EL NUEVO CONCEPTO ESTRATÉGICO
Durante tres semanas en los meses de mayo y junio de 1967, el pueblo de Israel vivió una situación traumática que no olvidaría fácilmente. Mientras los ejércitos árabes se congregaban alrededor de sus fronteras, la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (que desde la campaña del Sinaí en 1956 había separado a las fuerzas israelíes y egipcias y ocupado con sus efectivos los estrechos de Tirana que cierran el acceso al golfo de Akaba) recibió del presidente Nasser la orden de retirarse. El secretario general de las Naciones Unidas, U Thant —sin consultar siquiera con el Consejo de Seguridad o la Asamblea General— accedió a la retirada de las fuerzas internacionales sin demora. Las fuerzas egipcias invadieron el Sinaí, mientras los efectivos militares jordanos y sirios se concentraban a lo largo de sus fronteras con Israel; unidades iraquíes y kuwaitíes, además de algunas pertenecientes a otros países árabes, avanzaron hacia las fronteras de Israel. El país estaba rodeado por un enorme ejército árabe, superado en número de efectivos, aviones y tanques. La Unión Soviética representó su cínico papel habitual en las Naciones Unidas restando importancia a esta escalada que, según el presidente Nasser, había sido instigada en gran medida por los propios soviéticos, quienes habían advertido falsamente a los sirios sobre una concentración de fuerzas israelíes en sus fronteras.
Mientras la histeria árabe no cesaba de aumentar y los medios de comunicación árabes prometían a la población israelí —hombres, mujeres y niños— la destrucción y aniquilación de la más terrible de las maneras, los horrores del Holocausto nazi volvieron a un primer plano en la conciencia judía. El pueblo judío sabía que no se trataba de simples palabras, recordando la forma en que muchos países criados en los principios del cristianismo habían participado de aquella sangrienta masacre o bien habían mirado hacia otro lado mientras se perpetraba. Y, de hecho, el mundo observaba petrificado, incapaz de tomar ninguna medida.
En la mañana del 5 de junio Israel atacó y, en seis días, destruyó gran parte de la fuerza que lo amenazaba, ocupando la península de Sinaí, la Franja de Gaza, la orilla occidental del Jordán y los Altos del Golán. Esta transformación de una víctima potencialmente indefensa en un brillante vencedor provocó una euforia que trajo con ella un cambio de actitud revolucionario en Israel. Contra el telón de fondo de unas perspectivas realmente sombrías pocos días antes, su increíble victoria hizo que a través del mundo judío se extendiese una reacción como Israel jamás había conocido o experimentado.
Los orígenes de la Guerra del Yom Kippur pueden encontrarse en gran medida en la Guerra de los Seis Días, que tuvo un profundo efecto sobre ambos bandos, cambiando de forma notable la vida política y social de Israel e introduciendo cambios básicos en su concepción estratégica. En el mundo árabe actuó a modo de catalizador y dio lugar a una nueva y completa evaluación de la postura militar de los egipcios, quienes extrajeron conclusiones de todos los aspectos de su derrota y se dedicaron a poner en orden su casa militar con el apoyo activo de la Unión Soviética. Los israelíes, por su parte, se apresuraron a barrer debajo de la alfombra todos los fallos que se habían puesto de manifiesto durante la guerra, pero que habían sido ignorados en la euforia de la victoria; consagrando mentalmente los conceptos militares que habían surgido de los seis días de guerra, los israelíes se prepararon para la siguiente guerra como si fuera a ser el séptimo día.
Como resultado de la línea de armisticio de 1949, antes de la guerra de 1967 Israel estaba viviendo en una situación militar precaria debido a la falta de profundidad estratégica en la que poder desplegarse (su área de despliegue de tropas en caso de declararse una guerra tendría que estar en territorio enemigo), y este hecho fue proclamado con frecuencia por los líderes israelíes cuando se referían a la política de defensa del país. Además, el mismo trazado de las fronteras de Israel reforzaba el peligro: la Franja de Gaza ocupada por los egipcios en 1948 era como un puñal suspendido sobre los principales núcleos de población en el sur de Israel y a lo largo de la costa; Jerusalén estaba dividida y, en numerosas ocasiones, soldados o civiles jordanos habían abierto fuego en medio de la ciudad con todo lo que eso implicaba. Un avance de menos de 500 metros de las tropas jordanas desde zonas situadas a lo largo de la carretera a Jerusalén hubiera cortado la principal arteria que comunicaba la capital de Israel con el resto del país. Las fuerzas jordanas estacionadas en las colinas que rodeaban Kalkilyah miraban hacia Tel Aviv y sus ciudades satélite, donde vivía aproximadamente el 40% de la población de Israel, mientras que las fuerzas estacionadas en Tulkarem controlaban la ciudad costera de Netanya, situada a unos 16 kilómetros, conscientes del hecho de que un ataque con sus blindados a través de esa corta distancia cortaría en dos el Estado de Israel por su estrecha cintura. En los Altos del Golán, mientras tanto, las tropas sirias miraban hacia las aldeas israelíes situadas en el valle del Jordán y las hostigaban con sus disparos año tras año.
