Capítulo 18

Me nombraron capitán. Nunca volví a ver a Jane.

Lo primero fue lo más dramático de las dos cosas. Llevar a Jane a un sitio seguro atravesando varios cientos de metros en medio de una batalla, y luego meterla en una cámara estabilizadora mientras me bombardeaban, habría valido para conseguirme una mención bastante decente en el informe oficial de la batalla. Conseguir también el esquema técnico del sistema trazador consu, como dio a entender el mayor Crick, parecía pasarse un poco. Pero qué se le va a hacer. Recibí un par de medallas más por la segunda batalla de Coral, y el ascenso como remate. Si alguien advirtió que había pasado de cabo a capitán en menos de un mes, se lo guardaron para sí. Bueno, yo lo hice. En cualquier caso, me invitaron a una copa durante varios meses después. Cuando perteneces a las FDC todas las copas son gratis, pero la intención es lo que cuenta.

El manual técnico consu fue enviado directamente a Investigación Militar.

Harry me contó más tarde que descifrarlo fue como leer el cuaderno de apuntes de Dios. Los raey sabían cómo utilizar el sistema rastreador pero no tenían ni idea de cómo funcionaba: incluso con todos los esquemas, era dudoso que hubieran podido montar otro. No tenían capacidad para fabricarlo. Nosotros lo sabíamos porque tampoco la teníamos. La teoría que había tras la maquina, abría por sí sola nuevas ramas a la física, y provocó que las colonias reevaluaran la tecnología de la impulsión de salto.

Nombraron a Harry miembro del equipo dedicado a extraer aplicaciones prácticas de la tecnología. Estaba encantado con el puesto; Jesse se quejaba de que se había vuelto insoportable. La vieja excusa de Harry de no tener nivel matemático para el trabajo fue considerado insustancial, puesto que nadie más lo tenía tampoco. Desde luego, reforzó la idea de que los consu eran una raza con la que era mejor no meterse.

Unos cuantos meses después de la segunda batalla de Coral, se rumoreó que los raey habían regresado al espacio consu para implorarles más tecnología. Los consu respondieron haciendo implorar la nave raey y lanzándola al agujero negro más cercano. Me sigue pareciendo que se pasaron. Pero es sólo un rumor.

Después de Coral, las FDC me encomendaron una serie de misiones cómodas, empezando por una gira por las colonias como último héroe de las FDC, para demostrar a los colonos cómo ¡¡¡Las Fuerzas de Defensa Coloniales luchan POR TI!!! Tuve que ver pasar un montón de desfiles y juzgar un montón de concursos de cocina. Después de unos cuantos meses de eso, estuve dispuesto a hacer algo más, aunque fue agradable visitar un planeta o dos y no tener que matar a todos los que había allí.

Tras mi trabajo como relaciones públicas, las FDC me colocaron como guía en las nuevas naves de transporte de reclutas. Yo era el tío que tenía que plantarse delante de mil ancianitos con sus nuevos cuerpos y decirles que se divirtieran, y una semana más tarde, contarles que dentro de diez años las tres cuartas partes de ellos estarían muertos. Esta gira de servicio fue casi insoportablemente agridulce. Entraba en el comedor de la nave de transporte y veía grupos de nuevos amigos formándose y reforzándose, como hice yo con Harry y Jesse, Alan y Maggie, Tom y Susan. Me pregunté cuántos de ellos lo conseguirían. Esperé que lo hicieran todos. Sabía que la mayoría no sobrevivirían. Después de unos meses, pedí un destino diferente. Nadie me puso pegas. No era el tipo de misión de la que nadie quisiera encargarse durante mucho tiempo.

Al cabo de una temporada, pedí volver al combate. No es que me guste pelear, aunque soy extrañamente bueno en ello. Es que en esta vida soy soldado. Es lo que accedí a ser y hacer. Pretendo renunciar un día, pero hasta entonces, quiero estar en primera línea. Me dieron una compañía y me asignaron a la Taos. Ahí es donde estoy ahora. Es una buena nave. Dirijo buenos soldados. En esta vida, no se puede pedir mucho más que eso.

