PRESENTACIÓN
La redacción de Anochecer supuso un punto decisivo en mi carrera profesional. Tenía veintiún años cuando la escribí. Llevaba aproximadamente dos años y medio escribiendo profesionalmente (quiero decir, escribiendo relatos, enviándolos a revistas y vendiendo alguno de vez en cuando), pero mi relación con las editoriales no cuajaba. Hasta entonces había publicado más o menos una docena de historias y conseguido vender una docena más.
Por entonces, John W. Campbell, Jr., editor de Astounding Science Fiction, en el curso de una charla, me sacó a relucir la cita de Emerson que sirve de epígrafe a Anochecer. La discutimos; después, me marché a casa y en el curso de las siguientes semanas escribí el relato.
Seamos sinceros. No había escrito el relato de modo diferente a como había escrito mis relatos anteriores, como tampoco se diferenció en nada de los que le sucedieron. Por lo que a eso respecta, soy un verdadero conservador de las formas tradicionales. No me he especializado en ningún estilo concreto y todavía puedo afirmar que, formalmente hablando, no sé cómo escribir.
Suelo hacerlo siguiendo los cánones archiconocidos, que es la forma en que concibo de antemano los relatos.
Y de esa manera escribí Anochecer.
Mr. Campbell nunca confirma al autor la aceptación de sus historias; en lugar de una carta, envía un cheque, y muy rápidamente, por cierto, lo que es buena muestra de su savoir faire. Por otro lado, siempre encontré ese detalle sumamente interesante. De modo que recibí un cheque por Anochecer, con la sorpresa, indudablemente grata, de que Mr. Campbell había cometido una equivocación a mi favor.
El pago corriente por este tipo de historias estaba por entonces a un centavo la palabra. (No me estoy quejando; por el contrario, me sentía muy contento de habérmelo ganado). La historia tenía doce mil palabras, de modo que yo esperaba la cantidad de ciento veinte dólares. Pues bien, el cheque exhibía la cifra de ciento cincuenta.
Me sentí confuso. Hubiera sido muy sencillo cobrar el cheque y no darle más vueltas al asunto, pero los diez mandamientos, que tanto me había recomendado mi austero padre, me impulsaban irresistiblemente a llamar a Mr. Campbell, solucionar el equívoco y resignarme a un nuevo y menos cuantioso cheque.
Pero ocurrió que no había ningún error. La historia le había parecido tan buena a Mr. Campbell que creyó justo aumentarme un cuarto de centavo por palabra como gratificación.
Nunca hasta entonces había cobrado tanto por un relato, aunque esto no fue todo. Cuando la historia apareció impresa, figuraba en primer lugar y en la portada podía verse su título.
Más aún, me obligó a plantearme seriamente sus posibilidades, pues, gracias a ella, el mundo de la ciencia-ficción supo que yo existía. Cuando pasaron los años se hizo evidente que yo había escrito un «relato clásico». Que yo sepa, ha aparecido en diez antologías, incluyendo una inglesa, una holandesa, una alemana, una italiana y una rusa.
Debo decir, sin embargo, que con el tiempo comencé a sentirme un tanto irritado de tanto escuchar que Anochecer era mi mejor relato. Pues me parecía, después de todo, que, aunque no sé escribir ahora mejor que entonces, la continua práctica ha tenido que dotarme de cierta pericia, aunque sólo sea técnicamente.
La tortura me estuvo royendo el alma hasta que concebí la idea de este libro.
Jamás incluí Anochecer en ninguna de mis otras colecciones de relatos porque suponía que había figurado ya en tantas antologías que por fuerza tenía que resultar excesivamente conocida a los lectores. Pero los años han cambiado mi decisión. Muchos de mis lectores no habían nacido aún cuando tuvo lugar la primera aparición de la historia y, paralelamente, podía ocurrir que muchos otros no la hubieran visto tampoco en ninguna antología.
Además, si se trata realmente de mi mejor historia, no puedo menos que incluirla en una colección propia. Asimismo, figuran a su lado otras historias que no han aparecido nunca en ninguna colección de mi propia cosecha, pero que de un modo u otro han recibido alguna aprobación del público. El orden de estos relatos es cronológico, y la única razón que me ha movido a ello es que el lector juzgue por qué Anochecer tiene que ser mejor que cualquier otro cuento mío.
Todavía no sé lo bastante sobre literatura como para poder decirlo.
Si las estrellas aparecieran una noche cada
mil años, ¿cómo podrían los hombres creer,
adorar y preservar durante muchas generaciones
el recuerdo de la ciudad de Dios?
EMERSON