Esta situación llevó al Estado Mayor israelí a la conclusión de que, cuando surgiese el peligro de una confrontación militar, Israel no podía permitirse que los árabes tomasen la iniciativa, ya que esa iniciativa podía significar el desastre. Era evidente que un ataque por parte de las fuerzas árabes cortaría al país en dos a la altura de Netanya o la carretera principal hacia Jerusalén y arrasaría las aldeas situadas a lo largo de la Franja de Gaza unos dieciséis minutos en lugar de los cuatro minutos de antes de la Guerra de los Seis Días. Esta situación estratégica representó un factor principal a la hora de convencer al gobierno israelí y a los líderes de opinión del país que había escaso peligro de que se reanudasen las hostilidades en una guerra importante contra Israel.
Pero mientras se analizaban estas ventajas estratégicas, se perdió de vista el hecho de que una península del Sinaí en manos egipcias había sido un elemento de alerta fundamental en lo que atañía a las fuerzas israelíes: el movimiento de fuerzas egipcias hacia el Sinaí a través del Canal de Suez hacía sonar invariablemente las alarmas en Israel y permitía que la movilización de sus efectivos se llevase a cabo en el tiempo correcto. Esta situación se había repetido en numerosas ocasiones y, en particular, en 1967. Desde la Guerra de los Seis Días, el estrecho contacto entre el grueso de las fuerzas egipcias y los israelíes a lo largo del Canal de Suez eliminó este fundamental elemento de alerta avanzada. Ello permitió que las fuerzas árabes que estaban concentradas a lo largo del Canal pudiesen atacar desde su despliegue existente en el menor tiempo posible.
De hecho, la reducción del tiempo de alarma como resultado del establecimiento de estas nuevas fronteras fue la razón del notable incremento de fuerzas que Israel se vio obligado a mantener a lo largo de sus fronteras después de acabada la Guerra de los Seis Días. Se realizaron numerosos simulacros de guerra para poner a prueba los diversos aspectos tácticos y estratégicos de estas nuevas líneas defensivas; todos esos simulacros estaban basados en el supuesto de contar con un período de alerta avanzada muy breve, con el ejército regular conteniendo el ataque enemigo hasta que las tropas de reserva fueran movilizadas en un período de aproximadamente setenta y dos horas.
Pocas semanas después de la conclusión de la Guerra de los Seis Días, se produjeron los primeros incidentes a lo largo del frente del Canal de Suez cuando las fuerzas egipcias se reagruparon junto a la margen occidental y comenzaron a acosar a las fuerzas israelíes desplegadas a lo largo del Canal. La lucha estalló en Ras el-Aish, en el extremo septentrional del sector situado entre Port Said y Kantara, pero las posiciones israelíes eran provisionales e inadecuadas para una protección eficaz. Hacia noviembre de 1968, un año y medio después de que hubiese acabado la guerra, los egipcios, cuyo ejército había sido reconstruido y equipado nuevamente por la Unión Soviética, se sintieron lo bastante fuertes como para embarcarse en una intensa guerra de desgaste y, durante aquel mes, lanzaron un importante ataque de artillería contra las fuerzas israelíes, sorprendiéndolas sin una preparación adecuada y comparativamente desprotegidas. Uno solo de esos ataques provocó la muerte de dieciocho soldados israelíes. La reacción israelí consistió en montar una incursión en profundidad de comandos contra Najh Hamadi en el valle del Nilo, destruyendo instalaciones eléctricas y poniendo de relieve la vulnerabilidad básica de Egipto ante un ataque de fuerzas móviles israelíes. La conmoción provocada por este ataque israelí convenció al presidente Nasser de que aún no estaba completamente preparado para llevar a cabo una guerra de desgaste y, en consecuencia, la postergó hasta marzo de 1969. Durante el período de tregua resultante de esta decisión del presidente egipcio, los israelíes concentraron todos sus esfuerzos en la creación de una línea que respondiese a las exigencias de una guerra de esa naturaleza.
