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EL AVANCE SOBRE SIRIA

La decisión estratégica del Estado Mayor israelí había concedido la prioridad a los Altos del Golán. En esta zona no había profundidad, como en el Sinaí, y cualquier penetración por parte de las fuerzas sirias podría poner en peligro los centros de población israelíes en el norte de Galilea. Por lo tanto, los sirios tenían que ser expulsados cuanto antes de esa zona; una vez conseguido esto, el Ejército sirio tenía que ser destruido, eliminando de este modo la amenaza militar contra la frontera septentrional del país. Sólo entonces el peso de la fuerza militar israelí podría volverse contra las fuerzas egipcias.

Una consideración adicional era el hecho de que la ayuda en forma de refuerzos —procedentes sobre todo de Iraq, pero también desde Arabia Saudí y Kuwait— ya estaba en camino. Para el Estado Mayor israelí resultaba evidente que el rey Hussein de Jordania, hasta ahora instalado incómodamente en el límite de la no intervención, se vería influido en sus decisiones futuras por la suerte que corriese el Ejército sirio. El tiempo era un factor esencial mientras seguían llegando informes de movimientos de tropas iraquíes hacia Siria. Además, al Ejército sirio en retirada no se le podía dar la oportunidad de recuperarse del golpe y recibir el equipamiento que comenzaba a llegar desde la Unión Soviética.

A las 22.00 horas del sábado 10 de octubre, el Estado Mayor mantuvo una reunión para decidir si debían consolidarse las posiciones a lo largo de la «Línea Púrpura» o bien continuar el ataque hacia territorio sirio. El ministro de Defensa Dayan llegó una vez comenzada la reunión y Elazar le presentó las ventajas e inconvenientes del problema. Dayan dudaba de la conveniencia de avanzar sobre Siria, ya que estaba atento al problema soviético que representaría dicho movimiento. Elazar, sin embargo, defendía la opinión de que los israelíes tenían que alcanzar una penetración de alrededor de 20 kilómetros de profundidad; este movimiento, según él, contribuiría a neutralizar a Siria como un elemento importante en la guerra y trasladaría toda la presión bélica a Egipto.

Dayan llevó a Elazar y a varios oficiales a ver a la señora Meir. Una vez en su despacho se inició una discusión en la que Dayan se mostró partidario de atacar. Finalmente, la primera ministra decidió en favor de continuar el avance hacia Siria. El general Elazar, en consecuencia, impartió las órdenes pertinentes al Mando Norte. El contraataque comenzaría el jueves 11 de octubre.

Hofi decidió lanzar el ataque en el sector más septentrional del Golán, eligiendo esta zona porque el flanco izquierdo de las fuerzas atacantes se toparía con las laderas del monte Hermón, un obstáculo que las fuerzas acorazadas sirias no podrían superar. El eje del avance constituía la ruta más corta hacia Damasco y la amenaza resultante contra la capital siria podía influir en el despliegue de sus fuerzas. El terreno era ondulado, permitiendo una buena observación sobre la carretera principal entre Kuneitra y Damasco, la ruta por la que habrían de avanzar las fuerzas de Dan Laner.

Raful Eytan, con la 7.ª Brigada en cabeza, debía dirigir el ataque. La 21.ª División de Laner, con la 79.ª Brigada de Ori y la 171.ª Brigada de Ran bajo su mando, debía atacar dos horas después de la división de Raful a lo largo de la fuertemente fortificada carretera principal que llevaba a Damasco. Si la división de Laner era bloqueada, seguiría la de Raful. Si, no obstante, Laner tenía éxito en su acción en la carretera de Damasco, Raful le cubriría y le serviría de apoyo desde el terreno elevado hacia el norte mientras avanzaba. La hora H fue fijada a las 11.00 horas del jueves (a las fuerzas israelíes les resultaría difícil atacar más temprano ya que tendrían el sol de frente). Laner se pondría en movimiento a las 13.00 horas.

Dos días antes, cuando los sirios se retiraron, a Avigdor le quedaban alrededor de veinte tanques, de los que once eran los refuerzos del teniente coronel Yossi llegados en el último momento. Su personal trabajó día y noche para reparar los tanques dañados de la brigada. El mayor Sam, el oficial de suministros de Avigdor, realizó verdaderos milagros. Mientras tanto, el teniente coronel Amos, que había estado de viaje en el extranjero y lo había abandonado todo para regresar a Israel, se unió a la brigada con un batallón de tanques de refresco. Dos días después de haber tenido que utilizar sus últimas reservas, Avigdor estaba preparado para volver al combate con refuerzos recién llegados.

La misión de la brigada era tomar Tel Shams y Mazrat Beit Jan. Su límite meridional debía ser la ruta principal entre Kuneitra y Damasco que pasaba a través de Khan Amaba, Tel Shams y Sassa. El punto de penetración se eligió en lo que resultó ser la suposición correcta de que esa zona estaba menos defendida en su sector norte. Según la opinión de Avigdor, uno de sus principales problemas sería atravesar los campos de minas sirios, porque el éxito o el fracaso estarían dictados por la rapidez con la que consiguiera desplegar todas sus fuerzas en la batalla.

Avigdor dividió su brigada en dos fuerzas. La fuerza septentrional estaba compuesta por el 7.º Batallón de Avi y el recién llegado batallón de la Reserva de Amos, y su misión era capturar Hader y Mazrat Beit Jan. La fuerza meridional, encabezada por lo que quedaba de la Brigada Barak al mando del teniente coronel Yossi, consistía en dos batallones de tanques con fuerzas adicionales: el 5.º Batallón al mando del teniente coronel Josh, un batallón a las órdenes de Yossi y Yair con los restos de su 4.º Batallón. Su misión consistía en capturar Jubata, el terreno elevado al norte de Khan Arpaba, los campamentos de Hales y Tel Shams.

En la tarde del miércoles, después de la reunión de órdenes del mando, Avigdor reunió a todos sus comandantes. Al mirarles y recordar todo lo que habían pasado en los últimos cuatro días, muchos de ellos con serias dificultades para mantener los ojos abiertos, hombres a los que sabía que el país tanto les debía, le embargó una profunda emoción. Entonces pronunció un emocionado discurso. En su secuencia lógica, el seco recitado de los elementos de una orden de operaciones, instintivo para los oficiales de cualquier ejército, se convirtió en una declaración conmovedora. Se sintió inspirado mientras contemplaba a esos agotados oficiales que habían dirigido con tanta valentía a sus hombres en una batalla terrible. Trazó el plan para la penetración en Siria y la explotación del éxito. Al conducir a sus hombres hacia la victoria estarían vengando a los camaradas que habían muerto a su lado.

