DECISIÓN EN EL DESIERTO
El martes 9 de octubre, durante la reunión del gabinete, el general Chaim Bar-Lev, el ministro de Industria y Comercio, se quejó de la atmósfera fúnebre que notaba que se había creado en el puesto de mando del Cuartel General a causa de los numerosos visitantes que acudían allí y ofrecían consejos que nadie les había pedido. Aquel día, el jefe del Estado Mayor le convocó al Cuartel General y le dijo que no estaba en absoluto satisfecho con la situación en el sur: muchas de las fortificaciones aún seguían aisladas y entre los generales Gonen y Sharon se había creado una relación que estaba resultando claramente perjudicial para el desarrollo de la campaña. Entonces le ofreció al antiguo jefe del Estado Mayor el puesto de comandante del Mando Sur; Elazar no creía que Gonen hubiese fracasado en su cometido sino que la situación creada había llegado a un punto insostenible. Bar-Lev aceptó el cargo con la condición de que tanto la primera ministra como el ministro de Defensa estuviesen de acuerdo con el nombramiento. Regresó a su casa para recoger el uniforme y su equipo personal y, cuando estaba en la ducha, recibió una llamada de la primera ministra, quien le agradeció que hubiese aceptado el puesto y le invitó a una reunión del gabinete. Inmediatamente después le telefoneó el ministro de Defensa: «Ve allí y toma las decisiones que sean necesarias», le dijo Dayan.
Cuando Bar-Lev regresó aquella noche al Cuartel General a las 22.00 horas, Elazar le advirtió de que Gonen había reaccionado enérgicamente ante su nombramiento, afirmando que, de hecho, le estaban despidiendo y le hacían responsable personalmente de lo que había sucedido hasta entonces. Bar-Lev contestó que él no estaba preparado para convertirse en asesor de Gonen y que no tenía intención de ir al Mando Sur a menos que su situación quedase perfectamente definida. A Gonen se le explicó que, si bien se pensaba que no merecía ser desacreditado públicamente, en vista de las desafortunadas circunstancias que se estaban viviendo resultaba esencial que Bar-Lev tomase el mando. Fue en ese punto cuando nació la idea de convertir a Bar-Lev en el representante personal del jefe del Estado Mayor en el Mando Sur con una autoridad total. Bar-Lev convino en aceptar esta fórmula con la condición de que quedase absolutamente claro que él estaba al mando y no era un asesor militar. Se fue a dormir a un catre que había en el despacho del jefe del Estado Mayor y, pocas horas después, el propio Elazar le despertó para decirle que Gonen había aceptado la propuesta. Aquella noche, por primera vez desde el comienzo de la guerra, Elazar durmió tres horas y media.
Bar-Lev llegó al Cuartel General del Mando Sur el miércoles 10 de octubre por la mañana. Poco después sostuvo una discusión franca y abierta con Gonen, quien le expresó su temor de que esto significase el fin de su carrera en lo que concernía al ejército, pero Bar-Lev no estuvo de acuerdo con esa apreciación y le explicó por qué. Ambos convinieron un acuerdo de trabajo que demostraría ser altamente exitoso. Gonen anunció entonces a su Estado Mayor y a los comandantes de la división presentes que, a partir de ese momento, Bar-Lev sería el número uno en el teatro de operaciones, añadiendo: «En esta guerra tendré un jefe de estado mayor privado».
Después de haber aclarado la situación, Bar-Lev realizó una visita a las divisiones y observó el desarrollo de la batalla: los egipcios estaban presionando a las fuerzas israelíes a lo largo de toda la línea del frente con el objeto de tomar la carretera de la Artillería con ataques llevados a cabo por infantería y tanques, pero los carros de combate israelíes causaban estragos entre las fuerzas enemigas. Cuando visitó a Sharon en su Cuartel General, éste expresó sus graves reservas acerca del nuevo statu quo que se había creado en el sur mientras que los principales esfuerzos se concentraban en los Altos del Golán. Sharon propuso que su división, en una acción coordinada con las fuerzas de Albert desplegadas en el sur, avanzara con dos brigadas acorazadas a lo largo de la orilla oriental de los Lagos Amargos a fin de destruir a las divisiones de infantería del Tercer Ejército. El 11 de octubre, Sharon presentó su plan acompañado de dos de sus comandantes de brigada, Amnon y Haim, pero Gonen lo rechazó porque, en su opinión, se trataría obviamente de una operación muy cara para obtener un beneficio tan exiguo; además, las dos brigadas acorazadas quedarían gravemente debilitadas en lugar de estar preparadas para la gran batalla de tanques que seguiría a un avance de los carros de combate egipcios que, según la doctrina soviética, debía producirse en el sexto o séptimo día de la guerra. Bar-Lev rechazó el plan de Sharon.
