PREFACIO

Durante mi primer curso de universidad leí las Meditaciones de Descartes y quedé prendado por el problema de la mente y el cuerpo. Ahí había un misterio. ¿Cómo es posible que mis pensamientos y mis sentimientos quepan en el mismo mundo que las células nerviosas y las moléculas que componen mi cerebro? Ahora, después de treinta años de pensar, hablar y escribir sobre este misterio, creo que he hecho algunos progresos. Creo que puedo trazar el perfil de una solución, una teoría de la conciencia que responde (o muestra cómo pueden hallarse respuestas) a las preguntas que han desconcertado tanto a filósofos y científicos como a profanos. Me han ayudado mucho. Ha sido una gran suerte el recibir las enseñanzas que, informalmente, infatigablemente e imperturbablemente, me transmitieron algunos pensadores admirables con los que nos iremos encontrando en estas páginas.

Porque lo que aquí quiero contar no es la historia de una cogitación solitaria, sino la de una odisea a través de muchos mares, y las soluciones a los enigmas están fuertemente entrelazadas en una tela de diálogo y desacuerdo, donde a menudo aprendemos más de temerarios errores que de cautos equívocos. Estoy convencido de que todavía permanecen muchos errores en la teoría que aquí presentaré, y espero que sean de los peores, porque así otros propondrán mejores respuestas.

Las ideas presentadas en este libro han ido tomando forma a lo largo de muchos años, pero no inicié su redacción hasta enero de 1990, para terminar un año después gracias a la generosidad de varias instituciones y a la ayuda de muchos amigos, estudiantes y colegas. El Zentrum für Interdisziplinäre Forschung de Bielefeld, el CREA de la École Polytechnique de Paris y la Villa Serbelloni de la Rockefeiler Foundation en Bellagio me proporcionaron las condiciones ideales para escribir y conferenciar durante los cinco primeros meses. Mi propia universidad, Tufts, ha apoyado mi trabajo a través del Center for Cognitive Studies, y trie permitió presentar el penúltimo borrador en otoño de 1990 durante un seminario que reunió al profesorado y a los estudiantes de Tufts y otros buenos centros del área metropolitana de Boston. Quisiera expresar también mi agradecimiento a la Kapor Foundation y a la Harkness Foundation por su apoyo a nuestras investigaciones en el Center for Cognitive Studies.

Hace ya algunos años, Nicholas Humphrey acudió al Center for Cognitive Studies para trabajar conmigo; pronto, él, Ray Jackendoff, Marcel Kinsbourne y yo empezamos a reunimos regularmente para debatir diversos aspectos y problemas relacionados con la conciencia. Sería difícil encontrar cuatro maneras tan diferentes de enfocar el problema de la mente, pero nuestras discusiones fueron tan provechosas y estimulantes que quiero dedicar el libro a estos cuatro buenos amigos en agradecimiento por todo lo que aprendí con ellos. Otros dos viejos colegas y amigos, Kathleen Akins y Bo Dahlbom, han jugado un papel fundamental en el desarrollo de mi pensamiento, por lo cual Ies estaré eternamente agradecido.

También quiero expresar mi gratitud al grupo ZIF de Bielefeld y, en particular, a Peter Bieri, Jaegwon Kim, David Rosenthal, Jay Rosenberg, Eckart Scheerer, Bob van Gulick, Hans Flohr y Lex van der Heiden; al grupo CREA de París, particularmente a Daniel Andler, Pierre Jacob, Francisco Varela, Dan Sperber y Deirdre Wilson; y a los «príncipes de la conciencia», que se unieron al grupo formado por Nick, Marcel, Ray y yo mismo en la Villa Serbelloni durante una intensa y productiva semana de marzo: Edoardo Bisiach, Bill Calvin, Tony Marcel y Aaron Sloman. Gracias también a Edoardo y a los demás participantes en el seminario sobre el abandono, celebrado en Parma en junio. También Pim Levelt, Odmar Neumann, Marvin Minsky, Oliver Selfridge y Nils Nilsson me proporcionaron sus valiosos consejos sobre el contenido de algunos capítulos. Mi agradecimiento también para Nils por aportar la fotografía de Shakey y a Paul Bach-y-Rita por sus fotografías y su asesoramiento sobre los dispositivos protésicos de visión.

Debo agradecer a todos los participantes del seminario del pasado otoño el regalo de su crítica constructiva; nunca olvidaré a esta clase: David Hilbert, Krista Lawlor, David Joslin, Cynthia Schossberger, Luc Faucher, Steve Weinstein, Oakes Spalding, Mini Jaikumar, Leah Steinberg, Jane Anderson, Jim Beattie, Evan Thompson, Turhan Canli, Michael Anthony, Martina Roepke, Beth Sangree, Ned Block, Jeff McConnell, Bjorn Ramberg, Phil Holcomb, Steve White, Owen Flanagan y Andrew Woodfield. Semana tras semana, esta pandilla me mantuvo contra las cuerdas de la manera más constructiva. Durante la redacción final, Kathleen Akins, Bo Dahlbom, Doug Hofstadter y Sue Stafford me sugirieron numerosas mejoras. Paul Weiner convirtió mis garabatos en unas excelentes figuras y diagramas.

Kathryn Wynes y, más tarde, Anne van Voorhis llevaron a cabo un extraordinario trabajo impidiendo que yo y el propio Center nos hundiéramos durante los últimos años de actividad frenética; sin su eficiencia y capacidad de previsión, a este libro todavía le quedarían muchos años para ser completado. Por último, y más importante: todo mi amor y agradecimiento para Susan, Peter, Andrea, Marvin y Brandon, mi familia.

Tufts University

Enero de 1991