Doy se unió al Cuartel General avanzado de Avigdor y, a las 11.00 horas del 11 de octubre, unidades de la que había sido la Brigada Barak cruzaron la «Línea Púrpura» y con las fuerzas de la 7.ª Brigada en vanguardia, penetraban en Siria. Los restos de una brigada que había combatido literalmente hasta el último hombre se erguían de nuevo y encabezaban al Ejército israelí. Mientras Doy observaba el ataque del batallón de Yossi, cubierto por los tanques de Yair, se dio cuenta de que estaba llorando. La Barak era una brigada en la que el 90% de sus comandantes habían muerto o estaban heridos: sólo quedaban un comandante adjunto de compañía y dos jefes de pelotón de la brigada original; ni un solo comandante de compañía había sobrevivido a las primeras batallas. Y, sin embargo, aquí estaba nuevamente la brigada en acción.

Frente a las fuerzas de Avigdor se encontraba la Fuerza Expedicionaria marroquí con una brigada y apoyada por alrededor de cuarenta tanques cubriendo los accesos a Mazrat Beit Jan. En el sur, las fuerzas de Yossi se enfrentaban a una brigada de infantería siria, reforzada con armas antitanque y alrededor de treinta y cinco tanques. Las fuerzas israelíes encontraron las brechas a través de los campos de minas sirios y, apoyadas por la artillería y la fuerza aérea, los atravesaron. Los combates se libraron a corta distancia en una zona densamente arbolada y cubierta con un espeso matorral.

El ataque en el norte dirigido por Avi se abrió paso a través del área boscosa y, tras duros combates, se hizo gradualmente con el control del terreno elevado y capturó el cruce de carreteras de Hader, obligando a la 68.ª Brigada siria de la 7.ª División Acorazada a retirarse. Varios días más tarde, el comandante de esta brigada, un druso, el coronel Rafoq Hilawi, se encontraba en un campamento militar en las afueras de Damasco. Los galones de su rango le fueron arrancados del uniforme mientras se enfrentaba con los ojos vendados al pelotón de fusilamiento. Había sido sometido a un consejo de guerra y condenado a muerte por haberse retirado ante el enemigo, viéndose agravada su culpa por la intensa sospecha con la que el régimen sirio tiende a contemplar al pueblo druso.

Las fuerzas de Avi y Amos avanzaron sobre Mazrat Beit Jan, pero fueron frenadas por un contraataque de aproximadamente cuarenta tanques sirios apoyados por la Fuerza Aérea siria. El viernes sus fuerzas consiguieron irrumpir en la aldea y se libró una batalla que se prolongó durante seis horas, con combates a corta distancia y con las fuerzas sirias contraatacando a lo largo de las rutas procedentes del norte y el este. La aviación y la artillería sirias atacaban de forma indiscriminada. Avigdor envió una fuerza de cobertura desde el sur para rechazar los contraataques sirios y, hacia las 17.00 horas, Mazrat Beit Jan y las colinas que la rodean estaban en manos israelíes. La infantería de la Brigada Golani con elementos acorazados se encargó de su defensa.

En el sector sur de la brigada, la primera batalla importante de Yossi se libró en el terreno elevado de Tel Ahmar que dominaba Khan Arpaba desde el norte. Los sirios lucharon obstinadamente con misiles hasta que las fuerzas israelíes los aplastaron. Esto hizo que el flanco derecho de la división de Raful y el flanco izquierdo de la división de Laner quedasen uno a la vista del otro. Hacia la tarde del jueves, el 5.º Batallón había conseguido capturar la aldea drusa de Horfa, mientras que en la mañana del viernes el batallón de Yossi ocupó el cruce de carreteras de Maatz, donde fueron sometidos a un intenso ataque aéreo sirio. Yossi resultó herido pero continuó dirigiendo al batallón. Le ordenaron atacar Tel Shams, situada en la carretera principal a Damasco. En tres ocasiones su batallón intentó avanzar, pero en cada una de ellas fue rechazado por un nutrido fuego de misiles antitanque disparados por unidades antitanque Sagger ocultas entre las rocas de la «Leja», una meseta volcánica que se extiende a ambos lados de la carretera, lo que hacía prácticamente imposible el paso de los blindados. Avigdor trató de montar un ataque con el 4.º y el 5.º Batallones iniciando un amplio movimiento a través de la «Leja». Los batallones avanzaron con dificultades a través del terreno y destruyeron cerca de veinte tanques a distancias de hasta 4 kilómetros; pero el terreno demostró ser infranqueable y los sirios consiguieron contener el ataque.

Avigdor trasladó su Cuartel General avanzado a Hales y decidió que volvería a intentar la captura de Tel Shams por medio de un profundo movimiento de flanqueo hacia la izquierda de la carretera principal por una ruta practicable que sería cubierto con el fuego del 4.º y 5.º Batallones en la carretera principal. La Fuerza Aérea siria estaba lanzando ataques desesperados y sobre la fuerza israelí se cernía un intenso fuego de artillería. Avigdor ordenó a Yossi que se reuniese con él en Hales y una vez allí, sentados en el balcón de una casa árabe, observaron el terreno y determinaron la línea de aproximación de las fuerzas de Yossi, esperando tomar Tel Shams por sorpresa desde la retaguardia. Mientras inspeccionaban la zona con sus binoculares y estudiaban fotografías aéreas, uno de los habitantes drusos de la aldea les sorprendió con una apetitosa comida y un exquisito café turco. Al comprobar la complejidad del terreno y la posición dominante de Tel Shams, Avigdor llegó a la conclusión de que las posibilidades de éxito eran de un cincuenta por ciento. Por 10 tanto, decidió no dar la orden de atacar, ante lo cual Yossi se ofreció voluntario para atacar dirigiendo su batallón.

Ahora Yossi contaba en su batallón con dos compañías que totalizaban veinte tanques. Una estaba lista para ponerse en movimiento mientras que la otra estaba repostando. Avigdor decidió no esperar a la segunda compañía, suponiendo que cuando estuviese preparada seguiría la estela de Yossi hacia la batalla, probablemente media hora después. Desde su punto de observación en el balcón de la casa de Hales, Avigdor contempló la escena mientras la fuerza de Yossi se abría paso cautelosamente a través de las grandes rocas de la «Leja», siguiendo el camino que había descubierto. Poco después, Yossi informó que ocho tanques habían alcanzado las laderas de Tel Shams por la retaguardia —a unos 500 metros de la posición— sorprendiendo a una decena de tanques sirios y destruyéndolos rápidamente a corta distancia. Yossi notificó a Avigdor que dejaba un par de tanques para que le cubriesen y que estaba a punto de atacar la posición desde la retaguardia. La artillería israelí comenzó el fuego de apoyo y el ataque se inició a las 16.30 horas. Los tanques comenzaron a ascender Tel Shams y todos estaban convencidos de que el ataque había sido un éxito, pero en el último momento cuatro de los seis tanques atacantes fueron destruidos por misiles antitanque. Entre las bajas se contaba la del propio Yossi, cuya larga odisea desde el Himalaya llegó a su fin en el Hospital Rambam en Haifa. Avigdor trató dé aliviar su situación enviando a la fuerza que estaba desplegada en la carretera principal de Damasco, pero también fue atacada por los misiles antitanque sirios. Una patrulla especial tuvo que acercarse a pie a la zona para evacuar a los heridos.