Al comprobar que las relaciones entre Gonen y Sharon eran muy tensas y estaban teñidas de acusaciones mutuas, Bar-Lev comenzó a sufrir los problemas derivados de ejercer el mando sobre Sharon; en cada caso se propuso darle órdenes claras y específicas. Pero el 12 de octubre propuso al jefe del Estado Mayor que Sharon fuese relevado del mando. Elazar dijo que lo consultaría con el ministro de Defensa, pero cuando lo hizo Dayan le contestó que esa decisión podría provocar problemas políticos. No obstante, en el curso de la guerra, Bar-Lev propuso formalmente en dos ocasiones que Sharon fuese relevado del mando.
A partir del 9 de octubre, el Mando Sur continuó librando una batallas de contención, recuperando las fuerzas al tiempo que resistía con éxito los intentos de avance de los egipcios. En efecto, aparte de la pequeña área perdida como resultado de los ataques egipcios contra la brigada de Arieh en la zona de Hamutal el día 8, los egipcios no avanzaron un solo metro durante el resto de la guerra. Un ejemplo de los efectos del reabastecimiento, la acelerada movilización y la notable eficacia y devoción del cuerpo de suministros en la reparación de los tanques averiados, puede extraerse del hecho de que, el 15 de octubre, la división de Bren, a pesar de las pérdidas sufridas desde el 9 de octubre, disponía del doble de tanques que seis días antes.
Los israelíes contaban con la ventaja de estar muy familiarizados con el terreno donde se estaba librando la batalla, pero debían repeler de tres a cinco ataques egipcios diarios. Sin embargo, como los egipcios combatían de una manera muy sistemática, las fuerzas israelíes pronto conocieron exactamente a su enemigo y comenzaron a operar con un creciente grado de confianza en sus propias fuerzas. Al llegar la noche, la infantería egipcia se arrastraba hasta las estribaciones de la línea de terreno elevado defendida por los israelíes a unos 8 o 10 kilómetros del Canal, llegando hasta unos 1500 metros de las unidades israelíes avanzadas (una mañana se despertaron y encontraron soldados de infantería egipcios en las dunas detrás de ellos). El ataque se iniciaba invariablemente con una barrera de fuego concentrada que se prolongaba durante media hora y que acababa con cinco minutos de concentraciones de fuego rápido a cargo de quince batallones de artillería y baterías que lanzaban cohetes katyusha; la barrera de fuego concluía con el lanzamiento de una nutrida cantidad de munición de fósforo. En este punto, los tanques iniciaban su avance con la infantería intercalada entre ellos a bordo de vehículos blindados de transporte de tropas. Cuando las fuerzas atacantes alcanzaban la línea de la infantería que había avanzado por la noche y se había atrincherado en la arena, esta línea emergía de sus posiciones y seguía la estela de los tanques.
En los flancos, y a una distancia considerable, se desplegaban las unidades que portaban misiles antitanque Sagger. En ocasiones, cuando la línea de infantería se aproximaba —habiendo sufrido un número importante de bajas por la acción de las armas ligeras y el fuego de la artillería— detenía su avance y una línea fresca que había permanecido atrincherada durante la noche emergía de sus escondites y continuaba el ataque. Todos estos asaltos egipcios eran desbaratados con fuertes pérdidas, tanto en fuerzas de infantería como en tanques, pero a pesar de todo la infantería egipcia redoblaba sus ataques sólo para ser rechazada por la artillería y los carros de combate israelíes que les estaban esperando. Este patrón de ataque se repetía una y otra vez. Las pérdidas sufridas por los egipcios eran muy elevadas y entre los defensores israelíes crecía el respeto por la audacia y determinación de la infantería enemiga.