El teniente general Bar-Lev, jefe del Estado Mayor, confió al general de división Avraham Bren Adan la misión de encabezar un equipo combinado para presentar ante el Estado Mayor una propuesta para la creación de un sistema defensivo en el Sinaí. Antes de que este equipo se trasladase al Sinaí, el general de división Yeshayahu Gavish, comandante en jefe del Mando Sur y jefe de las victoriosas fuerzas israelíes en el Sinaí durante la Guerra de los Seis Días, sopesó los problemas creados por la defensa del Sinaí. Teniendo en cuenta las fuertes pérdidas ocasionadas por los bombardeos de la artillería egipcia contra las posiciones israelíes en el Canal, resultaba obvio que las tropas que defendiesen la línea debían contar con una protección adecuada en los puntos de resistencia; sin embargo, el problema principal con el que debía enfrentarse era si debía mantener a sus fuerzas en la orilla del Canal o bien estacionarlas lejos del agua y en el interior. Si bien el hecho de mantener la línea costera fortificada creaba una serie de objetivos fijos bajo constante observación de las fuerzas egipcias, ello proporcionaba a las fuerzas israelíes la ventaja de la observación y la capacidad de hacer frente inmediatamente a cualquier intento de cruzar el Canal por parte de los egipcios. Gavish llegó a la conclusión de que sería aconsejable mantener posiciones en la orilla, particularmente en todos aquellos sitios que representaran puntos potenciales de cruce, ya que estaba convencido de que los egipcios no tendrían ningún problema para atravesar las aguas del Canal a lo largo de toda su extensión, y los israelíes tenían que estar preparados para responder a esta posibilidad.
En 1968 Gavish dirigió a las fuerzas israelíes en simulacros de guerra en los que el general de división Mordechai Motta Gur, que fue nombrado jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel después de la Guerra de Yom Kippur, actuó como comandante de las fuerzas egipcias. En estos simulacros, Gur cruzó a lo largo de todo el frente del Canal, avanzando sobre todos los ejes principales y desplegando tropas transportadas por helicópteros detrás de la línea del frente israelí, exactamente como habrían de hacerlo cinco años más tarde las fuerzas del presidente Sadat. De modo que, ya en 1968, el concepto de un posible ataque egipcio había sido tenido en cuenta por miembros del Mando israelí.
Aprovechando su experiencia como miembro del kibbutz Nirim cerca de la Franja de Gaza, Adan se concentró en la tarea de planificar la defensa de la línea a lo largo del Canal de Suez. Elaboró los planes originales para las fortificaciones, que debían situarse a lo largo del Canal y estar construidas de tal forma que permitiesen el máximo grado de observación —buena observación visual durante el día y observación electrónica por la noche— al tiempo que exponía al mínimo número de efectivos al fuego de la artillería enemiga. Diseñó las fortificaciones individuales para que alojasen a quince soldados, distanciadas entre sí unos 12 kilómetros, con vehículos blindados patrullando entre ellas y con artillería y blindados desplegados en la retaguardia preparados para avanzar y anular cualquier intento de cruce del Canal por parte de las fuerzas enemigas. Las fortificaciones fueron concebidas como un sistema de alarma avanzado; no se las veía como una línea de defensa, de ahí su limitación a quince soldados, la distancia entre ellas y sus limitadas capacidades defensivas. Gavish aceptó el plan de Adan con la condición de que, en el extremo septentrional del Canal, todos los posibles puntos de cruce estuviesen cubiertos con grupos de fortificaciones. El plan de defensa israelí, basado en este sistema de alarma a lo largo del Canal, fue presentado para su aprobación ante el Estado Mayor. El general de división Ariel Sharon, director de instrucción en el Estado Mayor, y el general de división Israel Tal, agregado al Ministerio de Defensa, se opusieron a él. Propusieron desplegar solamente una fuerza blindada a cierta distancia del Canal y controlarlo a través de unidades blindadas móviles.