Más tarde, Avigdor reconoció que ese ataque había sido un error. Sólo cuando la fuerza de Yossi ya había partido, Avigdor recordó solicitar y recibir con retraso la autorización de Raful, quien no tuvo otra opción ya que los tanques de Yossi se estaban dirigiendo hacia Tel Shams. El hecho de que este ataque fue un caso evidente de mala utilización de los tanques quedó patente cuando en la noche del sábado 13 de octubre, Raful ordenó que unidades de la 31.ª Brigada Paracaidista tomasen Tel Shams. Atacando esa altura dominante por la noche, estas excelentes unidades del Ejército israelí, una vez más en su elemento, capturaron la posición con unas bajas totales de cuatro heridos.

La división de Dan Laner irrumpió en las posiciones sirias a lo largo de la carretera principal de Damasco dos horas después de que las fuerzas de Raful penetrasen por el norte. Un batallón perteneciente a la 79.ª Brigada de Ori de desplegó para dar fuego de cobertura mientras la 17.ª Brigada de Ran atacaba por la carretera principal. El coronel Ran, que el domingo había sido herido durante el primer encuentro de su brigada con las fuerzas sirias en la ruta de Yehudia, regresó aparatosamente vendado para volver a hacerse cargo de su brigada.

Ran era un ejemplo típico del joven israelí que ha crecido en un kibbutz. En la Guerra de la Independencia su padre había estado al mando de una de las famosas formaciones del Palmach. Poco antes de que estallara la guerra, el hermano pequeño de Ran resultó gravemente herido en un accidente de circulación mientras prestaba servicio en el ejército y yacía inconsciente en el hospital cuando Ran fue herido en la batalla. No lejos de donde se encontraba, en el sur del Golán, el tercer hermano, uno de los oficiales de la Brigada Barak, había muerto mientras contenía la marea del asalto sirio. Su muerte había privado a Israel de uno de sus más prometedores compositores musicales.

Cuando el jefe del Estado Mayor se enteró de que Ran había sido herido, consciente de la situación de la familia, dio órdenes de que fuese relevado del mando de combate. Sin embargo, lo siguiente que Elazar oyó de Ran fue que se había negado a obedecer la orden y había regresado a la lucha. Cuando se enteró de la decisión de su superior, Ran había reaccionado con vehemencia: «No soy un niño. Ésta es la guerra del pueblo de Israel y nadie tomará las decisiones por mí».

Con su unidad de reconocimiento al frente, Ran avanzó bajo una letal concentración de artillería enemiga. Diecisiete tanques de esa unidad fueron destruidos y resultaba evidente que la brigada se encontraba en una situación muy grave, habiéndose topado con una importante concentración de defensas antitanque. Laner vio la situación por la que atravesaba Ran y decidió sacar a su brigada del combate. Ordenó que el 2.º Batallón de la 79.ª Brigada de Ori avanzara y ayudase a aliviar a las fuerzas de Ran. Cuando la situación parecía más desesperada que nunca, el batallón que le quedaba a Ran lanzó un ataque y dos de los tanques del pelotón de vanguardia consiguieron llegar al cruce de carreteras de Khan Arpaba. Cuando Laner oyó esto por radio ordenó que la 79.ª Brigada cancelara el plan de sacar a la 17.ª Brigada del campo de batalla y que explotase la ruptura que acababa de producirse. La 79.ª Brigada de Ori pasó Khan Araba y fue seguida por la 19.ª, que había sido transferida al mando de Laner desde la división de Peled. La 19.ª Brigada sobrepasó el objetivo por la derecha, giró al sur hacia Jaba y atacó Tel Shaar. Durante el ataque, el semioruga de Ori fue alcanzado por el fuego enemigo y se incendió, de modo que Ori se subió a uno de los tanques. Los sirios luchaban desesperadamente e intentaron un contraataque desde el este pero fueron rechazados. A Ran, sin embargo, sólo le quedaban cinco tanques en condiciones de combatir en su brigada. La fuerza siria que había sido dejada atrás durante el ataque se precipitó hacia la carretera y la cortó en el área de Khan Arpaba. Parte de la fuerza de Laner había quedado aislada, incapaz de evacuar a sus heridos o de recibir suministros. Durante toda la noche, la zona se convirtió en una virtual trampa mortal para los tanques israelíes, atacados desde todas partes por la infantería siria provista de bazookas. Las fuerzas que Ori había dejado en la retaguardia para cubrir su avance comenzaron a moverse. El comandante del primer grupo resultó muerto; el comandante del segundo grupo quedó herido.

En este punto, la división envió a un batallón de paracaidistas, que estuvo activo toda la noche atacando a los sirios y evacuando a los heridos israelíes. Cuando los paracaidistas vieron el estado en que se encontraban las dotaciones de los tanques se quedaron horrorizados. Les rogaron que descansaran y sin decir una palabra más comenzaron a cargar los tanques con combustible y municiones, a preparar té y comida para ellos y hacer todo lo que podían para aliviar su situación.

Para entonces el mando sirio mostraba claros signos de desesperación. Una nota de histeria estaba reemplazando el tono de victoria segura que durante los cinco días pasados había caracterizado los comunicados de radio árabes. Las fuerzas israelíes avanzaban hacia Siria contra un diezmado Ejército sirio. La Fuerza Aérea de Israel se había quedado sola, habiendo destruido parte del sistema de misiles tierra-aire, sus aviones volaban sin oposición por los cielos sirios para bombardear objetivos estratégicos, como las centrales eléctricas y los yacimientos de petróleo del país. En un momento de la batalla, los aviones sirios que regresaban de sus misiones no pudieron encontrar un campo de aviación en condiciones donde poder tomar tierra (algunos de ellos, sin embargo, consiguieron aterrizar en carreteras específicamente construidas para este propósito). Los aviones israelíes bombardeaban continuamente los campos de aviación sirios dejándolos impracticables, impidiendo de esta manera el masivo puente aéreo soviético que cada día enviaba material bélico en docenas de transportes pesados, mientras que los ataques navales israelíes a puertos sirios ponían en grave peligro la línea de suministros por mar procedente de la Unión Soviética. El grueso del Ejército sirio se estaba concentrando a lo largo de los accesos a Damasco, y a la Legión Extranjera Árabe, que estaba formada por unidades procedentes de Marruecos, Arabia Saudí, Iraq y más tarde Jordania, se le encomendó la tarea de demorar el avance de las fuerzas israelíes. Se anunció profusamente que, aun cuando Damasco cayera, Siria continuaría la lucha.