El 9 de octubre, el ataque de una división egipcia contra la brigada de Gaby consiguió penetrar las líneas israelíes, pero Bren, concentrando el poder de sus tanques, aplastó a los egipcios empujándolos hacia la posición de la brigada de Gaby y luego lanzando a la brigada de Natke por el flanco norte y la brigada de Arieh por su flanco sur. Al día siguiente, los egipcios lanzaron cinco ataques independientes contra la división de Bren. Esta escena se repitió a todo lo largo de la línea del frente. La división de Sharon fue atacada por varias unidades pertenecientes a la 21.ª División Acorazada egipcia, pero consiguió aplastar el avance enemigo utilizando sus formaciones con extremo cuidado y recurriendo a sus fuerzas de reserva; las fuerzas enemigas se retiraron, dejando cincuenta tanques en llamas en el campo de batalla.
En el sur, mientras tanto, la división de Albert, que para entonces había sido reforzada, contenía los avances del enemigo, con la brigada de Dan actuando como un puño acorazado concentrado que se movía alrededor del Tercer Ejército egipcio, acosándolo, causando fuertes bajas y, en ocasiones, haciéndose con el control del campo de batalla. El miércoles 10 de octubre, una brigada mecanizada egipcia avanzó hacia el sur siguiendo una ruta paralela al golfo de Suez, pero fue frenada por una fuerza acorazada al mando del general Gavish, que estaba al frente del área meridional del Sinaí. La fuerza atacante egipcia, compuesta por alrededor de cincuenta tanques, trabó combate con los carros de combate israelíes en el área de Ras Sudar. Los tanques egipcios que encabezaban el ataque fueron destruidos y el avance quedó inmovilizado. Puesto que la fuerza enemiga se encontraba ahora fuera del alcance de su paraguas de misiles, la aviación israelí destruyó toda la columna.
Las fuerzas israelíes se hicieron gradualmente con el control del campo de batalla, permitiendo que los ataques egipcios se estrellasen contra el yunque defensivo israelí. Entre las fuerzas israelíes la confianza era cada vez mayor. Se estaba dando respuesta a las armas antitanque y las fuerzas enemigas no consiguieron capturar ninguna de las posiciones defendidas por los israelíes a lo largo de las cabezas de puente egipcias. Aquel miércoles por la mañana, Gonen informó al jefe del Estado Mayor de que percibía un cambio notable en la línea del frente. La relación de pérdidas había cambiado radicalmente: la gráfica de las pérdidas israelíes había descendido de manera considerable, mientras que las pérdidas egipcias aumentaban. Las reservas llegaban al campo de batalla. Las unidades de suministros estaban preparando los tanques y el mando estaba acumulando fuerzas.
En esta etapa se inició la discusión acerca del siguiente paso a dar por las fuerzas israelíes. Hacia el 10 de octubre ya estaba claro que el único movimiento capaz de desequilibrar a los egipcios y permitir que el Ejército israelí, con su disposición para la velocidad y la maniobra, se hiciera con el control de la situación y saliese de esa guerra estática a la que había sido arrastrado por el enemigo, era cruzar el Canal hacia territorio egipcio. Éste había sido siempre un elemento cardinal dentro de la doctrina militar israelí y, de hecho, desde 1968 la planificación para la defensa del Sinaí ante un ataque de las fuerzas egipcias tomó en consideración la necesidad de preparar un contraataque a través del Canal. A lo largo de los años se habían diseñado y construido equipos (aunque eran inadecuados) y se habían organizado varias áreas a lo largo del Canal como puntos de cruce potenciales. Los muros de arena eran deliberadamente más finos en dichos lugares y se habían señalado los puntos exactos para las brechas. Los preparativos necesarios relacionados con las infraestructuras se habían llevado a cabo en las áreas de Kantara, Deversoir (al norte del Gran Lago Amargo) y al norte de Suez, y, por cierto, aún estaban en fase de construcción cuando estalló la guerra. El equipo preparado para el tendido de puentes a través del Canal había sido trasladado al Sinaí y se habían construido carreteras rectas especiales para el propósito específico de remolcar puentes previamente preparados y montados hasta el agua. Lo que más tarde se conoció como el «patio» —una superficie de 120 por 650 metros con altos muros de arena a su alrededor— había sido construido con el propósito de lanzar la operación de cruce del Canal.
