(PARA CIENTÍFICOS)
A menudo se acusa a los filósofos, con razón, de librarse a la psicología de café, (o la neurociencia o la física o…), y hay muchas historias un tanto embarazosas sobre filósofos cuyas vehementes declaraciones a priori se han visto refutadas en el laboratorio. Una actitud razonable para evitar este riesgo consiste en que el filósofo se retire sigilosamente hacia aquellos ámbitos conceptuales en que no hay peligro de cometer el error de decir algo que pueda verse refutado (o confirmado) por descubrimientos empíricos. Otra actitud razonable consiste en estudiar, aunque sea en el café, los mejores logros del laboratorio, los mejores esfuerzos de aquellos teóricos más preocupados por los aspectos experimentales y después seguir adelante con la filosofía, intentando iluminar los obstáculos conceptuales e, incluso, poniéndose a veces en situaciones comprometidas, con el objetivo de ser claro en cuanto a las implicaciones de ciertas ideas teóricas. Cuando se trata de asuntos conceptuales, los científicos no son menos inmunes a la confusión que los profanos. Después de todo, ellos también pasan mucho tiempo en el café, intentando hacerse una idea de cómo interpretar los resultados de los experimentos, y lo que hacen en estos momentos, se funde imperceptiblemente con lo que hacen los filósofos. Un asunto arriesgado, pero estimulante.
He aquí, pues, unas cuantas ideas no del todo maduradas sobre experimentos diseñados para evaluar las implicaciones del modelo de la conciencia que he esbozado, seleccionadas a partir de una serie de ideas todavía muy verdes que o bien no superaron el examen de mis pacientes informantes o bien se me demostró que ya habían sido puestas en práctica. (Mi buena media de ideas pertenecientes al segundo grupo me anima a seguir adelante.) Dado que, como filósofo, he intentado mantener mi modelo a un nivel tan general y tan poco comprometido como me ha sido posible, si hice bien mi trabajo estos experimentos deberían ayudar a determinar solamente qué versión de mi modelo se confirmaría; si el modelo se viera refutado por completo, me sentiría realmente desmentido e incómodo.
Si las secuencias subjetivas son un producto de la interpretación, y no están directamente en función de las secuencias reales, debería ser posible crear fuertes efectos interpretativos de diversos tipos que serían independientes de la organización temporal real.
1. Andares de araña: ligeros toques en secuencia, emulando el conejo cutáneo, pero orientados a producir juicios ilusorios sobre la dirección. Un caso típico consistiría en dos toques, separados en el espacio y en el tiempo por el mismo margen que en el fenómeno phi visual, donde la tarea consistiría en emitir un juicio sobre la dirección del «andar» (que es lógicamente equivalente a la secuencia, pero es un juicio más «inmediato», desde el punto de vista fenomenológico). Predicción: efectos típicos de fenómeno phi dependientes del ISI, con mayor agudeza en superficies de más alta resolución como la punta de los dedos o los labios.
Pídasele ahora al sujeto que mantenga sus dos dedos índices juntos y efectúese el primer toque en la punta de uno de ellos y el segundo en el otro. En este caso, debería producirse una resolución peor en cuanto a la direccionalidad, debido al requerimiento de que ahora las comparaciones tienen que ser bilaterales. Seguidamente, añádase una «ayuda» visual; permítase que el sujeto pueda ver la simulación con los dedos, pero proporciónesele información falsa: amáñese el aparato de modo que la direccionalidad visual sea la opuesta a la direccionalidad sugerida por la secuencia de toques. Predicción: los sujetos emitirán juicios falsos sin dudarlo, desautorizando o descartando la información sobre la secuencia real emitida por los receptores cutáneos. Si el efecto es muy fuerte, puede incluso hacer que se descarten juicios unilaterales o sobre el mismo dedo que, sin la información visual, serían muy precisos.