El gobierno sirio lanzó ruegos desesperados solicitando ayuda. El presidente Assad, que hacía sólo unos días había tratado de aprovechar los buenos oficios de los soviéticos con el presidente egipcio Sadat para que accediera a un alto el fuego cuando todo pareciera indicar que el Golán caería en manos sirias, se dio cuenta del grave error cometido al no haber presionado para conseguir un alto el fuego al comienzo de las hostilidades. Y mientras Siria se desangraba y luchaba en los aledaños de su capital, su aliado, el Ejército egipcio, estaba cómodamente instalado en la orilla oriental del Canal de Suez, satisfecho de haber consolidado sus posiciones y temeroso de poner en peligro esa conquista si decidía avanzar. Assad rogó a los egipcios que presionaran a las fuerzas israelíes para aliviar de ese modo su frente de batalla. El general Ismail, el ministro de la Guerra egipcio, prometió que sus efectivos entrarían en acción. Una vez acabada la guerra explicó que, efectivamente, la batalla de blindados que se había librado el 14 de octubre había estado motivada por un deseo de aliviar la presión que las fuerzas israelíes estaban ejerciendo sobre Siria.

Los sirios se volvieron entonces hacia sus aliados soviéticos, que intensificaron el puente aéreo y la llegada de suministros al desesperado Ejército sirio. Conscientes del hecho de que el frente sirio estaba a punto de derrumbarse, las autoridades del Kremlin comenzaron a lanzar veladas amenazas, como un anuncio aparecido en los medios del país que decía que «la Unión Soviética no puede permanecer indiferente ante los actos criminales cometidos por el Ejército israelí». El embajador soviético en Estados Unidos, Anatoli Dobrinin, presentó la amenaza soviética ante Kissinger, indicándole que las fuerzas aerotransportadas soviéticas se encontraban en estado de alerta para acudir en defensa de Damasco.

Unidades adicionales de la Marina estadounidense se unieron a la Sexta Flota en el Mediterráneo, mientras que la Flota soviética se movió para proteger los puertos de Latakia y Tartús en Siria. La Unión Soviética comenzó a presionar a los países árabes para que se unieran a sus hermanos en la batalla. Léonid Breznev envió un mensaje a Huari Bumedian, el presidente argelino, instándole a que cumpliese con su deber como árabe; y tanques soviéticos fueron enviados a través de Yugoslavia con destino a las unidades argelinas asignadas al frente egipcio.

En Israel, e independientemente de estos movimientos, ya se había tomado la decisión de no tomar Damasco. El efecto de un hecho de esa naturaleza en el mundo árabe podía ser muy grave, mientras que su valor militar era, en el mejor de los casos, dudoso. Además, la conquista de una ciudad con un millón de habitantes hostiles podía representar una empresa muy cara; el Alto Mando israelí era totalmente consciente del peligro que suponía ser arrastrado con sus limitadas fuerzas hacia los amplios espacios abiertos de Siria. Cuando a estas consideraciones se les sumaron el interés soviético en la seguridad de Damasco y las amenazas lanzadas por el Kremlin, resultó evidente que a Israel no le interesaba en absoluto avanzar más allá de un punto desde el cual la capital siria quedase al alcance de la artillería israelí.

En consecuencia, el gobierno israelí sólo dio su aprobación a unos pocos ataques aéreos contra objetivos militares específicos en Damasco, incluyendo uno muy exitoso contra la sede del Estado Mayor sirio. Todos estos ataques fueron aprobados sólo después de que los sirios hubiesen lanzado misiles FROG tierra-tierra contra objetivos civiles en Galilea. La ciudad de Migdal Haemek, cerca de Nazaret, donde se concentraba una gran cantidad de inmigrantes, y el kibbutz Geva se encontraban entre las áreas civiles atacadas con estos misiles. Los daños causados fueron escasos, pero la importancia de unos ataques indiscriminados contra objetivos civiles no pasó inadvertida para el gobierno. No obstante, en ningún momento aprovechó Israel su capacidad para bombardear Damasco con su artillería. Solamente mantenía la amenaza.

En la mañana del viernes 12 de octubre, Laner avanzó con su división. La 19.ª Brigada se movió hacia el sur y capturó la aldea de Nasej. La 17.ª Brigada de Ran se encontró bajo el fuego enemigo en Tel Maschara, rodeó el objetivo y llegó a Nasej. La 79.ª Brigada de Ori siguió a las dos brigadas que encabezaban el avance y se detuvo en el área de Nasej para repostar combustible.

Laner ordenó que la 17.ª y la 19.ª Brigadas avanzaran hacia Knaker, un movimiento destinado a rebasar Sassa y colocar tanto su división como la de Raful en posiciones avanzadas en la carretera principal de Damasco, y estableció su Cuartel General en Tel Shaar. Un batallón perteneciente a la 19.ª Brigada llegó a Tel el-Mal, reforzando de este modo el flanco sur de Laner mientras las fuerzas de éste se movían en un barrido en dirección noreste hacia Knaker. A pesar de las fuertes pérdidas que habían sufrido, la 17.ª y la 19.ª Brigadas continuaban su avance hacia el norte desde Nasej en dirección a Knaker y ya habían alcanzado la Colina 127, a unos 5 kilómetros al sur de Knaker, donde había claras señales de que las fuerzas sirias se estaban desmoronando. Por primera vez el enemigo estaba huyendo, y las fuerzas de Laner presionaron a los sirios con renovado ímpetu.

Laner estaba instalado en la altura dominante de Tel Shaar y seguía a través de sus binoculares el avance claramente visible de sus fuerzas a lo largo de la carretera Nasej-Knaker. Durante una pausa en el avance se dedicó a examinar la llanura siria en toda su extensión. Al dirigir los binoculares hacia el sur se quedó helado. A unos 10 kilómetros de distancia, una fuerza de entre 100 y 150 tanques, formando dos grandes grupos, se estaban desplegando hacia el norte en dirección a su flanco abierto. Por un momento pensó que podía tratarse de la división de Peled que avanzaba después de haber penetrado en territorio sirio, pero el Mando Norte le aseguró que esa división estaba estacionada en Rafid y que no se trataba de fuerzas israelíes. Al comprender que estaba a punto de ser atacado por su flanco descubierto mientras sus fuerzas perseguían a los sirios que huían hacia el noreste, ordenó inmediatamente a la 79.ª Brigada de Ori que interrumpiese el abastecimiento de combustible y se desplegase hacia el sur de Nasej a toda velocidad. La fuerza de Ran y la 19.ª Brigada recibieron la orden de frenar su avance en la carretera a Knaker y regresaran para cubrir el flanco sur. La orden les dejó perplejos y los comandantes de las brigadas le suplicaron; después de todo lo que habían pasado tenían a los sirios en plena huida, y ahora les hurtaban los frutos de la victoria cuando estaban a punto de alcanzarlos. Pero Laner hizo caso omiso de sus ruegos y les ordenó que se dirigiesen inmediatamente al flanco sur.