A medida que la fuerza israelí aumentaba —especialmente en el capítulo de los tanques— el Mando Sur comenzó a planear el siguiente movimiento, preparando un boceto para un ataque a través del Canal de Suez por Deversoir (los israelíes habían constatado que éste era el límite entre el Segundo y el Tercer Ejércitos egipcios y también que en esa zona no había grandes concentraciones de fuerzas enemigas). El ataque sería llevado a cabo por dos divisiones. Bar-Lev aceptó el plan. En la noche del 9 al 10 de octubre, el puente prefabricado que había sido trasladado siguiendo las instrucciones de Gonen hasta Yukon, al oeste de Deversoir, fue finalmente montado.
En la tarde del 11 de octubre, Gonen presentó su plan durante una reunión del Mando, pero Bren y Sharon expusieron sus reservas, proponiendo que el cruce debería realizarse por uno de los otros puntos que habían sido preparados para esta operación. Sin embargo, Gonen no aceptó sus puntos de vista, sosteniendo que, mientras que en Deversoir existía muchas posibilidades de que las fuerzas alcanzaran el Canal sin librar una lucha importante, llegar a las otras áreas que sugerían Bren y Sharon implicaría duros combates antes de poder emprender el cruce propiamente dicho. Bar-Lev apoyó la alternativa de Deversoir por las siguientes razones: en primer lugar, uno de los flancos del cruce estaría protegido por el Gran Lago Amargo; además, la margen occidental en este punto, donde sólo había que cruzar un canal de agua dulce y una franja de tierras cultivadas, era más propicia para desarrollar una batalla de maniobras que Kantara, donde las fuerzas de cruce se toparían con numerosos canales y zanjas y áreas de cultivo; además, esta zona constituía la línea fronteriza entre los dos ejércitos egipcios.
El momento del ataque dependía en gran medida de los movimientos previos del Ejército egipcio. El problema al que se enfrentaba el Mando israelí era que ahora los egipcios tenían la opción de permanecer quietos, con cinco divisiones de infantería desplegadas en la margen oriental del Canal y sus divisiones acorazadas concentradas y descansadas en la orilla occidental, o la opción de mantener sus fuerzas concentradas y listas para la batalla en las cabezas de puente. El único movimiento que podía desbloquear la situación era el cruce del Canal por parte de las fuerzas israelíes. Pero cruzar a la margen occidental —donde había dos divisiones acorazadas, dos divisiones mecanizadas y dos brigadas blindadas independientes que totalizaban 900 tanques egipcios, superando notablemente a las fuerzas blindadas israelíes— podría ser una operación muy peligrosa. Tanto Elazar como Bar-Lev sentían que no era aconsejable intentar el cruce del Canal hasta que no se consiguiera hacer una mella importante en la fuerza acorazada egipcia.
El viernes 12 de octubre, Bar-Lev voló de regreso al Cuartel General y presentó al general Elazar el plan para el cruce del canal. Luego ambos lo presentaron ante el ministro de Defensa. A partir de un estudio de la situación táctica a lo largo de la zona del Canal en aquel momento, resulta obvio que existían tres alternativas para las fuerzas israelíes: 1) lanzar un gran ataque contra las dos cabezas de puente egipcias existentes a fin de empujar al enemigo hacia la orilla del Canal; 2) cruzar el canal inmediatamente; 3) esperar el anticipado ataque egipcio (según la doctrina soviética, los egipcios deberían haber montado un gran ataque blindado entre el 11 y el 12 de octubre), aplastarlo y luego proceder a contraatacar a través del Canal.
