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Nora se sentó a la mesa de trabajo del laboratorio de análisis de piezas del instituto. Delante de ella, alineadas bajo la fuerte luz fluorescente, había seis bolsas de plástico resistente llenas de fragmentos de barro y cerámica. Cada una de ellas llevaba la etiqueta RIO PUERCO, NIVEL I marcada con rotulador negro. En una de las taquillas que la rodeaban, cuidadosamente acolchadas para eliminar los posibles efectos de la rozadura del plástico, había otras cuatro bolsas con la etiqueta de NIVEL II y una más señalada con NIVEL III: un total de cuarenta y nueve kilos de fragmentos de cerámica.

Nora lanzó un suspiro. Sabía que para publicar el informe sobre el yacimiento de Río Puerco iba a tener que examinar y clasificar cada uno de aquellos fragmentos, y que después de éstos les tocaría el turno a los taburetes y los cachivaches de piedra, los fragmentos de huesos, los trozos de carbón, las muestras de polen y quizá incluso las de cabello, todo aguardando pacientemente en los armarios metálicos que poblaban el laboratorio. Abrió la primera bolsa y, con ayuda de unos fórceps de metal, empezó a colocar las piezas sobre la mesa blanca. Al mirar hacia arriba, hacia el zumbido de la luz del techo, vio la punta de una nube blanca deslizarse entre los barrotes del ventanuco que había encima de su cabeza. Como en una maldita cárcel, pensó con amargura. Dirigió la mirada hacia el terminal de ordenador que había a su lado, centrándose en la pantalla de entrada de datos, que no dejaba de parpadear.

INSTITUTO ARQUEOLÓGICO DE SANTA FE

Registro de contexto / Base de datos de piezas

TW-1041 Pantalla 25
Yacimiento Nº________________ Ref.doc. yacimiento___________
Area/Sección________________ Cuadro coord._______________
Plan Nº_____________________ Código contexto_____________
Adquisición Nº_______________ Nivel/Estrato________________
Coord._____________________ Dis. trinomial________________
Procedencia________________ Fecha excav.________________
Registrado por_______________ Bolsa nivel__________________
Descripción de la pieza________
(4.096 caracteres máx.)

CONFIDENCIAL: PROHIBIDO HACER COPIAS

Entendía muy bien por qué era necesaria aquella clase de información estadística, pero no podía evitar pensar que el instituto, bajo la dirección de Murray Blakewood, estaba estancándose, obsesionado con la tipología. Era como si, por sus extensas colecciones y la cantidad de talentos que trabajaban para él, el instituto estuviera ignorando los nuevos avances —la etnoarqueología, la arqueología contextual, la arqueología molecular, la gestión de recursos culturales— que estaban produciéndose fuera de sus gruesos muros de adobe.

Extrajo las fichas de registros escritas de su puño y letra, que presentaban en forma de tabla aquellas piezas, e introdujo en la base de datos la información: «46 Mesa Verde N/A, 23 Chaco/ McElmo, 2 Politécnico de St. John, 1 Socorro N/A…». ¿O era otro Mesa Verde N/A? Abrió el cajón en busca de una lupa y lo registró sin encontrarla. ¡A la mierda con éste!, pensó, apartando el fragmento a un lado y pasando al siguiente.

Su mano se cerró en torno a un pequeño fragmento de cerámica pulido que evidentemente correspondía al borde de un cuenco. Éste se parece más, pensó. Pese a su reducido tamaño, el fragmento era muy bonito, y todavía recordaba el momento en que lo había encontrado. Estaba sentada junto a un matorral de tamarisco, estabilizando un frágil canasto con acetato de polivinilo, cuando su ayudante, Bruce Jenkins, profirió un grito: «¡Chaco negro sobre amarillo micáceo!», había exclamado. «¡Hostia!».

Nora recordó el entusiasmo, la envidia que había suscitado el hallazgo de aquel pequeño fragmento. Y ahora ahí estaba, abandonado en el interior de una enorme bolsa de plástico. ¿Por qué no ponía más empeño el instituto en descubrir, por ejemplo, el motivo por el que aquel fantástico estilo de cerámica era tan insólito —ya que nunca se habían encontrado vasijas completas, nadie sabía de dónde procedía o cómo se había hecho— en lugar de numerar y rellenar tablas incesantemente, como si todos ellos no fueran más que una especie de contables de la prehistoria?

Se quedó mirando la colección de trozos de color pardo que yacía ante sus ojos y, de repente, se apartó de la mesa y se dirigió hacia el teléfono para marcar el número del servicio de información.

—Pasadena —pidió a la voz que la atendió—. Con el Laboratorio de Reacción de Propulsión. —Hicieron falta una operadora externa y dos internas para comunicarle que la extensión de Leland Watkins era 2330.

—¿Sí? —contestó al fin una voz aguda e impaciente.

—Buenos días. Soy Nora Kelly, del Instituto Arqueológico de Santa Fe.

—¿Sí? —repitió la voz.

—¿Es usted Leland Watkins?

—Sí, soy el doctor Watkins.

—Perdone que le robe unos minutos de su valioso tiempo —se disculpó Nora de antemano, hablando deprisa—. Estamos trabajando en un proyecto en el sudeste de Utah, buscando antiguas rutas anasazi, y quería saber si podrían ustedes…

—No tenemos cobertura de radar en esa área —la interrumpió Watkins.

Nora inspiró hondo.

—¿Existe algún modo de conseguir cubrir la zona? Verá, es que…

—No, no hay ningún modo —la interrumpió de nuevo con una voz cada vez más nasal por la irritación—. Tengo una lista de espera larguísima de gente que quiere cobertura: geólogos, biólogos de la selva tropical, científicos agrícolas…

—Ya veo —repuso tratando de conservar la calma—. ¿Y cuál es el proceso habitual para solicitar esta clase de cobertura?

—Hasta la fecha, tenemos para dos años con las solicitudes que hemos recibido, y ahora mismo tengo demasiado trabajo como para explicárselo. Como supongo que ya sabrá, la lanzadera Republic está en órbita en estos momentos.

—Esto es muy importante, doctor Watkins. Creemos que…

—Todo es importante. Y ahora, si me disculpa… Envíe la solicitud si quiere.

—¿Y a qué dirección…? —Nora se interrumpió cuando se dio cuenta de que estaba hablando con el tono de marcado—. ¡Capullo arrogante! —exclamó—. ¡Me alegro de que mi hermano se tirara a tu novia! —Y colgó el auricular con violencia.

A continuación, observó el teléfono con gesto maquiavélico. La extensión del doctor Watkins era la 2330.

Volvió a descolgar el auricular y marcó muy despacio un número correspondiente a una llamada de larga distancia.

—Sí —dijo al cabo de unos segundos—. Con la extensión 2331, por favor.