PRESENTACIÓN
Por el año 1949 una nueva revista apareció en el horizonte de las publicaciones: The Magazine of Fantasy. En el segundo número había ampliado su nombre The Magazine of Fantasy and Science Fiction, y hoy es universalmente conocida por las iniciales F & SF.
Al principio aquello de F & SF me asustó. Exigía estilo, me pareció, o al menos lo que yo entendía por estilo, y lo exigía mucho más si cabe que buenas ideas. El caso es que yo no me sentía muy capaz de desenvolverme a gusto con eso del estilo. Por ejemplo, hace unos cuantos meses, una periodista, al reseñar uno de mis libros dijo refiriéndose a mí: «No es un estilista». Le escribí preguntándole qué era un estilista, pero la buena mujer nunca me contestó. Yo parecía condenado a no descubrirlo jamás.
Mientras esto tenía lugar, Anthony Boucher, co-editor de la revista, me escribió una carta tras la aparición de Huésped. En este relato yo había hablado de ciertas emociones que se agitan después de los treinta años y Tony me dirigió una amable protesta alegando que él acababa de cumplir los cuarenta. (Yo acababa de cumplir los treinta). Me dijo que yo tenía una exquisita sorpresa ante mis narices, puesto que él se encontraba perfectamente bien.
Esto inició una agradable correspondencia y yo perdí algo del miedo que sentía hacia F & SF. Pensé que podría intentar una historia que tuviera algún estilo, aunque dado mi desconocimiento (tanto entonces como ahora) de qué cosa pudiera ser el estilo y cómo obtenerlo, ignoro si lo he venido logrando o no. Supongo que al menos tuve mi pequeño éxito porque fue Moscas lo que escribí y Mr. Boucher aceptó y la publicó.
No había otra forma de decirlo, pero este comienzo se convirtió en la más afortunada de todas mis asociaciones con revistas de ciencia-ficción. No tengo la menor queja de Astounding, Galaxy o cualquier otra, bien lo sabe el cielo, pero F & SF llegó a convertirse en algo especial para mí y al decirlo soy únicamente sincero.
A propósito, si alguien piensa que soy tan arrogante que no acepto nunca la menor corrección editorial, se equivoca en tres cuartas partes de su perversa idea. No me agradan las correcciones editoriales (a ningún escritor le gustan), pero las acepto bastante a menudo. (Esto va dirigido principalmente a mi hermano, editor de un periódico, e inclinado a creer que todos los escritores forman una cofradía antieditor dotada de malévola estupidez).
Como fuere, he aquí una muestra de cuán dulcemente amable y complaciente puedo ser. Cuando escribí Moscas, el título originario era King Lear, IV, i, 36-37[1]. Mr. Boucher me escribió manifestándome una cierta propensión al horror y me preguntó si yo estaba empecinado en conservar título semejante, porque según él nadie que lo viese comprendería su significado.
Me lo pensé mejor y creyendo que estaba en lo cierto retitulé la historia Moscas. Después que usted la haya leído podrá justipreciar y descubrir el hilo conductor que de principio a fin dio origen a esta particular historia.