Elazar propuso esperar el ataque egipcio y encargarse de él antes de cruzar el Canal. Dayan se mostró escéptico y no demasiado entusiasmado acerca de toda la operación, añadiendo que él no estaba preparado para «librar una yihad contra él»; el cruce del Canal por parte de los israelíes no decidiría nada y tampoco conseguiría que los egipcios solicitaran un cese el fuego. Dayan era de la opinión de que no le correspondía a Elazar tornar decisiones sobre la base de consideraciones políticas, señalando que si, desde un punto de vista estrictamente militar, Elazar pensaba que el cruce del canal era un movimiento deseable, entonces debía tomar una decisión y actuar en consecuencia. Una vez dicho esto, Dayan abandonó la reunión.
Elazar se puso en contacto entonces con el asistente personal de Dayan, general de brigada Raviv, y le dijo que insistía en solicitar una decisión al ministro de Defensa. Dayan presentó la propuesta durante una reunión presidida por la primera ministra y a la que asistieron los miembros del gabinete de guerra ad hoc, además de varios generales.
Bar-Lev presentó su plan. A continuación se desarrolló una discusión en la que se enfrentaron los diferentes puntos de vista. Después de todo, los allí presentes estaban discutiendo una de las operaciones más importantes que un ejército puede acometer y basar una operación de esa envergadura en una sola ruta de suministros desafiaba la doctrina militar aceptada. Además, en ese momento habría que realizar un enorme esfuerzo para atravesar las líneas enemigas antes de llegar al Canal de Suez. A medida que se desarrollaba la discusión y los ministros comenzaban a hacer preguntas, Bar-Lev tuvo la sensación de que, finalmente, la operación no sería aprobada. Durante el transcurso de la reunión, sin embargo, se recibieron informes de la inteligencia según los cuales tan esperado cruce de las fuerzas acorazadas egipcias hacia la margen oriental del Canal ya había comenzado y que había señales claras de que era el prólogo de un ataque a gran escala. Bar-Lev aprovechó la oportunidad para solicitar un aplazamiento de la decisión acerca de nuevos movimientos, sugiriendo que primero, y fundamentalmente, el Mando Sur se preparara para frenar el ataque egipcio. Bar-Lev, de forma deliberada, no solicitó que se aprobase el plan de cruce del Canal que había propuesto.
El viernes, al atardecer, la división de Bren fue retirada de la línea a fin de que se preparase para cruzar el Canal. Entretanto aumentaban los indicios de que, con el cruce de los tanques egipcios ese día, el esperado ataque acorazado del enemigo era inminente. El jefe del Estado Mayor decidió posponer el cruce hasta después de la principal batalla de tanques, en la que las fuerzas israelíes intentarían destruir el máximo número posible de tanques egipcios y atraer hacia las cabezas de puente tantos blindados egipcios procedentes de la orilla occidental como les resultase posible.
El sábado 13 de octubre los egipcios lanzaron una serie de ataques de tanteo a todo lo largo de la línea. El plan de los egipcios, de hecho, consistía en ir hacia el centro neurálgico de Refidim (Bir Gafgafa) por medio de un amplio movimiento de pinza, con una división y una brigada acorazadas avanzando desde el cruce de Gidi a través de Um Mahza hasta Refidim, y otra división acorazada avanzando hacia Refidim desde el área de Ismailía-Deversoir a través de Tasa. Gonen desplegó las fuerzas en el Mando con instrucciones de que los esfuerzos realizados a lo largo de la costa del Mediterráneo y el golfo de Suez debían ser bloqueados por las fuerzas acorazadas y que, posteriormente, la aviación —fuera del alcance del sistema de misiles tierra-aire— se encargaría de las fuerzas atacantes. En cuanto a los sectores central y meridional, en el caso de que el ataque egipcio fuese frontal, Albert y Sharon serían los encargados de repelerlo, si el ataque continuaba hacia Refidim, la división de Bren (sumada a una parte de las fuerzas de Sharon) debía permanecer en la reserva para contraatacar desde el flanco. Una de las brigadas de Bren fue trasladada al área de la brecha de Refidim.
