelo a la costa siria frente a Chipre, una lancha torpedera siria fue identificada a las 22.28 horas navegando con rumbo norte. Los israelíes se acercaron y la lancha torpedera se alejó velozmente hacia el este en dirección a la costa siria. Los israelíes abrieron fuego y la lancha siria acabó en el fondo del mar.
Ahora la flota israelí había puesto rumbo al este y se acercaba a la costa siria frente a Latakia en dos fuerzas paralelas, con el INS Reshef incluido en la fuerza meridional. (El Reshef fue el primer barco de guerra diseñado y construido en Israel que participó en un combate naval). Cuando la fuerza estaba ya cerca de la costa se divisó un dragaminas, que se hundió tras ser alcanzado por los misiles disparados desde el Reshef. Fue entonces cuando los israelíes descubrieron desplegada en posición de espera al sur del dragaminas una fuerza siria compuesta por tres lanchas lanzamisiles; la lancha torpedera había sido situada como alerta avanzada y el dragaminas era una especie de señuelo, mientras que la fuerza naval siria estaba desplegada para atacar a los barcos israelíes desde el flanco cuando estos atacasen al dragaminas. Las lanchas israelíes viraron hacia el sur y se trabaron en combate con las lanchas lanzamisiles, que dispararon una andanada de misiles contra ellos. La fuerza israelí navegó hacia el sur en columnas paralelas y maniobró de forma que la fuerza siria se encontrase emparedada entre ellas. La batalla comenzó a las 23.35 horas y ambos bandos dispararon sus misiles. Veinticinco minutos más tarde las tres lanchas sirias habían sido hundidas. La batalla de Latakia, la primera batalla naval con misiles de la historia, acabó con la victoria de la Marina de Guerra israelí sin haber sufrido ninguna baja.
Aquella misma noche, una segunda fuerza de lanchas lanzamisiles se acercó a la zona de Port Said. (Los egipcios habían planeado atacar objetivos terrestres israelíes con fuego de cohetes desde lanchas torpederas especialmente equipadas para lanzarlos). Cuando divisaron la fuerza israelí, los egipcios huyeron; las lanchas israelíes les persiguieron, pero en esta ocasión fue la aviación israelí la que consiguió enviar al fondo del mar una de las lanchas lanzamisiles egipcias.
Las Fuerzas Navales israelíes persistieron en su acción agresiva, acercándose noche tras noche a las costas sirias y egipcias y obligando a ambos países a destinar fuerzas comparativamente grandes —tanques y artillería— para protegerlas. (Los sirios desplegaron una brigada acorazada completa para proteger su costa).
La segunda batalla naval de importancia, la de Damietta-Balatin en la costa egipcia del Mediterráneo, tuvo lugar en la noche del 8 al 9 de octubre. Una fuerza compuesta por seis lanchas lanzamisiles israelíes se aproximó a la costa egipcia para bombardear las instalaciones militares y las defensas costeras en el área de Damietta. A medianoche, una fuerza naval egipcia de cuatro lanchas lanzamisiles atacó a los israelíes con fuego de misiles. Todavía fuera del alcance de los proyectiles enemigos, la fuerza israelí se movió a toda velocidad y, cuando observaron que se acercaban a ellos sin que les detuviesen los misiles que les estaban disparando, los egipcios comenzaron a replegarse. Tres lanchas israelíes lanzaron sus misiles y en cuarenta minutos hundieron tres lanchas egipcias, mientras que la cuarta consiguió ponerse a salvo fuera del alcance de los misiles israelíes.
Un recién descubierto sentimiento de confianza, audacia y esprit de corps motivaba a la Marina de Guerra israelí, que ahora comenzó a hostigar a las fuerzas navales y las costas enemigas con creciente temeridad e iniciativa. En la noche del 10 al 11 de octubre los misiles israelíes alcanzaron el puerto de Mint el-Beida (un puerto naval sirio cercano a Latakia) y también la terminal petrolera de Banias. En el combate que se libró a continuación, en el que la fuerza israelí se topó con el fuego de una gran concentración de baterías de costa de 100 y 130 mm operadas por radar, dos lanchas lanzamisiles sirias fueron alcanzadas por los israelíes y quedaron varadas en la orilla. A la noche siguiente, cuatro lanchas lanzamisiles israelíes atacaron el puerto sirio de Tartús y la terminal para petroleros situada al norte del mismo. Los israelíes se encontraron nuevamente con un nutrido fuego de artillería y, en esta ocasión también, dos lanchas lanzamisiles sirias fueron alcanzadas por los misiles israelíes. La mayoría de los muelles para petroleros quedaron envueltos en llamas.