Gavish ha explicado desde entonces públicamente su actitud ante este problema. Él veía a la línea actuando en tiempo de guerra como una serie de puestos de observación y fortificaciones a lo largo de todos los posibles ejes de avance, lo que retrasaría a las fuerzas enemigas antes de que él avanzara con sus brigadas de infantería defensivas y su fuerza acorazada concentrada a lo largo de la línea de los pasos, desde el Paso de Mitla en el sur hasta el Paso de Baluza en el norte. Durante una guerra de desgaste y en los períodos de cese del fuego, las fortificaciones actuarían como puestos de observación (ofreciendo protección ante el fuego de artillería en el primero de los casos), y como centros de alerta electrónica y de control y como bases para las patrullas acorazadas. Como parte de las defensas a lo largo del Canal, Gavish inició un sistema de instalaciones de combustible que sería activado desde el interior de las fortificaciones para incendiar las aguas del Canal.
Gavish siempre había opinado que si el Canal se consideraba una barrera física, no había más opción que establecer una presencia física a lo largo del mismo. Según él, uno de los principales peligros que Israel tendría que afrontar sería un movimiento egipcio por sorpresa ideado para conseguir una posición sólida, aunque fuese estrecha, a lo largo de la orilla oriental del Canal. Le seguiría la búsqueda de un inmediato cese el fuego mediante un acuerdo internacional. Por otra parte, puesto que el concepto estratégico israelí requería invariablemente montar una contraofensiva en territorio enemigo, para ellos era fundamental establecer una fuerza importante a lo largo del Canal y no estar en una posición que exigiera combatir antes de llegar a la costa.
En el debate posterior nadie sugirió la posibilidad de abandonar el Canal, aunque sí se discutió el modo de desplegar las fuerzas, con el general Sharon apoyando el sistema de defensa móvil a lo largo del Canal. El general Bar-Lev se decidió por las fortificaciones y el equipo encabezado por el general Adan procedió a supervisar la construcción de la línea prevista, que fue terminada el 15 de marzo de 1969. Aquel mes, Nasser declaró el comienzo de la Guerra de Desgaste y todo el sistema fue sometido a una dura prueba: durante días interminables los egipcios emplearon más de 1000 piezas de artillería contra las fuerzas israelíes atrincheradas a lo largo del Canal. No hay duda de que, si no hubiera sido por estas fortificaciones, las bajas sufridas por los israelíes habrían sido mucho más numerosas y podrían haber alcanzado cifras realmente alarmantes.
No obstante, estas fortificaciones representaban sólo uno de los elementos de lo que más tarde se llamaría la línea Bar-Lev. No se trataba de una única línea defensiva marginal: cada fortificación controlaba una extensión de entre uno y dos kilómetros a cada flanco y el área de entre 8 y 10 kilómetros que había entre ellas estaba cubierta con puestos de observación y patrullas. En las fortificaciones más problemáticas y críticas —como, por ejemplo, en las posiciones situadas en ambos extremos de la línea y en los puntos fuertes aislados— había tanques. En la retaguardia había concentraciones de tanques, y algunos pelotones estaban estacionados dentro de las áreas de las propias fortificaciones desde cuyas rampas operaban para disparar de enfilada a lo largo del Canal. Se creó un gran número de estas posiciones, sumadas a las posiciones de disparo que fueron construidas a una distancia de entre uno y dos kilómetros en la retaguardia de las fortificaciones proporcionándoles fuego de apoyo y cubriendo los accesos al Canal. Además de todo esto, se construyó una vasta infraestructura de carreteras, cuarteles generales subterráneos, sistemas de comunicación y abastecimiento de agua, almacenes e instalaciones de reparación.
Cuando se creó la línea durante la Guerra de Desgaste, el procedimiento operativo estándar en una emergencia consistía en que las tropas del ejército regular o los paracaidistas de la reserva reemplazaban a todos los reservistas en la línea. La dotación completa de cada una de estas posiciones estaba formada por treinta hombres, mientras que en aquellas que se encontraban más aisladas, como era el caso de la fortificación «Muelle» en Port Tewfik, había entre ochenta y noventa soldados. En todas las posiciones y fortificaciones aisladas, el mando era ejercido por un oficial superior con rango de mayor o incluso con una graduación más elevada, habitualmente un reservista de las fuerzas paracaidistas. Bar-Lev convirtió en una práctica habitual que los reservistas hicieran instrucción en el área del Sinaí durante los períodos de tensión. En la línea de la costa mantenía una fuerza compuesta por dos brigadas acorazadas con una tercera brigada acorazada en la reserva, añadiendo una cuarta (integrada habitualmente por reservistas que se entrenaban en la zona) durante los períodos de tensión.