Por la mañana el jefe del Estado Mayor fue al Mando Sur y desde allí voló al Cuartel General avanzado de Sharon para revisar los planes de la batalla de tanques, que parecía inminente, y el proyectado cruce del Canal. Sharon se oponía a la idea de esperar el ataque de los egipcios y propuso atacar al enemigo en la margen oriental del Canal y golpear sus cabezas de puente. El jefe del Estado Mayor, sin embargo, optó por esperar la batalla de tanques, y al mismo tiempo impartió órdenes para que se planificara el cruce del Canal durante la noche del 14 de octubre, se produjese o no el ataque egipcio.
Gonen voló en un helicóptero a la reunión que se celebraría en el Cuartel General de Sharon. Junto a él estaba sentado Ezer Weizman, un general de brigada en la reserva, antiguo comandante de la Fuerza Aérea de Israel y, más tarde, jefe de la rama de operaciones en el Cuartel General Supremo. Hablando con Albert, que informó de que no estaba satisfecho con la batalla que sus fuerzas habían librado aquella mañana en el área al oeste del Paso de Gidi, Gonen le dijo que iría a visitar su Cuartel General una vez que acabase su reunión con Sharon, preguntándole dónde podían encontrarse. Albert le dio un punto en clave en el Paso de Gidi y añadió: «Sugiero que nos encontremos en el cruce de Gidi en la carretera lateral». Gonen le hizo otra pregunta pero no hubo respuesta. Gonen se volvió hacia Weizman: «Ezer, han matado a Albert». «Qué tonterías dices, burro», replicó Weizman. Pero Gonen estaba seguro: «Si Albert no me responde por la radio es que está muerto». El operador de radio intentó conseguir una respuesta pero sus esfuerzos fueron vanos. El helicóptero aterrizó en el Cuartel General de Sharon y allí le esperaba a Gonen un mensaje de su ayudante en el que le decía que Albert había resultado muerto por el fuego egipcio. Entró en la reunión y comunicó la noticia al oído del general Elazar, que ordenó inmediatamente que se avisara al general de brigada Kalman Magen en el sector septentrional para que reemplazara a Albert.
A las 11.00 horas, en route desde su Cuartel General hacia el Cuartel General de Sharon para asistir a la reunión, Albert había aterrizado con su helicóptero a plena vista de las posiciones egipcias. Su Cuartel General avanzado le estaba esperando en dos vehículos blindados de transporte de personal y Albert se trasladó a un puesto de observación en la línea del frente. Una unidad de reconocimiento de la brigada, que se encontraba cubriendo el frente aproximadamente a medio kilómetro, envió un mensaje de advertencia que decía que el puesto de observación al que se dirigían los vehículos blindados de Albert estaba siendo castigado con precisión por la artillería y los misiles enemigos. No se sabe si el aviso fue recibido o no por Albert: desde su Cuartel General avanzado no se envió ningún acuse de recibo de este aviso. Cuando Albert estaba examinando el escenario de la batalla con sus binoculares, un misil hizo impacto en su vehículo. A su lado también perdió la vida Rafi Unger, un corresponsal del Servicio de Radiodifusión israelí que había sido incorporado a su división.
Con la muerte de Mandler, las Fuerzas de Defensa de Israel perdieron a un oficial de inusual integridad. Su sentido de la lealtad a sus superiores y a los hombres bajo su mando era uno de sus rasgos más notables. Era un hombre honesto y meticuloso, en muchos sentidos un modelo en cuanto a su carácter. Después del estallido de la guerra, todos los que estaban a su alrededor podían percibir que Mandler sentía un grado de responsabilidad personal por no haber actuado de acuerdo a sus instintos, que le habían dicho que la guerra era inminente. Él estaba convencido de que la situación habría sido completamente diferente si sus fuerzas hubiesen estado en posición según el plan «Shovach Yonim». No obstante, era uno de los oficiales más disciplinados del Ejército y nadie oyó jamás de sus labios una palabra de reproche una vez declarada la guerra.