Entretanto, sin ninguna referencia a los acontecimientos que se estaban produciendo en el flanco sur de Laner, Hofi había decidido fortalecer su avance y le ordenó a Peled que transfiriera la 20.ª Brigada a Laner. Y pocos momentos después de que Laner descubriese la fuerza enemiga que avanzaba a través de la meseta hacia su flanco sur, el comandante de la 20.ª Brigada se presentó en su Cuartel General avanzado. Recibió órdenes de desplegar su brigada en el área de Tel Maschara y Tel el-Mal.

De acuerdo con las promesas hechas al general Ismail, el ministro de la Guerra egipcio, cuando estalló la guerra, el gobierno iraquí había enviado a Siria a su 3.ª División Acorazada. Dos brigadas llegaron en la primera semana, una brigada acorazada con 130 tanques y una brigada mecanizada con otros 50. A éstos se les unió otra brigada acorazada con 130 tanques algunos días más tarde. El viernes 12 de octubre antes de amanecer, al llegar a la Gran Leja, los tanques iraquíes fueron bajados de los remolques que los transportaban y avanzaron a través de la meseta hacia el flanco sur de las fuerzas israelíes, que se movían hacia Knaker y amenazaban los campamentos militares de Kiswe al oeste de Damasco. Una brigada acorazada avanzó hacia el norte mientras que una brigada mecanizada se movió en dirección noroeste hacia Tel Maschara. Los primeros tanques iraquíes se toparon con la 79.ª Brigada de Ori, que les atacó a 250 metros de distancia; la fuerza iraquí detuvo su avance al perder diecisiete de sus tanques.

Llegó la noche y para Laner estaba claro que la fuerza que ahora sabía que era iraquí lanzaría un importante ataque concentrado. El comandante de la 20.ª Brigada estaba preocupado porque uno de sus batallones se retrasaba y envió a un oficial del Cuartel General de la brigada en un jeep a buscarlo. El oficial se detuvo junto a un tanque y le advirtió que se había desviado de su rumbo, descubriendo horrorizado que se trataba de un vehículo iraquí. (El batallón israelí fue finalmente rescatado de entre los recién llegados tanques iraquíes con fuego de artillería de apoyo).

Al caer la oscuridad Laner se preparó para la batalla. La 19.ª Brigada se desplegó a lo largo de la carretera al pie de Tel Shaar; la 79.ª Brigada de Ori se desplegó hacia el norte de la 19.ª Brigada en dirección al cruce de carreteras y luego hacia el sur en dirección a Nasej; la 17.ª Brigada de Ran se distribuyó en el sur a lo largo de la carretera desde la posición de Ori hasta Nasej, mientras que la 20.ª Brigada estaba estacionada en la carretera Maschara-Jaba. De este modo, Laner organizó una posición defensiva desde Maschara hasta Jaba, Maatz y Nasej, dejando una brecha de unos 8 kilómetros entre Maschara y Nasej. Era una situación de ensueño para cualquier comandante de fuerzas acorazadas.

Era una noche iluminada por la luna cuando el segundo de Laner, general de brigada Moshe, y su oficial de inteligencia le informaron de que los iraquíes estaban avanzando hacia la brecha entre Nasej y Maschara. A Laner le costó creerles y se dirigió al punto de observación para comprobarlo personalmente. Todos los cañones y tanques de la división fueron orientados hacia el centro de la posición con órdenes de disparar a cualquier objetivo que se moviese. De pronto, los iraquíes detuvieron su avance y, hacia las 21.00 horas, todo quedó en silencio. Los informes de Laner habían creado una atmósfera de tensión y expectación, y, a medida que las horas pasaban sin que se produjera ningún hecho digno de mención, los oficiales de estado mayor del Mando Norte comenzaron a hacer comentarios sarcásticos. Laner empezaba a sentirse incómodo.

La 3.ª División Acorazada iraquí, entretanto, había sido reforzada por la 6.ª Brigada Acorazada y, a las 3.00 horas del sábado 13 de octubre, lanzaron un ataque a nivel de división moviéndose hacia la derecha de la posición de Laner. Las fuerzas de Laner no abrieron fuego hasta que la división iraquí no estuvo en la trampa. Los primeros rayos de luz asomaban por el este cuando los tanques Sherman de la 19.ª Brigada abrieron fuego. Sus objetivos estaban a menos de 200 metros.

El combate se generalizó y los iraquíes se retiraron en total desorden, dejando alrededor de ochenta tanques destrozados. Ningún tanque israelí sufrió daños. La 8.ª Brigada Mecanizada iraquí sufrió el mayor número de bajas en la primera batalla de tanques importante en la que el Ejército iraquí participaba, y perdió casi una brigada completa en cuestión de minutos. Las fuerzas de Laner se movieron para capturar Tel Maschara y Tel Nasej, mientras que los paracaidistas acababan con los restos del enemigo en las colinas.

Con la llegada de la fuerza acorazada iraquí al campo de batalla, la 3.ª División Acorazada fue pronto acompañada por otra división acorazada. Hofi decidió cubrir sus flancos, mientras que simultáneamente se esforzaba a nivel local en mejorar las posiciones israelíes. La 7.ª Brigada tomó las colinas al sur y al norte de Nasej y repelió los contraataques enemigos día y noche en Mazrat Beit Jan, Tel Shams y Tel el-Mal hasta el cese el fuego. El descubrimiento de que el armamento capturado en el campo de batalla, incluyendo vehículos blindados AML era de fabricación occidental, reveló que las tropas de Arabia Saudí habían entrado en línea y estaban combatiendo.

Durante todo este período, Raful inició exitosas incursiones nocturnas con paracaidistas y unidades de la Brigada Golani contra tanques, posiciones y rutas de suministros detrás de las líneas enemigas. Sólo la Brigada Golani consiguió destruir al menos veinte tanques enemigos durante estas incursiones y, por cierto, Raful fue el único comandante israelí de alto nivel que, en este aspecto, mantuvo las tradiciones que se habían establecido a lo largo de los años en las fuerzas israelíes.