La ferocidad, audacia y rapidez de los ataques israelíes tuvieron un notable efecto sobre las Armadas egipcia y siria. En la primera fase de la guerra, los sirios atacaron a los barcos israelíes en alta mar, mientras que la Marina de guerra egipcia atacaba objetivos situados a lo largo de la costa del Sinaí. Esta fase se prolongó durante las tres primeras noches de la guerra, hasta la batalla de Damietta-Balatin. En la segunda fase, las Marinas de Guerra árabes adoptaron la táctica de realizar salidas relámpago desde el refugio de sus puertos, disparando sus misiles y replegándose inmediatamente para refugiarse junto a los barcos mercantes en el puerto y detrás de los rompeolas.
A medida que aumentaba la presión israelí, las Armadas árabes pasaron a la tercera fase de actividad, durante la cual trataron de disparar sus misiles desde la bocana del puerto sin aventurarse mar adentro, mientras confiaban en la protección de la artillería costera, reforzada por fuerzas acorazadas a lo largo de la costa.
En la noche del 13 al 14 de octubre, las fuerzas navales israelíes atacaron Damietta sin que se produjese ninguna reacción naval por parte de los egipcios. Nuevamente en la noche del 19 al 20 de octubre, cuando las fuerzas israelíes bombardearon la misma zona, sus lanchas lanzamisiles navegaron con total impunidad a lo largo de la costa del delta del Nilo sin encontrar ninguna oposición. En la noche del 21 al 22 de octubre, una fuerza de lanchas lanzamisiles israelíes se acercaron a Abukir, cerca de Alejandría, y hundieron dos lanchas radar egipcias, haciendo numerosos prisioneros. Luego atacaron con misiles y provocaron daños en una estación de radar costera. En este punto, las fuerzas egipcias dispararon cuatro misiles superficie-mar, pero sin alcanzar el blanco. Cuando los israelíes incrementaron sus operaciones de hostigamiento (que incluían acciones de unidades de comandos navales contra objetivos en los puertos egipcios), la reacción naval árabe se volvió cada vez más débil, aunque para protegerse contra la penetración de los submarinistas israelíes, los egipcios lanzaban miles de cargas antipersonales en sus puertos todas las noches. Una de esas operaciones, comandos israelíes en el puerto de Port Said provocaron la pérdida de un buque de desembarco de tanques, una lancha lanzamisiles y una lancha torpedera. Los comandos navales israelíes se mostraron tan activos en el puerto de Gardaka, por ejemplo, que hacia el final de la guerra el puerto fue completamente evacuado por la Marina de Guerra egipcia.
Al estallar la guerra, los egipcios habían declarado un bloqueo naval en el mar Rojo en la zona al norte del Paralelo 23 (previamente habían tomado las medidas necesarias para situar en el puerto de Adén dos destructores de la clase Skory y algunos navíos auxiliares). Una pantalla formada por dos submarinos tenía su base en Port Sudán y, en la mañana del 7 de octubre, atacaron a plena luz a un petrolero con destino a Israel, disparando tres torpedos pero fallando el blanco. Más hacia el norte, en el golfo de Suez, los egipcios procedieron a bloquear la ruta de Abu Rudeis-Eilat utilizada por los petroleros fletados por Israel y que transportaban el crudo desde los campos del Sinaí hasta el puerto de Eilat. Al iniciarse la guerra, los egipcios lanzaron un ataque en buques de guerra y comandos aerotransportados en helicópteros contra la costa del Sinaí defendida por los israelíes en el golfo de Suez. Lanchas lanzamisiles y torpederas con base en el puerto egipcio de Gardaka se acercaron a Ras Muhamad y Sharm el-Sheikh, atacando barcos israelíes y objetivos terrestres.
A lo largo de la ruta meridional se produjeron desembarcos a gran escala y en profundidad de comandos transportados en helicópteros para impedir que los refuerzos israelíes llegasen a la costa. Asimismo, una gran flota de embarcaciones pequeñas en puertos pesqueros y fondeaderos situados a lo largo del golfo de Suez transportó fuerzas y suministros a la otra orilla destinados a las fuerzas que avanzaban. En la primera noche de la guerra, los israelíes localizaron una concentración de embarcaciones en la bahía de Mersa Talamat, al sur de Ras Zafrani. Dos patrulleras israelíes provistas de cañones de 20 mm atacaron y destruyeron parte de esa fuerza, que estaba a punto de soltar amarras con comandos egipcios a bordo y con destino a Abu Rudeis. El ataque israelí causó verdaderos estragos entre los egipcios y la operación enemiga quedó abortada antes de comenzar.