No es posible interpretar los conceptos militares de Israel en vísperas de la Guerra del Yom Kippur sin tener en cuenta el efecto de la Guerra de Desgaste en su pensamiento. La Guerra de Desgaste —iniciada por Egipto en marzo de 1969— ha sido considerada como un acontecimiento pasajero cuando, de hecho, fue una importante confrontación armada. Las fuerzas egipcias comenzaron la guerra con el propósito declarado de crear una situación que les permitiese cruzar el Canal de Suez en superioridad numérica para volver a ocupar el Sinaí; Israel, por su parte, estaba decidido a impedir este curso de los acontecimientos y restablecer el alto el fuego. Al optar por la Guerra de Desgaste, los egipcios decidieron aprovechar la situación militar estática creada por el hecho de que ambas fuerzas estuviesen desplegadas a lo largo del Canal de Suez. Esto hacía que Israel no estuviera en disposición de aprovechar su indudable superioridad en cuanto a capacidad de maniobra y velocidad propia de la guerra de blindados, ya que el Canal de Suez impediría los movimientos a gran escala y, de hecho, protegería a las fuerzas egipcias de las maniobras israelíes. Los egipcios, por lo tanto, se protegerían detrás del Canal e intentarían inicialmente agotar mediante las acciones de desgaste la voluntad de los israelíes de continuar la lucha.
La construcción de la línea Bar-Lev israelí en su forma más desarrollada como consecuencia de los ataques de la artillería egipcia en octubre de 1968, se convirtió en una consideración fundamental en su decisión de iniciar la Guerra de Desgaste. Y un análisis de estos hechos tiende sólo a enfatizar la ironía de una situación en la cual la acción egipcia llevó a la construcción de la línea, que a su vez despertó los temores y aprensiones de los egipcios, que vieron en su construcción la consolidación de una presencia israelí permanente, inexpugnable que no haría más que perpetuar el statu quo y limitaría de manera drástica las perspectivas de cambiar la situación a lo largo del Canal de Suez. En consecuencia, el plan elaborado por los egipcios consistía en intensos bombardeos artilleros para destruir la mayor cantidad posible de la línea en la primera etapa de la Guerra de Desgaste. Una vez que las fortificaciones israelíes fuesen destruidas en su mayor parte, la segunda etapa incluía una serie de cruces del Canal a cargo de comandos egipcios durante breves períodos de tiempo; la tercera fase preveía incursiones más importantes y profundas a través del Canal, mientras que la cuarta y última etapa consistiría en una operación de cruce a gran escala con el objeto de ocupar sectores en la margen oriental del Canal y, de este modo, romper la situación de estancamiento político que se prolongaba desde 1967.
Durante los meses de marzo y abril de 1969 se llevó a cabo un intenso bombardeo sobre las posiciones israelíes. En mayo, el presidente Nasser anunció que el 60% de la línea Bar-Lev había sido destruida por el fuego de la artillería egipcia y que su ministro de la Guerra, Mahmoud Fawzi, le había asegurado que el 40% restante sería destruido en poco tiempo (en realidad, la línea Bar-Lev había resistido con éxito los bombardeos recibidos y había justificado plenamente las expectativas de sus planificadores). A mediados de abril, unidades de comandos egipcios comenzaron a cruzar el Canal de Suez de forma regular y a atacar las posiciones fortificadas de los israelíes. Estas acciones provocaron un bombardeo de respuesta de las fuerzas israelíes e incursiones de represalia a lo largo de la línea egipcia a cargo de sus unidades de comandos y paracaidistas. Los combates se intensificaron a lo largo del Canal de Suez y también del golfo de Suez, con las fuerzas israelíes atacando objetivos en el golfo y en el interior de Egipto. Durante este período, el número de bajas israelíes aumentó de un modo alarmante y, hacia julio, decidieron recurrir a su poder aéreo. La iniciativa pasó al bando israelí y la Guerra de Desgaste se convirtió en una guerra de contradesgaste.
