Era algo que Burrich había oído contar a su abuela. El relato de un Mañoso que podía abandonar su cuerpo, durante un día aproximadamente, y luego regresar a él. Burrich se lo había referido a Chade y éste había mezclado los venenos que me colocarían al borde de la muerte. Me dijeron que no había perecido, que mi cuerpo sólo se había detenido hasta simular la muerte.
No los creí.
Así fue como volví a vivir en un cuerpo de hombre. Aunque tardé varios días en recordar que había sido un hombre. Todavía hay momentos en que lo dudo.
No retomé mi vida. La vida de Traspié Hidalgo era una montaña de ruinas humeantes que había dejado atrás. En todo el mundo, sólo Burrich y Chade sabían que yo no había muerto. De quienes me habían conocido, pocos sonreían al recordarme. Regio me había matado en todos los aspectos que me importaban como hombre. Presentarme ante cualquiera de las personas que me habían querido, mostrarme ante ellos en carne y hueso sólo habría servido para corroborar la magia con la que me había mancillado.
Había fallecido en mi celda, uno o dos días después de la última paliza. Mi muerte había indignado a los duques, pero Regio había reunido pruebas y testigos suficientes de mi Maña como para salvar las apariencias ante ellos. Creo que sus guardias se libraron de ser azotados al testificar que yo había atacado a Will con la Maña, y que por eso yacía tan enfermo. Dijeron que habían tenido que golpearme para obligarme a soltarlo. Enfrentados a tantos testigos, los duques no sólo me abandonaron sino que asistieron a la coronación de Regio y al nombramiento de lord Refuljo como castellano de Torre del Alce y toda la costa de Gama. Paciencia había suplicado que no quemaran mi cadáver, que me enterraran entero. Lady Gracia también se pronunció en mi favor, para disgusto de su marido. Esas dos personas fueron las únicas que hablaron por mí a despecho de todas las pruebas presentadas por Regio sobre mi implicación con la Maña. Pero no creo que claudicara por consideración hacia ellas, sino sólo porque al morir antes de tiempo había echado a perder el espectáculo que hubiera supuesto mi ahorcamiento y posterior incineración. Privado de la totalidad de su venganza, Regio perdió su interés por mí. Abandonó Torre del Alce para trasladarse a Puesto Vado, en el interior. Paciencia reclamó mi cadáver para enterrarme.
A esta vida me había despertado Burrich, a una vida en la que ya no me quedaba nada. Nada salvo mi rey. Los Seis Ducados se desbandarían en los meses siguientes, los corsarios se adueñarían de nuestros puertos casi a voluntad; nuestras gentes fueron expulsadas de sus hogares o esclavizadas mientras los marginados se asentaban en nuestras tierras. Abundaban las forjas. Pero como había hecho mi príncipe Veraz, le di la espalda a todo aquello y viajé al interior. Sólo que él partió para ser rey y yo para seguir a mi reina, para buscar a mi rey. Fueron tiempos difíciles.
Mas ahora, cuando más me acucia el dolor y no hay hierba capaz de mitigarlo, cuando pienso en el cuerpo que contiene mi espíritu, recuerdo mis días de lobo y no los veo como unos pocos, sino como toda una etapa de mi vida. Su recuerdo me produce consuelo y me tienta. Ven, caza conmigo, susurra la invitación en mi corazón. Deja atrás el dolor y recupera tu vida. Hay un lugar donde cada momento es ahora, y las decisiones son sencillas y siempre te pertenecen.
Los lobos no tienen rey.