Numerosas historias se originaron alrededor de su muerte. Una de ellas decía que Gonen —acosado por los remordimientos por el hecho de que Albert y él hubiesen hablado abiertamente por radio de la ubicación de este último— subió a lo alto de una colina, anunció su propia posición por radio y esperó la inevitable cortina de fuego de la artillería egipcia. Pero la verdad es la siguiente: al día siguiente de la muerte de Mandler, Gonen viajaba en un jeep después de haber visitado el campo de batalla en el sector de Magen; en el asiento trasero viajaba un joven subteniente. Mientras atravesaban una zona de dunas de arena, el joven oficial explicó que estaba con Mandler cuando le habían matado, mencionando la indiscreción cometida por los comandantes al hablar por radio de la ubicación de Albert. «Cerca de aquí, general, es donde murió el general Albert», dijo. Gonen detuvo el vehículo y le preguntó cuánto tiempo después de haber revelado su posición había muerto Albert. La respuesta fue treinta segundos. Entonces Gonen llamó a su Cuartel General y, con la radio abierta, anunció claramente quién estaba hablando y cuál era su posición exacta en ese momento. «Ahora veremos», le dijo al subteniente. Ambos permanecieron en silencio, sentados dentro del jeep, y un sudor frío se hizo visible en el ceño del joven oficial a medida que transcurrían los minutos. Después de lo que pareció una eternidad, pero que sólo habían sido diez minutos, Gonen se volvió hacia el oficial, sonrió y le dijo: «¿He demostrado mi argumento?».
En la mañana del domingo 14 de octubre, las fuerzas acorazadas egipcias lanzaron su ataque entre las 6.00 y las 8.00 horas. Dayan llegó al Cuartel General del Mando Sur mostrándose escéptico ante la posibilidad de que éste fuese el ataque principal, pero Bar-Lev y Gonen estaban convencidos de que lo era. En el sector septentrional, la 18.ª División de Infantería egipcia, reforzada por una brigada de tanques equipada con tanques T62, lanzó un ataque desde el área de Kantara con el objetivo de llegar a Rumani. Unidades de comandos fueron transportadas en helicóptero a diferentes puntos de las marismas salinas. En el sector central frente a Sharon, la 21.ª División Acorazada egipcia, que había completado el cruce hacia el Sinaí aquella misma mañana junto con una brigada de tanques perteneciente a la 23.ª División Mecanizada, avanzó desde la cabeza de puente a lo largo de la carretera central que partía de Ismailía. En el sector meridional de la división de Magen (anteriormente de Albert), dos brigadas de tanques trataron de avanzar hacia el este en dirección a los pasos de Gidi y Mitla, una brigada en cada eje. Parte de esta fuerza intentó infiltrarse a lo largo de los wadis en dirección a los mencionados pasos montañosos. Hacia el sur, una fuerza operativa especial (comprendiendo una brigada de infantería perteneciente a la 19.ª División de Infantería, una brigada de tanques y la 113.ª Brigada Mecanizada perteneciente a la 6.ª División Mecanizada) se movió hacia Ras Sudar en un ataque en dirección sur a lo largo de la costa del golfo de Suez.
De este modo se inició una de las mayores batallas de tanques que hayan tenido lugar en la historia —aparte de la batalla de Kursk en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial— con cerca de 2000 tanques en una lucha encarnizada en todo el frente. Las fuerzas israelíes se habían preparado a conciencia para esta batalla y ahora la esperaban con ansiedad. A las 5.00 horas, Amnon estaba esperando con su brigada en el sector central. Era una mañana pesada y sofocante. Los egipcios comenzaron la lucha con un intenso fuego de artillería. De pronto, desde la dirección de la Granja China, observó lo que parecía ser un incesante río de tanques que fluía hacia su posición: era la 1.ª Brigada de la 21.ª División Acorazada egipcia. Amnon atacó a la fuerza enemiga pero algunos de los tanques egipcios, aprovechando los accidentes de terreno del desierto, consiguieron infiltrarse y alcanzar el terreno elevado defendido por las fuerzas israelíes. Fueron destruidos a menos de cien metros. Cuando Amnon, perfectamente bien situado en el terreno elevado, observó el avance de las fuerzas egipcias en un temerario y poco elaborado ataque contra sus posiciones, lanzó contra su flanco sur a la unidad de reconocimiento de la división, reforzada por una compañía de tanques adicional. Al terminar la batalla, la 1.ª Brigada de Tanques egipcia había sido destruida. En el campo de batalla quedaron noventa y tres carros de combate enemigos, mientras que la brigada de Amnon sólo había sufrido la pérdida de tres tanques, alcanzados todos ellos por misiles egipcios; ni uno solo de sus tanques había sido alcanzado por el fuego de los tanques enemigos. Después de haberse topado con la brigada de Amnon en el sur y con la de Haim en el norte, al acabar el día la 21.ª División Acorazada egipcia que había atacado a las fuerzas de Sharon había perdido ciento diez tanques.