Durante los meses siguientes, los ataques aéreos israelíes destruyeron el sistema de misiles tierra-aire SAM 2 instalado a lo largo del Canal y que se extendía hacia el interior del golfo de Suez. Ahora los egipcios se habían quedado sin ningún potencial de defensa aérea importante a lo largo del frente de Suez y tuvieron que abandonar la tercera fase de su plan original —el cruce del Canal por unidades del ejército para adentrarse en el Sinaí—, siendo obligados a concentrar todos sus esfuerzos en combatir el contraataque israelí. En enero de 1969 comenzaron en Egipto las profundas incursiones de la fuerza aérea israelí, mientras al mismo tiempo las fuerzas israelíes lanzaban operaciones de comandos, desembarcando en la isla Shadwan en el golfo de Suez. En ese momento se produjo un importante punto de inflexión en Oriente Medio desde un punto de vista histórico con la visita secreta a Moscú llevada a cabo por Nasser y la posterior llegada de personal y equipo soviéticos a Egipto.
La fase final de la Guerra de Desgaste se inició en abril de 1970 cuando las fuerzas aéreas israelíes interrumpieron sus incursiones en territorio egipcio. Los soviéticos habían tomado el espacio aéreo egipcio bajo su protección y esto permitió que los egipcios concentraran todas sus fuerzas en el área de combate directo con Israel a lo largo del Canal de Suez. Los ataques egipcios por tierra y aire cobraron una gran intensidad y los ataques israelíes se incrementaron a lo largo del Canal. El conflicto entró en una fase brutal.
Ahora para los egipcios resultaba evidente que la respuesta a su problema era un nuevo despliegue del sistema de misiles tierra-aire. Mientras que el despliegue de los emplazamientos de misiles SAM 2 detrás de la zona del Canal habría de afectar a las operaciones de Israel en Egipto, el despliegue de misiles en la propia zona del Canal podría causar problemas a los aparatos israelíes en vuelo sobre la línea del frente, ya que los aviones quedarían al alcance de los misiles egipcios hasta unos 20 kilómetros en el interior del Sinaí. Esto a su vez incrementaría la capacidad egipcia para cruzar el Canal con una gran fuerza numérica. Aunque los contraataques israelíes contra estos intentos de acercar el sistema de misiles al Canal tuvieron éxito, sus bajas aumentaron y muy pronto comenzaron también a perder aviones ante las baterías de misiles egipcias.
Paralelamente a esta escalada militar se estaban preparando movimientos diplomáticos. En julio de 1970 Nasser anunció su aceptación del cese el fuego que debía comenzar el 7 de agosto. Pero inmediatamente después de que entrase en vigor, egipcios y soviéticos se confabularon para avanzar el sistema de misiles aprovechando la coyuntura y alcanzar los requerimientos militares necesarios para un cruce definitivo del Canal: el establecimiento de una pantalla de misiles que cubriría el lado israelí en la margen oriental y neutralizaría su fuerza aérea. En respuesta a las preguntas formuladas en la Unión Socialista Árabe el 24 de julio de 1970, el presidente Nasser dio a entender que había accedido a un alto el fuego con el propósito específico de avanzar su paraguas de misiles hasta la margen del Canal de Suez. Y aunque reveló públicamente la fase final —la creación de una cabeza de puente al otro lado del Canal bajo la protección de esta pantalla de misiles— muy pocos prestaron atención a este anuncio.
Para Israel la guerra acabó con muchos interrogantes en relación al problema de los misiles. Aunque su guerra de contradesgaste contra los egipcios había tenido su efecto, el cese el fuego fue bienvenido, enfrentados como estaban ante la opción de continuar dilapidando su poder aéreo a lo largo del Canal o intensificar la batalla al tiempo que desafiaban a la Unión Soviética. Además, la guerra no había sido fácil en términos de bajas, con franjas negras que aparecían cada día en la prensa israelí alrededor de las fotografías de los soldados muertos el día anterior. Había sido esencialmente una guerra de nervios y para la opinión pública israelí, acostumbrada a resultados rápidos en las guerras contra los árabes, ésta no era una situación que ayudase a la moral.