Para entonces las fuerzas de Laner estaban totalmente exhaustas y al límite de sus fuerzas, aunque la 19.ª Brigada consiguió capturar dos altos de gran importancia táctica y estratégica —Tel Antar y Tel el-Alakieh— que habrían de ser vitales más tarde en la defensa de la línea israelí. En esa etapa de los combates comenzó a sentirse la escasez de munición de 155 mm en la artillería y se avisó a las fuerzas que el suministro de munición para los tanques era escaso. La orden fue de detenerse y mantener las posiciones.

El martes 16 de octubre, la división de Laner se encontró nuevamente bajo el fuego enemigo. Sus fuerzas informaron del avance de tanques Centurion y, cuando vieron los estandartes rojos en las antenas, comprendieron que se trataba de tanques pertenecientes a la 40.ª Brigada Acorazada jordana, que había entrado en territorio sirio el día 13. Fue una de las paradojas de la guerra que la excelente 40.ª Brigada Acorazada jordana acudiera presurosa a salvar a Siria de la amenaza que representaba para su Ejército y la capital del país la presencia de las fuerzas israelíes, ya que en septiembre de 1970 durante la Guerra Civil jordana (cuando el rey Hussein estaba luchando por su supervivencia contra las organizaciones terroristas palestinas en el calles de su capital) los sirios habían intentado apuñalarle por la espalda y habían lanzado una división acorazada contra Jordania en el área de Irbid-Ramthia. La 40.ª Brigada Acorazada jordana combatió con gran valentía contra la invasión y consiguió frenar a las fuerzas sirias que la superaban en número hasta que fueron obligadas a retirarse por sus asesores soviéticos cuando algunos movimientos en la zona indicaron la posibilidad de una intervención israelí y norteamericana en el conflicto.

La guerra tomó por sorpresa al rey Hussein, según reconoció él mismo. Muy pronto se encontró sometido a una intensa presión para que entrase en la guerra, pero comprendió que aunque mantuviese inmovilizadas a las tropas israelíes en la frontera, un ataque contra Israel haría que todo el peso de la Fuerza Aérea israelí cayera sobre sus fuerzas acorazadas.

En este sentido, su experiencia de 1967 era suficiente. Además, les debía bien poco a sus vecinos árabes del norte y recordaba muy bien cómo había tenido que soportar el grueso del contraataque israelí en 1967 mientras los sirios miraron hacia otro lado y no intervinieron para ayudarle. Cuando la presión aumentó entre sus oficiales, Hussein movilizó a sus reservas y, el 13 de octubre, la 40.ª Brigada Acorazada cruzó a territorio sirio por Dera’a, entrando en línea entre las fuerzas iraquíes y las sirias al sur del enclave israelí y avanzando hacia el interior de Siria.

Los jordanos se movieron hacia Tel Maschara y súbitamente torcieron hacia el oeste ante Tel el-Mal. Ran llevó a su brigada a la cima del Tel y esperó a que los tanques jordanos estuviesen cerca antes de abrir fuego. Alcanzó a veintiocho tanques y la brigada jordana se retiró. En este punto, de una manera no coordinada, los iraquíes comenzaron a moverse desde Kfar Shams en el este hacia Tel Antar y Tel el-Alakieh. La 19.ª y la 20.ª Brigadas contuvieron el ataque mientras Laner ordenaba que la 17.ª Brigada de Ran avanzara describiendo un movimiento amplio hacia el sur rebasando al enemigo por el flanco. Los iraquíes se retiraron después de varias horas de lucha, dejando alrededor de sesenta tanques ardiendo en el campo de batalla.

La coordinación entre las fuerzas árabes demostró ser muy deficiente en el campo de batalla. Todas las mañanas, entre las 10.00 y las 11.00 horas, se montaba un contraataque contra el flanco sur del enclave israelí a cargo de fuerzas iraquíes y jordanas, apoyadas por la aviación siria e iraquí. Raramente tenían éxito en coordinar y establecer un lenguaje común: en dos ocasiones los jordanos atacaron mientras los iraquíes no conseguían unirse a ellos; con frecuencia el fuego de apoyo de la artillería iraquí caía sobre las fuerzas jordanas que avanzaban o se replegaban; y en varias ocasiones los aviones sirios atacaron y derribaron aviones iraquíes.

El 17 de octubre, la división de Peled relevó a Laner y asumió la responsabilidad del sector sur del enclave israelí. Hofi le ordenó que capturase Um Butne, una aldea rodeada por un terreno elevado que dominaba la zona, a unos 8 kilómetros al este de Kuneitra y controlando la brecha que se abría en dicha localidad. Era fundamental ensanchar la brecha israelí hacia el enclave que ahora controlaban en el interior de Siria, y la toma de Um Butne daría una mayor profundidad al flanco sur del enclave. Además, tomando Um Butne, las fuerzas israelíes incorporarían un elemento de seguridad adicional a la brecha de Kuneitra y se harían con el control de una ruta lateral norte-sur adicional dentro del propio enclave.

Un batallón de paracaidistas al mando del teniente coronel Elisha de la 31.ª Brigada Paracaidista, que había capturado Tel Shams con éxito hacía apenas unas noches, avanzó bajo la protección de una barrera de fuego de artillería y capturó la aldea, incluyendo seis tanques sirios, prácticamente sin bajas. Como la propia aldea podía convertirse en blanco de la artillería, a las 3.00 horas se impartieron órdenes de que continuase el ataque. Por lo tanto, el batallón avanzó y capturó el terreno elevado situado al sur de la aldea. Amanecía cuando el Mando Norte ordenó que los paracaidistas fuesen relevados por infantería blindada. Los paracaidistas se retiraron y el traspaso de mando se produjo en el extremo sur de la aldea. De pronto, ocho tanques sirios provistos de equipo de visión nocturna se acercaron a la aldea y dispararon desde una distancia de 800 metros al batallón que tomaba el relevo. El puesto de mando del batallón fue alcanzado. Los sirios concentraron un nutrido fuego de artillería sobre la infantería blindada y parecía que Um Butne estaba a punto de caer en manos enemigas.

Peled ordenó que la 14.ª Brigada enviara un batallón de tanques y ayudase a sacar de su apuro a la infantería blindada. La brigada israelí avanzó sin contar con equipo infrarrojo para el combate nocturno. Los primeros cuatro tanques, incluyendo el del comandante del batallón, teniente coronel Moshe Meler (que más tarde se convertiría en uno de los líderes del movimiento de protesta después de la guerra), fueron alcanzados por el fuego sirio. Meler quedó herido y tanto su segundo como un comandante de compañía resultaron muertos. Una fuerza de reconocimiento adicional entró ahora en combate bajo el mando de la 14.ª Brigada, destruyendo a la fuerza atacante siria y consolidando la posición en las colinas que se alzaban al sur de la aldea. La acción de relevar a las fuerzas durante un ataque, antes de que se montase el inevitable contraataque, resultó ser un error muy caro.