En el sector meridional, los egipcios intentaron llevar a cabo un profundo movimiento de flanqueo hacia el sur para luego girar al norte y alcanzar el Paso de Mitla desde el sur, pero se encontraron con las fuerzas paracaidistas israelíes que protegían el paso en Ras Sudar. Los tanques de Magen se habían desplegado anticipando ese posible movimiento de los egipcios por el flanco y la brigada de Dan les estaba esperando en el Paso de Mitla. Después de dos horas de combate, la mayor parte de la 3.ª Brigada Acorazada perteneciente a la 4.ª División Acorazada egipcia había sido destruida. Mientras los carros de combate israelíes bloqueaban los avances del enemigo, la Fuerza Aérea de Israel entró en combate y, en un par de horas, alrededor de sesenta tanques egipcios y un gran número de vehículos blindados y piezas de artillería ardían en el campo de batalla. El Mando Sur esperó en vano que el ataque egipcio se desarrollase con mayor fuerza y que penetrase más profundamente en sus líneas, pero las fuerzas egipcias estaban muy mal dirigidas; sus tácticas carecían de imaginación y eran absolutamente simples. Las fuerzas israelíes disfrutaron de un día de maniobras. El enemigo no realizó un solo avance. En el sector septentrional, los israelíes contraatacaron y volvieron a establecer contacto con la posición Budapest, que había quedado aislada.
Los resultados de esta importante batalla elevaron la moral en las fuerzas israelíes: finalmente sintieron que habían recuperado su forma habitual. Mientras que en el campo de batalla se contaban 264 tanques egipcios fuera de combate (además de las pérdidas infligidas por la Fuerza Aérea de Israel) los israelíes sólo perdieron seis tanques aquel día (hasta ese momento, los informes egipcios habían sido meticulosamente precisos y éste fue el primer día en que los israelíes sintieron que los egipcios habían vuelto a su antiguo hábito de divulgar información falsa). Bar-Lev llamó por teléfono a la señora Meir y, en su tono tranquilo y mesurado, le dijo: «Ha sido un buen día. Nuestras fuerzas han vuelto a ser lo que eran y las egipcias también».
Cuando los resultados de esta importante y en muchos sentidos fatídica batalla llegaron a oídos del comandante egipcio, general Saad Mamoun, jefe del Segundo Ejército, éste sufrió un infarto. Su puesto fue ocupado por el general Abd el Munem Halil. El mando egipcio comprendió la gravedad de la derrota sufrida por sus fuerzas. Según el testimonio de prisioneros egipcios, el general Saad Al Shazli, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas egipcias, admitió en una alocución a las tropas que las fuerzas atacantes egipcias habían sido sorprendidas en todos los ejes de su avance por tanques y batallones antitanque israelíes equipados con misiles guiados antitanque del tipo SSII, que habían conseguido bloquear sus ataques e infligir fuertes bajas entre sus tanques. Al analizar las pérdidas sufridas por los israelíes en su contraataque inicial en el Canal contra las cabezas de puente egipcias el 6 de octubre y las fuertes pérdidas sufridas por los egipcios en su ataque del 14 de octubre, el general egipcio llegó a la conclusión de que era imposible asegurar el éxito de cualquier ataque —ya fuese de tanques o de la infantería blindada— sin destruir o silenciar previamente los misiles antitanque.
En el bando israelí, la conclusión extraída de la batalla era muy clara: Elazar impartió las órdenes precisas para que el cruce del Canal se efectuase la noche siguiente.