Ahora parecía que el objetivo de Nasser era intentar realmente poner en marcha la siguiente fase de sus planes —la captura de una parte de la orilla oriental del Canal de Suez contando con la protección de los misiles—, pero en ese momento se produjeron una serie de hechos que afectaron la situación militar y tuvieron un efecto directo sobre el pensamiento militar de las autoridades israelíes. El 28 de septiembre de 1970 murió el presidente Nasser. Era el líder indiscutido y carismático del mundo árabe que había conseguido unir detrás de él a egipcios y árabes en su lucha contra Israel. Su desaparición, por lo tanto, significó que un elemento fundamental de esa lucha —un liderazgo eficaz— ahora estaba ausente. Junto a sus esfuerzos por eliminar la presencia de las potencias occidentales en Oriente Medio, Nasser había dedicado gran parte de sus esfuerzos a movilizar al mundo árabe contra Israel y había sido el principal promotor de una política árabe antiisraelí. Nasser había sido, más que cualquier otro hombre, el artífice de la presencia soviética en Oriente Medio; ahora había muerto, dejando tras de sí a un país con graves problemas internos y un liderazgo que parecía carecer de carisma y poder.
La respuesta norteamericana a la petición de Israel de armamento adicional formulada en septiembre de 1970 fue, por primera vez, abierta e inequívoca: en vista de lo que sucedía en el mundo árabe y en el bloque del Este, la administración Nixon pidió al Congreso que aprobase la venta a Israel por un valor de 500 millones de dólares del equipo más sofisticado enviado por Estados Unidos a un país extranjero. Este hecho no pasó inadvertido para los árabes —y tampoco naturalmente para la Unión Soviética— y significó un elemento de confianza añadido para la mentalidad israelí. Otro acontecimiento relevante para la estabilidad de la región fue la guerra civil que estalló en Jordania en septiembre de 1970, durante la cual el rey Hussein aplastó el alzamiento palestino, lo que llevó la paz a la frontera entre Israel y Jordania. La inequívoca reacción de Estados Unidos al intento de invasión del territorio jordano por parte de fuerzas sirias durante esta guerra civil también constituyó un factor alentador, demostrando el firme propósito de los norteamericanos de mantener el equilibrio en la zona y bloquear el expansionismo soviético. Todos estos factores se combinaron para crear una atmósfera que contribuiría en el futuro a una obstinada renuencia de parte de las autoridades políticas y militares a creer que el mundo árabe pudiese tomar la iniciativa militar y atacar Israel.
El 7 de agosto de 1970 comenzó el período de cese el fuego que duraría noventa días. El mando israelí decidió aprovechar este período de gracia para reconstruir aquellas partes de la línea Bar-Lev que habían sido destruidas durante la Guerra de Desgaste y fortificarlas. Entretanto, el general Arik Sharon se había hecho cargo del mando en el sur y se inició un formidable esfuerzo de construcción para fortalecer todas las posiciones y los puntos fuertes a lo largo del Canal. A raíz de una propuesta hecha por él se construyó una segunda línea de fortificaciones entre 8 y 12 kilómetros hacia la retaguardia porque, como señaló en su momento, los tanques y la artillería no contaban con una protección adecuada. Se construyeron once de esas fortificaciones además de una infraestructura de carreteras y barreras artificiales, como un terraplén de arena (que en algunos puntos alcanzaba los 25 metros de altura) destinado a que la orilla oriental del Canal resultase infranqueable para los vehículos blindados. Se sembraron extensos campos de minas, se levantaron barreras de alambre de espino e incluso se construyeron carreteras sobre las tierras pantanosas del sector norte; se mejoraron los campos de aviación; se construyeron cuarteles generales subterráneos y se añadieron depósitos de combustible. En total se gastaron 2 000 000 000 de libras israelíes (500 000 000 de dólares) en el Sinaí, de los que un total de aproximadamente 150 000 000 de libras israelíes (40 000 000 de dólares) se invirtieron en las fortificaciones.
El general Israel Tal no estaba contento con el incremento de las actividades de construcción y, en octubre de 1970, durante la primera fase de cese el fuego, expresó sus reservas acerca de todo el sistema de defensa del Sinaí. Tal señaló que las fortificaciones estaban demostrando ser ineficaces (ya que los egipcios seguían cruzando el Canal de todos modos) y se habían convertido en una serie de blancos fijos vulnerables al fuego directo, constantemente bajo vigilancia y con líneas de suministros visibles que invitaban al ataque. Sostenía que las tropas situadas en las fortificaciones no eran unidades de combate eficaces; podían ser neutralizadas por el fuego de la artillería y también podían ser evitadas; en el mejor de los casos constituían solamente un refugio y la artillería israelí era inadecuada, en su opinión, para protegerlas. Las fortificaciones aportaban muy poco a la línea de defensa, estaban aisladas y no se apoyaban mutuamente, y tampoco podían impedir el cruce del Canal de día o de noche. Señalando que de las 498 bajas sufridas en el Sinaí entre el 7 de enero y el 28 de julio de 1970, 382 (incluyendo 62 muertos) se habían producido en el interior de las fortificaciones o bien en relación directa con ellas, Tal sugirió un sistema mediante el cual fuerzas acorazadas móviles con artillería y apoyo antiaéreo se harían cargo de cada uno de los sectores defensivos, con tanques estacionados en los puntos de observación a lo largo de la línea costera. Estas fuerzas reforzarían las fortificaciones que, puesto que ya existían, contarían con una reducida dotación.