Mientras esta batalla se libraba durante toda la noche del jueves y hasta entrada la mañana del viernes, la división de Peled entraba en su segundo día de combate en su flanco oriental. La 20.ª Brigada estaba desplegada en el área de Tel Antar y Tel el-Alakieh. Al amanecer los tanques ascendieron por las dos colinas. Mientras subían por las laderas fueron atacados con fuego antitanque desde una distancia de entre 200 y 300 metros. Era un batallón de comandos iraquíes que, aprovechando la oscuridad, se habían arrastrado hasta la cima de las colinas y tomado posiciones en las trincheras sirias. El comandante de la 20.ª Brigada no lo dudó y, con la primera luz del día, la brigada asaltó la cima de las colinas, aplastando a varios soldados iraquíes bajo las orugas de los tanques. Treinta y cinco cadáveres de soldados iraquíes fueron encontrados en el lugar y muchos otros resultaron muertos cuando huían colina abajo.

El sol que se elevaba en el cielo reveló en la meseta que se extendía ante ellos la presencia de una importante fuerza enemiga que se estaba concentrando y desplegando alrededor de Kfar Shams hacia el sudeste. Se estaba preparando un ataque a cargo de una división iraquí. La 20.ª Brigada comenzó a ser acosada con un nutrido fuego de artillería, mientras una fuerza que les superaba en una proporción de 3 a 1 avanzaba por la llanura con la clara intención de atacar. Alrededor de 130 tanques y más de 100 vehículos blindados de personal avanzaban hacia ellos apoyados por grandes concentraciones de artillería.

Peled desplegó la 19.ª Brigada en el flanco occidental de la 20.ª Brigada. Durante toda la mañana se libró una terrible batalla mientras los iraquíes trataban desesperadamente de capturar nuevamente esas dos colinas estratégicas que dominaban la Gran Leja. Los iraquíes montaron tres ataques importantes: en el primero, los tanques avanzaron en la primera oleada, seguidos de vehículos blindados de transporte; en el segundo ataque los vehículos blindados, acompañados de tanques proporcionando un estrecho apoyo, encabezaron el ataque con su infantería, que puso pie a tierra a unos 2500 metros de las posiciones israelíes y lanzó un asalto; en el tercer ataque, los tanques iraquíes iban al frente con la infantería en retaguardia. La batalla se prolongó durante casi siete horas mientras los iraquíes continuaban denodadamente sus ataques. Era un día en el que el Mando Norte no podía contar con apoyo aéreo (la Fuerza Aérea de Israel estaba completamente ocupada en el frente de Suez en su lucha contra el Tercer Ejército egipcio, que estaba a punto de quedar aislado en la margen occidental del Canal por el avance israelí hacia la ciudad de Suez). Sin embargo, las fuerzas israelíes consiguieron compensar la ausencia de apoyo aéreo mediante un eficaz uso del apoyo concentrado de la artillería.

Durante el primer ataque iraquí contra la 20.ª Brigada, la 19.ª Brigada se encontró sometida a un intenso bombardeo enemigo y quedó inmovilizada. Gracias a las maniobras de los tanques consiguió salir de esa difícil situación y realizó un amplio barrido hacia el flanco sur del ataque iraquí. Este movimiento abortó su primer ataque a primera hora de la mañana.

A las 10.00 horas, mientras los iraquíes lanzaban su segundo ataque, la 40.ª Brigada Acorazada jordana salió del área de Tel Hara hacia el flanco occidental de la división de Peled en Tel el-Mal y Tel Maschara. Los jordanos avanzaron —en una formación mucho más abierta que la formación iraquí— contra Tel Maschara, que era defendida por una pequeña fuerza israelí compuesta por una compañía de tanques con infantería de apoyo. Era evidente que algo no funcionaba bien en el bando árabe porque los ataques jordanos e iraquíes no estaban coordinados, mientras que las fuerzas israelíes estaban perfectamente preparadas para aprovecharse de esta situación. Esta vez el ataque jordano llegó tarde.

Las órdenes de Peled eran que la fuerza que estaba estacionada en Tel Maschara, que no sería reforzada, debía contener a la fuerza atacante jordana permitiéndole que avanzara hasta poca distancia de su objetivo. La unidad de reconocimiento que se encontraba en la zona oeste de las colinas de Um Butne atacaría el flanco izquierdo de los jordanos tan pronto como éstos trabaran combate con la fuerza israelí en Tel Maschara.

Los jordanos avanzaban lentamente y tardaron cerca de una hora en llegar hasta su objetivo. Esta circunstancia permitió que la artillería israelí se concentrase por completo en el ataque de la fuerza iraquí que se enfrentaba a la 20.ª Brigada (entretanto el sol había continuado ascendiendo y ya no cegaba a las fuerzas israelíes). Hacia el mediodía las fuerzas jordanas habían alcanzado Tel Maschara y comenzaron a subir la colina. La fuerza israelí que defendía la colina les atacó y destruyó a los elementos que marchaban en cabeza. En este punto, la unidad de reconocimiento lanzó su ataque sobre el flanco jordano. Los jordanos abandonaron cerca de una docena de tanques ardiendo en la colina y comenzaron a retirarse, con las fuerzas israelíes acosándoles en su huida hasta las 15.00 horas. Aquel día las fuerzas jordanas perdieron cerca de veinte tanques.

Entretanto, el tercer ataque de las fuerzas iraquíes, que sería el último, se desarrollaba con determinación mientras oleada tras oleada de tanques avanzaba sobre la 20.ª Brigada. Los israelíes habían sufrido terriblemente durante el día y el comandante de la brigada pensó que era cuestión de suerte. En medio de la batalla creó una reserva de tres tanques y los colocó en la zona de retaguardia. Los iraquíes avanzaron hacia la cima de la colina contra unas fuerzas israelíes fuertemente diezmadas y, en ocasiones, los tanques llegaron a disparar desde distancias de cinco metros. Los tanques iraquíes se mezclaron con los tanques israelíes que defendían la colina: la situación era crítica mientras la batalla continuaba sin tregua en ambas colinas. En ese punto, el comandante de la 20.ª Brigada ordenó a su reserva de tres tanques que avanzara por el llano en un amplio movimiento de flanqueo en dirección norte y atacasen a las fuerzas iraquíes desde ese flanco. Los tanques realizaron un amplio barrido y llegaron desde el norte —un flanco que los iraquíes creían que estaba protegido por los sirios— tomando a los iraquíes por sorpresa. La súbita aparición de una fuerza acorazada por su flanco norte desequilibró a los iraquíes y, en el momento más crítico de la batalla, dieron media vuelta y se retiraron. Alrededor de sesenta tanques iraquíes quedaron ardiendo en las laderas de las colinas de Tel Antar y Tel el-Alakieh, y aproximadamente el mismo número de vehículos blindados de transporte de personal; columnas de soldados de infantería iraquí muertos marcaban la línea de aproximación en los tres ataques. Aunque los contraataques árabes continuaron diariamente contra el enclave israelí hasta el cese el fuego, ésta fue la última gran batalla de blindados que se libraría en el frente septentrional.