En numerosas ocasiones, los egipcios llevaron a cabo ataques a lo largo de la costa del Sinaí ocupada por Israel, pero las fuerzas israelíes reaccionaron y en pocos días su Marina de Guerra dominaba completamente las aguas del golfo de Suez. En la noche del 8 al 9 de octubre se libró una batalla frente a la costa egipcia en Ras Sadaat durante la cual fue hundida una patrullera egipcia de la clase Castro a pesar del apoyo recibido de los cañones de costa de 130 mm y operados por radar. Cinco noches más tarde, una fuerza compuesta por cinco patrulleras israelíes consiguió entrar en el fondeadero de Ras Ghareb, donde estaban concentradas más de cincuenta pequeñas embarcaciones egipcias preparadas para cruzar el golfo de Suez. En el combate que se libró a corta distancia, diecinueve pesqueros egipcios dotados de armamento fueron a parar al fondo del mar.
Durante la guerra, la atención mundial se concentró en el bloqueo establecido por Egipto en los estrechos de Bab el-Mandeb. Esta acción había provocado un contrabloqueo por parte de las fuerzas israelíes (con base en Sharm el-Sheikh y la costa del Sinaí en el golfo de Suez), que afectó a la economía egipcia mucho más de lo que aparentaba. Los campos petrolíferos Morgan en el golfo de Suez y los situados en la costa egipcia producían alrededor de 8 millones de toneladas de crudo al año (de un total de 10 millones de toneladas producidas por Egipto). Parte de esta producción petrolífera era exportada y representaba el 20% de los ingresos egipcios en divisas; el resto era enviado al oleoducto de Ras Sadaat y desde allí a El Cairo. A fin de compensar la pérdida de petróleo como consecuencia del estado de guerra en la zona del golfo de Suez, Egipto tenía que depender de los suministros de Arabia Saudí y Libia; pero este suministro no siempre estaba disponible cuando El Cairo lo necesitaba y, en cualquier caso, aumentaba la deuda de Egipto con esos dos países. En otras palabras, la guerra había obligado a Egipto a pagar por un petróleo que tenía en su propio suelo; otra amenaza a su economía era el hecho de que los puertos situados en el golfo de Suez constituyen la salida de Egipto hacia África oriental y Asia, no menos de lo que representa el puerto de Eilat para Israel. Esta amenaza económica se había materializado porque Israel estaba en condiciones de operar libremente en el golfo de Suez como consecuencia de las posiciones que mantenía a lo largo de la costa del Sinaí y, particularmente, en Sharm el-Sheikh, un hecho ignorado con frecuencia por aquéllos que argumentan que el bloqueo de los estrechos de Bab el-Mandeb había vuelto superflua la insistencia israelí en mantener una presencia en Sharm el-Sheikh.
Los planificadores navales israelíes habían estudiado de manera exhaustiva el problema naval de Israel y habían conseguido concentrar la máxima potencia de fuego posible en una embarcación pequeña. (Con una tripulación de alrededor de 40 marineros, la lancha lanzamisiles israelí demostró ser muy superior en cuanto a potencia de fuego a cualquier destructor convencional con una tripulación de 220 hombres). Por lo tanto, la Marina de Guerra israelí, veloz y compacta, había hecho su aparición en el teatro bélico tomando por sorpresa a las Marinas árabes. Su grado de eficacia puede deducirse del hecho de que durante la guerra sufrió un número de bajas que ascendió a tres muertos en el mar y veinticuatro heridos; ninguna embarcación israelí fue hundida por el enemigo, a pesar del hecho de que los barcos de guerra egipcios y sirios dispararon cincuenta y dos misiles contra objetivos israelíes en el mar y sufrieron unas pérdidas confirmadas (sin incluir en este número aquellas embarcaciones que fueron dañadas y posteriormente reparadas) de diecinueve embarcaciones de guerra, incluyendo diez lanchas lanzamisiles. En el transcurso de la guerra las rutas de navegación se mantuvieron abiertas desde y hacia Israel (a pesar de las actividades de patrulla de las unidades navales egipcias) y la pequeña Marina de Guerra israelí disfrutó de un control total de los mares tanto en el Mediterráneo como en el golfo de Suez.
Sin embargo, las batallas navales libradas durante la Guerra del Yom Kippur no tuvieron una influencia decisiva en su resultado final: el concepto estratégico básico de Israel siempre había asumido esa situación. No obstante, la pequeña guerra naval librada en Oriente Medio habría de permitir que planificadores e ingenieros navales miraran con más atención la guerra naval del futuro. Los países que operan en mares cerrados, como el Mediterráneo, en el futuro tendrán que basar sus fuerzas navales en embarcaciones veloces, compactas y provistas de misiles y también en submarinos. La naturaleza de la lucha en un área delimitada exige una concentración en la calidad más que en la cantidad; las Marinas de Guerra convencionales se convertirán en un dominio exclusivo de las grandes potencias, cuyas fuerzas deben operar en los océanos. El resto deberá concentrarse en el desarrollo de fuerzas costeras que satisfagan los requerimientos de los mares cerrados. La experiencia vivida durante la Guerra del Yom Kippur muestra que la guerra naval ha entrado en una nueva era.