No volver a ver a Jane es bastante menos dramático. Después de todo, no pasa nada por no ver a alguien. Jane cogió la primera lanzadera hasta la Amarillo; el médico de a bordo le echó un vistazo a su designación como miembro de las fuerzas especiales y la llevó a un rincón de la enfermería, para que permaneciera estabilizada hasta que regresaran a Fénix y pudiera ser atendida por técnicos médicos de las fuerzas especiales. Al final, yo regresé a Fénix en la Bakersfield. Para entonces, Jane estaba perdida en las entrañas del ala médica de las fuerzas especiales y era inalcanzable para un simple mortal como yo, aunque fuera un flamante héroe.

Poco después, me condecoraron, me ascendieron y me hicieron iniciar mi gira por las colonias. Acabé por recibir noticias del mayor Crick diciendo que Jane se había recuperado y había sido reasignada, junto con la mayoría de la tripulación superviviente de la Gavilán, a una nueva nave llamada la Cometa.

Aparte de eso, no traté de enviarle a Jane ningún mensaje. Las fuerzas especiales eran las fuerzas especiales. Eran las Brigadas Fantasma. Se supone que no puedes saber adónde van ni lo que hacen, ni siquiera si los tienes delante de las narices.

Sin embargo, sé que están ahí. Cada vez que los soldados de las fuerzas especiales me ven, me saludan con sus CerebroAmigos: pequeños estallidos de información emocional, indicando respeto. Soy el único realnacido que ha servido en las fuerzas especiales, aunque brevemente; rescaté a uno de los suyos y conseguí arrancar el éxito de la misión de las fauces de un fracaso parcial. Yo les devuelvo el saludo, pero por fuera no digo nada para no revelar su situación. Las fuerzas especiales lo prefieren así. No he vuelto a ver a Jane de nuevo, en Fénix ni en ninguna parte.

Pero he tenido noticias suyas. Poco después de que me asignaran a la Taos, Gilipollas me informó de que tenía un mensaje anónimo esperándome. Eso era nuevo: nunca había recibido un mensaje anónimo vía CerebroAmigo antes. Lo abrí. Vi una foto de un campo de trigo, una granja en la distancia y un amanecer. Podría haber sido una puesta de sol, pero no fue ésa la sensación que tuve. Tardé un segundo en darme cuenta de que la foto se suponía que era una postal. Entonces oí su voz, una voz de toda la vida que oí en dos mujeres diferentes.

«Una vez me preguntaste adonde vamos las fuerzas especiales cuando nos retiramos, y te dije que no lo sabía —envió—. Pero ahora lo sé. Tenemos un lugar al que podemos ir, si queremos, y aprendemos a ser humanos por primera vez. Cuando sea el momento, creo que voy a ir allí. Creo que quiero que te reúnas conmigo. No tienes que venir. Pero si quieres, puedes. Sabes que eres uno de nosotros».

Detuve el mensaje durante un instante, y lo inicié de nuevo, cuando estuve preparado.

«Una parte de mí fue una vez alguien a quien amaste —proseguía—. Creo que esa parte quiere que vuelvas a amarla, y quiere amarte también. No puedo ser ella. Sólo puedo ser yo. Pero creo que podrías amarme si quisieras. Quiero que lo hagas. Ven a mí cuando puedas. Estaré aquí».

Eso era todo.

Recuerdo el día en que me planté ante la tumba de mi esposa por última vez, y me marché sin lamentarlo, porque sabía que lo que ella era no estaba contenido en aquel agujero en el suelo. Empecé en una nueva vida y volví a encontrarla, una mujer que era una persona completamente nueva. Cuando acabe esta vida, me marcharé también sin lamentarlo, porque sé que ella me espera, en otra vida distinta.

No la he vuelto a ver, pero sé que lo haré. Pronto. Muy pronto.

FIN