En la noche del 20 de octubre, Hofi ordenó a unidades de una de las principales brigadas de paracaidistas israelíes y a las pertenecientes a la Brigada Golani que volviesen a capturar la posición en el monte Hermón. Los paracaidistas, que atacarían desde la cima del Hermón hacia abajo, recibieron órdenes de tomar las posiciones sirias mientras que las unidades Golani, que tenían órdenes de ascender desde el pie de la montaña, fueron dirigidas hacia la posición israelí que había caído al iniciarse la guerra. A las 14.00 horas del 21 de octubre las fuerzas paracaidistas descendieron desde helicópteros protegidas por aviones de combate. Un batallón al mando del teniente coronel Hezi aseguró las zonas de aterrizaje de los helicópteros y su misión consistió en limpiar la zona hasta un kilómetro de la posición siria, cuya captura sería responsabilidad del batallón del teniente coronel Elisha.

Después de haber tomado por sorpresa a los sirios con un ataque inesperado a las 14.00 horas, y apoyada por la aviación y la artillería israelíes, la fuerza al mando de Hezi tuvo que avanzar cerca de 8 kilómetros a lo largo de la cima del monte Hermón (de 2500 m de altura) con la artillería siria esforzándose por intervenir. Tres helicópteros sirios se acercaron a la zona, pero todos se estrellaron contra la ladera de la montaña, aparentemente alcanzados por el fuego de la artillería. Los sirios enviaron a la Fuerza Aérea y las fuerzas de Hezi que estaban avanzando contemplaron desde la cima los combates que se libraban debajo de ellos. Cuando comenzó a anochecer, su batallón atacó la posición siria llamada Serpentina: el oficial que dirigía el ataque fue muerto por los disparos del enemigo, mientras los comandos sirios que ocupaban la posición huyeron dejando tras ellos siete compañeros muertos. Hezi continuó atacando hasta alcanzar otra posición siria. En el camino encontraron una formación rocosa que superaron sin sufrir ninguna baja. Más tarde descubrirían que esta posición, que era el puesto de mando sirio en el monte Hermón, había recibido un impacto directo de la artillería israelí. Había doce soldados sirios muertos y este hecho podría explicar la pobre actuación de los comandos sirios en la defensa del monte Hermón. El batallón de Elisha se movió ahora con apoyo de la artillería y atacó la posición siria, que estaba desierta. Hacia las 3.30 horas del 22 de octubre, la parte siria del monte Hermón estaba en manos de los paracaidistas y las fuerzas israelíes sólo habían perdido un hombre. Elisha preparó a sus fuerzas para avanzar hacia la posición israelí en el Hermón en el caso de que el Mando Norte les ordenase que lo hicieran.

Mientras tanto, las fuerzas de la Brigada Golani avanzaron a lo largo de tres rutas, haciéndolo de la misma manera que durante el infructuoso contraataque lanzado a comienzos de la guerra. Cinco tanques encabezaban la marcha en la carretera. Cuando llegaron al área donde su ataque había sido frustrado el 7 de octubre, fueron atacados por fuerzas sirias que observaban su avance. Una fuerza comparativamente grande, compuesta por comandos, estaba repartida por la ladera rocosa de la colina, oculta en agujeros y detrás de las piedras. Cada soldado estaba equipado con miras telescópicas para el combate diurno y nocturno y se habían desplegado misiles antitanque para impedir el avance de los tanques israelíes que apoyaban a las fuerzas de tierra. Los sirios, difíciles de identificar en la oscuridad y equipados con lentes telescópicas de visión nocturna, abatían a los soldados israelíes uno tras otro. El comandante de la brigada y un comandante de batallón que estaba en el grupo de vanguardia resultaron heridos por los disparos sirios. Dos compañías de refuerzos de la Brigada Golani fueron enviadas a la zona y se ordenó a los paracaidistas que comenzaran a descender de la cima del Hermón, pero las fuerzas Golani, luchando desesperadamente y sin su mando, y en una situación que ahora se había vuelto crítica, consiguieron cumplir su misión sin necesidad de contar con ayuda externa. Cuando las cosas parecían más negras y la situación desesperada, el oficial de operaciones de la brigada se hizo cargo del mando, reunió a sus fuerzas bajo un intenso fuego y dirigió personalmente el último y desesperado ataque. Los sirios se hundieron cuando fueron desalojados uno a uno de sus agujeros y de detrás de las rocas donde estaban escondidos. Hacia las 10.00 horas del 22 de octubre, el monte Hermón estaba nuevamente en manos israelíes. Sólo este ataque le costó a la Brigada Golani 51 muertos y 100 heridos. Algunos días más tarde un joven sargento de la Brigada Golani, expresándose con un fuerte acento oriental, relató la historia de la batalla en la televisión israelí de una manera desapasionada: «Nos dijeron que el monte Hermón es los ojos del Estado de Israel y sabíamos que debíamos tomarlo a cualquier precio».

En la tarde del 22 de octubre, los sirios aceptaron un cese el fuego propuesto por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Su Ejército había perdido en la batalla alrededor de 1150 tanques, además de más de 100 tanques iraquíes y alrededor de 50 tanques jordanos. Sólo en los Altos del Golán se recuperaron 867 tanques sirios (tal vez el hecho más importante fue que muchos de ellos estaban en buen estado); los israelíes capturaron 370 prisioneros y se calculó que habían muerto 3500 soldados sirios durante los combates.

En el bando israelí, todos sus tanques resultaron alcanzados en algún momento de la batalla, pero los hombres del cuerpo de suministros demostraron ser los grandes héroes de la guerra, recorriendo el campo de batalla y reparando los tanques bajo el fuego enemigo. Alrededor de 250 tanques israelíes fueron alcanzados, de los que casi 100 quedaron destruidos; el resto consiguió ser reparado. Las bajas israelíes ascendieron a 772 muertos, 2453 heridos y 65 prisioneros, incluyendo varios pilotos.

El general Hofi, con su característico estilo tranquilo y modesto, había conducido a las fuerzas del Mando Norte a una brillante victoria en una batalla librada inicialmente bajo las condiciones más adversas. Dirigió a su equipo de brillantes comandantes de división de una manera decidida y eficaz. La ausencia de controversia y recriminación acerca de la campaña del Golán refleja claramente el éxito de su liderazgo.

Las Fuerzas de Defensa de Israel habían librado una batalla que, quizás más que cualquier otra, reveló la verdadera calidad de las tropas israelíes y del pueblo de Israel.