Pero su propuesta encontró una oposición considerable. Aquellos que se oponían a su evaluación de la situación, incluido el propio ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor, sostenían que cualquier intento de proteger la línea sin contar con una presencia física en el terreno a lo largo del Canal sólo alentaría el avance de los egipcios, un hecho que, finalmente, colocaría a las fuerzas israelíes en una situación muy difícil (un elevado porcentaje de las bajas sufridas había sido provocado por emboscadas, minas, misiles y actividad de la artillería contra las patrullas blindadas y las fuerzas de ingenieros que operaban fuera de las fortificaciones). Los que se oponían al plan de Tal argumentaron que su sistema acabaría por crear áreas que no quedarían bajo el control de las fuerzas israelíes. De hecho, aquellas áreas que no habían sido defendidas por las fuerzas israelíes a lo largo del Canal de Suez durante la Guerra de Desgaste habían sido ocupadas durante breves períodos por las fuerzas egipcias. En diferentes ocasiones, las fuerzas egipcias habían ocupado una fortificación israelí abandonada en el área comprendida entre el puente Firdan al norte y la isla de El-Balah en el Canal de Suez; los egipcios se habían entrenado con frecuencia en esta fortificación, habían minado el área que la rodeaba y, en varias ocasiones, habían hecho ondear sobre ella la bandera egipcia. Patrullar a lo largo del Canal implicaba a menudo operaciones de eliminación de minas y enfrentarse a emboscadas del enemigo, una situación que se volvería mucho más grave si las fuerzas israelíes abandonaban por completo las fortificaciones que se extendían a lo largo del Canal. Había áreas, como las que se encontraban en la zona sur del Canal, donde las fuerzas israelíes debían proceder a limpiar el terreno de minas periódicamente.
Con el nombramiento del general Elazar como jefe del Estado Mayor en enero de 1972, la cuestión fue colocada una vez más sobre la mesa. Pero aunque él se mostró partidario del sistema de fortificaciones, hubo que llegar a una suerte de compromiso. A medida que se prolongaba, el período de cese el fuego asumió una forma muy concreta y su puesta en práctica contó con la importante ayuda psicológica que representaba la ausencia total de actividad hostil a lo largo del Canal. Esta inactividad tendió a acallar cualquier reserva que pudiese haber existido acerca de la reducción en el número de fortificaciones y tropas a lo largo del Canal. Y coincidió con una creciente sensación de seguridad y de expresiones públicas acerca de la excesiva carga que representaba el presupuesto de defensa y la necesidad de buscar formas de disminuir los gastos. El número habitual de efectivos de infantería en las fortificaciones también se redujo. Allí donde había un grupo de fortificaciones, solamente uña de ellas permanecía activa con una dotación mínima de personal (dos oficiales, doce soldados y personal administrativo hasta completar un total de veinte hombres por fortificación). De las veintiséis fortificaciones, aproximadamente una decena de ellas fueron cerradas y bloqueadas con arena de manera tal que llevase varias semanas volver a ponerlas en actividad; dos o tres hombres eran enviados cada día a estas fortificaciones abandonadas en un semioruga para que los egipcios pensaran que aún estaban activas (los soldados egipcios acostumbraban a colocarse del otro lado del Canal haciendo gestos burlones y señalando sus relojes para indicar que eran las seis de la tarde y que ya era hora de que los israelíes regresaran a sus fortificaciones principales). Por lo tanto, debido a un compromiso que militarmente nunca se podría llegar a aceptar, la línea Bar-Lev, que actuaba como un sistema de alerta avanzada o como un sistema defensivo destinado a bloquear al enemigo, se volvió vaga e imprecisa. Esta falta de claridad habría de cobrarse su precio en las primeras horas de los combates a lo largo del Canal de Suez.