2. Películas invertidas: se pide a los sujetos que distingan breves «tomas» de cine o de vídeo, algunas de las cuales han sido invertidas, o en las cuales se han introducido pequeñas anomalías o rupturas en la secuencia. Los montadores de cine conocen muchos trucos, y acumulan un gran saber sobre los efectos de romper la secuencia de los fotogramas de una película. A veces montan deliberadamente escenas con los fotogramas desordenados a fin de crear efectos especiales: para aumentar la tensión o la impresión en las escenas de terror, por ejemplo. Algunos acontecimientos tienen una secuenciación natural muy fuerte; a todos nos ha divertido ver en una película a un bañista salir del agua por los pies para llegar saltando, ágil y seco, al trampolín. Otros acontecimientos son reversibles sin que apenas pueda ser percibido —una bandera ondeando, por ejemplo—, mientras que otros se sitúan en un punto intermedio; se necesitaría mucha atención para detectar si la película de una pelota botando está pasando hacia adelante o hacia atrás. Predicción: las personas no acertarán a distinguir inversiones en películas que carecen de sesgo interpretativo, en que la secuencia debe ser detectada y recordada. Por ejemplo, al mantener constantes las discrepancias en cuanto al movimiento, el tamaño y la forma, los sujetos deberían cometer errores al discriminar (reidentificar) secuencias que no invitan a una interpretación u otra en cuanto a la direccionalidad, y al distinguirlas de versiones invertidas o que incluyeran alguna otra transformación. (Los experimentos de discriminación de melodías serían el equivalente auditivo.)
3. Escribiendo sobre su pie: es un experimento diseñado para dar al traste con los juicios basados en la interpretación de los «tiempos de llegada» al «punto de central de disponibilidad». Supóngase que usted toma un lápiz y escribe unas letras sobre un costado de su pie desnudo, sin poder ver lo que está escribiendo. Las señales procedentes de los receptores cutáneos de su pie «confirmarían» que sus actos intencionados de escribir unas determinadas letras estaban siendo llevados a cabo por el lápiz que sostenía su mano. Añádase ahora visión indirecta, un monitor de televisión que mostrara su mano escribiendo sobre su pie, pero con la cámara colocada de tal manera que la punta del lápiz quedara oculta por la mano que lo sostiene. Estas señales visuales reforzarían la confirmación de que sus actos intencionados se están llevando a cabo. Insértese ahora un breve retraso en la cinta de vídeo (uno o dos fotogramas de 33 msegs cada uno), de modo que la confirmación visual siempre se retrase un breve instante de tiempo. Mi predicción es que los sujetos se acostumbrarán rápidamente a ello. (Eso espero, porque el paso siguiente es el interesante). Una vez los sujetos se hayan acostumbrado al retraso, si este se suprime repentinamente, sentirían como si el lápiz se doblara, porque la percepción de la trayectoria de su punta se retrasaría, en relación a la información visual de entrada, como si la punta se arrastrara por la estela de su trayectoria esperada.
4. Ajustando el retraso en el carrusel de Grey Walter: es el experimento de continuación que mide el retraso necesario para eliminar el efecto de «carrusel precognitivo». Mi predicción es que será mucho menor de los 300-500 msegs que predice una extensión del modelo estaliniano de Libet.
¿Cómo podríamos demostrar que «las palabras quieren ser dichas»? ¿Es posible controlar la inspiración? Hasta el momento, los experimentos de Levelt han dado unos resultados negativos sorprendentes (véase nota 2, pág. 255). El tipo de variaciones sobre estos experimentos que me gustaría introducir establecería la posibilidad de un uso «creativo» de las palabras por parte de los sujetos, al tiempo que, de forma muy discreta, se proporcionarían las materias primas necesarias dentro del entorno para que pudieran ser incorporadas por los sujetos en sus producciones. Por ejemplo, se podría preparar a los sujetos para el experimento con dos protocolos diferentes, en los que palabras, un poco sorprendentes, vividas, ligeramente novedosas o fuera de lugar se liberasen «casualmente» (en pósters colgados en la pared, en las instrucciones para los sujetos, etc.); seguidamente, se daría la oportunidad a los sujetos de expresarse libremente sobre temas en que dichas palabras tuvieran una baja probabilidad de aparecer, de modo que un efecto de priming por los preparativos demostraría que dichas expresiones habrían sido «activadas» y permanecerían al acecho, esperando la oportunidad para ser utilizadas. Si no se detectara ningún efecto, se confirmaría el modelo de Levelt; un efecto muy fuerte (si se produjeran usos muy «forzados») apoyaría un modelo de pandemónium.